Carta Abierta Al Rector - Estudiantes Oct. 1 461a1c

Octubre 1 de 2019 Señores: P. Luis Guillermo Sarasa, S.J. Rector (E.) Pontificia Universidad Javeriana Jorge Humberto Peláez Piedrahita, S. J. Rector Pontificia Universidad Javeriana Luis Fernando Cardona Decano Facultad de Filosofía Héctor Salinas Director de Departamento, Facultad de Filosofía Los acontecimientos que han tenido lugar recientemente en la Universidad Javeriana, la forma en la que ustedes, sus directivos, los han asumido, produce en nosotros un profundo sentimiento de desaliento y desafección hacia un espacio que sentimos nuestro. Sus comunicados —cuando no su silencio— alientan la miopía individualizadora que impide ver motivos estructurales en los sucesos concretos: tanto en la respuesta al suicidio de uno de nuestros compañeros, cuando solo atinaron a realizar una tímida e insuficiente invitación a cercarnos a las oficinas de Apoyo Estudiantil; como en el cierre policial del campus que dejó fuera a todos los javerianos que solidariamente se manifestaron en apoyo a sus compañeros de la Universidad Distrital y en contra de la violencia arbitraria del ESMAD. A esto se suma la desazón con la que, el pasado jueves, recibimos la noticia de la desvinculación de la profesora Luciana Cadahia. Lo preocupante del fallo en segunda instancia es que resolvió considerar improcedente el mecanismo de acción de tutela, luego de que la institución —que se mantuvo firme en su decisión de despedirla sin más explicación (como la figura del despido sin justa causa lo permite, sí, lo sabemos)— decidiera apelar la sentencia que, el pasado 15 de agosto, dio la razón a la profesora Cadahia en a la acción de tutela que demandaba su reintegro y la protección de los derechos fundamentales a la no discriminación por género y a la libertad de cátedra y pensamiento. En el fallo de segunda instancia, el juez no ha examinado si hay contradicción, como lo propone la tutela, entre la figura legal de “despido sin justa causa” y los derechos fundamentales de la profesora. En cambio, ha interpretado los hechos como un caso de “acoso laboral” y declarado improcedente la tutela, sin encargarse de las razones que allí se esgrimen. Es decir, no le dio la razón a ninguna de las dos partes, simplemente desestimó la acción de tutela como mecanismo al que cualquier ciudadano puede apelar cuando ve vulnerado sus derechos ¿Acaso esto no genera un precedente muy preocupante para la libertad de cátedra y pensamiento de los profesores en Colombia? Expresamos públicamente nuestro apoyo y aliento a la profesora Cadahia; también acompañamos su decisión de hacer lo posible por llevar el caso hasta la Corte Constitucional pues, como ella, consideramos que lo que está en juego no es un mero conflicto laboral y particular, sino la defensa colectiva de una universidad comprometida con el pensamiento crítico y diverso, así como la construcción de una sociedad democrática y en paz. Frente a todo ello ustedes nos invitan insistentemente a “la reflexión” y “el cuidado por el otro”. Con esta carta, los estudiantes y exestudiantes de la facultad de filosofía firmantes queremos

responder a esa invitación proponiéndoles abrazar sus propias palabras. Reflexionar y cuidar del otro suponen voluntad de verdad y de justicia, así como acciones puntuales para defenderlas. No puede llamarse a la reflexión como pretexto para dar la espalda al otro en un ensimismamiento egoísta, como ocurre con el obstinado mutismo con el que han asumido (entre otras cosas) lo relacionado al despido de nuestra profesora. Su secretismo revela un desinterés por el debate público que a nuestro entender es incompatible con el pensamiento, la empatía y el coraje que debe caracterizar a todo ciudadano. Lo primero que hay que señalar es que la incomprensión que inicialmente despertó en nosotros el despido de la profesora Cadahia adquirió su justa proporción una vez conocimos el fallo en primera instancia. Entre los documentos que se hicieron públicos —y como parte de la defensa presentada por los abogados de la Universidad— se encuentra la carta dirigida por Luis Fernando Cardona, Decano de la Facultad de filosofía, y Héctor Salinas, Director de departamento de la misma facultad, a Beatriz Escandón, Directora de asuntos profesorales de la Vicerrectoría académica, el 20 de mayo de 2019, solo ocho días antes del despido de la profesora Cadahia. En ella hacen referencia a una conversación previa y presentan los motivos por los que las autoridades de la facultad solicitan no renovar el contrato de la profesora. Aunque finalmente se haya acudido a la figura “sin justa causa”, el texto da luces importantes sobre la procedencia y naturaleza de las razones que provocaron el despido. En el documento los firmantes: 1. Afirman que la profesora utiliza a la facultad para sus intereses: “se ha entendido que para la profesora su relación con la Universidad es puramente instrumental, pues la Universidad se encuentra al servicio de sus intereses y no su persona, al servicio de nuestro proyecto institucional” y que no se integra “humanamente” a la comunidad. Además, aseveran que “a pesar de su altísimo nivel académico […] se ha podido constatar” que la relación entre la profesora y la facultad “no está fundada, ni quiere estar fundada, en una comprensión comprometida con nuestra misión y el proyecto educativo”. Ahora bien, de acuerdo con los documentos oficiales, la misión institucional se fundamenta en la “relación estudiante-profesor”, no empleador-empleado, e involucra tanto la excelencia en el ejercicio de la docencia y la investigación socialmente responsable, como la creación y el desarrollo del conocimiento con una perspectiva crítica para el logro de una sociedad justa, incluyente y democrática. Sin embargo, su decisión no tuvo en cuenta los intereses ni la opinión de los estudiantes. Los firmantes no aducen mayor justificación, lo que muestra que su petición se basa en juicios de valor y “percepciones objetivas” particulares. Valdría la pena recordar que el decano y el director de departamento, y quienes puedan sumarse a esta apreciación, no son “la comunidad”, sino una dimensión de esta. Su percepción no articula el sentir y pensar de toda la unidad académica, como lo hacen patente las cartas de rechazo a la decisión de un número significativo de estudiantes y profesores de la facultad. Consideramos aun más importante señalar que ningún miembro de la comunidad académica, profesor o estudiante, debería sentirse obligado a agradar o complacer a sus superiores más allá de la cordialidad y el respeto en el trato, pues esta dinámica reproduce una lógica perversa que dinamita la libertad para disentir a la vez que auspicia un halo de inseguridad que ninguna de las partes en relación está en la necesidad de soportar. 2. Sugieren que ha mentido y engañado a la facultad: “se ha podido constatar [¿cómo?] que en varias de sus actividades internacionales la profesora Cadahia se presenta también como profesora de Flacso-Ecuador o simplemente no revela su pertenencia institucional a la Javeriana”, sugiriendo que ocultaba su vinculación con la Universidad porque mantenía un contrato laboral en curso con

otra institución, lo que fue debidamente desmentido por la profesora en el proceso legal. Si esto es así, ¿en qué se sostiene la acusación de instrumentalización a la Universidad por parte de la profesora? 3. Se convierten en vigilantes y persecutores con el derecho de aplaudir o censurar la libertad del otro calificando como “ajena al espíritu que anima […] a los profesores de planta de la Universidad” la presencia en redes sociales de la profesora, quien a su juicio es “una persona que agrede e insulta a los otros con palabras de la mayor vulgaridad” y cuyos “principios […] son ajenos a los valores javerianos”. Esto da a entender que es práctica usual de algunos de la comunidad educativa supervisar las redes de sus colegas y que las apreciaciones resultantes de la experiencia privada en redes sociales influyen en sus decisiones como cabezas de una facultad. Son ellos entonces quienes contradicen el proyecto institucional, pues se muestran adversos a defender una comunidad académica en la que haya cabida para el pluralismo ideológico; que según los estamentos javerianos “procura que todos participen pensando y actuando, no que todos piensen y actúen de la misma manera” e incentivan el “sacrificio en la promoción de la justicia y en la defensa de los más débiles”. 4. Se arrogan la capacidad de atribuir intenciones a la profesora y la juzgan como una mujer que manipula: afirman que “configuró una estrategia” en la que toda crítica y llamado de atención “sin importar lo que se diga, está en la lógica del ataque machista hacia ella”. Los firmantes no consideran ni dudan por un momento de la posición desde la que se sienten autorizados a deslegitimar por principio las intervenciones y reacciones de una colega y, como si no fuera suficiente, la acusan de llevar a cabo algo parecido a un complot para manipularlos. Compartimos la decisión del juez de primera instancia que encontró en esta carta una prueba patente de la normalización de ciertas prácticas discriminatorias hacia las mujeres en la facultad, de la pobre sensibilidad respecto a las cuestiones de género, y de lo lejos que está de asumir con seriedad los retos de una academia igualitaria, inclusiva y consciente. Queremos enfatizar que los cuestionamientos las autoridades de la facultad no provienen de actores externos a ella. Quienes nos manifestamos en contra de lo sucedido con Luciana Cadahia hacemos parte de esta comunidad, y precisamente por ello tenemos una perspectiva propia de lo que en su interior ocurre: también las estudiantes son blanco de comentarios machistas y displicentes, también los estudiantes somos tratados abusivamente por algunos profesores cuando expresamos nuestras preocupaciones más genuinas en términos culturales, políticos y sociales. Sabemos que muchos otros factores han estado involucrados en el proceso de despido de la profesora Cadahia. Sin embargo, no podemos pasar por alto las acciones e intenciones que pusieron en movimiento estos hechos lamentables y vergonzosos. No podemos hacerlo porque, paradójicamente, el decano y el director de departamento de la facultad han sido quienes excusan su retraimiento de la discusión pública con comodines burocráticos, a la vez que toman decisiones institucionales que se traducen en injusticias. Nos parece, por ello, razonable y sensato que se hagan responsables de sus disposiciones ante la comunidad académica y la sociedad de la que hacen parte. Estamos abiertos a poner en cuestión lo que pensamos, pero hace parte del coraje del filósofo asumir de cara a los otros aquello que piensa.

Esperamos que esta carta anime a las autoridades y a todos los de la comunidad educativa javeriana a asumir con seriedad los retos y el porvenir de una academia justa, inclusiva, consciente y libre. Exijámonos un poco más, dejemos de subestimar al otro (a los estudiantes, a nuestros colegas) desde una autocomplaciente superioridad epistemológica y ética. Los estudiantes que aquí y en otros ámbitos se manifiestan públicamente no son una fuerza bruta o ingenua que desea polemizar por el gozo que produce llevar la contraria. Dejemos por un momento de aplaudirnos y acomodarnos en la ficción que hemos construido con los ecos de cumplidos y agradecimientos en esta pequeña caja de reverberaciones. Ninguna buena noticia llega últimamente de nuestra Universidad (a menos de que contemos los publirreportajes acerca de la construcción de algún edificio nuevo o las menciones como la universidad cuatrocientos algo en un ranking internacional). No comprendemos la ausencia de esfuerzos de parte de la dirección de la facultad para establecer cuando era el momento, antes de despedir a la profesora “sin justa causa”, una conversación franca entre las partes con el propósito de gestionar las diferencias y exponer las posibles inconformidades. En su lugar, proceden súbitamente y de espaldas a la comunidad académica al optar por escudarse en una figura que, si bien es legal, evita plantearse el problema de la legitimidad de sus motivos. Pedimos respetuosamente al Padre Rector Jorge Humberto Peláez, S. J. establecer los espacios de diálogo necesarios entre las directivas y la profesora que permitan ajustes y compromisos para revertir la situación actual de cara al futuro de la Universidad que hemos irado y querido. Atentamente, Alexandra Martínez Ruiz Diego Fernando Moreno Mancipe Manuela Yepes Benjumea Federico Jaramillo Gamba César Felipe Vargas Villabona Sofía Ardila Romero Julián Trujillo Guerrero Matías Troconis González Nicolás Tamayo Guerrero Germán Eduardo Camargo Paola Isabel Silva Mejía Alex Sebastián González Eslava David Antonio Bastidas Daniel Tamayo Uribe María Fernanda Pinilla Martínez Sergio Andrés Ríos Rueda

Julián Esteban Gonzáles Guzmán Juan Guillermo Londoño Bradford María Camila Parra Norato Javier Felipe Betancourt Sánchez Marcos David Rojas Medina David Perdomo Munar Andrés Velasquéz Manuela Cinfuentes Murillo María Paula Tostón Daniela Prieto Arrubla Enrique de la Torre Cubillos Manuela Cifuentes Tamagnini William Alejandro Patiño Mogollón Juliana García Díaz Andrés Camilo Peña Valentina Sánchez Buritica