LA FAMILIA DEL SIGLO XVIII ANAMARIA: La familia y el amor en tiempo de guerra: Esta institución vertebral de la sociedad colonial no pasó incólume el proceso de Independencia. En las últimas décadas del siglo XVIII había empezado a transformarse por influencia de la filosofía de la Ilustración europea. La familia, en efecto, tenía una fuerte tradición autoritaria, surgida de un antiguo legado religioso, en el que se entregaba la potestad al padre, y la esposa y los hijos le debían lealtad y respeto. Por ello, con demasiada frecuencia, entre sus se presentaban casos de una violencia trágica y lamentada. No obstante, la familia era un grupo que brindaba solidaridad y apoyo a sus . Tanto entre los peninsulares, los criollos, los mestizos, los esclavos y los indígenas, la familia, fuera legítima o ilegítima, comprendía el vínculo más fuerte para quienes la conformaban. Con el advenimiento de la guerra y las divisiones políticas, las familias se vieron fuertemente afectadas. Inicialmente fueron las discusiones de comedor a favor del bando patriota o el peninsular, pero después fue la partida de los hombres a la guerra. La muerte, la pobreza y el desarraigo impactaron en las familias de la época de una manera que hasta ahora no habíamos tomado en cuenta. Muchas viudas con sus hijos volvieron a casa de sus padres o se alojaron en casa de una hermana. Lo que de alguna manera resulta paradójico es que las penurias y la guerra parecerían haber forjado un tipo de sensibilidad familiar nueva o, al menos, más emotiva. Las cartas entre los esposos, en ocasiones, desde los campos de batalla o las cárceles, introdujeron un lenguaje sentimental y se permitieron confesiones desconocidas. En las guerras, la dureza del corazón de los hombres en armas parece sensibilizarse hacia los más queridos. O es cuando más se los extraña y se valora su afecto. En las guerras de Independencia, las cartas escritas desde los campos de batalla, o también desde las cárceles, fueron el medio favorito para expresar esos sentimientos. Al respecto, son conocidas las cartas de Simón Bolívar a su amante Manuelita Sáenz y las de Antonio Nariño a su esposa Magdalena Ortega. Pero muy poco conocemos de los mensajes escritos por soldados a sus esposas y compañeras. Por fortuna, hace unos años, el historiador Hermes Tovar descubrió en el Archivo General de la Nación las que el soldado José Manuel Cárdenas escribiera a su mujer, María Celestina Rubio.
CRISTIAN. Las relaciones entre los cónyuges: Algo que llama la atención de la vida familiar colonial era la ausencia casi total de amor entre los cónyuges. O en todo caso, lo que llamaban “amor” en aquella época era algo muy distinto a lo que nosotros entendemos por tal. Entonces se trataba de un sentimiento casi religioso, distante. La deferencia, el respeto y la obediencia eran los principios que regían la relación entre una mujer y su marido. Ausencia de diálogo y preocupación por el otro hacían del matrimonio una institución débil y precaria. Tal hecho empezó a ser cuestionado. No fueron pocos los educadores y religiosos que buscaron cambiar esta circunstancia. En ocasiones, traduciendo literatura europea que era leída en grupo en las tertulias literarias de la capital. Como es el caso de “Del amor en el matrimonio”, texto traducido por Joaquín Acosta para uso de María Josefa Valencia de Acevedo.
JOHN. Las relaciones entre los padres y los hijos: Los cambios en las relaciones entre los padres y los hijos han conformado un proceso de muy larga duración. Al finalizar el siglo XVIII se distinguían por la fuerte presencia del padre y los derechos restringidos de los hijos. La patria potestad facultaba al padre para modelar su comportamiento y decidir su destino. También es cierto que le imponía la obligación de velar por su familia. Un campo en el que solían ocurrir fuertes enfrentamientos entre los padres y los hijos era por la elección de pareja. Hasta los 25 años estaban sujetos al padre y debían contar con su aprobación para contraer matrimonio. Sin embargo, tal parece que en los años previos a la Independencia hubiera surgido una preocupación nueva entre los padres. La educación, como algo indispensable para la formación personal y para sobrellevar una familia, se evidencia en cartas como la “Epístola de un padre de familia a su hijo, aconsejándole no casarse sin terminar su carrera de abogado”.