Dedico estas letras a todas las personas que se sienten diferentes a algún común denominador para que se convenzan de que ese distintivo es algo que pueden aprovechar, valorar, maximizar y «monetizar» para ser felices. A cualquiera que esté comenzando algo nuevo, con nervio o inseguridad, para que sepa dirigir ese sentimiento hacia donde quiere ir, paso a paso y tranquilo, porque al final, no pasa nada y mañana va a ser otro día.
Dedico estas palabras a mi persona, por todos los errores que he cometido con tanta gente a lo largo de mi vida y por el hecho de saber que al minuto siguiente podemos pedir perdón y ser mejores con los demás. A mis cuatro hijos, Renée, Zoé, Marcelo y Germán, espero que algún día estas palabras les sirvan para algo. A mis padres, Dra. Eloísa Ana, por su interminable paciencia y amor, y al Dr. René, por su eterna pasión y sonrisa. A mi tío Chava, por haber estado ahí para mí at the right place and the right time, and forever after. A mis hermanos, a mi querida RW y el Miércoles Ecléctico, porque todo esto empezó con risas entre ustedes y espero que así acabe.
A mis equipos de abogados, en donde sea que hayamos colaborado y donde quiera que estén ahora, por su cariño y dedicación. En particular, a mis queridos socios de Hogan Lovells BSTL, por ser ese grupo tan especial, dinámico, diverso y sincero. A cualquier probable estudiante de Derecho, porque esta ciencia social es tan especial, tan problemática y tan bondadosa, que quise hacer este ejercicio para tratar de explicar, de manera simple, una metodología que nos ayude a transitar mejor nuestro día a día. A la Facultad Libre de Derecho de Monterrey, donde estudié y he sido profesor, por ser un espacio siempre mejorable y dinámico para crear talento jurídico, pero sobre todo, calidad humana. A todos mis amigos y a mis clientes, por su confianza y las risas en el camino.
Agradezco infinitamente a G por una simple razón: su tiempo, que es lo más valioso que tenemos y está dedicado a lo más importante. ¡Muchas gracias!
¡Fili! Surprise MOFO! Gracias por siempre estar. Devuélveme mi disco de Something Corporate.
ÍNDICE
PORTADA
CONTRAPORTADA
DEDICATORIA
1. MIS MOTIVOS
ANTECEDENTES
ESTE MOMENTO
LA INTENCIÓN DE ESTAS LETRAS
LO QUE ESTO NO ES NI PRETENDE SER
2 LOS ELEMENTOS EXTERNOS DE NUESTRA VIDA
MI PASIÓN POR LOS DETALLES
EL TIEMPO Y SU VALOR
EL ESPACIO DONDE DECIDIMOS ESTAR
LA «OPORTUNIDAD»: MEZCLA PERFECTA DE TIEMPO, ESPACIO Y SUERTE
LA METODOLOGÍA EN LA VIDA DIARIA
3. LOS ELEMENTOS INTERNOS DE NUESTRA VIDA
LOS VALORES
LA MORAL
LA RELIGIÓN
LA FILOSOFÍA DE MI FELICIDAD
4 LA INTERPRETACIÓN ARMÓNICA DE LO INTERNO CON LO EXTERNO
AUTOCONOCIMIENTO
CERTEZA
TRANQUILIDAD
VICIOS COTIDIANOS: SUBJETIVOS Y OBJETIVOS
LA INEFICACIA HISTÓRICA DEL «BALANCE»
LA TRADICIÓN DE LOS «EXCESOS» Y SUS EFECTOS
5. EL CAMBIO EN UN ESPACIO DINÁMICO
LA METODOLOGÍA COMO HERRAMIENTA PERFECTA PARA ADAPTARTE AL CAMBIO
LOS VALORES DINÁMICOS EN PERIODOS CADA VEZ MÁS COMPACTOS
LA DUALIDAD SOBRE LA INTENCIÓN DE «TRASCENDER»
LA DEVALUACIÓN O REVALUACIÓN DE NUESTROS INSTANTES
MENSAJE FINAL
PÁGINA LEGAL
AUTOR
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Capítulo 1
MIS MOTIVOS
ANTECEDENTES
Este escrito es el resultado de meses muy difíciles en la primavera de 2020, días de incertidumbre como no habíamos tenido antes en nuestra existencia. En 2020, nuestras vidas se transformaron de golpe y para siempre por culpa de la pandemia por COVID-19. Para mí, todo cambió el 13 de marzo, diez días antes del cumpleaños número siete de mi hijos Zoé y Marcelo, los cuates, cuando de pronto todos estuvimos encerrados sin saber qué hacer, sin saber qué seguía, qué iba a pasar y realmente asustados por la posibilidad de morir por una enfermedad que nadie conocía bien y que estaba causando estragos del otro lado del mundo.
Además, nuestro país vecino vivía un momento oscuro: por primera vez me tocó ver cómo su presidente debilitaba instituciones centenarias que habían convertido a esa nación en un modelo de democracia. Y nuestro presidente en México comenzaba a hacer lo mismo. Fueron y siguen siendo tiempos oscuros y un tanto perversos particularmente para alguien como yo, educado en el sistema jurídico mexicano y en el de Estados Unidos. Soy abogado en nuestro país y también tengo licencia para practicar en el estado de Nueva York y en algunas cortes federales de aquel país y esto me tiene atento a detalles diarios que tal vez no son tan palpables para otros ciudadanos.
Estoy educado por sistema, por profesión y por gusto para apreciar los detalles. Los detalles en las letras, que son mi trabajo, y con el tiempo he logrado «tropicalizar» esa disciplina para observarlos en la vida diaria y en las personas. Esta educación ha sido una herramienta invaluable en estos meses tan complicados.
Soy el hijo mayor de una hermosa familia de cuatro. Mis padres son médicos con especialidad y subespecialidad; mi madre estudió muy joven dos
especialidades en el extranjero, en una época en que las mujeres no solían hacer eso. Mi hermano es abogado como yo. Por lo compacto de la familia nuclear, con el paso del tiempo hemos depurado los típicos problemas familiares para concentrarnos en lo importante. No ha sido fácil, pero creo que cada vez lo hacemos mejor a pesar de que, como todos, no somos una familia perfecta e, incluso, somos disfuncionales si las circunstancias lo ameritan. Pero más que nada, todos somos auténticos por carácter y eso lo respeto a pesar de que pocos lo entienden.
Desde adolescente, me sacudí esas «pieles» que por alguna razón nos ponen o nos ponemos y que luego olvidamos soltar para ser más ligeros y existir sin tantas cargas que a veces no nos corresponden. Nunca me sirvió mucho esa «protección» y por eso busqué sentir en carne propia muchas cosas desde temprana edad, cosas que me han dado millones de satisfacciones e igualmente millones de tristezas y sufrimientos. De nada de lo malo me quejaré porque ha sido, como dicen los ingleses, the right of age que siempre quise experimentar por mí mismo.
Mis padres me dieron la mejor educación que pudieron, que fue de clase mundial, y luego logré capitalizar las oportunidades que se me presentaron en la vida, no solo porque soy razonablemente inteligente sino porque tuve un golpe de suerte que siempre voy a agradecer: logré atinarle, por azar, a elegir mi profesión: el Derecho. Les contaré sobre lo irónico que fue ese momento para que entiendan cómo le concedo esa decisión completamente a la suerte.
Corría el año de 1994, era invierno y recién había concluido la preparatoria. Después de haber estado en dos prepas en Monterrey, de donde soy, mis padres me habían enviado a una academia militar de gran exigencia porque no sabían qué hacer conmigo; regresé y concluí en otra escuela de esa misma ciudad. Por fin había terminado esa tortuosa etapa en la cual lo único que hice fueron amigos, unos muy buenos y otros de paso. Tuve una de las peores adolescencias posibles, pero a pesar de eso, mis padres y mis abuelos me habían inculcado valores universales que siempre supe que estaban ahí.
En ese momento pensaba que todo se estabilizaría porque me iba a inscribir en el Tecnológico de Monterrey, donde mi madre siempre había soñado que estudiaran sus hijos. El plan era cursar la licenciatura en Comercio Internacional, en ese momento la carrera del futuro, ya que México había celebrado el Tratado de Libre Comercio (TLC) que entró en vigor en 1992. Parecía la mejor opción para alguien como yo, que luchaba por volverse un miembro funcional de la sociedad después de haber sido un completo desastre, pero siempre con twist.
Sin embargo, algo me incomodó esa Navidad. No me sentía al cien con mi decisión, pero dejé que pasaran las fiestas para ver qué ocurría. Todo fluyó esos días sin incidentes, pero comenzando el año me sentí aún más intranquilo. El segundo lunes de enero abrían las universidades para seguir recibiendo inscripciones, así que el martes siguiente me levanté de la cama a las 6:00 a.m., como ya era costumbre, y decidí ir a preguntar sobre un lugar llamado Facultad Libre de Derecho de Monterrey (FLDM). Un buen amigo estudiaba allí y me había dicho que era de las mejores de México. No sé por qué tomé esa determinación, pero todavía recuerdo ese sentimiento y mi camino hacia ese lugar.
La FLDM ocupaba una modesta casa en el centro de Monterrey. Pedí informes y me sentí mucho más a gusto que en el Tec, donde ya había pagado mi inscripción. De la FLDM manejé esa misma mañana al Tec a preguntar si me podían devolver el dinero, ya que había decidido cambiarme de universidad. Me dijeron que sí e hice el proceso sin decirle a mis padres, ya que en ese entonces muy pocas personas tenían teléfonos móviles. Me dieron un cheque y con él fui a pagar mi inscripción en la FLDM.
Cuando llegué a comer a casa de mis padres iba contento pero un poco nervioso; claramente, a sus ojos, me había pasado de lanza. Quería explicarles que esa decisión me hacía sentir más tranquilo, pero no funcionó. Con el antecedente de mi etapa de preparatoria, ellos esperaban otra mamarrachada con esa decisión tan impulsiva. Me dijeron, y no los culpo, que iba a terminar de «tramitólogo»
en alguna cárcel, ya que ni yo sabía qué demonios iba a hacer como abogado. En ese momento no tenía ningún pariente que ejerciera esa profesión ni sabía qué podía hacer, pero me gustaba un programa que en ese entonces transmitían en la televisión y me fascinaba la forma de argumentar de los actores. Era algo que me imaginé haciendo de manera genérica aunque, la verdad, no tenía idea de qué iba a hacer en un ambiente de abogados que tampoco sabía si se parecía al del programa de televisión. Para mí era mejor aspirar a eso que ser alguien que importaba y exportaba cosas porque México había firmado el TLC. Es decir, viéndolo en retrospectiva, me guie por mi anhelo de hacer algo que realmente me gustara.
Mis padres casi no me hablaron en los días cercanos a mi entrada al primer semestre de la FLDM y me advirtieron que si me equivocaba en mi decisión, su apoyo se terminaría y tendría que trabajar para salir adelante ya que, razonablemente, habían invertido un mundo de dinero en mi educación hasta esa fecha y no querían pasar por las mismas cosas que habían vivido conmigo en la prepa. Hoy lo entiendo perfectamente.
Llegó el día de entrada a la universidad cargado de la amenaza de que no podía equivocarme. El primer día de clases, un lunes, no entendí mucho, pero nos dejaron un montón de horas para leer acerca de las materias que tomamos ese día. Esa primera noche me tardé una hora leyendo cada página del libro Introducción al Estudio del Derecho, del maestro Eduardo García Máynez, una verdadera obra de arte. A la segunda semana, me salía una sonrisa cada vez que tomaba esa clase. Me sentía feliz. Me cambió la vida saber que esa era la materia más importante de nuestro primer semestre de la carrera.
Durante mi primer mes en la universidad, mis padres se informaron con sus amigos sobre las credenciales de la FLDM y se dieron cuenta de que no era una facultad abierta ni una escuela «patito» sino una gran institución, como todavía lo sigue siendo. Llegaron las primeras calificaciones y me fue muy bien. Ellos me dijeron que fuera cauteloso con la confianza, pero ya no me importó nada. Ya sabía, desde la primera semana, que eso me había enamorado para siempre.
Estaba ahí porque era amor, no era esfuerzo ni trabajo. Eso ha sido de las mejores cosas que me han pasado en la vida y en ese momento no entendí cómo me pasó. ¿Cómo le atiné, si en mi adolescencia había fallado mucho?
Veintiún años después pienso en ese momento y me doy cuenta de que tomé esa decisión con base en los valores que mis padres me habían inculcado; ellos siempre me dijeron que hiciera lo que yo quisiera, pero que debía ser el mejor en eso que escogiera. Así fuera un barrendero, tenía que tratar de ser siempre el mejor. Nuestro trabajo, el que sea, con el paso del tiempo se vuelve algo que entre más artesanal tiene más valor. A ese momento hay que sumar mi intuición, el valor que tuve para no rajarme con mis padres y aprovechar esa oportunidad para llegar a donde llegamos por una mezcla perfecta de todos esos elementos.
Mi primer trabajo fue en una gran empresa de acero basada en Monterrey. Estaba feliz como abogado corporativo y codeándome con despachos en diferentes países con los que entendía un poco cómo era este negocio. Después estudié una maestría en Derecho de Negocios Internacionales en Washington, D.C., en donde me tocaron tiempos complicados, sin imaginarme que en 2020 estaríamos en una situación peor. Un mes después de llegar, sucedieron los atentados del 11 de septiembre de 2001; a los dos meses, los ataques de ántrax en el correo de Estados Unidos, y un mes más tarde comenzaron los asesinatos en serie del sniper de D.C., John Allen Muhammad. Durante todo ese tiempo de preparación, en mis veintes, solo tenía como prioridad ser el mejor abogado. Era mi craft y me gustaba ese proceso de intentarlo, de una manera romántica, un proceso que hoy trato de insertar en este relato.
Por necio y dedicado, conseguí un trabajo en un despacho importante en Washington, D.C., que me llevó a viajar por muchos lugares muy interesantes y fue ahí, con ese o con tanta gente de tantos caminos, que empecé a entender las cosas que quiero transmitir en estas páginas. He colaborado en otros despachos hasta llegar a la que hoy es mi casa: Hogan Lovells, donde soy socio y comparto el liderazgo de la práctica de Derecho Bancario y Financiamiento en México con otro de mis socios. Esa es mi historia in a nutshell, por lo menos la
que importa para lo que les voy a contar en este libro. Tal vez luego, en otro lugar, les compartiré otra historia personal que trae más twist.
ESTE MOMENTO
En estos meses me he acercado más a algunas personas, he tratado de fomentar núcleos locales que antes no me parecían tan importantes pero que ahora veo como algo natural y necesario. Lo he hecho de manera consciente: viejos amigos que dejé de ver por mucho tiempo, la gente que trabaja conmigo, los restaurantes que frecuentaba, microempresarios de mi comunidad, músicos locales, entre otros. Desde la primera semana de la pandemia por COVID-19 pensé que el desarrollo mental, social y económico iba a cambiar para siempre y que nos íbamos a volver como nuestros antepasados, que tenían relaciones, comercio y necesidades de adentro hacia afuera. Ya no era un tema «nacionalista» y menos internacional, sino «de la colonia» o «de la comunidad» donde estuviéramos físicamente.
La verdad es que nunca pensé que esto fuera a durar tanto y que, además, se mezclaría con asuntos de nuestros gobernantes y de otros países que complicaran tanto nuestra existencia. Porque creo que estamos en una intersección que quedará marcada para nuestras vidas en todas las áreas de nuestra convivencia: en lo familiar, lo laboral y lo personal. No hay nadie, por mucho o poco dinero que tenga, por solo o acompañado que se encuentre, que no esté sufriendo las consecuencias causadas por esta situación.
Esa es una de las razones de este libro, una manera de hacer, en la medida de lo posible, más llevaderos los meses y años que vienen. Porque estamos en una crisis económica, en una crisis de principios y de acción, pero sobre todo en una crisis de amor. Por más romántico que esto parezca, es una realidad que si no nos hace tomar acciones, nos va a costar décadas de esfuerzo y de amor recuperarnos.
EL MOMENTO ES UNO, ES PERFECTO Y ES HOY.
Como explicaré más adelante, la oportunidad es una de las variables que he aprendido a apreciar enormemente a lo largo de mis años; particularmente en estos días, decidí que por primera vez iba a hacer un esfuerzo para tratar de ayudar y tocar la cabeza de otros que, como yo, están pasando por un momento difícil y complicado.
Espero que en estas letras, algunos encuentren la manera de salir adelante y de sacar lo mejor de todos los momentos, pero sobre todo de todas las crisis. Tengo afinidad por los momentos difíciles porque me han tocado como preámbulo de épocas felices. Al final, eso es lo que hacemos como profesionistas: salir adelante de tiempos complicados y prepararnos para los que sin duda vendrán. No quiero sonar pesimista, pero creo que estamos en un punto en el que necesitamos sacar lo mejor de nosotros para que cada quien, en nuestro mundo, atienda de la mejor manera cada día que nos toque vivir.
Esto también tiene que ver conmigo. No tan joven, no tan viejo, no tan verde, no tan negro. Si este momento fuera un puente, sería capaz de ver el principio del mismo y, en el horizonte, su final. Este pequeño lapso ha sido un privilegio porque nos permite apreciar los obstáculos recientes y, a su vez, encontrar la fuerza para enfrentar los retos que están adelante. Para mí es también un espacio en donde todavía tengo cosas en común con las generaciones más jóvenes, de las que a veces vivo sus problemas en carne propia, pero también entiendo a quienes tienen más años que yo y aprecio mucho la sabiduría que han adquirido con el paso de la vida. Hay en mí algo del ego del joven y de la humildad del no tan joven, que entiende mucho más simplemente por haber estado más tiempo aquí.
AL FINAL, ESO ES
LO QUE HACEMOS COMO PROFESIONISTAS: SALIR ADELANTE DE TIEMPOS COMPLICADOS Y PREPARARNOS PARA LOS QUE SIN DUDA VENDRÁN.
LA INTENCIÓN DE ESTAS LETRAS
He escrito estas páginas a partir de mi educación como abogado, particularmente de mi pasión por la metodología jurídica y un poco por mi carácter. He aprendido que, a pesar de tener un fondo sólido, si fracasas en la forma, es decir, en la metodología, el argumento se puede perder por completo, como si el fondo no importara.
Por ello, quiero enfatizar la importancia de contar con una metodología fundamentada en principios de fondo que valoro, aprecio y pretendo contagiarles. Asimismo, quiero comunicarles que esta metodología, esta forma de hacer las cosas (de pensar, de ser) que he usado para cumplir o comunicar esos principios a lo largo de mi vida, muchas veces no ha sido la mejor. Este es mi legado para los lectores de este libro: transmitirles los aspectos esenciales de la forma, de la metodología, que pueden serles útiles en este momento crítico por el que estamos atravesando.
Intentaré compartirles mis errores de una manera clara, pero sutil. De antemano me disculpo con tanta gente que quiero y he querido mucho, por errores que ahora, en retrospectiva, veo tan claros, pero que en su momento me llevaron a hacer lo que hice. Este libro me brinda hoy la oportunidad de pedir perdón y de dar gracias por muchas cosas. Señalo esto en este primer capítulo porque no sería lógico para mí comenzar a platicarles todo esto sin aceptar que en muchas ocasiones no le di a la metodología (es decir, a la forma) la importancia debida.
Desde el punto de vista personal, a veces tuve pésimas formas para argumentar o presentar un tema. El fondo (es decir, la sustancia) podía estar perfecto pero la manera de presentarlo, argumentarlo o implementarlo pudo haber sido mejor. Hoy veo esas fallas y trato de liberar, al menos un poco por medio de estas letras,
algo de esa culpa. Porque esto también es un ejercicio de liberación para el que escribe; parte de mi metodología actual es estar atento a la carencia o al error en las formas y pretende corregir eso pidiendo perdón. Un humilde y sincero perdón.
La manera en la que desarrollaré mi exposición de la metodología será similar a como atiendo las problemáticas jurídicas en el día a día, con la salvedad de que este análisis puede ser compartido por ciertas personas pero rechazado por otras. No obstante, intentaré que el lector comprenda y razone con consistencia sobre nuestro punto de vista porque, aunque no pretendo convencer a nadie acerca de nuestra sustancia (el fondo, los principios que valoro), sí espero hacerlo sobre la metodología empleada. De la misma manera, trataré de dar las herramientas suficientes para que esta metodología (forma) de análisis pueda ser apropiada por los lectores para que, incluso, lleguen a conclusiones diferentes a las mías y así puedan ver objetivamente el poder de la misma.
Mi intención es que con esta metodología basada en principios generales (sin llegar a lo técnico) de la ciencia jurídica, podamos promover una discusión sobre lo que necesitamos como sociedad, con una premisa superior y fundamental: el respeto a todas las opiniones, a todos los antecedentes, a todas las experiencias y a todos los objetivos que tenemos como seres humanos conviviendo en un mundo tan complicado como el que vivimos.
Parto de una base de respeto y comprensión de diferentes puntos de vista con el objetivo de ser incluyente para lograr ser más felices. No hay otro fin más que sembrar con este esfuerzo una sonrisa, una palabra de aliento, una idea que ayude o una filosofía de comunidad. Porque este elemento de comunidad es lo que nos va a perpetuar o nos va a destruir como raza en este mundo en donde nunca habíamos estado tan conectados y tan sensibles. En donde nuestras vidas enteras pueden ser vistas por millones de personas por medio de un search engine, una red social o un mensaje de texto. En donde una muerte en el otro extremo del mundo puede generar, minutos después, una protesta en la capital del país más lejano a ese evento.
La conexión es un elemento fundamental para comprender la intención de estas letras, ya que es la que provoca estos efectos casi inmediatos en los extremos de nuestra comunidad. Una comunidad local, regional, nacional que si toca las fibras adecuadas se transforma rápidamente en viral y probablemente global. Si pensamos en esta conexión y este enlace continuo, veremos cómo moldea nuestro mundo de una manera nunca antes vista. Es la misma conexión que nos llevó a esta pandemia. Es tan importante, que en el 2020 detuvo al mundo y, al mismo tiempo, puede volver a movernos. Si se utiliza para salvar, cuidar y sostener a nuestra comunidad, creo que el efecto puede ser proporcionalmente positivo.
Si no le damos el cauce correcto, esa idea, ese sentimiento se puede quedar muerto en el borde de nuestros labios. Estar conscientes de esto es el objetivo de estas páginas.
LO QUE ESTO NO ES NI PRETENDE SER
Este espacio es muy sencillo de escribir porque esto no es ni pretende ser un catálogo de coaching. No quiero convencerlos de absolutamente nada. No me interesa que sean como yo ni que sigan mi ejemplo. No es un libro de autoayuda ni de caldos de pollo para el alma de nadie.
Parto de los errores que me han tocado vivir y que no quisiera que ustedes, los lectores, tengan que experimentar, aunque sé que equivocarse es parte del ciclo de la vida. Creo firmemente en la individualidad de todos ustedes. En que tomarán, razonablemente, lo que les sirva de estas letras y que lo demás lo guardarán en un espacio que podrán revisar después para ver si les resulta útil. Es importante advertir que nuestras vidas son dinámicas, hoy más que nunca, y que los caminos que hoy vemos tal vez no se encuentren mañana. La soledad no siempre es la misma, de igual modo que la tristeza cambia dependiendo del momento y del espacio. El amor tampoco es siempre el mismo y por eso debemos guardar nuestras ideas para recordar alguna voz de vez en cuando. Una voz que no impone, pero que susurra y acaricia.
No quiero animarlos a nada porque esa fuerza está en ustedes. No aspiro a que compartan mis principios de fondo, pero sí me interesa que aprecien la forma de nuestras vidas en el 2020 y en los años que siguen. Porque si logro tocar esas fibras en alguno de ustedes, con eso me voy más feliz y satisfecho con todo este esfuerzo. Agrego el «más» porque este trabajo ya me hizo feliz y ha valido la pena.
Gracias por leer y, sobre todo, por comprender la motivación que me llevó a plasmar aquí estas palabras. Entraremos ahora en forma y fondo.
Capítulo 2
LOS ELEMENTOS EXTERNOS DE NUESTRA VIDA
MI PASIÓN POR LOS DETALLES
Mi pasión por los detalles ha dependido de mil cosas y mil personas, en un tiempo y en un espacio que me han provisto de oportunidades que he dejado pasar o he tomado. Creo que si hubiera vivido antes o después no tendría la misma apreciación por esos detalles. Esto es importante porque es la columna vertebral de este análisis y de estas letras. Hay muchas frases sobre su importancia, pero la que más me ha gustado siempre es la que dice: «El diablo está en el detalle».
A lo largo del tiempo, la he cambiado a una propia que dice: «Dios está en los detalles». Esto es lo que quiero transmitir, no sin antes advertir que no me considero una persona religiosa. No creo que haya una regla religiosa que tenga valor en este ejercicio. No obstante, estoy convencido de que existe el concepto de un «Dios» en nuestras vidas, un Dios que de alguna manera sobrenatural tuvo algo que ver con que estemos hoy aquí. Ese Dios puede estar representado en una penca de maguey, en una piedra, en una cruz o en lo que cada quien quiera (el tema de la «representación» de Dios es algo que tocaré más adelante).
Esa premisa es la base para entender que Dios está en los detalles, buenos y malos, que nos toque vivir. Sirve para este ejercicio analizar cuál es el concepto del «detalle» y cómo lo entiendo.
Según la Real Academia Española (RAE), la palabra detalle (en nuestra acepción), significa: «Pormenor, parte o fragmento de algo». Es decir, es una «parte o fragmento de algo», un «pormenor». De aquí se desprende naturalmente que un detalle no es la parte «principal o completa de algo». Es solamente un fragmento de algo que, por sí mismo, no podrá vivir o estar sostenido. Es decir, el detalle es algo rio que no puede subsistir sin que exista su porción
principal o completa. Por otra parte, la palabra «pormenor» a su vez atiende a algo de «menos importancia».
A lo largo de mi vida profesional y personal, he visto que los detalles son, en su conjunto, el rompecabezas de la suerte principal. No puede haber algo principal sin todos esos pedazos que son considerados «detalles» alineados de cierta manera, así que es imposible verlos como «pormenores». Esto no lo descubrí yo, sino que es algo que todo mundo, autores, profesionistas, empresarios, artistas y tú y yo hacemos todos los días. Vemos detalles que nos pasan y nos vienen, y pocas veces les damos importancia.
Sinceramente, creo que la definición de este concepto no es adecuada. Tal vez hace cien años tenía sentido, hoy está muy lejos de nuestra realidad. ¿Un detalle es igual a un pormenor? Estoy en total desacuerdo.
Hoy, hagan lo que hagan, sea su profesión o un oficio, el valor está en el detalle. No podemos ser artesanos de lo que hacemos sin ser devotos de la atención al detalle. El empresario, el campesino, el industrial y el comercial, el de la línea de producción y el que hace la escultura en su taller, el deportista profesional, todos debemos tener un afán constante y vivo por el detalle. El detalle, desde hace tiempo, es lo que creo que al final me da de comer. Porque en mi caso, puede haber cientos de abogados que hacen lo mismo que yo, y sin embargo algunos clientes han decidido contratarme a mí en vez de a todos esos cientos de grandes abogados, porque se sienten seguros de mi atención al detalle.
¿Dónde se pierden países y guerras? ¿Dónde se pierden familias? ¿Dónde se pierden amigos? ¿Dónde se pierde poder y amor? En los detalles. Cualquiera sabe eso.
Quiero subrayar que este concepto es tan «principal» en lo que sigue, que
realmente me da vergüenza tener que referirme a él como un «detalle». En este libro, es un elemento esencial en el que se fundamenta una forma hacia la vida. Por esto, quiero proponer que este concepto sea «leído» de un modo diferente. Quiero proponerles que su definición sea como sigue:
Detalle: Elemento esencial de cualquier idea, proyecto, hecho o acto sin el cual, concatenado
Si logramos entender que en una realidad tan conectada como la nuestra, los detalles son los que, juntos, hacen la diferencia en nuestras vidas, ese concepto tiene que cambiar de valor. Partiendo de esa base, seguimos adelante.
EL TIEMPO Y SU VALOR
El «tiempo» es un concepto que ha sido cada vez más importante e interesante para mí. La razón es clara: cada vez tengo menos. También lo aprecio más y trato de ver su paso lo más despacio posible. Como alguien que cui-da su comida antes del invierno, la raciona, la valora y, sobre todo, la disfruta para sobrevivir lo más que se pueda.
La RAE define el tiempo de muchas maneras; la que me gusta más es esta: «Oportunidad, ocasión o coyuntura de hacer algo».
Advertimos que esta definición se refiere a «medidas» que identifica o trata de identificar como sinónimos. «Oportunidad», «ocasión» y «coyuntura» parecen ser referencias a estas medidas que tratan de señalar que si en cualquiera de estas pasa algo, el resultado es la definición del tiempo. Es decir, con este razonamiento, si en un «espacio» «se hace algo», el resultado de esta combinación es «tiempo». Olvidémonos para este efecto de toda la complicación física y matemática del tiempo con el objetivo de hacerlo más sencillo. Yo lo definiría de la siguiente manera:
Tiempo: Una medida que, en un lugar, presenta la oportunidad de que sucedan hechos o se re
Esta definición, por principio, tiene sesgos de mi educación jurídica en donde separo los «hechos» de los «actos». Los hechos no tienen nada que ver con la voluntad del hombre, pero los considero necesarios para definir este concepto. Los actos, por otro lado, requieren de la voluntad del hombre para ocurrir. Sin embargo, al ser ambos perfeccionados en un espacio, representan el tiempo.
Regreso brevemente al concepto de los detalles en relación con el concepto del tiempo. Asumiendo que los detalles son un elemento concatenado de una idea, es claro que independientemente de la edad o el momento de nuestras vidas, estos «llenan» un espacio, que definimos como el tiempo. Quiero subrayar la relación de «detalle» con el «tiempo» porque es un principio de una relación no renovable e irrepetible.
El tiempo pasa, con o sin detalles. El tiempo no regresa jamás. A veces, los hechos provocan actos en ese espacio de tiempo. A veces los actos provocan hechos en ese espacio de tiempo. Lo que no está en duda es que ese tiempo fluye en una línea que conocemos y no regresa, pase lo que pase, actúe quien actúe, incluso si no hacemos nada.
A pesar de que advertimos este principio a temprana edad, normalmente no llega a nuestra conciencia hasta la madurez. Al menos ese fue mi caso. Lograr que alguien en sus veintes entienda este valor, con estas letras, es un gran logro. Me refiero a esto en este capítulo precisamente por el valor del tiempo. Los veintes son un momento perfecto para entender esta relación simbiótica entre «ver», «hacer» y «provocar». Simbiótica en relación con la vida de esa persona, porque entiendo que esa relación no es relevante entre el espacio de tiempo y el acto o el hecho.
EL TIEMPO FLUYE EN UNA
LÍNEA QUE CONOCEMOS Y NO REGRESA, PASE LO QUE PASE, ACTÚE QUIEN ACTÚE, INCLUSO SI NO HACEMOS NADA.
Subrayo enfáticamente: esto es algo que, a pesar de ser aparentemente sencillo, creo necesario comunicar en mayúsculas. La relación del tiempo con los hechos o actos es el principio más importante que quiero transmitir en estas páginas. Esa interacción es constante, por eso la urgencia de advertirla y sensibilizarnos a su continua presencia.
El elemento de «espacio», como lo definiremos más adelante, es intercambiable a lo largo de nuestras vidas, pero el «tiempo» y el «detalle» no lo son. Por tanto, es razonable concluir que el valor del tiempo, por sí mismo, es inmenso en este análisis y, sobre todo, no es sustituible ni renovable; pasa y no regresa, es como un chorro de agua que lava nuestras manos y luego cae al suelo para ser absorbida completamente y para siempre por algo distinto a nosotros y a nuestro ser. Aquí la importancia de advertir su naturaleza lo antes posible en nuestras vidas o en la de la gente que nos importa.
EL ESPACIO DONDE DECIDIMOS ESTAR
Nacemos en un lugar que no escogemos. Hacemos vida en un lugar que no elegimos hasta que crecemos y hacemos lo que hacemos. Esto es un hecho para nosotros, que representa un acto de alguien más, normalmente de nuestros padres.
No obstante, llega un momento en donde cada uno de nosotros puede buscar transitar de un espacio físico a otro. Esa transición a veces parece lejana y dependiente de muchos factores externos; explicaré en este espacio por qué esa concepción no es adecuada.
Para seguir con las definiciones, dejo aquí lo que significa, según la RAE, el espacio vital:
Espacio vital: Ámbito territorial que necesitan las colectividades y los pueblos para desarroll
Asumiendo la madurez de cada actor, la sensibilidad de la relación simbiótica de tiempo y detalle ya señalada, y un objetivo de transición a un espacio físico distinto en el cual nos encontramos, hay un sinnúmero de mecanismos para transitar. Desde estudiar en otro país o simplemente querer conocer a una persona de otro lugar hasta trabajar en otra ciudad, viajar para estar en lugares diferentes o simplemente organizar nuestras vidas para vivir en otro sitio. Estos son algunos mecanismos para ubicarnos en un espacio distinto de aquel en donde estamos.
Entendemos que a veces esto no es fácil para muchas personas; considerando lo «estable» de los otros elementos, para el propósito de este libro lo tomaremos como algo relativamente fácil. Estando solos o incluso acompañados, es algo que siempre es probable (usamos la palabra «probable» en vez de «posible» porque sin duda representa un nivel superior de factibilidad).
Es que cada quien, respecto al espacio, es su propio autor. No hay excepción. Las condiciones siempre influyen, pero al final depende de cada uno de nosotros. Las razones pueden variar: desde conocer un mundo diferente hasta buscar un sentido de comunidad. No obstante, cualquier espacio es lograble, al menos por unos momentos. Y si pensamos en la conexión que existe hoy, esto inclusive puede pasar, al menos inicialmente, de manera virtual.
¿QUIÉN ERES? ¿DÓNDE DECIDES ESTAR? HACE FALTA SABER QUIÉN ERES PARA SABER CUÁL ES EL MEJOR LUGAR PARA HACER
LO QUE QUIERES.
Hoy podemos estar virtualmente en cualquier esquina del mundo. Una foto, un video, una llamada, un vuelo de avión hacen que sea posible. Esto es muy importante en nuestro análisis porque cada uno, al final, y aunque no lo vea, escoge dónde estar. Tenemos que asumir que esto es una decisión y no algo que llegó para quedarse en nuestras vidas, como un padre, una madre o un hermano. La facilidad para transportarnos y establecernos en diferentes ambientes es algo que debemos tener diariamente en la conciencia.
Repito, diariamente en la conciencia, porque si un lugar nos ofrece mejores condiciones para trascender, debemos buscarlo. Uso la palabra «trascender» porque es artesanalmente adecuada para esta idea, ya que no estoy buscando una manera de «sobrevivir». Sobrevivir, podemos hacerlo, como humanos, incluso en el desierto. Sobrevivir es una idea que identifico con la «tibieza» y que no es parte de las ideas que estoy tratando de describir.
La idea grande, provocativa y destructora de esquemas es «trascender». De la manera que cada quien busque hacerlo. Sin reservas y sin límites a esa vocación. Estoy completamente convencido de que el espacio físico puede ayudar a este objetivo, sobre todo cuando considero a la gente y a las ideas que están en el mismo espacio. Porque no es lo mismo vivir y estar en Nueva York en los años sesenta o setenta cuando eres un artista, que en Irapuato. No es lo mismo ser un periodista político en Washington, D.C., que serlo en Saltillo, Coahuila. No es lo mismo ser un abogado que lucha por los derechos humanos en Beijing, China, que hacerlo en La Habana, Cuba. El desgaste, el empuje, la cobertura y, sobre todo, los resultados del trabajo en cada lugar, asumiendo que son de la misma calidad, serán siempre diferentes y probablemente más satisfactorios para los objetivos de cada quien en un lugar que en otro.
Llego aquí al elemento esencial del espacio físico: ¿quién eres? Esta es una
pregunta básica para que entiendas dónde quieres estar. Hace falta saber quién eres para saber cuál es el mejor lugar para hacer lo que quieres. Lo que sí quiero puntualizar sin reservas es que cada quien escoge dónde está y dónde actúa para lograr los objetivos que se marca en el corazón para realizar. Repito, esto ayuda, pero no es esencial para lograrlos.
Por eso, este capítulo incluye una mención particular a la voluntad de cada uno. ¿Dónde decidimos estar? Al conocernos, escogemos estar en cierto lugar. Lo que he visto y vivido es que muchos podemos conformarnos con lo que nos toca y simplemente «vivimos» en el lugar en donde estamos. Espero de corazón que las nuevas generaciones sepan que esto no es algo eterno y, sobre todo, que valoren y analicen que podemos cambiarlo de una forma relativamente fácil.
Podemos cambiar el lugar y la gente con la que estamos gracias a la conexión que hoy existe. Antes era más difícil. Hoy, puedes vivir fácilmente en cualquier ciudad de nuestro país y puedes aspirar a vivir en cualquier otro con un plan ordenado para lograr ese objetivo. Mi recomen-dación, si ustedes creen que los va a hacer sentirse mejor, es que busquen ese cambio de espacio para estar más cerca de lo que los hace vibrar. Porque al final de cuentas, nunca van a olvidar de dónde son, pero van a valorar mucho la interacción para ser mejores personas con objetivos más claros, en donde ustedes decidan estar.
No hagan de menos esta reflexión porque es el equivalente a poner las velas, incienso, perfumes deliciosos y música cuando vayan a encontrarse con sus novi@s después de no verse durante tres meses. Están arreglando el espacio para ser mejores en lo que van a hacer. Es decir, hacen que ese espacio los tenga contentos, cómodos y felices. Es como un proceso de self-care para la «casa» de nuestra alma. Están preparándose para algo que quieren hacer bien. Para vivir algo que quieren vivir bien. Esto requiere atención al detalle, al tiempo y, sobre todo, al espacio.
Es algo que pueden planear y hacer sin la ayuda de nadie, o con la poca ayuda
que seguramente encontrarán. Es algo que, más que ninguna otra cosa, depende de ustedes. No es complicado pero es muy importante. Ese cambio de espacio depende y es para ustedes. La gente importante siempre estará con nosotros a lo largo de nuestro viaje y por eso es indispensable no tener miedo a ese cambio de espacio si en el fondo sabemos que va a darnos millones de cosas para apuntar en nuestra vida y lograr nuestro objetivo.
En el espacio físico, nuestra recomendación es simplemente dejarse ir a donde necesitemos hacerlo. Asumiendo desde luego que las decisiones se están realizando con el due diligence necesario para tomarlas y, sobre todo, que quien toma esas decisiones son personas razonablemente cuerdas. Es algo que puede ayudar mucho si se hace por las razones correctas, pero que, si no tiene fundamento, puede perjudicar mil veces más. Es de lo poquito que podemos aportar a nuestra «oportunidad». En conclusión, el espacio escogido te puede ayudar a ser si lo eliges por las razones correctas, pero te va a deshacer si decides escapar de lo que realmente eres en ese momento; te va a comer vivo si no estás ahí por las razones correctas, porque lo que vas a terminar haciendo va a ser dejarte llevar por corrientes que no son consistentes con lo que quieres lograr. Las razones de tu decisión, solamente las sabes tú.
LA «OPORTUNIDAD»: MEZCLA PERFECTA DE TIEMPO, ESPACIO Y SUERTE
La hermosa oportunidad. Es algo tan bonito que resulta hasta ofensivo que la gente no la vea. De pronto está ahí para tomarla y a veces no lo hacemos. Imagínense que es un vaso de agua fría en medio de un desierto, o a unas alitas búfalo con papas fritas cuando tienen resaca y está por empezar un buen juego de la NFL, o a una linda persona oliendo a jazmín y viéndolos fijamente, diciéndoles con los ojos que se acerquen, que quiere estar con ustedes.
La oportunidad es y será algo hermoso. Algo bonito y sensual en todo el sentido. Algo que debemos apreciar de una manera artística porque llega y se va. Su escasez está basada en que depende en gran medida del tiempo.
La bendita oportunidad. Porque es realmente bendita. Si se ponen a pensar, representa estos tres elementos a la vez: (a) el detalle, (b) el tiempo y (c) el espacio.
Algo pasa, en un momento, en un lugar, y eso provoca algo muy sencillo. La posibilidad de que algo más pueda pasar. Si me preguntan, eso es lo más romántico del mundo. Sea en el escenario que sea.
EL PLAN DE VIDA ES DINÁMICO: CUANDO YA NO TENGA SENTIDO,
SUÉLTALO COMO UN REMO ROTO EN EL RÍO.
Tener la posibilidad de generar que algo pase es, de verdad, un privilegio que deberíamos de tener presente todos. Desde luego, la idea no es que algo pase por pasar, sino estar enfocados en los objetivos que tenemos para que sucedan las cosas que queremos según nuestro plan de vida.
Construimos el «plan de vida» con los tres elementos de los que hemos hablado en este capítulo. Sin importar el plazo que pongamos, siempre se va a basar en estos tres componentes. Cada uno de ustedes puede hacer el ejercicio de acuerdo con sus planes, pero, por favor, no olviden que el plan de vida es dinámico y depende de mil cosas. De mil personas. De lugares. De espacios. Si no están considerando todo esto, suéltenlo inmediatamente porque es como pieles que te pesan. Sean ligeros y recuerden que cuando el plan de vida ya no tiene sentido, lo mejor es no ser intensos y dejarlo ir como un remo roto en el río. Ya no te sirve: suéltalo. Hacer esto requiere de seguridad, pero si lo piensan, cuando un remo está roto y no te sirve en un río, te estorba y te complica la existencia. Más claro no puedo ponerlo.
Regresando a la bendita oportunidad. Me emociono cada vez que hablo de ella. Es más, quiero tomar tu mano y ponerla en la mano de la oportunidad. Porque no puedo agarrarlas todas yo y tampoco me interesa hacerlo.
Lo que quiero transmitir es que me duele, me da tristeza que las oportunidades se dejen ir. Estoy mal en definir el concepto de «oportunidad» con cosas que no son o que no queremos que sean, pero quiero transmitir lo doloroso que es no advertirla.
La oportunidad es, siempre, una ocasión para hacer, una ocasión para deshacer, una ocasión
Recuerda: si estás en un espacio, si estás en un momento y haces lo que se necesita, la «oportunidad» se convertirá en lo que tú quisiste hacer y eso es mejor que no hacerlo. Sobre todo, no la pierdas. Equivócate. Haz un desastre, pero por favor, no pierdas ese espacio y ese tiempo en que estás porque de algo te va a servir hacer eso.
Regresando a la bendita oportunidad: tomarla es lo más bonito que puede haber. Desde que entiendas que no va a regresar hasta tu último aliento. Una vez que comprendes lo importante que es, vas a ser un adicto de eso porque no puede ser de otra manera. No quieres que sea de otro modo porque si fuera así, serías alguien tibio que nada más está ahí esperando que el detalle, el tiempo y el espacio provoquen algo en ti. ¡NO!
Tienes algo que decir sobre lo que te pasa. Lo que sientes es importante para tu vida, pero tienes que hablar y hacer. Por favor, por el amor a tu familia, a tu estado, a tu país, a tu mundo y por amor a ti: abre bien los ojos, abre grande la boca y mueve las piernas. Toma lo que te llega, pero sobre todo, busca que te lleguen las oportunidades que quieres. Deséalo. Provócalo. Haz que pasen las cosas. Repito, aunque te equivoques.
QUIERO CONFIRMAR UNA COSA: CADA RESPIRO NOS RECUERDA QUE ESTAMOS VIVOS.
Deshebrando el concepto de la oportunidad, no puedo dejar de hablar de la
«suerte». Además de los tres elementos que representan la oportunidad (tiempo, detalle y espacio), hay uno más que me gusta y a veces no vemos relacionado con los otros. La suerte.
La suerte es algo que no muchos entienden y que pocos creen que existe. Yo soy un ferviente creyente de la suerte. Me gusta pensar que hay algo que no depende de nosotros y que nos hace hacer lo que hacemos, al menos en alguna medida. No depende de nosotros, no depende de alguien más y tal vez depende de lo que pensamos que es el ser superior que nos pone en el espacio, listos para ver el detalle y en el momento adecuado porque nos quiere dar ese empujón. Si piensas eso, te lo compro. El tema será siempre si ese «alguien más» existe. Si es alguien que sabe de ti o si le tienes sin cuidado. Personalmente, creo que esto no es relevante: puede o no existir un ser superior que nos ayuda o que solo nos contempla. Por mi parte, creo que la suerte la provocas estando ahí. Estando listo. Estando atento. Me gusta la idea de que mucho de lo que pasa depende de nosotros porque en cierta medida así ha sido mi vida desde que soy adulto — claro, siempre de la mano de gente que me apoya y echa porras—. A pesar de eso, tengo pulseras de la suerte, tengo tatuajes de protección, rezo a alguien o a algo superior a nosotros, y sobre todo doy gracias a quien me esté oyendo.
Soy una persona objetiva, pero esa objetividad me hace pensar que existe algo que no sabemos y que no entendemos. No sé por qué lo hago. Es algo instintivo y me gusta darle un lugar a esas cosas en mi vida porque nunca van a salir sobrando. A veces, nos dan esperanza en momentos difíciles. En el peor de los casos, algunas personas pensarán que eres raro, cosa que personalmente no me importa. Es más, mejor. Le damos twist a todo porque así nos gusta.
Como idea final, muchas veces he pensado que la suerte puede ser también instinto. Algo animal. Algo natural que nadie explica. Si eso tiene sentido para ti, también está bien: es algo que, cuando estés en la oscuridad total, te va a servir al menos para tener un poquito de seguridad de hacia dónde moverte. En esos momentos en que no sabes si estás bien o mal, guiarte por ese gut feeling es mejor que no tener ni idea de para dónde ir. Ese pasito instintivo de algo te va a
servir. Al final de cuentas, no dejamos de ser animales y eso es algo que debemos valorar y tal vez educadamente tratar de comprender.
Regreso a la oportunidad: tómala siempre. Abrázala siempre. No te quedes haciendo cosas que no te dejan crecer, que no te permiten definir quién eres. Ojalá todos pudieran identificar cada oportunidad que se les presenta para ser mejores, con el tiempo que se escapa de la mano, porque fluye solito cuando no lo tomas.
Tiempo, detalle y espacio. Siendo lo más básico, te juro que no necesitas nada más que eso para lograr todo lo que quieras en la vida. En el plano personal o profesional. Toma en cuenta que esto llega desde que abres los ojos y comprendes que ahí está para comenzar a tomarlo.
Tengo hoy 45 años y ya me duelen las oportunidades que se me fueron en la vida. Desde ir al baño en una gasolinera en la carretera hasta abrazar más a mis papás. Desde tocar un instrumento musical hasta pedir perdón por ser egoísta o simplemente ser orgulloso con gente buena. Desde estar más presente con mi único hermano hasta entender que todos, la mayoría de las veces, hacen su mejor esfuerzo en el trabajo. Desde haber estado más presente para personas cercanas al alma hasta haber buscado a viejos amigos o viejos sobrinos más seguido. Todo eso se debe valorar siempre. Todo eso importa igual que el día a día que nos consume para subsistir. En fin, esto que escribo es un ejercicio para algo que no me quiero volver a perder (o al menos intentarlo) y eso es trasmitir todas las cosas que pueden ser mejorables de mi vida para que ustedes entiendan que hay maneras de no repetir los mismos errores cuando los vemos en retrospectiva.
Estén siempre alertas a las oportunidades. Estén hambrientos y sedientos de estas en cada segundo porque esto es un pedazo constante de nuestra vida que tenemos que entender y sobre todo valorar y atesorar. Hay mucha gente que no logra cosas porque no tiene oportunidades, hay otra que se queda viéndolas pasar y que tampoco hace nada. Las vamos a ver mejor y más si estamos alertas para
cuando salgan, que aunque no crean, es todo el tiempo. Sin parar.
LA METODOLOGÍA EN LA VIDA DIARIA
Soy muy afortunado en dedicarme a ver detalles, ordenarlos e implementar ese orden en mi práctica profesional. Además, me pagan por eso. Doy gracias constantemente por esa oportunidad y no se me olvida nunca. Es de verdad un privilegio que gané estudiando mucho y trabajando más, con suerte y con ayuda de la gente que me quiere y que simplemente estuvo ahí apoyándome.
Lo raro es que, con el paso del tiempo, todo o casi todo lo que estudié en la carrera de Derecho fue cambiando y ya es diferente. Entonces comencé a darme cuenta de que lo realmente importante no es lo que estudiaste, sino cómo lo estudiaste. ¿Qué marcas dejó en tu cabeza eso que estudiaste? Si nuestro mundo no fuera dinámico, todo sería estático en esta profesión y todo el mundo haría siempre lo mismo. En el «cómo lo estudiaste» encontramos un sinónimo de «metodología».
La metodología es el ejercicio que realiza tu cabeza para resolver algo con pedazos de inform
Puedes no darte cuenta, pero mientras más alerta estés, mejor artesano de la metodología serás y eso te va a ayudar a ver un ángulo extra. Tal vez parezca irrelevante, pero jamás es innecesario. Todo el tema está en ese ángulo, en ese espacio pequeño, en ese respiro rápido o, como digo siempre, en el parpadeo que no hiciste. La metodología es una herramienta que siempre te va a servir. Se compone, a mi entender, de estos elementos: (a) voluntad y actitud, (b) claridad y (c) orden. Es así de simple. No necesitas ser un genio para hacerlo bien. Es un oficio y no tiene nada que ver con ser el más inteligente. Es un talento que no llega con nacer, como otros. Más bien, llega con hacer: con ejercicio, con la práctica.
Es por esto que me gusta tanto, porque es democrático, es decir, es para todos, por decirlo de alguna manera. Cuando era muy joven sentía la metodología como una camisa de fuerza, una cárcel en el cuarto de mi casa, una lápida en mi vida social. Debo decir que estaba equivocado. Pensaba que la metodología era para gente cuadrada, para gente mecánica como un robot. Algo que siempre detesté porque siempre me consideré un alma libre que no debía estar encerrado en márgenes cuadrados ya que me quitaba esa «libertad» y esa «independencia». Fui un tonto al pesar eso. Explico ahora.
LA METODOLOGÍA ES UNA HERRAMIENTA PARA SER LIBRE Y VOLAR MEJOR.
Antes pensaba que la metodología implicaba encadenarse a una forma de hacer las cosas. Era esos márgenes que no te dejaban actuar fuera de ellos y te cortaban las alas. Hoy, estoy convencido de que es una herramienta para ser libre y volar mejor. Porque lo que le pongas, es decir, la sustancia, o más bien, los objetivos que sean, los vas a hacer mejor si los haces con (a) voluntad y actitud, (b)
claridad y (c) orden.
Es como caminar: un paso antes del otro. Tu cuerpo ya lo hace en automático, pero imagínate que pensaras en dar el paso 72 antes de dar el primero. Seguramente te tropezarías porque es un paso diferente al que todavía no has llegado y no sabes cómo vendrá. La metodología es pensar en la mejor manera de hacer algo que quieres hacer. Para eso, la voluntad y la actitud van a ser tu combustible, la claridad va a darte esa habilidad de convertir tus sentidos en instrumentos y el orden va a ser la carroza que te va a llevar a ese lugar. Ojo, el orden puede incluir tener algo de «desorden» en tu proceso, porque así lo escoges tener. Porque así te funciona a ti. Teniendo estos tres elementos, vas a llegar a la cima más alta, al mar más profundo y al desierto más seco. En el peor de los escenarios, vas a tener más seguridad, que siempre ayuda, porque estarás alerta y organizado ante los imprevistos que siempre habrá en el camino.
Es tonto pensar que la metodología va a impedir que hagas algo. Al contrario, lo va a facilitar y seguramente lo harás mejor. La metodología es, entonces, la mejor aliada para volar libre, deshacer esquemas y promover cambios en nuestra manera de vivir. Es igualmente accesible para todos, straight or gay, privilegiados o no, ricos o pobres, blancos o negros, mujeres u hombres por igual. Por lo tanto, está al servicio de buenos objetivos y de otros que no lo son tanto, incluso de los francamente malos. No tiene credo, no tiene objeto, es una cosa sin sentimiento que depende totalmente de quien la usa o la aplica.
El día que entendí que la metodología te hace libre, le di su valor, que es enorme, porque el sentimiento de ser libre es algo que no cambio por nada. Porque cada oportunidad se puede hacer mejor si hay una metodología. La rebeldía infundada es no advertir sus bondades y caer en limitaciones sin necesidad. Imagínate convencerte y enamorarte de tu filosofía de vida, y no poder ejecutarla de la mejor manera porque no tienes una metodología. Imagínate qué triste sería eso. Es como ganar la lotería y perder el boleto que te da derecho a cobrar. Tal vez tengas el fondo de lo que quieres hacer, pero no vas a poder transmitirlo de una manera adecuada y efectiva.
No sé en qué momento me enamoré tanto de la metodología, pero fue un proceso sigiloso, sin ruido ni tambores; llegó como llega una nube a la montaña, de pronto, sin advertirla, y sobre todo para manifestarse de la manera más hermosa que puedes ver. Esto ha sido para mí algo que me ha costado ver, aceptar y valorar.
La metodología es cuando se abre «todo» —y con esa palabra quiero significar «todo lo referente al paso que sigue»— para llegar a tu objetivo. Hay un momento en que entiendes muchas cosas que antes no podías ver; tal vez porque no te dabas el tiempo de buscar claridad, algo te agobiaba o, simplemente, era muy complicado (literalmente, complicado). Y de pronto tu visión se hace tan grande que dejas de decir o pensar como antes porque te das cuenta de que ahí está todo lo que necesitas para entenderlo. Claro y directo.
La metodología que me tocó vivir tiene mucho que ver con amigos, con asientos de paz, con familia. Tiene tanto que ver con amor que a veces hasta duele un poco. La metodología es algo mecánico en nuestras vidas, pero depende de algo que no es mecánico, lo que resulta muy irónico.
Si un día nos ponemos a ver nuestra vida en relación con la metodología, tal vez nos sintamos mal, pero seguramente será por su «resultado» y no por la metodología en sí. Lo que te hace sentir mal es cómo estás atendiendo tus temas y cuál es el resultado. La metodología es imparcial, sin bien ni mal, sin opinión de nada. Es solamente la herramienta que te lleva a aplicar tus ideas o principios para todo. Desde tener un amigo nuevo hasta poner un restaurante, o ser la persona más fitness del mundo y ponerte como Rocky Balboa en Rocky IV. Que, por cierto, es la mejor de todas las películas de la serie de Rocky porque, como todos sabemos, salva al mundo de un desastre nuclear.
Mil veces he sentido que me engancho con una cosa trivial, una palabra, una
mirada, una idea mal contada, y luego veo que esa idea no era, que esa mirada tenía un guiño raro que no percibí o que pude haber interpretado un poco diferente la idea contada. Entonces, después de eso que sentía con una connotación negativa, rabia o sentimientos que ni siquiera podía explicar, la metodología es saber qué y cómo sigue. Cuál y cómo es mi siguiente paso y darlo seguro. Cuando estás empecinado en algo que dudas o tal vez ni siquiera entiendes, cuando no encuentras el rumbo o necesitas, como decía un amigo, un cómplice o una brújula en momentos de bajón, estoy convencido de que la metodología es la solución.
La metodología es y debe ser siempre una zona de confort. Un regreso a casa. Un vaso de ag
Lo que uses para alimentar tu metodología es lo que va a hacer la diferencia. Por ejemplo, la paz que se siente hacer y sentir lo que quieres. Estar con quien quieres. Hacer lo que te gusta, porque eso al final es lo que realmente deseas. Alcanzar el objetivo que te has puesto.
¿Qué quieres? Es una pregunta que pocos pueden contestar. ¿Por qué quieres hacer eso que quieres hacer? La claridad de saber por qué estás ahí es algo que se va perdiendo cada vez más en un mundo tan rápido que devora todo a su paso. Muchas veces no sabemos por qué hacemos lo que hacemos. Llegamos aquí porque era lo que seguía o porque alguien nos dijo lo que había que hacer. ¡No! ¿Por qué?
LA METODOLOGÍA ES UNA HERRAMIENTA PARA SABER QUÉ HORA ES EN LA VIDA.
Así como todos nacemos, así tenemos la oportunidad de escoger qué sigue para nosotros en el momento que nos toca decidir. A veces a los doce, a veces a los 18, a veces a los veinte. Siempre nos va a tocar tomar decisiones en cada momento de nuestras vidas. Estemos conscientes de por qué tomamos esas decisiones. Desde escoger a los amigos hasta reír con la pareja con la que realmente queremos reír. Desde comer carne, pescado o pollo, con o sin verduras. Estemos alertas a los detalles del día.
Gracias por la metodología. Gracias por (a) la voluntad y la actitud, (b) por la claridad y (c) por el orden de las cosas. Esto es un mecanismo para lavarte mejor los dientes y para construir el iPhone del 2025. Igualito. Ojalá algo de esto se
quede con ustedes. Es básico. Estas tres variables pueden ser completamente ilógicas para mucha gente y eso no importa; con que para uno de ustedes tenga algo de sentido, es suficiente. Para mí lo tiene. Dense tiempo de ver estas cosas y pensarlas. Puede volverse todo más simple.
Pondré como ejemplo un ejercicio para un ligue en la prepa. Lo más mundano. Miren la metodología:
Eres un hombre. Conociste a alguien y te gustó.
Voluntad y actitud. Escoges dedicarle tiempo a esa persona porque es lo que quieres. Hay ganas de hacer eso. Nadie te lo dijo, nadie te lo impuso. No lo haces por castigo, miedo ni por necesidad de subsistir. Lo haces porque decidiste hacer algo específico respecto de ese gusto que estás dispuesto a tener. En este caso, quieres pasar más tiempo con alguien que te atrae y te cae bien. Te hace sentir bien y quieres hacer eso.
Claridad. ¿Qué quiero? Vamos a pensar qué quieres de esa persona. ¿Quieres ser su amigo o quieres ser su pareja? En este caso, decides ser su amigo. Es lo más sano porque cualquier relación comienza por la amistad. Es la «servidumbre» del amor. Es decir, no puede haber amor sin amistad, pero sí puede haber amistad sin amor. Eres consistente con que ahora, comenzando a conocer, buscas no salir perdiendo y tu objetivo es lograr una amistad con esa persona. Además, seguramente pasaron mil cosas en el camino que influenciarán tu decisión conforme avance todo.
Orden. ¿Cómo le vas a hacer? (a) Puedes ser como el típico gentil caballero que la invita al antro en bola, atiende a la bella dama regalándole los famosos shots shots shots para ser amigos en un ambiente propenso al ligue, se ponen tipsies y tal vez con la relajación del alcohol se arman de valor
para avanzar un poco más en esa amistad que comienza; o (b) por otro lado, puedes ser el gentil caballero y poco a poco se van llevando más y acaban siendo amigos, muy amigos, y luego se empieza a generar esa conexión especial entre ambos. Un camino va rápido, en bola, sin una intención abierta ni un interés directo, mientras el otro camino va despacio, individualmente, con interés directo y singular.
Son dos opciones diferentes. Válidas las dos. Seguramente con caminos y finales distintos cada una. La onda es saber cuál prefiere el gentil caballero en cuestión y estar consciente de los actos que irá realizando para llevar a cabo, ordenadamente, el plan de acción. Es decir, la metodología para conseguirlo. No es random. Es algo preciso que se pretende y se ejecuta. Muchas veces, sobre todo en este tipo de casos, hay emociones que alteran la metodología y está bien. El tema es saber qué quieres, pensar cómo y hacerlo.
Así para cualquier cosa. Para ser el mejor músico. Para ser el mejor pintor o el mejor directivo. Para ser un buen gobernante, para ser un buen amigo. A veces para cosas mucho más complejas o para otras mucho más sencillas. Pero siempre atento a tu objetivo. Siempre escuchando algo de aliento para saber que falta menos para llegar. Valorando la lucha por ese objetivo que seguramente va a ir cambiando en la batalla. Porque una vez logrado, ese objetivo, por sencillo que parezca, representa un paso más que ese ingenuo, joven, inseguro y tal vez incomprendido gentil caballero va dando firme hacia una vida más clara y sencilla.
Cada paso, por mínimo que sea, representa un logro. Con el tiempo, ese paso se convierte en trote, en fuerza, en el golpe del viento en las mejillas del gentil caballero que avanza sonriente por los caudales de los ríos de la vida. El tiempo, entonces, nos demuestra que la metodología es el verdadero trago de agua, el salvador respiro de oxígeno, el reflejo de una luz en las esquinas oscuras de nuestros ojos. La metodología es la herramienta constante para que nuestra alma navegue con los ángulos necesarios del viento que mueve la vida, sin que ocasione un daño a nuestra nave.
Capítulo 3
LOS ELEMENTOS INTERNOS DE NUESTRA VIDA
Pensé detalladamente cómo empezar esta sección. El título de este capítulo tal vez es un poco general, pero lo dejo así porque quiero explicar algo del método que comencé a esbozar en la sección anterior. Comenzaré con un análisis deductivo; los voy a llevar de lo general a lo particular. Iremos revisando el argumento como cuando cortas un pescado entero para cocinarlo y quieres terminar en la lonja o en el cachete. Tienes que hacer la chamba para llegar ahí, a lo especial, a lo que buscas. A la cereza del pastel. Comienzas limpiando poco a poco, hasta llegar a lo tiernito.
Empezaré hablando de los valores porque ese concepto es, para el que escribe, más amplio que los demás. De ahí los llevaré a mi concepto de la moral y al final terminaremos con la religión. El método deductivo es algo que personalmente me encanta porque lo vas rebanando artesanalmente y te vas deshaciendo de lo que no te sirve en el argumento y guardando lo que sí. En ese proceso, la conexión de todo lo que sirve es algo básico para transmitir la idea. Hay que conectar un eslabón con el otro y, al final, verán lo increíble que queda esa idea.
No olvidemos que tanto la religión como la moral y los valores son conceptos con una naturaleza interna preponderante. Son ideas que normalmente no tienen regulación formal establecida como, por ejemplo, el Derecho, sus normas jurídicas o los usos y costumbres. Para algunos, la religión, la moral y los valores pueden ser preconcepciones de conceptos externos, pero sin esa adopción de la voluntad comunitaria sobre estos como pasa en las normas jurídicas, de las que debemos recordar que su ámbito de aplicación es más, si no es que totalmente, interno. Es decir, tu vecino puede tener una opinión muy diferente a la tuya acerca de qué es malo y qué es bueno, y eso es aceptable si
cumple con las reglas que la voluntad comunitaria adoptó en ese tiempo y espacio (no robar, no hacer daño, no matar, etcétera). Es necesario siempre recordar esto, ya que estos principios, aunque de naturaleza interna, tienden a tener efectos sociales importantes a pesar de que deberían ser algo «unilateral» e «interno» de cada quien.
Julius Moór, uno de los filósofos más importantes, al menos para mí, señala que «en el inicio, la relación entre el Derecho, la moral y la religión constituían un todo indiferenciado» (Bodenheimer, E. 1988. Teoría del Derecho. México: FCE, p. 96). Es decir, en los comienzos de nuestras civilizaciones, las reglas adoptadas se confundían respecto de estas tres fuentes. Era irrelevante si su sustancia era religiosa, moral, de valor o jurídica. Poco a poco, se fueron identificando los elementos de cada una de estas normas, comenzando por los grandes avances del Imperio romano (y griego, antes) en este tema, y se fue modernizando el sistema de relación humana comunitaria hasta llegar a donde estamos hoy.
No obstante, inclusive hoy en día, tenemos en los sistemas jurídicos, también en los más modernos, claros rezagos sobre esos elementos internos. Por ejemplo, el estado mental en la comisión de un delito, el dolo o la mala fe en temas civiles, por mencionar algunos. En una conclusión corta acerca de un tema tan complejo y de cientos de años de evolución, creo que todos estos principios provenientes de la religión, la moral o los valores son conceptos donde comienza la preparación para otras disposiciones con un ámbito de aplicación aceptado por una sociedad en un tiempo y en un espacio. De alguna manera, son el antecedente de nuestra disposición jurídica moderna y, por lo tanto, no son igualmente relevantes en la comunidad. La razón es por que son antecedentes que no llegaron a término de aplicabilidad común. La voluntad de esa comunidad no los adoptó de una manera general y uniforme. Son una idea de algunos que no se convirtió en realidad (como una disposición jurídica, por ejemplo), sino que más bien quedaron en un susurro, en una intención.
Creo que muchas veces no somos conscientes de estas distinciones y, de pronto, todo se mezcla en la vida por mil razones: nuestra edad, nuestros problemas,
nuestras crisis, nuestra suerte. A veces, en esos momentos nos puede ayudar tener claridad para buscar algo de tranquilidad en cada paso que sigue. Sea el que sea. Este capítulo pretende proponer un método para hacer eso mismo, pero relacionado con temas internos y, por supuesto, desde mi punto de vista, de tal manera que sea una herramienta para ver algo más claro y mejor, para obtener un grado mayor de certeza, que genere seguridad y que tarde o temprano te lleve a conseguir un poco más de paz. Puede ser algo que tal vez tú inventaste respecto de nuestros principios internos, pero que si llegas a tener un poquito de paz por eso, vale la pena. Es tu proceso de paz para el día a día.
Este capítulo busca hacerte un poco más consciente de qué es lo que te importa en tu vida y de dónde viene eso. Particularmente, el ejercicio es dar un poco de antecedente respecto de un valor, la moral y la religión. ¿Para qué? Para que le des el valor que consideres a cada una de esas cosas. Porque no necesariamente debe ser igual de importante en tu vida un valor o principio moral, un principio religioso o una disposición jurídica. Tú vas a hacer ese análisis y llegarás a tus conclusiones. Yo te presento el mío de una manera que para mí tiene sentido. No está bien o mal, simplemente tiene sentido.
LOS VALORES
¿Qué son los valores?
Valor: Grado de utilidad o aptitud de las cosas para satisfacer las necesidades o proporcionar
Todas las demás definiciones de la RAE atienden de alguna forma a un valor económico. No importa. Llevamos esta triste definición a nuestras vidas y a lo que entendemos por «valores» y parecería que este concepto es totalmente material. Algo que te va a hacer tener algo, que te va a dar bienestar o deleite. Deliciosos el bienestar y el deleite, por cierto.
Bueno, olvidándonos de lo mundano, regresemos al concepto de valor y al hecho de que no entiendo cómo esta definición fue adoptada por nuestros maestros para explicarnos lo que son «valores», porque nos han enseñado varios: la verdad, la caridad, la templanza, la fortaleza, la amistad, la bondad, la lealtad y los que se les ocurran.
No hay guía para definir qué son los valores de nuestras vidas. Valores objetivos no existen. Tal vez es más fácil si los relacionamos con la moral. Porque si no es así, no entiendo qué podemos encontrar de nuestra experiencia para entender este concepto. ¿Tiene sentido contar con un concepto de «valor» en nuestras vidas, o más bien es algo que llega solo y lo entendemos de manera natural? Es decir, que el concepto existe y está a pesar de nuestra definición del mismo.
Por ejemplo: ¿queremos ser amigos de alguien porque existe el valor de la «amistad» o simplemente porque que-remos serlo? ¿Es realmente relevante la definición y la lista de valores en nuestras vidas o es apenas un listado que deriva de la vida de la gente y algo que los humanos necesitamos día a día?
Para ponerlo de manera simple: ¿la gente tiene amigos porque la amistad es un valor? ¿O tiene amigos porque como humanos necesitamos esa interacción y, por lo tanto, la vida tiene consigo el valor de la amistad?
Para su primerizo escritor, la respuesta es la segunda. No entendería por qué alguien quisiera palomear un checklist de valores solo porque alguien le dijo que eran importantes. Puede haber casos así, pero qué triste sería ese concepto de amistad basado en lo que alguien nos dijo, nos propuso y, de alguna manera, nos impuso como una condición.
Muy diferente es sentir esa necesidad de amistad, esa necesidad de amar, de estar con alguien por algo. Porque en el fondo, eso te da paz, seguridad y tranquilidad. Te da sonrisas, caricias, lo que sea que necesitas en ese momento y está bien. Querer sentir eso, está muy bien. Es más, estaría raro no quererlo, a la edad que sea. No digo mal, porque de vez en cuando necesitamos estar solos, con nadie cerca, para retomar el camino y oírnos a nosotros mismos sin ruido. Pero esa es la excepción; la regla general es querer estar con humanos queridos porque de alguna manera sabemos que no estamos completos solos. Estamos completos cuando encontramos personas que tienen los pedazos que nos faltan, algo que es cada vez más complicado, pero luego platicaré sobre eso.
Entonces, podríamos pensar que el valor se parece más a una «necesidad humana» que a un «grado de utilidad o aptitud» del ser humano. El valor es más parecido a un principio que el sujeto está dispuesto a vivir, creo yo, por necesidad. Esa necesidad se alinea con «el bienestar o deleite» porque eso representa precisamente la felicidad (momentánea o de más largo plazo) que es necesaria para el ser humano.
El concepto de valor tradicional separa «necesidad» y «bienestar o deleite» (RAE). En mi caso, creo que la separación es innecesaria. El valor genera «la satisfacción de necesidades» o «la presencia de bienestar o deleite» de manera indistinta, porque ambos conceptos están encapsulados en el objetivo más natural del humano y es imposible saber cuál va primero. Si un valor «satisface la necesidad» al mismo tiempo está «generando bienestar o deleite».
NO ESTAMOS COMPLETOS CUANDO ESTAMOS SOLOS. ESTAMOS COMPLETOS CUANDO ENCONTRAMOS PERSONAS QUE TIENEN LOS PEDAZOS QUE NOS FALTAN.
Por lo tanto, consideramos que el valor es una idea que los sujetos deciden vivir para buscar su felicidad. Porque si nos ponemos a pensar, «felicidad», a fin de cuentas, es lograr satisfacer nuestras necesidades, generar bienestar y deleite en nuestras vidas. De la manera que quieran, pero eso es.
LA MORAL
Ahora, ¿qué es la moral? Igual que los valores, sé que es algo interno. Hagamos más angosto el camino, pensando en que el valor es más general que la moral, porque es algo que puede ser más «público» y la moral parecería ser algo más «interno». Tal vez la moral se constituye de un cúmulo de valores juntos, para cierta idea u objetivo.
La RAE define la moral como algo «(…) perteneciente o relativo a las acciones de las perso
Imagínense qué pasa por mi cabeza cuando leo esto. Estoy de acuerdo con el «perteneciente a lo relativo a las acciones de las personas» porque claramente este concepto es un tema de las personas. Es un tema social. Ahora veamos: «desde un punto de vista de su obrar» parece ser lo representativo porque atiende a los actos de las personas. Es decir, el primer elemento conecta con el segundo. El primero es preponderantemente subjetivo y el segundo es más bien objetivo.
Veamos lo que sigue y transcribiré esto para que tenga sentido la idea: «desde un punto de vista de su obrar en relación con el bien y el mal (…)».
¡Wow! ¿Qué es el bien y qué es el mal?
Quiero que, por favor, se detengan a pensar esto unos momentos. ¿Qué es el bien? ¿Qué es el mal? Quiero de verdad saber. Dejen de leer. Bajen el libro y piensen.
No me importa qué respuesta tengan. Explico.
Hace años, estaba bien que las mujeres no votaran. Que las mujeres no pudieran cuestionar nada. Que las mujeres no tomaran decisiones. Eso estaba «bien» hace años. Igualmente, hace años estaba bien que la gente de color fuera esclava. Que la gente, por su simple apariencia y color de piel, fuera considerada una cosa y ser parte del régimen de propiedad de otras personas. No hace muchos años, esto estaba «bien».
¿Está bien eso hoy?
Hace años estaba mal que las mujeres salieran en la noche y tomaran alcohol. Hace años estaba mal que la gente hablara sobre la mariguana y hoy es un tema de wellness para muchos. Hace años, estaba mal criticar, por ejemplo, a la Iglesia católica porque era mal visto por la misma iglesia y sus seguidores.
¿Está mal eso hoy? No lo creo.
Concluyamos con la definición: «en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva».
La primera parte no parecer importar tanto como la segunda, porque si es «en función de su vida individual», parecería que solo tiene efectos externos positivos o negativos para esa persona que escoge tener esa moral. Su decisión parece ser para sí misma. Por el contrario, podríamos concluir que no es tan importante como la segunda parte de la proposición.
No estoy de acuerdo. Es aquí donde la critico.
No veo necesario distinguir entre «en función de su vida individual» y «en función de su vida colectiva» porque es algo repetitivo. Si algo es bueno en lo individual necesariamente es bueno en lo colectivo. Porque el bien para ese individuo es necesariamente benéfico para la sociedad en donde ese individuo transita. Más bien, esa definición debió decir: «(…) en función de la vida individual y colectiva».
Lo grave es la parte de «en función de su vida individual y, sobre todo,
colectiva».
Asumamos que la parte individual es separable de la colectiva. Parecería que esta definición pone en un grado de importancia más alto la vida colectiva que la individual. No obstante, creo que también tiene méritos comenzar de la salud de la vida individual para lograr un concierto colectivo de todos los que la conforman. Para efectos prácticos, no importa mucho. Lo que sí importa mucho y falta en este concepto es la necesidad de que no sea rígido, sino más bien dinámico. Desde mi punto de vista, por su mera naturaleza, un concepto como el de la moral debe contener un elemento de movimiento y actualización constante. No hacer mención a «detalles» en esa definición la hace pobre y deficiente. ¿Por qué no hablar de «momento», de «espacio» o de «necesidad», por ejemplo?
LA MORAL EMPIEZA EN EL CORAZÓN DE QUIEN LA PROMUEVE Y ACABA EN SU PALADAR. NO EN SU LABIOS, PORQUE AHÍ YA PODRÍA TOCAR LO EXTERNO DEL MUNDO Y A LA MORAL ES INTERNA.
Porque la moral del año 1800 era muy diferente a la de 2020. La moral de Londres, Inglaterra, en el mismo día, es muy diferente a la moral de Guadalajara, México. La moral en un momento de revolución y guerra es muy distinta a la de
un momento de paz.
La moral, en principio, puede ser una definición de lo que es el bien y el mal. De acuerdo. El tema es que, por su mera definición, va a ser imposible concluir qué es el «bien» y qué es el «mal» si no encuadramos eso con más adjetivos en esa definición. Además, no debe ser algo eterno porque depende de mil cosas más. Sobre todo, la moral debe quedarse siempre en el ámbito interno de quien la defiende porque es en esa conciencia y en ese momento de donde sale. Y si no se queda en lo interno, los demás podrán ser testigos de cómo eso no es algo impuesto, sino propuesto. Propuesto para ser rechazado o aceptado, según sea el caso. Pero esa propuesta no debe ser una imposición nunca.
La moral empieza en el corazón de quien la promueve y acaba en su paladar. No en su labios, porque ahí ya podría tocar lo externo del mundo. Y si sale alguna vez de esos labios, ya no es moral porque instantáneamente se convierte en una idea para tomarse o para dejarse. Pero el tema interno ya se perdió. Ya se hizo una idea del mundo que puede ser tomada o no.
La moral es, entonces: «Ideas de un sujeto que determinan si algo está bien o mal, en cierto m
El tema de la moral es que, cuando alguien hace de un principio moral algo exterior, necesariamente estamos en el supuesto de que esta persona piensa que tiene la verdad sobre el bien o el mal. Algo así sería complicado de entender asumiendo que partimos de la base de que todos los seres humanos somos iguales y tenemos un nivel intelectual sustancialmente similar a los demás. En el tema moral, nadie puede pretender saber más que otro. A veces la manera de ver las cosas y los antecedentes de dos personas pueden ser tan diferentes que pareciera que su moral es completamente opuesta, y eso no significa nada: puede ser moral para ambos.
A veces da la impresión de que la moral es muy difícil de entender sin un gran maestro sabedor de lo que está bien o está mal. Todos tenemos una idea, pero debemos entender también que somos tan diferentes y hemos vivido cosas tan particulares, que lo que está bien para alguien puede estar completamente mal para otro, desde el punto de vista de la moral. Esto no tiene nada que ver con la religión porque en la moral no hay esa «accesión» del sujeto a ciertas ideas y reglas, como la hay en la religión.
[Por «accesión» nos referimos a cierta aportación o actos de iniciación que serían los que nos darían derecho a ser parte de cierta religión. Por ejemplo, el bautizo en la religión católica o la shahada para los musulmanes.]
Ahora, sigamos con el concepto de la religión.
LA RELIGIÓN
Este es un gran concepto inventado por los humanos. Antes teníamos los de «valor» y «moral»; luego las personas crearon algo más, la religión, y hoy todavía siguen concibiendo nuevas. En la actualidad hay miles de religiones más que hace doscientos años.
Hasta ahora hemos hablado de:
1. Valor: Utilidad o aptitud para satisfacer nuestro bienestar o deleite.
2. Moral: Actos buenos o malos a la percepción individual pero, sobre todo, colectiva.
De verdad, ¿qué más necesitábamos como sociedad que esos conceptos tan amplios?
Pues para algunos hace tiempo, y aún hoy en día, se necesitó una idea de religión. El concepto más excluyente de los tres que tocamos en este capítulo. Este concepto es como un club. Como un derecho que adquieres, si estás de acuerdo en tener (a) los valores, y la (b) moral que la religión establezca en la interpretación de quien la istra (ya sea porque están escritos en piedras como mandamientos, o pintados en la pared, es igual). Los que inventaron esa religión te van a invitar a que seas parte de conformidad con las reglas que ellos consideren (en cuanto a valores y moral).
Si nos ponemos a pensar, los valores y la moral estaban más alineados con el concepto de la felicidad del sujeto o con su complacencia por ser algo bueno o malo, pero esta medición no sale de la esfera personal de cada uno. De alguna manera, está autorregulado por cada persona.
En la religión esto es diferente porque, por lo general, hay reglas escritas por un «ente regulador». Es decir, objetivamente, escapa de la esfera individual del sujeto y entra en un proceso de «socialización de los valores o la moral». Existe, pues, un organigrama de personas que llevan el liderazgo y una manera en que esta comunidad «sirviente» (en el buen sentido de la palabra) a la religión subsista dedicándose a promoverla y celebrarla. A veces, ese liderazgo lleva consigo una contraprestación económica en el desempeño de sus funciones. Es decir, su estructura se asemeja más a un negocio que, al mismo tiempo, es una organización dedicada a promover valores y moral por medio de la religión. Aquí hay una tema complejo en sí mismo y se trata de la necesidad del recurso económico para el mantenimiento del personal y la infraestructura necesaria para que cada religión funcione.
Las religiones proponen un grupo de reglas que normalmente, si no se cumplen, traen consigo una consecuencia por medio de castigos o penitencias los cuales, dependiendo del supuesto, pueden ser eternos para el alma. En algunos casos, inclusive, dejar una organización religiosa podría acarrear la muerte. Imagínense. Si los sujetos quieren ser parte de estas religiones, deben creer en lo que la religión establece según el liderazgo de ese momento lo interprete y lo exponga. Esto debe ser así por la «fe» (o sus conceptos similares).
Si hacemos una búsqueda rápida en internet, encontramos que:
• Hay más de 4 200 religiones o «grupos de fe» (formalizados o no) en el mundo.
• Todas estas, de manera simple, se pueden dividir en cinco grandes grupos (en donde tal vez no estén incluidas todas las religiones «salvajes» o «artesanales» de grupos autóctonos que no tienen a tecnología y a la economía moderna). Los gru-pos son:
• Religiones orientales, por ejemplo, el taoísmo y el budismo. • Las religiones del Medio Oriente, como la cristiana, el Islam y el judaísmo. • Las religiones indígenas, como las americanas, las africanas y las australianas. • Los nuevos movimientos religiosos, tales como religiones étnicas e inclusive alienígenas. • Las religiones históricas, como las de la antigüedad clásica y la Edad de bronce.
Al final de cuentas, a lo largo de nuestra historia, el hombre (me refiero al «hombre» en un concepto generacional que incluye desde luego a la mujer) ha decidido crear más religiones con el paso del tiempo. ¿Qué nos dice esto? Pues que debe haber una explicación lógica al hecho de que a lo largo de la historia los números de religiones se hayan incrementado.
LOS PRINCIPIOS RELIGIOSOS QUE EL HUMANO HA DESARROLLADO SON, COMO NUESTRA
HUMANIDAD, GRANDES Y DIVERSOS.
¿Será tal vez que el hombre se ha hecho más crítico de las mismas y ha decidido, por su gran intelecto, enfocar su fe en principios con los que más se identifica? Puede ser.
¿Será tal vez que el hombre ha visto que existe una demanda social por las organizaciones religiosas y que, similar a un principio de oferta y demanda económico, esa oferta puede ser atendida y generar bienestar económico para aquellos que la atiendan? También puede ser.
Entiendo perfectamente que las religiones pretendan tener un sentimiento de pertenencia para los que las conforman, como cualquier otra asociación, pero imaginarme que alguien puede decirle a alguien más que por sus acciones su alma va a sufrir eternamente, me parece algo extremo. ¿Cómo sabríamos que eso es verdad? Es imposible.
Entiendo que se pretenda crear un sentido de comunidad asimilando creencias en un grupo y, sin duda, en todo lo bueno que eso deja, y es algo que como humanidad nos ha hecho más fuertes. No obstante, la realidad es que parecería que las religiones son una manifestación subjetiva y arbitraria de cierto grupo de humanos para un fin. Este puede ser trasmitir las grandes enseñanzas de Buda o rendirle pleitesía a los marcianos. Puede ir desde pensar que el jaguar es un dios, hasta llegar a señalar que la mujer es un ser que se debe al hombre, que debe andar tapada de pies a cabeza y que su padre la puede «casar» con quien guste para mejorar la economía familiar. Los principios religiosos que el humano ha desarrollado son demasiados y muy diversos. Igual, precisamente, que nuestra humanidad. Grande y diversa.
LA «FORMA» DE LA RELIGIÓN
Si los religiosos están tan seguros de su propuesta, ¿por qué la hacen exclusiva? ¿Por qué no es algo que convenza a la gente por sí misma? Por el contrario, ordena a todos los que están ahí, por decisión, por imposición o por indiferencia, a convencer a los que no creen igual. Es decir, es algo que en su esencia limita la diversidad ya que, si partimos de que sus principios son correctos, entonces las religiones que no tengan esos mismos principios, necesariamente estarán equivocadas.
Esto es algo que normalmente disponen las religiones y, cuando menos, minimiza la empatía y el respeto a pun-tos de vista diferentes. Vayamos otra vez a la RAE:
Religión: Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de venera
Veamos.
Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad. Aquí una definición nueva para nuestro análisis:
Dogma: Posición tenida por cierta y como principio innegable.
Dogma es, para la religión, sinónimo de «fe». Es decir, creer en algo que nadie ha comprobado o es incomprobable en nuestro mundo, pero que alguien dice que es verdad según lo que establece esa religión. Hay humanos que dijeron que todos esos dogmas, aunque increíbles y sin registro reciente de sucesos similares, sucedieron y, por lo tanto, debes creer en algo que nunca ha pasado en la historia reciente (miles de años) y debes hacerlo porque es lo que la religión dicta y te «obliga» a creer por fe, por dogma.
Es básicamente donde la razón no existe y el cerebro —que por alguna razón tenemos— no sirve más que para hacerle caso a alguien (que tenía el mismo cerebro que nosotros) que pensó y escribió eso hace muchos años. No digo que esté mal o que no sea verdad. Lo que sí es claro es que ninguno de los humanos vivos en el mundo podemos comprobar científicamente algo así. Lo importante aquí para el que escribe es distinguir cómo eso se adopta por razones diferentes a las de los valores o la moral.
Podríamos comenzar con que los principios de la religión (sobre todo las más grandes y populares) tienen una afluencia humana basada en su mayoría en una aplicación constante e histórica de principios establecidos por el liderazgo de dicha religión. En cambio, los principios de valores y de moral residen internamente en los sujetos, en tiempo y espacio determinado, sin aplicación ni explicación exterior de un grupo humano.
Además, las religiones en general son representadas con actos particulares que manifiestan ciertas solemnidades. Con estos actos particulares me refiero a la forma inmediata de la religión, ya que se basan en una representación arbitraria e impuesta de algo que cada una pretende comunicar en cierto tiempo y espacio. Por el contrario, otro elemento que advierto es la forma continua de la religión, que se basa en un principio incluyente, racional y con comprobación (de algún tipo) en tiempo y espacio. Ejemplifico estas dos formas para mejor claridad:
• La forma inmediata, por ejemplo, podría ser el uso del cilicio en los muslos para demostrar el «dolor/sacrificio» de un sujeto, el cual es «valorado y bien recibido» por su dios. Es decir, ese acto, que realmente no tiene razón clara y manifiesta de ser y tampoco demuestra un efecto positivo en alguna persona (ni susceptible de confirmación para dicho dios) es un ejemplo de la «forma inmediata» de las religiones en nuestras vidas.
• Un ejemplo de la forma continua podría ser el uso de la celebración de los servicios. A diferencia de los actos de forma inmediata, actos de «forma continua» son los que generan beneficios palpables en cierto grupo de personas. La integración, la convivencia, los beneficios para esa comunidad que se reúne semana con semana, que genera relaciones de amistad e inclusive de parentesco, son valores tangibles para ese grupo.
En conclusión, parecería que la forma inmediata, es decir, la representación de un uso religioso que parece prima facie arbitrario e impuesto, visto desde una perspectiva humana y objetiva, pudiera ser considerado un uso caprichoso en cierto tiempo y espacio. En cambio, la forma continua, vista desde la misma perspectiva, tiene elementos sólidos, basados en razón, inclusión y comprobación histórica de la experiencia de individuos en un tiempo y un espacio.
Lo señalado en esta sección es de gran importancia porque básicamente distingue dos formas o métodos de vivir la religión que los humanos podemos ponderar para tratar de definir cuáles realmente son importantes en nuestra vida y comunidad. No voy a calificar si algunos están bien o están mal (esa es labor de cada quien), sino simplemente advertir que en nuestras vidas, respecto del prójimo, tal vez es más importante «no matar», que «confesarse y comulgar cada domingo». Tal vez el mundo es mejor respetando y valorando a otros seres humanos considerados minorías como la comunidad LGBT, por ejemplo, que asistiendo a servicios dominicales o rezando varias veces arrodillado hacia el Oriente. La idea es generar conciencia para entender de qué realmente carece nuestra sociedad, nuestra vida, nuestro mundo, para enfocar ahí los esfuerzos.
Unas son formas inmediatas y otras son formas continuas. En las primeras no es tan claro un beneficio palpable para los que las realizan; las segundas se fundan precisamente en el resultado de dichos actos que generan un beneficio palpable (sea el que sea) para dichos sujetos.
LA SUSTANCIA Y LOS PRINCIPIOS DE LA RELIGIÓN
Como regla general, considero que la sustancia y los principios de las religiones pretenden ser positivos y buenos para la convivencia humana. Sin ser especialista en ideologías religiosas entiendo que, generalmente, la sustancia de la religión parte de una idea buena y correcta. Inician, casi siempre, con el ideal de buscar una vida mejor después de estar en este mundo. Por lo tanto, es razonable pensar que si cada una de ellas persigue ese fin, se trataría de que las personas que creen en la sustancia de cada religión de alguna manera logren seguir sus «puntos» a lo largo de sus vidas, respectivamente, en la escala de dicha sustancia religiosa para lograr esa vida mejor (después de esta).
Por lo general, esos «puntos» se basan en actos buenos, ajenos de vicios susceptibles de enfermar las almas de los individuos, y a su vez, aportan positivamente a sus comunidades pero, sobre todo, a su persona y a sus núcleos más cercanos, verbigracia, sus familias, sus amigos, sus grupos de trabajo, sus comunidades.
Sea la que sea, la sustancia de cada religión que profesa principios de bondad, amor y paz a lo largo de nuestra historia, lejana y presente, ha sido pretexto para discutir, para pelear y para matar. Desde las Cruzadas hasta las guerras mundiales, pasando por revoluciones diversas e insurrecciones constantes, las religiones han sido y siguen siendo objeto de gran división, diferencia y hasta odio entre los diversos grupos.
Pensando en esto una y mil veces, tiene que haber algo mal en su concepción.
Existe entonces la percepción de exclusión naturalmente contenida en cada religión. Es decir, si no eres como yo, estás mal. Si no piensas igual que yo, estás en mi contra. Eso es tan ilógico, si partimos de la base de que la sustancia de la religión es buena, que me cuesta ver que en miles de años no hayamos avanzado más.
Cada día me preocupa mucho más que los grupos religiosos humanos piensen que su religión es mejor que la otra o que existe un solo camino para llegar a donde queremos llegar, en la vida que sigue, si es que existe, para empezar.
MI CONCEPTO DE UNA «SUPRARRELIGIÓN»
Entendiendo que el concepto de la religión en general ha servido a muchos para tener confort, paz espiritual y mental y un sentimiento de «integridad espiritual», si es posible definirlo así. También entiendo que, en algunos casos, el concepto de la religión como tal puede servir a muy pocos y a aquellos con intenciones que no necesariamente son consistentes con la religión a lo largo de la historia. Puede argumentarse que este concepto de religión ha tenido fallas monumentales y además parte de una base de exclusión de los demás que no comparten sus ideales. Quiero apelar en esta sección a algo muy sencillo en sustancia pero complicado en su forma.
La sustancia es sencillo advertirla porque parte de la base de que existen principios fundamentales en todo el mundo que son compartidos por todas las religiones: el derecho a la vida, a la seguridad, a una dignidad, a la libertad de expresión, entre otros. Todos estos derechos están insertados naturalmente en
casi todas las religiones del mundo (en algunas más que en otras). Partamos de esta base.
Si mantenemos todos los principios de las religiones, que normalmente son similares en cuanto a su sustancia, pero eliminamos de nuestras consideraciones los principios de exclusión en que se basa cada religión respecto de la otra, podemos concluir ciertos principios religiosos y fundamentales basados en la moral y en valores que pueden servir de guía constante en nuestro camino por la vida.
Si adoptamos los principios de sustancia que son consistentes entre todas las religiones, el resultado no puede ser malo, porque en sí mismos son o deben ser estandarte de amor, bondad, paz, respeto e inclusión de todo ser humano, ayuda mutua y verdad.
La forma de hacer eso, es otra historia. Lo bueno es que no es relevante para estas letras. No necesitamos preocuparnos por la forma de hacerlo, si de alguna manera se logra para cada uno de nosotros en nuestro día a día. Porque sea cual sea la forma de hacer eso, el resultado será positivo. Es para mí, así de simple y lo mejor de todo esto es que sea así en esta sección. Simple. Cada quien, a su modo, agarrando lo que según su sentir es bueno de la sustancia de su religión y dejando atrás cualquier elemento caprichoso, exclusivo, sin beneficio palpable y separatista de la misma. Esto se puede hacer todos los días de una manera simple. Es una forma de hacerlo con cierta libertad que puede generar mucho valor en la sociedad.
LA FILOSOFÍA DE MI FELICIDAD
Ser feliz se basa completamente en el tiempo, el espacio y la oportunidad. En ser consciente de lo valioso del momento en relación con valores de sustancia que alimentan un sentido de satisfacción personal, respecto de mi vida en comunidad cerrada. Esa comunidad cerrada a la que decido, después de 45 años, dedicarle esos elementos.
SER FELIZ SE BASA EN EL TIEMPO, EL ESPACIO Y LA OPORTUNIDAD. EN SER CONSCIENTE DE LO VALIOSO DE CADA MOMENTO.
Porque hoy sé que el tiempo es más valioso que cualquier cosa y que eso va de la mano del lugar y la oportunidad. Hoy sé también que la comunidad no es abierta, porque ahí se pierde nuestra esencia, entre tantos intereses de mucha gente que seguramente no entenderemos y que realmente no nos importa tanto. La comunidad cerrada es la que sabes que te llena. Pueden ser tus amigos de la secundaria, tus hermanos, tus padres, puedes ser tú mismo dedicado a cierta actividad; cada vez más te das cuenta de que no está en el bullicio eterno de la calle, sino en el silencio de momentos, en las noches o las madrugadas, en que sientes paz. Hay de todo y, sobre todo, creo que hay tiempo, lugar y oportunidad para cada uno de los momentos que nos hacen completos. También sé que parte
de este proceso es que te duela cuando las cosas no salen como pensabas que iban a ser y realmente estar más atento a lo que genera valor en tu vida. Es parte de aprender quién eres y cómo eres.
Va a haber lágrimas: que existan por las razones correctas. Y cuando lleguen, serán bienvenidas. Va a haber frases que no salieron de tu estómago por las razones que sean. Sácalas de alguna forma, porque ese coraje te puede molestar la vida entera.
Puede haber mucha gente que dedique tiempo a hacerte daño. Con envidia, con coraje, con mala fe. Pasa sin voltear. Aprende a no engancharte en esos sentimientos negativos. Porque nunca un rey se volvió rey por estar pensando en los otros que querían ser reyes. El ruido exterior es solamente eso. El verdadero ruido está en tu cabeza y en cada latido que lleva sangre a tu ser.
Mantén el camino a pesar de perder amigos y amores, si no has perdido la paz. Esa paz, al final, es lo único que nos deja dormir. Esto también significa que vas a perder amigos y amores. Recuérdalos mejor cuando eran precisamente eso, después ya solo son recuerdos. No te confundas.
Abraza ese proceso, que seguro empezará sin que te des cuenta, pero seguirá el resto de tu vida. Fundamenta tus decisiones en una metodología que te ayude a ver y a hacer las cosas más simples. No te enredes dándole mil vueltas a cómo haces que un cuadrado entre en algo redondo; no te frustres si alguna vez las cosas no salen como quieres que salgan, a pesar de que lleves veinte años intentando que quede, porque cuando realmente dejes ir esa continua persecución de lo perfecto, de lo que «debe ser», te vas a liberar de todo y te vas a sentir más ligero, como si varias pieles se cayeran de tus hombros y te quitaras un peso de encima. Te vas a ver y sentir mejor.
Encuentra esa ligereza. Está en los detalles de todos los días. Pide perdón. Siempre que puedas. Pide perdón porque eso también pesa.
He pedido perdón mil veces y me faltan otras mil. Tal vez más. Hoy te digo que las que más me duelen son las veces que no quise pedir perdón o que no pude hacerlo, tal vez porque la gente se fue o quizá porque me sentí tan correcto en mi posición, que estaba convencido de que no lo ameritaba en ese momento. Esas veces en que el perdón se queda colgado en algún lado y no llega a su destino hacen que las heridas sanen mucho más despacio. Son heridas que se quedan frescas o húmedas y que no sanan igual. Dejan cicatriz que duele y molesta. Molesta más que tragar orgullo cuando podemos pedir perdón. A veces, esas cicatrices son parte de nuestra vida, pero en mi caso, después de tener tantas, hoy prefiero no conservarlas porque te hacen darle vueltas a las cosas mil veces y más. Es algo muy romántico, es algo a lo que, si quieres, le puedes sacar cada gota de sentimiento y exprimir cada emoción cuando llegue, porque es parte de vivir sintiéndolo todo, pero si no te aseguras de cuidar la herida, siempre estás propenso a volver a caer en ese sentimiento cíclico y tóxico. Hay sujetos que viven así y se sienten mejor que sin experimentar los días de otra manera.
NO LE TENGAS MIEDO A LAS NUEVAS OPORTUNIDADES.
Lo importante es dejar ir el dolor que sientes o sentiste. Porque es así de sencillo. Pedir perdón ayuda mucho para eso. Si no funciona, pues al menos ya sabes que no funcionó eso y tratas otra cosa, pero la duda de que pudiste hacerlo diferente es muy desgastante.
Tus errores y tus dolores son tuyos. Le puedes echar la culpa a todo mundo, pero
estás ahí, sintiéndote así, porque eso escogiste hacer o no hacer. Porque en ese momento, en el fondo, eres un emo, romántico, tal vez un poco atorado, que no sabe cómo salir de ese pozo. Está bien por un rato. Disfrútalo como una película de miedo. Atáscate en el miedo y siéntelo, pero cuando ya te canses, sal volando de eso. No le tengas miedo a las nuevas oportunidades.
Además, siempre habrá momentos más turbios que otros. A veces los golpes te agarran mejor o peor parado y saber cómo estás es importante. Porque un golpe que te agarre mal parado seguramente hará que te tome más tiempo salir, pero hay que vivir el golpe. Sentirlo y dejar que se vaya, para ver el paso que sigue. Sin pensar en nada después de ese primer paso para salir adelante. Eso puede sucedernos todos los días; los que logran dar ese primer paso diario son para mí unos verdaderos guerreros de la felicidad. O al menos de su búsqueda. Simplemente recuerda el primer paso.
Aprende de cada paso que das. Sé mejor en tu metodología, porque seguramente la sustancia la tienes adentro. El paso que sigue, dalo mejor. No pienses en el que sigue del que sigue. Solo en uno a la vez. En el siguiente paso, apóyate mejor. No le tengas miedo a sentirte abrumado, porque esa bruma es parte de tu ejercicio para ver de noche y eso tal vez más adelante va a ser lo mejor y más bonito que te va a pasar. Que no te dé miedo ver de noche, porque tal vez en poco tiempo vas a estar corriendo en la oscuridad y te va a gustar. Disfruta cada paso.
Acuérdate de ese sentimiento de ser invencible que tuviste alguna vez y que se quedó contigo para valorar mucho cuando descubras que eres un humilde pasajero en un tiempo y un espacio que hacen cada momento. No te sientas mal, si no te sientes mal; y siéntete mal, si haces que alguien se sienta mal y si es así, pide perdón. Es problema del otro si te guarda rencor. Es así de simple. Trata de ser un animal para vivir bien con los que quieres, lleno de ganas, de instinto, de amor y, por lo tanto, de dolor de vez en cuando, pero no te quedes con ganas de hacer lo que te diga tu ser. No es bueno preocuparte por problemas que todavía no existen, que todavía no pasan o que todavía no es necesario atender. Llévala
suave y simple. El paso que sigue.
Esta es la filosofía de lo que ha hecho simple mi vida. Simple en cuanto a enfoque, en cuanto a lo que quiero, en cuanto a lo que no quiero, en cómo vivir de una manera más completa y más sencilla.
DE LOS ACIERTOS VAS A TENER SONRISAS Y DE LOS ERRORES VAS A TENER MUCHA PAZ, UNA VEZ QUE LOS ENTIENDAS Y SEAS CADA VEZ MEJOR, DESPUÉS DE PEDIR PERDÓN SI LO AMERITA.
No quiero ser un rayo de luz e iluminarte. No lo soy y, aunque se oye muy idealista, lo que escribo para mí es verdad. Créeme que me he arrastrado en el lodo mil veces y hoy me acuerdo de eso como cosas chidas. Súmale además las arrastradas de lodo sentimentales a lo largo de mi vida y acabo siendo como un snowman de lodo. De esos que hacen en Chipinque (un parque en las montañas) cuando la gente va a hacer muñecos de aguanieve con lodo, luego de que cae aguanieve en San Pedro Garza García, Nuevo León. Anyway, no quiero que esta sección sea algo parecido a un tema de autoayuda o coaching de nada, sino más bien, un trampolín para ver las cosas —algunas al menos— más claras. Aunque sea un poco más claras.
Hoy, mi felicidad se basa en algo tan simple como el tiempo, el espacio y mis ganas de aprovecharlo con la gente que estoy. Sean quienes sean, pero son pocos. Una sonrisa siempre la puedo sacar y siempre cae bien. Desde el que me recibe en el edificio del trabajo, hasta un cliente y la señora que nos ayuda en la oficina. Los capitanes o meseros del restaurante que te gusta, la persona que ves siempre cuando sales a hacer ejercicio; de verdad, puedes llevarte muchas sonrisas en todo el día. Habrá veces que vas a estar de mal humor, pero ellos no tienen la culpa. Si estás de mal humor, tómalo como una terapia, tírale buena onda a alguien o haz que alguien se sienta bien; ábrele la puerta, dile que está bonito su suéter. Vas a generar cosas muy buenas y el día se te va a hacer más llevadero. Hacer eso tiene que ver con mis valores, con mi moral y con todas las religiones. Me siento bien por ver eso de una manera tan simple.
Es importante saber que todo esto es interno. Es para ti, de tu ser. Nadie más lo tiene que ver. Lo externo es otra cosa, algo con lo que hay que vivir, pero que tenemos que filtrar de alguna manera para que traiga cosas buenas a nuestras vidas.
Esta filosofía incluye acordarme siempre de todos los errores que he tenido. Son parte muy importante de mi proceso. Con el paso del tiempo he tenido que aceptar y ver, a veces, que a pesar de estar convencido de que lo que hice estaba bien, tal vez no me puse en los zapatos de la persona que lastimé (sin querer). Así, entonces, a pesar de que yo no hubiera hecho lo que esa persona hizo cuando se sintió agredida por alguna conducta mía, es difícil tratar de entender que lo hizo por sus razones y a su vez, es un gran logro respetar esa posición para llegar a la paz en ese tema. Esa persona sin duda es diferente a ti en mil cosas y si hacemos algo, aunque sea pequeño, por entenderlo, vale la pena. Vale la pena hacer ese esfuerzo si aprecias a esa persona. Pero si a pesar de todo eso, te sigue tirando hate, pues déjalo ir. Hasta para eso sirve el tiempo, para curar cualquier padecimiento.
Capítulo 4
LA INTERPRETACIÓN ARMÓNICA DE LO INTERNO CON LO EXTERNO
AUTOCONOCIMIENTO
¿Q uién eres? De verdad, piensa en eso. Mejor aún, ¿quién quieres ser? Quién vas a ser en esta vida que es tan cambiante. Quién quieres ser en esta vida que es así de fluida. Quién te va a llevar de la mano hacia ese lugar. Quién te va a soltar la mano, porque no le gustó o simplemente porque se quiere ir. No sé. Lo que importa es cómo reaccionas a todo eso y cómo lo aplicas en los pasos siguientes.
Es importante saber quién eres. Personalmente, he tardado decenas de años, pero una vez que lo sabes, respiras hondo y sales adelante de cualquier cosa porque te conoces y sabes cómo funcionas mejor para lograr este o aquel objetivos. No quieres pelear, no quieres angustiarte, sino solo estar en paz; tal vez tienes momentos de angustia, pe-ro no por espacios prolongados porque la dejas diluirse pensando en el paso que sigue, solamente enfocado en eso y dándolo bien.
No quiero decirte cómo te vas a conocer. No sé, de pronto pasa y a veces ni siquiera estamos enfocados en eso. Creo que llega un día en que ya sabes quién eres, estás contento con eso, lo aprecias, lo valoras y listo. Como cuando amanece, que ni cuenta te das del proceso por lo sutil que es y de pronto ya amaneció. Pero cuando pasa —créeme que pasa— llega para quedarse en tu paz. La paz es de las cosas más perceptibles que vas a tener en tu vida. Cuando la sientes, eres muy consciente de ella. Y cuando no, te está llevando una tormenta que te estira para todos lados: sudas por dentro, sufres por dentro, lloras por dentro.
El autoconocimiento, para mí, es sinónimo de paz. No de saber cómo eres, porque eso lo vas a ir entendiendo en cada etapa de tu vida, además de que en cada una vas a ser muy diferente. Lo que te da paz en esas etapas es que,
conforme pasa el tiempo, te sientes más cómodo al saber quién eres y cómo vas a llegar a donde quieres llegar. Es decir, tienes herramientas y cuando reconoces eso, estás valorando la metodología que llevas como navaja suiza a todos lados. En cualquier momento, en cualquier paso.
Yo espero que nunca pienses que te conoces como conociste a alguien más. Me parece un poco problemática la idea de saber quién eres y quién vas a ser porque siento que si no advertimos que eso será un proceso dinámico, fluido, incierto y eterno, vas a batallar más. No somos estáticos. Ojalá aprendas a darte cuenta de quién eres en cada etapa de tu vida, estés atento a los detalles, al lugar, al tiempo y a las oportunidades, y en cada una de esas etapas, aproveches al máximo lo que puedas hacer.
CERTEZA
La certeza es algo un poco más complejo. Tiene que ver con cosas que no controlas, cosas externas. La certeza es la luz que tienes cuando crees que no sabes qué hacer. Así de simple. Tiene mucho que ver con estar alerta a los detalles y evaluar las oportunidades que existen para tomar la decisión que te dé más tranquilidad.
¿Qué sabemos con certeza? Nada, nada más que nos vamos a morir. No obstante, podemos tener un poco de certeza en cada paso que damos y podemos tenerla también estando con quien queremos. Se siente bien. Es muy simple. Para mí, la certeza se trata de saber en dónde quieres estar y estar ahí. En un desierto, en una playa o en un bosque. Con esa persona o con aquella, en ese momento. Definir qué quieres hacer y hacerlo. Saber con quién quieres estar y agarrar a esa persona por el tiempo que así sea. Porque una cosa sí te digo, nada es para siempre y si confundimos la certeza con un «para siempre» vamos a estar equivocados. Nada es para siempre. El tiempo, el momento, es el elemento definitivo de la certeza.
Puedes pensar que el momento es «para siempre» porque lo vas a llevar contigo hasta que quieras. Porque vas a exprimirlo hasta en su última gota. Que no se te olviden esos cinco minutos. La certeza, para mí, tiene todo que ver con el detalle y el tiempo, de los que ya hablé.
La plática con esa persona, su mirada, el olor de ese lugar, la corazonada que te da miedo seguir, pero que a pesar de todo seguiste. La certeza del momento, de estar presente en cada momento. Si eres un amante de la certeza, vas a estar tranquilo por las decisiones que tomaste, tal vez sin saber, con el paso del tiempo, que ibas a pensar o sentir diferente después. No importa; la certeza más
grande es saber que vas a equivocarte para luego aprender de todas las cosas que hiciste y ser certero de saberte equivocado.
CERTEZA ES EL EJERCICIO DIARIO DE ESTAR ALERTA A LAS COSAS QUE PROVOCAS O TE LLEGAN PARA SER Y SENTIRTE MEJOR.
He pensado mucho tiempo que la certeza viene bien cuando aceptas que significa saber que te has equivocado y que es algo dinámico que va a cambiar. Que vas a ser mejor por todo lo que te ha pasado. No sé, es una manera romántica de darle un spin al concepto de la certeza. Un día te das cuenta de que has hecho mil cosas que tal vez no necesitabas en tu vida, pero que te van a servir para ser mejor, y en ese momento vas a estar cerca de la certeza. Tal vez no sientas seguridad de muchas otras cosas, pero si humildemente haces esto como un ejercicio diario para ser mejor para ti, lo vas a entender y eso te va a dar certeza. Que por el simple hecho de haber vivido otro día, otra semana, otro mes y otro año más, tu vida tiene más certeza porque ya pasaste más tiempo aquí. Tu paso será cada vez más certero. Valora esto porque muchas veces no nos damos cuenta de este gran elemento que nos pasa por (a) estar vivos y (b) por el simple paso del tiempo.
Certeza es el ejercicio diario de estar alerta a las cosas que provocas o te llegan para ser y sentirte mejor. Nada más es cierto. Nada más importa. De verdad. La certe-za es pues, cuando el FOMO (fear of missing out) se elimina completamente de ese instante.
TRANQUILIDAD
Este es el concepto subjetivo por excelencia. Es algo rico cuando se siente. Es algo tenebroso cuando se quiere. Creo que para lograr tenerla, te debes conocer y entender primero. Si no te entiendes, no vas a saber cómo llegar a la tranquilidad. Por eso platiqué primero de autoconocimiento y de certeza, ya que son las herramientas para lograrla.
A diferencia del autoconocimiento y la certeza, la tranquilidad es un efecto. Las primeras dos son causas. Sin el autoconocimiento y sin la certeza, no puedo entender cómo llegar a la tranquilidad.
La tranquilidad es el resultado de saber cómo eres, saber lo que quieres hacer en ese momento y en ese espacio, y descansar en el resultado. Descansar en el resultado de lo que eres, de lo que haces y lo que no haces, que seguramente no es igual para nadie más. Esa diferenciación es lo que le da sentido a cada uno, aunque a veces la vida va tan rápido que ni cuenta nos damos. Porque estar tranquilo es una bondad interna para cada quien y no depende de factores externos.
La tranquilidad da paz. No tiene nada que ver con factores externos como que te presionen o que dejen de apoyarte. La tranquilidad va de tu cabeza al latido del corazón. Y va a ser muy diferente a tus veinte y a los cuarenta. Porque, como muchas otras cosas de las que hablo en estas páginas, es un concepto dinámico.
A los veinte años, tal vez tu tranquilidad consiste en estar en la reunión o fiesta más chida del momento, y a los cuarenta, tal vez sea estar viendo una película con tu hija. El espectro es enorme y hay que entenderlo así. El autoconocimiento
y la certeza te van a ayudar a saber-lo y sentirlo. Agárralo. Embárratelo. Ese sentimiento es lo más embriagante del mundo si lo ves, lo entiendes y lo aprecias. Es el tiempo, el espacio hecho momento y vivido en tu ser en paz. A veces nos pasan mil cosas que nos alejan de ese proceso tan simple.
A DIFERENCIA DEL AUTOCONOCIMIENTO Y LA CERTEZA, LA TRANQUILIDAD ES UN EFECTO. LAS PRIMERAS DOS SON CAUSAS. SIN EL AUTOCONOCIMIENTO Y SIN LA CERTEZA, NO SE PUEDE LLEGAR A LA TRANQUILIDAD.
En conclusión, vivimos para estar tranquilos. Tranquilos mientras gritamos y brincamos en un concierto; tranquilos al besarnos y acariciarnos con los ojos cerrados; tranquilos tomando de la mano a nuestros seres queridos en un parque. Todo eso te da tranquilidad.
Sin embargo, a veces encontramos una falsa tranquilidad, por ejemplo, cuando acabamos lastimando a la gente que más queremos. Esto suele ser común y es un
concepto perverso de lo que realmente es la tranquilidad, porque nos tomamos una aspirina cuando en realidad se necesita de una cirugía de corazón. Tal vez después de una pelea o de una discusión viciada, sentimos que hay una sensación de paz, pero lo que estamos sintiendo es el cansancio y, después, silencio. Podemos sentir esto como paz, pero es una sensación muy pasajera y por eso necesitamos repetir esas conductas de tiempo en tiempo. Hay que revisar esto y dejarlo ir, ya que tarde o temprano, esa «paz» producto de un proceso tormentoso va a dejar de existir. Su origen es falso. ¡Cuidado!, el vaso de ese tipo de paz se va a llenar en algún momento. Esa falsa paz muchas veces aparece en lo que conocemos como relacionas tóxicas. Ahí está la gente, sufriendo y quejándose de lo mal que se la pasan juntos y cómo se degradan cada semana y luego postean en redes sociales que son el amor de su vida y que se aman con locura. No, para qué quieres eso. Eso no es más que un ejemplo del temor al cambio y una carencia de autoconocimiento y certeza. Es la falsa tranquilidad.
La tranquilidad te hace un ser humano completo en un momento. No por cansancio o hartazgo, sino por convicción natural, clara y simple. No necesitas más.
VICIOS COTIDIANOS: SUBJETIVOS Y OBJETIVOS
Hay mil vicios en la vida. Diez mil. No sé cuántos. No se van a acabar y no tiene caso tratar de enunciarlos porque lo que para algunos son vicios, para otros pueden ser virtudes. La persona, las circunstancias, las sensibilidades, los núcleos personales, entre mil cosas más, son relevantes para determinar qué es un vicio para alguien, en cierto momento. Recuerden que el timing, la oportunidad, juega un rol determinante en estos temas.
Aunque no es relevante describir y hacer un listado de posibles vicios, quisiera señalar este concepto y asegurar, desde mi perspectiva, que existen. Hay vicios en nuestras vidas, entendidos estos como «cosas malas». Igual que todo lo demás que he platicado, es algo dinámico y depende mucho del tiempo y el espacio; incluso, algunos vicios que ahora no son vistos como tales, hace cuarenta años sí lo eran. En fin, creo que todos podemos concluir que existen los «vicios cotidianos».
He pensando en dos conceptos para definir los grandes grupos de vicios para esta sección. Esta amplia clasificación se basa únicamente en mi educación jurídica y mi perspectiva. Es una mera clasificación general, como puede haber miles, y no pretende estar bien o mal sino solamente describir mis ideas.
Los vicios subjetivos los relaciono con el sujeto que los tiene. Es decir, son subjetivos por tener un espacio de acción hacia adentro del sujeto. Nunca se vuelven externos, pero sí crean una conciencia en algún sentido para dicho sujeto. Por el contrario, los vicios objetivos existen una vez que trascienden el ser del sujeto y producen actos exteriores que fomentan esa idea. Es decir, se manifiestan objetivamente (realmente) en nuestro mundo como actos externos e inequívocos.
Los vicios subjetivos tienen que ver con las ideas que tenemos y los objetivos con las cosas exteriores que pasan, desde mi punto de vista. Lo subjetivo tiene que ver con tus temas de adentro. Pero veamos cómo define «subjetivo» la RAE:
Subjetivo. Perteneciente o relativo al modo de pensar o de sentir del sujeto, y no al objeto en
Es decir, es algo completamente interior. Un vicio subjetivo sería, por ejemplo, algo que nadie se da cuenta que pasa más que esa persona.
Por ejemplo, vamos a imaginarnos que «juzgar» a la gente es un vicio. Juzgarla como si fuéramos seres omnipotentes, reales y superiores, y pensemos que nuestra opinión sobre esa persona es importante. El vicio sería subjetivo si la persona que lo realiza, lo hace y se lo queda para sí mismo. Por el contrario, el vicio sería objetivo si, además de realizarlo, se hace externo hacia alguien más. La RAE, por su parte, define:
Objetivo. Que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce.
Por lo tanto, los vicios objetivos tienen que ver con lo que pasa afuera y cómo ese velo delgado entre el interior de la persona y el exterior social se transgrede y pone en movimiento un vicio en la sociedad.
Parecería, en principio, que algún vicio subjetivo, el que fuera, no tendría importancia en la vida cotidiana ya que nunca sale de la esfera mental o interior de ese ser. Podríamos concluir entonces que si el vicio no se vuelve objetivo, no existe alteración o afectación en el orden exterior de las cosas y, por lo tanto, se vuelve irrelevante para el grupo respectivo o la sociedad en general.
Pienso diferente.
Considero que son de igual importancia —negativa, por ser vicios— tanto los vicios subjetivos como los objetivos, aunque tal vez se manifiesten de manera diferente unos de los otros.
Los vicios subjetivos generan necesariamente una conciencia. Aunque no se materialicen hacia el exterior, hay algo en nuestras cabezas que nos hace pensar de cierta manera sobre cierta cuestión. Nos generan un juicio de valor, al menos, interior. Es decir, si alguien es racista, por ejemplo (asumiendo que ser racista es un vicio, independientemente de lo que piense su servidor), y jamás realiza un acto exterior que manifieste esa manera de pensar, ineludiblemente realizará actos tendientes a «apoyar» el racismo. Actos que, tal vez, aislados de sí mismos, no exterioricen inequívocamente un comportamiento racista de manera objetiva, pero que vistos en conjunto, de una manera integral, sí lo representan.
Por esto considero que es el vicio subjetivo el momento de inicio de este tipo de vicios. Considero, además, que una vez que ha comenzado el proceso de
gestación de los vicios de manera subjetiva, estos tienden a encadenarse naturalmente de más individuos «propensos» a caer en ellos, para generar una conciencia grupal apoyando dicha gestación, hasta que todo esto desagua en la exteriorización de dichos vicios. Es decir, se vuelven vicios objetivos. Actos realizados en consecución del fin de dicho vicio.
En lo personal, creo que esto fue lo que pasó con el tema racista en la sociedad de nuestro país vecino en los años 2016-2020. Es un ejemplo de la importancia de estar atentos y ser vocales de manera cotidiana a este tipo de cosas. Temas tan trascendentales para nuestra sociedad, nuestro país, nuestro planeta.
No confundir, por favor, estos temas con aquellos relacionados con la ropa que usan, las bolsas que tienen o lo enamorado o no que está alguien. Si cualquiera quiere opinar de cosas así, pues la persona que decida escuchar eso y darle importancia hará lo que guste. Creo que esas cosas no son tan relevantes para nuestro mundo, pero habrá gente que las quiera atender por entretenimiento y morbo. Su valioso tiempo se los podría reclamar en algún momento (porque el chisme, sin duda, para su servidor, es un vicio).
Lo importante de esta sección es transmitir lo que se vuelve algo negativo aunque sea en el interior. Aunque esté guardado. Tarde o temprano, va a salir. La argumentación positiva parece ser la mejor herramienta posible para atacar y erosionar el vicio subjetivo, y así evitar que se vuelva externo y objetivo.
LA INEFICACIA HISTÓRICA DEL «BALANCE»
Crecí creyendo en muchas cosas en las que ya no creo. Al menos, de las que me han tocado vivir, pienso que ya no son como suponía que eran. No sé si sea así para todos. El concepto de una vida con balance ha cambiado desde que yo crecí hasta hoy. Ha cambiado socialmente y también para mí. Son dos cambios distintos.
Mucha gente puede opinar que el balance en la vida se trata de siempre estar atento a tomar decisiones razonadas e inteligentes. Otros pueden pensar que es un tema más de tener cierto rigor y criterio medido en sus vidas cotidianas. El balance tradicional puede significar para muchos estar en un intermedio socialmente aceptado.
Yo pienso que esa idea tiene defectos porque no es lo mismo el balance a los 18 años de vida, que a los 35. Más bien, creo que el balance debe visualizarse o analizarse en un plano completo.
Si medimos el balance en nuestras vidas a los 22 años, seguramente vamos a salir perdiendo. Es muy fácil de explicar porque a los 22 años tenemos un conocimiento limitado de nuestra persona. Es natural. Es parte de nuestra vida y particularmente de esa edad. El balance en esa etapa podría tal vez resumirse en salir bien en clases y estar en la fiesta con los amigos pasándola superchido. Eso es lo normal.
El balance de los diez años tal vez sería tener un cierto número de amigos y hacer la tarea razonablemente bien, estar sanos y hacer deporte. El balance de los
cuarenta puede significar, para muchos, ser un emprendedor, profesionista o artesano de nuestra obra que nos haga autosuficientes y vivir en paz.
La realidad es que el balance en la vida depende completamente del momento en el que estamos. Cada momento hace que este exista en función de lo que estamos viviendo. A pesar de eso, desde que somos jóvenes nos imponen la idea de lograrlo durante todas nuestras etapas.
El balance se debe medir a más largo plazo. Interpretarlo en la vida de una persona a los 15 años, nos dirá seguramente que es prematura e incompleta por la simple razón de que su vida debe ser considerada en perspectiva hacia lo que todavía le falta por vivir.
Regreso al tema del tiempo. El tema del balance de una persona está necesariamente ligado al tiempo en el que este se valora. Todos vamos a tener malas rachas y malos ratos. Eso no es estar sin balance. Es parte del camino que nos toca llevar y que al final podremos mejorar hasta nuestro último aliento. Entonces, cuando hagamos un resumen del balance de la vida de alguien —del nuestro o de nuestra gente muy cercana por alguna razón extraordinaria—, veremos la liga completa de esa persona. Veremos el principio, lo más reciente y todo lo que hay en medio para hacer un análisis objetivo de esa historia.
Porque, insisto, la historia no puede ser una parte o un pedazo de la vida. La historia es toda. Desde el principio hasta el fin. Muchas veces, a lo largo de nuestras historias se ha juzgado el balance de alguien por un momento. Un solo momento. Ese análisis no es razonable porque esa historia no ha terminado. Dejemos que la jueguen toda y que hagan lo que les toca hacer para concluir si existe balance o no (si tan interesados estamos en emitir nuestro juicio de valor por el balance de alguien). De nuevo, si queremos opinar sobre eso, hagamos el análisis completo; finalmente, para esas personas nuestro análisis es irrelevante, así que al menos hagámoslo bien.
Subrayo, ese ejercicio será para cada uno de nosotros que, en retrospectiva, entenderemos por qué tomamos las decisiones que tomamos y qué estábamos sintiendo y viviendo. Nadie más que nosotros tendrá una opinión mejor sobre ese balance de nuestra vida.
En conclusión, creo que el concepto de balance ha sido malinterpretado por mucha gente para influir o ganar argumentación en la educación de generaciones. En nuestros días, este concepto ha evolucionado a uno con más conciencia. Un concepto que no puede aplicarse de la misma manera en cada etapa del ser humano.
Creo que hoy, más que antes, los jóvenes saben que el balance es dinámico y así se han vuelto más celosos de sus etapas en la vida. Más conscientes y más seguros de que las cosas no tienen que ser como alguien les dijo que era una vida balanceada. Viven, exploran y escogen qué es lo mejor para ellos, para estar «balanceados».
El concepto, así, se vuelve más un efecto que una causa. Es decir, ellos y las generaciones que les siguen no ven el balance como una cosa etérea que dispone cómo vivir bien. No, para ellos es más bien un sentimiento que existe en cada etapa que conocen de sus vidas y al cual deciden o no adherirse por ese momento. Parecería que, por este razonamiento, han decidido cambiar la manera de vivir para hacerlo diferente que las generaciones previas. Desde su manera de trabajar hasta su manera de vivir en pareja, pasando por la comparación del valor del dinero con el bienestar espiritual.
Es por esto que creo firmemente que este concepto va a seguir evolucionando a algo mucho más dinámico y personal, y que será utilizado más como una herramienta que como una meta. Es decir, el concepto histórico y rígido del balance del ser humano está evolucionando frente a nosotros para ser una
herramienta dinámica dedicada al sentido de la persona en su vida hasta ese momento, integrándolo todo en un solo concepto.
Esto es bueno para todos, porque el mundo está cambiando de la misma manera que este concepto. No advertirlo así, sería igual que la resistencia de alguien a usar celulares, a ver Netflix, a usar cubrebocas. Es una realidad.
LA TRADICIÓN DE LOS «EXCESOS» Y SUS EFECTOS
Excesos. Siempre criticables, nunca definidos de una manera objetiva.
Ya tocamos un poco el tema del balance; parecería que los excesos son un ejercicio contrario al balance en nuestras vidas. Nadie sabe qué son los excesos de una manera objetiva, ni qué es el balance, pero estamos oyendo eso a cada rato: «esto está bien», «aquello está mal», como si hubiera una fórmula genérica para todos los seres humanos que los ayudara a tener «balance» y no caer en los «excesos».
Los excesos son parte fundamental de nuestra vida y creo que de nuestro balance en el largo plazo. No quiero decir con esto que se deben ir a conocer los límites de los excesos (los que sean) para estar balanceados. Al contrario. Simplemente opino que ningún balance se va a entender sin conocer sus extremos (es decir, los extremos de ese balance que irónicamente pueden ser percibidos como «excesos» para muchos).
Por lógica, el balance es «la mitad» o «por ahí de la mitad» ¿no? Para saber dónde es la mitad, necesitamos conocer los extremos. Para saber dónde están esos extremos, necesitamos ir a ellos. Los excesos son herramientas cotidianas para llegar al balance al final de la liga que nos toca estirar. Si alguien cree que esto está mal, pensaría que es porque a esa persona le da miedo que hagas cosas que ella misma teme hacer o considera que no debió realizar después de vivirlas por la razón que sea.
Soy papá de cuatro y claro que me da miedo, porque no voy a estar con ellos en esos momentos en que mis hijos estén buscando su «balance», pero voy a confiar
mucho pensando que van a tener las herramientas para navegar bien esas aguas. Al final… ¿qué más podemos hacer? Dejar que encuentren su balance, con la base necesaria de conocer los extremos del mismo para tomar las decisiones en función de sus lindos espíritus que los llevarán a saber qué está bien y qué está mal para ellos en ese momento.
PARA SABER DÓNDE ES LA MITAD, NECESITAMOS CONOCER LOS EXTREMOS. PARA SABER DÓNDE ESTÁN ESOS EXTREMOS, NECESITAMOS IR A ELLOS.
Los excesos, parecería, son una bendición grande para llevar la vida. El balance es algo que tal vez no puede existir sin que existan los excesos. Son el centímetro 1 y el centímetro 100 de un metro. Los extremos. Ahora, habrá como siempre gente que piense diferente y que opine que todo se trata de estar «en medio» (balanceado) toda la vida. ¿En medio? Para mí, ese es el peor lugar. Prefiero estar en frente o al final, o al menos moviéndome por ahí, pero no en medio como una estatua que encontró a los 15 años su lugar en la vida y que allí se quedó, estático.
La libertad es uno de los sentimientos más bonitos que un ser humano puede sentir y por eso está incluida en casi todas las historias, revoluciones y constituciones del mundo en el año 2020. La libertad es un derecho que te da la
oportunidad de regarla en todo y —casi siempre— de corregir tu camino. Tienes derecho a eso.
El balance —y los excesos— son eso. La oportunidad de hacer lo que quieres y de saber que esto no se acaba hasta el final. Siempre vas a poder irte al Norte, al Sur, al Oeste y al Este, porque ahí siempre amanece más temprano. Te van a juzgar todos. Que te valga lo que piense la gente cuando estés convencido de que vas a hacer un gran trabajo en lo que tú quieres, porque eso es lo importante (si no sabes y tienes dudas, siempre escucha a la gente, tampoco pierdes nada).
Nadie sabe qué tienes en la cabeza. A muy poca gente realmente le importa y todos pueden opinar. Agárrate y haz lo que quieres hacer para aprovechar la oportunidad, el detalle, el tiempo, la suerte y todo lo que venga, hasta una bonita sonrisa; agárralo todo y haz lo que puedas con tu mejor esfuerzo. No pierdas tiempo pensando qué te estás perdiendo. No vale la pena. El FOMO (fear of missing out) es la peor invención del mundo. Eso sí, a nadie le importa. No hay nada más «rico» que estar realmente presente.
Los excesos, en ese balance, son las variables que hacen que sepas adaptarte al cambio que siempre va a llegar. Porque no pasa lo mismo de los 11 a los 15 años, o de los veinte a los 25. El cambio de los 25 a los treinta, con vacío o sin vacío, no llega igual. Los excesos para conocer tus extremos son eso, un proceso de conocimiento. Esos excesos los podemos escoger de mil maneras y en mil momentos; estando casados, solteros, divorciados, solos, de ligue, emprendiendo, siendo godín y de muchos más ni siquiera nos damos cuenta, pero al final es un proceso que también te va a dar seguridad sobre dónde quieres estar y qué te gusta sentir.
Cada etapa es un cambio. Abracemos ese cambio con sus excesos, con el balance, como queramos, porque lo único seguro es que va a llegar. Va a pasar esa etapa. Va a seguir la que toca y lo único que nos vamos a llevar de la anterior es la experiencia. Acábatela. No va a regresar. Exprímela. Por más complicada o
bonita que esté. Siempre vale la pena.
Capítulo 5
EL CAMBIO EN UN ESPACIO DINÁMICO
LA METODOLOGÍA COMO HERRAMIENTA PERFECTA PARA ADAPTARTE AL CAMBIO
De todo lo que he escrito en estas páginas, algo que quiero dejar claro es que lo mejor que podemos hacer es saber que el cambio es parte continua de nuestras vidas. El cambio de espacio, de perspectiva, de tiempo y, sobre todo, el cambio de personas. No es algo egoísta o intercambiable, es solamente el hecho de que en cada momento, en cada oportunidad, vamos a estar rodeados de circunstancias que son irrepetibles y que involucran a las personas.
Yo no estuve tan alerta a esto en mis primeros años de adulto joven y en esos momentos fui alguien más a la deriva que iba con la corriente. Creo que eso al final fue sano, en gran medida, porque conocí mucha gente y además porque tampoco sirve tanto (en mi cabeza) planear de más. Al final, vamos a ir y vamos a llegar a donde vamos. Con esfuerzo o sin esfuerzo, vamos a ir hacia allá paso a paso. Dentro de esa corriente, habrá oportunidades para agarrarte de troncos, piedras o manos. Aprecia eso y checa el dato. Cada oportunidad que llega es una variable que puede llevarte a diferentes orillas para agarrar aire o para volver a sumergirte.
Alguna vez pensé que era relevante saber a dónde iba en esa corriente. Una vez que estás en la corriente correcta, es irrelevante. Vas a encontrar mil caminos. Las conclusiones a esos caminos van a ser dos mil. No pasa nada porque sabes que la corriente va a llegar a un lugar «genérico» al que quieres ir. El detalle de ese lugar, lo ves en el momento de llegar. Disfruta el camino porque entre más alerta estés y más detalles veas, más caminos van a aparecer y tener opciones siempre es bueno. En todo.
Aquí quiero dejarte claro que no pasa nada si agarras esas corrientes de las
cuales solamente sabes «el rumbo» por el que van. Lo importante es saber si estás alerta al cambio que va a tocarte en la vida como proceso de esa corriente. Disfrútalo y haz lo que puedas hacer mejor. No por cambiar, sino más bien por estar alerta a disfrutar ese cambio.
La resistencia al cambio estará siempre en cada paso que des.
Aunque sea muy difícil al principio, no pierdas tiempo, esfuerzo ni le dediques momentos a esa resistencia. Es algo que va a ir cediendo cada vez más para bien y de pronto va a dejar de existir. El cambio no. El cambio siempre va a estar ahí y va a marcar todo en tu vida. Desde la prepa, en lo que decidas trabajar, hasta que seas padre o madre de familia, o no.
Hoy más que nunca antes, el cambio es algo diario. Haz que sea algo tuyo para siempre porque es algo que no te va a dejar y que puede ser tu mejor aliado o tu peor enemigo. Cada vez el espacio en el que vivimos es más dinámico. Dinámico significa que cambia. Cambia día con día. Nuestro espacio físico difícilmente va a ser como antes y está bien que sepamos que todo esto va a propagar un cambio constante en días, en horas, en minutos.
Subrayo de nuevo: el cambio viene grande para como hacemos las cosas. El cambio en la manera de pensar no debe quedarse atrás en este esfuerzo. Dejemos de ser estáticos. ¿Para qué? Esos principios de antes ya no aplican más que en la esencia que tenemos, pero era otro momento. La realidad, hoy, es otra.
LOS VALORES DINÁMICOS EN PERIODOS CADA VEZ MÁS COMPACTOS
Conforme he crecido, he sentido que el tiempo y las etapas de la vida son más cortas. Además, en estos espacios cada vez más dinámicos tenemos más herramientas que nos hacen estar más alertas a lo que pasa en muchos lugares, nos informan, y por ese cúmulo de información parecería, además, que todo se vuelve todavía más dinámico.
El cambio que les he comentado va incluido también en el hecho de que vamos a vivir en «cajones» o «capítulos» cada vez más pequeños para hacer y deshacer. Es decir, los capítulos de nuestras etapas van a parecer —o al menos a sentirse— más cortos. Las etapas de nuestras vidas parecerán más cortas y con eso se presenta una delicadeza más visual y una mayor sensibilidad al cambio, porque más «capítulos» en nuestra vida representan más cambios.
LA REALIDAD ES QUE NUESTRAS VIDAS SERÁN CADA VEZ MÁS DINÁMICAS. EL ESPACIO FÍSICO Y SENTIMENTAL ES CADA VEZ MÁS DINÁMICO NO PASA NADA, SOLO
HAY QUE VERLO.
La vida es más dinámica por definición. No solamente en la sustancia de nuestras vidas, sino en el método de nuestras vidas. Un ejemplo claro es que las nuevas generaciones tienen un «capítulo» que tiene que ver, por ejemplo, con los likes. Por más cuestionable que sea, las nuevas generaciones no necesariamente se sienten aceptadas por sus relaciones sociales diarias, su familia, sus amigos, sus colegas, sino más bien por lo que la gente opina de sus posts (que muchas veces no tienen nada que ver con la sustancia de las personas que los suben). Esto puede ser triste ya que, para muchos, las redes sociales suelen parecer muy superficiales; no obstante, son un ámbito que importa mucho a las nuevas generaciones. Es un «cajón» de sus vidas que trae una dinámica a sus interacciones que antes no existía. Esa variable no existía. Por lo tanto, hay más movimiento, en este caso, de manera virtual.
Las redes sociales y los chats son «capítulos» que antes no existían en nuestro día a día. La metodología es mucho más variable y por lo tanto volátil. Para lidiar con eso, hay que tener una visión simple sobre lo que importa y lo que no importa. Darle menos atención a las variables no esenciales para nosotros y enfocar nuestra atención y dedicación en las esenciales.
¿Cuáles son las esenciales? Las que tú escojas.
La realidad es que nuestras vidas serán cada vez más dinámicas. El espacio físico y sentimental es cada vez más dinámico. No pasa nada, solo hay que verlo. Sin duda puede ser más divertido, pero si no lo hacemos parte de nuestras vidas, podría convertirse en algo que nos cueste mucho y que nos haga sentir mal.
LA DUALIDAD SOBRE LA INTENCIÓN DE «TRASCENDER»
El acto de «trascender», entendido como «pasar de una cosa a otra» o «traspasar», es algo que muchos seres humanos tienen como su objetivo o pretensión final; en definición de la RAE:
Trascender: 4. intr. Estar o ir más allá de algo.
Hay seres humanos increíbles que han trascendido como líderes extraordinarios, como artistas únicos reverenciados por generaciones completas de la humanidad, doctores o científicos que han cambiado la manera en que vivimos. Hay un grupo selecto de estos seres humanos que todos podemos listar, desde Alejandro Magno hasta Steve Jobs, pasando por Pelé, Eric Clapton, Fleetwood Mac, Billie Holiday, George Michael, Nelson Mandela, entre muchos otros.
Todos los mencionados y muchos más, trascendieron o van a trascender (cuando mueran) su tiempo y espacio. Serán recordados por la historia de la humanidad por mucho tiempo. Históricamente, esto es un gran objetivo, un gran logro y algo que la gente pretendía como fin en la vida. Trascender. Esa idea de transcender parece ser algo más grande que nosotros, tanto que a veces se busca a cualquier costo porque esa recompensa parece tener todo el valor. Imagínense, a quién no le gustaría trascender como las personas que enlisté en el párrafo anterior y que todo mundo quiera un pedacito o un ratito de ti. Sin duda es algo seductor en su concepto y eso que ni siquiera estamos hablando de la fama y el dinero que lo acompañan. Solo hablamos de trascender.
Creo que ese espíritu para trascender es algo necesario en nuestra sociedad y, en el fondo, es bueno. No obstante, también posee un doble filo, una dualidad que puede tener efectos adversos para esa persona. No significa que la gente que no «trasciende» (en esa definición) esté mal o sea mediocre. Explico a continuación pero advierto que todo se trata y concluye en una simple pregunta: ¿qué quieres?
Estas figuras que presento a continuación son ejemplos de la manera de trascender de las personas desde mi punto de vista. No es una lista exhaustiva y le puse nombres de árboles porque ESG (Environmental, Social, Governance, una tendencia que viene fuerte para nuestro mundo en todas las actividades; mark my words).
La palmera
Hay gente que busca trascender enfocándose comple-tamente en subir, subir, subir. Llegar alto y, una vez posicionados, crecer sus hojas a los lados lo más posible. Es como una palmera que desde que es pequeña concentra toda su energía en ir hacia arriba y, una vez en lo más alto, constituirse con sus hojas grandes y comenzar a dar su deliciosos cocos.
Como sabemos, las palmeras son delgadas de tronco con una altura considerable porque así están constituidas para sobrevivir. Esta es testimonio de su crecimiento rápido y dedicado. Es decir, están hechas para crecer hacia arriba de la manera más rápida posible. Sus hojas no son tan frondosas como otros follajes porque el esfuerzo está completamente dedicado a crecer en altura y ver todo desde otra perspectiva. Por lo tanto, todo lo que está alrededor del tronco es solamente una corteza delgada. No hay esfuerzo en crecer para los lados porque el objetivo es uno y es claro. Son flexibles ante los fuertes vientos y, aunque a veces se curvan o doblan, siguen vivas y en perfectas condiciones.
El pino
El pino es un ejemplo de una manera de crecer y trascender más orgánica. Cuenta con una base amplia que hace conexión abajo y va creciendo para arriba como un triángulo —una base más amplia que la punta—. La altura no es tan importante como la estructura. Al pino le importa más el proceso de trascender que el objetivo en sí.
Trascender de esta manera logra un efecto más local y está más consciente de sus lados (no solamente de subir). Tiene raíces más arraigadas en la zona donde se desarrolla esa vida. Es el concepto «orgánico» en versión humana que cada día es más valorado y apreciado en el mundo. Es conocer cómo es lo local, lo que
tocas todos los días.
¿Cómo son los amigos en ese espacio? ¿Cómo son los tacos en esa cuadra? ¿Cómo prepara los mariscos esa señora en su mesa? El pino crece de sus hermanos, sus vecinos, hacia afuera y hacia arriba. Le importa ese proceso y, si no es tan alto, no pasa nada, porque posee una base sólida.
El encino
El encino es lo que todo mundo quisiera ser. Base ancha, crecimiento orgánico, pero con una intensidad especial para llegar arriba. Frondoso, el árbol perfecto. Hasta las hojas le cambian de color y se ponen todavía más bonitas en cierto momento del año. Su tronco da vueltas, formando unas vetas espectaculares. Es la mezcla perfecta entre el pino y la palmera.
Los tres tipos que he mencionado son igualmente necesarios e importantes en nuestras vidas. Los tres trascienden en nuestra sociedad. Algunas veces, la palmera se vuelve pino y a todos nos toca el corazón. Otras, el pino termina siendo palmera por azar y todos nos ilusionamos con esa historia. La mayoría de las veces, algún raro encino de nuestra vida es tan imponente a su paso que todos nos acordamos de haberlo visto y disfrutado.
La conclusión de esto es que se puede trascender de mil maneras en la vida. No tenemos que ser Sting o Benito Juárez para dejar una marca en el paso por nuestro tiempo y espacio, pero sobre todo, en el de los demás. Tal vez es más fácil siendo pino, pero sin miedo de ser palmera o encino. Llegan cosas que luego no nos imaginamos.
Lo mejor es que podemos trascender en un momento. Y de esas oportunidades hay millones en un solo año. Estemos vivos y alertas. Entre más grande soy, pienso que a más personas les va a tocar realmente trascender de alguna manera. Es un tema de probabilidad y me da mucho orgullo ver algo así pasar de pronto, en una esquina de la calle.
LA DEVALUACIÓN O REVALUACIÓN DE NUESTROS INSTANTES
Cada día nuevo es algo que normalmente asociamos con el anterior. Eso es un instinto humano natural. Desde los guerreros que tenían una contienda y luego iban a la segunda guerra. Eso ya los hacía tener una «experiencia» que los nuevos no tenían. Hay un grado de confort diferente. Otro ejemplo son los abogados que ya tienen una experiencia parecida en otro asunto y la gente los busca porque ya demostraron que pudieron una vez, igual que los guerreros. O los médicos que llevan varias cirugías complicadas y ahora son de los pocos que las hacen. La experiencia es algo que se valora y se valorará siempre.
El hecho de que alguien tenga más años que tú, merece atención y valoración. No porque sean mejores, simplemente por ser alguien que ha estado aquí por más tiempo que nosotros. El artista que vive de su oficio por cuarenta años seguramente ha lidiado con todos los problemas que se pueden tener en la vida. Se las sabe de todas, todas. Me tardé algunos años en entender lo valioso del tiempo vivido. Es algo que siempre es bueno apreciar porque vale muchísimo — desde luego, siempre hay excepciones, pero hablo de la regla general.
Llega un momento en nuestras vidas en que instintivamente somos palmeras enfocadas en llegar a un objetivo. Nada importa. Solo tenemos que llegar, desprendidos de cualquier peso, a donde pensamos que es el destino correcto. Puede ser una carrera, un negocio, un objetivo. No obstante, en el camino vivimos cosas con personas que nos hacen ser un poco como pinos. Agarrando manos y abrazando gente detenemos ese proceso de ser palmera porque parte de tu satisfacción en esos momentos es vivir con ellos esas experiencias.
LLEGA UN MOMENTO
EN NUESTRAS VIDAS EN QUE SOLO BUSCAMOS LLEGAR, DESPRENDIDOS DE CUALQUIER PESO, A DONDE PENSAMOS QUE ES EL DESTINO CORRECTO.
Muchas veces, el tiempo se detiene a los lados y corre rápido cuando vas hacia arriba. Si así te pasa, está bien. Porque crecer un metro hacia los lados, orgánicamente en tu vida, es más complejo que crecer hacia arriba tú solo por tu objetivo. El primero depende de otra gente que te importa y en el segundo normalmente vas solo, ágil y rápido, sin permiso y sin perdón.
Si seguimos en este tren de ideas es razonable concluir que, siendo lineales con el valor de nuestros instantes, siempre serían más valiosos aquellos de alguien que haya tenido más experiencia que los nuestros en cualquier cosa que estemos haciendo. Es decir, si alguien ya luchó en diez guerras y es un coronel condecorado, o un abogado ya tuvo veinte casos ganados sobre ese tema, por ejemplo, entonces los instantes o el tiempo de esa gente con más experiencia deben ser más valiosos hoy, que los instantes o el tiempo de alguien que no ha vivido eso. La regla general es que sí, así es. Pero para su servidor, la realidad es que esto es cada vez menos así. Lo explico.
Históricamente, las cosas se mantenían de cierta manera por un periodo razonable de tiempo. Es decir, una guerra o un caso jurídico, por ejemplo, se hacían del mismo modo por un tiempo prudente si habían demostrado ser eficaces. Si eras un general en las guerras de Napoleón, o las civiles de 1800,
todas iban a ser muy parecidas. Si tenías un caso de Derecho familiar en Jalisco, entre 1960-1970, la verdad es que el resto de los casos iban a ser muy parecidos porque no había tantas variables de cambio activas.
Si eras un cirujano de corazón en 1970-1975, la tecnología iba a ser prácticamente la misma en esos cinco años. Lo que empezaste haciendo en 1970 lo ibas a terminar haciendo casi igual en 1975 (quiero suponer). Para ese cirujano era casi un hecho que las cosas iban a fluir perfectamente durante ese periodo de tiempo. Otro ejemplo: eres un abogado en 2020 y seguramente a principio del año había una realidad jurídica para la teoría de caso fortuito y fuerza mayor en los tribunales, pero a finales del mismo año había otra realidad jurídica en los tribunales por la pandemia. Si en enero de 2020 eras gerente de marketing de Zoom, a lo mejor te corrieron o, en otro escenario, te hiciste VP de Operaciones de Zoom en el mundo, un puesto de millones de dólares pospandemia que seguramente no era tan valorado antes del COVID-19. Es decir, las variables de cambio se han vuelto exponenciales. Esto significa, básicamente, que la realidad anterior, en donde el tiempo del guerrero más experimentado iba a valer más que el del guerrero joven, ya no aplica igual. Las variables de hoy tienen un efecto que destruye las reglas de ayer. Hoy, el guerrero nuevo y joven, con tecnología, puede capacitarse para la guerra después de haber transitado por otras disciplinas, y ser un guerrero más eficiente y mejor ubicado que el más experimentado.
Hay muchas variables que antes no existían. El cambio se da todos los días, mientras que antes lo percibíamos cada dos o cinco años y mucho antes eran periodos más largos de tiempo. No digo que la experiencia no cuente: cuenta y mucho. Pero para los que hoy somos algo «experimentados», el tiempo que nos queda no va a ser tan «valioso» porque las variables dinámicas activas son menos de lo que serán en veinte años, seguramente. En cambio, para los que hoy son más jóvenes, el tiempo que se espera les llegue deberá ser más valioso cuando tengan, por ejemplo, cuarenta años, porque en su dinámica social diaria van a convivir constantemente con más variables activas de cambio por más tiempo y van a tener más oportunidades de proponer, generar ese cambio y entenderlo.
Es decir, la experiencia de Betito, que hoy tiene 45 años, tiene un valor de $1, pero para un nuevo Betito de 45 años en el año 2060, seguramente tendrá un valor de $10. Básicamente, «el valor de experiencia» de hoy va a ser menor que el «valor de experiencia» del futuro porque seguramente este será más complejo y difícil (con más variables) que el valor de la experiencia actual. Los espacios de tiempo y lugar son más dinámicos. Esto significa que el valor de las experiencias (es decir, del tiempo vivido) puede devaluarse con el paso del tiempo para los no tan jóvenes y eso presenta una complejidad importante para todo el mundo.
Esas herramientas hacen que la gente más joven tenga cada vez más probabilidades de arrebatar recursos y oportunidades a las generaciones más «sazonadas». Lo anterior pasaría salvo que las generaciones más grandes se adapten a este cambio y, con su experiencia (que las nuevas generaciones no tienen), encuentren una manera de ser eficientes para utilizar las nuevas herramientas que fomentan estos cambios más constantes. Es decir, la adaptabilidad al cambio será el indicador más importante de esas generaciones mayores respecto de las nuevas. La adaptabilidad al cambio no discrimina a nadie. Es para todos (aquí sí, no hay excepción).
¿Cómo cuidar el valor de la experiencia hoy pensando en el futuro?
MENSAJE FINAL
Primero: escribí esto porque sentí unas ganas enormes de dedicarme a un proyecto que al menos devuelva algo de suerte, paz, tranquilidad o seguridad a cualquier persona que lo lea. Estamos pasando por tiempos oscuros en donde unos pocos pueden terminar controlando la información que recibe el mundo. No tengan miedo, el instinto humano es algo increíble. La voluntad de vivir de nuestra especie es algo increíble. El sentido de comunidad que podemos llegar a tener como especie es algo increíble. Este libro es una idea de eso. De esas ganas de vivir, de salir adelante, de disfrutar momentos después de sufrir otros porque eso es un hecho. Así es. También lo escribí para pedir perdón en general, sin acordarme de algo en específico. Pedir perdón sirve porque muchas veces pudimos hacer las cosas mejor, con gente cercana o no tanto. Creo que es algo que nos da mucho release.
Escribí esto con una estructura particular porque quiero que sea un ejemplo muy sencillo y hasta divertido de la metodología, en este caso parecida a una monografía, que ejemplifica de manera cotidiana y sencilla (a) los antecedentes, (b) la naturaleza, (c) los elementos, (d) la premisa mayor, (e) la premisa menor y (f) la conclusión. Es un ejercicio sencillo para que cualquier cosa que hagamos sea más simple en nuestras cabezas. Nada más. Con el hecho de que ayude a darle un poco de paz o claridad a alguien en algo, cumple de sobra su objetivo.
LA VOLUNTAD DE VIVIR DE NUESTRA ESPECIE ES ALGO INCREÍBLE. EL SENTIDO DE COMUNIDAD
QUE PODEMOS LLEGAR A TENER COMO ESPECIE ES ALGO INCREÍBLE. ESTE LIBRO ES UNA IDEA DE ESO.
La metodología en general, particularmente en el ámbito jurídico, es algo que tendrá siempre un lugar especial en mi corazón. Una tradición de miles de años que hoy es el pan y la sal del mundo. Del punto de vista fundamentado y lógico. Esto es un pequeño tributo a eso.
Por último, hice esto para tratar de servir como un «puente de plata» (frase que tiene un lugar especial en mi corazón) entre las generaciones arriba y abajo de mí. Tratar de explicar desde la perspectiva de un hombre de 45 que, después de estos meses, la aptitud más importante para el ser humano es sin duda la adaptabilidad al cambio. Tomen riesgos cuando sientan ese impulso aunque tengan mucho miedo y sean diferentes. Porque con esa diferencia, nos hacemos ricos, todos, siempre. Esa diferencia es sinónimo de progreso a base de creatividad. No nos vamos a sentir mal por equivocarnos porque vamos a aprender mucho y el siguiente paso lo vamos a dar mejor. Al final, es todo lo que podemos hacer. Relax.
La adaptabilidad es esencial porque cada vez tendremos espacios más pequeños, cambios más repentinos, y con ella es como podremos salir adelante. Con una metodología para acercarse a la adaptabilidad como personas y como especie. Esta habilidad debe perseguir objetivos sólidos que generen bienestar, tranquilidad, certeza y seguridad. No deberían, para su felicidad, buscar followers en Instragram o juzgar a alguien porque hace las cosas de modo diferente. Aunque bueno, cada quien…
Segundo: nuestra vida se compone básicamente de tiempo y espacio. Estos dos conceptos establecen nuestra temporalidad y nuestro lugar de vivir. Algo tan sencillo como esto pasa desapercibido muchas veces en nuestros quehaceres diarios. Hay que valorarlo como si cada día y cada lugar que nos toque fuera excepcional, porque realmente lo es. Sobre todo en estas épocas.
El tiempo es y seguirá siendo más escaso para ti. Es decir, en el sentido estrictamente personal, cada día vas a tener menos. Es una regla que a veces tardamos en comprender pero que, una vez que llega, te tumba de golpe. Hacer conciencia de lo valioso del tiempo en nuestras vidas y del hecho de que cada día, sin excepción, se hace todavía más valioso porque tienes menos, es otro de los objetivos de este esfuerzo.
El espacio, entendido como un concepto general del lugar de tu vida, es otra cosa que quise tocar en estas páginas. Claramente, hasta hoy al menos, ya que no podemos vivir en Marte o en la Luna o con los aliens —que seguramente pronto descubriremos formalmente como especie, tema para otro libro—; nuestro espacio es la Tierra, pero yo me refiero más bien a nuestro espacio de acción, nuestro espacio de vida. ¿A dónde nos movemos y hacemos olas con los que nos rodean? Hoy hay mucha gente que piensa que por vivir en un lugar determinado su vida va a mejorar. Ese hecho no es suficiente. El lugar no hace a las personas: las personas hacen el lugar. En un mundo en donde la relación humana física ha bajado considerablemente por la pandemia, los os se han vuelto virtuales y las redes sociales han cobrado mayor importancia, el lugar no importa tanto. Lo que importa son las personas que están contigo y los objetivos que logras en ese lugar.
Tercero: a pesar de que nos resistamos, todos tenemos un método diario para lograr algo o al menos para hacer mejor nuestros días. Hacemos ejercicio, nos bañamos (aunque bueno, hay gente que si hace frío no se baña), trabajamos (estudias, tienes pareja o no, y trabajas en la calle haciendo lo que te gusta o lo que hay), comemos, dormimos y a veces
hacemos cosas que nos gustan para alivianar el daily grind de la vida.
Ese método normalmente es algo automático, hasta que de pronto empiezas a opinar de tu vida. Quiero esto y quiero aquello. Puede hacer esto y puedo hacer aquello. Muchas veces la inercia de la vida hace que las razones por las que llegamos a esas elecciones no tengan la profundidad requerida para generar bienestar real y por eso escribí el capítulo tercero. A veces nos vamos dejando llevar por lo que sigue, no por lo que realmente buscamos y queremos. Estas letras buscan subrayar eso, para que alguien al menos una vez se pregunte si realmente quiere estar haciendo o buscando «eso». Lograr que alguien se salga de esa dinámica automática de la vida es algo que sería excelente para estas letras.
Ya sea por tus valores, por tu moral o por tu religión, lo que decidas hacer en el día a día va a entenderse y adaptarse mejor si es consistente con los principios que tomes. Hay un principio interno en esos valores —la moral o la religión— que es brújula en el método diario. Steve Jobs, por ejemplo, cambió el mundo por ser un visionario con un objetivo superior que era conectar al mundo y poner un smartphone en la mano de cada persona del mundo. Su objetivo nunca fue volverse billonario. Eso más bien fue un efecto de la materialización de su principio creador.
Los valores, la moral y la religión tienen un proceso de creación diferente y cada quien es libre de escoger los que mejor le queden, sirvan y gusten. Son dinámicos los tres y, por naturaleza, falibles, aunque soy de la idea de que el valor y la moral tienen usualmente un proceso de creación con más historia y no implican lealtades a las interpretaciones de otras personas sobre conceptos constitutivos (como por ejemplo la religión). Existen en estas letras tres principios para hacer tu vida más simple. Claro que puede haber otras mil. La idea es que este ejercicio te sirva para ver cuáles te importan más y por qué. Sea la que sea, está bien.
Cuarto: estar alerta a los factores externos que hemos aludido, como el tiempo, el espacio y los valores, los detalles y la suerte, provoca que conforme avances en tus pasos encuentres un conocimiento mejorado sobre tu persona, tengas las cosas más claras y, al final, cada paso que tomes sea más seguro (aunque siempre habrá errores). Eso, junto con una metodología enfocada en lo que para ti tenga una valoración extraordinaria, en lo que haces con gusto y amor, va a hacer que sientas en la vida un balance que siempre tiende a desequilibrarse. Es parte de ese proceso, balancéate a la orilla que necesites, cuando lo necesites; esto es algo que va a durar toda tu vida. Ese balance, necesariamente, como parte de un proceso, pasará por espacios de «excesos», los cuales serán percibidos así por una medición de tiempo compacto; no importa, el camino es normalmente más largo.
Al final, una vida balanceada o una vida de excesos es algo que tiene que ser valorado desde una perspectiva integral, dinámica y, sobre todo, interna de esa persona. Además, a nadie le importa opinar de eso y si le importa, ¡wow! (get a job).
El refrán que dice: «árbol que nace torcido nunca su tronco endereza» está mal. Todos los árboles tienen un torcimiento, ninguno es derecho, igual que el ser humano. Los humanos son «torcidos» para que de esa manera encuentren la vida que los vio nacer, cuando no había torcimiento alguno. Entonces, cuando en ese torcimiento encontramos la vida, esta nos regresa plenitud.
Sin torcimiento no hay vida, y sin vida, no hay plenitud. Es increíble que esto sea lo contrario en el sistema de educación del mundo, desde hace cientos de años. Hay que verlo, empatizar con eso y vivir diferente.
Quinto: por último, la idea de trascender es mejor cuando está fundada en conceptos sólidos. Se logra desde que salimos a la calle y le sacamos una sonrisa al que viene al lado. Se trasciende dándole palabras de aliento a un
amigo en momentos difíciles, diciendo un «te quiero» o un «qué bonita te ves» o escuchando a gente que nos quiere contar algo. Solamente escuchar ayuda mucho a veces.
Nuestra vida cada vez se hace más rápida por el mundo tan conectado que tenemos y porque todos estamos creciendo y en ese crecimiento llega gente nueva, cosas nuevas que hacer o intenciones nuevas que concretar. Eso hace que nos quede menos tiempo en nuestro día y que, además, tal vez pensemos que ese poco tiempo es menos valioso (económicamente) que antes. El tiempo siempre es más valioso ahora que antes, por el simple hecho de que nos queda menos en cada instante. Eso es una realidad de la vida, así que entre más grandes de edad seamos, también debemos estar más conscientes de que nuestros recursos, para hacer una diferencia en nuestras vidas y en las de los demás, tienen ahora más valor.
El tiempo mejor dedicado es aquel en el que hacemos las cosas que queremos hacer porque nos gustan y además generamos un valor (de cualquier tipo). Todo esto, todo este libro, toda esta vibra que he tratado de transmitir aquí, es para ayudar a ver la vida más simple. Porque ver las cosas simples, en una vida como esta, es difícil y es, al final, lo que nos va a llevar a cuidarnos mejor como comunidad, como especie, y como planeta.
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© René Arce Lozano, 2021 © LID Editorial Mexicana 2021, de esta edición.
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Primera edición: julio de 2021
Carlos Ponce Bustos
Nació en Monterrey, Nuevo León, el 5 de diciembre de 1975. Abogado de profesión, ha trabajado en algunos de los despachos más prestigiados de México y Estados Unidos en el sector de financiamiento estructurado. Abogado por la Facultad Libre de Derecho de Monterrey (FLDM), tuvo el privilegio de ser parte de la última generación a la que el Dr. Arturo Salinas Martínez, fundador de la FLDM, le impartió clases como profesor titular. De él y otros grandes profesores de Derecho aprendió qué es la metodología jurídica. Siempre amante de los detalles, presenta estas letras como tributo al orden lógico y metodológico visto desde un ángulo personal en esta vida de mil direcciones.
«La metodología es para el argumento, lo que los ojos son para el alma».
René Arce Lozano