LA OTRA CARA DEL DEBATE CHOMSKY-SKINNER Pablo Valencia Melendez* Universidad Nacional Mayor de San Marcos
RESUMEN Este trabajo empieza revisando algunas de las principales razones por las que una réplica a la crítica de Chomsky no apareció hasta nueve años después de su publicación. Luego, revisa la réplica de MacCorquodale, que fue la primera en aparecer y aún es la réplica más completa a la crítica de Chomsky. Después de ello, pondera el intento de Moerk por conciliar ambos enfoques, el de Skinner y el de Chomsky. Finalmente, evalúa la influencia de la teoría de Chomsky en la psicología, así como algunas de las críticas a las que ha sido sometida. Palabras clave: conductismo, psicología cognitiva, innatismo, empirismo, debate Chomsky-Skinner.
ABSTRACT This work reviews some of the reasons why a reply to Chomsky’s review didn’t appear until nine years after its publication. Then, it reviews MacCorquodale’s reply, which was the first one to appear and is still the most complete reply to Chomsky’s attack. After that, it considers Moerk’s effort to conciliate both approaches, Skinner’s and Chomsky’s. Finally, it evaluates the influence that Chomsky’s theory has had on psychology, as well as some of the criticism it has gone through. Key words: behaviorism, cognitive psychology, nativism, empiricism, Chomsky Vs. Skinner. *
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La crítica de Chomsky al libro Conducta Verbal tuve un rápido alcance y gran difusión entre aquellos psicólogos que se sentían disconformes con el programa conductista. De hecho, ya en 1956 (tres años antes de la aparición de dicha crítica) había tenido lugar lo que muchos consideran el inicio de la llamada “revolución cognitiva”, cuando se llevó a cabo en el MIT el Segundo Simposio sobre Teoría de la Información, en el que participaron grandes figuras, incluido Noam Chomsky. En un inicio, incluso, pareciera que la teoría de Chomsky tuvo más influencia entre los psicólogos que entre los mismos lingüistas (Demonte y Delval, 1978). Ya varios psicólogos de la corriente conductista habían mostrado su preocupación por las limitaciones del conductismo al enfrentarse al lenguaje; Osgood, por ejemplo, llamaría a este el “Waterloo del conductismo contemporáneo” (citado por Leahey, 2003). Es inquietante el hecho de que B. F. Skinner nunca respondiera a la crítica formulada por Chomsky. Acaso Skinner pecó al subestimar la influencia de un lingüista casi desconocido en el reino de la psicología conductista. Lo cierto es que muchos psicólogos –sea porque el conductismo no satisfacía sus ambiciones epistémicas, o sea, como han sugerido algunos (O’Donohue y Ferguson, 2003), por antipatías personales o incompatibilidad con la parsimonia científica del conductismo– se aferraron con entusiasmo al nuevo enfoque. Es importante notar que la propuesta de Chomsky no era una propuesta reformadora, sino un verdadero golpe de estado; como señala Leahey (2003): La actitud de Chomsky hacia Skinner era despectiva: no estaba dispuesto a aceptar el libro Conducta Verbal de Skinner como una hipótesis verosímil, y consideraba que era un libro irremediablemente confuso y fundamentalmente equivocado. Su crítica aguda e implacable, junto con su propio programa positivo, aspiraba a derrocar a la psicología, no a liberalizarla. Para Chomsky el conductismo no podía ser reformado, sólo podía ser sustituido (p. 380).
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De allí que, en sus inicios, ambos enfoques fueran considerados verdaderamente incompatibles e irreconciliables. Puede que en esa “actitud despectiva” de que habla Leahey encontremos el porqué de la ausencia de respuesta por parte de Skinner: él mismo miraba con desdén al oponente que le miraba con desdén. En su conferencia “On Having a Poem” (publicada en línea por Raphaeli, 2012), llegó a afirmar que la crítica de Chomsky había “errado el punto” (it missed the point) que se proponía su libro. Transcribimos parte de esta conferencia debido al interés que tiene para nuestro tema (la traducción es nuestra):
Déjenme hablarles sobre Chomsky. Yo publiqué Verbal Behavior en 1957. En 1958, recibí una crítica de 55 páginas tipografiadas de alguien de quien nunca había oído hablar, llamado Noam Chomsky. Leí media docena de páginas, noté que erraba el punto de mi libro, y no seguí más. En 1959, recibí una reimpresión de la revista Language. Era la crítica que ya había visto, ahora reducida a 32 páginas tipografiadas, y otra vez la dejé de lado. Pero entonces, por supuesto, la estrella de Chomsky empezó a surgir. La gramática generativa se convirtió en la sensación, y una gran sensación parecía ser, en efecto. Los lingüistas siempre se las han arreglado para hacer que sus descubrimientos sean extraordinarios. En una década, todo parece tener que ver con la semántica; en la otra década, con el análisis del fonema. En los sesentas, eran la gramática y la sintaxis, y la crítica de Chomsky empezó a ser ampliamente citada y reimpresa, y se volvió, de hecho, mucho más conocida que mi libro. Finalmente la pregunta fue hecha: ¿por qué no había respondido yo a Chomsky? Mis razones, me temo, pasan por una falta de carácter. En primer lugar, habría tenido que leer la crítica, y encontraba su tono desagradable. No era en realidad una crítica a mi libro sino a lo que Chomsky consideró, erróneamente, como mi posición...
También MacCorquodale (1977) establece un punto similar, al decir que “probablemente la razón de más peso por la que nadie ha replicado a la crítica, es su tono. Es duro hasta la ofensa; humillante, intransigente, obtuso y resentido” (p. 88).
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Vemos, pues, que una de las principales razones por las que tardó tanto en aparecer una respuesta a la crítica de Chomsky es que los conductistas la percibían como matonesca, provocadora y, sobre todo, errada. De hecho, MacCorquodale aventura dos razones más por las que nadie parecía querer replicar a Chomsky: (1) no todos los conductistas son skinnerianos, y ya que la crítica era un ataque a Skinner, los otros no se dieron por aludidos; y (2) incluso los conductistas skinnerianos no se dieron por aludidos, ya que mucho de lo que decía la crítica no tenía nada que ver con lo que ellos (y de hecho, con lo que los conductistas en general) hacían. Así pues, Chomsky parece estar atacando a un hombre de paja o straw-man (Primero, 2008), una falacia demasiado común en los debates de la ciencia. La primera réplica completa a la crítica de Chomsky llegó precisamente con MacCorquodale (1977), la cual fue refrendada por el mismo Skinner en la conferencia citada más arriba. En los siguientes apartados, presentaremos, primero, los argumentos esgrimidos por MacCorquodale. Después, revisaremos uno de los intentos por conciliar ambas posturas (la de Chomsky y la de Skinner). Y, finalmente, evaluaremos la actualidad e influencia del planteamiento chomskiano, así como algunas de las críticas más recientes de las que ha sido objeto. 1. La Réplica de MacCorquodale En enero de 1970, apareció en el Journal of the Experimental Analysis of Behavior, la primera réplica completa a la crítica que Chomsky hizo del Verbal Behavior (VB) de Skinner. Su autor: Kenneth MacCorquodale (la traducción española es de 1977 y es la que utilizaremos). Su nombre no lo mencionan los grandes libros de historia de la psicología, pero su réplica constituye, hasta ahora, la más completa que se ha escrito, y vale la pena revisarla.
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MacCorquodale resume las críticas de Chomsky en tres argumentos: (1) VB es una hipótesis no probada y no tiene, por tanto, ningún derecho de credibilidad; (2) Los términos técnicos de Skinner son meras paráfrasis de abordajes más tradicionales de la conducta verbal; y (3) El habla es una conducta compleja cuyo entendimiento y explicación requiere una teoría compleja, mediacional y neurológico-genética. Expondremos cada uno de estos argumentos y la refutación de MacCorquodale.
1.1. Exposición y refutación del primer argumento. El primer argumento de Chomsky, según MacCorquodale, consiste en afirmar que VB es una hipótesis que no ha sido comprobada y que, por lo tanto, no tiene derecho a ser creída. Esto, está claro, es un despropósito, ya que del que algo sea una hipótesis no se desprende que sea falso, sino, por el contrario, que está pendiente de comprobación experimental. De hecho, el mismo Skinner (1981), aunque sin usar específicamente la palabra “hipótesis” (como tampoco lo hizo Chomsky), se encarga de dejar esto en claro. La hipótesis de VB es simplemente que las leyes y los métodos del programa conductista pueden ser aplicados al lenguaje. Un aspecto que sí llama poderosamente la atención es el análisis que MacCorquodale hace de las posibles razones por las que Skinner evita usar el término “hipótesis”. Sostiene que este término parece implicar la posibilidad de comprobación experimental, y ya que en este caso Skinner no consideraba que esta fuera factible, prefirió evitar el término. Si la hipótesis planteada no es factible de llevarse a la verificación, uno se ve tentado de preguntar: ¿entonces cómo se ha de comprobarla? Pareciera que terminamos dándole parcialmente la razón a Chomsky, ya que si estuviésemos ante una hipótesis que no ha sido probada ni puede serlo, entonces sí estaríamos en condiciones de rechazarla por no falsable. 5
1.2. Exposición y refutación del segundo argumento. El segundo argumento, prosigue MacCorquodale, es que los términos técnicos de Skinner son meras paráfrasis de abordajes más tradicionales. Específicamente, Chomsky critica con este argumento los términos “estímulo”, “privación”, “reforzamiento”
y
“probabilidad”.
Chomsky
aborda
este
argumento,
dice
MacCorquodale, en dos facetas independientes: primero, afirma que el término skinneriano reemplaza simplemente otro término más antiguo por uno más “prestigioso”. De ello, sigue la segunda faceta, según la cual, al ser una paráfrasis, el nuevo término skinneriano no es más objetivo que el término antiguo. Sin embargo, MacCorquodale rechaza de plano este argumento, presentando para ello algunos complejos ejemplos que demuestran que no existe una relación “inequívoca e isomérica” entre los términos tradicionales y los términos skinnerianos. Remata punzantemente que
El análisis de Skinner no es más una paráfrasis del mentalismo lingüísticofilosófico, que la física moderna lo es del panteísmo. Simplemente convergen, pero desde direcciones completamente diferentes y con credenciales totalmente distintas, sobre algunos aspectos de los mismos campos (p. 103).
MacCorquodale se queja de que se acuse a la terminología de Skinner de carecer de la misma objetividad de que carecen los términos tradicionales, cuando ella precisamente busca la objetividad al limitarse a designar objetos físicos, reales. Y afirma a continuación que los términos mentalistas tradicionales no cumplen esta condición. Por otra parte, otro autor (Primero, 2008) muestra también su fastidio por lo que considera una jugarreta de Chomsky:
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La estrategia de Chomsky es sumamente extraña: cuando encuentra discrepancias entre el término técnico y el tradicional, en lugar de poner en duda su premisa de que son meras paráfrasis, se queja de que los términos de Skinner no concuerdan con los conceptos tradicionales (siendo que Skinner propuso nuevos términos justamente para diferenciarlos de los tradicionales) (p.269).
1.3. Exposición y refutación del tercer argumento. El tercer argumento que, según MacCorquodale, esgrime Chomsky, es el de la necesidad de teorías complejas y mediacionales para comprender la conducta verbal, así como de una teoría neurológico-genética. Pues bien, MacCorquodale afirma que estas teorías son innecesarias y aboga por una aproximación reduccionista que explique lo complejo a partir de lo simple. Así, la gramática sería una propiedad cuasiemergente, y no se necesitaría de un complejo dispositivo innato para explicarla. La hipótesis de trabajo de VB sería, como ya se ha dicho antes, que no se necesitan nuevas leyes para explicar la conducta verbal, porque las que rigen a las otras conductas son suficientes. En este caso, sin embargo, también nos volveremos a preguntar: si esta es una hipótesis que, como sugiere MacCorquodale, no es factible de comprobar experimentalmente, ¿cómo probaremos que las leyes que rigen las otras conductas regirán también la conducta verbal? Otra observación que hace MacCorquodale a la crítica de Chomsky es la omisión que hace de la posibilidad de causalidad múltiple, muy desarrollada por Skinner en VB. Esta consiste en el hecho de que las leyes sencillas que explicarían la conducta verbal no actúan necesariamente aisladas, sino que pueden hacerlo concurrentemente, en cuyo caso la simplicidad de estas leyes ya no es óbice para explicar la complejidad del resultado.
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Skinner realiza análisis netamente funcionales, que hacen referencia a variables externas y las conductas que estas modelan; es decir, no invoca otros hechos, procesos o mecanismos que se hayan hipotetizado o creado con el propósito de mediar entre el comportamiento y sus determinantes empíricos. Esta omisión, a veces, se interpreta erróneamente como una negación de que existan mecanismos mediadores; obviamente existen, obviamente son neurológicos y asimismo obviamente están ellos mismos sujetos a leyes (MacCorquodale, 1977, p. 132).
Skinner, pues, no niega la existencia de los procesos mediadores, pero los considera innecesarios para su análisis funcional. Él considera que las conductas pueden ser estudiadas sin la necesidad de recurrir e estos procesos internos que, por otra parte, pueden “desviar la atención” del estudio de la conducta y constituir una trinchera para la falta de objetividad y de control cuantitativo. La siguiente afirmación de MacCorquodale es hasta hoy compartida por todos o casi todos los conductistas, skinnerianos o no:
A menos que uno sea un neurofisiólogo, no es necesario en absoluto saber cómo trabaja la estructura interna, ni qué estructuras están implicadas. El conocimiento por parte del psicólogo de cómo sucede esto, no mejoraría la precisión en predecir el comportamiento a partir del conocimiento de las circunstancias del hablante, ni este conocimiento haría que las leyes funcionales del comportamiento existentes fueran más ciertas, ni podría demostrar que son falsas (p. 134).
Aquí, sin embargo, MacCorquodale parece “errar el punto”, al identificar una propuesta neurológica como parte del programa chomskiano. Si bien es cierto Chomsky llega a hablar de un hipotético “órgano del lenguaje”, lo hace en términos abstractos, más como de una variable formal que de un ente real. De hecho, una de las mayores críticas que se ha hecho al paradigma chomskiano, va por este lado. Edelman (1992), 8
por ejemplo, ha sostenido que en una teoría científica la experiencia y la cognición deben tener claros sus cimientos en el mundo físico; por tanto, el énfasis debe estar puesto en explicar la relación entre los procesos psicológicos y los fisiológicos. Acusa a la teoría chomskiana de querer estudiar “la mente sin biología”, desde una perspectiva meramente formal. Volveremos a Edelman más adelante. En cuanto a la supuesta necesidad de una teoría genética para explicar la conducta verbal, MacCorquodale apunta acertadamente que los principios de reforzamiento no son incompatibles con la evolución genética. De hecho, ya Skinner había escrito unos años antes (1966) un artículo en el que resaltaba la importancia de la filogenia del comportamiento. Skinner sostiene que el condicionamiento operante es complementario a la selección natural: aquellas conductas que no han sido seleccionadas naturalmente, lo serán en esa especie de “selección ontogenética” que es el aprendizaje. Por otra parte, MacCorquodale rechaza la suposición chomskiana según la cual sería necesario un mecanismo especial para la adquisición del lenguaje porque el reforzamiento resultaría insuficiente para explicar la brevedad del tiempo en el que el lenguaje es adquirido. Afirma que “no hay nada en el proceso de reforzamiento, per se, que requiera que sea lento y laborioso, como Chomsky, tan insistentemente, afirma que es”, por lo que la adquisición del lenguaje podría explicarse muy bien por el proceso de reforzamiento, sin que la rapidez con que se da este desarrollo sea óbice para ello. 2. Moerk y su Intento de Integración En 1992, Ernst L. Moerk publicó un artículo bajo un título muy elocuente: “The Clash of Giants Over Terminological Differences” (El choque de gigantes por diferencias terminológicas). En él, sostenía que las principales diferencias entre los enfoques sostenidos por Chomsky y Skinner no eran conceptuales, sino meramente 9
terminológicas. Moerk es claro en advertir desde el inicio que su análisis no se mantendrá siempre en completo equilibrio: En contraste con el énfasis predominante en las diferencias, las homologías conceptuales y las similitudes en ambos enfoques serán enfatizadas, e incluso sobreenfatizadas, para compensar las caracterizaciones separatistas previas... (p. 1; la traducción y el subrayado son nuestros).
Moerk parte de un afán integrador, que busca rescatar los puntos en común y los aspectos complementarios entre ambos enfoques. La comparación que lleva a cabo es dicotómica, y él mismo se excusa por la sobresimplificación que esta implica, alegando que una comparación entre dos únicos elementos puede facilitar la claridad en una primera aproximación, la cual sentaría las bases para una comparación más completa y compleja, como sería, por ejemplo, incluir a Piaget y Vigotsky entre los extremos que representan Chomsky y Skinner. Pero por el momento se limita a estos dos últimos, y en base a ello rescataremos los puntos más generales de su propuesta. Primero, Moerk empieza haciendo notar cómo los psicólogos cognitivos, si bien rechazan tajantemente todo lo que suene a “conductismo”, según él, se han conducido a sí mismos hacia un enfoque en el fondo conductual: la “pragmática”. Esta es, al fin y al cabo, dice Moerk, una orientación funcional. Compara el concepto de “operante” del VB de Skinner –es decir, una conducta que lleva a consecuencias especificables– con las posturas de Austin (quien enuncia el mismo principio cuando habla de “cómo hacer cosas con palabras”) y de Gibson (que con su concepto de affordance enfatiza el potencial conductual que el ambiente brinda al individuo). A continuación compara el moldeamiento conductual de Skinner con la teoría de “andamiajes” de Bruner y con la “zona de desarrollo próximo” de Vigotsky. Lo que estas aproximaciones tienen en común es que manejan las influencias ambientales con el fin de que el sujeto desarrolle 10
paso a paso una conducta que inicialmente era imperfecta o torpe. (Para una comparación entre el enfoque sociocultural y el análisis conductual, véase Dembo y Guevara, 2001). Luego, pasa a ocuparse de lo que a nosotros nos interesa: las comparaciones entre la postura de Chomsky y la postura de Skinner. Se habla (sin mencionar estas palabras) del innatismo y el empirismo en ambos. Para Moerk, no es tan cierto que Skinner sea un representante del empirismo puro o postura de la tabula rasa; prueba de esto es el artículo, que ya citamos, de Skinner (1966) sobre la filogenia de la conducta. Y, por otra parte, el innatismo de Chomsky se ve matizado cuando este acepta que la gramática universal es moldeada por la experiencia para dar origen a la gramática de la lengua materna del individuo. Las estructuras profundas innatas son modificadas por la interacción del niño con su ambiente y resultan en las llamadas “estructuras superficiales”. Teniendo en cuenta que Chomsky se centra en las estructuras en las que se basa la “actuación” verbal, y Skinner en las condiciones ambientales que cambian la forma en que los organismos usan estas estructuras, vemos cómo las etiquetas de innatismo y empirismo se diluyen, evidenciando que ambas teorías estudian un mismo objeto, aunque desde puntos de vista distintos. Moerk sostiene también que estos enfoques son complementarios. Señala que un mero análisis de las clases de respuesta sería insatisfactorio a la hora de estudiar el lenguaje, pues en él son de vital importancia las cuestiones formales y estructurales; así pues, tendríamos que la postura formalista chomskiana complementaría a la meramente conductual de Skinner. Otro punto en el que se complementarían ambos enfoques es en el nivel de detalle con que se estudian las conductas. Mientras que los conductistas adoptan una posición
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más molar, comprendiendo al “operante” como una unidad indiferenciada, los lingüistas prefieren una postura más molecular, clasificando en diferentes niveles la “actuación” verbal. También, y como consecuencia de todo lo anterior, se observa que los lingüistas optan por el estudio del individuo y su “competencia”, mientras que los conductistas prefieren centrarse en el ambiente, considerando al individuo en interacción con este. La propuesta de Moerk, sin embargo, ha sido acusada por algunos de superficial. Street (1992) le critica, por ejemplo, por utilizar el término “lenguaje” en vez del preferido por lo conductistas, “conducta verbal”, dejando de lado así distinciones importantes entre uno y otro concepto. Hayes y Hayes (1992) le acusan de tomar el camino fácil y dejar de lado las profundas diferencias filosóficas existentes entre los dos enfoques comparados. Con todo, la postura de Moerk no deja de ser interesante, y ayuda a echar ciertas luces sobre algunos aspectos que, al ser reconsiderados, resultan no ser tan contradictorios como parecían a primera vista. 3. Actualidad e Influencia de la Postura Chomskiana Demonte y Delval (1978) señalan que la influencia que Chomsky tuvo en la psicología puede ser dividida en dos grandes aspectos: el enfoque y el contenido. El enfoque se refiere a cuestiones tanto metodológicas como epistemológicas, quizá diríamos el Zeitgeist de la psicología, que pasó de ser una psicología de la conducta a ser –otra vez– una psicología de la mente. Esto supuso un alejamiento del análisis funcional, que había caracterizado al conductismo skinneriano, para pasar, si se quiere, a un análisis estructural, donde, por ejemplo, no importaba ya tanto el papel del lenguaje como operante verbal como su estructura sintáctica. El contenido, por otra parte, supuso, al inicio, una desesperada búsqueda de la confirmación de las hipótesis chomskianas. Con el tiempo, sin embargo, los psicolingüistas se han ido
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independizando de la ortodoxia chomskiana para incluir en sus investigaciones otras variables psicológicas que la mera sintaxis no cubre. Además de devolver el mentalismo a la psicología, Chomsky devolvió a la ciencia algo impensable en el reino del conductismo: el innatismo. Para él, el lenguaje es exclusivo de los seres humanos, y cada uno de nosotros nace con él. Anótese: no es la capacidad de pensar, como creía Descartes, lo que es innato, sino el lenguaje mismo (Leahey, 2003). De esto se desprende, pues, que el lenguaje, al ser exclusivo de los humanos, es independiente de todas las demás facultades, que hasta cierto punto podemos compartir con especies “inferiores”. Esta postura dio origen a un intento de refutación: enseñar a los monos a usar un tipo de lenguaje (v.g. el lenguaje de signos). Los resultados han mostrado, sin embargo, que si bien estos animales llegan a obtener resultados alentadores en cuanto al aprendizaje de vocabulario, su desempeño es menos que mediocre en lo que toca a la gramática; estos experimentos son revisados de manera crítica y mordaz por Pinker (1995), uno de los mayores seguidores, en psicología, del enfoque chomskiano. Ya hablamos antes de Edelman (1992). Mencionábamos entonces su crítica a las teorías que intentan explicar “la mente sin la biología”. Otra crítica, acaso más directa, que este científico lanza contra la teoría chomskiana, es la que ataca la idea de que el lenguaje sea independiente del resto de la cognición. Sostiene Edelman que un niño que aprende una lengua toma consciencia primero de la situación y de la intencionalidad del hablante antes de comprender realmente lo que se está diciendo. En ese sentido, coincide con Bruner (1995), para quien es la comprensión de la intencionalidad la que permite al niño finalmente adquirir el lenguaje. Escribe Edelman:
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El mundo está cargado de intencionalidad, de proyecciones, de sentimientos, de prejuicio, y de afecto (...) La semántica formal no puede explicar tanta riqueza (p. 245; la traducción es nuestra). El movimiento liderado por Noam Chomsky se ha venido a llamar “revolución cognitiva” (o para algunos, incluso, “revolución chomskiana”). Sin embargo, hay quienes han puesto en duda la categoría de “revolución” para este movimiento. Por ejemplo, O’Donohue y Ferguson (2003) realizaron una evaluación de la “revolución cognitiva” desde la filosofía de la ciencia. Se encuestó a algunos de los principales líderes de este movimiento (entre ellos, Chomsky) indagando sus opiniones acerca de los fundamentos epistémicos sobre los que se habría basado la llamada “revolución”. Las respuestas que obtuvieron, mostraron que estos “líderes” no basaban sus respuestas en los fundamentos bien establecidos de la filosofía de la ciencia, sino en argumentos de otro tipo. Así, estoy investigadores concluyeron que, desde el punto de vista epistemológico, no existió tal “revolución”, a la que habría denominar más bien como “fenómeno socioretórico”. Conclusiones a. Muchos de los puntos que Chomsky sostuvo en su crítica de Conducta verbal fueron percibidos como errados por los conductistas en el momento de su aparición, por lo que una réplica a dicha crítica se hizo esperar once años, y no fue escrita por el mismo Skinner sino por uno de sus seguidores. b. Con todo, el nuevo paradigma, liderado por Noam Chomsky, fue asumido por muchos psicólogos que estaban descontentos con el programa conductista. Este, además, había tenido problemas desde siempre para trabajar el lenguaje, y el VB de Skinner no fue la excepción.
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c. Se ha hecho algunos intentos por conciliar las posturas chomskiana y skinneriana. Aunque estos intentos han sido a menudo calificados de superficiales y facilistas, dan una idea de lo engañosas que pueden ser algunas supuestas contradicciones, y que, a nivel aplicativo, muchas posturas que en el plano teórico discrepan, logran converger. d. Si bien el paradigma chomskiano es el dominante en la psicología actual, este no se encuentra totalmente libre de críticas. De hecho, se lo ha criticado no solo desde el paradigma conductual, sino también desde otras posturas que encuentran en él algunas asunciones polémicas, como la separación del lenguaje como una facultad independiente del resto de la cognición o la confianza en el estudio de la mente desde una perspectiva computacional separada de la biología. REFERENCIAS Bruner, J. (1995). Acción, pensamiento y lenguaje. Madrid: Alianza. Chomsky, N. (1977). Crítica de Verbal Behavior, B. F. Skinner. En R. Bayés (Comp.) ¿Chomsky o Skinner? La génesis del lenguaje. Barcelona: Fontanella. Dembo, M. & Guevara, M. T. (2001). Desarrollo psicológico, aprendizaje y enseñanza: Una comparación entre el enfoque socio-cultural y el análisis conductual. Revista Latinoamericana de Psicología, 33(2), 141-147. Demonte, V. & Delval, J. A. (1978). La contribución de la lingüística generativa a la psicología actual. El Basilisco, 2, 53-59. Edelman, G. M. (1992). Bright Air, Brilliant Fire. On the Matter of mind. Nueva York: Basic Books. Hayes, S. C. & Hayes, L. J. (1992). Mixing Metaphors: Skinner, Chomsky, and the Analysis of Verbal Events. Behavior and Social Issues, 2(1), 43-46. 15
Leahey, T. (2003). Historia de la psicología. Madrid: Pearson Educación. MacCorquodale, K. (1977). Sobre la crítica de Chomsky en relación con el libro Verbal Behavior de B. F. Skinner. En R. Bayés (Comp.) ¿Chomsky o Skinner? La génesis del lenguaje. Barcelona: Fontanella. Moerk, E. L. (1992). The Clash of Giants Over Terminological Differences. Behavior and Social Issues, 2(1), 1-25. O’Donohue, W. & Ferguson, K. E. (2003). The Structure of the Cognitive Revolution: An Examination from the Philosophy of Science. The Behavior Analyst, 26(1), 85-110. Pinker, S. (1995). El instinto del lenguaje. Cómo crea el lenguaje la mente. Madrid: Alianza. Primero, G. G. (2008). Actualidad de la polémica Chomksy-Skinner. Revista Brasileira de Terapia Comportamental e Cognitiva, 10(2), 263-269. Raphaeli, G. (Marzo 2, 2012). B. F. Skinner - On Having a Poem [Archivo de video]. Recuperado de http://youtu.be/PauL2KXagrg Skinner, B. F. (1966). The Phylogeny and Ontogeny of Behavior. Science, 153, 12051213. Skinner, B. F. (1981). Conducta Verbal. México: Trillas. Street, E. M. (1992). The Clash of the Giants Goes Beyond Terminological Differences: A Reply to Moerk. Behavior and Social Issues, 2(1), 27-31.
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