Rituales y tradiciones del pueblo nórdico más misterioso LA MAGIA ENTRE LOS VIKINGOS Manuel Velasco Muchas de las costumbres de los vikingos estaban marcadas por lo sobrenatural, l a magia y las creencias en toda clase de espíritus y criaturas espectrales. Si bie n no disponían de una cultura escrita convencional, su alfabeto rúnico, un verdadero manual de conjuros con fines fundamentalmente adivinatorios, nos proporciona un a información muy valiosa sobre su peculiar organización social, tradiciones y cosmo visión. Las sagas islandesas, que nos muestran el tipo de vida cotidiana de los vikingos , están llenas de elementos que hoy en día calificaríamos como mágicos o sobrenaturales, pero que estaban perfectamente integrados en las costumbres de aquellas gentes, incluso siglos después de su conversión al Cristianismo. Básicamente, y en función de q ue fuese realizada por mujeres o por hombres, podemos dividir la magia vikinga e n el seidr una especie de chamanismo femenino y las runas, práctica eminentemente ma sculina. A las mujeres nórdicas se las consideraba sacerdotisas de su hogar y algunos eleme ntos del interior de las viviendas, como el telar, estaban asociados con la buen a suerte de las familias. Tenían rituales y conjuros para casi todas las actividad es cotidianas, como, por ejemplo, cuando, en el séptimo mes de embarazo, se pincha ban un dedo con una aguja y dibujaban con la sangre ciertos símbolos sobre un troz o de lino, que guardaban hasta el día del nacimiento de su hijo. Podríamos definir el seidr como una forma de chamanismo femenino. Su oficiante, de nominada seidkona, se acompañaba de un canto o vardlokur para entrar en trance y d esarrollar así facultades para la sanación física, mental y espiritual, la profecía, la canalización de los dioses y diosas a través de otra persona y el control climático. A unque también tenía su vertiente maléfica: podían provocar enfermedades, tormentas e inc luso la muerte. Estas mujeres adoraban a Freya, diosa del amor y de la fecundida d, cuyo número propicio era el trece y su día el viernes. Por ello, cuando coincidían ambos, lo celebraban en su honor con danzas alrededor de una hoguera, que perdur aron en zonas rurales nórdicas hasta el siglo XVIII para luego dar lugar a la supe rstición del viernes 13. También había curanderas que utilizaban las fuerzas o los espíritus de la naturaleza p ara ayudar a recuperar o mantener la salud de la gente. Estas mujeres, denominad as las «Hijas del Cuervo», estaban bajo la advocación de Eir, diosa de la medicina. So lían vivir solas en el campo, dedicadas a curar a los habitantes de los contornos mediante hierbas que ellas mismas recolectaban. Con la llegada del Cristianismo se las tildó de brujas adora-doras del demonio y fueron perseguidas. ORÁCULO MILENARIO Entre los pueblos nórdicos, el uso de las runas con fines mágicos fue una práctica muy restringida. De hecho, etimológicamente, la palabra runa significa susurro, secre to. Aunque en un sentido amplio podrían considerarse runas todos los símbolos plasmados por las culturas antiguas, este peculiar lenguaje, organizado como alfabeto o fu thark, nos remite a tres sistemas básicos: el germánico original de 24 runas , el anglo sajón de 33 y el nórdico de 16 . En el siglo pasado, el ocultista alemán pre-nazi Guido von List descubrió un nuevo f uthark de 18 runas (denominado armanen), basado en una visión que tuvo del runatal o conjuros de Odín. Este alfabeto fue utilizado por la sección esotérica del movimien to nazi, que covirtió en totalitarista un sistema nada dogmático y, de paso, consigu ió que muchos identificaran a los vikingos como antecedente de los nazis. Sin emba rgo, este pueblo nórdico, dedicado fundamentalmente al comercio, era abierto y tol erante y no tuvo problema alguno en mezclarse con los nativos de los lugares en los que desembarcaron sus naves, creando comunidades mixtas en Irlanda, Inglater ra, Normandía y en los territorios eslavos. En el runatal se mencionan algunos conjuros rúnicos que actúan en los momentos de en
fermedad y tristeza, facilitando la curación. También servían para embotar el filo de las espadas enemigas, romper las ataduras de pies y manos, desviar una lanza de su trayectoria mortal y calmar el viento y las olas, así como para usos nigromántico s, conseguir poder y sabiduría y como magia sexual para seducir o conservar a un a mante. A los practicantes profesionales de este oráculo milenario, que recibían el nombre d e vikti, acudía la gente para solicitar consultas adivinatorias, la fabricación de u n amuleto o hacer y deshacer hechizos. También grababan símbolos rúnicos en las espada s de lo guerreros. Estos signos, que generalmente representaban a Tyr, dios de l as batallas, iban acompañados de la recitación de un conjuro que aumentaba la eficac ia del arma en el combate. A la hora de realizar estas invocaciones, los vikti o bedecían las instrucciones del runatal, una especie de manual de fórmulas mágicas de O dín, que indicaba cómo grabar, leer, colorear, probar, pedir, sacrificar, enviar y d estruir. Ésta era la secuencia exacta que debía seguirse, incluido el canto (galdra) propio de cada runa y la visualización de la misma, al objeto de hacer vibrar la consciencia del vikti con la esencia del material en que se grabaran dichas runa s. Para colorear utilizaban su propia sangre o, en determinados ritos, sangre me nstrual. Después, tras realizar una petición concreta en la forma adecuada, ofrecían a lgún elemento votivo o alimenticio que propiciara la obtención de aquello que se sol icitaba. Muchas de las sagas escandinavas contienen ejemplos de estas prácticas mágicas. En l a de Egill Skallagrimsson, el protagonista, versado en el arte de las runas además de buen guerrero y poeta, es capaz de anular venenos, curar a la gente o deshac er un conjuro realizado por un aficionado ignorante. Aunque su acto rúnico más impor tante fue el de erigir un poste de agravio contra el rey de Noruega. Para este p roceso, tomó una rama de avellano y fue hasta un promontorio rocoso que había en la costa; cogió después la cabeza de un caballo y la aseguró encima del palo. A continuac ión invocó el siguiente conjuro: «Planto aquí este poste de agravio y dirijo el insulto contra el rey Erik, la reina Gunnhild y los landvaettir (espíritus protectores del país) que habitan estas tierras, para que todos ellos vaguen perdidos hasta que, finalmente, sean expulsados». CRIATURAS ESPECTRALES En esta misma saga se habla de las costumbres que seguían los vikingos a la hora d e enterrar a sus muertos. La primera parte del ritual consistía en cortarles las uña s y el cabello. A continuación practicaban un agujero en una pared de la casa del fallecido, a través del cual extraían su cadáver. Una vez realizada esta operación, volvían a tapiar el orificio, ya que, según sus cree ncias, el fantasma de un difunto sólo podía regresar a su hogar por el mismo lugar a través del cual había salido. Sin embargo, si pese a dichas precauciones el espíritu del difunto lograba introducirse en su antigua vivienda y perturbar así la paz fam iliar, los vikingos disponían de otro ritual que tiene mucho que ver con la parafe rnalia antivampírica. Al parecer, una vez desenterrado el cadáver, se le cortaba la cabeza con una de las armas que el finado portase en vida y, en ciertas ocasione s, se le clavaba una estaca de madera en el pecho. Tras esto, era preciso quemar el cuerpo y esparcir sus cenizas en el mar. Las tradiciones vikingas distinguen varios tipos de fantasmas. Se cita, por ejem plo, a los haugbui, que merodeaban en los alrededores de sus tumbas y atacaban a quienes se acercaban a sus dominios. Los draugr, en cambio, vagaban libremente y eran extraordinariamente fuertes, ya que, según se menciona en la saga de Eyrbyg gja, podían quebrar con su aliento cada hueso de un hombre. Los genganger, por su parte, eran aquellos espíritus que sólo se manifestaban para hacer llegar a sus fami lias algún mensaje importante, en tanto que los gast permanecían ocultos en los bosq ues o agazapados junto a los caminos. Especial relevancia cobra en las tradiciones vikingas la figura de las maras, es pectros femeninos que, al caer la noche, alteraban el sueño de los mortales, provo cándoles pesadillas. Precisamente, de dicha etimología maras derivan las palabras ingl esa nightmare y sa cauche-mar, ambas con el significado de pesadilla. Otros espectros característicos eran los utburdir, espíritus de bebés abandonados que regresaban para atormentar a sus padres, y los voga, criaturas creadas por un ma
go negro a partir del hueso de un difunto. Una vez formadas, los hechiceros podían utilizarlas para que perpetrasen cualquier maldad. Las personas atacadas sólo podía n librarse si invocaban el nombre de la persona de cuyo hueso se originó el espect ro. Existe un relato islandés en el que se describe la técnica usada por los nigromantes de los tiempos cristianos para levantar un cadáver de su tumba. Todo debía hacerse en una noche de viernes o sábado, mejor si coincidía con los días 18 y 19 ó 28 y 29. El día anterior, al oscurecer, el mago escribía el Padrenuestro al revés con su propia sa ngre, además de plasmar ciertas runas en una vara. Una vez en el cementerio, coloc aba la rama sobre la tumba, dándole vueltas a derecha e izquierda mientras leía la o ración cristiana en sentido inverso. Para finalizar, recitaba unas fórmulas mágicas, q ue, según el relato, «muy pocos conocían». Todo esto impulsaba al cadáver a abandonar la t umba. Cuando el nigromante, con mucho esfuerzo, conseguía que estuviese con medio cuerpo fuera, le debía hacer dos preguntas. Y el relato hace hincapié en que no fues en tres, ya que nada debía recordarle a la Santísima Trinidad. Las preguntas servían para saber quién era y a qué edad murió. Esto último era importante, debido a la dificultad que llevaba manipular a los ancianos. En caso de que no le conviniese, el nigromante aún podía devolverlo al mundo de los muertos. Si contin uaba con el ritual y conseguía dominar al espectro, podía confiarle una misión, pero s iempre teniendo en cuenta que, después de la misma, o bien le encargaba otra o bie n le devolvía a su tumba, ya que de lo contrario el fantasma se volvería contra él y s us descendientes durante nueve generaciones. Claro que no todos los espectros vikingos poseían connotaciones negativas. Los álfar , por ejemplo, eran los espíritus ancestrales de una tribu o clan cuya alma o part e de ésta permanecía en los túmulos o en algún lugar de la tierra familiar. Se les rendía tributo especialmente en las fiestas que conmemoraban la llegada del invierno, c omo un antecedente de nuestra celebración del día de difuntos. Otras deidades benefactoras, en este caso femeninas, eran las disir, una especie de madres ancestrales cuyo cometido era proteger a todos los de la tri bu. Pero no podemos hablar de magia vikinga sin referirnos a Odín, dios cuyas extraord inarias facultades entroncan con el chamanismo. En la saga Ynglinga se cita que podía abandonar su cuerpo a voluntad y transformarse en animal, o viajar instantánea mente a tierras lejanas a lomos de su caballo Sleipnir o de Yggdrasil, el «fresno del mundo». Mediante sus invocaciones conjuros rúnicos era capaz de apagar el fuego, c almar el mar o cambiar la dirección del viento. También dominaba el seidr, a través de l cual conocía anticipadamente el destino de los hombres y los sucesos que aún no se habían producido. Podía provocar la locura o arrebatar la fuerza a unos hombres par a entregársela a otros, causar enfermedades e incluso matar. En su búsqueda del conocimiento y el poder, Odín visitó los nueve mundos bajo distinta s identidades, aunque su imagen más habitual era la de un anciano viajero de larga barba, sombrero ancho y capa oscura. Ésa es justamente la apariencia que siempre se ha atribuido a los hombres de conocimiento: magos, brujos, druidas, hechicero s , la que nos han legado tanto las crónicas antiguas como los modernos escritores, y que valen tanto para Merlin como para Gandalf. En una historia que enlaza con leyendas celtas de contenido similar, se cita que poseía la cabeza de Mimir, el más sabio de los dioses Asir, asesinado por los Vanir , la otra raza de dioses. A dicha cabeza le consultaba ciertos asuntos. Podía comu nicarse igualmente con dos cuervos, que le contaban aquello que observaban volan do sobre el mundo. Uno de los muchos nombres alternativos de Odín es «El que grita», lo que supuestamente estaría relacionado con cierto tipo de canto rúnico (galdar), que se gritaba más que cantaba; incluso se dice que se aullaba. Otra de las atribuciones de este dios era la de «Jefe de la Cacería Salvaje». Al frent e de una horda de espíritus humanos, perros y caballos, salía durante las noches de invierno buscando las almas de los muertos recientes. Aunque el hecho de contemp lar dicha cacería era extremadamente peligroso para los mortales podían enloquecer e incluso morir , este episodio se asociaba con la fertilidad y la renovación de las f uerzas espirituales de la Tierra.
AHUYENTAR A LOS ESPÍRITUS Entre los vikingos, otro elemento característico relacionado con lo sobrenatural e ra el mascarón de proa de los barcos, normalmente una cabeza de dragón o de serpient e. A estas esculturas se les atribuía el poder de ahuyentar a los espíritus protecto res de las tierras donde desembarcaban, por lo que, cuando iban en son de paz, s e cuidaban de retirarlos de las proas de sus naves al acercarse a la costa. De igual modo, en sus viajes de colonización siempre llevaban consigo las pilastra s del asiento principal de sus viviendas. Al aproximarse a tierra, las lanzaban al agua y observaban la dirección que éstas tomaban al ser arrastradas por la marea. Cuando finalmente los pilares de madera llegaban a algún lugar de la costa, elegían dicho punto como idóneo para edificar su nuevo hogar. La buena suerte o hamingja también era un elemento fundamental en la vida cotidian a de los vikingos, aunque sobre todo era esencial en un líder, ya fuese el jefe de una expedición de saqueo o el rey de un país. Si dicho personaje poseía la hamingja, los demás le seguían sin vacilación, por temeraria que fuese la empresa a acometer. Pe ro cuando al líder le abandonaba este poder casi sobrenatural, también perdía la confi anza de los suyos. En los tiempos en que los reyes eran elegidos entre los mejores guerreros, más de uno acabó sus días a manos de sus propios seguidores, al creer éstos que aquél había perdi do su hamingja y, por tanto, la protección de los dioses. Lo sobrenatural también se manifestaba en la concepción que los vikingos tenían de la anatomía humana. Distinguían el hama, una especie de «doble espiritual» que podría corresp onderse con lo que denominamos «cuerpo astral». También estaba el hyge, parte racional de la mente donde residía la intencionalidad y la responsabilidad. El megin era e l poder espiritual de una persona y el minni la parte que controlaba la memoria y la intuición. Por otro lado, el mod constituía el conjunto de cualidades que impri mían carácter a un ser humano, como el valor, la honestidad, la perseverancia, etcéter a. Por último, el odr facilitaba el entrar en o con la divinidad. Esta facu ltad, cercana a la inspiración, se aplicaba en tiempos de los vikingos tanto al ge nio de los poetas como a la furia de los guerreros. LA ESCUELA NEGRA A comienzos del siglo XII, tras estudiar en Francia, el sacerdote y aristócrata is landés Saemundo el Sabio fundó en la localidad de Oddi un importante centro donde se tradujeron y copiaron libros de medicina, astronomía e historia llegados de Europ a. Aquel lugar sería crucial para la transcripción de la tradición oral nórdica y, específ icamente, la islandesa. Algunas fuentes han relacionado a Saemundo con la Escuela Negra de París, especial izada en magia negra, ya que muchos religiosos nórdicos acudieron hasta allí para po der enfrentarse posteriormente con la legión de brujas, trolls y toda clase de esp ectros que supuestamente poblaban Islandia en aquellos tiempos. Según un relato tradicional nórdico, la Escuela Negra tuvo una sucursal en Islandia. Al parecer, a ella acudían las doce esposas de otros tantos sacerdotes en ese país n unca se impuso el celibato, del mismo modo que tampoco era obligado el latín en la liturgia para ser instruidas por el mismísimo diablo gracias a un misterioso libro de letras incandescentes.