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Últimos títulos publicados 86. Danzas del mundo12. Ángel Zamora. 87. Cuentos y escenificaciones para Primaria. Isabel Agüera. 88. Tutoría de valores con preadolescentes. María Carmen Iza¡ Mariñoso. 89. Adolescentes y sentido de la existencia. Purificación Tárrago-Fabián Moradillo-Ma Jesús Picot. 90. Un centro 3 S.Irene Monferrer. 91. Cosas de niños. Pilar Montes-Eduardo Soler. 92. Versos para aprender lengua y literatura. Ana Riofrío. 93. Sembrar valores, recoger futuro. Fernando Lafuente-Noelia Cisneros-Emilio Gómez. 94. Animación a la lectura con niños. Isabel Agüera. 95. Formación humana en Primaria/3. Sonia López-Yolanda López. 96. Educar con imágenes/3. Herminio Otero. 97. Adolescentes, inmigración e interculturalidad. Fabián Moradillo-Socorro Aragón. 98. Ortografía castellana. Francisco Javier Diosdado. 99. Educar en la interculturalidad. José Real. 100. Cuentos populares y creatividad. Rosa Huertas. 101. Animar a la lectura jugando. Ma Jesús Otero. 102. La solidaridad es vida plena. Edgardo Rubén Cárdenas. 103. La lectura a escena. Isabel Agüera. 104. Cuentos para portarse bien en el colegio. Jesús Jarque. 105. Animación a la lectoescritura. Purificación Cavia. 3
106. Poesía popular infantil y creatividad. Rosa Huertas. 107. Adolescentes y educación para la convivencia. Fabián Moradillo. 108. Aprovechamiento didáctico de Internet. Jesús María Nieto. 109. Amor y sexualidad. Santiago Galve. 110. Fábulas del siglo xxi. Fernando Lafuente-Noelia Cisneros-Emilio Gómez. 111. Personajes de la Historia Antigua y Media. José Luis Sierra. 112. Los cuentos de la tortuga. Eduardo Soler. 113. Aprendera pensaren Primaria. Blanca Gómez-Luis Carrascosa (coords.). 1 14. La vuelta al curso en 80 días. Jesús Villegas Saldaña. 115. Personajes de la Historia Moderna y Contemporánea. José Luis Sierra. 116. Educar en la sostenibilidad. AA.W. 1 17. Cómo mejorar la convivencia. Ana Prieto-Manuela Guzmán. 118. Motricidad en Educación Infantil. Ana Ponce de León-Rosa Ana Alonso (coords.). 1 19. ¡Hoy es fiesta! Carmen Gil. 120. Fonética inglesa práctica. Jelena Bobkina-Miriam Fernández de Caleya. 121. Lecturas y juegos para los más pequeños. Isabel Agüera. 122. Infancia y ciudadanía. Ma Jesús Picot-Fabián Moradillo. 123. Coeducación en el cole. Carmen Gil. 124. Cuentos para educaren valores. Laureano Benítez. 125. Dificultades de aprendizaje en Educación Infantil. Jesús Jarque. 126. Creatividad, lenguaje y nuevas tecnologías. Isabel Agüera. 127. Cuentos para educar jugando. Miguel Ángel Carroza. 128. Educación emocional para la prevención de la violencia en la pareja. AA.W. 4
NIEVES FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ
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Relatos infantiles con actividades de animación a la lectura
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La abundante oferta en el terreno del ocio infantil, el escaso tiempo que los adultos disponen para compartir con sus hijos, los bajos niveles de lectura de los últimos años y el que todos estemos inmersos en la bien llamada cultura de la imagen, hacen que de un tiempo a esta parte se haya hecho necesario animar y estimular al hábito lector entre los más pequeños. He de señalar que mi ingreso en el mundo de la animación a la lectura fue por casualidad. Acababa de publicar mi primer libro para menores y, de pronto, me vi jugando con los pequeños lectores en colegios y bibliotecas, disfrutando con los versos y sus rimas, inventando estrategias o pequeñas dramatizaciones relacionadas con los poemas o realizando verdaderos encuentros de autor en los que no nos limitábamos a charlar, sino que todos éramos parte activa de aquella reunión festiva en torno a la lectura y disfrute de un pequeño libro de poemas. * Lectura activa, participativa y lúdica Desde entonces surgieron nuevas experiencias, nuevas ediciones y nuevas estrategias lectoras (lúdicas, didácticas, recreativas, etc.) basadas en títulos propios o de otros autores y todas tuvieron como origen ese primer o inicial. Fueron tantas las satisfacciones obtenidas que me interesé de lleno por el tema de la animación a la lectura hasta convertirlo en lo que ahora es, en una parte integrante de mi verdadera profesión creadora. Durante el recorrido «bebí» un poco de aquí y un poco de allá, sin abandonar jamás la linea de actuación que un día tomé, basada en la idea de que las actividades sobre la lectura para niños debían ser activas, participativas y lúdicas. A lo largo de mi humilde labor en pro del fomento de la lectura, algunos profesionales de la educación me han sugerido que les suministre recetas específicas para la lectura infantil referidas a algún título concreto. Unas veces no me atreví a sugerirlas, otras no convenía un título, o una determinada estrategia no se adaptaba al grupo de alumnos previamente establecido. Por todo ello, aparece ahora CUENTOS ANIMADOS, para tratar de dar una respuesta amplia y sugerente sobre diversas lecturas y estrategias de animación lectora que, sin querer ser recetas exclusivas para el texto literario al que acompañan, sí que representan un amplio abanico de posibilidades sobre lo que es factible hacer tras la 8
lectura individual o colectiva de un cuento, con el fin de enriquecer y recrear el hecho lector de un modo activo, participativo y lúdico. * Temas y valores humanos en los cuentos para niños Cuentos animados se presenta en este volumen como un conjunto de veinte narraciones de temática muy diferenciada, no en vano han sido elaborados a lo largo de varios años de creación literaria. Tras la oportuna sugerencia de rescatar de los textos su temática y su relación con los valores humanos, me he sorprendido a mí misma en la forma en cómo se han ido agrupando las narraciones en función de un tema o valor determinado. Por ejemplo, hay una mayor indicencia con respecto a la familia, a la amistad, a la fantasía, al respeto y a la naturaleza. Agrupar estos cuentos ha sido para mí un ejercicio no escaso de dificultad pero sí muy saludable, el cual me ha servido para analizar el trabajo realizado durante muchos años, referido a una parte tan importante de mi actividad creadora como es la narrativa para niños. * Edad lectora No quisiera diferenciar aquí qué relatos del libro están especialmente indicados para niños de una determinada edad. Recordarán cuando de pequeños les contaban cuentos, a nadie le preocupaba si los mismos eran apropiados para niños de tres años o si aparecían demasiado ingenuos ante los oídos de un muchacho de doce años y, sin embargo, todos en general andábamos embobados escuchando las historias para una u otra edad. Los cuentos para niños no deberían tener una edad preestablecida, son cuentos para todas las edades. La labor del monitor, profesor, educador o cuentacuentos estriba en solventar las diferencias de edad con el propósito de adaptar cada texto a los intereses del grupo, incluyendo los propios de la edad realmente representada. En cualquier caso, dejo a la elección del maestro o educador la labor de correspondencia de cada uno de estos textos con la edad del grupo lector a quien puede ir dirigida, con el ruego de que no seamos demasiado estrictos en poner etiquetas temporales a un determinado nivel lector. Nadie como el profesional de la educación para conocer a su grupo de clase o taller de cuentos y darle a él la libertad necesaria para organizar las sesiones de lectura que a buen seguro adaptará a las características peculiares de sus pequeños lectores. De todas formas, quiero dejar zanjada esta cuestión con la sugerencia de que la mayoría de los cuentos se podrán trabajar en todos los ciclos de primaria, en los cursos superiores de 9
educación infantil e incluso en el primer ciclo de la educación secundaria. Responder a quiénes van dirigidos es como responder a quién le pueden gustar los cuentos y relatos infantiles. Sin temor a equivocarme diré que Cuentos animados pueden introducirse en el hogar, en la biblioteca, en el taller de lectura, en el cuentacuentos, en la escuela, en los centros de ocio, en los fines de semana, en los campamentos, en las reuniones familiares, etc. Condicionantes de la sesión y características socioeducativas De las condiciones ambientales en las que se desarrolla el hecho lector dependerán los resultados obtenidos. Una misma sesión de cuentacuentos se verá modificada por el número de participantes más o menos numeroso, por el grupo de edad al que va dirigido, por el papel del profesor, monitor o adulto responsable, por el lugar donde se vaya a desarrollar la actividad (aula, biblioteca, salón de actos, patio de recreo, etc.) o por el momento elegido (mañana, tarde, día lectivo o festivo, horario escolar o extraescolar, fines de semana, etc.). Estos condicionantes vienen a constatar que en animación a la lectura no se pueden dar recetas objetivas de actuación, pues son muy diversos los factores ambientales y formales que intervienen en una misma sesión ofertada en un plano teórico. Por ejemplo, sería muy diferente una sesión de lectura o de cuentacuentos organizada en la biblioteca de una pequeña localidad de provincias, para la totalidad de sus habitantes-niños de todas las edades, en un fin de semana víspera de vacaciones, que esa misma sesión desarrollada en una aula de colegio de una gran ciudad, a la nueve de la mañana, con un exámen de matemáticas fijado para una hora más tarde. Queda pues, al arbitrio del educador fijar, adaptar y favorecer las condiciones de la sesión, potenciando la creatividad y la participación activa de los pequeños lectores, modificando aquello que le resulte difícil de realizar o que sea del todo innecesario para la buena marcha de la sesión. De igual forma se deberá entender el tiempo requerido para la lectura y posteriores propuestas recreativas y didácticas. En todo caso, dependerá del cuento elegido (extensión, comprensión lectora, aceptación del mismo por parte de los pequeños), de la dificultad en la preparación de los materiales necesarios, del tiempo disponible para cada sesión, etc. * Estructura de la obra El presente volumen consta de veinte cuentos originales más otro en blanco que forma la estrategia final. A ellos les acompañan sesenta y dos propuestas recreativas y didácticas que bajo una estructura común dan título al conjunto. A cada cuento, por tanto, le siguen 10
una serie de actividades sugeridas para ser realizadas siempre después de la lectura. El trabajo a desarrollar por los niños será, en todos los casos, postlector a la obra elegida. En BELLAS PALABRAS se trata de llamar la atención sobre al menos tres palabras clave relacionadas con el cuento, el niño deberá buscar en el diccionario su significado o escribir su propia definición. Es un modo de reflexionar sobre tres vocablos que expresan ideas bellas o importantes relacionadas con el texto. Después, el niño deberá continuar la búsqueda de otras palabras. En VAMOS A... se han reunido cuarenta y un infinitivos diferentes que sugieren otras tantas actividades a realizar no sólo con el cuento en cuestión, sino que cada verbo o acción se hace múltiple para enriquecer la sesión de animación lectora del cuento que le precede, de otro cuento anterior o posterior de la misma obra o de un cuento u obra literaria de cualquier autor si la propuesta se adapta mejor a otro texto conocido por el monitor de la sesión, si bien las actividades se han ubicado de dos en dos al final de cada relato, por ser las que mejor se adaptan a sus posibilidades temáticas. Con esto quiero resaltar la flexibilidad de las actividades recreativas y la no obligatoriedad de realizar alguna de las propuestas si el educador decide que no se dan las condiciones idóneas para su desarrollo. De la misma forma, sobra decir que una determinada estrategia se puede repetir cuantas veces se crea necesario a la vista de los óptimos resultados obtenidos en una sesión. En alguna de estas animaciones se incide en el trabajo individual, en otras en el trabajo en equipo y todas ellas se prestarán a las modificaciones que decida introducir el educador. El lector decidirá si Cuentos animados es en sí mismo un volumen de cuentos, un manual de actividades de animación a la lectura para estos u otros relatos o ambas concepciones a la vez. Cada cuento se anuncia con una portada donde aparece el título, los valores y temas resaltados, las propuestas recreativas y didácticas indicadas, así como una cuidada ilustración de Francisca García Camacho, quien nos da una imagen infantil muy acertada y apropiada para cada uno de los veinte cuentos, atreviéndose incluso a poner imagen al cuento final de los renglones en blanco que será redactado por los niños. Pese a que el presente volumen pueda convertirse en un sencillo manual de animación a la lectura que espero sea útil a todo aquel educador que lo ponga en práctica en mayor o en menor medida, siempre defenderé la idea de que en las actividades relacionadas con los libros y los niños no deberían existir recetas sino meras orientaciones, fruto de la experiencia en animación lectora de algunos años como es mi caso y que ahora la Editorial CCS pone a disposición de niños y mayores, animadores y 11
monitores, bibliotecarios y maestros, padres y educadores todos. La obra se acompaña de varios índices temáticos que, sin duda, facilitarán el trabajo del responsable de la sesión. El primero es un índice literario de cuentos. El segundo, un índice de actividades aquí denominadas propuestas recreativas y didácticas para abarcar la doble vertiente del placer de la lectura y su finalidad educativa. Y por último, el tercero, un índice temático de los valores más importantes de cada cuento. Creo que estos tres índices agilizarán en buena medida los preparativos de la sesión y el trabajo postlector. Buena suerte, les deseo los mejores resultados. N. F.
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Temas: Familia, fantasía y soledad. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a pintar... lágrimas de colores.
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•Vamos a coleccionar... fotos animadas.
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Una lágrima - millón 1aribel era una niña con el pelo tan rubio como el oro, y tan bonita que todas ,sus amigas la envidiaban por ello. Ella estaba orgullosa de su pelo; mamá lo cuidaba tan bien que lo hacía parecer más bello aún. En la noche se lo cepillaba hasta cansarse; cuando lo notaba sedoso y brillante se sentía satisfecha y la mandaba a la cama. Mamá se encargaba también del vestido que cada día tenía que ponerse Maribel: los colores de su ropa eran vivos, así resaltaban mejor su dorado pelo y sus ojos verdes. Era una niña muy aplicada en sus estudios; a pesar de que en casa le exigían buenas notas, nunca defraudaba a sus padres. Tenía cuantos juguetes podía desear. En verano salía a la playa a divertirse, su delgado cuerpecito ya había aprendido a nadar, o sea que no necesitaba flotador ni artilugio alguno para adentrarse en el mar. Cuando el sol había bronceado lo suficiente su piel, el color que mostraba en las cercanas rocas de la costa le hacía parecer una pequeña sirena recién emergida de las aguas. Entonces sus papás le hacían multitud de fotografías que luego ella guardaba cuidadosamente en una caja. Tenía la costumbre de anotar la hora al dorso. Cuando le preguntaban el porqué de esta manía, ella respondía: -Es que puedo olvidar la hora si no la escribo. La familia se preguntaba para qué quería ella recordar la hora. Maribel podía haber hecho una división de fotografías entre las de la noche y las del día, así no habría necesidad de escribir nada, la misma fotografía le mostraba la claridad o la oscuridad iluminada. Pues no, anotaba las horas y los minutos y así se sentía satisfecha. Otra de sus manías era la de coleccionar pétalos de flores. Todas las flores tenían interés para ella y gozaba de verlas en los jardines y de aspirar su aroma. Llamaba «malas» a las personas que de un corte o tirón arrancaban las flores para luego verlas morir en cualquier florero o en la misma mano asesina. Ella adoraba desde las malvas hasta los jazmines pasando por las rosas, madreselvas, tulipanes, orquídeas, claveles, hortensias, etc. El papel donde guardaba los pétalos se lo había recomendado el señor de la papelería, él le había dicho: -Este papel te conservará tus flores. ¿Qué color prefieres? Maribel estaba aturdida entre tanto colorido y eligió sin pensar: 15
-Me quedaré con el rojo... O mejor con el azul... ¡Oh! no es posible también hay flores azules, no destacarán nada. Será el blanco... Olvidé a la azucena, ella es blanca... Tuvo que recurrir de nuevo al señor de la papelería que le ayudó a elegir: -Vamos a ver. ¿Conoces alguna flor verde? -No, pero el papel no puede ser verde porque también quiero guardar algunas hojas. -¿Y negras? ¿Conoces flores negras? -No. Pero es un color oscuro y feo. -Bien. Te ofrezco el último pliego, como ves es rojo con rayas blancas. ¿Conoces alguna flor roja con...? La risa de Maribel interrumpió al dependiente que pronto se dispuso a envolver aquellas cartulinas. Así fue como el papel rojo con rayas blancas llegó a poder de Maribel, entre risas y dudas. Y ahora, precisamente ahora, tenía aquel cartón a rebosar de pétalos. La prueba de esto es que una hoja de girasol que había traído papá de su último viaje, como era tan grandota, Maribel no sabía dónde ponerla; tendría que esperar pues necesitaba más cartulinas. Cuando papá se iba de viaje (otras niñas hubieran pedido muñecas o globos), Maribel pedía un pétalo de pensamiento y el pobre papá, que carecía de tiempo libre, tenía que recorrer jardines para encontrar esa flor apetecida por su hija. Claro que le era más fácil entrar en una floristería y pedir un cuantioso ramo de cualquier especie; al menos así pasaría inadvertido ante los demás. Pero Maribel era tan especial... Antes quedó dicho su horror ante el corte de las flores; si el pétalo que traía papá era de una flor cortada o estaba la flor completa, no aceptaba el regalo. Y no sólo ésto, sino que se enfadaba con sus padres y les llamaba «malos». De todas formas, las manías de Maribel no molestaban a demasiada gente. En cuanto a las fotografías, el único inconveniente era que preguntaba la hora. Es normal preguntar la hora, ¿no? Los pétalos no acarreaban muchas molestias; algún jardinero se sentía ofendido, otros no lo permitían. Maribel llegó hasta a pedir permiso al guarda para tomar un pétalo. -Sólo un petalito, la flor no morirá. A veces el mismo jardinero recogía diversos pétalos que estaban en el suelo y otras 16
veces los tomaba de alguna flor pequeña y los entregaba a la niña con ternura. Maribel depositaba un beso en la curtida mejilla del jardinero en prueba de agradecimiento. Varias veces al día contemplaba sus flores; entonces su habitación se llenaba de un perfume cálido y agradable. Era la mezcla de olores. No todas las flores eran olorosas y las que lo eran, solían perder pronto su perfume, pero siempre quedaba algún resto de él. Así pasaba Maribel muchas tardes al lado de sus flores. Su habitación estaba bien provista de juguetes; en ella estaban reunidos todos los elementos que una ni ña pudiera desear para ser feliz. Sin embargo, ella no era totalmente feliz, algo muy importante le faltaba. Se refugiaba en las flores para olvidarse un poco de la ausencia de papá. Sus padres casi nunca estaban con ella. Mamá, debido a su trabajo, volvía tarde a casa; una hora escasa podían compartir entre ellas. Era la hora en que se cenaba y el pelo de Maribel quedaba cepillado. Era la hora de más alegría para la niña que, aunque pensaba en papá, le parecía estar más cerca de él. Papá dedicaba la mayor parte de su tiempo a los negocios y le era imposible estar con su familia más de dos días seguidos. Cuando volvía de viaje, Maribel se sentía gozosa y nada le faltaba. Si de ella dependiera el correr del tiempo, lo hubiera parado para vivir intensamente aquellos momentos. Desgraciadamente su gozo duraba poco; papá volvía a coger sus maletas y mamá volvía de nuevo al trabajo. A Maribel la animaban con palabras de consuelo, le aconsejaban que fuera a visitar amigas o que ella misma las recibiera en casa, pero eso ya lo hizo alguna vez con resultados pésimos. Sus padres decían esto porque así, jugando, podía olvidarse momentáneamente de ellos al adentrarse en el juego. Ellos no sabían que esas reuniones eran peores que la soledad para Maribel. Las niñas ocupaban poco tiempo en el juego, se cansaban pronto. Tras este agotamiento venía la parte más dolorosa para Maribel: la de las preguntas. Era un verdadero interrogatorio en toda regla que las niñas practicaban como un ritual. Maribel temblaba cada día, allí se hablaba de todo; preguntas como éstas se oían a menudo: -¿Qué habéis comido hoy? -¿No tenéis perro? Se sucedían unas tras otras sin dar demasiado tiempo para su contestación. La dueñita de la casa tenía que soportar aquella tormenta y buscar la mejor respuesta. Esto no era 17
todo; tras las preguntas venían los comentarios, unos favorables y otros no tanto. Pero, ¿quién podía haber llevado a cabo aquel jueguecito estúpido de conformidad para las niñas? No estaba demasiado claro. Una de ellas al principio de estas reuniones, estaba siempre calladita; cuando le preguntaron sobre su silencio, ella respondió: -Mamá me dijo que no hiciera preguntas... Entonces ellas comenzaron a analizar aquella prohibición y de ahí nació aquel juego. Ellas decían que sin hacer preguntas nunca se conocerían. Muchas de las preguntas eran demasiado indiscretas. ¿Y los comentarios? Los comentarios eran indignantes. Cuando el turno acordó llegar a casa de Maribel, la niña se encontraba sola. Tanto mejor para las demás que harían las cosas con más libertad. Las preguntas salían de sus bocas como de costumbre, por seguir el juego. De pronto, sonó la pregunta fatal: -Pero, ¿dónde están tus padres? Maribel dudó un instante, pero supo responder: -Papá de viaje y mamá no tardará en llegar. Las niñas encontraron aquel tema interesante y los comentarios que siguieron fueron escalofriantes para Maribel que los escuchaba con atención: -Tus padres no deben quererte mucho. Siempre están ocupados para ti. -No, lo que ocurre es que se interesan por otras cosas más - lanzaba otra niña. A continuación, ellas hablaron de los suyos, del cariño que les prodigaban: -Cuando comemos, papá me guarda el mejor filete. -Pues mamá me lleva al colegio todos los días. Maribel escuchaba en silencio. No pudiendo soportar más, llena de ira gritó: -¡Pues mis papás me quieren mucho! Y las niñas en el mismo tono burlón insistieron: -No lo parece, ¿verdad, tú? 18
Aquello fue suficiente para no volver a salir con aquellas niñas estúpidas. Maribel pensaba que quizá ya habrían olvidado aquel juego; podría volver con ellas, pero, ¿y si seguían practicándolo? Sola en su habitación, esperaba impaciente que al menos mamá regresara con ella. A veces sus nervios de niña le hacían llorar porque en el fondo pensaba: —Sé que me quieren, pero, ¿por qué no están conmigo?» Ahora, los papás de Maribel habían llegado a un mutuo acuerdo: la niña estaría internada, en un colegio, en la próxima temporada. Maribel odiaba tanto esta idea que se prometió a sí misma no volver a quejarse nunca más de su soledad. Quizá de esta forma sus padres no volviesen a hablarle del tema. Ellos decían que lo hacían por su bien, pues siempre estaría acompañada; pero Maribel no necesitaba esta clase de compañía. La niña añoraba a sus padres y era con ellos con los que quería estar. Si, además, le hacían salir de casa que era donde tantos buenos recuerdos tenía... Eso era una crueldad. Maribel se portaba maravillosamente, aprovechaba al máximo el escaso tiempo que compartía con papá. En la tarde, cuando se quedaba sola, más de una vez sus ojos estaban enrojecidos por el llanto. Las lágrimas brotaban silenciosas y lentas, resignadas por la tristeza; las llamaba y las hacía salir. Algunas veces nublaban la vista de la niña y ella rápidamente las hacía desaparecer de sus ojos con un pañuelo. Esto ocurría cuando la despedida con papá había sido más larga, pues la ausencia de él también iba a serlo. Las lágrimas caían sobre el cartón de flores y se posaban cerca de los pétalos. Antes parecían gotas de rocío que lágrimas. Dulcemente resbalaban por las mejillas y algunas llegaban a la boca. Maribel paladeaba ese sabor salado y agrio. Otras caían a la barbilla haciendo surcos en ella. En el silencio de la habitación, la niña pudo escuchar una sonora carcajada infantil que la sobresaltó. Sonó muy cerca de ella y, sin embargo, no había nadie. Miró hacia un lado y hacia otro y no encontró persona alguna. Otra vez lloró desconsoladamente, mientras hablaba a golpes. -Mi tristeza me hace creer que alguien ríe. Papá, ¿por qué te marchaste tan pronto? ¡No has podido ver las nuevas fotografías! Tras decir esto escuchó la misma voz de antes preguntándole: -¡Hola! ¿Cómo te llamas? Maribel ya no dudaba. Miró debajo de la cama, tras las cortinas y seguía sin ver a 19
nadie. Pero estaba segura que no era su imaginación la que le estaba gastando la intrigante bromita. Se hizo la valiente y contestó: -Me llamo Maribel, y tú eres tan cobarde que ni siquiera te dignas a aparecer. ¿Quién eres? ¿Dónde estás? -Mi querida niña, yo no soy cobarde; estoy tan cerca de ti que puedo tocarte. Me encuentro en tu mejilla y soy una lágrima. -¿Una lágrima? Me estás tomando el pelo; las lágrimas no hablan. -Voy a demostrarte que es una lágrima quién te está hablando y que esa lágrima soy yo. Pero tendrás que seguir mis instrucciones. ¿Lo harás? Maribel quedó pensativa y dijo: -Si puedo... -Bien, - prosiguió - tendrás que acercarte con cuidado al cartón de tus flores y poniendo tu cabeza cerca de él la moverás de un lado hacia otro, como si negaras algo. ¿De acuerdo? Maribel no contestó pero lentamente se acercó al cartón e hizo lo que la voz le pedía. Al instante, una lágrima fue a parar a un pétalo de rosa. Pero no era una lágrima cualquiera. El tamaño era como el de las demás, pero ésta mostraba en su diminuta cabecita unos ojillos que más parecían excrementos de algún mosquito. Su boca sonreía de tal modo que Maribel no pudo resistir una exclamación de asombro. Segundos después la niña se frotaba los ojos en señal de desconcierto. No era posible que una lágrima tuviera vida. Sin duda debería de estar soñando, más tarde se despertaría y contaría el sueño a mamá y las dos reirían con gran estruendo. -Y bien, ¿querrás decirme ahora cómo te llamas? - habló la lágrima. -Ma... Maribel - contestó semiatontada. -Ahora tendrás que decirme por qué llorabas. -No te lo diré, a menos que tú me expliques qué haces aquí en mi habitación. -Eres una niña testaruda, ¿eh? Ante todo estoy aquí para verte complacida, por eso te contestaré. Soy una lágrima-millón y tú has tenido la suerte de darme vida. Maribel seguía sin comprender y preguntaba: 20
-¿Qué es una lágrima-millón? -Es una lágrima que hace el millón en una cuenta que alguien lleva. ¿Comprendes? -¿Quieres decir que yo he llorado un millón de lágrimas? -No, por Dios. Quiero decir que entre toda la gente que llora sí que se junta un millón de lágrimas. Cada vez que se reúne esa mágica cifra, aparezco yo con mi misión. Yo no soy como las restantes novecientas noventa y nueve mil novecientas noventa y nueve. Yo soy una lágrima especial. Una sonrisa apareció en los labios de Maribel, borrando todo rastro de la tristeza anterior. -Dime, ¿qué tienes tú para ser especial? -A tu vista está, querida niña. Puedo hablar, puedo ver y lo más importante, puedo vivir hasta que mi misión quede zanjada. Las otras lágrimas mueren nada más nacer y ni siquiera pueden saludarte al pasar por tu cara. -Tendrás que decirme cuál es tu misión, porque todavía no me lo has dicho y estás en mi habitación. -Y no pienso salir de aquí a no ser que tú te vayas. Mi misión, como la de cualquier lágrima-millón, es la de concederte la felicidad del modo que tú la quieras. Por eso quiero saber el motivo de tu llanto. -Espera un poco, lagrimita. Quiero hacerte unas cuantas preguntas antes de que te vayas. -Adelante, te escucho. -¿Cuántas veces han aparecido lágrimas-millón? -Muchísimas, quizá también millones. -¡Oh! Millones de millones de lágrimas... ¿Se llora mucho en la Tierra? -Bastante, todo el mundo tiene problemas y se desahoga con nosotras. -¿En qué país han aparecido más lágrimas-millón? -No podría decirte qué país; pero... te diré que son los niños los que más lágrimas como yo encuentran. Muchas veces no pueden decir con palabras lo que quieren y tienen 21
que llorar; al menos así son atendidos por su familia; y como tampoco pueden hablar con la lágrima, sus deseos están perdidos. Por eso nunca dejan de llorar. -Pero tú, podrías quitarles el llanto. -No, aunque quisiera no puedo: sólo si ellos lo piden puede hacerse realidad. -Y los mayores, ¿por qué no lloran tanto? - seguía preguntando incansablemente. -Ellos también tienen problemas, pero, a veces, aprietan con fuerza sus labios y eso les impide que salgamos nosotras. -Papá dice que eso es tener rabia. Bueno, ya no quiero saber nada más, si lo deseas te cuento mi problema... -Bien, pero calculo que tiene que tener fácil solución; aunque no sé, no sé... te vi cómo llorabas, tiene que ser algo «muy gordo». ¿Me dejas que lo adivine? -Como quieras. Hubo una pausa. -Lloras porque quieres un pony. -No - hablaba con tristeza. -Entonces es que alguien te ha maltratado. -No, no es eso. -Ya sé, quieres irte de excursión y no te dejan. -Tampoco es eso. -¡Maribel - dijo trágicamente la lágrima - me rindo! -Lo que me pasa es que no quiero ir a un colegio de internado. Mis papás quieren llevarme el próximo año porque dicen que estoy muy sola. -La lágrima miró alrededor y dijo: -Yo creo que eso es verdad. Estamos aquí charla que te charla y aún no ha venido nadie a llamarte. ¿Por qué? -Es que no hay nadie en casa. Papá está de viaje, mamá en su trabajo y mis amigas no 22
vienen porque yo no quiero estar con ellas. -¿Qué tienen de malo tus amigas? -Pues... preguntan cosas y me molestan. Ellas dicen que mis papás no me quieren y que por eso no están conmigo. -Tendré que apuntar eso en mi memoria, ese será uno de tus deseos. Desde ahora tus amigas nunca te preguntarán más sobre tus padres. -Eso no me importa mucho, ¿sabes? Lo que más me molesta es que papá se vaya de viaje con tanta frecuencia. Y eso no podrás solucionarlo con tu «magia». -Podré arreglarlo. ¿Algo más? -Sí, que mamá trabaje menos y podamos estar más tiempo juntas. -Eso tampoco será problema. Puedo conseguir cosas más difíciles que éstas. La lágrima pidió a Maribel que le dejara estar en aquel pétalo de rosa hasta el final. En ese momento llamaron al timbre de la puerta y la niña salió a abrirla. Eran sus amigas que venían decididas a pasar la tarde con ella. Maribel no las recibió de muy buen grado; pero al final cedió. ¡Cómo se divertían en el jardín! Las niñas alborotaban tanto que a Maribel le daban miedo. Esperaba que empezasen con sus preguntas de un momento a otro, pero el anochecer llegó y las niñas entusiasmadas ya habían olvidado las preguntas. Además, todas comprendieron que no era nada divertido introducirse en la vida de los demás. Una a una se fueron despidiendo de la pequeña anfitriona que, aunque desconfiaba de ellas, les había hecho pasar una tarde divertida. No tardó en llegar mamá de su trabajo: -¿Maribel? ¿Estás ahí? Encontró a la niña sentada en un diván que pronto abandonó para ir a recibirla. -Hoy tengo que darte una buena noticia. -¿Qué es? preguntó impaciente. -Como es una buena noticia, esperaremos a que llegue papá a cenar y entonces hablaré. 23
-Bueno pero, dime de qué se trata. -Nada, nada. Cuando venga papá. Maribel miraba a la ventana deseando ver aparecer la esbelta figura de su padre. Solo así mamá daría la noticia. Pero él no llegaba, se hizo tarde y las dos tuvieron que disponerse para cenar. Un silencio invadía la habitación; la cena transcurría lenta. Al llegar a los postres, Maribel exclamó: -¡Papá ya no vendrá! ¿Querrás decirme eso ahora? -Supongo que no podré privarte por más tiempo de la buena noticia. De ahora en adelante solo iré a trabajar por las mañanas. Eso significa que tendremos las tardes disponibles para hacer lo que a ti te apetezca. La niña rió y abrazó a su madre; no todo iban a ser tristezas. Cuando viniese papá ya le enteraría ella. El ruido de unos pasos conocidos hizo que las dos volvieran la cabeza hacia la puerta y allí, en el umbral estaba papá. Hacía varios días que estaba ausente; el cansancio se reflejaba en su rostro. Maribel se lanzó a él rápidamente y le abrazó fuerte, fuerte. -¿Me traes algún pétalo, papá? -No, no pude encontrarlo de tu gusto. -No me importa, ahora ya no me interesan tanto las flores como antes. -¿Cómo que no te interesan? - preguntó el padre asombrado. -Porque ahora mamá me llevará al cine, al zoológico, iremos de compras. Es que ella ya no trabaja por las tardes. -¿Es eso cierto? - dijo incrédulo, mirando a ambas. -Sí, comprendo que ganaré algo menos; pero creo que Maribel me necesita - contestó mamá. Los tres tomaron asiento; la alegría brillaba en sus ojos. Después de esto papá quedó pensativo y habló: -Ahora me doy cuenta de que hemos descuidado a la niña. Los dos colocamos al trabajo en el lugar más importante, y nos olvidamos un poco de ti, Maribel. Yo también tengo que deciros algo y es que ya no saldré nunca más de viaje. Me ofrecieron un puesto estable en esta ciudad y pensando en vosotras lo acepté. 24
-¿Sólo pensando en nosotras? - dijo mamá. Bueno, a mí también me cansa la carretera, los hoteles y las despedidas. Los tres rieron con fuerza. Papá ya estaba de nuevo con su familia. Mamá se alegraba por todos, la vida anterior era pesada y muy difícil de sobrellevar. Maribel no podía dar crédito a lo que estaba pasando, y sin embargo, presumía que era real. Papá interrumpió las alegres risas para decir: -Y ahora... ¿puedo cenar? ¡Estoy hambriento! Esa noche todos descansaron a la perfección. A la mañana, el matrimonio volvió a su trabajo, pero la despedida no tuvo nada de triste; al contrario, los tres sonreían. Maribel volvió a quedarse sola y pasó a su habitación. Había olvidado por completo a la lágrima-millón; pero ésta le saludó de nuevo con su voz chillona: -¡Hola, Maribel! -¡Hola, lagrimita! Perdona que no te dijera nada; pero desde ayer tengo la sensación de que estoy soñando y de que nada es real a mi alrededor. Todas las cosas van tan bien... -Eso te pasa por ser desconfiada. Creías que no te iba a poder hacer feliz. Pues ya ves que no ha sido muy difícil. ¿Eres ahora totalmente feliz? -Sí, lo soy. Pero... -¿Te ocurre algo? -Me gustaría que te quedaras conmigo para siempre. Tú me has ayudado y no puedo consentir que ahora mueras. -Mi vida es así querida niña. Tú no puedes hacer nada y yo tampoco puedo disponer de mi persona como quisiera. Me gustaría que me recordaras como a una amiga. Yo tengo que irme, pero voy satisfecha porque al final te he podido dar la felicidad. Sé feliz con tus padres y no llores más para volver a encontrar una lágrima-millón en tu vida. Ahora, me gustaría que me dejaras en este pétalo de rosa. Aquí moriré. Recuérdame Maribel... La brillante lágrima poco a poco fue desapareciendo, resbalaba en aquel pétalo. Su cuerpo se había convertido en una gota extendida que se evaporaba rápidamente. Maribel movía su mano de un lado para otro en señal de despedida. ¡Qué buena 25
amiga la lágrima-millón! Por la tarde todos estaban reunidos, preparándose para salir a divertirse. Maribel se sentía contenta; nunca más estaría sola. Estaba entusiasmada colocándose el mejor y más elegante vestido que ella tenía. ¡Qué lástima que no pudiera contar a nadie que la lágrima le ayudó! No le creerían. -¡Gracias lágrima-millón por llegar hasta mis ojos! ¡Nunca te olvidaré! Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Sirena: •Pétalo: •Felicidad: •............... •............... •............... ➢ VAMOS A PINTAR... Lágrimas de colores Material: -Papel continuo blanco. -Pinceles. -Témpera verde, blanca y negra. Desarrollo: En una segunda lectura del cuento, mucho más pausada, se procederá a pintar sobre 26
papel continuo tantas pinceladas de color (lágrimas) como párrafos contenga el mismo. De tal forma, que si en el párrafo predomina el tono triste, la lágrima se pintará gris y si, por el contrario, el párrafo es de carácter alegre, se pintará de color verde. Al final de la lectura, el resultado pictórico nos dirá si el texto es un cuento triste o alegre. Esta técnica es muy participativa, desarrolla la atención lectora pues, tras cada párrafo leído, saldrá un niño voluntario para dejar impresa su opinión mediante una pincelada de color sobre el papel continuo, formando entre todos un cuadro bicolor de aires abstractos. ➢ VAMOS A COLECCIONAR... Fotos animadas Material: -Máquina de fotos. -Álbum para su posterior colocación. Desarrollo: En cada cuento, y por turno de lista, un niño será el encargado de fotografiar las actividades del mismo. De acuerdo con el grupo, se puede establecer que sea un número determinado de fotografías para cada sesión de animación lectora. Por ejemplo, de tres a cinco fotos por sesión. Las primeras fotografías serán del lugar donde se han de celebrar las actividades, primero vacío y silencioso, después animado y bullicioso, para definir este contraste posará todo el grupo de la clase, taller o biblioteca. Antes del revelado se hará una lista con el nombre de la actividad, fecha y hora, datos que más tarde colocaremos a pie de foto o al dorso para clasificarlas de la misma forma que hacía Maribel, la protagonista de este cuento. Las primeras fotografías relacionadas con el cuento «Una lágrima-millón» se pueden corresponder con: -Foto de niños pintando lágrimas de colores. -Foto del profesor o monitor leyendo el cuento. -Foto de niños escuchando la lectura.
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-Foto de la pintura realizada. -Foto de todos los niños con el gesto muy triste. -Foto de todos los niños con el gesto muy alegre. -Etc.
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Temas: Crecer, esperanza, familia y magia. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras.
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•Vamos a imaginar... deseos imposibles. •Vamos a recitar... poemas de estrellas, del sol y de la luna.
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'iguel vivía en una ciudad, él era pequeño y la ciudad, ¡tan grande! Tenía una familia casi como la de todos los niños. En casa, sus hermanos iban al colegio, papá al lugar de trabajo y mamá se ocupaba de la casa además de no dejarle hacer nunca nada. Miguel sólo podía jugar; ni siquiera tenía edad para ir al colegio. Sus juguetes eran siempre los mismos, gastados y viejos, pero él no tenía la culpa porque no eran suyos, sino de sus hermanos mayores. A la hora de comer, todos en la mesa hablaban de las cosas que les habían pasado durante la mañana; pero Miguel no podía hablar de nada: la alfombra donde se sentaba a jugar la conocían todos, el osito de peluche no tenía nada más que serrín dentro de su cuerpo y además al coche-ambulancia le faltaban las ruedas. ¿Qué se podía hablar de una alfombra conocida por todos? ¿O de un osito que no dice nunca nada? ¿O de esa ambulancia que no puede rescatar heridos porque ya no funciona? Es verdad que de vez en cuando la familia salía al campo a pasar el fin de semana, pero él era demasiado pequeño para correr al igual que sus hermanos. Por esto Miguel deseaba crecer para ser mayor y poder hacer cosas más divertidas. A Miguel le daba miedo la oscuridad y cuando no tenía más remedio que irse a la cama, le pedía a mamá que le dejara la lamparita encendida. Mamá se negaba porque así tardaba más en dormirse y Miguel se conformaba con la débil luz que entraba a través de los cristales de la ventana. El cielo estaba tan negro que de no ser por las estrellas y la luna Miguel hubiera tenido miedo. El tiempo que estaba despierto lo pasaba mirando en dirección al cielo, así podía contemplar el número tan enorme de estrellas que en él había. Observó que algunas de estas se mudaban de lugar, corrían como si del juego del escondite se tratara. -¡Cómo se divierten! ¡Me gustaría ser estrella y estar jugando al escondite todo el tiempo! Claro que - pensaba Miguel - si yo fuera una estrella muy luminosa no podría esconderme por mucho tiempo. Quiso saber más acerca del mundo de las estrellas y preguntó a mamá: -¿Por qué se cambian? Mamá respondió: 31
-¿Por qué se cambian? ¿Qué cosas? -Las estrellas, mamá, en la noche cambian de lugar. Mamá dijo: -Están tan lejos que no puede saberse, dicen que conceden un deseo a la persona que las ve moverse. -¿Y qué es un deseo? - preguntó de nuevo Miguel. -Es algo que una persona quiere que pase. Yo puedo tener el deseo de que tú seas bueno y de que todos los días acabes el postre y el desayuno; y si consigo ver a una estrella correr pienso esto y ¡zas!, así es seguro que la estrella desde el cielo me cumpla el deseo. Miguel quedó convencido y esperó a la noche siguiente para pedirle algo importante a una de esas estrellas tan inquietas. La noche llegó y las estrellas no aparecieron en el cielo, una gran tormenta les impedía asomarse a la ventana de Miguel. Éste tenía miedo porque las nubes al chocar hacían ruido. A oscuras alcanzó al osito y lo adentró en la cama con él; así, contra su pecho, tratando de dar protección al muñeco se alentaba a sí mismo y hablaba de esta manera: -Verás oso, hoy mis amigas se han escondido todas, ni una de ellas ha aparecido; ¿sabes lo que creo? Pues, que esas cosas que hacen ruido son gigantes comeestrellas. Es una lata, no podré verlas esta noche; pero he preguntado a mamá y me ha dicho que mañana saldrán otra vez. Bueno, no te asustes, los gigantes no vendrán aquí; ellos sólo quieren estrellas y tú eres un oso. El osito no hablaba, sólo abrazaba a su manera a Miguel. El niño cansado quedó dormido; más tarde, el osito rodaba bajo la cama. La tormenta había cesado. Al día siguiente lucía un sol espléndido y Miguel preguntó a mamá si se habían ido los gigantes, pero ella no hizo el menor caso y contestó: -Déjate de gigantes y ven a lavarte. Miguel obedeció, pero comenzó a pensar en el deseo que tendría que pronunciar cuando llegara la noche. Su única ilusión era ser mayor, así podía ser creído y sentirse más respetado por su familia; además quería hacer cosas al igual que sus hermanos. Vivir como todos y no 32
sentirse pequeño era su meta. El deseo ya lo tenía pensado, quería ser mayor muy aprisa. Sólo faltaba ver la estrellita y lo más importante: Decir a tiempo el deseo. Ya salta la primera estrella y lo hace tan rápido, tan rápido que a Miguel no le da tiempo a abrir la boca. Queda enfadado y lo peor de todo es que se va cansando y el sueño aparece en sus ojos. De pronto: ¡Otra estrella traviesa! ¡Triste suerte! Miguel tiene la boca ocupada por el caramelo que toma de noche. Gruñe y se desespera pensando que siempre será niño o al menos que crecerá tan despacio que todavía será niño por largo tiempo. Miguel no deja de mirar hacia el cielo esperanzado en una tercera estrella que cumpla su deseo. Y como si ella adivinara, una preciosa estrella aparece radiante, luminosa, tan cerca de él que acaba con las tinieblas de su habitación. Se mueve acompasada, tan cerca, que al niño le da el tiempo suficiente para decir: -Estrella, quiero ser mayor, ese es mi deseo. Del mismo modo que vino, su luz va alejándose, es una luz tranquila, clara y que no deslumbra. En su armoniosa ida parece como si prometiera hacer realidad el sueño de Miguel. Él sabe que no vendrá el encanto tan aprisa como para empezar a crecer en ese instante y, como está cansado, decide dormir y esperar a mañana. La mañana le trae una decepción: el espejo le dice lo que todos los días. -Tú eres igual, tu cuerpo no cambia y menos tu voz. A la noche siguiente, desengañado de la estrella mentirosa no quiere mirar al cielo; pero la luz de su estrella vuelve a su ventana puntual, en ese momento, en que Miguel no sabe si está despierto o dormido. Su luz vuelve a reconfortarle. Y la estrella llega una noche y otra más y así todas. Un día, cuenta en casa lo que ve y su familia no le da crédito: Papá dice: -¿Acaso lo soñaste? Y mamá: -Cariño, esta noche te dejaré la luz encendida. Y sus hermanos: 33
-Sólo a los enanos les pasan esas cosas, ¿verdad? -¡Claro, es tan pequeño que no puede dormir solo! Miguel tomó tal rabieta que esa tarde no quiso merendar, esperó a que llegara la noche. Mamá ya se olvidó otra vez de dejar la luz encendida, pero si lo hubiera hecho el niño la hubiera apagado. Quería demostrar a su familia que no mentía ni estaba soñando. Esa noche no fue nadie a su habitación a observarle: Ni papá, ni mamá, ni sus hermanos; pero su estrella sí que apareció como todas las noches. Su luz volvió a calmarle y a desear impaciente que llegara otra noche para contemplar su belleza de nuevo. Miguel siguió viendo la estrella de plata, cada noche en su habitación; era tal su deseo de verla, que se olvidó de su otro deseo de ser mayor. Sin embargo, la estrellita lo estaba haciendo realidad, ya que pasaban los días aprisa y Miguel verdaderamente se estaba haciendo mayor. De su niñez conservó un recuerdo lejano de la ilusión. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Deseo: •Ilusión: •Familia: •............ •............ •............ ➢ VAMOS A IMAGINAR... Deseos imposibles
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Material: -Cartulinas de color azul claro, blanco y rosa. -Tijeras. -Una caja a modo de urna de votaciones. -Lapiceros, ceras y rotuladores. -Papel continuo con pinceles y témperas. -Tela o papel azul para colgar y exponer los deseos. Desarrollo: Cada niño dibujará y recortará su estrella sobre un cuadrado de cartulina de 15 X 15 centímetros. Por una de las caras escribirá, con rotulador y con letras mayúsculas, un deseo difícil o imposible y, por la otra, coloreará la estrella con técnica libre. La petición de los deseos se hará de forma secreta y anónima, ningún niño firmará su deseo a no ser que así lo exprese voluntariamente. Las estrellas, ya coloreadas, se irán echando a la caja-urna. Cuando todos los niños hayan terminado, se leerán uno a uno los deseos secretos y se agruparán por temas. Por ejemplo: Deseos graciosos, deseos verdaderamente imposibles, deseos bonitos, deseos solidarios, deseos muy importantes, deseos generosos, pero también deseos tontos, deseos egoístas o deseos apenas sin importancia. Sobre el papel continuo pintado en tonos azules o sobre la tela azul se irán colocando todas las estrellas. Se votará el mejor de los deseos de la forma siguiente: Cada niño podrá votar hasta tres deseos, la estrella más votada será la elegida y se colocará sobre la silueta de otra gran estrella forrada de aluminio, ella será nuestra gran estrella de plata. ➢ VAMOS A RECITAR... Poemas de estrellas, del sol y de la luna Se buscarán algunos poemas que, como éstos, pertenezcan a diferentes autores y que versen sobre el sol, la luna y las estrellas. Los niños, con ayuda del profesor y/o bibliotecario, elegirán uno de los poemas, lo memorizarán y lo recitarán, bien individualmente o en parejas, dentro de lo que podría llamarse EL RECITAL DE LAS ESTRELLAS. 35
LAS ESTRELLAS
CANTAR DE SIEGA
HAN SACADO EL SOL AL SOL
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LUNAS, LUNERAS
EL ALBA
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Temas: Coeducación, convivencia, familia e igualdad de derechos entre hombre y mujer. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a recuperar... juegos tradicionales. •Vamos a jugar... como nuestros mayores.
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Miércoles, 12 de marzo ¡Hola! Soy Laura, tengo ocho años; bueno, casi nueve porque la semana que viene es mi cumple. Me gustan los coches y el fútbol. Seguro que el próximo martes nadie me regala un balón, ni un coche teledirigido, ni un todoterreno de madera para mi colección. No tendré esa suerte. A nadie se le ocurrirá esa brillante idea, estoy segura. Tengo un hermano que se llama Sergio. Ayer fue su cumpleaños. Sí, los dos nacimos en marzo pero en distinto año. Él cumplió diez años y a casa vinieron sus cinco amigos favoritos. Mamá no deja que vengan más de cinco invitados a nuestros cumples. Dice que ensuciamos mucho y luego tiene que estar limpiando todo al día siguiente. Por eso ayer, después de merendar, nos fuimos los siete a jugar a la Plaza para estrenar un precioso balón de reglamento que Toni le regaló a Sergio. Ya estoy acostumbrada a jugar con los amigos de mi hermano en su cumpleaños, igual que él juega con mis amigas en el mío. Mamá nos pone esa condición si queremos celebrarlo. Este año papá nos dijo que deberíamos celebrar una sola fiesta con dos tartas, con chicos y chicas a la vez, todos revueltos. Pero Sergio no ha querido. Ha dicho que las pequeñajas le podíamos estropear su mejor día. El balón de Toni, bueno, de mi hermano, botaba la mar de bien en las baldosas de la Plaza. -Paf, paf, paf. De pronto, se acercó el grandullón de Luis y me lo quitó. Yo corrí para que me lo devolviera. -¡Dámelo, yo lo tenía antes! -Pues, ahora lo tengo yo, ven a buscarlo. Quise recuperarlo pero el grandullón de Luis me hizo un regate. Cuando estaba a punto de darle con el pie, practicando una nueva jugada que vi en la tele de un futbolista extranjero, Sergio nos llamó a todos para formar equipo y pidió que le lanzaran su estupendo balón de estreno. 40
-¡Venga! ¡Pares o nones! -¡Yo, pares! - dijo Toni escondiendo sus manos detrás de la espalda. Mi hermano, a su vez, escondió las suyas y contó hasta tres; enseguida enseñó dos dedos estirados. Toni, por su parte, enseñó cuatro. -¡Pares! Yo empiezo: ¡Me pido a Luis! -¡A Rodrigo! - dijo mi hermano. -¡A Fernando! - dijo Toni. -¡A Laura! - dijo mi hermano. -¡No...! - dijeron todos. -Ella no juega, es una chica - dijo Toni. -Es mi hermana. Si no juega se chivará y mi madre nos quitará el balón. -¡Bah, las chicas no saben jugar al fútbol! - dijo el grandullón de Luis. -Sí que sé jugar al fútbol. Apuesto que mejor que tú - dije yo rabiosa y enfadada. Algunos se rieron. Yo bajé la cabeza. Estaba a punto de llorar cuando otro chico dijo: -¡Tú no juegas! Somos siete. Los equipos no son iguales. -Es mi cumpleaños y mi hermana juega - dijo Sergio muy tajante. Comenzó el partido. Acepté que me dejaran de portera. Cuando paré tres disparos del grandullón de Luis, mi hermano me cambió su puesto de delantero. Así pude jugar como a mí me gusta. Yo les quitaba el balón con picardía, lo enviaba a Rodrigo, Mario corría tras de mí sin alcanzarme, engañaba a Toni con mis regateos. Pero lo mejor de todo, es que le metí tres hermosos goles al grandullón de Luis cuando estaba de portero. De pronto, mamá nos llamó para apagar las velas y tomar tarta. El partido no terminó pero se quedó en un seis a cinco ganando nosotros. De vuelta a casa, el balón botaba la mar de bien en las baldosas de las aceras. -Paf, paf, paf. Esta vez el grandullón de Luis no intentó quitármelo. Se limitó a repetir jadeante, 41
sudoroso y cansado: -¡Jo con la chavala! ¡Jo con la chavala! ¡Jo con la chavala! Viernes, 20 de marzo ¡Hola! Soy Sergio, tengo diez años recién cumplidos. Me gusta jugar al fútbol con mis amigos y cocinar con mi padre. Me lo paso bomba cuando amaso los dulces, redondeo las albóndigas y casco los huevos. Mis amigos no siempre entienden que a mí me guste esto, porque la única afición que ellos tienen es el fútbol. Tengo una hermana que se llama Laura, es un año más pequeña que yo. Lo hacemos todo juntos, como los gemelos, incluidas las fiestas de cumpleaños. Bueno, la verdad es que las separamos hace tres años cuando Marta, la amiga de mi hermana, acusó a mi amigo Luis de beberse su refresco. Tanto se enfadó Luis que le retiró la silla y la niña se dio un buen guantazo en el suelo. Entonces, las chicas se liaron con los chicos y nos tuvimos que refugiar en el hueco de la escalera. Mamá nos castigó a todos sin la tarta que papá y yo hicimos durante la mañana. Al año siguiente, pedí a mis padres celebrar mi cumpleaños por separado. Ayer fue el cumple de mi hermana Laura. Está muy contenta. Al fin ha conseguido su coche teledirigido. Dice que me lo dejará si yo le dejo mi balón. A ella le gusta el fútbol tanto o más que a mí. No juega mal para ser chica, al menos eso es lo que dice mi amigo Luis. A su cumpleaños han venido Marta, Ana, María, Elena y Paula. Yo me encontraba raro entre tanta chica, pero mamá insistió en que debía estar con ellas. Decidieron jugar a los papás y a las mamás. -¡Qué aburrimiento! - pensé. -¡Tú no juegas! - dijo Marta hincando su dedo índice en mi estómago. -Vale - dije yo con desgana. -¡Sí juega! - me defendió Laura cogiéndome del brazo. Y comenzó el juego. Había que buscar un hijo y encontraron un muñeco gigantesco con pañal y pis de verdad. No sé si era niño o niña, ellas le llamaban el bebé. Había que buscar una mamá y esa fue mi hermana, que para eso era su cumpleaños.
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Había que buscar un papá y ese fui yo que, por desgracia, era el único chico. -Yo era la cajera del supermercado - dijo Ana. -Pues yo era la médica - dijo Paula. -Yo tenía una farmacia y hacía potingues - dijo Elena. -Pues yo soy vuestra vecina y estoy embarazada - dijo María ruborizándome. -Yo era tu marido y soy cantante - concluyó Marta. A Laura le gustan tanto los coches que se pidió ser taxista. Yo debía cuidar del bebé llorón en casa. El muñeco no paraba de llorar y lo llevé a la consulta de Paula quién le recetó un jarabe de la farmacia de Elena. De pronto, llegó María con una almohada en la tripa. Su bebé podía nacer en cualquier momento. Mi hermana la llevó en el taxi a la consulta de Paula... Mientras tanto, yo hice la compra con el carrito del bebé en el supermercado de Ana. Después, preparé para todas ellas un plato especial al que puse por nombre Cara Rica y que lleva los siguientes ingredientes: •Dos patatas fritas con dos aceitunas hacen de ojos. •Una galleta de chocolate, de nariz. •Dos trozos de tomate para las orejas, uno de ellos con anchoa a modo de pendiente. •Una rodaja de melón hace de boca. •Unas tiras de jamón y queso hacen de pelo tieso. Cuando las chicas volvieron a casa con el bebé recién nacido de María, por cierto que no sé si fue niño o niña, se encontraron la mesa preparada con las Ca ras Ricas y el muñeco gigantesco jugando en la cuna. Mi plato les gustó tanto que repitieron, creando ellas mismas otras Caras Ricas. Marta cantó una canción para celebrar el nacimiento del bebé. Nos lo pasamos tan bien que Laura y yo hemos decidido que el año que viene celebraremos el mismo día los dos cumpleaños. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado.
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PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Cumpleaños: •Jugar: •Mamá: •............. •............. •............. ➢ VAMOS A RECUPERAR... Juegos tradicionales Material: -Papel. -Lápiz o bolígrafo. Desarrollo: Se establece un pequeño coloquio sobre el tema de los juegos de calle y de recreo de nuestros padres y abuelos, se comentan los juegos que perviven a través del tiempo y cuáles no. Se anotan individualmente a medida que vayan surgiendo. Finalmente, se hace una puesta en común y se establece una lista de juegos más completa y extensa con todas las aportaciones del grupo. Ejemplos: -Juego de la gallina ciega. -Juego de las canicas. 44
-Juego de las chinas. -Juego de la goma. -Juego del escondite. -Juego del escondite inglés. -Juego de las esquinas. -Juego de la comba. -Juego del truco. -Juego del corro. -Etc. ➢ VAMOS A JUGAR... Como nuestros mayores Material: -Lista de juegos tradicionales de la actividad anterior. -Cualquier otro material que el propio juego requiera. Desarrollo: Cada niño votará un juego de la lista; los tres juegos más votados serán los elegidos para jugar. Ejemplo: Juego de la comba. Se toma una cuerda de tres o cuatro metros y se enrolla de la mano al codo del jugador-madre escondiendo los cabos lo mejor posible; todos los demás jugadores agarrarán la cuerda por el sitio que deseen. Después, se deshace el lío que entre todos se ha formado sin que nadie deje de soltar la cuerda por donde la agarró. Los dos jugadores que estén más cerca de los cabos serán los encargados de dar comba. Con antelación se sorteará quién será el jugador-madre. Por tradición y derecho le corresponde al dueño de la cuerda, pero puede hacerse por sorteo, orden alfabético de apellidos o mayoría de edad. Una vez establecido el orden de la fila, comenzará el 45
juego propiamente dicho. En cada una de las vueltas saltarán uno a uno todos los jugadores imitando los movimientos del jugador-madre. Por ejemplo, en la primera vuelta se salta por un lado y se sale por el otro, en la segunda se darán varios saltos a la vez, en la tercera se sale por el mismo sitio por donde se entra, esto es del revés, etc. Si los jugadores son mayores pueden jugar sin perder comba y si son pequeños lo pueden hacer al juego de la media comba donde la cuerda se mece y apenas se levanta del suelo. Al tiempo que se salta se pueden cantar canciones antiguas, recopiladas con la ayuda de padres y abuelos. El niño que no repita con exactitud los saltos o movimientos del jugador-madre será eliminado y dará comba, liberando al compañero situado en una punta de la cuerda.
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Temas: Ayuda a los demás, estudios, familia y magia. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a crear... objetos mágicos. •Vamos a charlar... sobre los trabajos realizados.
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'abía una vez un lapicero de madera fina que tenía por dueña a una niña llamada .Elena. Era un lapicero normal y corriente, bueno, eso sí, estaba nuevecito y sin usar. Elena era una niña muy estudiosa y aplicada y utilizaba el lapicero muchas horas al día. Antes de seguir leyendo, tienes que saber que a los lapiceros les molesta que les muerdan. ¡Pobrecillos! A ti tampoco te gustaría que un gigante te diera mordiscos en la cabeza, te la machacara y después te sacara punta por ella. Elena nunca lo mordía y el lapicero estaba muy contento con su amita. Poco a poco la niña se fue haciendo mayor y tenía otras obligaciones además de los deberes del colegio. A casa había venido un nuevo hermanito y la niña debía ayudar a mamá en su cuidado. Por eso fue descuidando sus estudios y había días que, si no llegaba a faltar a clase, sus deberes sí que se quedaban sin hacer. El lapicero pensaba que la niña ya no le quería y prefería contestar a sus ejercicios con uno de esos bolígrafos que todo lo emborronan y que si se equivocan nada se puede borrar. Cuando conoció la verdad se quedó muy triste, pues vio que bolígrafos y colores estaban todos dormidos. Ya ninguno hacía su trabajo. Él sabía que Elena obtenía las mejores notas del colegio y ahora tenía que conformarse con aprobar por los pelos, e incluso con suspender. La niña era muy ordenada y en su escritorio tenía todas las cosas del colegio: cuadernos, libros, mapas, diccionarios, etc. El lapicero quería ayudar de alguna forma a Elena que cada día pasaba más tiempo sin sentarse delante de los libros. Una tarde, aprovechando que la niña sacaba al parque al pequeñín, el lapicero quiso ver el cuaderno de ejercicios. Vio en él todo sin hacer y se decidió a hacerlo él mismo. Al día siguiente en el colegio, Elena tuvo la sorpresa de que sus deberes ya estaban hechos; pronto cambió su cara de vergüenza que todas las mañanas mostraba por otra de atolondrada, ya que no comprendía el misterio. Todo estaba hecho con lápiz y en la última pregunta, apenas si se notaba la escritura de la respuesta. Era como si le faltase carbón al lapicero. Ese día, los profesores volvieron a recobrar la confianza en Elena que 49
ni una sola pregunta había fallado. Cuando la entusiasmada niña volvió a casa, quiso dar las gracias a quien tan amablemente se había portado con ella, pero por más que preguntó por aquí y por allá nadie sabía nada. Su familia no creía que nadie le hubiera hecho los ejercicios; es más, pensaba que ella misma los había hecho sin acordarse ahora. Elena notó el descrédito de su familia y comprendió que, pensando así, ninguno de ellos habría sido capaz de hacer el trabajo y, si lo hubieran hecho, no querían decir quién había sido. La niña estaba intrigadísima; los deberes estaban resueltos, esa era la prueba, alguien tuvo que coger el lapicero... -¡Eso es - pensó Elena - buscaré mi lapicero! El primer sitio revisado fue el escritorio, por supuesto donde ella lo tenía colocado. Y así fue, el lapicero estaba allí, en el mismo lugar que antes, pero algo había cambiado en él que no parecía el mismo; su mina de carbón estaba tan gastada que hasta la madera quedaba aprisionada por el esfuerzo de querer escribir. Elena pensó que alguien lo había utilizado hasta el punto de maltratarlo y se preparó para hacerle punta de nuevo y así estar dispuesto para escribir cómodamente. Cuando la niña acabó de esto fue llamada por mamá que solicitaba su ayuda. El lapicero volvió a descansar, el día había sido agotador y, por lo visto con la mamá de Elena, se presentaba otra tarde del mismo modo que la anterior. La niña cuando salió de clase inspeccionó sus cuadernos por ver si seguían en blanco como ella misma los dejaba. Como todas las tardes salió al parque después de dejar los libros en el escritorio. Ella sabía que una cosa tan rara como la que le había ocurrido no se podía repetir y no quiso vigilar su habitación; además, tampoco tenía tiempo para ello. Al día siguiente, olvidada ya de lo ocurrido el día anterior, volvió a dar a corregir su cuaderno de ejercicios. Su mayor sorpresa fue que éstos también estaban resueltos. Ya no hizo comentario alguno en casa; fue directamente al bote de los lápices para ver la punta del lapicero. Volvió a encontrarla gastada. Ella pensó que era en casa donde se hacían los deberes y lo más curioso, con ese lapicero. Elena siguió sorprendiéndose cada mañana en clase porque sus ejercicios estaban hechos. Parece ser que su único cuidado era sacar punta al lapicero como si nadie fuera capaz de hacerlo. Ella no podía comprender que se manipulaba él mismo y que la acción de sacar punta le era imposible practicarla. Con el tiempo, el lapicero se fue haciendo cada vez más pequeño en su afán de 50
ayudar a Elena. Su vida se iba acortando a medida que hacía más deberes. Un día, la niña al verle tan pequeñito, quiso renovarle por otro, pero éste no conocía el problema de Elena y difícilmente podía ayudarla. El encanto del lapicero fue perdiéndose poco a poco transformándose en una fuente de saber para Elena que, aunque muchos conocimientos tenía, ignoraba por completo quién le estaba ayudando. Y un día la ayuda acabó porque su magia se consumía con el uso. Elena nunca pudo comprender el misterio de aquel lapicero que hizo de ese curso un año muy especial. Un año que llenó su infancia de mágicos recuerdos. El hermanito crecía y ya no necesitaba los continuos cuidados de la niña. Los restos de una mina de carbón tan especial pronto se vieron en la papelera. El lápiz se quedó tan pequeño que le fue imposible explicar por escrito lo sucedido. Elena se hizo mayor. Ahora, mientras usa otros lapiceros, escribe historias como ésta. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Ayudar: •Sorpresa: •Infancia: •............. •............. •............. ➢ VAMOS A CREAR... Objetos mágicos Material: -Cartulinas. 51
-Tijeras. -Lápices. -Útiles de dibujo. -Chinchetas. Desarrollo:
Cada niño recortará un trozo de cartulina tamaño folio y lo dividirá con un lápiz en dos mitades. En la de arriba, dibujará un objeto mágico que nos facilite el trabajo y la vida diaria, como por ejemplo el objeto protagonista del cuento, un lapicero mágico y personalizado que ayuda a hacer los deberes. En la parte de abajo, hará una descripción del objeto mágico o copiará sus características principales. Después de colorear los diseños, se firmarán, pudiendo quedar expuestos en la sala de trabajo o en otra sala contigua. Ejemplos de objetos mágicos similares: -Cama mágica que se hace sola. -Monopatín volador para ir al colegio. -Cepillo de dientes de uso anual -Mesa de comedor que se pone y se quita señalando con un dedo. 52
-Etc. -Legumbres invisibles. -Microbús para mochilas. -Robot cuidaperros. ➢ VAMOS A CHARLAR... Sobre los trabajos realizados Tras montar y visitar la exposición, la charla se puede iniciar respondiendo a preguntas como estas: -¿Cuál es el objeto más original? -¿Y el más necesario? -¿Y el más gracioso? -¿Cuál ha sido el inventor más cómodo o más vago a la hora de diseñar su objeto mágico? -¿Y el más humano? En dicha expresión oral, también se puede destacar el valor del trabajo bien hecho, del trabajo hecho a gusto, del valor del estudio, del trabajo que realmente satisface, etc. Se les puede dar la opción de votar en grupos uno de estos objetos. ¿Cuál elegirían? ¿Y cuál elegirían para ser utilizado por todos los niños del mundo?
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Temas: Aventuras, educación medioambiental, libertad y solidaridad. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a cantar... canciones inventadas. 54
•Vamos a construir... cometas.
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n una tienda de juguetes dormía plácidamente una cometa de color dorado. Un día, alguien vino a despertarla con la intención de comprarla y llevarla a casa. Era un hombre alto y robusto, pero de sonrisa pícara e infantil mirada. Iba acompañado de su hijo Mateo, un niño de corta edad. El chiquillo no podía disimular la emoción que le hacía poder manipular una cometa. Era el mejor regalo de cumpleaños desde hacía mucho tiempo. Así fue como la cometa salió de su letargo de cartón y embalajes de almacén y pudo comenzar una nueva vida. El primer vuelo fue fantástico, el padre de Mateo ya había manejado alguna cometa y afortunadamente no hubo ningún peligro de choque. El niño aprendió muy pronto a sujetarla y a divertirse con ella en los alrededores del pueblo. Pasaron unos días y en todos ellos soltó la cometa al viento. La operación de jugar con una cometa es de lo más sencilla: Debes desenrollar toda la cuerda en un tiempo mínimo; si no lo haces así, pronto caerá hacia abajo impulsada por la fuerza de la gravedad. Esto supone un gran atraso, pues hay que comenzar a liar la cuerda con toda su longitud en derredor al carrete. El manejo de la cometa requería un amplio campo de acción, lo menos arbolado posible, por eso Mateo se alejaba de los pinares y castañares de la zona para evitar que su preciado juguete se enganchara y se estropeara para siempre. Además, se acercaba el otoño y esta estación siempre suele ir acompañada de un viento tan fuerte, capaz de arrastrar a la cometa y de hacer correr a gran velocidad a su portador. Niño y cometa se divertían como nunca en las plazas cercanas. Una noche, Mateo tuvo un sueño un tanto extraño: Su cometa le hablaba, le rogaba, que en uno de esos vuelos en los que llegaba tan alto hiciera el favor de soltar el extremo de la cuerda. El niño se entristeció al despertar, si hacía caso de aquel sueño se quedaría sin su juguete preferido. Sin embargo, él comprendía que quizá la cometa no se sintiera del todo libre, pues estaba a su capricho y en cualquier momento podía descender si él lo quería. Un par de días tardó en decidirse, al final Mateo optó por dejar libre a su cometa; estaba seguro que ella se lo agradecería. De todas formas, pronto iba a comenzar el curso escolar y no tendría mucho tiempo de jugar con ella.
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Pero, ¿qué diría papá si le contaba su sueño? ¿También dejaría libre a la cometa? El niño pensaba que no; además, dejarla volar significaría perder el dinero gastado en su estupendo regalo de cumpleaños y eso no agradaría mucho a papá. Mateo trató de disimular la experiencia de vuelo conseguida en los últimos días con ella. -Me haré el torpe y la dejaré marchar - se dijo, y con este convencimiento salió a la calle a volar su cometa como cada día. A los pocos minutos, Mateo llegó corriendo a casa, muy en su papel de niño entristecido: -¡Papá, papá! ¡Se escapa! ¡Ven a ayudarme! Cuando su padre acudió ya era demasiado tarde; la cometa alegre y juguetona ascendía y ascendía sin parar. El viento la guiaba por doquier y ella feliz se dejaba llevar. Su cola, hecha de triángulos de todos los colores, hacía piruetas en el aire; así, de esa forma, daba las gracias a su amigo por el favor recibido. Desde el cielo Mateo encogía, se quedaba cada vez más pequeño a los ojos de la cometa. Con el brazo en alto, nuestro amigo daba el último adiós a su mejor juguete. Una lágrima brotó de sus ojos, pero valió la pena. El viento de otras sierras trasladó a la cometa a más de cien kilómetros por hora en dirección a una gran ciudad desconocida para ella; esta ciudad tenía un gran sombrero de grises nubes encima de su cabeza como acostumbran a tener todas las ciudades que sufren de contaminación. Pronto se vio rodeada por una masa negruzca e irrespirable que le hizo toser en cantidad. La sucia chimenea de una fábrica de las afueras era el origen de aquel humo infernal. La cometa, desvanecida ante la falta de oxígeno, fue llevada por el mismo humo hasta la superficie; allí el viento, la volvió a tomar de la mano y juntos atravesaron otras nubes más claras que tenían la apariencia sedosa del algodón. Cuando, recuperada, comprendió lo que había pasado, hizo un gran esfuerzo y ascendió de nuevo hasta un trocito de cielo brillante y azul. El sol se estaba escondiendo y la cometa encontró refugio en una pequeña estrella que, desinteresadamente, se ofreció como cama. Allí pasó la noche hasta que los primeros albores del día la despertaron. Se despidió amistosamente de la estrella y de nuevo se dejó llevar por el viento durante varias semanas. En su largo camino se cruzó con una golondrina que, tras mirarla extrañada, la 57
saludó. Seguidamente, otra bandada de pájaros apareció con mucha prisa en la misma dirección que la golondrina. La cometa intrigada preguntó a una de las aves: -¿Por qué voláis tan aprisa? ¿Ocurre algo? -¡Qué cometa tan ingenua! Has de saber que el invierno acaba de comenzar y vamos en busca de otros climas menos fríos. La cometa las vio marchar y quedó indiferente ante esa respuesta, ella pensaba que el invierno no le atañía en absoluto. Siguió volando a la par del viento, su libertad le hacía olvidar los posibles peligros atmosféricos. Entusiasmada con uno de sus mejores vuelos, no se daba cuenta que iba acercándose a una nube amenazadora, grandota y gris. Pensó que era otra de esas chimeneas de ciudad, pero pronto desechó esa idea: Bajo ella no existía ninguna fábrica. Quiso esquivar a la nube, pero cometió el error de pasar por debajo de ella. En ese preciso instante la nube se despojaba de su carga líquida. Llovía, simplemente llovía. La cometa sintió una sensación desconocida, el viento la había abandonado a su suerte; ahora él nada podía hacer en contra de la lluvia. El cuerpo de cartón y tela de la cometa bajaba a medida que se iba mojando; por más intentos que hizo para salir de allí no pudo conseguirlo. Las gotitas de lluvia la llevaban de nuevo hasta la tierra. -Quizá vuelva a casa de mi amigo Mateo - pensaba ilusionada. Tal vez este vuelo en picado de la cometa a velocidad de vértigo podría ser el último. Por suerte, la cometa hizo su triste aterrizaje en un árbol de hoja perenne, situado en las proximidades de unas cumbres nevadas. De momento, allí quedó protegida por sus acogedoras ramas. Era medianoche, cuando unos quejidos lastimeros llegaron a los oídos de cartón de la cometa que despertó sobresaltada. Estos llantos provenían del mismo árbol donde ella estaba. Notó una masa blanca, fría y resbaladiza, y otra vez esos quejidos: -i ¡Socorro, auxilio!! - decían varias voces a la vez. La cometa pudo llegar trabajosamente hasta el tronco del árbol, lugar donde pedían ayuda; pero no encontró ningún ser viviente. No pudo menos que gritar ella también: -Decid dónde estáis y quiénes sois, de otra forma no podré ayudaros. Las delicadas vocecillas contestaron: 58
-Somos tres cigoñinos huérfanos y estamos sepultados bajo la nieve. -Pero, decidme, ¿qué es la nieve? -Es una cosa blanca y helada que ha caído del cielo y está en el árbol. La cometa reconoció la nieve; recordó que antes había estado a punto de caer al resbalar en ella. Calculó acertadamente el lugar donde estaban las aves por el sonido de sus voces, y comenzó a aliviarles de la carga tan pesada y fría. Pronto aparecieron los primeros juncos y las primeras pajas componentes del hogar de los pequeñuelos. El nido era una obra maestra del arte constructivo de estas aves. Los cigoñinos hicieron aparecer en la superficie los impacientes picos con gritos de júbilo y de alegría. Seguidamente la cometa se dio a conocer: -Soy una cometa que, empapada por la lluvia, vine a parar aquí en contra de mi voluntad. -¡Pobre cometita, tendrás que esperar a que el sol te seque para volver a volar! -Y vosotros, ¿por qué no os habéis marchado con vuestros padres? Yo encontré muchas aves que emigraban. -Nuestros padres - hablaban con tristeza - hace tiempo que marcharon para no volver. Fueron alcanzados por los disparos de un cazador y desaparecieron en la hierba; no tuvieron tiempo ni para enseñarnos a volar. Tras esta corta conversación todos ellos decidieron dormir durante el resto de la noche. La cometa se colocó sobre el frío nido, así defendía a los tres pollos de cigüeña de una posible avalancha de agua o de nieve. A la mañana siguiente pocas eran las huellas de la nevada que en el árbol había. El cielo estaba despejado y el sol tenía prisa por evaporar la nieve derretida. Una suave brisa acariciaba el árbol y la cometa comenzó a sentir el calor en su cuerpo helado. Los cigoñinos despertaron con su alegre piar, agradecidos del sol que calentaba sus ánimos. Pronto comenzaron a pensar dónde irían a parar; era peligroso quedarse en el árbol por mucha protección que él les diera. Su gran problema era no poder volar y así se lo 59
hicieron saber a su amiga la cometa. Ella quedó pensativa buscando una solución para las tres crías. De pronto, la cometa tuvo una idea fantástica y razonó de esta manera: -Es verdad que no sabéis volar y no podéis perder tiempo en aprender ahora; pero habéis olvidado que mi tela y mi cartón ya están secos y yo sí que podré hacerlo. Probaré a llevaros a un lugar seguro sobre mi ancha espalda. Los cigoñinos prorrumpieron en vivas a la cometa que tan sabiamente había encontrado la solución. La cometa ya estaba preparada para soportar la pequeña carga de estas avecillas y las animaba a que fueran subiendo sobre ella. Mientras tanto, ellos estaban absortos contemplando por última vez su nido. Allí habían pasado su corta vida, se habían alimentado y habían vivido buenos momentos en compañía de sus padres. Es verdad que también habían estado a punto de morir, y que desde allí presenciaron el accidente que los dejó huérfanos; pero era lo único que conocían y le habían tomado cariño. Uno por uno se fueron instalando sobre la cometa y así, acurrucados, esperaron que el viento los elevara al cielo. Poco tiempo transcurrió ya que una ráfaga amiga les ayudó a levantar el vuelo. La cometa hizo un gran esfuerzo y lo consiguió. Los cigoñinos cantaban como nunca lo habían hecho. Saludaban con su canto a todas las aves que se cruzaban y éstas los miraban sorprendidas. No podían comprender cómo un pájaro tan grande entonaba unos cánticos tan infantiles y lle nos de ternura. No conocían esa especie tan rara; por eso, cuando se acercaban y resultaba ser una autocometa todos sonreían y los despedían con ilusión. A veces, a la cometa le era imposible ascender con facilidad pues, aunque el peso de los cigoñinos era mínimo, ella tenía que mostrarse siempre horizontal o perdería su preciada carga. Con esta preocupación, una tarde no tuvo más alternativa que la de sobrevolar una preciosa localidad situada en las inmediaciones de un valle. Ocurrió que bordearon un colegio de niños que casualmente salían de clase. El bullicio era grande entre ellos; la salida significaba horas de ocio, de diversión y momentos interminables de asueto. Saltaban, corrían, olvidaban todo recuerdo de estudio y a veces se adentraban en cualquier travesura propia de sus edades aunque, más tarde, el arrepentimiento por ellas fuera general. Ninguno de ellos había notado la presencia de nuestros amigos, hasta que una niña de pelo rubio y cara angelical gritó: 60
-¡Mirad, que pájaro tan grande! Hubo de repetir esto varias veces pues los demás, embelesados en el juego, no atendían. Al fin, un muchacho grandote ordenó silencio y todos los niños levantaron su cabeza para contemplar aquella cosa tan extraña. Miles de comentarios como éstos acudieron a sus bocas: -¿Es un águila? -¡Qué va! Será una cigüeña, de las muchas que vienen por aquí. -¿Y esa cola tan rara? -¡Sois bobos, es una cometa! -¡Es verdad, lleva una cuerda! Los niños discutían para quién había de ser la cometa; ignoraban que los cigoñinos viajaban allí. El chico grandote se inclinó hacia el suelo y una de sus manos recogió con rapidez varias piedras pequeñas. Una de ellas fue lanzada al aire con intención de alcanzar de lleno a la cometa; no quería romperla, sólo intentaba darle un golpe para que descendiera. Otros niños saltaban con los brazos en alto queriendo asir la cuerda. La cometa seguía revoloteando en torno a ellos, su mala suerte la llevaba en dirección a los niños; éstos imitaban en lo que podían al chico grandote que lanzaba piedras. Una verdadera lluvia de golpes y cantos tuvieron que soportar nuestros amigos. La cometa trataba de esquivar las piedras y sobre todo deseaba salir cuanto antes de aquel lugar. Quiso buscar parecido en el físico de alguno de los niños que allí gritaban con su antiguo amigo que le regaló la libertad. Estaba segura de que Ma teo impediría aquello si estuviera allí. Fue inútil buscar; más tarde comprendió que su dueño estaba muy, muy lejos. Los cigoñinos estaban asustados, alguna que otra piedra había conseguido hacerles botar de la cometa. Tenían miedo de caer al vacío. Uno de ellos llegó a rogarle: -¡Por favor, vuela más alto! La cometa lo estaba intentando desde hacía tiempo; el verdadero peligro era caer en 61
un árbol de los muchos que por allí había, si esto pasara: ¡Adiós cigoñinos, adiós cometa! -Sólo necesito una fuerte ráfaga de aire, con eso bastará para elevarnos. Uno de los niños más altos del grupo consiguió alcanzar la cuerda y dio un tirón tan brutal que quedó tendido con la cuerda desprendida en el suelo. Todos los demás dieron muestras de desilusión; una de las más grandes posibilidades de conseguir alcanzarla se había desvanecido. Con esto la cometa se sintió mucho más libre, la cuerda aunque era ligera, incomodaba. El viento se unió a ella y la elevó tan alto que los cigoñinos sintieron pánico por la considerable altura a la que volaban. La cometa descansó al fin plácidamente con las crías de cigüeña en una nube pequeñita que se ofreció servicialmente como blando lecho nocturno. Los niños se quedaron atónitos ante aquella oportunidad perdida mientras miraban a lo lejos la imagen entre las altas nubes. Desde la cometa, la pandilla de chicos y chicas quedaba cada vez más diminuta, como una formación de hormigas. Cuando el punto de la cometa se hizo invisible, todos volvieron a sus casas como si nada hubiera ocurrido. Menos mal que estas pequeñas travesuras duraban poco tiempo, poco más del tiempo empleado en ocuparse en otras inocentes fechorías. Al día siguiente nuestros amigos voladores, totalmente descansados, decidieron buscar un lugar en la tierra donde poder sobrevivir hasta que los pequeños perfeccionasen sus técnicas de vuelo o llegase la primavera. Era muy peligroso para los cigoñinos vivir demasiado alto sin sus padres; no podían elegir otro lugar sino una cueva o un agujero en la tierra. Ya se habían dado cuenta que otro nuevo peligro aparecía para ellos: Los hombres y, sobre todo sus cachorros, los niños. Debían abandonar aquel lugar que justamente ahora estaba debajo. Sólo quedaba el campo como único hogar y también desconocían muchos de sus peligros. Agradecidos a la nube, partieron rumbo a lo desconocido. Ahora el vuelo era lento, parecía como si el aire no deseara que nuestros amigos se separaran. La co meta acabaría de prestar su ayuda en el momento en que dejara en un lugar seguro, sanos y salvos, a los 62
tres cigoñinos. Buscando y buscando durante varios días, volando y volando sin apenas descanso, divisaron una gran llanura pero allí no podían esconderse, estaban demasiado a la vista de cualquier visitante que pudiera estar interesado de buena o mala manera por las aves. Por tanto, la gran llanura quedó descartada. Volaron más aprisa y divisaron un gran río de aguas azuladas, cerca de él sí que tendrían asegurado el sustento diario por la multitud de insectos y de pececillos que acudían a sus aguas. Aún no estaban decididos a sobrevolarlo cuando uno de los cigoñinos gritó: -¡Mirad, allí, en la orilla! Todos miraron al lugar indicado y pudieron contemplar a un hombretón de proporciones desmesuradas; estaba sentado en una piedra y con un raro bastón en la mano. A los pocos segundos, la cuerda transparente que tenía atada al bastón comenzó a tirar desde dentro del agua. El hombre trataba de equilibrarlo y empezó a enrollar la cuerda mediante una manivela. En el otro extremo se encontraba un diminuto pez forcejeando inútilmente por recobrar su agua transparente junto a su libertad. Los cigoñinos invitaron a la cometa a salir rápidamente de aquellos contornos, en el camino le explicarían todo. Su madre la cigüeña ya les explicó con anterioridad de quién se trataba. A la cometa le hicieron saber que ese hombre era ni más ni menos que un pescador furtivo que pescaba fuera de temporada los peces más pequeños, cosa que estaba prohibida. No sería de extrañar que por allí también merodearan cazadores furtivos, como el que a ellos les dejó huérfanos. Huyeron de allí asustados. Las encinas, los acebuches, los alcornoques, los madroños y los sauces extendían sus ramas intentando detenerlos, pero ellos tenían unas ganas locas de vivir aventuras, de decir adiós y de seguir volando. Y otra vez volaron a contracorriente, en dirección norte durante varias horas. De pronto, apareció ante sus ojos una acogedora montaña con multitud de peñas y miles de escondrijos. Aquello sí que era ideal para los cigoñinos; pero, ¿no tendrían demasiado frío? Se trataba de un verdadero clima de montaña. No les fue difícil aterrizar. En ese instante, los pequeños comenzaron a tiritar; era necesario buscar un lugar resguardado del aire y de la nieve. La cometa encontró un entrante en una roca y calculó las dimensiones de éste. Allí podrían vivir maravillosamente los tres cigoñinos. La cuevecita estaba a un palmo escaso 63
del suelo y era estupenda para los intentos de vuelo de las pequeñas aves. Estas se abastecieron de pajas y hojas secas, así construyeron su nuevo nido. Cuando necesitaran comida, no tenían nada más que dar un pequeño salto (que aunque desafortunado, nunca resultaría doloroso) y buscar los insectos y gusanos. Los cigoñinos quedaron al fin instalados en un lugar, al parecer, seguro, soleado y agradable. Los tres agradecieron a la cometa haberles salvado. Llegaba el momento más triste para todos: Debían separarse. Juntos habían pasado muchas horas de vuelo en compañía y, ahora, quizá jamás se volvieran a ver por esos cielos límpidos. La cometa levantó el vuelo y se despidió, con su alegre cola, de sus aves amigas que ahora piaban sin cesar a modo de despedida. De esta forma le deseaban suerte. -¡Hasta la vista, cometa! -¡Hasta -¡Hasta otra, cigoñinos! La cometa estaba satisfecha con su trabajo, al fin, había dejado a salvo a sus amigos en una bella sierra. Ahora se sentía mucho más ligera y es que no era para menos, los cigoñinos, aunque con pocas plumas, formaban entre los tres un cierto contrapeso. Para decir adiós, la cometa daba alegres volteretas jugando con el viento. Él se había convertido en amigo y enemigo a la vez. Unas veces podía confiar en él, pero otras nada esperaba de su fuerza. Lo que de verdad era importante y triste a la vez era que ella siempre dependería de él. Su nueva libertad le hizo olvidar las amenazas que se le iban acercando. Un extraño auto volador se cruzó en su camino; ella quiso saludarlo ingenuamente, pero el humo a presión de sus motores descargó sobre la cometa con su potente fuerza. De repente, su cuerpo perdió altura, la gran presión la dejó desvanecida. Descendía de forma vertiginosa sin poder hacer nada por impedirlo. Quizá ahora no tuviera la misma suerte que aquella otra vez cuando un empinado árbol amigo la recogió. El abismo era escalofriante; miles de peligros acechaban a la cometa si caía al suelo. A duras penas, divisó unos alambres que formaban parte de una red del tendido eléctrico que cruzaba dividiendo el paisaje. La cometa inconscientemente llevaba un fatal y terrible destino. De repente, entre alambres y palos quedó aprisionada. Su cola de colores cayó en una cruel encrucijada de cables y maderas. Perdió el conocimiento. Mejor que no despertara durante un rato, así no vería la triste cárcel en la que se hallaba metida. Ha pasado el tiempo. El sol se refleja en la cometa con sus últimos rayos y hace 64
brillar su pobre cartón descolorido; una nota de luz y de color presta todavía a ese paisaje agreste y virginal. Al lado de aquellos palos prisioneros, transmisores de luces y civilización, hay una carretera sesgada y tortuosa de curvas. Muy de tarde en tarde, cruza algún coche que, ignorante de la existencia de la cometa, no se detiene a mirar hacia arriba. La última oportunidad que le queda es esperar que algún ave consiga desliar ese difícil laberinto enredado de alambres y color. ¿Debe aguardar a que sus amigos los cigoñinos aprendan a volar y en un casual encuentro vengan a rescatarla? Pero, ¿cómo lograrán dar con ella? Lo cierto es que la cometa espera todavía que vayan a salvarla, eso sí ahora, totalmente despierta, en uno de esos palos elevados y eléctricos que cruzan por los campos. La verdad es que está muy, muy triste porque perdió su adorada libertad. Mientras, todas las tardes en el pueblo, Mateo contempla con la mayor paciencia ese cielo infinito que le lanza a los ojos de regalo unas cuantas estrellas fugaces, también sigue jugando al juego inesperado de hacerse un poco más mayor. Ahora, en el viaje de la estación del tiempo nace otra verdosa primavera y la cometa, aún aprisionada, sueña con su amigo Mateo y con los cigoñinos. Desea compartir con ellos más vuelos de magia geográfica, sin salir todavía de la espaciosa infancia que nos presta el mapa de un lugar o de la misma vida. Mientras tanto, desea con todas sus fuerzas de cometa especial y fantástica, que alguien llegue hasta allí a liberarla. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Volar: •Libertad: •Nieve: 0 ............. ➢ VAMOS A CANTAR... 65
Canciones inventadas Material: -Papel y lápiz. -Radiocassette y cintas de audio. -Preferiblemente también micrófono e instrumentos musicales. Desarrollo: Se divide a los niños en grupos de cinco o de seis, y en tantos equipos como en partes dividamos el cuento. Por ejemplo, dos páginas para cada equipo. Ejemplo de canción inventada tras la lectura de las dos primeras páginas. Canción de la cometa dorada
Las canciones pueden acompañarse con sonidos de flauta, panderetas, maracas, xilófonos o bien de otros instrumentos que requieran más preparación, o simplemente 66
con palmas. También se puede inventar la música para cada canción o, por el contrario, se pueden adaptar las letras de las canciones a algunas melodías conocidas por todos. Se grabarán las canciones en cintas de cassette. Para finalizar, se expondrán y cantarán las canciones según el orden cronológico del cuento por los distintos grupos en un pequeño festival en el que pueden participar otros grupos con canciones distintas sobre este cuento o sobre otros. ➢ VAMOS A CONSTRUIR... Cometas Material: -Dos listones finos de madera (uno de ochenta centímetros y otro de cincuenta centímetros). -Quince metros de hilo de nylon o bramante. -Cuatro metros de cordón. -Un pliego de papel fino de colores llamativos (un metro por sesenta centímetros). -Papel pinocho de diversos colores. -Pegamento. -Carrete para enrollar en hilo. Desarrollo: Se pegan los listones formando una cruz, después se asegura con varias vueltas de hilo, apretando con fuerza, formando en la unión una x. Con el cordón se van atando los extremos de los cuatro listones formando un rombo. El rombo y la cruz resultante se colocan sobre el pliego de papel para dibujar la silueta del rombo en el papel. Se recorta el papel dejando cinco centímetros más a cada lado, centímetros que después se doblarán y se pegarán al cordón. En cada extremo de la cruz se ata un hilo que se unirá a los otros tres a una altura de treinta centímetros de la cometa. A este nudo se unirá el hilo que hará volar la cometa. 67
Se tendrá especial cuidado en asegurarlos bien. Después se unirá la cola de la cometa a la que se le habrán pegado como decoración varios lazos de papel pinocho de distintos colores. Sólo queda esperar que llegue el viento oportuno para poder volarla, preferiblemente en un lugar libre de árboles y construcciones. Mientras confluyen todas esas condiciones o circunstancias se podría organizar una pequeña muestra o exposición de cometas en lugar cerrado o bien al aire libre.
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Temas: Fantasía, libertad y sentido crítico. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. 72
•Vamos a hacer... teatro.
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uan y Manuel eran dos hermanos que vivían con sus padres en una gran ciudad. La diferencia de edad entre ellos era tan grande que hacía que a veces discutieran por pequeñas cosas. Además se veían obligados a compartir el mismo cuarto. Juan era un muchacho grandote que quería mucho a su hermano, pero no lograba entenderlo. Manuel era un niño deseoso de aprender cosas nuevas e incapaz de comprender la ajetreada vida que llevaban los mayores. Cuando la noche llegaba, Juan se encontraba cansado y sin ganas de conversar con nadie y menos aún con Manuel que lo asediaba a preguntas de difícil contestación. -Oye, Juan, ¿por qué el pistolero ha disparado con los dos revólveres a la vez, si sólo había una persona para matar? Manuel se refería naturalmente a la película de la televisión de aquella noche. -No sé, no querría fallar. -Y, ¿por qué dejó marchar al caballo? -Para despistar al de las barbas. Y ahora, ¿quieres dejarme dormir? -Sí, pero... ¿por qué el pistolero no echó a correr antes de que el otro llegara? -Porque los pistoleros no corren, eso es de cobardes - hablaba en tono cansino y con un lenguaje casi ininteligible por el sueño que le dominaba. Así una noche y todas las demás. Manuel no podía dormir sin la satisfacción de conocer la verdad de las cosas y esa satisfacción había de venir por medio de una vía poco paciente: Juan. Tras los estudios de la mañana, Manuel jugaba sin cesar hasta que le avisaban para comer. Se entusiasmaba con el juego y en el mejor momento, cuando más se divertía, una voz conocida, la de su madre, le gritaba: -Manuel, es la hora de comer. Y el niño tenía que obedecer sin protestar. Los mayores habían impuesto una serie de 74
hora fijadas para hacer las cosas. Las diez de la noche era la hora de dormir; las dos y media la de comer; las nueve de la mañana la hora de ir al colegio; y así, todo quedaba programado para el día siguiente. Esas horas fijas jamás contaban con la persona que las seguía; podía no llegar el hambre o el sueño pero, la hora de comer o de dormir siempre era puntual. Manuel tenía en la mesita de noche un viejo reloj despertador que, aunque llevaba a sus espaldas unos cuantos años de funcionamiento, aún marchaba con su tic-tac como el primer día. Juan preparaba el reloj todas las noches, para que a la mañana siguiente su sonido estridente le despertase como de costumbre. Manuel odiaba aquel agudo ruido que le sobresaltaba en las primeras hora de la mañana, y lo detenía afanosamente pulsando aquel interruptor del silencio. El niño ya empezaba a estar cansado de aquellas normas del tiempo que le llevaban de un lado para otro con o sin su autorización. Manuel era enemigo de los relojes y del tiempo, y así se lo hizo saber a su padre cuando éste tuvo la intención de comprarle un primer aparato para saber la hora. -No quiero reloj; además, no sé decir la hora. -Por eso no te preocupes, yo te enseñaré, verás que es muy sencillo. -Pero, papá... Yo no quiero aprender. -Está bien, algún día lo necesitarás y entonces seré yo quien no quiera comprártelo le amenazaba su padre. Esa amenaza no le importaba lo más mínimo, pues sabía que nunca iba a pedir un reloj como lo hacían sus amigos para luego enorgullecerse de él delante de todos los chicos. Allí, sentado sobre la cama, miraba con desprecio a aquel viejo reloj que seguía su marcha incesante y monótona. La voz de su madre interrumpió sus pensamientos: -Manuel, es la hora del perro; hay que sacarlo a la calle. -¿Lo pide él, mamá? -Los perros no hablan, pero tienes que sacarlo... -Sí, ya sé, es la hora - dando un salto se levantó de la cama y fue hasta el perro que estaba impaciente esperando a que le colocaran la cadena para poder salir de allí. 75
-¡Vamos, Pombo! Una tarde en la que Manuel se encontraba en su habitación haciendo los deberes del colegio, la campanilla del reloj se oyó durante un largo rato: -Ring..... Ring..... El niño no pudo menos que taparse los oídos con ambas manos, pero al ver que el chirriante ruido no cesaba, hubo de levantarse y apagarlo él mismo. Manuel lleno de ira increpó al despertador: -Eres un reloj ruidoso y viejo, ¿cuándo callarás? Nunca esperó que aquel reloj le llegase a contestar; si Manuel le hablaba era por rabia de que le hubiera molestado. Sin embargo, el despertador se armó de valor y dijo: -Es verdad que soy ruidoso, ahora existen relojes silenciosos y ligeros que hacen que a nosotros no nos quiera nadie. También es verdad que soy viejo, pero me hice viejo de haber prestado un gran servicio aquí en tu casa... -... Callaré cuando el tiempo haga de mi maquinaria un puñado de piezas inservibles... -... Nadie me encargó que llamara, pero yo me di cuenta que ya había pasado la hora de hacer tus ejercicios. Manuel se encontraba boquiabierto; el reloj, su reloj podía hablar y de una forma natural, tanto, que él podía entenderle. -No te asombres, lo que está ocurriendo es natural. Tú siempre has insultado a los relojes y a nuestro padre que es el Tiempo, creo que está bien que me defienda un poco. ¿No crees? Manuel, nervioso, volvió de nuevo a sus ejercicios olvidando todo lo dicho por el despertador; alguien le estaba gastando una broma muy pesada. -Ring..... Ring..... - seguía sonando de nuevo el reloj. Manuel se levantó y lo volvió a parar. La misma voz de antes le hablaba ahora: -Pero Manuel, te dije que dejaras los ejercicios. Volverá a sonar mi timbre si no lo haces.
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Ya no hubo duda alguna, el despertador hablaba al igual que una persona; pero, el niño estaba seguro que no se encontraba nadie en aquella habitación excepto él mismo. Ni retrocedió, ni tan siquiera se frotó los ojos ni los oídos. Pausadamente habló: -¿Qué es lo que quieres? -Sólo charlar contigo. ¿No quieres saber por qué no te dejo hacer los ejercicios? -Es igual, apenas quedaba uno... -¿Por qué no te gustan los relojes? -Porque marcan las horas. No comprendo cómo hay que comer a una hora determinada si no se tiene hambre, o dormir a otra si no existe el sueño. -Verás, en este mundo todo está regido por el tiempo, son necesarios los relojes porque existe el tiempo. Si no hubiera relojes no se conocería al minuto, y sin él a la hora y sin ésta al día. -Pero a mí eso no me importa. Lo que me ocurre es que, cuando estoy en el mejor momento, un reloj se cruza en mi camino y me recuerda que tengo que hacer algo «muy importante». -Aparte de eso, el tiempo también influye en ti; tu cuerpo cambia por momentos y, sin embargo, sólo lo notas al probarte la ropa del año pasado y comprobar que te queda pequeña. La luz se gobierna por el tiempo, y el sol, y las nubes... Todo lo maneja el tiempo. -Es verdad lo que dices, despertador. Sin embargo, yo nunca comeré sin hambre y nunca dormiré sin sueño. -Verás Manuel; voy a contarte una historia que ocurrió hace no mucho tiempo: «Había una vez un país, en el que sus habitantes no contaban con el Tiempo; los relojes allí, estaban muy mal vistos. Los vecinos de otros países, enviaban relojes de los más bonitos, para hacerles cambiar; pero, siempre eran destruidos. Tenían un foso muy hondo en el que tiraban todos los relojes por buenos y caros que les parecieran. La gente de este país hacía lo que le venía en gana a cualquier hora del día. Allí se encontraba Doña Tumbina, que era una mujer enemiga del tiempo; su único placer consistía en estar echada en una cama-balancín la mayor parte del día. También habitaba allí Don Comilón, para él cualquier momento era bueno para «hincar el diente»; por eso, tampoco necesitaba un reloj. A ellos les pasaba lo que a ti: no querían hacer cosas que no les gustaban sólo porque un reloj inoportuno les señalara la hora de hacerlas; por eso, practicaban sus aficiones; aunque, todo el tiempo lo invirtieran en ello. Doña Tumbina y Don Comilón se habían convertido en dos personas obesas de tanto descansar y comer. 77
Ellos habían olvidado al Tiempo, pero éste no pudo olvidarse de las leyes de la naturaleza...». -Por favor despertador, ese no es mi caso - le interrumpió. Con estas palabras, Manuel tomó entre sus manos aquel viejo reloj que le contrariaba y muy decidido lo guardó en un armario del desván. El niño seguía aún con la manía de las horas, le molestaba aquel horario tan estricto que todos llevaban en casa. Manuel se convirtió en un niño rebelde, capaz de enfrentarse con todas las costumbres que tuvieran al tiempo como guía y señor. Era pleno verano y a Manuel se le ocurrió salir a esquiar en esa tarde; en su casa ya le habían avisado que era una locura, pero él se empeñó en ir. De vuelta a casa, desilusionado, Juan le dijo: -Pero niño, si no hay nieve, ¿cómo quieres esquiar? -Otros años sí que había - hablaba con tristeza. -Sí, pero eso fue en invierno. -Y, ¿cuándo llegará el invierno? -Aún faltan unos meses. Te prometo que te llevaré los primeros días de nieve. El niño se encontraba desorientado del tiempo y hacía las más disparatadas preguntas. En casa, unos se reían y otros se enfadaban con él al comprender que sus manías le iban llevando demasiado lejos. Un día llegó a casa con una de sus ideas. Cuando estaban en la mesa dijo: -Papá... A mí me gustaría tener una motocicleta. -¿Qué dices? ¿A tu edad? No puede ser. -Claro que puede ser; conducirla es un poco más complicado que una bicicleta, pero aprenderé. -No, no es posible, eres un niño y tienes que esperar varios años más. -¡Siempre hay que esperar! Estoy cansado de tener que esperar. Manuel iba entendiendo ya el porqué del tiempo. Aquel día se encontraba triste y se 78
refugió en el desván. Allí estaba el viejo despertador inmóvil, como muerto; el polvo hacía difícil ver aquella esfera que antes tuviera vida. Un sentimiento de pena cruzó por el corazón del niño que a medida que lo iba limpiando, iba creciendo en él la culpabilidad por el trato dado. El viejo reloj sólo quería ayudarle y en pago de esto, recibió un mundo de sombras en aquel apartado rincón. Manuel se dispuso a dar cuerda a la reseca manivela y, como si se tratara de un milagro, sus agujas comenzaron a moverse con el tic-tac de siempre. Intentó preparar la campanilla para que sonara al instante y aquel agudo timbre no le pareció tan desagradable como en otro tiempo; ese sonido significaba vida y regalaba horas. -¡Hola, Manuel! ¡Hombre, me alegro de verte sonreír! -¡Hola, despertador! Te pido perdón por lo que te hice. -No importa, ya ves, yo sigo igual. -No digas eso. Estás lleno de polvo. Ni siquiera dejé que acabaras tu historia. -Eso no tiene importancia. Tiene un final como el de todos los cuentos. Lo importante es que tú hayas comprendido que el pasar de la vida es el tiempo. -Claro que sí despertador; ahora te necesito más que nunca, volveré a colocarte en la mesita, en tu lugar de siempre. -Gracias, Manuel. Pero, dime, ¿qué te ha hecho cambiar? -Te reirás, pero ha sido el mismo tiempo. No puedo ir a esquiar en verano, porque falta tiempo para que las nieves comiencen a caer. No puedo conducir una motocicleta, porque falta tiempo para que sea mayor... -Ahora estaré muy acompañado, porque supongo que a partir de este momento siempre te interesará conocer la hora - decía con alegría el despertador. -Por supuesto, tengo unas ganas de esquiar... -¿Quieres saber lo que le ocurrió a Doña Tumbina y a Don Comilón? -¡Sí! Y mientras tanto veré como corren tus manecillas. -<... Como habían matado a tantos relojes, el señor Tiempo se llenó de cólera y les envió uno de esos relojes malvados que van acompañados de una carga explosiva a sus espaldas. Cuando llegó la hora programada, el reloj estalló y el tiempo acabó de una vez con aquellos seres inútiles que en nada le valoraban».
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Una sonrisa apareció en los labios de Manuel, que cogió el reloj y lo transportó con cuidado hasta su habitación. ¡Pobre Doña Tumbina! ¡Pobre Don Comilón! Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Hermano: •Tiempo: •Perdón: •............... •............... •............... ➢ VAMOS A HACER... TEATRO Escenificación del cuento El despertador Personajes: JUAN, hermano mayor, protector y poco paciente con su hermano pequeño. MANUEL, hermano pequeño y protagonista de la obra. No le gusta la imposición de horarios. MADRE, siempre pendiente de los horarios. PADRE, empeñado en que su hijo Manuel aprenda a decir la hora. POMBO, el perro, muy cariñoso sobre todo cuando lo sacan de paseo.
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RELOJ, habla y tiene vida, como todos los relojes. DOÑA TUMBINA, un personaje de cuento muy, muy vago. DON COMILÓN, su nombre lo dice todo, ser tan glotón le costará caro. Vestuario: La familia, con ropa de calle de colores vivos y con pelucas de colores. El Reloj con su esfera decorada a modo de babero, ya sea de tela o de cartulina. Doña Tumbina con ropa estrafalaria y de mucho colorido: Túnica hasta los pies con almohada debajo para hacer notar mejor su obesidad. Don Comilón con un gran pantalón, también con almohada por dentro, de grandes tirantes a modo de Obelix y con camisa llamativa y muy grande. El perro con disfraz de perro o con grandes orejas de cartón y con cadena al cuello. Decorados: Para el dormitorio, una mesa que servirá de escritorio, dos alfombras con sábanas y dos almohadas a modo de camas, también se puede aprovechar una puerta de la sala a modo de armario o pintarla en papel continuo. Para el comedor, una mesa con cuatro sillas. Para el cuarto de los juguetes, una mecedora, varios globos y juguetes variados. Cuadro I Escenario dividido en tres zonas, dormitorio, comedor y cuarto de juguetes. (Juan y Manuel en camas o catres paralelos, los dos acostados.) MANUEL: Oye, Juan, ¿por qué el pistolero ha disparado con los dos revólveres a la vez, si sólo había una persona para matar? JUAN: No sé, no querría fallar. MANUEL: Y... ¿Por qué dejó marchar al caballo? JUAN: Para despistar al de las barbas. Y ahora, ¿quieres dejarme dormir?
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MANUEL: Sí, pero... ¿por qué el pistolero no echó a correr antes de que el otro llegara? JUAN: (Bostezando.) Porque los pistoleros no corren, eso es de cobardes. (Hacen como que duermen. Entra el Reloj.) RELOJ: ¡Ringggg...! ¡Las nueve! ¡Hora de levantarse! (Manuel apaga el despertador con mal genio y los dos se levantan y se visten.) RELOJ: ¡Las nueve y cuarto! ¡Hora de desayunar! (Los dos van a desayunar al comedor; después salen del escenario, cargados de mochilas.) RELOJ: ¡La una! ¡La hora de jugar! (Manuel entra cargado con la mochila, la deja en el suelo y se dirige al cuarto de juegos.) RELOJ: ¡Las dos! ¡La hora de comer! (Manuel desprecia con un gesto el aviso. Entran los padres y su hermano mayor.) MADRE: Manuel, es la hora de comer. (El padre, la madre, Juan y Manuel se sientan al comedor.) MADRE: Manuel, Manolo, Manolito, ya se acerca el día de tu cumpleaños. ¿Qué quieres de regalo? PADRE: ¡Yo lo sé! Podríamos regalarle un reloj de pulsera. MANUEL: No quiero tener un reloj; además, no sé decir la hora. PADRE: Por eso no te preocupes; yo te enseñaré, verás que es muy sencillo. MANUEL: Pero, papá... Yo no quiero aprender. MANUEL: Está bien, algún día lo necesitarás y entonces seré yo quien no quiera comprártelo. (Salen todos menos Manuel, que se pasa a descansar a su cuarto, donde también está el Reloj.)
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MANUEL: ¡Bah! No me importa. Yo nunca pediré un reloj, ni voy a chulear de reloj como hacen mis amigos. Los relojes son inoportunos y molestos. (Gestos entrecruzados del Reloj y de Manuel burlándose y molestándose.) MADRE: Manuel, es la hora del perro; hay que sacarlo a la calle. MANUEL: ¿Lo pide él, mamá? MADRE: Los perros no hablan, pero tienes que sacarlo. MANUEL: Si, ya sé, es la hora. (Entra Pombo a cuatro patas y se tira a Manuel con inusitada alegría.) POMBO: ¡Guau, guau, guau! MANUEL: (Con resignación.) ¡Vamos, Pombo! (Salen todos menos el Reloj.) Cuadro II (Manuel haciendo la tarea en su escritorio.) RELOJ: Ring... Ring... Ring... Ring... MANUEL: (Se tapa los oídos, se levanta y lo apaga.) Eres un reloj ruidoso y viejo, ¿cuándo callarás? RELOJ: Es verdad que soy ruidoso, ahora existen relojes silenciosos y ligeros que hacen que a nosotros no nos quiera nadie. También es verdad que soy viejo, pero me hice viejo de haber prestado un gran servicio aquí en tu casa... MANUEL: (Levantándose y frotándose los ojos.) ¡Oh! RELOJ:... Callaré cuando el tiempo haga de mi maquinaria un puñado de piezas inservibles... MANUEL: (Acercándose al él.) ¡Oh! RELOJ:... Nadie me encargó que yo hiciera sonar la alarma, simplemente me di cuenta que ya había pasado la hora de hacer tus ejercicios. MANUEL: (Tocándolo.) ¡Oh! 83
RELOJ: No te asombres, lo que está ocurriendo es natural. Tú siempre has insultado a los relojes y a nuestro padre que es el Tiempo; creo que ya está bien que me defienda un poco. ¿No crees? (Manuel vuelve a sus ejercicios.) RELOJ: Ring... Ring... (Manuel hace detener la alarma.) RELOJ: Pero Manuel, te dije que dejaras los ejercicios. Volverá a sonar mi timbre si no lo haces. MANUEL: (Vencido.) ¿Qué es lo que quieres? RELOJ: Sólo quiero charlar contigo. ¿No quieres saber por qué no te dejo de hacer los ejercicios? MANUEL: Es igual, apenas quedaba uno... RELOJ: ¿Por qué no te gustan los relojes? MANUEL: Porque marcan las horas. No comprendo cómo hay que comer a una hora determinada si no se tiene hambre; o dormir a otra si no existe el sueño. RELOJ: Verás, en este mundo todo está regido por el tiempo, son necesarios los relojes porque existe el tiempo. Si no hubiera relojes no se conocería al minuto, y sin él a la hora y sin ésta al día. MANUEL: Pero a mí eso no me importa. Lo que me ocurre es que, cuando estoy en el mejor momento, un reloj se cruza en mi camino y me recuerda que tengo que hacer algo «importante». (Gestos de fastidio.) RELOJ: Aparte de eso, el tiempo también influye en ti; tu cuerpo cambia por momentos y, sin embargo, sólo lo notas al probarte la ropa del año pasado y comprobar que te queda pequeña. La luz se gobierna por el tiempo, y el sol, y las nubes... Todo lo maneja el tiempo. MANUEL: Es verdad lo que dices, despertador. Sin embargo, yo nunca comeré sin hambre y nunca dormiré sin sueño. RELOJ: Verás Manuel; voy a contarte una historia que ocurrió no hace mucho tiempo: «Había una vez un país en el que sus habitantes no contaban con el señor Tiempo. Los relojes allí estaban muy mal vistos. Los vecinos de otros países, 84
enviaban relojes de los más bonitos para hacerles cambiar, pero siempre eran destruidos. Tenían un foso muy hondo en el que tiraban todos los relojes por buenos y caros que les parecieran. La gente de este país hacía lo que le venía en gana a cualquier hora del día. Allí se encontraba Doña Tumbina... (Entra Doña Tumbina al cuarto de los juguetes.) RELOJ:... que era una mujer enemiga del tiempo; su único placer consistía en estar echada en una cama-balancín la mayor parte del día. (Doña Tumbina se dirige hacia la mecedora.) También habitaba allí Don Comilón... (Entra Don Comilón.) RELOJ:... para él cualquier momento era bueno para «hincar el diente» a cualquier objeto comestible; por eso, tampoco necesitaba un reloj. A ellos les pasaba lo que a ti, no querían hacer cosas que no les gustaban sólo porque un reloj inoportuno les señalara la hora de hacerlas, por eso practicaban sus aficiones, aunque todo el tiempo lo invirtieran en ello. Doña Tumbina y Don Comilón se habían convertido en dos personas obesas de tanto descansar y comer. Ellos habían olvidado al Tiempo, pero éste no pudo olvidarse de las leyes de la naturaleza...». MANUEL: ¡Por favor, despertador, ese no es mi caso! (Empuja al Reloj hacia un armario y lo encierra allí. Salen Manuel, Doña Tumbina y Don Comilón.) Cuadro III (Manuel vistiéndose para esquiar, canturreando una canción.) MANUEL: La, la, la, la, la. ¡Hoy iré a esquiar a la montaña! La, la, la, la, la. (Sale equipado y al momento vuelve a entrar con su hermano mayor.) JUAN: Pero, niño, si no hay nieve, ¿cómo quieres esquiar? MANUEL: (Triste.) Otros años sí que había. JUAN: Sí, pero eso fue en invierno. MANUEL: Y, ¿cuándo llegará el invierno? JUAN: Aún faltan unos meses. Te prometo que te llevaré los primeros días de nieve.
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(Salen los dos.) (Entra Manuel con su familia y todos se sientan a la mesa.) MANUEL: Papá... A mí me gustaría tener una motocicleta. PADRE: ¿Qué dices? ¿A tu edad? No puede ser. MANUEL: ¡Claro que puede ser! Conducirla es un poco más complicado que una bicicleta, pero pronto aprenderé. MADRE: No, no es posible, eres un niño y tienes que esperar varios años más. MANUEL: ¡Siempre hay que esperar! Estoy cansado de tener que esperar. (Se levanta de la mesa enfadado y se va a su habitación, se sienta en la cama muy triste, después se levanta de la cama y abre el armario, saca el reloj, le da cuerda y suena la campanilla.) RELOJ: Ring... Ring... (Manuel sonríe.) RELOJ: ¡Hola, Manuel! ¡Hombre, me alegro de verte sonreír! MANUEL: ¡Hola, despertador! Te pido perdón por lo que te hice. RELOJ: No importa; ya ves, yo sigo igual. MANUEL: No digas eso, estás lleno de polvo. (Limpiándolo.) Además, ni siquiera dejé que acabaras tu historia. RELOJ: Eso no tiene importancia. Tiene un final como el de todos los cuentos. Lo importante es que tú hayas comprendido que el pasar de la vida es el tiempo. MANUEL: ¡Claro que sí, despertador! Ahora te necesito más que nunca, volveré a colocarte en la mesita, en tu lugar de siempre. RELOJ: Gracias, Manuel. Pero, dime, ¿qué te ha hecho cambiar? MANUEL: Te reirás, pero ha sido el mismo tiempo. Verás: No puedo ir a esquiar en verano porque falta tiempo para que las nieves comiencen a caer; no puedo conducir una motocicleta, porque falta tiempo para que sea mayor... RELOJ: (Muy alegre.) Ahora estaré muy acompañado, porque supongo que a partir de 86
este momento te interesará conocer la hora. MANUEL: Por supuesto; tengo unas ganas de esquiar... RELOJ: ¿Quieres saber lo que le ocurrió a Doña Tumbina y a Don Comilón? MANUEL: Sí, mientras tanto veré cómo corren tus manecillas. Ahí es donde más claramente se ve el pasar del tiempo. (Entran Don Comilón y Doña Tumbina.) RELOJ: «... Como habían matado a tantos relojes, el señor Tiempo se llenó de cólera y les envió uno de esos relojes malvados que van acompañados de una carga explosiva a sus espaldas. Cuando llegó la hora programada, el reloj estalló y el Tiempo acabó de una vez con aquellos seres inútiles que en nada le valoraban». (El Reloj hace explotar varios globos y Don Comilón y Doña Tumbina caen al suelo con gran estrépito.) MANUEL: (Sonriendo y abrazando al Reloj.) ¡Pobre Doña Tumbina! ¡Pobre Don Comilón! (Salen todos a saludar.) FIN
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Temas: Educación medioambiental, generosidad, tolerancia y violencia. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. 88
•Vamos a pegar... carteles contra incendios. •Vamos a elaborar... collages vegetales.
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n unas tierras lejanas existía una inmensa plantación de pinos de tronco derecho, elevado y de copa densa y frondosa. El pinar se hallaba rodeado de otra gran extensión de encinas, robles y alcornoques. La plantación se encontraba dividida en dos partes, porque dos eran sus dueños. La primera mitad gozaba de una gran exuberancia y de una vegetación nunca antes conocida. La naturaleza, con sus mejores formas y en su mejor momento, habitaba aquellas tierras y se negaba a escatimar cualquier esfuerzo que diera como resultado belleza y apaciguamiento. Esta mitad era irada por cuantas personas la visitaban y la conocían. Separando cada parte de la plantación, había un vallado formado por estacas clavadas en el suelo que se extendían a lo largo de toda la línea divisoria. Ocurría que la otra parte de la propiedad no podía, ni con mucho, compararse con la anterior pues su estado era bastante deprimente. Mientras en la primera, existían multitud de pinos, que difícilmente podía abastecer a cortar su dueño por ser tan numerosos, en la segunda, aparecían los árboles escasos y desperdigados. Mientras en la primera, los pinos rebosaban un verdor y una salud incalculables, en la segunda, aparecían tristes y con ramas despobladas de hojas y enfermizas. Se podría decir de estas tierras pobres que eran campos desiertos llenos de tierra estéril, vecinos de un precioso bosque de riqueza sin igual. Los dos dueños esperaban conocer pronto aquel misterio, que hacía de unas tierras tan próximas, tan injustamente diferentes. Ambos se dedicaban a cultivar los pinos para apropiarse de su preciado fruto, el piñón. Cuando el rendimiento no era lo suficientemente rentable, se disponían a talar los árboles; así comercializaban con su rica y estimada madera. El dueño poderoso miraba con orgullo sus tierras, y compadecía a su vecino por su mala suerte. El dueño pobre se negaba a malvender esas tierras miserables, las quería conservar a toda costa, eran su única herencia, su propiedad más estimada, aunque esa decisión de no vender significara la pobreza y la incertidumbre. Soñaba con ver convertidas sus tierras en un lugar saludable, al igual que las de su vecino, pero la 90
realidad era muy distinta. Y ocurrió lo inevitable cuando la desigualdad hace acto de presencia. Un día, el dueño pobre comenzó a sentir envidia de su vecino rico y esto, sin duda, iba a originar el fin de unas relaciones que hasta la fecha habían sido amistosas. La vida en aquel bosque se desarrollaba con toda la normalidad que puede permitir la riqueza y la pobreza. Por supuesto que los animales del lugar preferían habitar el pinar rico. La vida allí era mucho más fácil, la comida más abundante, el paisaje más bonito y el aire mucho más saludable. Una tarde ocurrió algo inesperado: Entre las numerosas ardillas, las cantarinas tórtolas y los reales búhos, que jugaban entre las ramas de los árboles, apareció un ave primorosa que, informada del gran atractivo de ese bosque, acordó también en llegar al territorio rico. Se trataba de un precioso pinzón real de vistoso plumaje de color azul y cabeza gris brillante. Hacía mucho tiempo que volaba por aquellas tierras, esperando encontrar un lugar así. El cansancio era grande en él, aún tenía que buscar un buen refugio donde pasar la noche a salvo de cualquier peligro. Corría de un árbol a otro y a todos preguntaba si podía construir su nido allí. Los pinos, al conocer la especie de aquel pajarito, se negaban rotundamente. -Lo siento, pero si no fueras pinzón real... La misma respuesta escuchó de casi todos los árboles. ¿Qué tenía él de malo para que ningún pino le quisiera dar cobijo? ¿Era tan diferente de los otros pájaros? La respuesta estaba en que la mayoría se alimentaban de insectos mientras que él lo hacía de piñones. Seguía interrogando a los escasos árboles que le quedaban por preguntar: -Y tú, ¿me dejas que habite en ti? -No. Prefiero a otros pájaros. -¿Qué hacen los demás pájaros que no haga yo? - exclamaba desesperado. -Pues verás, por ejemplo las tórtolas nos alivian de los picores de los insectos porque se los comen todos y no dejan uno vivo. Continuaba su marcha esperanzado en encontrar un buen árbol que le quisiera ayudar, al menos, durante esa noche. Al día siguiente marcharía en busca de otro lugar más hospitalario. -¡Eh, amigo pino! ¿Quieres decirme de qué forma te perjudico si me quedo a vivir 91
contigo en tu verdosa y abundante copa? -Si de verdad quieres saberlo, te lo diré. A ti te gustan mucho los piñones, ¿no es así? -Si, yo me alimento de ellos. -Pues, ese es el único inconveniente que hace que ningún pino quiera ayudarte. -Pero, ¿qué perdéis vosotros? - preguntaba intrigado. -A nosotros nos da igual perder nuestros frutos a causa de nuestro dueño o de los pájaros. Lo que no nos da igual es que nos invadan a balazos cada vez que se corre la noticia de que albergamos a pinzones reales. Nuestro físico se ve muy desmejorado cuando las ramas quedan desprendidas, si es que no llegan a caer al suelo. Y las heridas de un pino duelen tanto... Desilusionado, el pájaro intentó alejarse de aquel bosque enemigo de los pinzones reales; pero, llegó hasta él una voz agradable que lo llamaba: -¡Espera, no te vayas! ¡Vuelve aquí! El pájaro quedó inmóvil buscando con la mirada al portador de aquella voz invitadora. Pudo llegar hasta el lugar de donde provenía y allí encontró a un pino de semblante amable que le estaba sonriendo: -¿Querías alguna cosa? - preguntó ya sin esperanza de encontrar algún árbol amigo. -Sí, quiero invitarte a que subas hasta mi alta copa. -¡No puedo creerlo! ¿Hablas en serio? -Totalmente en serio. Acércate a mí y hablaremos sin necesidad de dar voces. El pájaro obedeció, pero no confiaba demasiado en la benevolencia del pino. Este le decía: -Antes de nada, quiero pedirte perdón por la conducta de mis compañeros. No creas que es tanta la molestia de albergar pinzones. Lo que ocurre, es que ellos no quieren incomodarse aunque, esa pequeña molestia signifique la felicidad de otros seres. -No puedo culparlos - hablaba tristemente - además, ellos dicen que el dueño les dispara con su escopeta si encuentra algún pinzón. -Sí, eso en parte es verdad, pero tengo que revelarte algo: Cuando el dueño dispara no 92
lo hace apuntando a los pinos, sino en dirección al cielo. De esta forma los pájaros se asustan y dejan de comer nuestro preciado fruto. -Entonces, ¿cómo es que se quejan de sus heridas? -Eso sólo ocurrió una vez que el dueño disparó y una pequeña rama herida cayó al suelo. Esa rama era mía... -¡Pobre pino! ¿Y aún así, después de haber sufrido los dolores de aquella herida, quieres hablar conmigo? -¿Por qué no? Tú no eres el culpable. -Entonces, ¿quieres que me quede esta noche? -Esta y todas las que quieras. Mi tronco siempre estará dispuesto para tu nido. Resguardado por las hojas de aquel pino enorme y bondadoso, el pinzón real descansó con más o menos comodidad durante aquella noche. Al día siguiente, el canto melodioso de aquel ave despertó al pino que, desperezándose con sus picudas hojas, extendía sus ramas al viento en señal de bienvenida para el nuevo día. El bello pájaro pronto se abasteció de almendras y, después de tomar fuerzas, se dispuso a construir su futuro nido. Debía ser fuerte y duradero, ya que el pino amigo se había ofrecido por un tiempo indeterminado. Los alegres cantos del pájaro piñonero se dejaban oír en todo el contorno de aquel bosque rico. En el viaje de vuelta, solía llevar en su grueso y robusto pico pajas, hojas secas y broza que hacían imposible la acción del canto, pero al dejarlas en el tronco, otra vez surgía el bello cántico lleno de alegría y esperanza. En un corto espacio de tiempo, el nido quedó construido y en él se instaló el pinzón real. Allí llevaba una armoniosa vida llena de tranquilidad. El pino no se había arrepentido de dejarle entrar, ni de comer de su fruto, pues a cambio recibía compañía; mejor compañía que la que los otros pinos se negaban a prestarle. Pero el árbol generoso se encontraba un poco abandonado y despreciado por este motivo; sus compañeros no comprendían cómo podía ser tan ingenuo al dejar que el pinzón real viviera allí, aprovechándose de sus preciadas almendras, por eso lo amenazaban: -Algún día el dueño te cortará de raíz por no querer darle fruto. Entonces tendrás que 93
pedir ayuda a tu querido pinzón. -¡Dile que se vaya a otras tierras! ¡Es un pájaro gorrón y peligroso! -¡Es un pájaro ladrón! ¡Destruye su nido o no pertenecerás a nuestro pinar! El pino no hacía el menor caso de aquellos comentarios, pues le resultaban bastante molestos. Los otros árboles no agradecían el bello canto que circulaba por los alrededores del bosque y se negaban a prestar el más mínimo apoyo de vuelo que sirviera de residencia al pinzón. Una noche, cuando todos los árboles dormían y una brisa cálida los acariciaba, una siniestra sombra se adentró en aquel maravilloso bosque poblado. Era la silueta de un hombre que llevaba en sus manos un recipiente metálico y en su mente una idea tan destructora como el mismo fuego. Pudo saltar con facilidad la verja de a la propiedad y, encorvándose ágilmente, derramó un líquido de un hedor insoportable, era gasolina. Este hombre era el dueño pobre que, lleno de envidia, quiso vengarse, de una vez por todas, de aquellas tierras que él calificaba de desiguales y que permitían tantas injusticias. No podía contemplar cómo su plantación iba cayendo en la miseria y él iba siendo arrastrado también hacia ella. Nada tenía que perder al provocar un incendio, pues sus tierras no quedarían peor que ya estaban, al menos eso pensaba él. Sin embargo, las de su vecino quedarían arrasadas. Al fin, los dos hombres estarían en igualdad de condiciones. Una débil llama prendió fuego en un pequeño charco del líquido inflamable. Tras ver el comienzo de lo que sería un negro y macabro espectáculo, la oscura y traicionera silueta desapareció de aquellos parajes dejando actuar por su cuenta al arma más peligrosa para el hombre, un arma conocida y utilizada por él durante siglos: el terrible fuego. La suave brisa de la tarde ayudaba a su propagación y el incendio crecía a pasos agigantados. Los animalitos del bosque huían espantados de aquel monstruo hiriente, rojo y anaranjado que quería darles alcance con sus garras de llamas humeantes. El responsable de aquella tragedia se encontraba muy lejos de allí, para poder arrepentirse del daño que estaba causando, porque huyó de aquellas tierras pensando que su envidia no podría ocultar la gran vergüenza que ahora sentía por su mala acción. Toda una larga noche llena de gemidos, de quejidos lastimeros, tuvo como 94
protagonista el espantoso fuego. Los árboles se oían caer, ardían con facilidad en aquella gigantesca hoguera que la envidia y la venganza habían preparado. El incendio proseguía y nadie se acercaba para aliviarlo. El alba trajo consigo un paisaje lleno de dolor y de pinos, de encinas, de robles y de alcornoques abrasados, de animales muertos y de hojarasca negruzca que aún llameaba entre las colinas. El dueño poderoso, ya no lo era tanto. Harían falta muchos, muchísimos años para poder convertir aquello en tierra fértil o que al menos sirviera de tranquila y habitable morada para los seres vivos. El triste territorio al fin se llenó de hombres diligentes con la intención de ver extinguido cuanto antes aquel desastroso incendio. Eran los bomberos y agentes forestales que, para colmo, habían recibido la llamada de auxilio con retraso, demasiado tarde. Sin embargo, había algo en ese bosque quemado que les llamaba poderosamente la atención. Algo distinto a los demás bosques quemados. Todos ellos quedaron muy sorprendidos al comprobar que entre tanta desgracia, un solo árbol seguía aún con vida y, lo más curioso, sin rastro alguno del fuego de la espantosa noche anterior. Era el pino amigo del pájaro pinzón. Al acercarse a él, observaron a su alrededor un círculo perfecto de unos cinco metros de radio que estaba intacto. El árbol sostenía sus ramas en quietud y en silencio y en ellas se podía ver a un pajarito de apariencia sosegada, como si la tragedia que estaba presenciando llegara realmente a su entendimiento. El frondoso pino también parecía mostrar una inmensa tristeza al ver aquel paisaje oscurecido y lo demostraba con una silenciosa quietud en todo su ramaje. No podían comprender cómo un solo árbol había sido respetado de aquel ardor inmenso y cómo un solo pájaro seguía en esos parajes tan triste y desolado. Pero allí estaba la verdad y sólo era conocida por ellos dos, un pino generoso y un alegre pájaro pinzón, protagonistas de una gran belleza, en contraste con la mala estampa que en el horizonte dejan todos los incendios forestales. Los hombres diligentes quedaron asombrados ante el milagro que ofrecía la generosidad de aquel árbol que, junto a su pajarillo, prestaba su preciada y amistosa semilla para comenzar en el bosque una nueva vida. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS
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➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Amable: •Semilla: •Bosque:............. •............. • ➢ VAMOS A PEGAR... Carteles contra incendios Material: -Cartulinas. -Lápices de colores, ceras y rotuladores. -Témperas. -Cola. -Cello. Desarrollo: Se trabajará por parejas y con la cartulina en formato vertical. Cada pareja escribirá con letras muy grandes un consejo para evitar los incendios y sus posibles daños materiales y humanos. Después, ambos dibujarán imágenes alusivas al mensaje y se coloreará todo el cartel con la técnica pictórica preferida. Los mensajes publicitarios pueden ser semejantes a estos: -No utilices electrodomésticos defectuosos. -Fumadores: Es peligroso fumar en la cama. -Cuidado con los adornos eléctricos del árbol de Navidad.
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-Prohibido jugar con mecheros o cerillas. -En un incendio hay que: 1° Salvar a personas y animales. 2°Pedir auxilio. 3°Apagar las llamas. -No utilices el ascensor si hay fuego. -El humo es más peligroso que el fuego. -No enciendas hogueras en el bosque o en el campo. -En caso de incendio, hay que gritar: ¡Fuego! -No tires colillas desde el coche. -Niño: No te escondas del fuego en armarios o rincones. -Ante un incendio, no hay que cerrar las puertas con llave. -Las llamas de una persona ardiendo se apagan con mantas. -Prohibido echar agua sobre las sartenes y freidoras incendiadas. -Etc. Los mismos niños pueden dar otros consejos similares. Finalizados los trabajos, comenzará la auténtica pegada de carteles aprovechando una valla de ladrillos, muro o cristal en una zona bien transitada por niños y mayores. ➢ VAMOS A ELABORAR... Collages vegetales Material: -Cajas de cartón grandes (50 x 75 x 10 centímetros aproximadamente). -Hojas de árboles. -Plástico transparente. - Pegamento de barra. 97
- Rotuladores. Desarrollo: Como motivación inicial para la recogida de hojas, se hará una salida al bosque o parque más cercano o bien se solicitará a los niños que lo hagan con su familia o amigos en el fin de semana anterior. Se trata de que las especies arbóreas más características del entorno queden representadas en un cuadro vegetal. Para ello, se tomará la caja sin tapa frontal y en su fondo interior se dibujará la figura del árbol elegido, perfilando con rotuladores la silueta y el tronco. Se dejará reservado un espacio superior para rotular el nombre del árbol y se procederá a pegar las hojas recogidas sobre la figura dibujada. El resto de las hojas sobrantes se colocarán de forma abundante sobre el lateral inferior de la caja. Para finalizar, se cerrará la caja con el plástico transparente con el fin de que no caigan las hojas sueltas y el trabajo realizado esté protegido y adquiera la apariencia de un cuadro vegetal cerrado con el plástico simulando el cristal. Sólo quedará perforar los cartones y colgar los trabajos, montando una pequeña exposición bajo el título de «Nuestros vecinos los árboles».
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Temas: Amistad, compartir y convivencia. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a participar... en el juego de las «cosas» buenas. 100
•Vamos a merendar... merienda con sal.
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la hora del recreo en el colegio, multitud de niños aparecían en el patio alegres .y vivarachos. Saltaban, corrían, se olvidaban momentáneamente del estudio agobiante. El recreo era el principio del día para los niños. Estar en él representaba para ellos la verdadera libertad. No había ataduras de ninguna clase. Casi todo podía hacerse allí, salvo lo que pudiera molestar a otro compañero. Los alumnos habían tomado la costumbre de guardar para el descanso toda clase de golosinas, desde caramelos y bombones, hasta pasteles y gominolas. Todo ello se iba almacenando en una caja que el encargado del grupo guardaba. Reunidos los niños, procedían a repartir los dulces entre todos los alumnos, incluidos lo que nada aportaban a la caja. Estos nunca llevaban caramelos al recreo, pero no lo hacían por egoísmo; nunca llevaban nada porque nada tenían. Alguien dijo una vez que debían participar en el reparto del mismo modo que los que acostumbraban a llevar. De todas formas, había una lista con los nombres de los niños y allí anotaban la cantidad que aportaba cada uno. A los pocos minutos de salir al patio de recreo, los pequeños se agolpaban cada uno en su grupo; al instante formaban unos círculos perfectos y en el centro de cada uno de ellos el encargado pasaba lista, anotaba y recogía las golosinas. Después, por el mismo orden, se hacían partes iguales con los dulces que algunas veces resultaban dificilísimos de repartir. Hecho esto, los niños volvían a correr enloquecidos llevando en la boca y en las manos la ración de la semana. Algunos chicos, casualmente, tenían ganas de ir al servicio en ese instante y una vez allí aprovechaban la soledad para tomarse sus propios dulces. Este truco era ya muy conocido entre ellos, pero no era fácil acusar a nadie ya que sin ver el delito no se podía acusar. En uno de los grupos había un niño con cara de pocos amigos. No quería compartir sus lápices ni sus colores y menos aún sus golosinas. Se llamaba Augusto, pero todos le llamaban «el solitario». Por no compartir carecía de amigos, él pensaba que tampoco los necesitaba. Al solitario no le faltaba de nada, cosa que necesitara para el colegio, con pedirla en casa era suficiente, siempre la conseguía. Ni una sola vez había echado algo a la caja. Su nombre estaba en la lista con las anotaciones en blanco y jamás aparecía en el reparto. No quiere esto decir que no comiera dulces; el solitario era tan goloso como el que más y practicaba el truco del servicio. Allí, sentado en un rincón, plácidamente lamía, chupaba y masticaba toda clase de golosinas. Cuando terminaba, limpiaba sus manos y su boca de cualquier resto pegajoso que pudiera delatarle. 102
De vuelta a clase los niños aún portaban sobras de caramelos. El solitario los miraba con envidia, pero pronto aparecía en sus labios una sonrisa burlona. Él pensaba que estaba más harto que los demás. Sólo su estómago y él conocían la verdad. Ya nadie le preguntaba por el lugar donde había estado, conocían su respuesta: -Estuve estudiando, yo no pierdo el tiempo como vosotros. Podía hablar así, ya que sus notas eran fabulosas y aunque los niños sospechaban la verdad, eso les impedía decirla. Una vez, «el solitario» dejó de asistir a clase. Unos pocos compañeros le echaron de menos, pero alguno quiso interesarse por él y preguntó al profesor: -¿Por qué no viene a clase el soli..., digo, Augusto? El profesor explicó: -Augusto está enfermo y sus papás no le dejan venir porque no confían en él y menos aún en vosotros. -¿Qué ocurre? ¿Por qué no confían en nosotros? -Este niño tiene un problema con sus dientes y el doctor le ha prohibido tomar dulces. Sus padres conocen la costumbre del «reparto» y no confían en que Augusto deje de tomarlos. Lo que deberíais hacer es ir a verle; pero eso sí, no se os ocurra llevarle golosinas, porque no os las van a agradecer. Los alumnos no podían explicar al profesor la verdad, pues la familia del solitario gozaba de su simpatía. La desconfianza puesta en los niños, sin argumento alguno, hizo que la indignación fuera general. Pensaban ir a visitar a Augusto, pero de alguna forma tenían que demostrar parte de la verdad. Se presentaron en su casa cerca de treinta niños, ni más, ni menos que los componentes de todo el grupo de la clase. Los papás de «el solitario» explicaron la tremenda caries de la dentadura de Augusto. Este se quejaba de dolor; sus dientes aparecían con un cerco oscuro, casi negro, y su cara había crecido de una manera gigantesca. La inflamación de sus encías era general. Esto hizo estragos en la mente de los niños, que sintieron una profunda lástima por «el solitario» y abandonaron su razonada venganza. Augusto sufría por goloso y egoísta. Además, les había dicho a sus padres que compartía con sus amigos las golosinas. Tuvo que acostumbrarse a carecer de ellas hasta 103
su total curación. En ese tiempo le costó trabajo no tomar dulces, pero con la ayuda de sus amigos no se sintió solo y ya no le llamaron más «el solitario», entre otras cosas porque no lo era. Después, siguió comiendo dulces, pero éstos eran compartidos con los demás y no podía comer muchos. En clase prestaba sus cosas y ayudaba a los niños en algunos ejercicios. Su dolor de muelas le sirvió para que se sintiera en clase como uno más. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Repartir: •Recreo: •Dulces: •............. ➢ VAMOS A PARTICIPAR... En el juego de las «cosas» buenas El juego se puede introducir con una pequeña charla sobre cómo todos los seres humanos siempre tenemos virtudes o algún talento, pero también defectos. Para participar en este juego será necesario olvidarse de los defectos, sólo nos acordaremos de las «cosas» buenas o cualidades a destacar en una persona. Los niños se disponen en círculo, sentados. Cada uno de ellos preparará una hoja de cuaderno y escribirá, con letras mayúsculas, su nombre y sus apellidos. Después lo pasará a su compañero de la derecha. Este debe escribir una cualidad o «cosa» buena del niño o niña que ha firmado ese papel. Y así se irá pasando la hoja de cuaderno de su nombre por el corro o círculo. Se puede interrumpir la rueda al expresarse la décima opinión. El juego puede continuar con la lectura en voz alta de las «cosas» buenas de un papel extraído al azar, pero tomando la precaución de no leer el nombre. Los participantes 104
tratarán de adivinar de qué compañero se trata. Quien acierte la identidad correcta a quien pertenecen esas cualidades, leerá las «cosas» buenas del papel que tenga en la mano y así sucesivamente. ➢ VAMOS A MERENDAR... Merienda con sal Para organizar esta fiesta tan salada, se fijará una fecha que coincida con el final de la semana, o con el último día lectivo o con la víspera de algún periodo vacacional, con vistas a si se produce más alboroto o se ensucia más de lo normal en el aula o en la sala. La merienda será tan salada, que estarán prohibidas las golosinas como medida de precaución para que no nos ocurra lo que a Augusto, el protagonista del cuento. Cada niño aportará aperitivos salados, los cuales se irán dejando sobre una mesa: «LA MESA DEL REPARTO». A la fiesta pueden estar invitados los niños de otros cursos superiores o inferiores. Se trata de compartir y repartir meriendas y experiencias, dando un pequeño descanso, al menos por un día a nuestra dentadura del ataque de dulces y demás chucherías que atacan nuestro esmalte dental. Como entrada especial para ser itido en la fiesta los niños deberán mostrar su cepillo de dientes y usarlo al finalizar la merienda como condición indispensable para poder abandonar la fiesta.
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Temas: Aventuras, imaginación y poesía. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a fichar... a nuestras mascotas. 106
•Vamos a investigar... sobre Federico García Lorca.
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'ederico es poeta. Escribe versos sobre cosas bonitas y sobre cosas tristes. Un día escribió unos versos muy bonitos y tristes para decir cómo es para él un poeta.
Otro día escribió unos versos sobre la triste historia de un lagarto. Un lagarto tristísimo que lloraba y lloraba sin parar, junto a su enamorada la triste lagarta.
Después de terminar este poema, Federico se quedó muy pensativo, con los codos apoyados sobre el escritorio. No advirtió que entre las patas de la silla algo muy inquieto y nervioso se movía. Era un pequeño reptil muy juguetón que le hacía cosquillas en los pies. -Pero... ¿cómo es posible? ¡Es un lagarto! -¡No! ¡Bua, bua! ¡No soy un lagarto! No soy cualquier lagarto. ¡Soy tu lagarto! El verdadero lagarto de tu poema - decía con la voz entrecortada por la pena. -Pero, no puede ser. Tú vives en mi imaginación, tú sólo eres poesía. -Soy tu lagarto triste, con delantalito blanco y todo. Si no me crees voy a por la 108
lagarta para que te convenza con su inconsolable llanto. ¡Bua, bua! -¡No, no! - dijo Federico-. ¡Espera, no te vayas! ¿Qué es lo que te pasa? -Eso lo sabes tú mejor que yo, por algo eres quien ha escrito mi poema. ¡Buena la has hecho! No se te ocurre otra cosa que decir que perdemos el anillo de casados. Mi lagarta está llorosa y melancólica. Necesito urgentemente una sortija. Así no se puede quedar este poema. -Bueno yo puedo darte el anillo de oro que mi madre me regaló en mi último cumpleaños. -No, mi anillo no era de oro, mi anillo era de plomo. Nosotros queremos nuestro anillito plomado. -Pues, no sé cómo ayudarte. Ni tampoco conozco dónde venden anillos de plomo para lagartos. -¡Yo sí que lo sé! - dijo el lagarto levantando la cabeza al máximo y apoyándose en sus patas traseras. -¿Dónde? - exclamó medio aturdido Federico. -En la poesía. Si el anillo se ha perdido en tu poesía, lo buscaremos también en tu poesía, lo vendan o no. -¡Pero eso es imposible! - dijo Federico llevándose una mano a la cabeza.
Y así fue como Federico y el lagarto se adentraron en su propia poesía para buscar el anillo plomado.
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Pero por más que buscaron no encontraron a Isabel ni su flor azul.
Y como este poema les dio una pista, hacia los rayos del sol se encaminaron Federico y el lagarto, por si acaso.
-¡Es inútil! - dijo el lagarto-. Si el sol supiera dónde está el anillo ya me lo hubiera dado. El sol también, aparece en mi poema, ¿recuerdas? Pero Federico insistía en subir por los rayos del sol.
-No temas, no soy el Otoño; somos Federico y el lagarto. Buscamos un anillo de desposados para que él y su lagarta dejen de llorar.
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Sin embargo, el sol que esperaba la llegada del Otoño, cansado de un verano caluroso, cerró sus rayos como quien cierra un balcón y dijo:
Y los dos se despidieron del sol con estos versos:
Y el sol se escondió detrás de la tarde. Federico aprovechó que estaba en el cielo de su poesía, lugar donde le gusta estar a todos los poetas, para buscar la luna y preguntarle si ella sabía algo del anillo, pero la voz de una estrella le recitó estos versos:
-¡Eh, doña Luna! ¡Es tu turno! ¿Por qué no sales ahora que se ha escondido el sol? le preguntó el lagarto.
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Entonces la luna se puso muy triste, enfermó gravemente y se murió en el siguiente poema, ante los atónitos ojos de Federico y el lagarto llorón que comenzó a llorar ahora con mucha más fuerza.
La tristeza del lagarto iba en aumento.
-¿Y de qué te ríes ahora, si puede saberse? - le preguntó Federico-. Seguimos sin encontrar el anillo y además, por si fuera poco, ahora se nos muere la luna. -¡Jo, jo, jo! - reía el lagarto con su risa de reptil cansado-. Me río porque en la poesía está a punto de llegar la primavera y eso nos gusta a todos los lagartos. Es curioso, ¡qué rápido pasa el tiempo en el mundo mágico de la poesía!
Federico leyó y recordó este poema y dijo: -Sí, supongo que ese es uno de los secretos mejor guardados de la primavera.
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Y en un santiamén los dos se metieron en las estrofas de otro de sus poemas.
Entonces el lagarto se entusiasmó con una bella mariposa que revoloteaba en aquel primaveral jardín de la poesía y se olvidó, por un momento de su anillo de plomo.
Sí, estoy aquí; y ahora aquí; y ahora estoy aquí. ¿A qué no me pillas? El poeta Federico se reía a gusto viendo como el lagarto corría detrás de la mariposa sin poder alcanzarla.
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-¡Espera, mariposa, tú puedes ayudarme! La mariposa se detuvo un instante, apoyada en la cola del lagarto. -Busco un anillo de plomo para mi lagarta - dijo el reptil muy apenado pero con un gramo verde de verde esperanza. Pero la mariposa dorada y verde se fue con el aire y, sin dejar de volar, le contestó:
Allí, cerca de las flores más bellas está mi lagarta. Dile que muy pronto estaré de vuelta.
Federico se acordó de pronto que tal vez la Tarara supiera dónde encontrar anillos de desposados. -Olvida a la mariposa, vamos a buscar a la Tarara.
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-Por aquí, por aquí Federico, ¿no escuchas los cascabeles? Encontraron a la Tarara bailando. -Escucha, Tarara. ¿Dónde podemos encontrar un anillo de plomo que acabe con el llanto de este pobre lagarto y de su enamorada? La Tarara no respondió, se limitó a bailar moviendo como loca la cintura y se alejó de allí cantando esta canción:
Y bailando y cantando con frenesí, la loca de la Tarara desapareció. Cansados de buscar, el poeta y el reptil se sentaron y suspiraron al borde de un camino.
-¡El mar! ¿Cómo no lo habré pensado antes! - dijo Federico. -¿Tú crees que en el mar estará mi anillo? -Es posible. ¡Todo es posible en el mar! Una vez conocí a una niña que se fue al mar y se encontró con un río.
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-Mañana iremos al mar, estoy seguro que en el fondo tiene escondidos cientos de anillos. Los enamorados acostumbran a perderlos allí. Pero el mar estaba muy lejos de allí. Con el paso del tiempo y tan larga caminata, los lagartos se hicieron viejos.
El poeta Federico también lloraba porque en todos sus poemas no pudo encontrar el anillo de plomo que alegrara a los desconsolados lagartos. Ante tanta tristeza, no pudo menos que escribir una canción triste, muy triste, y tonta, muy tonta.
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Y Federico se quedó dormido. -¡Despierta! - dijo muy alegremente el lagarto. -¿Qué pasa? - respondió sorprendido Federico-. ¿Has encontrado el anillo? -No, pero el mar está ahí, muy cerca. ¡Mira! Me ha regalado esta preciosa caracola. Estoy seguro de que le gustará a mi lagarta y podrá olvidarse de la sortija por un tiempo. -¿Una caracola? -Sí, ¿hay algo más poético que una caracola? Es mágica, te la pones al oído y se oye el sonido de las olas. El mar me ha dicho que ella me contará muchas historias de amor que conocen sus saladas aguas, historias de peces enamorados e historias románticas de sirenas y de poetas. También me ha dicho que el mar ha sido siempre el lugar ideal para hacer promesas de amistad y de amor. ¡Vaya si le gustará la caracola a mi lagarta! -Pues, ¡vámonos a casa de vuelta! Así de ilusionados volvieron al segundo poema que aparece en este cuento. Allí se 117
encontraron con la sorpresa de que la lagarta había cesado de llorar. Los versos de la poesía le habían consolado. Por donde ella estaba pasaron todos los protagonistas de los poemas: Isabel, la muchacha de la flor azul, otra flor, la pitiflor, la verde oliva, el Otoño, el caracol, la viejecilla del balcón, doña Luna, la primavera, la mariposa dorada y verde, la Tarara y la niña que contaba olas y chinas en el mar. La lagarta abrió la caja que le traían y tomando la caracola dijo:
-¡Gracias, mi querido lagarto! ¡Gracias, amigo Federico! - dijo emocionada la lagarta. Y así fue cómo Federico pudo al fin sonreír tranquilo y dedicarse a escribir muchísimos versos tristes y bonitos.
Como puedes suponer, este final no lo ha escrito Federico. ¡Atrévete y escribe tú aquí otro final en verso para los lagartos!
Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS 118
Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Poeta: •Sortija: •Caracola: ➢ VAMOS A FICHAR... A nuestras mascotas Material: -Cartulinas. -Pegamento de barra. -Tijeras. -Hojas de cuaderno. -Fotos. -Recortes de revistas. -Ceras y rotuladores. Desarrollo: Individualmente, cada niño escribirá en una hoja de cuaderno una historia verdadera o inventada sobre su mascota preferida. En la parte superior de una cartulina tamaño 25 x 30 centímetros en formato vertical, se pegará la foto, recorte o dibujo de la mascota, debajo su nombre en mayúsculas y se responderá a los datos siguientes:
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Debajo se pegará la hoja de cuaderno o se copiará la historia o anécdota más graciosa del animal. Después se puede hacer una puesta en común sobre todos los trabajos realizados con un intercambio provisional de fichas de mascotas para conocer mejor a los compañeros y su entorno en relación con el cuidado y respeto a los animales. Ejemplo: FOTO CAPITÁN EDAD: 2 años. SEXO: Macho. ESPECIE ANIMAL: Perro. SE ALIMENTA DE: Comida preparada y mortadela. LO QUE MÁS LE GUSTA ES QUE YO: Lo lleve al parque. HISTORIA: Un día mi Capitán se metió en una tienda de sombreros, al verle el dependiente se puso muy nervioso y mi perro se metió dentro del escaparate derribando todos los sombreros. Los dos pedimos perdón y salimos corriendo. Yo, muerto de risa, mi perro Capitán ladrando y el hombre de la tienda echándose las manos a la cabeza. ESTA MASCOTA ES DE LUIS ➢ VAMOS A INVESTIGAR... Sobre Federico García Lorca Material: -Libros. -Enciclopedias. -Internet. -Papel doble folio. -Lapiceros. 120
-Recortes de revistas. Desarrollo: Se trabajará por equipos de tres a cinco niños. Prepararemos varias hojas de papel en formato Din A3, doble folio, a modo de páginas de periódico, en ellas se escribirá el resultado de las investigaciones realizadas por los niños en casa, en el colegio o en la biblioteca sobre el poeta. Todos estos datos se acompañarán de fotografías e imágenes acordes a los textos. El profesor, monitor o bibliotecario coordinará los trabajos con el fin de que no se hagan muy repetitivos en fechas, títulos de las obras, datos biográficos, etc. Cada una de las columnas de información impresas en el periódico estará firmada por quien la haya realizado. Las noticias de investigación irán precedidas de un titular de prensa, de una entradilla, y de la foto del niño periodista o investigador que la haya redactado. Si el resultado del periódico es aceptable y notable, pueden realizarse copias y repartirlas entre otros compañeros del colegio, amigos, familiares y enviar también una copia al periódico local o provincial que tengamos más a mano.
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Temas: Aventuras y fantasía. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. 122
•Vamos a narrar... minicuentos colectivos. •Vamos a decorar... globos.
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ra un día festivo. Los papás de cuatro niñas acordaron salir de noche a divertirse, dejando a las niñas solas en casa de Má Angeles, la mamá de Silvia. Las niñas, que además eran primas, no juzgaron la idea muy acertada pero al final estuvieron de acuerdo pues después de todo no las separaban. Los papás se marcharon no sin múltiples advertencias para las pequeñas acerca de las puertas, los enchufes, habitaciones prohibidas para ellas, etc. Sandra propuso jugar al corro pero nadie la apoyó en su idea, podían jugar mañana en el parque. Carolina dijo: -Podemos jugar a los papás y a las casitas. Silvia le contestó: -Pero no tenemos ningún niño que pueda hacer de papá, a menos que tú lo hagas. Noelia no hacía caso de los comentarios de sus primitas. Estaba absorta contemplando la noche. En el oscuro cielo millares de puntos luminosos destelleallan a lo lejos. Un gran círculo le atraía por su gran resplandor: era la luna. Noelia se preguntaba quién viviría allí en la luna, acaso duendecillos de colores que silbaban mientras brincaban por caminitos estrechos, o grandes monstruos que escondían su temible cuerpo en la oscuridad. Duendes o monstruos, la luna era bonita, al menos desde la terraza de su prima Silvia. Tan absorta estaba en sus pensamientos que no pudo escuchar la voz de un patito que le pedía ayuda abajo en la calle. -¡Cua, cua, ayude, estoy herido! ¡Cua, cua! Sandra escuchó la queja y preguntó: -¿Qué es eso? Parece que viene de la calle. Vamos a la terraza... Juntas las cuatro pudieron comprobar que un patito azul y blanco se hallaba arrinconado cerca del tronco de un árbol. Silvia no se pensó un momento en bajar a ayudarle pero en su entusiasmada carrera por el pasillo desechó este pensamiento porque no podían bajar: ¡Estaban encerradas! Entonces se le ocurrió buscar sábanas y mantelerías y juntas las cuatro fueron uniendo 124
con nudos todo lo que Silvia encontró en los cajones de los armarios. Cuando tuvieron suficientes ataron la cuerda formada al sofá y lo atravesaron en la puerta de la terraza. Bajaron una a una y llegaron hasta el pobre patito que les dijo: -Tengo un ala lastimada y no puedo volar, ¿queréis ayudarme? Las niñas tomaron al pato con cuidado y volvieron a subir por la cuerda de sábanas. Silvia buscó alcohol y vendas y milagrosamente el pato quedó curado. Después les dijo: -Quiero recompensaros por haberme ayudado. Pedidme lo que queráis. Noelia preguntó: -Eres un patito muy bueno pero, ¿qué puedes hacer por nosotras? Estamos aquí encerradas, nuestros papás han salido y nosotras nos estamos aburriendo, no sabemos cómo jugar. -¿Qué os gustaría hacer? -No nos ponemos de acuerdo - contestó Sandra. Noelia añadió: -Si tú eres un pato que lo puede todo, ¡llévanos a la luna! Yo quiero verla. ¿Tú sabes volar, no? -Sí, yo puedo volar y aunque sois nada menos que cuatro niñas, voy a intentarlo. ¡Subid sobre mí! Las niñas se instalaron alegres sobre su pato amigo y él se dispuso a agitar sus alas. De repente, una ráfaga de aire les levantó y consiguió hacerles salir de la casa. La noche era oscura, pero las niñas no tenían miedo, las estrellas brillaban y además iban camino de la luna. Llegaron en un santiamén y allí pudieron contemplar un mundo maravilloso. La luna estaba llena de globos de todos los colores. Los globos tenían vida y les daban la bienvenida. Un globito rojo se presentó ante ellos y les dijo: -¡Bienvenidos a la luna! Este es el País de los Globos. Nosotros somos los globos que 125
los niños dejan escapar sin querer. Todos venimos aquí y esperamos el momento que los niños vengan a por nosotros. Las niñas abrían los ojos y sólo podían ver globos y más globos. Sandra propuso: -Nosotras podemos atarlos todos y llevarlos a la tierra, pero ellos tienen que estar de acuerdo. -Yo les hablaré - repuso Carolina. Y Carolina habló al globito rojo de esta manera: -Si vuestro deseo es volver a la tierra con los niños nosotros podemos ayudaros. Nuestro amigo el pato nos ha traído hasta aquí y ahora podrá también llevaros a vosotros. Todos estuvieron de acuerdo y comenzó el trabajo para las niñas. Recogían globos en manojos y los ataban a las patitas del pato. Cuando todos estuvieron atados dijeron: -¡Gracias, gracias, otra vez volvemos a la tierra con los niños! Y comenzó el viaje de vuelta. El pato encabezaba el cortejo, después las niñas subidas en él y como si se tratara de una gran cola multicolor, los globos volaban también contentos. La llegada a la tierra fue fácil y, en una gran plaza llena de palomas, el pato dispuso a sus amigos. Antes convenció a las palomas para que devolvieran todos los globos a los niños que los habían perdido. Las palomas tendrían mucho trabajo esa noche. Noelia pidió al pato que les llevara a casa donde pronto llegarían sus padres. Y así fue. Sandra estaba tan cansada que dijo a sus primitas que se iba a dormir. Todas aplaudieron la idea y se marcharon a la cama. Sus papás no creerían al día siguiente sus aventuras con el pato. Éste se marchó contento a otro lugar donde hubiera más niños aburridos. Cuando llegaron los papás, vieron a las cuatro niñas dormidas. No podían imaginar la divertida noche que sus hijas habían disfrutado. Las niñas durmieron mucho, mucho y todas despertaron diciendo haber tenido el mismo sueño. Los papás reían incrédulos, pero a ellas no les importaba porque eran felices. W 126
Angeles dudaba incluso que hubieran tenido el sueño y las niñas no sabían si había sido sueño o realidad. A la mañana siguiente cuatro palomas con sus respectivos globos llamaban con el pico a los cristales de la ventana. Los papás quedaron atónitos. Las palomas traían los globos perdidos. Y todos quedaron pensativos sin poder creer que el sueño había sido realidad. Las niñas se quedaron con sus globos, ellas sí que estaban seguras de la verdad. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Noche: •Luna: •Amigo: •............. •............. •............. ➢ VAMOS A NARRAR... Minicuentos colectivos Desarrollo: Se distribuyen los niños en equipos de seis. Cada niño ocupará una posición determinada dentro de su equipo y responderá por escrito a una de estas preguntas: -¿Quién era? -¿Qué hacía? -¿Qué pasó? 127
-¿Quién llegó? -¿Qué le dijo? -¿Cómo lo solucionó? Después, cada equipo pondrá un título a su minicuento y se expondrá en grupo y en voz alta al resto de los compañeros. Para finalizar, todos los trabajos quedarán encuadernados bajo el título: NUESTROS MINICUENTOS. ➢ VAMOS A DECORAR... Globos Material: -Globos. -Rotuladores oscuros. Desarrollo: Cada niño inflará su globo y elegirá su diseño, basándose en los personajes del cuento o en otros. Ejemplos: Niño pecoso, niña sonriente, pato, vampiro, gato, monstruo, etc. También pueden pintarse paisajes, flores, dibujos geométricos u otros objetos.
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Temas: Imaginación, sinceridad y verdad. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a reír... con el juego de los disparates.
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•Vamos a escribir... mi país de la mentira.
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Javier el embustero parentemente, Javier era un niño normal, pero, tenía un gran defecto: era ,mentiroso, tremendamente mentiroso. Todos lo que le conocían sabían de su afición por los engaños, uno de sus pasatiempos favoritos. Ahora estaba encerrado en su habitación. Sus padres le habían castigado por culpa de sus embustes. Él sabía que no era un castigo como los que habitualmente le imponían: tenía que reflexionar sobre su actitud, pensar si su constante farsa era correcta. Allí, sentado, comenzó a recordar las primeras mentiras de su vida. Se remontó años atrás y llegó a su mente una situación que se repetiría después algunas veces. Era muy pequeño y apenas sabía hablar. Se recibió en casa a unas amigas de mamá y, cuando Javier apareció, alguna de ellas hizo la inevitable pregunta: -¿Cómo te llamas, guapo? -¿Cómo -Fernando - respondió Javier. Gran cantidad de risas sonaron en aquel momento. Javier sabía que mentía y había hecho gracia. Quizá eso le animó a continuar. Desde aquel momento siempre que le preguntaban su nombre, él contestaba: -Fernando. Reconocía que con esta respuesta ponía, a veces, a sus padres en situaciones difíciles, pero era la que había dado siempre y le resultaba imposible cambiarla. Comprendió que debía decir su verdadero nombre cuando se lo preguntaran. Por ello, se levantó y situándose ante el espejo, comenzó a repetir una y otra vez: -Me llamo Javier. Javier comprendía que cuando fuera mayor tendría que decir su identidad exacta y pensó que era lo mejor acostumbrarse cuanto antes; de adulto le sería más difícil. Cuando creyó que estaba lo suficientemente entrenado en pronunciar su nombre, comenzó a llamar a gritos: -Mamá, mamá.
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-¿Qué quieres? -Ábreme, ya digo mi nombre. -¿Sí? ¿Y cómo te llamas? -Javier, mamá. Me llamo Javier. Su madre abrió la puerta con el rostro lleno de satisfacción. El niño había dado un primer paso hacía la verdad. El chiquillo comenzó a saltar y a correr por toda la casa repitiendo con alegría: -Mi nombre es Javier, siempre ha sido ese. Al cruzar una puerta vio a su hermano pequeño tirado en el suelo, ocupado en desordenar sus juguetes. -Pablito - le dijo-, ¿sabes cómo me llamo? -Tú te llamas Fernando - respondió el pequeño. -No, espera, eso era antes. Ahora... mejor dicho desde que nací, me he llamado Javier. ¿Sabes que mamá te está buscando? -No. -Pues corre, quiere que pruebes un dulce. Javier había vuelto a mentir; no podía evitarlo. Momentos después la cara de su madre había cambiado su gesto y pedía una explicación. -Perdona mamá, no lo hice intencionadamente. ¿Me volverás a castigar? -Claro que sí. Tienes que convencerte tú mismo de que mentir no es bueno. -Pero, yo no hago daño a nadie. -Aún así. Mintiendo, nunca nadie querrá hablar contigo. No se podrá confiar en ti, siempre estarás solo. ¿No lo comprendes? -No muy bien; pero sé que tienes razón. A mí me gustaría decir siempre la verdad. -¿Por qué no la dices?
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-Me es muy difícil hacerlo, casi imposible. No me doy cuenta de que voy a mentir. Puedes intentar pensar en lo que vas a decir; no es tan difícil. Cuando veas que estás a punto de engañar a alguien, dejas de hablar y seguro que no mientes si tu voluntad es esa. -Sí, eso haré. -Por esta vez no te castigaré, pero intenta corregirte. -Gracias, mamá. El resto de aquella tarde transcurrió con toda normalidad. Javier pensó mucho en las palabras de su madre. Él no comprendía cómo hacía daño con las mentiras que divertían a todo aquel que las escuchaba. Recordó un día que contó a sus amigos sus vacaciones: había estado en Marte. Seguro que nadie le dio crédito, pero todos pasaron un rato agradable. Javier, en cierto modo, se resignaba a alejar de su vida este tipo de mentiras, pero estaba dispuesto a ello para alegrar a sus padres. Llegó la hora de la cena y papá no había acudido. Mamá esperaba sentada en una silla con un periódico atrasado entre las manos y Javier paseaba por la habitación. Cuando cruzó junto a una ventana dijo: -Mamá... -¿Qué quieres? - le contestó su madre. -Nada, no es nada. -Dímelo, ¿qué pasa? -... que viene papá. Mamá se levantó y se dirigía hacia la puerta cuando Javier la detuvo: -No vayas, es mentira. -¿Has vuelto a mentir? -Sí, pero ha sido por tu culpa. -¿Por mi culpa? -Sí, yo he dejado de hablar porque me he dado cuenta que iba a mentir y tú has hecho que continuara. 133
-Perdona, Javier. Así es como debes hacerlo. Al menos te has dado cuenta. Continúa haciéndolo, lo lograrás si tú lo quieres. A partir de aquel día Javier fue mejorando su costumbre. Cuando hablaba, frecuentemente se interrumpía. Los que le conocían bien sabían por lo que era y jamás le hacían terminar la frase que había quedado cortada. El niño hizo un gran esfuerzo por no inventar y lo iba consiguiendo poco a poco. Pero echaba de menos esas trolas que él consideraba su diversión: a él le gustaría contar sus próximas vacaciones en el sol o explicar a sus amigos la complicada maquinaria que posee una fábrica de plátanos o relatar aquel día en que vio todo un campo sembrado de chicles. No pudo resistir la tentación. -Pablito, ¿a ti te gustan los chicles? -Mucho. -Pues mira lo que voy a contarte: Un día, paseando, vi unos árboles muy grandes de chocolate que daban chicles, muchos chicles, y todos los niños que pasaban por allí podían coger cuantos quisieran. -Estás mintiendo, Fernando. Los chicles no se cogen de los árboles, se compran en las tiendas. -¿Es que no sabes que no me llamo Fernando? Mi nombre es Javier. -Mamá, está mintiendo - pataleaba Pablito. De una vez para siempre Javier se dispuso a no volver a embaucar más a nadie. Sus padres se enfadaban con él y eso no le gustaba. Algunos días después, Javier llegó a casa muy triste. -¿Qué te ha pasado? - preguntó mamá. -He visto un accidente de tráfico y... -Eres imposible, Javier. Sigues mintiendo. -No, esta vez es cierto. -¿Sí? Entra en tu cuarto inmediatamente. Ahora era verdad, no había mentido. Lo estaba logrando y sin embargo no le creían. Al día siguiente, lo primero que hizo Javier fue coger el periódico y buscar en él la 134
noticia. Cuando la encontró fue junto a mamá y señalándola dijo: -Lee aquí. —Aparatoso accidente...». ¿Era verdad? -Claro que sí, ya no miento. -Bien, cuéntamelo. Seguro que lo haces mejor que el periódico. Su madre confiaba en él y no quería defraudarla. Se propuso no incluir en el relato ninguna de sus fantasías. Contó, con detalle, a mamá todo lo sucedido y al final se sintió satisfecho y algo orgulloso de no haber falseado la crónica. Javier, por fin, ya no engañaba. Sus padres estaban contentos con él y el niño se sentía feliz. Sin embargo, no podía olvidar sus mentiras de diversión y cada noche, cuando estaba solo, se contaba a sí mismo una de sus historias. Así, poco a poco, fue creándose su mundo ideal: un país en el que nada era cierto y en el que sus habitantes tenían que mentir por obligación; una ley condenaba a todo aquel que dijese la verdad. Javier le llamaba el País de la Mentira. Todas las noches aportaba un aspecto nuevo al imaginativo país y en su mente se creó tal realismo que a veces él mismo pensaba que ese mundo existía en alguna parte. En el País de la Mentira los niños se divertían con pelotas cuadradas, corrían velozmente por las calles alfombradas y los perros y gatos tenían alas. Las casas eran de papel y todas las plantas de trapo. La mayoría de los alimentos eran de plástico y el resto de algodón. Todos sus habitantes sabían nadar, pero no había dónde bañarse. La única bebida para todos sus habitantes eran los refrescos. Las lluvias se esperaban siempre con gran expectación y cuando comenzaban los niños salían a la calle a recoger los caramelos de todas clases que el cielo les arrojaba. Cuando los jóvenes se hacían adultos se dedicaban solamente a fabricar juguetes para los más pequeños. En las escuelas enseñaban a jugar durante todo el día. Las carreras las ganaba el que llegaba el cuarto y el primero perdía. Los coches funcionaban arrastrados por gusanos.
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Los peces andaban por las calles saludando amablemente a todo el que se cruzaba en su camino pues no tenían agua donde vivir. El sol que allí llegaba era verde y las estrellas, todas las noches organizaban fiestas con fuegos artificiales. Los zapatos circulaban según su conveniencia, sin importarles dónde querían ir sus dueños y todos los recipientes para líquidos tenían un orificio en su fondo por el que se bebía. Con estas fantasías pasaba Javier las noches hasta que el sueño le vencía. Se divertía con ello, al tiempo que había logrado no mentir a nadie. Pensaba: -Me gustaría contar a mis amigos la vida en el País de la Mentira; pero no debo hacerlo, pues no está bien mentir. Una tarde jugaba con su padre cuando sonó el timbre de la puerta. Mamá salió a abrir y Javier detrás. Al niño le dio tiempo a oír la respuesta de su madre: -No está. Vuelva mañana. -¿Quién no está? - preguntó Javier cuando se cerró la puerta. -¿Quién -Papá - contestó mamá. -Claro que está. ¿No sabes que estamos jugando juntos? -Sí, lo sé. -Entonces, ¿por qué dices que no está? ¡Has mentido! -Espera, Javier, creo que te debo una explicación. -No te entiendo mamá. No me dejas que yo mienta y cuando tú quieres engañas a la gente. -Yo te explicaré, Javier. Ven aquí y siéntate. Javier obedeció sentándose junto a su madre. -Mira hijo, hay veces en que es necesaria la mentira - dijo mamá con tono aclaratorio. -¿Necesaria? Siempre me has dicho que no servía para nada. -Te comprendo. No puedes entenderme, eres aún muy niño. 136
-¿Es que hay que ser mayor para mentir? -No, no es eso... No deben mentir ni los mayores, ni los niños. -Entonces, ¿por qué tú has mentido? Yo me había acostumbrado a decir la verdad; lo había conseguido, pero ahora... -No sé que decirte, Javier. -¡Javier no! Me llamo Fernando - dijo mientras unas lágrimas asomaban a sus ojos. -No seas así. Perdona. He tenido que mentir porque papá tiene que hacer algo antes de ver a ese señor y por quedarse a jugar contigo ha preferido dejarlo para mañana. -¿Es cierto eso? - inquirió receloso Javier. -No me crees, ¿verdad? Lo veo en tu cara. Sé que confiabas en mí y te he fallado, pero lo hicimos con la intención de que te divirtieras. -Te creo y te lo agradezco, mamá, pero... -Tú sigue diciendo la verdad y nunca hagas lo que ves que hacen los demás sino lo que te sugiere tu conciencia. Si copias de otros que están equivocados, errarás tú también. Javier había cambiado mucho. Unos meses antes no entendía la vida sin mentiras y ahora no sabía por qué se engañaba la gente. El niño comenzaba a ver la verdad como algo parecido a la pureza y se arrepentía de las muchas veces que despistó a otros con sus embustes. El tiempo pasó y Javier siempre decía la verdad; aunque, eso sí, todas las noches continuaba incluyendo historias en el quimérico País de la Mentira que solo él conocía. Ese mundo era cada vez más irreal y fantástico. El niño estaba convencido de que en algún lugar del universo las personas mentían sin parar y que allí eran desterrados todos los farsantes de la Tierra; pero él no quería ir allá; amaba mucho a sus padres y no deseaba separarse de ellos. Quizá fue ésto lo que le hizo cambiar para convertirse en un niño muy sincero. Cierto día, cuando Javier llegó a casa, buscó a su madre. -Mamá, cuando venía del colegio he oído hablar a unos hombres. -Te he dicho más de una vez que no debes escuchar las conversaciones de los demás.
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-No lo he hecho con intención. Sólo cruzaba y oí una frase. -Bien, ¿y cuál fue esa frase que tanto te preocupa? -«Se enfadó mucho y es que, claro, la verdad ofende», y yo no entiendo cómo puede ser. -Una sonrisa apareció en los labios de su madre que, mientras tomaba entre sus manos una de las del niño, le habló: -Sí, eso es cierto. La verdad ofende en muchas ocasiones. -Pero, si la verdad es verdad, ¿cómo puede ofender? Tú siempre me has dicho que lo que ofendía era la mentira porque era mentira. -Sí, todo es así. Te voy a poner un ejemplo para que lo comprendas mejor: ¿A ti te gusta que Pablito te siga llamando Fernando? -No, no me gusta. -Intenta entenderlo a él. Piensa que él cree que te llamas Fernando y cuando te nombra dice su verdad y a ti te ofende porque es mentira. Para él la verdad ofende. -Entonces, los hombres que he oído estaban equivocados. -No necesariamente porque otras veces la verdadera verdad hiere. -No te entiendo. -Imagínate que cuando seas mayor todo el mundo dice de ti que de niño has sido muy mentiroso. ¿Te agradaría? -No, pero sería verdad. -¿Ves ahora claramente como puede ofender la verdad? -Sí. Mamá. Javier quedó totalmente convencido con la explicación de su madre y asimiló aquellas palabras ya que podían hacerle falta en alguna ocasión. El tiempo siguió transcurriendo inexorable y Javier crecía al tiempo que tomaba la verdad como su gran arma ante los demás. Las historias del País de la Mentira ya no eran diarias y hubo incluso semanas enteras en las que no utilizaba su imaginación. Seguía queriendo contar a alguien su relato y sabía que algún día sería posible; mientras tanto, 138
esperaba. Los días pasaban monótonos para Javier; siempre hacía las mismas cosas. Un sábado por la tarde, cuando veía la televisión sintió un hambre repentina. Perezosamente, se levantó del cómodo sillón en el que estaba y se dirigió a la cocina en busca de algo que calmara su apetito. Sus padres habían salido y se encontraba solo en casa. Comenzó a escudriñar todos los armarios que poseía la cocina, sin olvidar el frigorífico, sacando fuera toda clase de cajas y tarros. En uno de estos halló un contenido poco usual: estaba repleto de monedas. Lo apartó sin darle mayor importancia y continuó en su afanosa labor hasta que dio con lo que buscaba. Sació su hambre con voracidad y regresó al mismo sillón de antes. Al día siguiente, Javier salía con sus amigos y necesitaba dinero. Como cada domingo, fue a pedírselo a mamá. Ella buscó en su monedero: -Sólo tengo ésto, Javier - dijo extendiendo la mano con unas monedas. -¿Sólo ésto? - se quejaba Javier. Javier recogió con desgana las monedas que le ofrecía su madre, entonces recordó el envase que había visto lleno de dinero la tarde anterior. -Sé que tienes más. Ayer, en la cocina... Mamá hizo un gesto de asombro que paralizó las palabras del muchachito. -¿Qué has visto en la cocina? - preguntó. -Un frasco con monedas. -¡Las has visto! Ven conmigo. -Ambos se dirigieron a la cocina y Javier recibió del tarro la cantidad que faltaba para completar su correspondiente paga semanal. -¿Por qué guardas el dinero ahí? Las monedas son para gastarlas - decía el niño. -Las guardo porque estoy ahorrando. Cada día introduzco algunas y sin darme cuenta voy reuniendo una cantidad importante. Ya que lo sabes, hazme el favor de no comentarlo con nadie. -¿Y para qué quieres las monedas? -Olvídalo ya, no te diré nada más. 139
Javier quedó intrigado, pero prefería hacerle caso a mamá. Por ello, salió de la casa para reunirse con sus amigos. Algunos días después, mientras la familia almorzaba, papá tomó la palabra para, dirigiéndose a mamá, decir: -Ultimamente gastas más dinero. -Ya me he dado cuenta, pero no sé a que se debe. Javier oyó esta conversación e indignado replicó: -Sí que lo sabes, mamá. No había pensado en las recomendaciones de omisión hechas por su madre. Sabía que mamá mentía y no estaba dispuesto a tolerarlo. ¡Había cambiado tanto! -¿Qué estás diciendo, Javier? - exclamó mamá, fingiendo estar extrañada, al tiempo que hacía una mueca a su hijo. -No disimules. Sabes lo que estoy diciendo. -Pero, Javier, ¡cállate! Ante esta imposición por parte de su madre el niño comprendió que debía haber guardado mejor el secreto de la cocina. Ahora, papá seguía preguntando. Ya era demasiado tarde. -¿Qué es lo que me ocultáis? ¿Puedo enterarme? - dijo. Javier reflexionó y vio claro que no debería haber hablado. De todas formas, en el fondo pensaba que decía la verdad y que con ella no podía molestar. Por eso continuó: -Es que mamá está ahorrando. El chiquillo fijó su atención en los rostros de sus padres. De pronto, su madre comenzó a sollozar al tiempo que las lágrimas se desprendían de sus ojos. Su padre tenía un gesto confuso que reclamaba una explicación sobre el tema. Sin esperar más mamá, gimoteando habló: -Si tanto os interesa, lo contaré. De todas formas ya lo habéis echado a perder. Sí, estaba ahorrando para daros una sorpresa. Quería comprar eso en lo que tanto interés teníamos todos. Pero ya... ya no sería imprevisto. Los siento por vosotros y también por mí, naturalmente. 140
Mamá se levantó de su silla, salió de la habitación y al instante regresaba portando en su mano el recipiente de las monedas. Lo abrió y después de vaciar sobre la mesa su contenido, corrió llorando hacia su cama. Padre e hijo se miraron defraudados. Ninguno abrió la boca pero ambos sabían que habían perdido la cámara de vídeo tan soñada. Javier aprendió una buena lección. Comprendió claramente que la verdad sí que ofendía, incluso a quien la tomaba como su gran virtud. Advirtió que el exceso de sinceridad, como todos los excesos, no era bueno. Reparó en la mentira, que puede tener también sus cosas buenas, si no está hecha con maldad. Se percató conscientemente de que algunas cosas, aún siendo ciertas, no pueden ser mencionadas. Y por fin, decidió su conducta para el futuro: «Diré siempre la verdad, pero guardaré los secretos - se decía-. Además, apoyaré los engaños que esconden algo bueno». El joven sabía que por fin iba a contar sus anécdotas del País de la Mentira y que divertiría con ellas a cuantos le escucharan. Inventaría más, no hacía mal a nadie. Javier había logrado conocer el valor de la verdad, pero no por ello despreciaba la mentira que también tenía sus cosas buenas. Todo residía en la intención con que fuese hecho. Desde aquel día, Javier tiene fama de poseer una gran imaginación y al mismo tiempo de ser sincero. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Verdad: •Confiar: •Fantasía: •.............. •.............. 141
•.............. ➢ VAMOS A REÍR... Con el juego de los disparates Los niños se disponen en círculo, ya sea en pie o sentados. Hacen una pregunta al jugador de su izquierda y éste les responde. A su vez, el jugador de su derecha les hará una pregunta a ellos. El juego consiste en repetir la pregunta del jugador de la derecha y la respuesta del jugador de la izquierda. En realidad, la pregunta de uno no guarda relación con la respuesta de ahí que surjan verdaderos disparates. Ejemplo: María (jugadora de la derecha) me ha preguntado que cuántos hermanos tengo y Oscar (jugador de la izquierda) me ha contestado que huevos con patatas. En realidad Oscar ha contestado a mi pregunta: «¿Qué cenaste anoche?». Y así sucesivamente hasta que intervengan todos los niños del corro. ➢ VAMOS A ESCRIBIR... Mi país de la mentira (Redacción) En el País de la Mentira imaginado por Javier se miente por obligación, los niños juegan con pelotas cuadradas, los perros y los gatos vuelan, las casas son de papel y cuando llueve caen caramelos del cielo. Haz tú una descripción inventando tu propio País de la Mentira: Cómo se vive allí, qué cosas pasan en él, qué hacen los animales, cómo se visten sus habitantes, etc.
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Temas: Educación medioambiental y naturaleza. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a colgar... nidos. •Vamos a confeccionar... tapices.
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El árbol de los colores (Cuento de otoño para pequeñines)
abía una vez un árbol que en sus ramas tenía las hojas con todos los colores: Rojas, azules, blancas, amarillas, verdes, rosas y negras. Un día, acertó a pasar por allí una pareja de pajaritos en busca de un árbol tan colorista. Tanto les gustó el árbol de los colores que se quedaron a vivir en él. -«Aquí pondremos nuestro nido». El árbol de los colores estaba encantado con sus nuevos amigos y, cuando soplaba el viento, movía sus hojas multicolores con muchísima alegría. Los pajarillos se dedicaron a traer pequeñas ramitas y juncos para construir su nido. Cuando lo tenían perfectamente forjado, la pajarita puso tres huevos pequeñísimos que los depositó en el fondo del nido. Entonces, ocurrió algo que ocurre todos los años, el árbol de los colores se puso muy triste y en lugar de llorar lágrimas como los niños, lloraba y dejaba caer cientos de hojas de colores. ¿Sabéis por qué lloraba el árbol? Pues lloraba porque llegó el otoño y con él a la mayoría de los árboles se les caen las hojas. Él estaba muy orgulloso de sus preciosas hojas de colores y cuanto más triste estaba, más hojas de colores se caían al suelo. Entonces en el árbol ocurrió algo que le puso muy contento y dejó de llorar. En el nido nacieron tres pajarillos que tenían mucho frío como todos los recién nacidos. El árbol de los colores los vio tan desvalidos que les prestó las pocas hojas de colores que todavía le quedaban en sus ramas para arroparlos. El árbol se quedó sin sus últimas hojas de colores, pero ya no estaba triste porque todos los colores del arco iris se pasaron de una forma mágica de las hojas a las plumas de los pajaritos bebés, los cuales muy pronto aprendieron a volar y a crecer muy rápido. Así, el árbol pudo pasar muy contento todo el invierno, cuando se acordaba de sus 145
hojas de colores, miraba cómo volaban los pajarillos y con eso se consolaba, ya que seguía viendo todos los colores de sus hojas en las plumas de sus nuevos amigos. Y entonces llegó la primavera y otra vez el árbol... bueno, pero ese es otro cuento de diferente color que algún día escribiré. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Viento: •Árbol: •Nido: •............. ➢ VAMOS A COLGAR... Nidos Material: -Tetra briks y envases de yogurt. -Cuerda fina, hilo y tijeras. -Hierba y hojas secas. -Pipas y cacahuetes. Desarrollo: Cada niño preparará su propio nido. Para ello tomará un tetra brik grande de un litro de capacidad como mínimo y le hará un agujero circular en uno de sus frentes con un diámetro suficiente para que pueda entrar un pajarillo (5 centímetros aproximadamente). En el otro frente se harán dos pequeños orificios donde se introducirá el cordón o cuerda fina para colgarlo en una rama o con la ayuda de un clavo en el mismo tronco del árbol. En el fondo de este nido artificial se colocarán 146
ramitas, hierba y hojas secas. Puede decorarse con rotuladores dibujando una casita con puerta y ventanas o con ramas, flores, frutos y hojas de colores. Muy cerca del nido y en el mismo árbol se colgarán también cacahuetes con su cáscara y envases de yogurt con semillas - pipas de girasol, trigo, cebada - y agua. El árbol elegido puede estar dentro del propio colegio, en la calle o en un parque o jardín próximo. ➢ VAMOS A CONFECCIONAR... Tapices Material: -Hebras de lana de diversos colores. -Telas estampadas. -Cartulinas. -Pegamento de barra. -Lapiceros. Desarrollo: Sobre la mitad de una cartulina cada niño dibujará con lápiz un paisaje relacionado con el cuento: Paisaje otoñal, bosque, jardín, nido con pájaros o simplemente una composición de hojas caídas de todos los colores. Seguidamente, se seleccionarán las hebras de lana y las telas y se medirá según la línea o porción del dibujo a rellenar; después se extenderá el pegamento de barra sobre el dibujo y se colocará la lana o la tela presionando un poco pero sin apelmazar los tejidos. El tapiz, por tanto, puede realizarse de dos formas: -Delimitando únicamente las figuras del dibujo. -Rellenando las figuras con hebras de lana de otro color o telas estampadas.
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Finalmente, se firmarán los trabajos y se colgarán y expondrán los tapices conseguidos.
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Temas: Libertad y naturaleza. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a disfrazarnos... de los personajes del cuento. •Vamos a contar... cuentos - Cuentacuentos.
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La mariposa desobediente marinta era bicolor; sus alas estaban llenas de polvo coloreado, era rojinegra. El color rojo era tan intenso que todas sus compañeras la envidiaban por ello. Aún era muy joven y ya salía solita a buscar flores. Sus compañeras mayores le Aún regañaban y le prohibían que fuera sola; pero Amarinta se sentía libre y segura con sus alas, y cuando las encontraba despistadas, se escapaba. Daba muchas volteretas hasta encontrar la flor preferida y una vez en ella, chupaba todo su néctar. De vuelta a casa sus compañeras la esperaban con una de sus regañinas acostumbradas; la mariposita reía y decía: -¡Pero que bobas sois, no puede pasarme nada! Tengo unas alas capaces de volar hasta muy alto. Nunca podrán cogerme. Amarinta se refería a los cazadores de mariposas, que cruelmente las encerraban en una red para más tarde llevarlas a un lugar lejano del que nunca hubo testigos. Las desgraciadas mariposas jamás volvían. La mariposita aún no había visto a ningún hombre, por eso no tenía miedo. Un día en una de sus salidas solitarias ocurrió que de pronto se sintió acorralada y por más que intentaba salir de la trampa no lo consiguió. Pudo ver de qué se trataba: Era una red con el entrelazado tan estrecho que difícilmente podría salir de allí. La mariposa daba saltos e intentaba buscar una salida inexistente; observó que sus alas perdían color con el roce y dejó de moverse. Al instante comprendió que la red la transportaba y un miembro enorme la sostenía; éste miembro era ni más ni menos que el brazo de un hombre. Tantas veces había oído Amarinta su descripción que no le fue difícil pensar qué cosa era. La mariposa sintió miedo, recordó a sus compañeras y pronto se arrepintió de su desobediencia. El camino fue largo para Amarinta que cada vez tenía más dudas de sobrevivir. El sol que le había acompañado todo el tiempo se volvió oscuro y dejó de alumbrar. La mariposa fue instalada en una caja de cristal con orificios para poder respirar. En uno de esos agujeros se colocó Amarinta y desde allí pudo ver con claridad lo que aquel hombre estaba haciendo: Colgó la red que anteriormente fuera cárcel para ella y se dispuso a abrir unas cajas que tenían la tapa de cristal. Amarinta quedó sorprendida y asustada al comprobar lo que en esas cajas había: Multitud de mariposas de todos los 151
colores, de todos los tamaños y formas estaban sujetas por alfileres a una tela de color negro. Amarinta reconoció a compañeras de su especie, todas estaban inmóviles, con las alas estiradas aunque algunas no las tenían completas; fue un descubrimiento horrendo. La mariposa no hacía sino llorar pues veía su final cercano. Su cuerpo sería atravesado por uno de esos punzantes alfileres y quedaría allí, eternamente, sin vida. Mientras tanto, en casa de Amarinta sus compañeras ya comenzaban a sentirse preocupadas, salieron en su busca pero todo fue inútil. Conocían el carácter alegre de la mariposita y se consolaban diciendo: -Ella volverá, sabéis que siempre vuelve, aunque esté muy entrada la noche. -Ella -Tendré que castigarla cuando vuelva y más si se burla de nuestra preocupación y de nuestros miedos - amenazaba la mayor de todas. Amarinta no volvería, al menos de momento. Sus alas comenzaron a perder lozanía, ya no servirían al hombre que las quería bonitas y brillantes. El encierro de la mariposa duró tres largos días con sus tres largas noches. Y ocurrió que el cazador encontró una mariposa de mayor tamaño que Amarinta y quiso introducirla en la misma caja de cristal. Al levantar la tapa, la mariposita encontró un gran hueco e hizo un esfuerzo por levantar el vuelo. Amarinta revoloteó por la enorme habitación y al fin encontró la salida hacia el exterior. Cuando estuvo segura de que las manos del cazador no la alcanzarían, se apoyó sobre las hojas de un árbol y contempló de cerca a una mariposa grande que se le acercaba. Era la mariposa que el hombre había querido meter en la caja y, al intentar de nuevo coger a Amarinta, también a ella la perdió. Tras recuperarse del susto, ambas mariposas volvieron a sus hogares donde todas sus compañeras las estaban esperando hacía tiempo. Amarinta aprendió una lección: nunca más saldría sola a buscar flores. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. 152
•Alas: •Flor: •Compañera: o ............... •.............. ➢ VAMOS A DISFRAZARNOS... De los personajes del cuento (Flores, árboles, mariposas y cazadores de mariposas.) Los disfraces se pueden realizar con cartulinas, corchos, telas de carnaval o gomaespuma. También se pueden traer ya hechos de casa si es posible adaptarlos para la ocasión. Disfraz de flor: Túnica verde o camiseta y mallas también verdes para el tallo. Cartulina, corcho o gomaespuma de color vivo para los pétalos. Disfraz de árbol: Túnica o mallas y camiseta oscuras para el tronco. Cartulina, corcho o gomaespuma de color verde para la copa del árbol. Disfraz de mariposa: Túnica o camiseta y mallas de color negro. Tela brillante de colores vivos estampados a modo de capa, si la tela se encuentra en tonos lisos se puede adornar con círculos de otro color de papel o de tela. Disfraz de cazador: Gorra o sombrero oscuro. Traje de caballero oscuro de papá o de mamá con algunos arreglos.
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Red de cazamariposas y caja para guardarlas.
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Todos los disfraces se complementarán con un maquillaje de fantasía a gusto de cada cual o en consonancia del disfraz de su personaje. ➢ VAMOS A CONTAR... Cuentos-Cuentacuentos Aprovechando que estamos disfrazados se puede iniciar una sesión de cuentacuentos entre los que se pueden incluir el de LA MARIPOSA DESOBEDIENTE y también otros cuentos que los niños se sepan de memoria o se hayan preparado para la ocasión. El Cuentacuentos se puede realizar en la misma aula o sala de lectura, haciendo partícipes también a los alumnos de otros cursos de menor edad para que actuen de espectadores y espontáneos narradores de historias. Los profesores o adultos responsables del grupo pueden dar por finalizada la sesión con la exposición de su propia narración.
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Temas: Convivencia, familia y perdón. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a fabricar... una televisión de juguete. 157
•Vamos a dibujar... viñetas de cómic.
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n un pequeño pueblo habitaba una familia modesta y sencilla. Era una familia numerosa: cinco chiquillos alegres y revoltosos acompañaban a unos padres que tenían el trabajo como meta diaria. Los niños acostumbraban a llegar hasta un cercano riachuelo y allí, en el agua, se divertían incansablemente; nadaban, jugaban, corrían... Hasta el más pequeño de ellos sabía nadar perfectamente, por esto los padres no se preocupaban. De todas formas, mamá siempre les vigilaba de cerca. Una de las niñas contaba ocho años y se llamaba María; era muy tímida y delgada. Mamá notaba el crecimiento de sus hijos día a día y pronto se daba cuenta si había algo anormal en ellos. Una noche cuando, ya en la cama, recorría con la mente a cada uno de los niños, su preocupación vino a centrarse en María, últimamente comía poco. Hasta su plato preferido quedaba sin terminar y eso que antes solía repetir. A la mañana siguiente, mamá se levantó con el propósito de llevar a la consulta médica a María. Tendría que inventar una estratagema, pues de otra forma no conseguiría llevarla hasta la presencia del doctor. María no sabía diferenciar al practicante del médico, de ahí su terror ante cualquiera de los dos. Hacía unos años que la niña sufrió una enfermedad y aquella vez la receta «fatal» fue la penicilina. María se quejó tanto de aquella brutalidad que le impedía sentarse que doctores, enfermeras y practicantes no gozaban de su simpatía. Pero, mamá invitó a la niña a que la acompañara en una de sus visitas. Inocentemente, María se encontró en la sala de espera del consultorio, sin saber que iba a ser reconocida. Esta Esta vez, el doctor no recetó inyecciones ni otros medicamentos difíciles de tomar. Tras el reconocimiento de la niña, hubo una pausa y seguidamente preguntó: -¿Tiene usted alguna posibilidad de mandar a la niña a otro lugar, ya sabe, para cambiar de aires? -Mamá quedó pensativa durante un instante y al momento afirmó: -Sí, tengo unos familiares en una ciudad del norte.
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-Bien - prosiguió el doctor - haga lo imposible para que la niña marche para allá. También tendrá que tomar estas tabletas; no será difícil porque tienen un sabor a naranja muy agradable. Y dando un cariñoso pellizco en la mejilla de la niña, añadió: -¿Cómo te encuentras? ¿Ya se te quitó el miedo? Ahora, tienes que comer mucho. No contestó, pero una media sonrisa brotó de sus labios. María no comprendió bien aquella conversación; ya en la calle, a mamá interrogó: -¿Qué tengo, mamá? -¡Oh! Nada grave. Sólo que no comes bien por el calor. ¿Te gustaría pasar el verano con los tíos? -No sé... ¿Yo sola? -No estarás sola, tienes a tus primos con los que podrás jugar. -Sí, pero ellos son mayores. -También tienes a Cristina; ella es más pequeña que tú. -María no quiso prolongar aquella conversación; por una parte le agradaba la idea de ir a la ciudad, su tía la cuidaba muy bien y la quería bastante. Cristina era otra cosa muy distinta; era una niña caprichosa y variable, había ratos en los que sólo contaba María para ella, pero en otras ocasiones la abandonaba y se marchaba a jugar sola o con sus amigas. Mamá comentó en casa las indicaciones del doctor y todos se alegraban por la niña ya que iba a pasar unos días en la ciudad y eso era muy interesante. Llegó el día señalado para la partida: María se encontraba nerviosa. Pronto estaría lejos de su familia, del riachuelo y del pueblo. El viaje lo iba a hacer en tren y, como la ciudad estaba tan lejos, su propia tía vendría a recogerla. En uno de los compartimentos del tren se encontraban unos conocidos de su tía. El hombre era musculoso y fuerte y la señora alegre y jovial. María miraba a sus hijos tan vivarachos e inquietos y pensaba para sí: «Son niños de ciudad». Los brazos de su padre la levantaron, el señor fuerte de los brazos musculosos la agarró al vuelo y María se introdujo en aquel vagón a través de una ventanilla. Se sorprendió de no haber caído y de no chocar con la cabeza con aquel movimiento tan 160
rápido e inesperado. Desde la ventana, pudo despedirse de papá y de todos sus hermanos. El agudo silbido de la locomotora sirvió a María de adiós. El viaje transcurrió lento, agobiante para todos, menos para María que había salvado las barreras de su pueblo. El paisaje que iraba era nuevo; el vaivén del tren era agradable aunque monótono y su cuerpecito se dejaba llevar por aquel movimiento que hacía brincar sus lindas trenzas. La llegada a la ciudad trajo consigo un mundo de sorpresas para ella: Los rascacielos le parecían aterradores; -¿Cómo podrá la gente vivir allí? - se preguntaba. María no podría vivir en esas casas superpuestas: -¡Ojalá que la casa de la tía sea de planta baja! María acertó y de qué forma se alegró al comprobar que no tendría que tomar un ascensor para la subida y la bajada, también los ascensores le asustaban. La niña saludó al resto de la familia. Todos estaban contentos con su llegada: hasta su prima Cristina parecía entusiasmada. Las chiquillas pasaban jugando la mayor parte del tiempo. Solían ir a una fuente cercana donde manaba un agua finísima, cosa rara en aquellos parajes infectados de coches y de contaminación. Su tía ponía el mayor esmero en el cuidado de María. Trataba de darle la mejor comida y de atenderla siempre la primera, aunque para ello tuviera que hacer esperar a su propia hija. Un día, en el desayuno, la tía preparó un gran plato de torrijas; aquel manjar era nuevo para María quien, tras probar una, exclamó: -¡Qué bueno que está! ¿Qué es? -Son torrijas, toma otra más - contestó su tía. A su prima Cristina le eran indiferentes, pero por fastidiar, tuvo un gran deseo de seguir comiéndolas. El plato disminuía por momentos. María comía con apetito y con gusto. Cristina tomaba las mismas para no ser menos. Cuando en el fondo del plato sólo quedaba una, dos veloces manecitas se abalanzaron sobre él desparramando el azúcar sobrante. La mano triunfadora fue la de Cristina quien, tras lanzar una mirada burlona a su prima, hacía gestos con la lengua saboreando el dulce tratando de hacer pasar envidia 161
a María. Pero María no hizo el menor caso, esta vez su prima había ganado, mas, no del todo: -¡Cristina, suelta eso! - gritó su madre indignada. -¡Cristina, -Pero, mamá... -Devuélvela a tu prima. -Yo la cogí antes - gruñó la niña. -He dicho que la sueltes -y con un movimiento enérgico hizo que la torrija cayera casualmente en el plato. Más tarde, obligó a María a que se la comiera, también en contra de su voluntad, pues no quería que una torrija se interpusiera entre ella y su prima. Todos guardaron silencio aquella vez, pero era el principio de unas ásperas relaciones entre las dos niñas. A Cristina le sabía mal que su madre, que tantos cuidados la prodigaba, se olvidara de ella para atender a aquella pueblerina tonta. Fue entonces cuando Cristina empezó a alejarse de María. Volvió de nuevo a sus amigas a quienes tenía abandonadas a causa de su prima. Todas las niñas jugaban a otros juegos modernos que María desconocía y ella hacía lo imposible para que ellas la aceptaran. Se reían de sus trenzas: ese peinado ya no lo llevaban en la ciudad; se burlaban de su timidez. María comprendía que aquella era otra generación de chicas y chicos despiertos donde ella no tenía cabida. Así, cuando su prima hablaba de salir, María prefería quedarse en casa leyendo tebeos. Un día nada pudo hacer para negarse, pues su tía casi le ordenó que acompañara a Cristina a la piscina. No pensaba bañarse, por eso no llevó consigo el traje de baño. Se había levantado viento. El agua estaba fría y pocos eran los bañistas que estaban en ella. Para Cristina nada era peligroso y aunque no nadaba bien, se arriesgaba demasiado al adentrarse en la zona más honda. María miraba a su prima con miedo, esperando alguna tragedia. Alguna vez le rogó: -Sal de ahí, tu madre dijo que no pasaras de un metro y medio. -Sé lo que dijo mi madre; pero ella no está aquí y no te conviene ser acusica. ¿Te enteras, pueblerina? 162
María volvió la cabeza mientras Cristina introducía la suya bajo el agua. Fue a sentarse sobre el césped cercano, cuando el agua agitada llamó la atención de la niña. Su prima no se veía por ninguna parte; en su lugar un remolino, lleno de espuma blanca y cristalina, parecía pedir con insistencia una ayuda que no aparecía; ya que el vigilante o salvavidas de turno se encontraba casualmente en los vestuarios. María no lo pensó un momento, se lanzó hacia el punto indicado y nadó con agilidad y firmeza. Pudo escuchar un gemido de Cristina que había conseguido hacer emerger su cabeza durante un instante. Cristina no comprendía lo que estaba pasando; por eso cuando, ya recuperada, logró ver a su prima cerca de ella, una sonrisa apareció en sus labios. Con el inesperado chapuzón, María agarró un fuerte constipado; esa fue la prueba que demostraba lo que había pasado y no tuvieron más remedio que contar el triste episodio a la mamá de Cristina. Claro que tampoco fue tan triste porque las dos niñas se reconciliaron y eso sí que era prometedor. Cristina acabó con la envidia que falsamente le hacía tener María y las dos niñas se convirtieron en unas buenas primas y amigas capaces de ayudarse mutuamente. A María le desapareció el miedo que tenía a vivir en la gran ciudad porque siempre iba acompañada de su prima y aprendió a desenvolverse junto a ella. Su familia del norte le pidió que se quedara con ellos pero eso era imposible: el verano terminaba y su salud había mejorado bastante. No tenía excusa para seguir allí. Tenía que volver de nuevo al pueblo. Sus padres lo pedían. Además, ella echaba de menos su tierra, su riachuelo... Marchó de la ciudad, no sin prometer que volvería el próximo verano. Unas cartas posteriores serían testigos de su promesa. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Agua: •Riachuelo:
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•Trenzas: •.............. •.............. •.............. ➢ VAMOS A FABRICAR... Una televisión de juguete Material: -Caja de cartón con base rectangular (aproximadamente 60 x 50 cm). -Témperas negra y blanca. -Pincel. -Tijeras. -Papel de celofán transparente. Desarrollo:
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Se dejará la parte abierta de la caja hacia abajo; de esta forma, la televisión podrá servir de escenario de marionetas o también para que los niños puedan introducirse en ella y aparecer en la pantalla de celofán haciendo de actores o de presentadores de televisión. Una vez que hayamos pintado de negro la caja y le hayamos dibujado los botones e interruptores de color gris, se le hace una hendidura en la parte de arriba de la pantalla con el fin de poder introducir en ella las cartulinas o viñetas de comic de la siguiente actividad, las cuales nos servirán de apoyo para narrar otros cuentos o historias. La televisión de juguete, ya terminada, se puede colgar en la pared o colocar entre dos sillas, también se puede poner delante una tela o cartulina con la intención de que no se vean las piernas por debajo y conseguir un mejor efecto televisivo. ➢ VAMOS A DIBUJAR... Viñetas de cómic Material: -Un cuento, por ejemplo PRIMAS. -Cartulinas. -Tijeras. -Ceras y rotuladores. Desarrollo: Tras la lectura del cuento PRIMAS, se distribuye el trabajo por equipos o bien individualmente, en función del tiempo del que dispongamos. Cada niño o equipo será el encargado de realizar una viñeta. Para ello, dibujarán y colorearán la escena, después escribirán en el bocadillo la frase o frases más características del párrafo que están ilustrando y ya estará lista para pasarla por el orificio de la pantalla de televisión de juguete siguiendo el orden establecido en la selección previa de las viñetas. Ejemplo: Temas para crear las viñetas del cuento PRIMAS. 1a. Cinco niños bañándose en un riachuelo vigilados por su mamá. 2a.María, una niña de ocho años muy tímida y delgada. 165
3a.La mamá en la cama no puede dormir porque está preocupada por María. 4a.La mamá lleva al médico a María que está asustada porque cree que le mandarán inyecciones. 5a.El doctor receta a María unas tabletas con sabor a naranja y la manda a casa de sus tíos. 6a.María no quiere ir a casa de sus tíos porque sus primos son muy mayores. 7a.Mamá le habla de Cristina, ella sí tiene su misma edad pero a veces se muestra con María algo antipática. 8a.A María la sube en el tren un señor muy forzudo por una ventanilla y su tía viene a recogerla. 9a.María está muy contenta durante el viaje en el tren y se mueven sus trenzas al vaivén. 10a.María mira los rascacielos con temor. ¡Uf! Menos mal que su tía vive en una casa de planta baja. 11a. María llega por fin a la casa de su tía y todos sus primos le dan la bienvenida. 12a.María y Cristina juegan cerca de una fuente. 13a.María y Cristina desayunan torrijas. Cuando sólo queda una, las dos manos se abalanzan sobre ella. 14a.La toma Cristina y, victoriosa, le hace burla a María porque ella no la ha cogido antes. 15a.La mamá de Cristina se la dará a María y también reñirá a su hija. 16a.Cristina y sus amigos se burlarán de María y de sus trenzas. 17a.Cuando Cristina sale con sus amigas, María prefiere quedarse en casa leyendo tebeos. 18a.Un día la invitan a ir a la piscina, ella va sin muchas ganas, sin embargo no lleva traje de baño ya que no tiene intención de bañarse. 19a.María reprende a su prima por hacer piruetas peligrosas y por adentrarse en la parte más profunda de la piscina. Ella la llama acusica. 166
20a.De pronto, Cristina, que no sabe nadar bien, está a punto de ahogarse y al socorrista no se le ve por ninguna parte. Entonces, María, experta nadadora, se lanza a la piscina con la ropa puesta y salva a su prima de lo que podría haber sido un fatal accidente. 21a. María se constipa y llega a casa de su tía con la ropa mojada; las dos no tienen más remedio que contar a todos lo sucedido. 22a.A partir de ese momento, las dos primas se convertirán en muy buenas amigas. 23a.María prepara su maleta para volver a su pueblo, prometiendo que volverá el proximo verano. 24a.Mientras llega el verano, Cristina y María se escribirán muchísimas cartas. 25a.Se rotulará FIN. A cada viñeta se le hará un reborde en su parte superior para que sirva de tope a la cartulina y quede bien ajustada en la pantalla a través de la ranura de la caja. Tras la elaboración de las viñetas, se procederá a la exposición «televisiva» de las mismas con la total participación de todos los niños. Los participantes de cada viñeta irán relatando lo que pasa en las cartulinas, será una nueva forma de narrar y disfrutar de un cuento infantil por todos ellos ilustrado.
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Temas: Educación medioambiental, libertad, marginación y tolerancia. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a modificar... los cuentos clásicos. •Vamos a componer... un collage solidario.
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CAPÍTULO CERO
lto! Antes de que empieces a leer, te avisaré que esta historia tiene muy poco que ver con el fantástico cuento de Blancanieves y los Siete Enanitos del bosque, que te contaban tus padres o tú mismo leías cuando eras más pequeño. Esta es otra historia en la que cualquier semejanza con dicho cuento es pura coincidencia. Esta Ocurrió, no hace muchos años y no demasiado lejos del país donde vives, que cinco enanas vivían apartadas en el bosque. Se llamaban Casiprincesa, Trapitos, Luna, Mañana y Nomedalagana. Cada una de ellas había hecho intentos de vivir en la ciudad, pero la experiencia fue desastrosa. Las cinco enanas tenían motivos de sobra para considerar a los niños y niñas como sus peores enemigos. Ellos se burlaban continuamente de su estatura, de sus gestos y de su manera de andar. -¡Cómo si ellos fueran muy altos y no andasen como patos! - se quejó la enana Luna. -Además de bajitos, a veces también son crueles - afirmó Casiprincesa con aire triste. Las cinco enanas eran muy diferentes entre sí. Me atrevería a decir que sólo tenían dos cosas en común: Su baja estatura y el gusto por la vida al aire libre. El bosque donde vivían tenía la particularidad de ser un buen lugar para pasar desapercibido, para perderse voluntariamente. Su rica y variada vegetación lo convertía en un lugar prohibido y peligroso para los niños. Era tan fácil perderse allí que chico o chica que se perdía, chico o chica que tardaba tres o cuatro días en aparecer, eso si es que aparecía. Pese a su mala fama de «pierdeniños», el bosque poseía una belleza sin igual en todas las estaciones del año. Eso lo hacía atractivo para muchas personas, incluidas nuestras cinco enanitas, las cuales fueron llegando al bosque por separado y por muy diferentes motivos. Veamos el capítulo primero.
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CAPÍTULO PRIMERO Mañana y Nomedalagana
a primera en llegar fue la enana Nomedalagana. Como antes vivía sola no le costó mucho trabajo adaptarse a la vida solitaria del bosque. Es más, yo creo que deseaba el cambio. Su mal genio y las dificultades que tuvo para habitar un piso de la ciudad, le ayudaron a tomar esa decisión tan importante. Nomedalagana lo pasaba fatal cuando subía en ascensor y no lograba pulsar los botones; o cuando no llegaba al mostrador de la pizzería; o cuando se reían de ella si se daba una vuelta por el parque subida en una bicicleta infantil. Sin embargo, la gota que colmó el vaso de su paciencia fue aquella ocasión en que dos de sus vecinitos colocaron una cuerda invisible, de esas que se utilizan para pescar. Lo hicieron sólo por el gusto y la mala gracia de verla tropezar y caer. Nomedalagana dio tres espectaculares volteretas y se quedó en la acera unos instantes sin conocimiento. Menos mal que hubo algunos vecinos caritativos que se apresuraron a llevarla a la zona de urgencias del hospital. Allí ocurrió algo que hizo mucho más daño a la enana que el golpe de la caída. A veces hay cosas que hacen más daño que los golpes; puede ser una palabra, un gesto, una mirada... Nomedalagana sufrió uno de estos golpes cuando por despiste de las enfermeras, o vete tú a saber por qué otro motivo, ella fue reconocida por un pediatra. De pronto, se encontró frente a un médico de niños algo sordo; por más que ella le explicaba, no se enteraba de que Nomedalagana no era una niña sino toda una mujer. Pero lo más bochornoso de todo fue que la llamaba pequeña y estaba preocupadísimo por avisar a toda costa a los padres de la enanita. El sordo pediatra quedó muy decepcionado con esa niña tan maleducada que a todas sus indicaciones contestaba con «no me da la gana». Ella quedó también muy decepcionada con aquel médico que no era capaz de distinguir entre una niña y una enana. Digan lo que digan por ahí sobre esta historia, esos fueron los motivos, y no otros, por lo que tomó la determinación de irse a vivir al bosque. Nada más llegar allí debía elegir un buen lugar para vivir. Nomedalagana aprovechó una vieja cabaña y puso manos a la obra para su reconstrucción. Meses después, la diminuta cabaña se convertiría en la pequeña mansión de las cinco enanas. 170
A pesar de su mal carácter, era la enana más trabajadora de todas las enanas conocidas. Ocurría con ella algo muy curioso: Siempre se negaba a colaborar con los demás pero, cuando se cansaba de exponer sus razones y de protestar, era de las enanas más colaboradoras. Yo creo que era como esos niños y niñas que protestan por todo: por estudiar, por hacer los deberes, por ducharse, por poner la mesa... hasta por cuidar del hermanito; pero luego hacen todo eso y mucho más, aunque sin parar de gruñir, claro. Nomedalagana tenía un corazón de oro, era toda bondad, pero también había que temer su mal genio. Cuando la casa estaba a medio terminar llegó la enana Mañana. Nomedalagana protestó como era su costumbre. Apenas llevaba unos días allí y ya se había ro to su adorado silencio; se había marchado su deseada tranquilidad; se había robado su recién estrenada soledad del bosque. A pesar de que no quería compartir su casita con nadie, ni siquiera con otra enana, su gran corazón de oro sí aceptó que la enana Mañana se marchara al día siguiente después de pasar la noche con ella. Llegó el nuevo día y Nomedalagana preguntó sin importarle su grosería: Llegó -Oye, Mañana, ¿cuándo te irás? -Me iré mañana - contestó la enana recién llegada. Al día siguiente le volvió a preguntar por la partida y recibió la misma contestación. La pregunta se repitió siete veces durante siete días. Y siete veces se escuchó la misma respuesta: -Me iré mañana. Nomedalagana protestó por ello y cambió el significado de la pregunta con una nueva interrogante. -Mañana, ¿me ayudarás a terminar la casa? -¿Cómo no? Te ayudaré mañana. Muy enfadada, Nomedalagana empezó a comprender por qué su compañera tenía un nombre tan particular. Era como esos niños y niñas que lo dejan todo para el día siguiente pero que, lejos de enfadarse por el trabajo, muestran muy buena disposición 171
para trabajar. Claro que esa forma de pensar presenta un serio problema: El día de mañana nunca llega porque el día de mañana está siempre por llegar. De esta forma, nunca trabajan lo más mínimo. Lo que sí tenía Mañana era una gran habilidad para las artes. Un día se instaló debajo de un árbol y escribió el siguiente poema:
firmado: Mañana El poema llegó hasta el corazón de oro de la enanita trabajadora y quejica. No por eso dejó de pedirle ayuda para terminar la cabaña. Sin embargo, Mañana siempre le decía lo mismo: -Mañaaaaaaana. Yo creo que ese fue el principio de una gran amistad entre las dos mujercitas. Nomedalagana continuó protestando por todo, pero pronto aceptó que su compañera se dedicara a lo que de verdad le gustaba: a pintar, a cantar, a escribir historias y poemas, a esculpir esculturas de barro, etc. CAPÍTULO SEGUNDO Luna
na noche cuando las dos enanas dormían plácidamente en sus pequeñísimas camas llegó la enana Luna. Tanto amaba la noche que se sintió a gusto, durante largo rato mirando las estrellas del cielo, ya que en aquel bosque parecían aún más brillantes. 172
Mientras inclinaba su cabeza recordó aquella vez que solicitó un puesto de trabajo que le iba como anillo al dedo. Se trataba de la vigilancia nocturna de una gran empresa. Luna se quedó muy triste cuando aquel señor alto y trajeado le dijo que su perfil no encajaba con el de un vigilante nocturno. Durante varios días y con la ayuda de dos espejos se dedicó a estudiar su perfil. Si alguien la hubiera visto, hubiera pensado que estaba loca, o que acababa de leer el cuento de Blancanieves y esperaba que el espejo le respondiera de tanto mirarlo. Lo cierto es que Luna se consideraba una chica guapa. La nariz algo chatilla, los ojos muy vivarachos y el pelo ensortijado de color dorado hacían de ella una preciosa enanita. Luna tardó bastante en comprender que el perfil al que se refería el señor trajeado no tenía nada que ver con su nariz y sí con su estatura. -¡Cómo si a la noche le importara eso! Luna pensaba que para ser un buen vigilante nocturno, lo más importante era amar la noche y la oscuridad, no dormirse cuando el sueño acecha y no tener miedo a los ladridos de los perros. Yo creo que por eso se fue al bosque para poder amar la noche a sus anchas. Pero el señor trajeado no podía entender eso. Para su gran empresa necesitaba un gran hombre de gran fuerza y de gran estatura. Desgraciadamente Luna no tenía ese gran perfil. Abandonó esos pensamientos y se aproximó al zaguán de la casa. Se sentó en una mecedora infantil bastante cómoda y continuó mirando las estrellas durante muchas horas. De madrugada, Nomedalagana ya no podía dormir. Salió a tomar el aire. Fue entonces cuando se encontró con la enanita dormida. Las noches en el bosque eran frescas por lo que corrió a arroparla con una manta. Las tres enanitas celebraron el encuentro con bollos y chocolate. La conversación fue tan animada que parecían amigas de toda la vida. Luna preguntó si podía quedarse. Nomedalagana protestó porque debía construir otra alcoba para ella, pero Mañana encontró la solución. -Yo compartiré mi cuarto contigo y mañana saldremos las tres a buscar piedras y ramas. -¿Cuándo? ¿Mañana? ¿Y por qué no ahora mismo? - sugirió la enana quejillosa, como si no conociera las respuestas que acostumbraba a dar su compañera. -No, ahora no. Mejor mañana - respondió Mañana. -No, 173
-Os agradezco que me hagáis un hueco en vuestra cabaña. Pero yo no puedo dormir acompañada. -¿Por qué? - dijeron las dos a la vez. -Pues, porque soy sonámbula. Casi todas las noches me levanto dormida con los brazos estirados hacia delante y me paseo por los alrededores. -¿Y no te despiertas? - preguntó intrigada Mañana. -A veces, me despierto de pronto y me encuentro mirando el cielo y las estrellas sin darme cuenta. Desde que soy sonámbula me gusta mirarlas. Cuando llevo un rato observándolas me vuelvo a la cama mucho más calmada. -¡Oh! ¡Todo eso es muy bonito! - dijo Mañana entusiasmada. -¡Sí, Claro! Pero lo que no es nada bonito es que con tantas idas y venidas no dejo dormir a mis compañeras de habitación. Y, lo que es peor, asusto a la gente con mis brazos estirados y mis ojos en blanco. Luna decidió seguir durmiendo en aquella mecedora. Así observaría un rato más las estrellas. Ya había conseguido localizar a Júpiter. Durante el día buscaría la buena sombra de un árbol para echar una cabezadita. CAPÍTULO TERCERO Casiprincesa
n día, muy de mañana, la enana Mañana amasaba el barro para hacer una escultura que adornara el zaguán de la cabaña. Detrás de unos arbustos le pareció ver una especie de hada de vestidos vaporosos, con una larga melena rubia y una corona de flores silvestres sobre la cabeza. Se sacudió un poco el barro y se asomó entre los árboles, pero la extraña figura había desaparecido. -¡Qué cosas se me ocurren! ¡Un hada! - pensó-. Debe ser algún animal perdido, aunque... yo diría que es más parecido a una niña o a un gnomo del bosque. ¡Anda que no tengo imaginación! Volvió de nuevo al barro. Otra vez creyó ver que las gasas y los volantes se lanzaban al viento. Mañana siguió el rastro. Ahora ya no tenía dudas. Bajo el precioso vestido de 174
seda y organdí, se escondía una preciosa jovencita rubia que huía de ella y se internaba con dificultad en el bosque. Como Mañana no llevaba esos vestidos tan elegantes, pudo correr a gusto. La carrera fue más fácil para ella. Saltó unos matorrales y consiguió alcanzarla. Se llevó una buena sorpresa al comprobar que, debajo de esos vestidos finos y delicados, como de cuentos de hadas, asomaba su carita una bonita muchachita, una preciosa jovencita enana y asustada. -No corras, no te haré daño. Si estás perdida yo te ayudaré - trataba de tranquilizarla. Poco a poco la chica se fue calmando y se convenció para ir hasta la casa de las tres enanas. Nomedalagana protestó como de costumbre. Hacía sólo unas semanas, ella estaba sola en la cabaña. Ahora la casa parecía un auténtico imán para las enanitas. Curiosamente, llegaban enanas por todas partes. La joven contó su historia. Se había escapado de palacio porque no era reconocida como una auténtica princesa. -Desde el día en que nací los médicos advirtieron a mis padres, los reyes, que iba a tener problemas con mi estatura. Me pusieron por nombre Sol María del Mar: Sol, por el color de mi pelo. María, porque en mi reino todas las princesas se han llamado María. Y Mar, por el color azul verdoso de mis ojos. Sin embargo, en la corte de palacio todos me llamaban Casiprincesa. Una condesita envidiosa y larguirucha dijo que ese era el mejor nombre para una princesa enana. Y con ese nombre me quedé... Las tres enanitas escuchaban con atención y con tristeza su relato. Casiprincesa, sin embargo, lejos de preocuparse por su situación, demostró tener desparpajo de princesa y hasta de futura reina cuando dijo: -Un día llegaré a mi reino y ellos se darán cuenta que las coronas no se miden por la estatura de sus príncipes o reyes sino por el tamaño del corazón y de cómo se ofrece a la gente y a los pueblos. Cuando se disponía a pronunciar casi un discurso real, las enanitas empezaron a acariciar los encajes, las sedas y los volantes de su vestido. -Bueno, como somos enanas no tenemos más remedio que vestir con trajes de niña dijo Luna.
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-Es cierto. No hay tiendas de ropas para enanas - añadió con gran disgusto Nomedalagana. -Tu vestido es muy especial. ¿Cómo lo conseguiste? - se interesó Mañana que adoraba todo lo bello. -Me los hace Trapitos. En palacio dejé una gran amiga. Es la mejor modista de todo el reino. Y la mejor diseñadora de ropa de palacio. Me hace ropa deportiva, de fiesta, de merienda, de princesa... Trapitos siempre se preocupa de que su «Casiprincesita», como me llama, vaya siempre muy bien vestida. La echaré de menos. -¿Y dónde está tu ropa ahora? -¿Y -En mis veinte baúles de palacio. Cuando me escapé, dejé una nota a la reina para que los distribuyera entre los niños pobres. Aquí no los voy a necesitar. Las tres enanas suspiraron muy profundamente. No comprendían cómo se podían dejar abandonados veinte baúles de ropa tan elegante como el vestido de Casiprincesa. -Eso no tiene demasiada importancia. Los reyes y los príncipes no se hacen por sus vestidos o por sus joyas. Yo me convertiré en una auténtica princesa, aquí en este bosque. Y volveré para demostrarlo aunque sea vestida con ramas y con una corona de laurel sobre mis cabellos. CAPÍTULO CUARTO Trapitos
nochecía. Luna vigilaba, como de costumbre, los alrededores de la cabaña. Estaba medio adormilada en la mecedora cuando un relincho la despertó por completo. Miró por todas partes y se volvió a dormir. Esa noche soñó con dos caballitos que daban vueltas sin parar alrededor de la luna. Uno de ellos tropezó, perdió el equilibrio y cayó al vacío. Pudo salvarse ya que se quedó enganchado en el pico de una estrella. Luego llegó una nave espacial salvadora con sonido de carro y transportó al caballo herido de nuevo a la luna. Algo parecido estaba ocurriendo en la realidad, muy cerca de la cabaña y de la dormida Luna: Un carrito tirado por dos ponis, repleto de baúles, se había atascado en un barranco. Trapitos intentaba, por todos los medios, sacar el carro de allí, pero ella sola no lo conseguiría nunca. De mala forma se acurrucó y pudo dormir un poco.
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Amaneció. Trató de buscar ayuda. Los pobres animalitos habían conseguido reposar en la hierba pero aquella posición era muy incómoda para permanecer mucho tiempo. Trapitos encontró la cabaña y despertó a Luna. -Por favor, despierta, necesito ayuda. -¿Y quién no? Hasta los caballos necesitan naves espaciales - contestó con voz estropajosa en medio de su sueño. -¿Cómo dices? Precisamente tengo dos caballos enanos en un barranco... -¡Eh! ¿Cómo? - se despertó Luna de inmediato - ¿Dónde están los caballos enanos? -Por allí - señaló Trapitos-. Ven conmigo. Luna y Trapitos llegaron al barranco. Despertaron a los ponis. Luna le contó que esa noche había soñado con dos caballitos enanos muy parecidos. Las dos coincidieron en que el sueño era una premonición de lo que estaba ocurriendo en el barranco. Sorprendida por las semejanzas con su sueño, Luna no preguntó por el contenido de aquellos baúles. Las dos mujercitas empujaban con sus escasas fuerzas a los ponis y los arreaban para que salieran del bache. Con el vaivén, uno de los baúles se cayó, dio varias vueltas y aterrizó en el tronco de un árbol con la tapa abierta. Numerosos vestidos se desparramaron por el suelo. Aquellos trajes eran como el de Casiprincesa. -¿Quién eres tú? - preguntó Luna - ¿De dónde vienes? Trapitos ató las bridas de los ponis a un árbol y se secó el sudor de la frente antes de responder. -¡Uff! Soy modista y diseñadora. Trabajo en el palacio del Reino del Sol. -¿Eres Trapitos? La joven diseñadora se sintió muy halagada de cómo su fama llegaba a los confines del bosque. -Sí, así me llaman - asintió. -Ella no nos dijo que tú también eras enana. -¿Ella? ¿Has visto a Sol María del Mar? 177
-¡Oh! Sí, Casiprincesa vive con nosotras desde hace varias semanas. Yo creo que no desea volver a palacio hasta que sea mayor - explicó Luna muy cargada de razón. -Tranquila, yo no quiero llevarla a palacio. Yo voy en su busca para traerle sus vestidos. La princesa Casiprincesa no puede ir por ahí vestida con harapos. Es una princesa. Así que cargué con parte de su ropa y seguí su rastro. Hubiera llegado antes si no fuera porque los animales no están acostumbrados a estos caminos. Hasta ahora sólo tiraban de la calesa de la princesa por los jardines de palacio. Las dos enanitas pasaron a la cabaña a despertar a Casiprincesa, a Mañana y a Nomedalagana. La princesita enana se alegró mucho de ver a su amiga diseñadora y la invitó a quedarse allí con todas las demás. Nomedalagana protestó, como de costumbre, porque no abastecía a ampliar la cabaña para tanta enana. Mañana, por su parte, prometió ayudar (al día siguiente, por supuesto) a construir más dormitorios. Luna se encargó de repartir los trajes entre todas las compañeras con el permiso de la princesa. Al caer la tarde, las cinco enanitas vestidas con las mejores galas, asistieron a una pequeña fiesta en honor de Trapitos. Pasearon en poni por el bosque. Mañana pintó un boceto para hacer un retrato con todas las jóvenes diminutas. El sol, aquella tarde, tardó mucho en esconderse por detrás de los árboles. Se entretuvo en hacer guiños a la princesita enana que llevaba su mismo nombre y que como él quería reinar también en la tierra. CAPÍTULO QUINTO Blancanieves
estida con vaqueros y con una camiseta roja, Blancanieves se adentró en el bosque. Los vaqueros estaban prohibidos en palacio. Según los reyes, una futura reina no podía vestir así como el resto de los súbditos jóvenes.
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En su reino apenas salía el sol y la piel de la niña estaba pálida como la nieve. Era aquél más bien un reino descolorido y triste. La princesa deseaba con todas sus fuerzas estar bronceada como los chicos y chicas de las revistas que alguna vez llegaban a palacio. Le costó trabajo escapar del Reino de las Nieves y llegar hasta allí. Su madrastra se había empeñado en convertirla, lo antes posible en la Reina del País de la Nieve. Sin embargo, para ello primero debía casarse. Blancanieves no estaba dispuesta a casarse así, por imposición, sin estar enamorada, ni a llevar una pesada y fría corona sobre su cabeza, ni a estar descolorida toda su vida, ni siquiera a criar a dos o tres principitos pálidos, mientras esperaba que dejase de nevar. Pero así había sido siempre y se debía continuar con la tradición. Curiosamente, los mismos reyes, deseaban a su vez romper con esa tradición respecto a sus obligaciones. Lo que Blancanieves no sabía era el sueño de su padre y de su madrastra: Lo que más deseaban era vivir en un país cálido, frente al mar. Ellos jamás habían visto el mar. Los reyes no podían ser menos que los demás súbditos del reino. La mayoría ya conocían el mar. Ahora pedían abdicar en Blancanieves. Querían jubilarse y hacer turismo por todos los países del mundo. Eso les gustaba mucho más que reinar en el País de la Nieve. Blancanieves llegó a la cabaña de las enanas y dijo para sí: -¡Qué casita más pequeña! Parece una casita de niños ideal para un campamento de verano. Veré si puedo entrar. En el zaguán aún quedaban restos de la fiesta del día anterior. Junto a una de las ventanitas Luna había dejado su boceto. Blancanieves miró el cuadro sin terminar de las enanas y exclamó: -¡Qué retrato tan divertido! ¿Lo habrán pintado los duendecillos del bosque? Se asomó al interior por una ventana y vio a Luna dormida. Llevaba un camisón tan elegante que parecía un vestido de fiesta. Blancanieves creyó que era una niña. Llamó a la puerta para pedir cobijo. Las cinco enanitas se fueron despertando poco a poco. Una por una fueron apareciendo por la pequeña puerta de la cabaña. Pero sólo acertaron a ver unos pantalones vaqueros de los pies a la rodilla. -¿Quién eres? - preguntó Nomedalagana con tono molesto. -Soy Blancanieves.
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-Tú no eres Blancanieves. No puedes ser Blancanieves - dijo Casiprincesa que conocía muy bien la historia-. Blancanieves vivió hace cientos de años en el Bosque de los Siete Enanitos. Se casó con el príncipe y fue tan feliz con él que nadie más supo de ella. -Os aseguro que me llamo Blancanieves y que soy princesa - dijo colocándose en cuclillas. -Una princesa jamás llevaría vaqueros. En ningún reino lo permiten - insistió Casiprincesa. -¿Y tú cómo sabes eso? - se interesó Blancanieves. -Pues porque a mí nunca me han dejado que los lleve. Yo también soy princesa. Trapitos intervino de inmediato: -Creo que ya va siendo hora de que nos presentemos y nos dejemos de vaqueros. Presentó una por una a todas las enanas. Como la joven no cabía en la casa, Blancanieves y las cinco enanitas se sentaron a la sombra del gran árbol. Mientras Blancanieves hablaba de su padre y de su madrastra, las enanas la escuchaban con interés. -... Y esa es mi vida. Huyo de mi reino y del matrimonio, de mi padre y de mi madrastra. Busco un poco de sol para acabar con esta palidez de mi rostro. Lo que más me gustaría es vivir como vosotras, al aire libre. Conocer el bosque, sus animales y sus plantas y, cuando tenga dieciocho años, defenderlo de los incendios forestales. Cuando los cumpla, me haré piloto de helicópteros. Avisaré a los bomberos por radio. Manejar un helicóptero es el sueño de mi vida. Las cinco enanitas quedaron muy sorprendidas por el relato. Estaban seguras de que esta Blancanieves no podía ser aquella Blancanieves de hace cientos de años que temía por su vida y vivía escondida y temerosa y, sin embargo, feliz con los Siete Enanitos. CAPÍTULO SEXTO La madrastra
n día que Blancanieves y las enanitas se habían ido de excursión a coger frutos silvestres del bosque, llamaron a la puerta de la cabaña muy sigilosamente. 180
Era una señora muy elegante. Llevaba una larga capa dorada. Llevaba también unas botas negras que le llegaban por encima de la rodilla. Una despampanante minifalda mostraba sus largas piernas pálidas. Llamó varias veces a la puerta de madera sin obtener respuesta. Tomó la cesta de mimbre que había dejado en el suelo y se dispuso a reemprender la marcha. El chirriar de la puerta hizo que mirase hacia atrás. En el umbral estaba Casiprincesa. No acompañó al grupo porque prefirió quedarse en casa leyendo el «MANUAL DEL BUEN REY Y DE LA BUENA REINA», un libro antiguo escrito por sus antepasados que ella tomó de palacio antes de su partida. -¿Qué desea? -Busco a una princesa... -Al oír aquello, Casiprincesa cerró la puerta con gesto contrariado. -Al La señora insistió de nuevo al tiempo que decía: -Abre. Te lo ruego. Busco a Blancanieves. Le traigo dulces y regalos de palacio. Casiprincesa, que era muy golosa, comprendió que por eso no iba a peligrar el escondite y abrió de nuevo. -Blancanieves no está aquí. La señora elegante, que no era otra persona que la madrastra de Blancanieves, observó el libro que llevaba en su mano. -Yo tengo uno igual en mi reino. Una buena reina debe leer al menos una página diaria. Ese libro nos habla del Reino del Sol que espero visitar muy pronto, pero sus enseñanzas bien pueden trasladarse al Reino de La Nieve. Una reina debe saber reinar en cualquier parte. Casiprincesa no desveló que ella era la auténtica princesa del Reino del Sol. Asombrada ante la sabiduría de la madrastra, se olvidó de las manzanas envenenadas del cuento y de cómo la otra madrastra de la otra Blancanieves se disfrazó de bruja. Así que permitió a la elegante señora que dejara allí los dulces y los regalos. Entre ellos había media docena de manzanas dulces de feria, rojas, apetitosas y brillantes, con esa capa de caramelo líquido que hace la boca agua. Hablaron durante horas de los problemas de la vida en la corte. Las dos se entendían a la perfección porque era un diálogo entre una reina y una futura reina.
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La madrastra quedó entusiasmada cuando Casiprincesa contó su secreto: La huida del Reino del Sol. La joven expresó su deseo de reinar en alguna parte y de reivindicar una forma de reinar que no se valorara por su estatura. Con tanta palabrería se había hecho tarde para la madrastra y Blancanieves no volvía a la cabaña. Debía regresar pronto a palacio si no quería que el rey se preocupara y viniera a buscarla con el trineo y con los perros, hasta donde permitiera llegar la nieve. Las dos se despidieron como buenas amigas. Casiprincesa se alegró de haberse quedado en la cabaña, de lo contrario no hubiera conocido a una auténtica reina que además venía cargada con dulces y regalos. -¡Ah! ¡Los dulces! Primero se comió la primera manzana, y luego la segunda, y luego la tercera, y luego la cuarta, y luego la quinta... Estaban buenísimas. Sería mejor dejar una para Blancanieves. Cuando acabó, sus mejillas estaban rojas como las manzanas más rojas. La tripa le dolía como nunca antes le había dolido. Fue entonces cuando se acordó de la malvada madrastra del cuento de la otra Blancanieves. Gritó de espanto al pensar que la historia se podía repetir. Quizá había sido envenenada por la elegante reina. La duda le puso nerviosa. Tan grande era el susto que tenía y tan punzante su dolor de tripa, que se cayó cerca de la cesta de regalos y perdió el conocimiento. CAPÍTULO SÉPTIMO El Príncipe Bajito
nos minutos más tarde acordó en pasar por allí un joven muy atractivo subido en una moto veloz y resplandeciente. Al ver la cabaña se detuvo. Nunca la había visto así. Siempre había estado derruida. Ahora parecía estar habitada por seres de un cuento de hadas. Una mágica atracción le hizo caminar hacia la puerta y llamar dando unos golpecitos. Pero nadie contestó. Las enanitas y Blancanieves aún no habían regresado de la excursión. El príncipe dominado por la misma atracción se asomó a varias ventanas. Todo lo que vio fueron las pequeñísimas camas de las enanitas y otra, algo más grande, de Blancanieves. -¿Quién vivirá aquí? - se preguntó intrigado. 182
Una de las ventanas se adornaba con visillos estampados de fresas y flores. El príncipe adivinó que se trataba de la cocina. Sobre la mesa pudo ver una cesta con cajas y dulces. En el suelo estaba Casiprincesa desvanecida, parecía dormida o muerta. El príncipe reaccionó de inmediato. Golpeó con fuerza los cristales llamando presuroso a la joven. Viendo que sus intentos de ayudar eran inútiles se dispuso a entrar en la cabaña. Debía romper los cristales y así lo hizo. En ese preciso momento regresaban las enanitas con Blancanieves cantando canciones con música de bosque. Al oír aquel estropicio de cristales, dejaron de cantar. Se asomaron muy sigilosamente. La enana Luna, que no le tenía miedo a nada, marchaba la primera. Blancanieves iba detrás cogida a sus hombros. Después Mañana agarrada a sus piernas y Trapitos, como iba la última y no le dejaban ver nada, daba unos saltos para atisbar mejor lo que estaba pasando. Entre todas, seguro que sumaban una tonelada de miedo. -¡Al ladrón, al ladrón! - gritó Luna de pronto al ver al joven. El príncipe se vio descubierto. Las cinco mujercitas corrían tras él, no pudo menos que correr él también en dirección a su moto. Una vez subido en ella se dedicó a girar y a derrapar por los alrededores de la cabaña. Las enanitas corrían detrás mientras él intentaba explicarse. -¡Esperaaaad! No soy ningún ladrón. (Rummmm...). Soy el Príncipe Bajito del Minireino. (Rummmm...). Hay una muchacha ahí en la casaaaaa, tendida en el sueloooo. (Rummmm...). Al oír aquello, todas exclamaron a la vez sobresaltadas. Al -¿Casiprincesa? -Yo sólo intentaba ayudar - se excusó el príncipe jadeante. Inmediatamente se dirigieron a la cabaña. El príncipe se quedó fuera esperando noticias. Después, salieron en su ayuda pues no conseguían que volviera en sí. El príncipe, que era mucho más bajito que Blancanieves, se aproximó a la chica. La llevó en brazos hasta la cama. Le tomó el pulso, comprobando que tenía vida. Casiprincesa seguía con sus mejillas sonrosadas, con su bonita cara de niña buena. El príncipe no pudo reprimir su deseo de acercarse a ella y darle un beso. En ese momento Casiprincesa se despertó. Asustada se abrazó al príncipe. 183
Las demás se miraron y celebraron con risas la reacción de la princesa. Ella narró a todos la visita de la reina y la historia de las manzanas envenenadas. Blancanieves cogió la manzana que quedaba. No creía para nada en esa historia de manzanas envenenadas, aunque las circunstancias recordaran en muchos detalles el cuento de sus antepasados. Ella no era perseguida por una bruja. Claro que ella tampoco era la Blancanieves del cuento. Además, le encantaban las manzanas que preparaba su madrastra para ella y la reina lo sabía. De esa forma esperaba convencerla de que volviera al reino. Por otro lado, no entendía lo que le ocurría a su amiga. Ni corta ni perezosa, volvió a mirar la manzana por todos lados y mordió el primer bocado. Los demás pusieron cara de susto. -Pero, ¿qué estás haciendo? - preguntó Luna-. Antes tenemos que analizar esos dulces. -Yo puedo analizarlos. En mi Minireino tengo un gran laboratorio; bueno, es un minilaboratorio pero está muy completo - repuso el príncipe. -No es necesario. Yo estoy segura de que no son manzanas envenenadas. Las he comido cientos de veces en palacio. Mi madrastra siempre ha sido buena conmigo y más ahora que quiere convencerme para que vuelva. Las manzanas envenenadas son cosas de cuento. Ella no haría eso. Nomedalagana comenzó a entender y preguntó: -¿Cuántas manzanas te has comido? Casiprincesa confesó avergonzada que su glotonería le había hecho comerse las cinco manzanas dulces, que estaban buenísimas, que ahora se encontraba mejor y que fue el miedo a estar envenenada el motivo de su desvanecimiento. Todos se rieron con esa explicación. Blancanieves se acabó de comer la manzana de feria que quedaba. Abrieron los regalos y se cantaron canciones como ésta, escritas por la enana Mañana y bailadas por todos con música de bosque.
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CAPÍTULO OCTAVO Buenas noticias
asó el tiempo muy, muy rápido; pero las cinco enanitas de la cabaña crecían muy, muy despacio, tan despacio como crecen todas las enanas. No en cambio Blancanieves, que llegó a medir hasta un metro setenta y cinco centímetros de estatura. El aire del bosque le había sentado bien. Su piel hacía tiempo que abandonó la palidez propia de su reino. Su madrastra se acercaba al bosque dos veces al mes, siempre cargada con buenísimos dulces, ricos manjares y valiosos regalos. A pesar de los años transcurridos, aún no había perdido del todo la esperanza de que volviera a reinar en palacio. Sin embargo, Blancanieves seguía en sus trece de no convertirse en reina. Esa vida le parecía muy aburrida. Además, ahora estaba muy ocupada con sus estudios. Se estaba preparando en una heliescuela para hacerse piloto de helicópteros. Por las tardes, Blancanieves aprovechaba las visitas de El Príncipe Bajito. Tomaba prestada su moto y se iba al helipuerto a dar sus clases de vuelo. Mientras tanto, Casiprincesa disfrutaba de la compañía de su príncipe enamorado que resultó ser un joven muy formado en todos los asuntos de palacio, como correspondía a un futuro rey. Una tarde, la princesita rubia recibió la visita de los Reyes del País de la Nieve. Hoy precisamente no deseaban hablar con Blancanieves. Después de tanto tiempo comenzaban a perder las esperanzas de que se casara y reinara. Informados de que entre Casiprincesa y el Príncipe Bajito existía algo mucho más íntimo que una amistad llegaron hasta ellos con la siguiente propuesta: 185
-Querida Sol María del Mar: Venimos a comunicarte algo muy importante. Ya conoces nuestros intentos por ceder nuestro reino a Blancanieves, pero como ves ella sólo tiene tiempo para su ecología, su bosque y su helicóptero. Hemos pensado que vamos siendo mayores. Nuestro sueño de vivir junto al mar se puede perder definitivamente si no ponemos remedio a tiempo. Nuestro reuma va en aumento. Sabemos que eres una buena princesa con deseos de reinar. Venimos a ofrecerte el Reino de la Nieve a cambio de un poquito de sol y de mar. -¡Oh! Pero ese reino es de Blancanieves. Yo no podría... - musitó Casiprincesa. -No debes preocuparte. Ya lo hemos hablado con ella. Tú te mereces un reino. Nosotros te lo entregamos durante algunos años. Después, tú decidirás si te lo quedas para siempre, o si te vas al Reino del Sol o si te vuelves a vivir al bosque. Casiprincesa encontró por fin el modo de demostrar al Reino del Sol que podía ser una buena reina. -Claro que, según la tradición, te exigimos una condición que creemos que no te será muy difícil reunir. -¿Cuál? - preguntó Casiprincesa intrigada. -Debes casarte con álguien de sangre real. Es imprescindible. Casiprincesa miró al Príncipe Bajito e inclinó la cabeza sonriendo. Inmediatamente el príncipe tomó su mano y la pidió en matrimonio. -La timidez me impedía hacer esto. Sabes que te amo. Los reyes se despidieron dejando a la pareja decidiendo su proyecto de vida. Una hora más tarde, se escuchó un aleteo en el aire. Los animalillos del bosque asustados se refugiaron precipitadamente en sus nidos y madrigueras. Las cinco enanitas y el Príncipe Bajito salieron de la cabaña para ver qué pasaba. Era el helicóptero de Blancanieves que llegó hasta allí para saludarlos. De pronto, giró bruscamente y perdió altura. Todos pensaron que iba a aterrizar en cualquier momento. Se trataba de una maniobra un tanto difícil. Se limitó a saludar con una mano muy alegremente. Después ascendió de medio lado y se perdió entre las nubes. -¡Vuelve, Blancanieves! - gritó Casiprincesa ilusionada. - ¡Tengo que darte buenas noticias! ¡Vamos a casarnos! ¡Por fin voy a ser reinaaaa...! Pero Blancanieves no pudo escucharla. Estaba entusiasmada con el vuelo. Esa tarde 186
debía demostrar a todos que era la mejor piloto de helicópteros de la comar ca. Esa tarde se examinaba en el cielo. Si aprobaba el examen, ella también les daría una buena noticia. Llegaría a la cabaña con su flamante carnet de pilotar helicópteros. Para Blancanieves sería la mejor de las noticias. CAPÍTULO NOVENO Una mala noticia
asaron los días. Todo salió a pedir de boca. Blancanieves consiguió por fin su carnet de vuelo. Los preparativos de la boda se hicieron en un tiempo récord. Casiprincesa no deseaba invitar a los habitantes del Reino del Sol pero los Reyes del País de la Nieve la convencieron porque, a pesar de que allí nunca la trataron como una verdadera princesa por ser enana, dijeron que la nueva reina no debía ser rencorosa. Además, en la boda se iban a reunir cientos de invitados del Reino del Sol, del Reino de la Nieve y del Minireino del Príncipe Bajito, algo rarísimo en estos tiempos, por lo que accedió a invitar a los de su corte. Trapitos estaba encantada con la boda. Tenía tanto trabajo que enseguida puso manos a la obra. Diseñó los más originales vestidos nunca vistos. Muy emocionada, confeccionó los trajes de los novios. Y lloró con lágrimas redondas de enanita cuando Casiprincesa se probó el vestido de novia. Parecía tan feliz girando sus volantes y dando volteretas por los recovecos del bosque. Después de diseñar más de veinte modelos, aún le quedó un retal para adornar el cuello de los caballos enanos con unos lazos muy graciosos. Llegó el día de la boda. El Príncipe Bajito llegó como siempre en su moto. Detrás de él llegaron por lo menos cincuenta y cinco invitados en un miniautobús de su Minireino. La fiesta se iba a celebrar en un claro del bosque, cerca de la cabaña de las cinco enanitas. Luna estuvo toda la noche en vela ultimando los preparativos. Por más que le dijeron, se negó a dormir esa noche. No se podía arriesgar a levantarse sonámbula y estropear la boda, o el orden de las mesas, o las guirnaldas de flores, o las alfombras de pétalos de rosas. Era imprevisible lo que Luna podía estropear en una de sus salidas nocturnas como sonámbula. La última vez que lo hizo se trajo a la cabaña un nido de gorriones que no sabían volar. Se empeñó en dejarlo en la mesita de noche creyendo que había encontrado un despertador. Tuvieron que despertarla, precisamente con un despertador, para que se convenciera de que aquello era un nido y no un reloj. Esa falta de sueño provocó que, cuando todos esperaban que los jóvenes príncipes 187
pronunciaran el sí de rigor, se escucharan dos sonoros ronquidos por parte de Luna que hicieron reír a todos los invitados. Los novios fueron aplaudidos durante largo rato. Se comió, se bailó, y se cantó como en las grandes bodas. La malvada condesita del Reino del Sol pidió perdón a Casiprincesa por ser la primera persona que la llamó de ese modo. Ahora quedaba claro que una enana sí podía ser princesa. Nomedalagana lloraba con infinita tristeza abundantes lágrimas redondas de enanita. Y no era para menos. Dos de ellas se marchaban de la cabaña del bosque. Una era la novia. La otra era Trapitos que había decidido acompañar a los príncipes al Reino de la Nieve, cuando regresaran de la luna de miel. Todo eran besos, celebraciones, despedidas. Sólo faltaba que se pusieran a comer perdices para que finalizara lo que parecía ser un cuento de hadas vivido en el bosque. Sin embargo, un teléfono móvil se escuchó en uno de los bolsillos de Blancanieves. -¡Dígame! El rostro de la joven se tornó blanco haciendo triste honor a su nombre. -Un incendio... ¿Dónde? El jolgorio de la fiesta no permitía la comunicación. Nomedalagana hizo que parase la música. Los animalillos del bosque presintieron que algo malo iba a ocurrir y corrieron a sus refugios. Entonces Blancanieves habló: -Debo marcharme. Se necesitan pilotos cualificados. Se ha desatado un gran incendio en un bosque cercano. -Ten cuidado Blancanieves - dijo Casiprincesa. -Lo mismo te decimos, hija - añadió el Rey de la Nieve-. Es una labor muy peligrosa. ¿Estás segura que esa es la forma de vida que quieres? -Sí, papá. Así me siento útil. Entiendo también que Casiprincesa sea feliz con la vida que le espera. Pero a mí me aguardan los bosques, las aventuras, y por desgracia, los fuegos que tendré que apagar en otros bosques. Hace tiempo que cambié mi reino por 188
todo esto. -Puede que lleves razón. Nosotros también hemos cambiado el reino por cumplir nuestro sueño de vivir junto al mar una larga temporada. Creo que a veces las personas equivocamos los sueños con la realidad que nos toca vivir. O quizá equivocamos nuestro lugar de nacimiento. No sé. -Nuestro lugar de nacimiento, nuestro tiempo y puede que también nuestra estatura añadió la enana Luna muy cargada de razón. -Es cierto. No hay nada mejor que vivir como siempre has querido hacerlo sin que la estatura, la condición, o cualquier otra causa sea un impedimento para lograrlo - repuso Nomedalagana con sabiduría. -Adiós a todos - dijo Blancanieves poniendo en marcha la hélice de su helicóptero. -Adiós, Blancanieves. Suerte. ¡Vuelve pronto! Todos los invitados hicieron señales de despedida cuando vieron despegar el aparato. Las últimas palabras pronunciadas por Nomedalagana seguían vivas en la neblina del bosque y en todos sus rincones. Entre las ramas de los árboles. Entre los animales. Entre los invitados a la boda real. Cerca también de la enanita Mañana que en ese momento se propuso escribir una historia como esta, muy parecida a esta. Empezaría a escribirla ahora mismo, o mejor, ¡cómo no! a partir de mañana. Sería la historia de Las Cinco Enanitas y Blancanieves y podría empezar así: CAPÍTULO CERO
lto! Antes de que empieces a leer te avisaré que esta historia tiene muy poco que ver con el fantástico cuento de Blancanieves y los Siete Enanitos del Bosque que te contaban tus padres o tú mismo leías cuando eras más pequeño. Esta es otra historia... Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS 189
Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Corazón: •Perfil: •Ecología: 0 ............. ➢ VAMOS A MODIFICAR... Los cuentos clásicos Material: -Libros de cuentos clásicos. -Folios. -Lapiceros. Desarrollo: Cada niño elige un cuento clásico y lo modifica a su antojo para que sea mucho más divertido y mucho menos duro, cruel y violento. Para conseguir eso puede cambiar la actitud de los personajes o inventar nuevos protagonistas. Ejemplos: Caperucita Roja. - Es mala. Persigue lobos en el bosque. La abuelita le ayuda a poner trampas y las dos se burlan de ellos. La Cenicienta. - Las hermanastras son sus amigas y le cuentan al Príncipe que Cenicienta es la dueña del zapato, pero ella no quiere casarse tan joven. Sólo quiere bailar en una discoteca de verano. Peter Pan. - Quiere crecer rápido para conducir una moto y llevar a Wendy a una carrera de motociclismo. El flautista de Hamelin. - No atrae ratones sino gatos y los perros de la ciudad le tienen miedo. Los tres cerditos. - Se hacen arquitectos, se construyen una gran mansión e invitan a su amigo el lobo a la fiesta de inauguración.
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El patito feo. - Estudia para modelo y se convierte en un pato presumido. Jamás será un cisne. Se enamorará de la patita guapa, se casarán y tendrán patitos guapos o feos pero inteligentes y divertidos. Con premisas como estas, los niños desarrollarán ampliamente y por escrito las nuevas ideas, realizando así una completa actividad de animación a la lectura y a la escritura basada en el estudio de los textos clásicos infantiles. ➢ VAMOS A COMPONER... Un collage solidario Material: -Cartón grande. -Recortes de revistas. -Fotografías. -Folletos publicitarios. Desarrollo: Las enanitas del cuento se ven discriminadas por su corta estatura; Blancanieves no quiere ser princesa ni reina, prefiere ser ecologista, agente forestal o piloto de helicóptero. En los cuentos nada es lo que parece, en la realidad a veces tampoco. Los niños de otra raza (gitanos, chinos, magrebíes, negros), los enfermos, los gorditos, los rubios, los de piel oscura, los altos, los bajitos, los que sufren un defecto físico o psíquico tienen en común que son diferentes; todos somos diferentes pero iguales en derechos. Se realizará un collage gigante con el dibujo de un tren que recorra el globo terraqueo. Sus vagones estarán llenos de niños de todos las razas y países. En los vagones del tren podemos mezclarlos e intercalarlos con personajes de los cuentos clásicos o de dibujos animados quienes estarán encantados de acompañarles en esa vuelta solidaria alrededor del mundo.
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Temas: Diversidad, imaginación y sentido crítico. Propuestas recreativas y didácticas Bellas palabras. Vamos a actuar... en una lectura dramatizada. Vamos a asomarnos a... los es del tiempo.
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n un día especial de no se sabe cuántas horas o si llegaba la mañana, la tarde o n ala noche, donde podría decirse que no existía el tiempo, acordaron reunirse unos hermanos. Ellos eran hijos del señor AÑO; pero eran tan distintos que rara vez coincidían en su forma de actuar y si lo hacían eran llamados locos por todo el mundo. El lugar de la cita no tenía color, ni clima, ni sol, ni nieve... Era un extraño lugar que sólo ellos conocían en la nebulosa del espacio. El primero en llegar fue OTOÑO. Venía cargado de promesas, de obligaciones y de viento. -Soy más puntual que ninguno de ellos. En fin, esperaré a que vayan llegando y podamos ir conociéndonos un poco mejor. Su traje era de un color gris negruzco que le llegaba arrastrando hasta el suelo. Sus movimientos eran rápidos pero suaves y cuando giraba sobre los talones aparecían gran cantidad de hojas secas que el viento amigo alejaba de su cuerpo. Se oyó como un gran chapoteo y apareció un señor tan alto que resultaba difícil contemplarle el rostro. Llevaba una gran capa de piel blanca (o acaso no era piel sino nieve) y una larga bufanda le envolvía el cuello y gran parte de su barba gris. Los dientes le castañeteaban y le acompañaba un charco de agua alrededor de sus pies. Era la nieve que se derretía muy lentamente. Los dos hermanos se saludaron al reconocerse. -¡Hola, INVIERNO! ¡Siempre con tu humedad a cuestas! - le dijo OTOÑO tendiéndole la mano. -¡Quita! ¿Acaso quieres parecerte a mí un poco? - le dijo al tiempo que se la hacía retirar. -Llevado de la emoción no advertí que siempre estás helado. -No siempre - refunfuñó el INVIERNO-. A veces llega mi amigo el sol y me ayuda a descongelarme. Esos días son como un regalo para mí. Me divierto tanto que me olvido de hacer mi trabajo.
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-En verdad que tienes que odiar tu quehacer. Siempre helado, enviando frío por aquí y por allá. -También esto tiene sus ventajas - hablaba el INVIERNO sin dejar que la bufanda se le descolgara-, me alegra ver a la gente en sus casas y a los niños haciendo sus deberes al lado del fuego de la chimenea. En esos días la casa es un palacio si no falta en ella el calor del hogar. -Pero, olvidas que es una lata tener que quedarse en casa los domingos, cuando en otro tiempo se puede descansar de la pesada escuela... -Dices bien, en otro tiempo, en el tuyo por ejemplo. Tú eres el más traidor de todos los hermanos: Aún están acostumbrados a los días de vacaciones, donde se sienten tan felices y libres, llegas tú y todo lo estropeas. Les impones un horario, unos estudios y les quitas tanto tiempo de las manos que bien pueden llamarte ladrón de diversión en tu propia cara. -No sé quién presume de ser largo y eterno y de tener unos días tan cortos donde no dejas entrar un momento para dedicarlo a los juegos - le respondía OTONO irónicamente. Unas alegres notas interrumpen la discusión. Los dos se vuelven para escuchar mejor.
Se acerca una muchacha de rostro simpático y cabello largo y rizado. Su vestido es como un lindo jardín y una amplia sonrisa le invade el rostro. Su cara porta un color rosado y, cosa inexplicable, unas gotas de lluvia surcan sus mejillas, pero ella sin la menor tristeza repite su canción al tiempo que salta y baila al son de la música.
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-¡Hola, pequeña hermana! No has de ser tan escandalosa... - le riñe su hermano INVIERNO. -Sigue cantando - propone OTOÑO-, era una canción tan bella. -¿Tanto como yo? - pregunta la vanidosa PRIMAVERA. -Sí - contesta OTOÑO-. Siempre has sido la más agraciada de todos nosotros. Un viento de tristeza recorre los ánimos de OTOÑO y de INVIERNO. No así para PRIMAVERA que al cabo de un instante, pregunta: -¿Y VERANO? ¿Aún no ha llegado mi querido hermano? -No - responden al unísono. -Siempre ha sido tu preferido, ¿no es verdad? - añade INVIERNO con gran desconsuelo. -Es que... es muy divertido. Y es tan alegre... Además me ayuda a caminar y hace que mi trabajo sea más corto. -Eso no es cierto, lo que ocurre es que te quita vida para pasar a ser él el protagonista de toda la época calurosa. -Pues por eso he de estarle agradecida. Él se queda con el calor y a mí me reserva las flores, el verdor de los campos y muchas otras cosas más. Además, hace que siempre me conserve joven y de buen humor. -Supongo - añadió INVIERNO - que los dos han nacido el uno para el otro. -Supongo Sus pensamientos se ven interrumpidos por una extraña sensación de calor. Es el VERANO pegajoso y atrevido que se acerca al grupo familiar. Es un señor pesado y muy obeso. De su bronceada frente caen gotas de sudor 195
constantemente. Lleva oscuras gafas y todo su cuerpo aparece con una luminosidad sin igual. VERANO bufaba al tiempo que iba limpiando su cara con un pañuelo blanco de tan brutal transpiración. -¿Qué tal, chicos? - preguntó con un tono cansado. -¡Oh! - exclamó PRIMAVERA-. ¡Pero si es VERANO! Y se abalanzó sobre él con profundo entusiasmo. -Antes de nada, he de pedir un favor a INVIERNO; si no, no podré continuar con vosotros. Verás, querido hermano, necesito que te acerques un poco a mí. Con la helada que llevas como abrigo yo me refrescaré un poco. Este calor... INVIERNO se aproximó y cuando se encontraba cerca de VERANO protestó: -No puede ser. La vida nos ha hecho tan distintos que me resulta difícil acercarme a ti. Pero VERANO continuaba sudando de un modo exagerado y necesitaba aquella frescura de su hermano. INVIERNO se acercó con precaución. -Tampoco me viene mal un poco de calorcillo - pensó. Era una disparatada idea la que iban a emprender. Los gritos de uno seguían a los del otro. VERANO se quejaba de frío e INVIERNO de un calor sofocante. La unión no estuvo muy compenetrada. -Tengo una idea - propuso alegremente PRIMAVERA-: Podemos unir nuestras manos y formar así un pequeño corro. De esta forma, estaremos más unidos y quizá alguno de nosotros cambie su figura y podamos tener un recuerdo de cada hermano en los días de nuestra estación. Así le pareceremos mucho más a nuestro padre el AÑO. La idea gustó a los tres hermanos y en particular a OTOÑO, pues los otros dos se encontraban un poco aturdidos a consecuencia de la experiencia anterior. PRIMAVERA levantó el brazo y lo colocó horizontalmente a la altura de la frente. VERANO se aproximó y colocó su mano sobre la de PRIMAVERA. OTOÑO también estiró su brazo templado y bien formado. Ya sólo faltaba IN VIERNO que miraba receloso el triángulo formado por sus hermanos y lleno de desconfianza colocó también su húmeda mano sobre las de los demás. A continuación, giraron al son de una música extraña, cargada de notas infantiles y arrullos de pájaros encantados. Cansados estaban de girar, cuando la mano de OTOÑO resbaló y todos cayeron a 196
aquel suelo misterioso armando un fuerte estrépito. La idea de PRIMAVERA había resultado bien en un primer momento, pero ahora... Se encontraban unos encima de los otros de forma tan desordenada que todos se quejaban del compañero que tenían arriba. Restablecidos de aquel golpe tan inesperado, opinaron que la naturaleza les había hecho así y ellos no podían cambiarse a sí mismos. Optaron por sentarse unos junto a otros guardando una prudente distancia. Alguien inventó un nuevo juego: Cada uno diría una cosa mala y una cosa buena de su época. Comenzó PRIMAVERA: -Mi tiempo es el del amor. Los campos comienzan a vivir. Las mariposas se posan en las flores y todo es dulce y alegre. -Todo no - gruñó OTOÑO-. Porque también eres el tiempo de las alergias y de las picaduras de los insectos. -Olvidas que no podemos ser perfectos - concluyó VERANO. -Y ahora diré la parte mala: ¡Ninguna! Un murmullo salió de la reunión. PRIMAVERA era demasiado presumida. ¿Habría que darle una lección? Bien es verdad que en su época la lluvia inesperada se presenta súbitamente como las calificaciones escolares. Pero no debían discutir por esas tonterías. INVIERNO ya está preparado frotándose las manos para comenzar a hablar. -Lo bueno de mí es que tengo la Navidad y disfruto viendo cómo los niños en esas fechas son un poco más buenos. Hay turrón y regalos. ¡Ah! ¡También tengo unos días de vacaciones! La parte mala ya la veis, soy demasiado frío y poca gente me quiere, salvo las señoras que desean comprarse un abrigo de alguna estimada piel o los niños que disfrutan en la nieve haciendo bolitas... Ante la tristeza de INVIERNO exclama OTOÑO emocionado: -Has olvidado detalles muy importantes, los deportes en la nieve, el chocolate con churros y un sin fin de cosas que tú tienes de positivo. -Es verdad - exclamaron todos. -Y tú, ¿qué tienes que decirnos, VERANO? -¡Uf! Lo malo de mi tiempo es que hace tanto calor que suelo crear complejo de 197
asado al horno o de huevo frito. Todos prorrumpieron en carcajadas ante la ocurrencia de VERANO. Tras un instante preguntó PRIMAVERA: -¿Por qué has comenzado por la parte mala? -Porque ahora viene lo bueno - le respondió en tono fanfarrón. -Acaba ya - gritó OTOÑO enfadado-. Aún me toca el turno a mí. -Lo bueno, lo más bueno de todo son las vacaciones - respondió VERANO con satisfacción-. Los refrescos, los juegos al aire libre, la ropa de vestir tan ligera, la playa... -¡Basta! ¡Ya es suficiente! - ordenó OTOÑO con furor-. Ya sabemos que tienes demasiadas cosas buenas, pesado. Mi parte buena es algo tan sencillo como la vuelta de la escuela... -Y si eso es lo bueno, ¡qué será lo malo! -Creo que estás equivocado. A los niños les gusta el colegio y tanto más en mi época que en la tuya. Todos sabemos lo mal que se estudia al lado de todas las cosas buenas que tienes. Además, tienen que odiarte, ya que tú les recuerdas que un curso acaba y con él los compañeros se separan hasta que yo llego de nuevo a juntarlos. -¡Eso es falso! - vociferó VERANO-. Los niños me quieren porque les alivio del estudio de todo un año. Ellos no pueden odiarme. Primavera levantó con ímpetu su mano y dijo: -Será mejor que continúes con tu parte mala y dejad ya de discutir. -Mi parte mala es, que están tan acostumbrados al calor y al tiempo libre que les da VERANO, que me reciben de un modo antipático. También que les tiro las hojas de los árboles, aunque hay gente que le gusta pisar las hojas secas. En cierto modo, es como si yo fuera el comienzo del año. Todos quedaron silenciosos. Ya habían sido escuchadas todas las opiniones. ¿Cuál era la mejor estación? Todas tenían algo de bueno y algo de malo, como el mismo ser humano. Los cuatro fueron levantándose muy lentamente y caminaron dándose la espalda, formando un camino en forma de cruz que se ampliaba al tiempo que caminaban en sentido contrario a su estación opuesta. En señal de despedida, giraban sus manos. 198
-¡Adiós! - Se oyó la cantarina voz de PRIMAVERA que repetía su canción. Y desde entonces, todos los años, las cuatro estaciones nos traen lo mejor y lo peor de cada una de ellas y siguen sin saber exactamente cuál de las cuatro es la mejor. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Nieve: •Vacaciones: •Música: •............. ➢ VAMOS A ACTUAR... En una lectura dramatizada Material: -Telas y trajes para diferenciar y caracterizar las distintas estaciones del año en los niños actores. Ejemplos: Primavera: Traje de flores, capa vaporosa y colorista. Verano: Bañador o bikini (puede ser encima de la ropa, sobre todo si se realiza en otra estación). Otoño: Traje de arpillera o marrón oscuro con piezas y hojas ocres, amarillas y naranjas. Invierno: Traje de tela blanca de borreguillo, bufanda y gorro. -También copias suficientes del cuento para todos los actores y rotuladores marcadores de colores fosforitos para delimitar con distinto color cada una de las intervenciones.
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Desarrollo: Se solicitarán nueve voluntarios, cuatro serán los actores que actuarán como mimos, otros cuatro actuarán con la voz en off, el noveno será el narrador y, al igual que los otros, tendrá su papel de reparto en el cuento, si se quiere puede ser el profesor, el monitor u otro niño ca paz de narrar y coordinar las distintas intervenciones y movimientos de los pequeños actores. Se pueden introducir cambios o distintos efectos especiales que, sin duda, enriqueceran la lectura. Después, en esta o en distinta sesión, los que hacen la voz en off se cambiarán por los actores y viceversa para comparar los resultados de los dos grupos favoreciendo de esta forma la autocrítica. Si se ha disfrutado con el cuento escenificado y se han conseguido buenos resultados, se puede proponer que otros grupos educativos asistan a la repetición de la escenificación como espectadores. ➢ VAMOS A ASOMARNOS A... Los es del tiempo Material: -Cuatro cartones grandes o tableros de contrachapado. -Témperas. -Tijeras y cutter. Desarrollo: Se eligen cuatro cartones o tableros con una altura equivalente a la estatura media de los niños. Se les harán tres orificios centrales con un tamaño suficiente y adaptado para que los niños puedan asomar y mostrar el rostro e introducir y sacar sus manos. Cada tablero se decorará con divertidos y graciosos dibujos de mucho colorido que representarán las estaciones del año. Después, se dividirá en cuatro grupos a los niños y por turno deberán defender con buenos argumentos la estación que les ha tocado en suerte con su parte buena y su parte mala. Durante la expresión oral también se pueden intercalar anécdotas o contar chistes alusivos a las estaciones. Tras pasar y posar todos los grupos por los decorativos y agujerados es se puede votar la estación más atractiva y la menos deseada, eligiendo así entre todos la época 200
del año que mejor se haya defendido por sus ventajas y se haya restado importancia a sus inconvenientes. También se puede introducir una variante, a cada minuto de estar hablando hay un cambio de estación y deben defender la siguiente estación del calendario o la estación opuesta. Ejemplo: Primavera por otoño, invierno por verano.
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Temas: Amistad y marginación. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a transformarnos... maquillaje y peluquería. 202
•Vamos a realizar... un mural de los adjetivos.
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os chicos y chicas del barrio criticaban a Sonia por el color de su pelo; es más, ,no le permitían jugar con ellos. La niña se avergonzaba de su pelo tan rojizo porque todos los vecinos la miraban como si llevara en la cabeza algo tan curioso como un tití comiendo cacahuetes. En invierno podía tapar su pelo con gorros pero había días que tenía que salir con su llamativa cabellera. Sus papás no comprendían cómo siendo ellos morenos, Sonia tuviera ese color. La niña les decía que cambiaran, por medio de tintes, su pelo; pero ellos le respondían que no era nada vergonzoso tener el pelo así, otros también lo tenían, y además que podía esperar a ser mayor para decidirlo. Sonia se quejaba de no poder jugar y de no tener amigos. La mayor parte del tiempo la pasaba en casa viendo televisión. Había un programa que a ella le gustaba mucho. Un día apareció un concurso que regalaba numerosos premios y obsequios importantísimos a todos aquellos niños que fueran pelirrojos y para evitar a los mentirosos debían demostrar que realmente eran pelirrojos. Sonia tenía la oportunidad de conseguir juguetes y regalos gracias al color de su pelo. Esto era para no avergonzarse nunca más y lo comentó con sus padres. Llegó el día del concurso y Sonia se sorprendió al ver que eran cientos y cienLlegó tos los niños que llevaban el color rojizo en su cabeza. Se puso muy contenta al comprobar que no era ella sola la única pelirroja. Llegó hasta allí acompañada de sus papás como todos los demás niños; ir acompañados era una de las reglas que imponía el concurso. Otra regla sorprendente para muchos, consistía en que tenían que colocar su cabello bajo una ducha de agua caliente; si el agua vertida tomaba el color rojo indicaba que el niño era un embustero y no podía conseguir ningún regalo. Los niños pasaban con sus papás por una puerta que les llevaba, según creían ellos, al lugar donde estaban los juguetes para elegirlos; pero una vez allí no podían renunciar a la ducha reglamentaria y todos tenían que mojar su pelo. Más tarde, fuera cual fuera el veredicto del jurado, pasaban a un salón de peluquería a secarse. Así se iban seleccionando los verdaderos pelirrojos de los falsos pelirrojos, los cuales no solamente se habían teñido, pues había algunos que llevaban peluca y con la ducha quedaba como una birria mostrando el plástico del interior. Otras pelucas estaban tan mal colocadas que se caían al bajar la cabeza. 204
Para muchos niños, verdaderos o falsos pelirrojos, la ducha fue una diversión y un juego; pero en otros levantó la vergüenza de hijos y padres que muy rápidamente volvieron a casa. Sonia estaba impaciente y pensativa, deseando elegir algún juguete o regalo. Apretaba la mano de mamá para tomar confianza. La niña sonrió al descubrir el truco de la ducha y no sólo se instaló rapidamente en ella, sino que frotó su cabeza para demostrar con más ahínco que era pelirroja de nacimiento. Cuando pasó al salón contiguo, no pudo retener una carcajada al ver a niños y niñas mojados, la mayoría, con restos de tinte por el cuello y la cara. El espectáculo era bochornoso para ellos y divertido para los restantes niños, entre ellos Sonia. Cuando su pelo estuvo seco, la felicitaron y regalaron multitud de cosas ya que había muchos regalos para tan pocos niños premiados. Una bicicleta, varias muñecas, cuentos, lápices, caramelos, bombones, vídeojuegos, patines, vestidos, muchísimos regalos pasaron a ser de Sonia; además, los seleccionados tenían la posibilidad de aparecer en televisión en ese programa-concurso que a ellos gustaba tanto. De vuelta a casa, Sonia reconoció a algunos niños del barrio tras las ventanas de sus casas, mirando con envidia cómo los papás de la niña portaban cajas y más cajas de juguetes. Durante días, ellos no se decidieron a salir a la calle pues se avergonzaban de llevar esa mezcla de colores en el pelo, debido al tinte aplicado en él. Esto causaba más risa que indignación aunque también les llamaban mentirosos. Poco a poco fueron olvidando esos días tan bochornosos y comenzaron a salir a la calle para jugar. Sonia se divertía con sus juguetes y con toda la panda del barrio, panda que nunca más se burló del color de su pelo. Ser pelirroja le sirvió de premio y jamás se avergonzó de ello. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Color: •Premio: 205
•Panda: •........... •........... •........... ➢ VAMOS A TRANSFORMARNOS... Con maquillaje y peluquería Material: -Lápices de labios. -Lápices de ojos. -Sombra de ojos. -Maquillaje de fantasía (Purpurina, polvos plateados, barras de todos los colores, etc.). -Laca en spray para mechas de distintos colores. -Espuma fijadora para cabello. -Peines, cepillos. -Secador de pelo. -Anillas de goma y cintas de colores. -Horquillas y pinzas del pelo. Desarrollo: Cada niño realizará su propio diseño de maquillaje sobre un rostro dibujado en un papel. Para diseñarlo, puede ayudarse de revistas y folletos o con las orientaciones del profesor, bibliotecario o animador. Después, por parejas se maquillarán recíprocamente. Tanto los maquillajes como los peinados serán muy espectaculares y de mucho colorido, destacando en la medida de lo posible los cabellos de color naranja de los pelirrojos.
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➢ VAMOS A REALIZAR... Un mural de los adjetivos Material: -Rotuladores gruesos. -Témperas y pinceles. -Papel continuo. -Tijeras. -Folios. -Revistas. Desarrollo: Tras la lectura del cuento, los adjetivos del mismo se dividirán en dos grupos: -Adjetivos alegres. -Adjetivos tristes. Ejemplos: ADJETIVOS ALEGRES
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ADJETIVOS TRISTES
Pueden añadirse otros adjetivos, alegres o tristes, elegidos por los niños, haciendo o sin hacer referencia al cuento. A cada adjetivo le corresponderá una imagen diferente, dibujada por los niños en un folio o bien realizada por medio de collage con recortes de revistas. Ejemplos:
En el mural destacarán por su tamaño más las palabras que las imágenes. Las letras de los adjetivos alegres se decorarán con el color rojo y las de los adjetivos tristes de color azul, yendo en el mural mezclados.
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Temas: Amistad, educación medioambiental y misterio. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras.
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•Vamos a diseñar... la baraja parlante. •Vamos a adivinar... quién es el culpable.
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-Jex, ¡vámonos a la sombra de la higuera! Lali cogió a su gato con sumo cuidado y se dirigió hacia aquel gigantesco y esplendoroso árbol. Sus padres habían comprado recientemente esa vieja casona destartalada. Así Sus lo decidieron cuando les comunicaron el traslado de ciudad por motivos de trabajo. -Con unas cuantas reformas quedará como nueva - pensaron. En la vieja casa había demasiado ajetreo. Al principio de la mañana Lali había sido advertida: -Aquí no puedes quedarte porque estás en medio y estamos cruzando. Si no ayudas, quédate quietecita en un rincón. Hazme un favor de niña buena: No estorbes. Papá había sido algo brusco, pero es cierto que en esos momentos estaba muy ocupado y eso siempre le ponía nervioso. Mientras los obreros de la mudanza terminaban de transportar los últimos enseres, mamá no paraba de ordenar. -Esta mesa arriba, la caja de libros a esa habitación. ¡No, no! ¡Ahí, no! Por favor, eso me lo dejan aquí. Lali se sentó bajo la higuera, apoyando la espalda sobre el robusto tronco. Al tiempo que observaba las idas y venidas de los mayores por el patio, abrazaba a Jex que estaba recostado sobre su regazo, ronroneando a gusto. Un ligero cosquilleo comenzó a notar sobre sus hombros. Se volvió, el viento mecía suavemente aquel ramaje. Sus pequeñas hojas rozaban los brazos de la niña a modo de caricias. Lali sonrió agradecida y dirigió su mirada a lo alto del tronco. Era un árbol un tanto extraño. Todo él se retorcía en grumos y raíces aprisionadas. Con un poco de fantasía e imaginación, era fácil encontrar dibujos y figuras de animales, formas casuales y caprichosas de la naturaleza que bien se podrían comparar con las de la realidad. -Mira, Jex. Eso parece un pajarillo con el pico abierto y esto una tortuga. Y eso, eso parece la mano de un niño...
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Lali se levantó, de pronto, estremecida. En una de las ramas más bajas había imaginado la cabeza de un perro con los ojos abiertos, suplicantes y la lengua colgando. -¡Miauuuu! - gruñó el gato encorvando el lomo y alzando el rabo en señal de defensa. -¡Calla, Jex! No es de verdad. Tú también te has dado cuenta. ¿Eh? El viento sacudía ahora con más fuerza las hojas de la higuera. Lali se quedó en pie durante largo rato para observar mejor aquellas raras formas. No reparó en que en el umbral de la puerta, abierta de par en par por la mudanza, una anciana curiosa la observaba con el gesto duro y preocupado. (II) -No se sabe con seguridad la antigüedad de la casa y del árbol, aunque lo más probable es que sean de la misma época. Si esto fuera así, las dos tendrían más de cuatrocientos años... Así explicaba el dueño anterior a papá sus numerosas dudas sobre el origen de la finca. -¡Miaaaau! En una semana Jex se había amoldado a las mil maravillas a la nueva casa. Correteaba por el patio detrás de las moscas. Se enroscaba para dormir la siesta en cualquier rinconcito de sombra. Estaba claro que aquel patio era como un regalo para el gato. En realidad todos los patios son un regalo para todos los gatos y para gran parte de los seres vivos, incluidos los seres humanos. Por el contrario, Lali echaba de menos a sus amigos de la otra ciudad. Sus padres le decían que también aquí iba a tener amigos y compañeros de clase; sin embargo, para empezar el colegio aún faltaba tanto... Su profunda tristeza la manifestaba siempre en la sombra de la gran higuera, le hacía confidencias a sus ramas, a veces se olvidaba que realmente hablaba con un árbol y no con una persona. La silenciosa higuera junto al paciente Jex eran ahora sus mejores amigos para esos momentos de soledad y nostalgia. Mientras Lali hablaba, le gustaba tocar las formas caprichosas del tronco de la higuera. Aquel día advirtió en él lo que, sin duda, parecía un caracol impreso. Una vez papá le mostró un fósil de un caracol muy similar y que tenía un nombre muy raro. Con el dedo índice bordeó la espiral de este otro caracol que en el tronco se perfilaba. 212
-Lali, ¿puedes venir? - dijo mamá-. Esta señora es nuestra vecina. Lali se volvió y contempló a una viejecita de negro que la miraba de manera curiosa. Era la misma mujer que hacía unos días la vigilara con aire misterioso. -Ve con ella a su casa. Te va a dar unas plantas para nuestro jardín. La anciana sonrió. Era costumbre en el lugar dar la bienvenida a los nuevos vecinos y ofrecerles algo. Ella ofreció a mamá una jarra de fresca limonada y unas plantas variadas de su precioso y cuidado arriate. -Tu nombre es Lali, ¿no? - le preguntó de camino. -Es Eulalia, pero me dicen Lali. -Y tu gato, ¿cómo se llama? -Jex. -Bueno, Lali, aquí es, ya hemos llegado, entra. La anciana se puso un delantal de color grisáceo y tomó unas tijeras. -¿Ya sabes lo de la higuera? - preguntó mientras cortaba los primeros esquejes. -No. -¿Ni tus padres ni tú conocéis su historia? -Yo no sé nada. -Pues deberías tener más cuidado y no acercarte a ella. -¿Por qué? -Es un mal árbol - decía chasqueando las tijeras hasta dar miedo. -Yo creo que no hay árboles buenos ni malos. -Sí, este sí. Es un árbol maldito sobre el que pesa un terrorífico maleficio. ¿Acaso no has visto la forma de su tronco? Todos los que se han acercado demasiado están ahí pegados: Golondrinas, perros, gatos, erizos, gusanos... Deberías decirle a tu padre que lo tale con urgencia, antes de que ocurra una desgracia. -Mi padre no haría eso. Es un árbol muy antiguo. Ya sabemos que la higuera tiene 213
más de cuatrocientos años. -Sí, es cierto, más de cuatrocientos años de terror y de misterio. Toma - dijo alargándole los últimos tallos-. Decidle al dueño que os cuente la verdadera historia de la higuera y de la Casa Quemada. Y, ¡ten cuidado con tu gato!, no os acerquéis demasiado a sus ramas, por si acaso. Después de dar tímidamente las gracias a la vieja, Lali se encaminó hacia la gran casona con cierta preocupación, pero con las manos llenas de plantas diversas que seguro harían las delicias de mamá. (III) -Mamá, ya he regado las plantas y la higuera. He recogido los higos caídos y también las hojas secas. -Muy bien, ahora lávate las manos que vamos a comer. -Mamá, por casualidad, ¿has visto a Jex? -No, no lo he visto en toda la mañana. Estará inspeccionando el nuevo barrio. Eso les gusta a los gatos. No te preocupes. Volverá cuando tenga hambre. Tras la comida, Lali se sentó a la sombra de la higuera. -Hoy me han dicho cosas horribles de ti. Mamá dice que son habladurías de la gente de este lugar. Yo no lo creí pero tengo que decirte que hasta me asusté un poco pensando en las formas fantásticas de tu tronco. Cuando venga tu viejo dueño, le preguntaré qué hay de cierto sobre los comentarios de la vecina, porque mamá no me ha hecho mucho caso. La higuera parecía responder con leves movimientos afirmativos en sus lobuladas hojas mecidas por el viento. -Hoy me han escrito Pablo y Lucía, ¿sabes? También me echan de menos como yo a ellos. ¿Me dejas guardar su carta dentro de tu tronco hueco? Me dicen que este año no irán a la playa porque tienen que ahorrar para un coche nuevo. Higuera, no le digas a nadie que guardo aquí mis cosas. Ese será nuestro secreto. Espero no hacerte cosquillas. Lali introdujo la carta en la gran oquedad del árbol centenario. Unos susurros le hicieron detenerse. Esos suaves sonidos le recordaban el ronroneo de Jex cuando lo acariciaba. -¿Jex? ¿Dónde estás? ¡Vuelve! 214
Lali se asomó con recelo al hueco de la higuera. Todo allí estaba oscuro. Introdujo primero su mano y después todo el brazo. Tocó algo blando y pegajoso y sacó la mano de inmediato. Era un horroroso y negro murciélago que, ante la intromisión de la niña, salió volando a trompicones asustándola. Lali gritó y se echó hacia atrás, chocando con uno de los membrudos brazos de la higuera. La imagen que vio la dejó casi petrificada. -¿Jex? - susurró apenas levantando la mirada. En la base de una rama cercana, una figura animal con rasgos felinos parecía estar atrapada entre las cortezas. -¡Jex! ¡No! Lali corrió asustada y a toda prisa hacia el interior de la casa. Una potente ráfaga de aire hizo que las hojas de la higuera se movieran ahora triunfantes, como mofándose de su loca carrera. (IV) -¡Ahí, ahí, mira ahí, mamá! -Estás un poco nerviosa. Papá y yo pensamos que te adaptarías rápido y en cambio cada día estás más rara. ¡Lali, sólo es un árbol! Jex no puede convertirse de la noche a la mañana en la rama de una higuera. Hablaré con la vecina y le diré que no te cuente cosas raras. -Pero, mamá, ¿tú no ves como yo que ahí está Jex atrapado? -No, Lali, no. Sólo veo la rama de un árbol cargada de verdes y brillantes hojas. Unos repentinos golpes en la puerta interrumpieron el diálogo. Quien llamaba era el antiguo dueño que venía a recoger unos papeles. -Pase, pase. Está en su casa. -Sí señora, es mi casa, siempre será mi casa, pero ahora ya no me pertenece. -Ya sabe que usted puede venir cuando quiera. -Gracias, gracias por la confianza. Lo haré. Lali miraba con especial interés a aquel hombre enjuto, alto y canoso que ahora la 215
observaba. -¿Y a ti? ¿Te gusta la casa nueva? -Lali no respondió a su pregunta. Se limitó a decir tímidamente y llena de tristeza: -Jex ha desaparecido. -¿Quién es Jex? - preguntó el hombre. -¿Quién -Es mi gato. -Todos los gatos son muy curiosos y troteros. Piensa que, con el cambio de casa, su vida también ha cambiado. Estará vigilando su nuevo territorio desde los tejados. -No, está en la higuera. -¡Lali! ¡Ya es suficiente! Perdónela, es que la vecina le ha hecho ciertos comentarios extraños sobre esta casa. -Entiendo. Nunca faltan los pájaros de mal agüero. No sé qué te habrá contado ella... es cierto que la higuera de esta casa tiene una historia muy peculiar que ni yo mismo, que he vivido aquí durante sesenta y cinco años, estoy seguro de que sea verdad. Siéntate y escucha. Cuenta la leyenda que antes de ser árbol fue una joven y hermosísima dama que una vez habitó esta casa. Ella era una gran amante de las plantas y de los animales, la llamaban La Dama Verde por su afición y porque siempre iba vestida de ese color. Aquí tenía su pequeño zoológico con más de cincuenta especies distintas, se encargaba de cuidar las flores, de llevar la comida a los corrales y de proteger a todos los seres vivos de la casa de cualquier peligro o adversidad. Dicen que un día de hace muchos, muchísimos años en esta casa se declaró un pavoroso incendio. -¿Por eso la llaman la Casa Quemada? -Sí, así la llaman todos por aquí. Bueno, ya sabes cómo los animales reaccionan al fuego, fue necesario darles la libertad. La Dama Verde intentó salvarlos pero en su intento sólo consiguió que se pusieran más y más nerviosos. Llegó hasta ese rincón que estaba más alejado del fuego y comenzó a llorar desconsoladamente. De pronto, de sus brazos comenzaron a brotar hojas y hojas. Se estaba convirtiendo en una Ficus Carica o, lo que es lo mismo, en una exuberante higuera de higos morados pero de propiedades asombrosas. En un tris tras La Dama Verde, ahora hechizada en higuera, acogió bajo su ramaje a todos los animales y los salvó del fuego. De forma milagrosa, se dibujó un círculo protector a su alrededor que el fuego respetó. Sin embargo, instantes después los cincuenta animales desaparecieron bajo la copa del árbol; dicen que andan pegados o insertados en su tronco esperando que un verdadero amante de las plantas y los animales 216
venga a romper el desencanto, pero nadie sabe cómo debe hacerlo. Y eso es todo lo que yo sé de esta higuera. Bueno, hay algo más, de eso sí que soy testigo: Cuando yo era niño, mis amigos venían a jugar conmigo a este patio; a uno de ellos le gustaba cazar con tirachinas los pajarillos que se posaban en la higueras a picar higos. Pero este árbol nunca le dejó que lo hiciera, recuerdo que cada piedra que tiraba, la higuera se la devolvía con más fuerza a su cara, ella continuó alimentando y protegiendo a sus pájaros y mi amigo se quedó sin caza y, lo que es peor, sin cuatro de sus dientes. En fin, esa es la historia que yo conozco, mi abuela me decía que alguna vez se romperá su hechizo. El árbol gozaba de una gran quietud durante el tiempo de su relato. Lali, por su parte, se había quedado con la boca abierta. -¿Y por qué esa mujer dice que es una mala higuera? ¿No será por los dibujos de animales que tiene en su tronco y que a veces dan miedo? - preguntó Lali. -Puede que sea por eso, pero yo creo que es por el incendio y por lo que le pasó a mi amigo, el del tirachinas. Según me decía mi abuela, esos dos extraños sucesos causaron una gran sensación en el pueblo. Lo demás es leyenda. Jex volverá muy pronto, no debes preocuparte. El hombre se despidió con una sonrisa bonachona prometiendo volver a la vieja casona de vez en cuando. (V) Querida Lali: Pablo y yo nos acordamos de ti a cada momento. Ahora nos aburrimos mucho sin tus juegos. En tu última carta nos dices que tienes una casa muy bonita que parece un palacio de cuento de hadas. Si estuviéramos más cerca, iríamos a visitarte y los tres podríamos jugar en el patio. No debes estar triste, los nuevos amigos llegarán, ten paciencia. Al menos, eso es lo que a nosotros nos dice nuestra madre. Pablo sigue con sus fantasías, ahora dice que cuando todos estén dormidos, cogerá su monopatín y nos iremos volando a rescatarte hasta tu castillo. Así se consuela. Se imagina que eres una princesa a quien los reyes retienen contra su voluntad. Quédate tranquila, todos los días regamos la maceta de hortensias que nos regalaste. Un saludo para tus padres y un beso para Jex. Tus amigos
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Pablo y Lucía Tras leer la carta, Lali pensó que jamás podría darle ese beso de encargo a su gato. La dobló muy bien y la introdujo en el tronco secreto de la higuera. -Es muy triste alejarse de los amigos, querida higuera. Si al menos tuviera a Jex conmigo. Lali se quedó silenciosa y nostálgica contemplando el verdor de aquellas hojas. Dirigió sus ojos hacia una rama que movía sus hojas de una forma extraña. Otra vez las dudas y los miedos asaltaron la mente de la pequeña. Enseguida recordó la leyenda que le habían contado y exclamó: -Perdona, higuera o Dama Verde, por culparte de que mi gato haya desaparecido. Quizá tú sepas dónde está. Desde tus ramas altas se ven tantos tejados. Como Como si el árbol entendiera sus palabras, las ramas se movieron con un brusco movimiento. Al instante, se escuchó maullar a Jex alegremente mientras bajaba con diligencia por el membrudo tronco de la higuera al encuentro con Lali. -¡Jex, Jex! ¡Al fin has vuelto! ¡Mamááááááá! ¡Gracias, higuera! La niña besó su tronco con ternura y abrazaba a su gato muy amorosamente. Un gran estruendo siguió a su alegría. La niña no daba crédito a lo que veían sus ojos. La fuerte ventisca que se había desatado movía desordenadamente la totalidad de las hojas de aquella higuera encantada. Del hueco de su tronco comenzaron a salir animales en fila, de todos los tamaños y especies: Palomas, vencejos, golondrinas, castores, tortugas, erizos, cigüeñas, ratoncillos, perros, lombrices, ardillas, gallinas, mariposas, gusanos, moscas, abejas, avispas, grillos, gatos, conejos, ovejas, cabras, cerdos, caballos y hasta un cocodrilo. Lali abrazaba ahora a Jex con mucha más fuerza. Los animales, tras andar tranquilamente por el patio, desaparecían; unos saltaban los muros, otros volaban, otros se escapaban por las rendijas, otros simplemente se desvanecían. Al mismo tiempo que ellos se dispersaban, la higuera iba perdiendo su ramaje y su grosor conseguido a través de cuatrocientos años. Era como una marcha atrás en el tiempo. Poco a poco, y ante los asombrados ojos de la niña, se fue haciendo más y más delgada, mucho más pequeña, hasta convertirse en un arbolillo, curiosamente del tamaño y de la forma de una figura humana con cuerpo de mujer. El siguiente paso que Lali presenció de esa rara y mágica transformación fue la estampa de una bella dama ataviada con un vestido verde y vaporoso que la miraba 218
sonriendo. Era La Dama Verde de la leyenda e intentaba decirle algo. -No sé si sabes, Lali, que las higueras son tristes, tan tristes como tú y como yo. Yo me convertí en una de ellas por la tristeza que un día sentí cuando temí que el incendio abrasara a mis animales. Reencarnada en este árbol, he protegido a todos los animales que se acercaban hasta mi copa buscando protección. Así lo hice en el incendio, así lo hice durante muchos años con todos esos animalitos que se han marchado y ahora con Jex cuando se ha perdido por los tejados. Por eso me inventé mi propia leyenda. Después de todo este tiempo, sólo necesitaba que La Casa Quemada, como todos la llaman, estuviera habitada por alguien que fuera un gran amante de los seres vivos y que esa persona me respetara y me diera su cariño, el cariño que necesitan los árboles y los animales para poder vivir felices entre las personas. Con tu beso acabas de romper el hechizo. Yo necesitaba un inocente beso que fuese capaz de romper también tu tristeza y la mía. Adiós, Lali. Hasta pronto. Te deseo lo mejor en esta casa. Desde hoy ya no serás una niña triste. La Dama Verde se esfumó entre los muros. De la higuera misteriosa ya no quedaba nada, ni una sola hoja caída en su rincón de siempre. No, no era un sueño. El árbol había desaparecido realmente, sin dejar rastro ni raíz alguna, de forma maravillosa. Lali se volvió al escuchar unos sollozos. Mamá lloraba. Tras ella, numerosos vecinos se arremolinaban en torno a la niña y murmuraban asombrados. Se oyó llamar con mucha fuerza a la puerta. Eran Pablo y Lucía que llegaban eufóricos. -¡Lali, hemos venido a pasar unos días contigo! Tus padres y los nuestros han querido que sea una sorpresa al ver que siempre estabas triste. Nos hemos quedado sin vacaciones en la playa pero, ya verás, estos días van a ser mucho más divertidos - dijo Lucía emocionada. -Lali - dijo Pablo al oído y en voz baja-, no nos vas a creer pero hemos llegado hasta aquí volando en mi monopatín. -Chicos, después de lo que me ha pasado, hoy me creería cualquier cosa. -Bueno, ¿dónde está tu querida y misteriosa higuera? Lali se apoyó en los hombros de sus dos amigos para decirles en tono confidencial: -Vosotros tampoco vais a creerme pero ha desaparecido hace sólo unos minutos, estaba encantada por La Dama Verde. Los niños se abrazaron, saltaron y jugaron alegres hasta quedar vencidos por el hambre y el sueño. No repararon que en el lindo jardín de la vieja casona el brote de otra 219
nueva higuera nacía y crecía con fuerza, para ahuyentar con su pequeña sombra los miedos, las melancolías y las tristezas de las plantas, los animales y los niños de toda la Tierra. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Patio: •Carta: •Animales: •............. •............. •............. ➢ VAMOS A DISEÑAR... La baraja parlante Material: -Cartulinas. -Tijeras. -Ceras y rotuladores. Desarrollo: Primero se dibujarán sobre las cartulinas (15 X 10 centímetros) los distintos personajes del cuento, cada niño elegirá al personaje que prefiera: Lali, Jex, el padre, la madre, la anciana, Pablo, Lucía, el antiguo dueño de la casa o La Dama verde y pondrán el nombre debajo. No importa que sean elegidos quince Lalis, siete Jex o un Pablo.
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Después los niños dibujarán también un animal de los que se citan al final de la historia o inventarán un nuevo personaje, igualmente con el nombre debajo, con lo que cada niño diseñará en total dos cartas de la baraja. En este segundo diseño se tratará de que no se repitan mucho los personajes. Por lo tanto, el número final de cartas será el doble que la de niños participantes. Antes de juntar todas las cartas y formar la que será la baraja parlante, cada niño presentará mediante expresión oral a su animal elegido o personaje inventado (nombre, rasgos descriptivos, papel que puede desempeñar en el cuento, relación con los personajes principales, etc.). Se les recordará que el resto de los niños deben prestar la máxima atención pues les puede corresponder alguna de esas cartas en suerte y entonces convertirse en su voz parlante. Finalizadas las presentaciones, se mezclarán todas las cartas y comenzará la partida. En círculo, sentados y por turno, con la baraja en el centro y apilada boca abajo, los niños irán cogiendo una carta y pondrán voz a ese personaje en un nuevo cuento colectivo improvisado que inventaremos entre todos. El profesor o monitor intervendrá como narrador adaptando y coordinando de la mejor manera posible los distintos diálogos e intervenciones de los niños a través de los personajes. Cuando salgan las cartas con los personajes principales (Lali y Jex) sumaremos diez puntos al punto conseguido por cada intervención y tendremos derecho a tomar otra carta más. Si nos sale La Dama Verde cambiaremos nuestro lugar tras la intervención, colocándonos delante de nuestro mejor amigo, modificando de esta forma el turno establecido pues a él le tocará intervenir después. La partida acabará cuando se acaben todas las cartas del montón. El ganador será quién más puntos obtenga y le corresponderá el derecho de inventar un nuevo título a esta narración colectiva. ➢ VAMOS A ADIVINAR... Quién es el culpable Material: Ninguno. Desarrollo: Uno de los participantes saldrá durante el tiempo de preparación del juego del aula o de la sala, será el detective o policía, y el otro voluntario será el ladrón, culpable o criminal. Este último será observado de los pies a la cabeza por todos sus compañeros y entre todos haremos una ficha descriptiva de su persona. Ejemplo: -Es niña. -Viste vaqueros. 221
-Es pelirroja. -Lleva diadema. -Lleva el pelo largo. -Va a 4° B. -Le gusta leer. -Es alta y delgada. -Tiene dos hermanos. -No tiene gafas. -Es muy simpática. -Se llama Nuria. La niña (en el caso del ejemplo) volverá a sentarse antes de que pase su compañero y comenzará toda una investigación entre el pequeño público por parte del otro participante, el detective, para adivinar quién es el ladrón o culpable. Tendrá derecho a lanzar diez preguntas y a dar tres nombres. El juego se puede repetir todas las veces que se quiera con otras parejas de voluntarios.
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Temas: Libertad, respeto y violencia. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a inventar... otro final. 223
•Vamos a conducir... nuestro coche.
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elocete era un coche sin estrenar, aún esperaba en la fábrica un dueño que le hiciera ver el mundo exterior con sus carreteras. Velocete estaba cansado de estar parado en la exposición. Cierto era que tenía compañeros con quien charlar, pero ellos, excepto uno chiquitito que tenía miedo a rodar, todos deseaban oír sus motores y poder correr a gran velocidad. Los clientes que necesitaban un coche iban a visitarles a menudo; unos se quejaban de que eran caros, otros elegían los menos lujosos. En resumen, si algún automóvil salía de la exposición nunca era nuestro amigo. Velocete era demasiado costoso; eso sí, su chapa la tenía de un rojo brillante que causaba iración a cuantos la veían. Un día, llegaron unos señores y quisieron probar a Velocete; éste se mostró respetuoso y a la hora de arrancar, sus motores rugieron con el ansia de libertad que esperaba hacía tiempo. El conductor sabía tratarlo con mimo y cariño, hasta le dio unas palmaditas en el capó que a Velocete gustaron mucho. La mujer que le acompañaba extendía su mano suave por el interior, en los asientos y en la guantera; Velocete reía y reía pues ella había conseguido hacerle cosquillas. El técnico hablaba, mientras tanto, de las cualidades de Velocete: la suspensión, la alimentación, el confort, la línea, etc. Quedaron sorprendidos con Velocete, pero no podían pagar la cantidad tan alta que por él pedían. Volvió Velocete de nuevo a la exposición; su recreo duró poco. Otra vez las preguntas de sus compañeros: -¡Cuéntanos! ¿Qué pasó? -Yo pensaba que se quedarían conmigo, pero otra vez mi precio no gustó a nadie. Ha sido maravilloso correr, no sabéis la sensación que da enfrentarse con el aire cara a cara cuando va aumentando la velocidad. Sus amigos sí que conocían esto, pero cada prueba que se hacía despertaba la curiosidad de todos ellos. -Siento lástima de mí mismo. ¡Si supierais que han sido los visitantes más amables que he tenido! Seguro estoy que me cuidarían mejor que nadie. ¡Bueno muchachos! Habrá que seguir viviendo como estatuas si el precio no lo bajan. Todos ocuparon su sitio de nuevo. Velocete esperaría otros clientes para darles la mejor impresión.
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Los días en la fábrica pasaban así, tristes y meditabundos. Cuando un automóvil lograba salir se armaba un gran alboroto; unos sentían envidia, pero los más daban muestras de ánimo a sus compañeros. Otra vez Velocete fue protagonista de un nuevo paseo, jamás perdía la esperanza de salir. El cliente dudaba de la compra de Velocete y tuvo la necesidad de ir a consultar con su familia. Pasaron los días y el señor no aparecía. Velocete estaba intranquilo esperando la noticia definitiva que decidiría su futuro. La noticia llegó con buena suerte para él que al fin conseguiría hacer realidad su sueño de correr. Velocete tuvo que despedirse de sus compañeros y les dio fuerzas a todos diciendo: -No desesperéis, os llegará el turno pronto, nos volveremos a ver en alguna autopista. Velocete parecía volar cuando sus ruedas giraban rápido, otros coches le saludaban; cuando pasaban cerca de él, sus motores se oían más fuerte. En su lenguaje le daban la bienvenida. Tras el primer o hombre-coche, Velocete fue aparcado delante de la casa de su señor. Al minuto, toda su familia bajó a conocerle, hasta el perro pudo contemplar y disfrutar los asientos traseros. Los niños animaban a papá para que corriera más y más. Velocete estaba encantado con su nueva vida, eso era vivir y no el encierro anterior. Los niños le pisoteaban y nunca estaban quietos, pero a Velocete no le molestaba, era éste un inconveniente ya superado pero necesario para poder prestar sus servicios a esta familia. Pronto una noticia le iba a entristecer mucho: no había lugar para que pudiera pasar la noche descansando. Sus señores no disponían de cochera para el nuevo auto. Al principio no pudo comprender la necesidad de estar resguardado, pero al pasar el primer día bajo los rayos ardientes del sol, su pintura parecía resquebrajarse y comenzó a perder el color; unas gotas de sudor corrían por su parte delantera y tuvo que esperar otro tiempo que no hiciera tanto calor. El mal tiempo llegó y con él las primeras lluvias, Velocete, mojado, se reflejaba en el pavimento de la calle como si fuera un espejo. -¡Qué bonito soy! ¡Qué elegante! - pensaba. Cuando llegó la fría nieve no pudo menos que decir: -Me siento pesado, si no piensan retirarme esta capa blanca quedaré congelado. Mis tornillos tiritan de frío. Así transcurría la existencia de nuestro amigo, soportando frío y calor, lluvia y nieve. Alguien había dicho a su señor que debía buscarle pronto un cobijo, si no moriría sin tardar. Lo que el señor ignoraba era que esas largas noches, cuando toda la ciudad 226
dormía, Velocete tenía miedo, alguien quería apropiarse de él sin consultar con nadie. Y ese alguien lo vigilaba para ver de qué forma podría robarlo. Noche tras noche, durante cinco días nuestro amigo era vigilado por el ladrón. Ya llegó la hora fatal en que le separarían de su único dueño, echaría de menos a los niños, también los ladridos de alegría del perro. Cuando Velocete fue arrancado, se quejó como si la herida del cristal que el ladrón rompiera le doliese exageradamente; en realidad, trataba de hacerse oír por sus dueños. Fue inútil, ninguna ventana se abrió, ninguna lámpara quedó encendida cuando, tristemente obligado, él marchó por las calles solitarias. Velocete manipulado por el cruel ladrón corría sin cesar; tanto rodó que sus ruedas pidieron descanso y su depósito quedó agotado. El bruto del conductor tenía prisa y no pensó que Velocete tenía que comer o repostar. Nuestro amigo, sin aguantar más, quedó inmóvil para enfado de su falso dueño. La próxima gasolinera estaba lejos y en un ataque de furia del ladrón, Velocete rodaba por un enorme precipicio. (Velocete se presenta aquí como un cuento inacabado. Por las características de una de las actividades de animación a la lectura de este cuento, el final aparece tras ella y sólo podrá ser leído por los niños al finalizar la misma. Se trata de la actividad Vamos a inventar... otro final.) PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Mundo: •Cariño: •Cosquillas: •................. •................. •................. ➢ VAMOS A INVENTAR... 227
Otro final (Sin conocer el auténtico) Desarrollo: En parejas, o bien de forma individual, se escribirán distintos finales. Después se votará el más interesante. Todos ellos se compararán con el verdadero final escrito por la autora. ➢ VAMOS A CONDUCIR... Nuestro coche (Trabajo en equipo) Material: -Cartón o contrachapado. -Plástico transparente. -Témperas de colores, pinceles. -Tijeras. -Sierra de bricolage. -Lijas. Desarrollo: Se recorta la silueta del coche, previamente dibujada, sobre un trozo de cartón o sobre una lámina de contrachapado. La elección de un material u otro dependerá del tiempo que se va a emplear en la actividad o en función de la dificultad a que se prestan ambos materiales. Lógicamente, el contrachapado requiere unas condiciones especiales de manejo, como por ejemplo la utilización de sierras de bricolage, lijas, etc., que no lo hacen apropiado para los más pequeños. Se preparará una silueta de automóvil para cada cuatro niños. Cada equipo puede hacerlo en una dirección con el fin de que luego puedan unirse las dos siluetas con los ocho niños dentro como pasajeros. Debajo de las ventanillas, y por la parte interior, se colocará un sistema de asas que 228
permita a los niños cargar con el coche y transportarlo simulando que van dentro. Con los trabajos resultantes se puede realizar una pequeña muestra de «Velocetes». También se puede organizar un viaje imaginario basado en las normas de educación vial en el patio del colegio, en el cual los niños se encargarían de dar vida a semáforos, señales de circulación, guardias de tráfico, etc.
Auténtico final de Velocete Todos sus quedaron descompuestos; agonizante, vio a su amigo (el coche más pequeño que hubiera en la exposición) deformado; él fue el único que anunció con su miedo el triste final. Velocete, herido gravemente, pasó varios días en aquel abismo, hasta que un equipo 229
de rescate lo transportó a un lugar horrible. Allí llegaban todos sus compañeros muertos, pero él en sus últimos momentos pudo ser testigo de la tristeza de ese cementerio de automóviles. Allí recordó a esa pareja tan amable, a su dueño con su familia y a sus amigos los otros coches... Sin quejarse ya más por sus heridas, su almita de coche se separó del metal dolorido camino del cielo. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado.
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Temas: Aventuras, ayuda a los demás, familia y tercera edad. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras.
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•Vamos a editar... un libro gigante. •Vamos a exponer... la cesta de Caperucita y las alforjas de Sancho Panza.
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n un lugar de La Mancha de cuyo nombre no me acuerdo pero que podría ser cualquier pueblo o ciudad de la región de Castilla-La Mancha, vivía una preciosa niña llamada Caperucita Roja. La llamaban así porque siempre iba vestida con un abrigo rojo que tenía una capucha o caperuza del mismo color de las fresas y de los tomates. Un día, su madre le hizo el siguiente encargo: Debía ir a casa de su abuela que vivía lejos, muy lejos del pueblo, al otro lado del campo, para visitarla y llevarle una cesta de comida porque su madre estaba muy ocupada. La señora metió en la cesta tres tortas de Alcázar, un pedazo de queso manchego, media docena de mantecados, siete torrijas, un litro de leche de oveja y una botellita de mistela. -¿Podrás con todo? -¿Podrás -¡Claro, mamá! -¿Y no te pasará como aquel día que llegaste a casa de la abuela con la cesta vacía? -Aquella vez tuvo la culpa el lobo. Yo estaba muy asustada y el pobre animal, hambriento. A veces, ya no sé si llevo la cesta para la abuela o es un seguro para que el lobo no me coma. Ese día se lo comió todo con su gran boca, se bebió hasta la mistela. -Por eso se emborrachó. -Es que el lobo no sabía que la mistela es una bebida alcohólica y, como todas ellas, está prohibida para los lobos y para los niños. Después se tendió a la sombra de un árbol para dormir la mona. -¿Mona? Tú sí que eres mona y bonita. ¿Me das un beso? Ahora tienes que prometer que no te vas a entretener con las variopintas mariposas, ni que te detendrás a escuchar los cantos de los pájaros. -Sí, mamá, te lo prometo. Caminaré deprisa. Nada me detendrá. -¿Ni siquiera el lobo? -Ni siquiera el lobo. Por cierto, mamá... ¿Has metido en la cesta algún libro de 233
aventuras para la abuela? Ya sabes que le gusta mucho leer. ¡Está tan sola! -¡Me olvidé! Toma éste, estoy segura de que le gustará. Es «El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha», lo escribió Miguel de Cervantes Saavedra. -Pero mamá, es demasiado grueso. La abuela se cansará. Ya sabes que es un poco miope. -No, no debes preocuparte. Cada capítulo es como un cuento y como tiene más de cien capítulos, podrá leer en más de cien días, los más de cien cuentos que no son otra cosa que la gran historia de Don Quijote. Como Caperucita era una niña muy trabajadora, no le importó hacer la larga caminata cargada con ese libro gordo y con toda esa comida de la cesta. Ella pensaba en la sonrisa de agradecimiento de su abuela, eso la liberaba de todo el peso. Con esos pensamientos, se encaminó a la lejana casa de la anciana. Antes se colocó su caperuza roja y se despidió de su madre con un... -¡Hasta la noche, mamá! -¡Adiós, Caperucita, ten cuidado! Caminó por el campo durante largo rato. Se detuvo un momento a descansar en el tronco de un árbol caído. El ruido de unas ramas, a lo lejos, le hizo mirar con miedo. ¿Sería el lobo que había olfateado los dulces manchegos? ¿O quizá algún animalillo inofensivo que buscaba su madriguera? Caperucita, como era una niña valiente, no se preocupó. Si era el lobo hablaría con él. Ella pensaba que hablar es lo mejor que se puede hacer para no tener enemigos. Para olvidarse del miedo recordó que a ella también le gustaba leer, tanto o más que a su abuela. Tomó el libro de Cervantes y lo abrió por una página cualquiera. Hablaba de un lobo que se comió a un burro en medio del campo. Caperucita se estremeció con la historia. Otra vez las ramas se movían. Volvió la cabeza varias veces y descubrió que algo brillaba tras unas piedras. Ahora Caperucita estaba muy asustada. Esta vez el lobo la estaba poniendo nerviosa. -¡Eh! ¡Lobo! Nunca te daré la merienda de mi abuela. Antes te lanzaré este libro gordo a la cabeza. ¡Vete! ¡Eres el lobo más pesado de todos los cuentos! Al oír las voces, un hombre muy alto y muy delgado salió de detrás de las ramas. Llevaba una reluciente armadura, y una lanza, y un escudo, y una barba entre gris y blanca. Era Don Quijote de la Mancha. 234
-¡Oh! ¡Princesa Micomicona! ¿Qué haces tan solitaria por estas tierras? ¿Dónde están tus doncellas? -Yo no soy la Princesa Micomicona. Yo soy Caperucita Roja. Voy a casa de mi abuela a llevarle esta cesta de comida. Al oír la palabra «comida», otra figura gorda y bajita se asomó por detrás de los árboles. Era el hambriento de Sancho Panza. -Mi señor, yo no sé si será la Princesa Micomicona o la verdadera Caperucita pero, como escudero, debo aconsejar a vuesa merced que tenemos que acompañar a la joven. Esta es tierra de perdices y lobos, no estaría bien que la pobre anciana se quedará sin probar bocado. -Dices bien Sancho, que no debe importar a un caballero andante si una niña tiene la sangre azul o roja, como su caperuza, para ayudarla. En el camino nos hablará de su historia. Sancho Panza silbó y aparecieron prestos Rocinante y el rucio. Caperucita se subió al burro y Sancho Panza iba a pie cargado con la cesta de los dulces. -¡Hum! ¡Huele que alimenta! El lobo les seguía a distancia. Vio a Caperucita subida en el borrico y, como iba acompañada de tan buen caballero, ni se acercó. Pronto llegaron a la casita de la abuela. Llamaron a la puerta y nadie contestó. -¡Ah de la casa! Responda - decía Sancho Panza. -Esperemos que no se repita la historia o tendré que luchar con el lobo - dijo Don Quijote. Empujó la puerta con su lanza. La abuela, que estaba enferma metida en su cama, se asustó al oír los golpes y se metió debajo de las sábanas. Pasó Caperucita y dijo: -¡Abuela! ¿Dónde estás? Ya puedes salir del armario que soy yo, tu nieta, Caperucita Roja. Sancho Panza, que llevaba tres días sin comer, aprovechó la confusión y se comió dos mantecados de un bocado. La abuela asomó su cabeza por encima de la almohada y dijo: -¡Eres tú Caperucita!
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Don Quijote se arrodilló de repente al borde de la cama y exclamó: -¡Oh, mi señora, la sin par Dulcinea del Toboso! El Mago Merlín la tiene hechizada en este castillo y la ha transformado en vieja. -No, mi señor - dijo Sancho Panza-. Ella es la abuela de Caperucita Roja y no se llama Dulcinea, la verdad es que nadie sabe cómo se llama, eso no viene en el cuento. -¡Abuelita, abuela! ¿Qué te pasa? ¿Estás enferma? Te he traído mistela. Sancho Panza se relamió del gusto cuando escuchó ese nombre tan dulce en sus oídos. -Mi señor, tenemos que ayudarla. Aquí no hay un médico en cien leguas a la redonda. -Sancho, amigo, aún tengo mis dudas sobre estas dos mujeres - dijo Don Quijote en voz baja a su escudero-. La niña puede ser la gentil Princesa Micomicona o la verdadera Caperucita Roja. La anciana puede ser su abuela solitaria o mi Dulcinea encantada. Ahora mis ojos son dueños del Mago Merlín. No puedo ver lo que es cierto y verdad. Pero tienes razón, Sancho, hay que ayudar a las damas o yo no sería un buen caballero andante. Debemos ir en busca del Bálsamo de Fierabrás que me han dicho que todo lo cura. Caperucita estaba desesperada. Su abuela se encontraba muy enferma. Detrás de la casa había un viejo carro abandonado. Enseguida lo engancharon a Rocinan te y subieron a la niña y a la viejecita. Era necesario encontrar ese bálsamo mágico cuanto antes. Durante el camino, Sancho Panza dio buena cuenta de los dulces manchegos, sólo porque la abuela estaba un poco desganada. Don Quijote, por su parte, bebió un buen trago de mistela. Enseguida llegaron a Campo de Criptana. No se sabe si fue la mistela o el brujo Merlín, el caso es que al menos diez molinos aparecieron en lo alto del horizonte como gigantes con los brazos extremadamente largos. -¡Ahí están los gigantes! - avisó Don Quijote. -No son gigantes, señor, que son molinos - tranquilizó a todos Sancho Panza. -No Se levantó un poco de viento y las aspas comenzaron a girar. Don Quijote quiso defender a sus viajeras y emprendió la lucha levantando su lanza. -Pues aunque mováis los brazos os venceré. 236
Don Quijote se quedó enganchado con su lanza en una de las aspas del molino y comenzó a dar vueltas, con tan mala fortuna, que la lanza se rompió por la mitad y el caballero fue a parar de cabeza a unos sacos de harina que amortiguaron el golpe. Caperucita se llevó las manos a los ojos para no ver el desafortunado accidente. La abuela, sin embargo, no pudo evitar la carcajada cuando un Don Quijote, blanco de arriba a abajo, como un fantasma delgaducho, enfadado y embadurnado de harina resoplaba un polvillo blanco por la boca. -¡Ja, ja, ja, ja! - se reía la abuela. -Señora, con el mayor respeto, le diré que no debe reírse de mi señor. Siempre que pasamos por aquí confunde a los molinos de viento con gigantes y les quiere dar su merecido, pero ellos son más fuertes y le hacen daño con sus aspas. -He perdido la batalla. Pronto volveré para vengarme - sentenciaba Don Quijote. En el pueblo de Campo de Criptana preguntaron cómo podían conseguir el Bálsamo de Fierabrás. Allí les dijeron que en las Lagunas de Ruidera tenían que saberlo porque era un paraje de magia y fantasía. En ese lugar paradisiaco, el Mago Merlín dejó encantadas a las siete hijas y a las dos sobrinas de la señora Ruidera y a todas las convirtió en lagunas. En la comarca se buscaba el bálsamo mágico de Fierabrás para que las aguas volvieran a ser niñas y princesas. Después de escuchar toda la historia, hacia las Lagunas de Ruidera se encaminaron. Contrariamente a lo que se pueda pensar, la abuela mejoraba a medida que recorrían más kilómetros. Se había hecho muy amiga de Rocinante. Ella era la encargada de darle de comer el grano y la hierba que encontraban por el campo. Caa perucita se lo pasaba en grande jugando con los niños y niñas de los pueblos por los que pasaban y les contaba historias de sus viajes con Don Quijote. No podía decir que era la verdadera Caperucita Roja porque se reían de ella y hacían comentarios como éstos: -¿Dónde has dejado al lobo? -Te está bien empleado tu castigo. Eso es para que no te entretengas con las mariposas. -Caperucita, Caperucita, que cerebro más pequeño tienes que confundes al lobo con tu abuela. -Caperucita es tonta, se deja engañar por un lobo y siempre se va por el camino más largo. 237
Largo también le parecía el viaje a Don Quijote y a Caperucita. ¿Su mamá estaría preocupada? Pronto volvería a casa. Ahora su lugar era estar con la abuela y buscar esa medicina mágica que todo lo cura. El lobo acechó durante varios días la senda que tomaba Caperucita. Entró a la casa de la abuela, olfateó la despensa y, como no encontró nada, se marchó del cuento de Caperucita Roja de la Mancha. Aquí ya no era protagonista. Se fue a las páginas de un cuento nuevo para asustar a otros niños y niñas. Mientras tanto la caravana del caballero andante llegó a las Lagunas de Ruidera. Don Quijote Blanco como le llamó Caperucita Roja durante todo el viaje se bañó en sus aguas. Cuando salió volvió a su color como por encantamiento. El aseo no es ningún encantamiento del brujo Merlín, sólo es la magia que hace el agua y el jabón. Después, recorrieron aquel lugar de cascadas y corrientes de agua y disfrutaron del mejor paisaje. El barquero de las lagunas les dijo que en Valdepeñas había un líquido muy rojo que tiene propiedades para los males del corazón y la memoria y que a lo mejor era ese el Bálsamo de Fierabrás que andaban buscando. Descansaron y hacia allí se encaminaron. En Valdepeñas preguntaron por un líquido rojo y curativo. Allí les informaron de que el único líquido rojo que había en la ciudad y que ponía a la gente alegre era el vino. Eso sí, vino tinto de la mejor bodega. La abuela se bebió un vaso y luego se rió. Evidentemente, mejoraba con rapidez su ánimo. Sin embargo, Caperucita no pudo beber, los niños lo tenían prohibido. A Don Quijote, las tinajas de vino le parecieron unas señoras muy gordas y perfumadas. A una de ellas, le preguntó si había oído hablar del Bálsamo de Fierabrás. La mujer del bodeguero que, casualmente, estaba detrás de una de las tinajas, le contestó que en Almagro había un titiritero que llevaba un mono que lo sabe todo. Es un mono sabio que siempre contesta a lo que le preguntan. Y hacia allí se encaminaron. Caperucita se divertía por todos estos pueblos y ciudades. A los niños y niñas tristes les ofrecía su alegría con sus juegos y con el relato de sus aventuras por la región de Castilla-La Mancha. Por su parte, la abuela estaba ya casi curada pero tenía curiosidad por encontrar ese bálsamo mágico y ver si era cierto que el mono de Maese Pedro, que así se llamaba el titiritero, contestaba a todas las preguntas como un buen adivino. Llegaron al Corral de Comedias de Almagro y encontraron un escenario de madera con un patio de butacas sin techo y sin butacas. Era un teatro antiguo. Maese Pedro había montado su retablo, él era el encargado de responder lo que el mono le contaba al oído. 238
Sancho Panza habló: -Maese Pedro: Dos preguntas le quiero hacer al mono. -Dos monedas - dijo Maese Pedro extendiendo la mano. Sancho Panza le dio sus dos monedas. -Yo quiero saber qué hace en este momento mi mujer, Teresa Panza. El mono se acercó al oído de Maese Pedro y le dio su respuesta. Maese Pedro dijo: -Teresa Panza cocina en este momento una gallina en pepitoria para chuparse los dedos. Sancho Panza, que sabía de sobra cómo preparaba su mujer esa receta, se relamía del gusto. La abuela se reía. Caperucita Roja preguntó: -Ahora queremos que el mono nos diga dónde podemos encontrar el Bálsamo de Fierabrás para curar a mi abuela. -El mono me lo dirá al oído enseguida. Maese Pedro le hizo una seña y el mono se acercó otra vez a su oreja. -El mono sabio dice que el Bálsamo está en Ciudad Real debajo de una puerta que llaman la Puerta de Toledo. Don Quijote quiso saber más detalles, pero Maese Pedro le exigía nuevas monedas. Don Quijote se enfadó y dijo: -Ese mono no es un adivino, todo es un truco para quitarnos nuestro dinero. Todo el mundo sabe que el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho. Caperucita Roja se subió al escenario para evitar que los dos hombres discutieran. La abuela se reía con gana. Don Quijote sacó su lanza y rompió todos los títeres y figuras del gran titiritero. El mono chilló y se subió al tejado del Corral de las Comedias por los corredores. Caperucita, enemiga de las peleas, convenció por fin a Don Quijote para tomar la ruta rumbo a Ciudad Real. Llegaron los cuatro caminantes a la famosa Puerta de Toledo. Debajo de su arco había unas parejas vestidas con sus trajes más típicos que llaman de manchegos. -¡Buenos días! 239
-¡A la noche lo veremos! -¡A Don Quijote frunció el ceño. -¿A la noche? Pues yo he de verlo antes de que llegue la noche. Llevamos ya recorridas muchas leguas para encontrar una pócima que dicen que es bálsamo bendito y que todo lo cura. Viene con nosotros una enferma que es la abuela de Caperucita Roja y necesita esa medicina como los cuatro necesitamos el descanso por este largo viaje, en esta dilatada geografía. Un mono loco que estaba cerca de la famosa Plaza de Almagro nos ha mandado aquí, debajo de este arco. -Pues aquí, yo creo que antes se vende una oveja que un bálsamo - se quejó Sancho a juzgar por los trajes de aquellas gentes. -¿Qué están haciendo aquí vuesas mercedes? - preguntó la abuela de Caperucita. -Celebramos una fiesta manchega. Comemos gachas, migas, berenjenas, bebemos limoná y luego pa que nos baje to, bailamos una jota. ¿Se anima abuela? La abuela comió, bebió y bailó y escuchó los cuentos que contaron debajo del arco. Sancho Panza tuvo al fin su panza llena. Don Quijote pensaba en aventuras venideras porque ésta de la abuela ya se estaba resolviendo felizmente. Su enfermedad tan sólo era tristeza y las aventuras en el carro con su nieta, Don Quijote, Sancho Panza, Rocinante y el rucio fueron la mejor medicina, el más efectivo jarabe de alegría. Caperucita se abrazó a Don Quijote y a Sancho Panza. Había llegado el momento de la despedida. Rocinante marchaba tan campante en dirección a Toledo, el rucio lo seguía llevando a Sancho Panza a duras penas. Unos gritos hicieron que Caperucita se limpiara una lágrima y volviera la cabeza. -¡Caperucita! Era su madre. -¡Mamá! -¡Hija! Desde hoy no dejaremos que la abuela viva sola en el campo. Estaremos con ella. Y cuando lleguen las vacaciones, las tres nos iremos de viaje por La Mancha y por otras regiones. -Y le leeremos la gran historia de Don Quijote de la Mancha. A ella siempre le 240
gustaron los cuentos divertidos - dijo Caperucita llorando de alegría. Las tres mujeres estaban abrazadas. Miraban como se alejaban el caballero andante y su escudero. -¡Adiós, Caperucita Roja...! - gritó Don Quijote cambiando su dirección por un instante. -Gracias, caballero andante - dijo Caperucita yendo a su encuentro. Desenvainó su espada, la apoyó sobre un hombro de Caperucita y añadió en tono solemne. -Yo te nombro Caperucita Roja de la Mancha, por ser la niña andante de los dulces, por ser la nueva dama que atraviesa llanuras para ver a su abuela, por no reñir con lobos porque están en peligro de extinción y hay que respetarlos, por tu tesón por encontrar medicinas que curan las tristezas, por ser viajera y gustar de aventuras y, porque aunque lleves la caperuza roja, yo creo que llevas en tus venas la sangre azul de la Princesa Micomicona. Y así fue como Don Quijote se despidió de Caperucita Roja, que ahora todos llaman de La Mancha, y se marchó a Toledo en busca del Bálsamo de Fierabrás que dicen cura las tristezas de todas las abuelas. Y colorín, colorado... Fin de este cuento animado. PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Busca el significado de estas palabras y elige otras del cuento que te parezcan bonitas. •Abuela: •Comida: •Fiesta: •............. •............. •.............
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➢ VAMOS A EDITAR... Un libro gigante Material: -Cartulinas y cartones para tapas. -Ceras, rotuladores y lapiceros. -Agujereador. -Distintas ediciones de «El Quijote». -Capa roja. -Fotocopias de las primeras páginas. -es decorativos de los personajes. Desarrollo: Se comenzará por convocar a los niños para la realización de un libro gigante. Su puesta en práctica estará dividida en tres fases: -Motivación inicial. -Expresión escrita y plástica. -Encuadernación final. Dependiendo del acabado y presentación que se le quiera dar al libro se le dedicarán dos o más sesiones. Motivación inicial. Se diseñarán los es decorativos de los personajes de Don Quijote y Sancho Panza sobre cartón o contrachapado. Comenzará la sesión con una breve lectura escenificada del comienzo del cuento de «Caperucita Roja de la Mancha». Para ello el monitor solicitará por sorpresa una niña voluntaria de entre el público quien, con la caperuza puesta y leyendo los diálogos previamente marcados, hará su intervención. Posteriormente, leerán también Don Quijote y Sancho hasta el párrafo del cuento en el que Don Quijote llama a la puerta de la casa de la abuelita. Es entonces cuando a los niños se les explica que van a continuar la historia en una cartulina inventando un nuevo capítulo donde intervendrán necesariamente al menos Don Quijote, Sancho y Caperucita pero que 242
además pueden hacerlo también otros personajes inventados o no, por ejemplo, ellos mismos u otros héroes del cine, de la televisión o de la literatura. Expresión escrita y plástica. Es un trabajo en equipo, preferiblemente por parejas. En la mitad inferior de la cartulina los niños escribirán un nuevo capítulo de Caperucita recreada en cualquier ambiente: En la playa, en el campo, en la ciudad o en el pueblo, en la escuela, en la biblioteca, etc. En la parte superior se dibujarán las ilustraciones relacionadas necesariamente con ese texto. Finalmente, se firmarán los trabajos. Encuadernación final. Las cartulinas podrían estar previamente agujereadas, sólo nos quedaría elegir el sistema de encuadernación (anillas, cinta, cordón, bisagras, grapas, pegamento, etc.) y proceder al diseño de las tapas (rotulación del título, pintura de las portadas o decoración del interior) con la ayuda de los niños que primero hayan finalizado sus trabajos. La sesión finalizará con la lectura de algunos de los nuevos capítulos del cuento inventado por los niños o, al menos, de una buena parte de los mismos. ➢ VAMOS A EXPONER... La cesta de Caperucita y las alforjas de Sancho Panza Material: -Productos gastronómicos regionales. -Cestas. -Platos. -Vasos. -Bandejas. Desarrollo: Cada niño aportará su propia cesta para cruzar un bosque con un máximo de tres alimentos característicos de su región o comunidad geográfica elegida, puede ser de la comarca donde vive o de donde sean naturales sus padres o abuelos. En un lugar privilegiado se situará el Libro Gigante de Caperucita Roja quién llevará como sobrenombre el de la región, provincia o ciudad donde se haya confeccionado. Ejemplo: Caperucita y Don Quijote en Madrid, Caperucita Roja de Navarra, Caperucita y Sancho Panza en Santander, Caperucita Roja de Andalucía en Sevilla, 243
Nueva historia de una Caperucita gallega, etc. Puede invitarse a familiares y amigos de los niños a visitar la exposición, a observar los trabajos realizados y a degustar los productos de la exposición alimentaria, compartiendo entre todos unos buenos momentos enriquecedores de nuestra pluralidad cultural y geográfica más inmediata.
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Temas: Creatividad e imaginación. Propuestas recreativas y didácticas •Bellas palabras. •Vamos a leer... mi cuento. •Vamos a intercambiar... personajes de cuento.
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scribe aquí, ya corregido, un cuento inventado por ti. Intenta describir con mucho detalle a sus protagonistas. TÍTULO:
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PROPUESTAS RECREATIVAS Y DIDÁCTICAS ➢ BELLAS PALABRAS Elige las tres palabras más bonitas de tu cuento y busca su significado. ➢ VAMOS A LEER... 247
Mi cuento (En voz alta) Desarrollo: Se leerán uno a uno todos los cuentos en voz alta y clara, bien por los mismos niños o por el profesor o bibliotecario. Se trabajará la expresión oral con cada uno de ellos, comentando cómo son sus protagonistas, qué les sucede y cuál es el pasaje más divertido. ➢ VAMOS A INTERCAMBIAR... Personajes del cuento Material: -Copias de cada uno de los cuentos. -Útiles de dibujo y pintura. Desarrollo: Primero cada niño dibujará y creará plásticamente los personajes de su cuento. Después intercambiará la historia con la de su compañero leyendo muy atentamente la descripción del protagonista principal. Finalmente, dibujará al protagonista del cuento de su compañero. Se pueden comentar y comparar ambos resultados.
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1. Una lágrima-millón 2. La estrella de plata 3. Tú no juegas 4. El lapicero 5. Historia de una cometa 6. El despertador 7. El pájaro pinzón 8. El solitario 9. Federico y el lagarto 10. Las cuatro niñas y el pato 11. Javier el embustero 12. El árbol de los colores 13. La mariposa desobediente 14. Primas 15. Tú no eres Blancanieves 16. Las estaciones 17. Sonia es pelirroja 18. La higuera misteriosa 19. Velocete 20. Caperucita Roja de La Mancha 21. Este es mi cuento 249
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Introducción 1. Una lágrima-millón Bellas Bellas palabras Vamos a pintar... lágrimas de colores Vamos a coleccionar... fotos animadas 2. La estrella de plata Bellas palabras Vamos a imaginar... deseos imposibles Vamos a recitar... poemas de estrellas, del sol y de la luna 3. Tú no juegas Bellas palabras Vamos a recuperar... juegos tradicionales Vamos a jugar... como nuestros mayores 4. El lapicero Bellas palabras Vamos a crear... objetos mágicos Vamos a charlar... sobre los trabajos realizados 5. Historia de una cometa Bellas palabras Vamos a cantar... canciones inventadas Vamos a construir... cometas 251
6. El despertador Bellas palabras Vamos a hacer... teatro 7. El pájaro pinzón Bellas palabras Vamos a pegar... carteles contra incendios Vamos a elaborar... collages vegetales 8. El solitario Bellas palabras Vamos a participar... en el juego de las «cosas» buenas Vamos a merendar... merienda con sal 9. Federico y el lagarto Bellas palabras Vamos a fichar... a nuestras mascotas Vamos a investigar... sobre Federico García Lorca 10. Las cuatro niñas y el pato Bellas palabras Vamos a narrar... minicuentos colectivos Vamos a decorar... globos 11. Javier el embustero Bellas palabras Vamos a reír... con el juego de los disparates Vamos a escribir... mi país de la mentira 252
12. El árbol de los colores Bellas palabras Vamos a colgar... nidos Vamos a confeccionar... tapices 13. La mariposa desobediente Bellas palabras Vamos a disfrazarnos... de los personajes del cuento Vamos a contar... cuentos-Cuentacuentos 14. Primas Bellas palabras Vamos a fabricar... una televisión de juguete Vamos a dibujar... viñetas de cómic 15. Tú no eres Blancanieves Bellas palabras Vamos a cambiar... los cuentos clásicos Vamos a componer... un collage solidario 16. Las estaciones Bellas palabras Vamos a actuar... en una lectura dramatizada Vamos a asomarnos a... los es del tiempo 17. Sonia es pelirroja Bellas palabras Vamos a transformarnos... con maquillaje y peluquería 253
Vamos a realizar... un mural de los adjetivos 18. La higuera misteriosa Bellas palabras Vamos a diseñar... la baraja parlante Vamos a adivinar... quién es el culpable 19. Velocete Bellas palabras Vamos a inventar... otro final Vamos a conducir... nuestro coche 20. Caperucita Roja de La Mancha Bellas palabras Vamos a editar... un libro gigante Vamos a exponer... la cesta de Caperucita y las alforjas de Sancho Panza 21. Este es mi cuento Bellas palabras Vamos a leer... mi cuento Vamos a intercambiar... personajes de cuento
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Índice 1. Una lágrima-millón 2. La estrella de plata 3. Tú no juegas 4. El lapicero 5. Historia de una cometa 6. El despertador 7. El pájaro pinzón 8. El solitario 9. Federico y el lagarto 10. Las cuatro niñas y el pato 11. Javier el embustero 12. El árbol de los colores 13. La mariposa desobediente 14. Primas 15. Tú no eres Blancanieves 16. Las estaciones 17. Sonia es pelirroja 18. La higuera misteriosa 19. Velocete 20. Caperucita Roja de La Mancha 21. Este es mi cuento Introducción Bellas Bellas palabras Vamos a coleccionar... fotos animadas Bellas palabras Vamos a recitar... poemas de estrellas, del sol y de la luna Vamos a recuperar... juegos tradicionales Vamos a jugar... como nuestros mayores Vamos a crear... objetos mágicos 259
12 28 38 46 53 71 87 99 105 121 128 143 148 156 167 191 201 208 222 230 244 7 25 27 34 35 43 45 51
Vamos a charlar... sobre los trabajos realizados Vamos a cantar... canciones inventadas Vamos a construir... cometas Vamos a hacer... teatro Vamos a pegar... carteles contra incendios Vamos a elaborar... collages vegetales Vamos a participar... en el juego de las «cosas» buenas Vamos a merendar... merienda con sal Vamos a fichar... a nuestras mascotas Vamos a investigar... sobre Federico García Lorca Vamos a narrar... minicuentos colectivos Vamos a reír... con el juego de los disparates Vamos a colgar... nidos Vamos a confeccionar... tapices Vamos a disfrazarnos... de los personajes del cuento Vamos a contar... cuentos-Cuentacuentos Vamos a fabricar... una televisión de juguete Vamos a dibujar... viñetas de cómic Vamos a cambiar... los cuentos clásicos Vamos a actuar... en una lectura dramatizada Vamos a asomarnos a... los es del tiempo
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