JOËL DICKER La verdad sobre el caso Harry Quebert
Traducción de Juan Carlos Durán Romero Fecha de publicación: 19 de junio de 2013 Páginas 672 / 22,00 Euros
El mayor fenómeno editorial de un joven suizo de 27 años con un
los últimos años:
thriller monumental.
EL AUTOR Joël Dicker nació en Suiza en 1985. Su primera
© Jérémie Spierer
novela, Los últimos días de nuestros padres, que Alfaguara publicará en 2014, resultó ganadora en 2010 del Premio de los Escritores Ginebrinos. Su segunda novela, La verdad sobre el caso Harry Quebert (2012), descrita como un cruce de Larsson, Nabokov y Philip Roth, ha recibido el favor del público y de la crítica más exigente y ha sido galardonada con el Premio Goncourt des Lycéens, el Gran Premio de Novela de la Academia sa y el Premio Lire a la mejor novela en lengua sa. Poco después de ser publicada en Francia fue seleccionada como finalista del Premio Goncourt; perdió por tan solo un voto. El fenómeno Dicker no había hecho más que empezar. Su traducción a treinta y tres idiomas lo confirma como el próximo acontecimiento literario global.
LA OBRA Literariamente adictiva Premio Goncourt des Lycéens, Gran Premio de Novela de la Academia sa y Premio Lire a la mejor novela en lengua sa
Más de 750.000 ejemplares vendidos Número 1 de ventas en Francia En proceso de traducción a 33 idiomas Quién mató a Nola Kellergan es la gran incógnita a desvelar en este poderoso thriller cuya experiencia de lectura escapa a cualquier tentativa de descripción. Intentémoslo: una novela a tres tiempos −1975, 1998 y 2008− acerca del asesinato de una joven de quince años en la pequeña ciudad de Aurora, en New Hampshire. En 2008, Marcus Goldman, un joven escritor, visita a su mentor −Harry Quebert, autor de una aclamada novela−, y descubre que éste tuvo una relación secreta con Nola Kellergan. Poco después, Harry es arrestado acusado de asesinato, al encontrarse el cadáver de Nola enterrado en su jardín. Marcus comienza a investigar y a escribir un libro sobre el caso. Mientras busca demostrar la inocencia de Harry, una trama de secretos sale a la luz. La verdad sólo llega al final de un largo, intrincado y apasionante recorrido.
LA CRÍTICA HA DICHO: «“Todo el mundo hablaba del libro”. Ésta es la primera frase de La verdad sobre el caso Harry Quebert: una profecía autocumplida, pues el libro de Joël Dicker ya se ha transformado en un fenómeno mundial.» Le Monde «¡Si usted mete las narices en esta gran novela, está perdido: tendrá que seguir hasta el final. Será manipulado, desorientado, asombrado, irritado y apasionado por una historia con muchas sorpresas y falsas pistas. Y se dirá que sólo un americano puede ser capaz de escribir un thriller tan eficaz, tan aventurero, tan loco... La verdad sobre el caso Harry Quebert es la manifestación de la precisión relojera de un escritor suizo en el engranaje de un thriller americano.» Bernard Pivot (de la Academia Goncourt), Le Journal du Dimanche «Es muy poco frecuente, pero cuando sucede es absolutamente excitante. Joven o viejo, lector exigente o fácil de contentar, mujer u hombre, leerá sin interrupción, hasta la última página, la novela de Joël Dicker. Saldrá de ella agotado y exultante por el chorro continuo de adrenalina literaria que el autor no ha cesado de inyectar en sus venas…» (“La nueva Lolita”) Marc Fumaroli (de la Academia sa), Le Figaro Littéraire «Nunca me habían recomendado tanto un libro como La verdad sobre el Caso Harry Quebert… El magnetismo de la intriga es el elemento que prevalece a lo largo de 666 (¿azar satánico?) páginas… El resultado es un prodigioso trabajo de laboratorio que, con astucia e ironía, fusiona recursos de distintos géneros. Sin traicionar la tradición de la novela norteamericana de éxito (la académica y la popular), Dicker sitúa la acción en un contexto inidentificable –los meses previos a la elección de Obama— y trenza un compendio de resonancias que pasan por las series Twin Peaks y El caso de la escalera, John Grisham, Psicosis y El exorcista, el New Hampshire de John Irving o una relación maestro-discípulo a medio camino entre Los martes con Morris y El indomable Will Hunting.» (“La moda Joël Dicker”) Sergi Pàmies, La Vanguardia «¡Qué libro! Salimos K.O. de su lectura... El autor nos reserva un último golpe maestro absolutamente inesperado y totalmente genial... Una ficción excepcional que se devora de un trago. Un libro inmenso.» Jean-Remi Barland, Die Warte «El libro más leído en Francia es una novela americana escrita por un joven suizo de veintisiete años, Joël Dicker, que quería “dar placer a los lectores, divertirlos y mantener su atención. ¿Ha visto Homeland, la serie de televisión? Uno ve un episodio, después otro, y luego comete la estupidez de ver cuatro seguidos como si al día siguiente no tuviese que trabajar. Quería conseguir eso mismo con un libro…” Dicker quería escribir –en francés– un page turner, confiesa sin vergüenza, y ha tenido éxito. Cuando se empieza la lectura, es imposible no pasar la página. Las copias que se han vendido de esta novela negra sólo en Francia, Suiza y Bélgica superan el medio millón.» Stef Montefiori, Il Corriere della Sera «El ruido en redes sociales acerca del “Millenium suizo” anticipa el próximo fenómeno global.» Publishing Perspectives
«La sorpresa de la rentrée, el libro que no podemos soltar, después de horas de lectura cautivante… De la frenética Nueva York a la falsa calma de Aurora, desde los años cincuenta hasta la elección de Obama, este libro es un retrato formidable de Estados Unidos... Recuerda a Philip Roth, a Jonathan Franzen o a Woody Allen.» (“Joël Dicker, la sorpresa suiza”) Marie-Françoise leclère, Le Point «ADICTOS A DICKER. Sus más de 600 vibrantes páginas son una maravilla de trama, con giros, asesinatos, falsos culpables y verdaderos destinos. Esta novela será vuestra perdición... y vuestra felicidad.. […] Una vez empezada es imposible soltarla.» Philippe Tétriack, Elle Livres «Y llegó, la última página. Cerramos el libro. Con una sonrisa un poco triste, como cuando uno deja a un amigo después de haber pasado varios días juntos. Ya no vamos a tener que cargar con ella para leerla en los sitios más insospechados, en la sala de espera del médico, en la cola del supermercado, en el autobús… Es una primera novela histórica, muy bien documentada, apasionante. Es un page turner al estilo americano. Con una estructura muy lograda, compleja, pero al mismo clara e imparable… Al terminar el libro surge la inevitable pregunta: ¿Quién es Joël Dicker? ¿Quién es este ginebrino de veintisiete años, autor de un libro impactante, que se vio de la noche a la mañana seleccionado como finalista del Premio Goncourt 2012?» Lisbeth Koutchoumoff, Le Temps «Joël Dicker, ginebrino de veintisiete años, fue la sorpresa de la rentrée literaria. No es suficiente publicar buenos libros, además hace falta hacerlos leer. […] ¡Un golpe maestro!... Dicker alterna las épocas, los tipos de escritura (informe policial, transcripción de una entrevista, extracto de una novela), explora la América de los excesos –mediáticos, literarios, religiosos-, se pregunta sobre la función del escritor… Pasaremos unos frenéticos días al otro lado del Atlántico, absortos en su lectura. Bernard de Fallois acertó al cancelar sus vacaciones.» Marianne Payot, L’Express «Sobre la habilidad narrativa de Dicker no vamos a decir nada. Les invito a descubrirlo. Diez veces, en las paginas 350, 350, 450… uno dice «De acuerdo, esto ha terminado. ¿Cuánto queda? ¿200? ¿300? ¿Cómo lo va a hacer?» Y lo verán. Verán la investigación, verán América –la de Hopper, la de Philip Roth, la de Coetzee en Desgracia, el mismo mundo aunque no sea América-. La de Harlan Coben o la de Caleb Carr, por la manera en la que engancha al lector. Una técnica, espectacular. Verán los diálogos, lapidarios, secos, eficaces, que le recordarán, mutatis mutandi, a Hemingway. Reconocerán un aire a Virginia Woolf, a Gide, a Maugham… Se percibe que hay una manera de estimular al lector, una mirada, una perspectiva y una documentación, todos irreprochables » François Kasbi, Service Littéraire «El lector, subyugado, impaciente, literalmente adicto, da vuelta las páginas frenéticamente, saltando de sorpresa en sorpresa, abriendo una tras otra las cajas del relato como si fueran muñecas rusas. Es evidente que Dicker pone en práctica la regla Nº 24 del buen escritor: «Escribir es como boxear, los puños en alto. Un libro es una batalla». Dicker ha ganado la suya. Por K.O.» Thierry Gandillot, Les Échos «La ficción de Dicker es increíble. Desde la gran escena inaugural se multiplican los ángulos, se añaden distintos puntos de vista, se mantiene un nivel de suspense impactante, y la literatura se convierte en la investigadora principal.» Sabine Audrerie, La Croix
«Es una novela con un impactante trasfondo real, la América convulsa de las elecciones de 2008 en las que se presentaba por primera vez Barack Obama como candidato presidencial. La verdad sobre el caso Harry Quebert es una novela negra que habla de amor y de muerte, a través de una historia densa y vibrante, en la que uno se embarca sin la menor resistencia y de la que es imposible aburrirse.» Monique Verdussen, La Libre Belgique «Una novela larga (más de seiscientas páginas) totalmente loca y ¡que engancha! El escritor de veintisiete años nos ha sorprendido en cada página. ¡Ni un minuto de tregua!... Joël Dicker, que por algo es suizo, ha montado su novela como un mecanismo de relojería. Es de una precisión extrema y está bien engrasada… El relato está sembrado de los consejos de Quebert a Marcus Goldman sobre cómo escribir una buena novela: «Un buen libro, Marcus, es libro que nos entristece terminar.» ¡Totalmente cierto en lo que respecta a éste!» André Rollin, Le Canard Enchainé
HISTORIA DE UNA AVENTURA EDITORIAL El Libro de la Feria de Frankfurt de 2012 estuvo fuera de la Feria: La verdad sobre el caso Harry Quebert del joven escritor suizo Joël Dicker. Sus derechos los manejaba un octogenario editor francés al frente de una pequeña editorial con un catálogo muy literario. Monsieur de Fallois no fue a Frankfurt, Frankfurt fue a él. Las subastas en todo el mundo superaron a las que originara Harry Potter. Tras una reñidísima puja en la que participaron ocho editoriales de lengua española, Alfaguara se hizo con los derechos de La verdad sobre el caso Harry Quebert, el libro más hot de la Feria de 2012 (y de los últimos años). Joël Dicker ha renovado las esperanzas en la literatura en francés, según razona de Fallois, y ha escrito la Gran Novela Americana que desde hace tiempo no escriben los estadounidenses, el gran thriller que desde Millenium (una referencia clara) esperábamos leer. Dicker ya había escrito una primera novela, ganadora del Premio de los Escritores Ginebrinos 2010, pero mucho antes, un jurado literario se negó a darle un premio al mejor cuento porque daban por sentado que no era posible que un chico de catorce años escribiera algo de esa calidad, forzosamente debía de haberlo copiado. El cuento se llamaba El tigre (igual que el primer relato de Borges). El Premio de los Escritores Ginebrinos proporcionaba un pequeño subsidio para la publicación de la obra galardonada. Los últimos días de nuestros padres llamó la atención de Vladimir Dimitrijevic, editor de L’Âge d’Homme, quien decidió incluirlo en su catálogo. Dimitrijevic había publicado a autores de la talla de Vasili Grossman y reconoció en el joven Dicker un talento fuera de lo común. Rápidamente quiso compartir su hallazgo con su buen amigo, Bernard Fallois, de la pequeña y prestigiosa Editions de Fallois, quien también quiso publicarla. Dimitrijevic murió en el verano de 2011 a los setenta y siete años en un accidente de tráfico en la carretera que une Lausana con París, cuando iba a ver a de Fallois. El editor francés siguió cuidando de Dicker, tal y como lo habría hecho su buen amigo Dimitrijevic.
Cuando a comienzos del verano de 2012 de Fallois recibió el grueso manuscrito de La verdad sobre el caso Harry Quebert lo leyó subyugado, y decidió cancelar sus vacaciones: en tiempo récord puso la novela en las librerías durante el mes de agosto. En una sola semana, con París casi desierta, un pequeño librero vendió 170 ejemplares del voluminoso libro de Dicker con esta propuesta: «Léalo, si no le gusta le devuelvo su dinero.». Sólo regresaron unos cuantos, para pedir otro ejemplar. En Bélgica, poco después, se repitió el fenómeno. El libro de Dicker coincidió con la publicación del último libro de Rowling, y los libreros belgas recibieron a Dicker con carteles en sus vitrinas: «Ne lisez pas Harry Potter, lisez Harry Quebert» («No lea a Harry Potter, lea a Harry Quebert»). La noticia corrió como la pólvora, y, bien instalado en su despacho parisino de la rue de la Boétie, Bernard de Fallois recibió a las scouts («un puñado de doce damas de todo el mundo que se apasionaron antes que nadie con este libro y hacen que sus editores pujen por él»), y hasta a algunos editores, como María Fasce, la editora de literatura internacional de Alfaguara, que volaron fugazmente a verle para convencerle de que el suyo era el mejor catálogo para Dicker. Dicker y de Fallois no sólo están revolucionando la literatura, sino también el mundo editorial, con un mensaje ético y esperanzador: no hay editores ni agentes salvajes (al contrario de lo que sucede en la novela de Dicker), sino un joven escritor que se fía de su pequeño editor, y no quiere saber nada de los Premios. «Hice un pacto con de Fallois: que no me diga nada sobre el Goncourt, yo sólo escribo». Dicker también le llama para pedirle consejo: «Todos los editores ses me están llamando para invitarme a cenar, ¿qué hago?». «Vaya, diviértase.», le contesta de Fallois. El que se divierte, sin duda, es él, y los miles de lectores que ya están leyendo la novela. La especial relación entre editor y autor continúa hoy en día: en una cena durante la última Feria de Londres, los editores extranjeros y las scouts (entre ellas, Cristina De Stefano, scout de Francia e Italia para Alfaguara) se reunieron con de Fallois y Dicker. En un discurso electrizante de Fallois comenzó contando su emoción juvenil al asistir al estreno de Otelo de Orson Welles, una emoción similar a la que sintió al leer la novela de Dicker, y a continuación agradeció en el siguiente orden: a las scouts, ese grupo de damas espías del mundo editorial, que en todo el mundo, en el mes de agosto, se dieron cuenta de que había un libro verdaderamente importante y alertaron a los editores; 2) a los traductores, encargados de ser fieles al texto y traducir esa emoción de la lengua original a los lectores de cada idioma, 3) a los editores «que se lanzan a esta aventura» cumpliendo su rol de «poner en las manos de los lectores los libros en los que creen» y, finalmente, a Joël Dicker: «hacen falta muchas noches de trabajo y mucho silencio para escribir una obra como ésta: gracias a Dicker por esa generosidad». Desde septiembre de 2012, a partir de la dura lucha por los derechos en español, que Alfaguara consiguió en disputa con otros ocho editores españoles, justo antes de la Feia de Frankfurt, las subastas extraordinarias se han sucedido en todo el mundo y sus derechos ya han sido vendidos a treinta y tres idiomas distintos. El último país en adquirirlos ha sido, luego de una larga batalla, ha sido Inglaterra: Christopher MacLehose, editor del prestigioso sello MacLehose Press, alias «Mister Millenium», se alzó con los derechos justo antes de la última Feria de Londres, en abril de este año.
Desde el principio, La verdad sobre el caso Harry Quebert ha cosechado el favor de la crítica y el público. Poco tiempo después de su publicación la novela fue seleccionada para el prestigioso Premio Goncourt, que perdió por tan solo un voto. Sin embargo, fue galardonada, entre otros, con el Premio Goncourt des Lycéens. Este premio es otorgado por los estudiantes de institutos, quienes leen las diez novelas finalistas al Goncourt y deciden cuál es, en su opinión, la mejor. La verdad sobre el caso Harry Quebert se hizo con el voto mayoritario de los alumnos, que, dentro de la gira que ha de hacer el premiado, recibieron a su autor en las aulas con ovaciones. Dicker y La verdad sobre el caso Harry Quebert han conseguido lo que no muchos libros o autores hacen: despertar vocaciones literarias entre los más jóvenes. El último premio, hasta el momento, ha sido el Premio de la revista Lire a la mejor novela en lengua sa. GALERÍA DE PERSONAJES
GALERÍA DE PERSONAJES MARCUS GOLDMAN: Hijo único ejemplar y estudiante modélico, antes de convertirse en un joven escritor de enorme éxito. Su encuentro con el profesor Harry Quebert le hace madurar y éste le enseña de verdad lo que es escribir. Cuando se enfrenta con la crisis de la página en blanco sabe que sólo Harry puede ayudarlo. Al ser éste detenido, no duda en enfrentarse con la comunidad de Aurora y la opinión pública de Estados Unidos para conseguir exculpar a su mentor y amigo.
HARRY QUEBERT: Profesor universitario y uno de los más reputados escritores de Estados Unidos. Llega a Aurora en 1975 donde escribe su gran obra, Los orígenes del mal. Desde la desaparición de su adorada Nola vive en soledad sin más compañía que las gaviotas. Su relación con su discípulo, Marcus Goldman, logra devolverle a la vida. Tras el hallazgo del cadáver de Nola Kellergan, es detenido y enviado a prisión, a la espera de un juicio mediático.
NOLA KELLERGAN: La dulce y bella «Lolita» de Aurora, hija de un pastor evangélico. Hasta la llegada de su amado Harry parece llevar una vida llena de desgracias. Tres décadas después se descubre su verdadera historia.
SARGENTO GAHALOWOOD: Arisco policía a cargo de la investigación después del hallazgo del cadáver de Nola Kellergan. Desconfía en un principio de Marcus, a quien encañona la primera que lo ve. Poco a poco, juntos, los dos hombres desentrañan los misterios del fatídico verano de 1975 y surge entre ellos una especial relación de amistad.
JENNY DAWN: Fue destronada por Nola como la niña bonita de Aurora. Treinta años después está casada con el jefe de policía, Travis Dawn, y regenta Clark’s, la hamburguesería donde Harry Quebert escribió gran parte de Los orígenes del mal. Sigue enamorada del escritor, incluso después de ser éste detenido.
TAMARA QUINN: En los años setenta era la dueña y jefa implacable de Clark’s. Durante ese tormentoso verano hizo todo lo posible para convertir a su hija Jenny en la esposa de Harry Quebert.
TRAVIS DAWN: Marido de Jenny y afable jefe de policía de Aurora. Renunció a una exitosa carrera fuera de su pueblo natal por conquistar a Jenny de quien estaba enamorado desde el instituto. Fue el primero en buscar a Nola por el bosque después de la llamada de Deborah Cooper.
ROBERT QUINN: Esposo de Tamara y padre de Jenny. Un hombre afable y bondadoso que convive con una mujer déspota y egoísta.
DEBORAH COOPER: Anciana que vive en una casa en el bosque, cercano a Aurora. Alerta a la policía de la presencia de una joven que huye de un hombre en los alrededores. Intenta ayudar a Nola y es asesinada en su propia cocina.
JEFE GARETH PRATT: Jefe de policía de Aurora en el momento de la desaparición de Nola. ROY BARNASKI: Director general de la editorial neoyorquina Schmid & Hanson, es despiadado y ambicioso. Amenaza a Marcus con millonarias demandas si no cumple con los plazos estipulados en su contrato. Alienta a Goldman a destripar sin remilgos el caso de su maestro en la nueva novela que debe entregar a su editor, quien le ha dado el ultimátum en cuanto al plazo de entrega.
BENJAMIN ROTH: Abogado conservador y sin escrúpulos. Está dispuesto a hacer hasta lo indecible para sacar a Harry de la cárcel, y de paso conseguir sus quince minutos de fama.
DOUGLAS: Agente literario de Marcus Goldman. Hace todo lo posible para evitar la caída de su cliente, y también la suya propia. Mantiene una estrecha relación con el escritor, quien le considera su único amigo en su nuevo mundo.
ERNIE PINKAS: Lector autodidacta. La llegada de Harry al pueblo cambia su vida. Su trabajo en la biblioteca da sentido a su gris existencia en Aurora. Sin embargo, al ser Quebert detenido le da la espalda.
ELIJAH STERN: Millonario filántropo y antiguo casero de Harry Quebert. En el verano de 1975 desarrolla un extraño vínculo con Nolla Kellergan.
LUTHER CALEB: Desconocido artista con talento y chófer del millonario Stern. Un suceso traumático marcará su destino.
REVERENDO DAVID KELLERGAN: Pastor evangélico que se traslada a Aurora desde Alabama en 1965 en busca de un pueblo tranquilo donde criar a su hija Nola. Después de su desaparición, atraviesa una crisis de fe y dedica su tiempo a arreglar una vieja motocicleta.
LOUISA KELLERMAN: Madre de Nola, con quien mantiene una tormentosa relación. DENISE: Fiel asistente de Marcus. Cuida de él de una manera platónica y desinteresada. NANCY HATTAWAY: Íntima amiga y confidente de Nola. Su lealtad hacia la joven desaparecida le hace callar oscuros secretos hasta treinta y tres años más tarde.
SYLLA MITCHELL: Hermana de Luther Caleb, después de mucho tiempo desvela secretos de la vida de su dulce y atormentado hermano.
STEFANIE LARJINJIAK: Amiga del instituto de Nola, antigua profesora de historia del arte de la prestigiosa Universidad de Harvard y dueña de una galería de arte. Desvela a Marcus la verdad sobre su amiga, la que muchos no supieron o quisieron ver.
OFICIAL PHILIP THOMAS: Agente de la policía de Jackson (Alabama) que acompaña a Marcus y al sargento Gahalowood en un inquietante viaje casi cuarenta años atrás.
PASTOR JEREMY LEWIS: Cabeza religiosa de una comunidad pentecostal de Alabama, fue una turbadora influencia en la familia Kellergan.
DECLARACIONES DEL AUTOR SOBRE
LA ESCRITURA Y PUBLICACIÓN DE LA VERDAD SOBRE EL CASO HARRY QUEBERT: «Quería intentar escribir una novela extensa. Escribir un libro largo que se leyera rápido pero que no dieran ganas de terminarlo. Un libro que fuera como un suspiro. Un único suspiro.» «Me daba miedo no resultar veraz. Intenté imaginar un personaje francés en Estados Unidos pero no funcionó. Intenté fijarme en lo que había hecho Roman Gary en Chien blanc que transcurre en parte en Estados Unidos. Gary la escribió en inglés y la tradujo él mismo al francés. No me ayudó… Finalmente decidí, con un poco de miedo, escribir como si yo mismo fuese estadounidense.» «Quería dar placer a los lectores, divertirlos y mantener su atención. ¿Ha visto Homeland, la serie de televisión? Uno ve un episodio, después otro, y luego comete la estupidez de ver cuatro seguidos como si al día siguiente no tuviese que trabajar. Quería conseguir eso mismo con un libro…» «Escribir una novela es como hacer una película: es un esfuerzo de equipo. El escritor es director, guionista, director de casting y camarógrafo al mismo tiempo. Él prepara el plató, selecciona a los actores y el resto viene solo. Los personajes poco a poco se apoderan del libro. Se convierten en compañeros, en familiares, en ocasiones, amigos. Unos gustan más que otros… Rápidamente mi oficina se transformó en un plató. Monté la decoración. Nueva Inglaterra, en donde me crié en parte. La ciudad de Aurora, aunque es totalmente imaginaria, se parece a Bar Harbour, en Maine. Un día hice la ruta Nueva York-Montreal y decidí instalar a Marcus en Nueva York. Pero desde el principio sabía que Marcus había nacido en otra ciudad: Newark, ciudad natal y creativa de Philip Roth, el escritor vivo más grande. Philip Roth me ha llevado a la literatura. Su trabajo me ha alimentado. Su pensamiento me ha guiado. Newark, en mi opinión, es la cuna de las letras americanas. Tenía los personajes, tenía el lugar. Sólo me faltaba la época. Elegí 2008, justo antes de la elección de Barack Obama. Dos años antes, había cruzado el medio oeste, incluyendo los estados de Montana y Wyoming. Estos lugares pueden ser terribles para el ser humano. La elección de Barack Obama marcó un punto de inflexión en la historia de Estados Unidos: la posibilidad de una recuperación. Comencé una aventura literaria que duraría dos años. Probablemente con dos libros en mente: De ratones y hombres de Steinbeck y Rebelión en la granja de Orwell. Estos dos libros que resumen, para mí, lo que debería ser la literatura: el poder de una historia, un soplo de fuerza épica, la introspección y la reflexión de la inteligencia.» «Fue un momento muy difícil. La novela que uno termina. Es como una ruptura amorosa. Comienza el duelo. Tengo grabada la imagen de todos mis personajes: Harry, Marcus, Nola, el comisario Gahalowood, Jenny y todos los demás, que se montan en un autobús enfrente de mi casa y que dicen adiós mediante gestos. Yo les contesto. Después veo cómo el autobús arranca y desaparece.»
«No es un crimen ser editado en Francia si uno es suizo. Los editores suizos deben tener un interlocutor francés para así poner un pie en Francia, es por esto que las coediciones son tan importantes.» «La novela sa está atravesando tiempos difíciles, y París ya no es la verdadera capital de la cultura: ser leído, apasionar a los lectores, es visto con sospecha. A la cabeza de las listas de los más leídos está Harry Potter o Cincuentas sombras de Grey. O la novela americana de un suizo como yo.»
SOBRE
SU PRÓXIMA NOVELA: «Lo más importante es conservar el placer de escribir. Si mi próxima novela es o no un éxito, no me puede apartar de eso, el éxito depende de demasiadas cosas. Intento permanecer lo más zen que puedo y conservar ese placer.»
SOBRE
SUS INFLUENCIAS LITERARIAS: «Siento una verdadera pasión por Philip Roth. En Sale el espectro, uno siente que ha cerrado el ciclo de Nathan Zuckerman, su álter ego en papel. No lo pude aceptar. Me dije a mí mismo que debía escribir a Philip Roth para decírselo, pero me temo que él no debe leer las cartas de sus lectores.» «Cuando era niño deseaba tener con todas mis fuerzas un perro pero mis padres me decían que antes debía leer Gros-Câlin de Romain Gary, en la que el protagonista se enamora de una pitón. En un principio me dio pereza leerla pero un día en casa de mi abuela empecé su lectura y en la página 57, vi la palabra «puta». Entonces, comprendí que la literatura me descubría mundos que yo nunca había imaginado.»
SOBRE
LOS PREMIOS Y EL ÉXITO: «Hice un trato con mi editor. No debía decirme nada sobre el Goncourt. No quería saber nada. Quería estar concentrado en mi trabajo. Escribir.» «Estar nominado al Goncourt me emocionó especialmente por ser suizo, no tanto por mi juventud. Es importante tener la ambición y la voluntad de decir: En Suiza, tenemos buenos escritores, un excelente relevo literario que hace frente al francés.» «Después del éxito llegaron una serie de críticas negativas. En Suiza, el periódico del Goncourt, la Tribune de Genève publicó una viñeta que hablaba de mí: «Nuestra literatura es como el curling, no interesa a nadie hasta que gana el suizo.» Me volví famoso y esto ha molestado, por ejemplo, a Claude Frochaux, un escritor de mi misma editorial de Lausana, que ahora pasa el tiempo en la radio y la televisión explicando a todos por qué mi libro es horrible.»
SOBRE
LA PROFESIÓN DE ESCRITOR: «Veía a todos mis amigos iniciar sus carreras de abogados y ganarse bien la vida. Tuve que decidir. Divertirme también o escribir la novela con la que soñaba. Decidí preparar sándwiches a los parlamentarios para poder hacerlo.» «Un escritor es más sensible que la media. Es capaz de ponerse en el lugar de otros y empatizar, esto le permite entender la humanidad y poder escribir sobre ella.» «Mi primer libro estaba disponible en Payot (cadena suiza de librerías). ¡Payot! Fue increíble para mí. Estaba al lado de gente que de verdad contaba historias.»
SOBRE
ESTADOS UNIDOS:
«He ambientado la novela en la costa este de Estados Unidos porque es un lugar familiar para la imaginación de muchos, pero no por eso dejar de ser auténtico. Simplemente lo conozco mejor que otros porque es un poco como mi casa.» «Tengo familia en Washington (Maine). Es una cultura que conozco muy bien. Me gustan los estadounidenses porque son atrevidos. Pienso como ellos, la vida no es muy larga, las oportunidades no son tantas como pensamos y debemos aprovecharlas. Cuando fui seleccionado para el Goncourt tuve la sensación de que eso no se iba a repetir nunca más en mi vida. Por eso hay que disfrutar plenamente, ser feliz, por todo, ahora mismo.» «Stunington (Maine) está llena durante el año de pescadores. En verano, se transforma. Toda los intelectuales de la costa este se encuentran ahí, pintan, escriben… Hacíamos largos viajes en coche por la zona cuando era pequeño. Veía desfilar los paisajes por la ventana.» «Portrait of Orleans de Edward Hopper me pareció perfecta como cubierta, evoca la misma atmósfera que hay en el libro. La América de Nueva Inglaterra que todos tenemos en mente.»
Declaraciones extraídas de las siguientes entrevistas realizadas al autor: Le Temps (15 de septiembre, 2012), Lisbeth Koutchoumoff Il Corriere della Sera (1 de diciembre, 2012), Stef Montefiori Coopération (18 de septiembre, 2012), Pablo Davila La Presse (26 de enero, 2013), Chantal Guy
EXTRACTOS: «El día de la desaparición (Sábado 30 de agosto de 1975) —Central de policía, ¿es una emergencia? —¿Oiga? Me llamo Deborah Cooper, vivo en Side Creek Lane. Creo que acabo de ver a una joven perseguida por un hombre en el bosque. —¿Qué ha pasado exactamente? —¡No lo sé! Estaba en la ventana, mirando hacia fuera, y de pronto he visto a esa chica corriendo entre los árboles. Había un hombre tras ella... Creo que intentaba escapar de él. —¿Dónde están ahora? —Pues... ya no los veo. Se han metido en el bosque. —Enviamos una patrulla de inmediato, señora. Esta llamada fue el comienzo del caso que estremeció a la ciudad de Aurora, en New Hampshire. Ese día Nola Kellergan, de quince años, una joven de la zona, desapareció. Nunca se volvió a saber de ella.»
«Todo el mundo hablaba del libro. Ya no podía pasear tranquilo por las calles de Nueva York, no podía hacer jogging por Central Park sin que me reconocieran y exclamaran: «¡Es Goldman, el escritor!». Algunos incluso me seguían durante un rato para preguntarme aquello que les atormentaba: «¿Es cierto lo que cuenta en la novela? ¿Harry Quebert hizo eso?». En el café al que solía ir en el West Village, había clientes que no dudaban en sentarse a mi mesa y empezar a hablar: «Su libro me tiene atrapado, señor Goldman, es imposible dejarlo. El primero era muy bueno, pero éste... He oído que le dieron un millón de dólares por escribirlo... ¿Qué edad tiene? ¿Sólo treinta años? ¡Y ya está forrado!». Hasta el portero de mi edificio, al que había visto leyéndolo entre apertura y apertura de puerta, me tuvo retenido un rato en el ascensor, al terminarlo, para confesarme su desazón: «Entonces ¿eso fue lo que le ocurrió a Nola Kellergan? Qué horror. ¿Dónde vamos a ir a parar, señor Goldman? ¿Dónde?». Mi libro apasionaba a la flor y nata de Nueva York; tras dos semanas en las librerías ya prometía llegar a ser el más vendido a lo largo y ancho del continente. Todo el mundo quería saber qué había pasado en Aurora en 1975. No dejaba de salir en la televisión, en la radio y en los periódicos. Yo tenía sólo treinta años y con esa novela, la segunda de mi carrera, me había convertido en el escritor más de moda del país. El caso que sacudía América, y del que había sacado lo esencial de mi narración, había estallado unos meses antes, al principio del verano, cuando se encontraron los restos de una joven desaparecida treinta y tres años antes. Fue el comienzo de la serie de acontecimientos que se relatan a continuación, y sin los que la pequeña ciudad de Aurora habría seguido siendo, sin duda alguna, completamente desconocida para el resto de Estados Unidos.»
«—¿Y quién es Nola? —No me pregunte quién es Nola, se lo ruego. —Harry, ¿quién es Nola? —insistí. Balanceó la cabeza. —Yo la quería, Marcus. La quería tanto. —¿Y por qué nunca me ha hablado de ella? —Es complicado... —Nada es complicado para los amigos. Se encogió de hombros. —Ya que ha visto las fotos, será mejor que se lo cuente... En 1975, al llegar a Aurora, me enamoré de esa chica, que sólo tenía quince años. Se llamaba Nola y fue la mujer de mi vida. Hubo un breve silencio al final del cual pregunté, conmovido: —¿Qué le pasó a Nola? —Es una historia sórdida, Marcus. Desapareció. Una tarde de agosto de 1975. Desapareció después de que una vecina la viese huir ensangrentada. Si ha abierto la caja seguramente habrá visto los artículos. Nunca la encontraron, nadie sabe lo que fue de ella. —Qué horror —suspiré. Asintió ampliamente. —¿Sabe? —dijo—, Nola había cambiado mi vida. Y poco me habría importado convertirme en el gran Harry Quebert, el monumental escritor. Poco me habrían importado la gloria, el dinero y mi grandioso destino si hubiese podido quedarme con Nola. Nada de lo que he llegado a hacer después de ella ha dado tanto sentido a mi vida como el que tuvo el verano que pasé con ella. Era la primera vez desde que le conocía que veía a Harry tan turbado. Tras mirarme fijamente durante un instante, añadió: —Marcus, nunca nadie ha sabido nada de esta historia. Ahora es usted el único que la conoce. Y debe mantener el secreto. —Por supuesto. —¡Prométamelo! —Se lo prometo, Harry. Será nuestro secreto. —Si alguien en Aurora se entera de que tuve una historia de amor con Nola Kellergan, podría ser mi ruina... —Puede confiar en mí, Harry...»
«El buzón de Goose Cove resumía perfectamente el estado de la reputación de Harry: toda América, tras haberle irado, le abucheaba y le cubría de cartas insultantes. Era el mayor escándalo de la historia de la edición: Los orígenes del mal había desaparecido completamente de las librerías y de los programas escolares, el Boston Globe había cancelado su colaboración con Harry de forma unilateral; en cuanto al consejo de istración de la Universidad de Burrows, había decidido relevarle de sus funciones con efecto inmediato. Los periódicos le describían abiertamente como un depredador sexual; era el tema de todos los debates y las conversaciones. Roy Barnaski, oliéndose una oportunidad comercial sin precedentes, quería sin falta publicar un libro sobre el asunto. Y como Douglas no conseguía convencerme, acabó llamándome en persona para darme una pequeña lección de economía de mercado: —El público quiere ese libro —me explicó—. Escuche esto, la acera está llena de fans coreando su nombre. Conectó el altavoz e hizo una señal a sus ayudantes, que exclamaron: ¡Gold-man! ¡Goldman! ¡Gold-man! —No son mis fans, Roy, son sus ayudantes. Buenos días, Marisa. —Buenos días, señor Goldman —respondió Marisa. Barnaski volvió a coger el teléfono. —En fin, piénselo bien, Goldman. Sacamos el libro en otoño. ¡Éxito seguro! ¿Le parece bien mes y medio para escribirlo? —¿Mes y medio? Me costó dos años escribir el primero. De hecho, ni siquiera sé qué podría contar, no se sabe nada de lo que pasó. —Mire, le voy a poner en o con unos escritores fantasma para que vaya más deprisa. Además, no es necesario que sea gran literatura: la gente quiere sobre todo saber lo que hizo Quebert con la chica. Limítese a contar los hechos, con algo de suspense, de morbo y un poco de sexo, claro. —¿Sexo? —Vamos, Goldman, no le voy a enseñar ahora su trabajo: ¿quién querría comprar el libro si no hubiese escenas subidas de tono entre el vejestorio y la chiquilla de siete años? Eso es lo que quiere la gente. Venderemos millones, incluso si no es bueno. Eso es lo que cuenta, ¿no? —¡Harry tenía treinta y cuatro años y Nola quince! —No sea quisquilloso... Si escribe ese libro, le anulo el contrato precedente y le ofrezco además medio millón de dólares de anticipo para agradecerle su colaboración. Me negué en redondo y Barnaski enfureció: —Muy bien, ya que se pone usted así, Goldman, le voy a decir una cosa: o me entrega un manuscrito dentro de exactamente once días ¡o le demando y le arruino!»
«Fue entonces cuando recibí la llamada de Barnaski a mi móvil. Su voz temblaba. —Marcus, tengo una noticia terrible —me dijo de golpe. —¿Qué pasa? —Ha habido un robo... —¿Cómo que un robo? —Sus folios... Los que me trajo a Boston. —¿Qué? ¿Cómo es posible? —Estaban en un cajón de mi despacho. Ayer por la mañana, no los encontré... Primero pensé que Marisa había estado ordenando y los había puesto en la caja fuerte, a veces lo hace. Pero cuando se lo pregunté, me dijo que no los había tocado. Ayer me pasé todo el día buscándolos en vano. Mi corazón latía con fuerza. Presentía una tormenta. —Pero ¿qué le hace pensar que han sido robados? —pregunté. Hubo un largo silencio y respondió: —He estado recibiendo llamadas toda la tarde: el Globe, el USA Today, el New York Times... Alguien ha mandado sus hojas a toda la prensa nacional, que se dispone a difundirlas. Marcus: es probable que mañana todo el país esté al corriente del contenido de su libro.»
«—Fue una hermosa época. —Sí. —¿Qué ha cambiado, Marcus? —Nada. Todo, pero nada. Todos hemos cambiado, el mundo ha cambiado. El World Trade Center se ha derrumbado, Estados Unidos ha entrado en guerra... Pero lo que siento por usted no ha cambiado. Sigue siendo mi Maestro. Sigue siendo Harry. —Lo que ha cambiado, Marcus, es el combate entre maestro y alumno. —Nosotros no combatimos. —Y sin embargo sí lo hacemos. Yo le enseñé a escribir libros, y mire lo que me hacen sus libros: me perjudican.»
«Ernie Pinkas me dijo que yo era importante, que él también hubiese querido ser alguien importante. Su mujer siempre había creído en él. Había muerto años antes, por culpa de un
tumor. En su lecho de muerte le había dicho, como si fuese un chiquillo con toda la vida por delante: «Ernie, harás algo importante en la vida. Creo en ti.». «Soy demasiado viejo. Mi vida ha pasado.» «Nunca es tarde, Ernie. Mientras uno no muere, tiene la vida por delante.» Pero todo lo que había conseguido hacer Ernie tras la muerte de su mujer había sido conseguir un trabajo en el supermercado de Montburry para devolver el dinero de la quimioterapia y cuidar la lápida de su tumba. —Ordeno los carros, Marcus. Recorro el aparcamiento, buscando los carros solos y abandonados, me los llevo, los reconforto, los coloco con sus compañeros en su lugar para los clientes que vengan. Los carros nunca están solos. No demasiado tiempo. Porque en todos los supermercados del mundo hay un Ernie que va a buscarlos y los lleva junto a su familia. Pero ¿quién va después a casa de Ernie para llevarlo junto a su familia, eh? ¿Por qué hacemos con los carros de supermercado lo que no hacemos con los hombres? —Tienes razón. ¿Qué puedo hacer por ti? —Me gustaría estar en los agradecimientos de tu libro. Me gustaría que figurase mi nombre en los agradecimientos, en la última página, como suelen hacer muchos escritores. Me gustaría que mi nombre figurase en primer lugar. En letras grandes. Porque te he ayudado un poco en tu investigación. ¿Crees que sería posible? Mi mujer estará orgullosa de mí. Su maridito habrá contribuido al inmenso éxito de Marcus Goldman, la nueva estrella de la literatura. —Cuenta conmigo —le dije. —Iré a leerle tu libro, Marc. Todos los días, me sentaré a su lado y le leeré tu libro. —Nuestro libro, Erne. Nuestro libro.»
(Extractos de La verdad sobre el caso Harry Quebert. Traducción del francés de Juan Carlos Durán Romero.)