Validación emocional: ¿qué es y cómo practicarla? No te preocupes. No es para tanto. Estas exagerando. No te podés poner así por eso. No vale la pena estar triste.
Todos hemos recibido alguna vez comunicaciones similares a éstas. Entonces, apenas las escuchamos, corremos a abrir la cajita de herramientas para “cambiar lo que sentimos”, todos ilusionados, hasta que nos damos cuenta de que simplemente no podemos. La cajita resulta inútil, lo que sentimos es algo que no depende de nuestra voluntad. Por supuesto que una vez que una emoción se ha disparado, contamos con varios recursos para elegir cómo responder a ella, pero esa es otra historia. Las emociones tienen siempre un disparador –un evento que las precipita; que no podamos identificarlo desde afuera no significa que la emoción surgió “de la nada”. Todos los seres humanos estamos preparados para experimentar todas las emociones ya que son parte del desarrollo evolutivo de nuestra especie y cumplen una función. En este sentido no hay tal cosa como emociones “buenas” o “malas”, “correctas” o “incorrectas”. Demás está decir que la mayoría de las veces cuando alguien nos dice “no te preocupes, no es nada” está tratando de ayudar, de calmar, de aliviar. Sus intenciones son buenas pero probablemente provoque el efecto contrario: hacernos sentir equivocados y dejarnos solos. A esto le llamamos invalidar: comunicarle al otro que lo siente es incorrecto, que debería sentir distinto, que no es comprensible lo que le pasa. Básicamente, lo que está detrás de la comunicación invalidante es la NO aceptación de la experiencia emocional del otro. TODAS LAS EMOCIONES QUE EXPERIMENTE UNA PERSONA SON SIEMPRE VÁLIDAS Y TIENEN SENTIDO
Estrategias de validación emocional
1. Ofrece oportunidades para la expresión emocional: el terapeuta escucha, clarifica y valida las emociones sin juzgarlas, dándoles lugar. Esto implica lo contrario a intentar controlar las emociones del paciente –intentar calmar las emociones rápidamente envía el mensaje de que son algo que no tendría que estar ahí, algo de lo que hay que deshacerse, justamente lo contrario a lo que se intenta al validar. 2. Enseña habilidades de identificación y etiquetado de emociones: invita a observar con atención qué es lo que se está experimentando, a identificar los componentes de la emoción (disparadores, sensaciones corporales, impulsos de acción) y a poder nombrarlas. 3. Lee las emociones: para esto es necesario que el terapeuta conozca bien al paciente y esté familiarizado con su cultura y contexto. Leer las emociones implica que con pocos elementos –como el evento precipitante o cierta postura corporal- el terapeuta puede darse cuenta de cuál es la emoción que puede estar sintiendo el paciente y comunicárselo a modo de hipótesis. Esto es casi siempre validante ya que comunica que la respuesta emocional del paciente es normal y entendible. 4. Comunica la validez de la emoción: el terapeuta comunica que esa experiencia emocional es comprensible. Existen dos tipos de comprensión que puede comunicar. La primera es comunicar que la mayoría de las personas responderían a la situación disparadora de la emoción de la misma manera. La segunda es comunicar que la emoción es comprensible dadas sus experiencias pasadas de aprendizaje –incluso cuando otros hubieran reaccionado diferente, es entendible dentro de ese contexto.
Validación en la vida cotidiana Podemos definir entonces a la validación como una práctica de aceptación profunda de las emociones del otro sin juzgar, sin aconsejar, sin intentar cambiar nada en ese momento. Cuando validamos, corroboramos la importancia de lo que siente la otra persona y lo tomamos como algo legítimo. En definitiva: comunicamos que nos importa su experiencia.
No tenemos que estar de acuerdo para validar, ni pensar que nosotros reaccionaríamos igual. Tampoco es necesario que nos parezca lógica la respuesta emocional. Si asumimos que todas las respuestas emocionales son producto de una historia de aprendizaje y un contexto particular, podremos entender que son siempre válidas, aunque no comprendamos del todo esa respuesta particular.
Tenemos muy buenas razones para practicar validación con las personas que tenemos a nuestro alrededor. La validación construye confianza y aumenta la intimidad en los vínculos, disminuye la sensación de aislamiento y alienta a que el otro experimente y acepte sus emociones.
La práctica de la validación suele generar también un aumento de la capacidad para la autovalidación emocional. Respetamos las emociones de los otros y también las propias, aceptándolas como parte de la experiencia de ser humanos.
¿Cómo la practicamos? 1) Prestando atención, escuchando al otro, mirándolo a los ojos: escuchar lo que dice atentamente, observar sus gestos, su tono de voz, su postura corporal; estar atento a lo que el otro expresa sin pensar en la respuesta que darás. 2) Aceptando con mente abierta la experiencia emocional del otro: cualquiera que sea la emoción que está sintiendo, es su emoción, y puede incluso ser dolorosa pero eso es parte de la condición humana. Es importante hacer lugar a todas las emociones, todas tienen un sentido. CUANDO VALIDAMOS, CORROBORAMOS LA IMPORTANCIA DE LO QUE SIENTE LA OTRA PERSONA Y LO TOMAMOS COMO ALGO LEGÍTIMO 3) Identificar las emociones del otro y dar una respuesta empática sin aconsejar: aconsejar implica que algo de la situación debe cambiar, muestra que nos cuesta tolerar la presencia de la experiencia emocional. Si la otra persona no ha pedido consejo, darlo puede resultar
invalidante ya que puede dejar ver que consideramos que el otro no sabe cómo resolver sus problemas. 4) Ofrecer compañía: ofrecele permanecer a su lado durante la experiencia emocional; si no estás seguro de que eso es lo que el otro desea podés preguntar si desea estar solo, si quiere hablar sobre eso o si hay algo puntual que puedas hacer en ese momento. Es importante no emitir juicios ni valoraciones en esos momentos y estar dispuesto a dar no lo que uno cree que es mejor sino lo que es mejor desde la perspectiva del otro. Una de las razones por las que nos cuesta tanto validar las emociones del otro es la ansiedad que sentimos por ayudarlo a sentirse mejor –y, de paso, sentirnos mejor nosotros. Nos cuesta hacer lugar a las emociones, en especial cuando son dolorosas o displacenteras. Nos duele que al otro le duela, que esté triste, que esté enojado y nos cuesta tolerar estar ahí para simplemente acompañar. Pero el riesgo de querer ahogar rápido esas emociones es alto: podríamos enseñar sin quererlo que las emociones dolorosas no deberían estar ahí, cuando en realidad son parte ineludible de la vida; podríamos estar comunicando que el otro no sabe cómo llevar una vida sin dolor, lo cual es en realidad una meta inalcanzable. Para finalizar: no hay experiencias emocionales “positivas” sin las “negativas”. Quien no está dispuesto a sentir y aceptar el dolor poco a poco va perdiendo la capacidad para experimentar felicidad y alegría (Luciano Soriano & Salas, 2006). En este sentido, uno de los mejores regalos que podemos ofrecer es dar lugar a las emociones del otro –y a las propias-, las que fueren, porque todas contienen algo de verdad y de sentido y merecen ser experimentadas completamente. Las personas pueden tener respuestas emocionales fuertes a eventos que parecen menores para observadores externos a la situación. Como resultado, las personas que sienten emociones que los demás no comprenden, experimentan una invalidación emocional puesto que otros reaccionan a sus emocionales como si éstas no fuesen válidas o razonables. Es necesario que para que las personas se sientan más unidas a otras, se validen las emociones que sienten. La invalidación emocional, además de alejar a las personas también puede crear sentimientos de resentimiento.
La validación emocional La validación emocional es el proceso de aprender, comprender y expresar la aceptación de la experiencia emocional de otra persona. La validación emocional se distingue de la invalidación emocional, en la cual las experiencias emocionales de otra persona son rechazadas, ignoradas o juzgadas. Una de las claves para aprender a validar las emociones de otros es darse cuenta de que validar una emoción no significa que se esté de acuerdo con la otra persona, o que piense que su respuesta emocional está justificada. Más bien, les comunicas que entiendes lo que están sintiendo, sin tratar de disuadirlos o avergonzarlos por el sentimiento. ¿Cómo se valida una emoción? Primero, identificar y reconocer la emoción Cuando validas una respuesta emocional, el primer paso es reconocer la emoción que la otra persona está sintiendo. Esto puede ser difícil si la otra persona no ha comunicado claramente sus sentimientos, por lo que es posible que tengas que preguntarle qué siente, o adivinar y luego preguntarles si tienes razón. Imagina que tu pareja está enfadada contigo. Llegas a casa y se comporta con enfado pero no te dice lo que le pasa ni tampoco sabes tú cuál es el motivo de ese sentimiento. Si tu pareja ya te ha dicho que está enfadada puedes reconocerle que entiendes que está enfadado... pero si no lo ha comunicado, podrías decirle algo como: 'Parece que estás enfadado, ¿qué es lo que está pasando para que te sientas así?'. Segundo, reconoce la fuente de la emoción El siguiente paso es identificar la situación o la señal que desencadenó la emoción. Tendrás que preguntarle a la persona directamente qué es lo que le está causando esa respuesta emocional. Por ejemplo, puedes preguntarle algo como: '¿Qué es lo que te hace sentir así?' Tercero, valida la emoción Siguiendo con el ejemplo de la pareja enfadada (pero que esto puede ocurrirte con cualquier ser querido), puede que te diga qué es lo que le ha hecho estar enfadada, como por ejemplo que. Hayas llegado 15 minutos tarde a casa del trabajo y que no hayas avisado antes. Quizá para ti es muy injustificado que se enfade por algo así, pero aún y así, puedes validar sus sentimientos aunque no estés de acuerdo con sus emociones. Puedes decirle que aceptas cómo se siente de esta manera: 'Sé que te sientes enfadado/a porque llegué a casa con retraso, no era mi intención molestarte, había tráfico y no he podido avisarte'. En este caso, no necesitarías disculparte por tu comportamiento porque no has hecho nada malo. Pero al reconocer los sentimientos de la otra persona, es posible que la situación tensa disminuya considerablemente. Validar no es renunciar Validar las emociones de alguien no significa que te resignes a que te traten mal. Si tu ser querido se está comportando de manera inapropiada o agresiva, debes retirarte de la situación lo antes posible. Diles que deseas hablar con él/ella de la situación pero que no lo harás así, debéis estar calmados. Validar la emoción no significa que ésta se vaya o desaparezca. No es tu trabajo hacer que la emoción de otro desaparezca, puedes reconocer y validar las emociones para que la otra
persona se sienta comprendida y respetada, pero será la otra persona quien deba regular sus propias emociones. Validación emocional: 6 consejos básicos para mejorarla La validación emocional es un proceso de aprendizaje, entendimiento y expresión de la aceptación de la experiencia emocional de otro individuo o de uno mismo (autovalidación emocional). Lo contrario de la validación emocional es la “invalidación emocional”, que se refiere al rechazo, la ignorancia o el juicio de la experiencia emocional de otra persona. La validación emoción mejora las relaciones interpersonales ya que la otra persona se siente comprendida, reconocida, y favorece el aumento de la verbalización de lo que el otro piensa y siente, pues éste se siente escuchado. Esto provoca un incremento de la confianza entre los dos y establece la base para crear una buena relación.
Aceptación, empatía y expresión de la validación emocional La aceptación es una opción que se nos presenta a la hora de resolver conflictos, sobre todo en las relaciones interpersonales. Como parte de ésta, la validación emocional es una forma de comunicar la aceptación hacia los demás (o hacia nosotros mismos), pero no significa que estemos de acuerdo o que compartamos los pensamientos de la otra persona. Validar es aceptar y dar por válido aquello que otra persona está sintiendo tanto si estamos de acuerdo o no con su punto de vista o sus sentimientos. Por tanto, la validación emocional es empatía y aceptación hacia otro individuo. Por otro lado, pese a que es habitual juzgar o criticar lo que otras personas piensan si no estamos de acuerdo con ellos, en muchas ocasiones no mostramos que estamos en desacuerdo. Esto no es validación emocional, ya la validación emocional ofrece oportunidades para la expresión emocional. La validación no es solamente aceptar las emociones, sino que esta aceptación se debe comunicar a la otra persona.
Consejos para mejorar la validación emocional Aprender a validar las emociones de manera correcta puede requerir práctica. Validar una emoción consiste en hacer explícita la emoción que creemos que tiene la persona (por ejemplo, ¿esto te hace sentir…?) e implica que la otra persona se sienta entendida, valorada y aceptada. A continuación te presentamos algunos consejos para mejorar la validación emocional.
1. Estar presente Existen muchas maneras de estar presente, pero en mundo en que vivimos no siempre lo estamos. Estar en atención plena (o conciencia plena) es el primer paso para la validación emocional. Algunas estrategias para conseguirlo son: coger de la mano a la persona que nos habla y atender a lo que dice, o emplear la escucha activa. El entrenamiento Mindfulnesspuede ser útil para aprender a estar en el momento presente.
2. Escuchar y reflexionar La reflexión objetiva se refiere a realizar un resumen objetivo de lo que la otra persona te ha dicho. Pero no cualquier resumen es válido, sino que tras la escucha activa (prestando atención a sus reacciones y emociones), la reflexión te permite aprender y entender de manera más profunda al ver las situaciones desde diferentes lentes. Las preguntas desafiantes incluso te ayudarán cuestionarte tus propias creencias sobre el mundo. Pero para realizar una reflexión objetiva, es necesario tener conocimiento sobre Inteligencia Emocional, ya que puede ayudarte a entender, etiquetar y regular las emociones, y a separar estas últimas de los pensamientos y de las imposiciones culturales.
3. Entender la reacción de otras personas En muchas ocasiones nos dejamos llevar por la intensidad de las emociones y no nos paramos a pensar en la causa en la reacción de otras personas. Es básico entender lo que el otro puede estar sintiendo o pensando. La habilidad de cada individuo respecto a la inteligencia emocional es diferente, pero ésta se puede aprender. Pese a que no podemos leer la mente, podemos intentar averiguar que ha llevado a la otra persona a actuar de esa manera. Para entender la reacción de otra persona puedes animarle a hablar por medio de preguntas cuidadosamente seleccionadas, y expresiones que le permitan saber que entiendes cómo se siente y que estás dispuesto a escucharlo hablar de ello. Por ejemplo, “creo que te has sentido ofendido por el comentario que acabo de hacer”.
4. Entender la situación Es importante tener conocimiento sobre la cultura y el contexto del otro. Por tanto, leer las emociones implica que con pocos elementos se puede formular una hipótesis sobre su reacción emocional. Esta hipótesis debe ser comunicada a la otra persona para que pueda expresarnos si estamos en lo cierto. Por ejemplo, con una persona que ha sido mordida por un perro, podríamos decir “debido a lo que te pasó con un perro hace unos años, entiendo que no quieras que mi perro se acerque a ti”.
5. Normalizar las emociones Entender las reacciones emocionales como algo normal ayuda a todo el mundo. Para una persona emocionalmente sensible saber que la mayoría de las personas se pueden sentir igual en la misma situación es beneficioso. Por ejemplo, “entiendo que puedas estar ansioso o nervioso. Hablar cara al público puede ser una situación difícil la primera vez”.
6. Tener una mente abierta a la experiencia emocional del otro La aceptación y la mente abierta hacia la experiencia emocional del otro va a ser positiva para cualquier relación interpersonal. Independientemente de la emoción que la otra persona esté sintiendo, es su emoción y hay que respetarla. Es importante hacer lugar a todas las emociones, ya todas tienen un sentido. ¿ C ÓM O C ONTENER EMOC ION A LME NTE A M I H IJ O?
Cuántas veces sentiste vergüenza porque tu hijo o tu hija empezó a llorar sin control en plena reunión familiar, en el supermercado, en la calle o frente a tus amigos, y a cambio recibiste muchas miradas acusadoras apuntando hacia ti, haciéndote creer que estabas fallando como mamá o papá? ¿Cuántas veces tus palabras no fueron suficientes para brindarle el soporte emocional que tu hijo necesitaba en ese momento, por lo que te dieron ganas -si acaso no lo hiciste- de gritarle y/o golpearlo para frenar de una vez por todas esa situación tan abrumadora? Ahora, piensa lo siguiente: Si para nosotros los adultos, muchas veces nos cuesta gestionar nuestras propias emociones positivamente, ¿imaginas lo difícil que podría significar para un niño, que apenas tiene unos cuantos años de vida, expresar sus emociones de manera asertiva? A continuación, comparto algunos pasos para lograr una contención de manera respetuosa, la misma que puedes poner en práctica dentro como fuera de casa: 1. Acércate y valida sus emociones: Para comprender el motivo por el cual empezó a expresarse -a través del llanto, el grito, los golpes, etc- es importante que primero le hagas saber a tu hijo que es válido lo que está sintiendo y que lo comprendes. Una forma de hacerlo es haciendo o visual -agáchate hasta su altura- para decirle algo como: “Sé que te ha enojado que _______” / “Sé que estás triste por_____”. Esta primera etapa ayuda a los niños a comprender, de manera tácita, que expresar las emociones es un proceso natural. Por el contrario, si cada vez que un niño llora se le pide que deje de hacerlo -sin una validación ni contención previaaprenderá y creerá que lo mejor será reprimir lo que siente.
2. Agradece las buenas intenciones de los espectadores: Es normal y común que, mientras tu hijo empiece a desbordarse en llanto, algunas personas se acerquen para preguntarle “¿Uy, qué te pasó? ¿Por qué estás llorando?” “Ya no estés así, ya pasará”, palabras que lejos de calmarlo, muchas veces provoca que las emociones de tu hijo vayan en aumento y tú empieces a sentir frustración porque nada parece funcionar, mientras tu paciencia se va agotando por completo. En ese momento, piensa que aquellos que se acercaron, en su buena intención, sólo desean saber qué sucede para poder ayudar a tu hijo a calmarse, aunque en ese momento sientas que hacen todo lo contrario. Agradece y continúa tu labor de contención.
3. Busca un lugar adecuado: ¿Ya te pasó que cuando estás molesto por algo, muchas veces quieres estar a solas y que nadie te hable? Pues, eso es exactamente lo que le sucede a muchos niños. Entonces, si notas que el lugar y/o la presencia de muchas personas no favorecen el proceso de contención, busca otro espacio que se ajuste a la situación. Para ello, coméntale que lo llevarás a otro ambiente para que tengan mayor privacidad. Es probable que acepte, pero si prefiere quedarse ahí, pese a los comentarios de otras personas, entonces quédense ahí y continúa el proceso. Aquí, es importante que tu hijo tenga claro que llevarlo a otro lugar no es sinónimo de castigo, sino de encontrar el lugar idóneo para expresar sus emociones.
4. Acompáñalo durante el proceso: Darle contención emocional a tus hijos implica sostener sus emociones a través del acompañamiento. Hay muchas maneras de hacerlo, desde abrazarlo hasta darle tiempo suficiente para estar en calma. Elegir el método adecuado, dependerá de la situación, de la emoción expresada y de la edad del niño. Por ejemplo, darle un abrazo a un niño que siente tristeza, puede ser un acto reparador, pero tal vez resulte una mala idea cuando se muestre con enojo o rabia, donde su preferencia sea que nadie lo toque. Ninguna opción es mejor que la otra, pero sea cual sea la decisión que tomen, hazle saber que estarás a su lado -o cercapara que puedan conversar cuando lo necesite: “Entiendo que no quieres conversar con nadie sobre lo que ha sucedido, pero si más tarde deseas hacerlo, yo estaré aquí”
5. Diseñen juntos un plan de acción con acuerdos: Cuando la tormenta haya terminado, encuentra un momento para conversar con tu hijo sobre lo sucedido y sobre cómo se sintieron ambos al respecto: “¿Te parece si conversamos sobre lo que pasó hoy en la tarde, en casa de la abuela? “ / “Hoy en la tarde, cuando te enfadaste no quisiste hablarme y te entiendo, pero ahora que ya pasó todo, te gustaría contarme qué fue lo que te molestó tanto?”. Luego, comiencen a crear un plan de
acción para situaciones similares, donde ambos planteen alternativas de solución, llegando a acuerdos por consenso. Pueden hacerlo al final del día o al día siguiente, si fuera necesario, pero por ningún motivo intentes realizar esta etapa cuando sus emociones estén en plena efervescencia, pues será agotador, invasivo y poco respetuoso, tanto para ti como para tu hijo. “Qué tal si apuntamos en esta hoja todo lo que podemos hacer cuando otro día nos suceda algo parecido?” El proceso de contención podría culminar aquí con esta última etapa. Sin embargo, quiero remarcar dos pasos adicionales que podrían ayudarte en situaciones donde consideres que nada parece funcionar como lo esperabas: 6. Date permiso para sentir y pedir ayuda cuando lo necesites: Uno de los pilares de practicar disciplina positiva es el respeto mutuo. En ese sentido, es importante validar no solo las emociones de tu hijo, sino también las tuyas. Por ello si, pese a tener la intención de contener a tu hijo, no estás preparada para hacerlo -porque, por ejemplo, sientes que tus impulsos serán los que gobernarán la situación- entonces retírate amablemente y solicita a otra persona que te ayude a hacerlo, así evitas utilizar métodos punitivos: “Siento mucho lo que sucedió, pero yo también estoy muy enfadada así que, por respeto a ti y a mi, iré a mi cuarto un par de minutos, mientras tanto estarás con papá hasta que yo regrese”. Si en ese momento, no hay alguien que pueda apoyarte en el proceso, puedes hacerle saber a tu hijo cómo te sientes, de esa manera él también aprenderá a ser una persona empática y respetuosa: “Siento mucho lo que sucedió con tu lápiz, pero no me siento lista para manejar esta situación. Necesito un par de minutos a solas para calmarme y cuando me sienta mejor, volveré para conversar si lo necesitas” *Esta etapa puede estar incluida en el plan de acciones, previo acuerdo mutuo: “Golpear al otro, será una opción que no vamos a considerar cuando ambos estemos enfadados, así que apenas tengamos ganas de hacerlo, podemos respirar o irnos a nuestro lugar favorito hasta calmarnos. Te parece?” 7. Sigue creyendo en ti: Aún cuando sientas culpa o rabia porque algunos días no sepas cómo gestionar las emociones de tu hijo -ni los tuyos- y creas que la mejor manera son los castigos y los golpes, recuerda que la crianza respetuosa requiere de constancia, de paciencia, de repetir una y otra vez con firmeza y amabilidad al mismo tiempo. Cuando creas que es momento de tirar la toalla, piensa que los grandes resultados los tendrás a largo plazo, a través de un niño que se convertirá en un adulto que aprenderá -con el tiempo y con tu ejemplo- a desarrollar diversas habilidades de vida. Cree en ti y en la gran labor que realizas día a día como mamá o papá