El Nacimiento Del Minotauro 4q556y

Los Rollos de la Mar El nacimiento del minotauro Hermano: El Rey Minos nos ató a este pesado trabajo porque está empeñado en esconder el fruto de su descuido para con los dioses. Tenemos que trabajar días y noches porque pensó que podría tratar a Poseidón como a cualquier mortal. ¡Cuan equivocado estaba! Nuestro señor Minos cayó bajo el influjo de Afrodita. Su atolondrado corazón lo hizo raptar a Mileto, a pesar de que éste había elegido al hermano de Minos, a Sarpedón. Me han dicho que los encantos de Mileto no se comparan con los de dama alguna, por más tierna que sea su carne, o voluptuosa su figura, o hechicera la voz. No, dicen que no hay comparación. Y caro el Rey pagó su osadía porque Mileto lo abandonó. Para colmar su sed de amores, Minos, todavía a la sombra del antiguo rey Asterio, buscó en muchos cuerpos femeninos, probó del sabor infantil, y buscó compañeros que lo saciaran; en cada sexo buscó uno que le hiciera olvidar a Sarpedón. Entendió que el amor verdadero no tiene sustituto. Al morir su padrastro se casó con Pasifae. Pero no encontró el sosiego de una familia y un reino que le reclamaban atención. Continuó buscando entre hombres y mujeres quién controlara su insatisfecha pasión. Así transcurrieron cientos de jornadas, años incluso, tanto se envolvió en el desasosiego que un año olvidó honrar a Poseidón. El dueño de la mar no toleró la afrenta. ¡Cuánta vergüenza para Minos! La esposa de Minos, Pasifae, pasó muchas noches de encendidos encuentros con el Rey, pero no las suficientes para encontrar saciedad. Su vida se transformó pronto ya que en su lecho no la acompañaba más el hombre que la había penetrado por primera vez, quien hizo vibrar su piel con el toque exacto de la lengua entre sus suaves piernas. Su pecho experimentó por poco tiempo las promesas de pasiones más sensuales, pero fueron solo eso: promesas. A falta de experiencia en relaciones amorosas, Pasifae solo conocía el tamaño de Minos y el grosor de su sexo dentro de ella. Con su ausencia, Minos ayudó a Poseidón y selló su destino. Al dios de los mares, solo le restó una gota de ingenio. Vio claramente los calores nocturnos que emanaban del cuerpo de Pasifae, cómo ella se contorneaba pensando en el miembro de su ausente esposo, y cómo se conformaba con las tímidas exploraciones de su mano. Dicen que Poseidón mismo dudó en concluir su tarea al ver tan bellas imágenes. Pero no fue así. Creó un maravilloso toro blanco, con el mismísimo color de la Luna, y éste, fue incluido en el rebaño de Minos. Una noche, como otra cualquiera, Poseidón llamó a Pasifae. Con dulces sonidos la llevó al corral, ensombreció a la Luna, y, de este modo, el brillo propio del

toro atrajo la atención de ella, quien quedó encantada ante la visión del apareamiento continuo y de su miembro erecto, enorme, más grande que cualquier remo. En vano puede describirse la ansiedad de ella, su ardiente deseo, su desesperación para encontrar una forma de conocer el tamaño, rigor y fortaleza de este inmenso animal penetrando a sus hembras… a ella misma. Pronto encontró una solución. Ayudado por Poseidón, el exiliado Dédalo talló una vaca de madera. Pasifae se metió en la talla, se aproximó al Toro y dejó que éste hiciera lo suyo. Dicen que esa noche la Luna murió mientras Pasifae era penetrada. Al volver, Pasifae era otra. ¡Nunca mujer alguna supo de la felicidad que solo el sexo otorga! Al poco tiempo, Minos, el engañado Rey lo supo. Enseguida pidió a sus mejores arquitectos, y a Dédalo mismo, construir un lugar en Cnosos para el vástago que le deshonra. Los oráculos dicen que nacerá un ser mitad hombre, mitad toro, y que será llamado Minotauro. Nosotros construimos su hogar. Hermano: espero que esta titánica tarea no concluya mis ansias de verte nuevamente.