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Homosexualidad Sin embargo, cuanto más investigo en este trabajo, más me doy cuenta de que el mundo de la sexualidad humana es infinito y complejo. En el sexo no existe una única felicidad. Quiero que los lectores recuerden bien este último punto. Yukio Mishima, Música
Rodrigo Laguarda
G./UIA/ITESO .
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La palabra El término homosexualidad fue acuñado por los saberes médicos ilustrados; esto es, a grandes rasgos, por el mundo moderno que dio a la ciencia un lugar privilegiado como medio para descifrar el universo. Es difícil imaginar que en el devenir de la especie humana haya existido un espacio o un tiempo en el que no se dieran prácticas sexuales entre dos hombres o dos mujeres. Sin embargo, fue a partir del siglo x1x, dentro del mundo occidental, cuando el término homosexualidad englobó dentro de una categoría a quienes dirigían su interés sexual, erótico o afectivo, hacia personas de su mismo sexo. Este concepto se propagó por un mundo que había comenzado a someterse a la cultura occidental desde el siglo xv. Tal proceso de colonización, emprendido de manera notable por España en el marco de una sociedad teológica, continuaba, en su fase secular, encabezado por Gran Bretaña y, posteriormente, por los Estados Unidos, una nación de habla inglesa qu~ en el siglo xx se convertiría en la principal potencia económica y cultural. Sin embargo, el imperialismo moderno no podía prescindir de las raíces cristianas y, por tanto, universalistas, que le dieron origen. Así, el concepto homosexualidad, originalmente acuñado en Alemania en 1869 (Halperin 2000: 109), sería d ifundido por una modernidad destructora de mundos y constructora de la realidad en que vivimos. Tal categoría no solo cobró vida, sino que hoy continúa siendo utilizada en la
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posibilitó, con el paso del tiempo, la consolidación de una identidad que susdtó sentimientos de pertenencia comparables a los que experiment.in quienes se adscriben a una "etnia" dentro de una sociedad más amplia en lo que se reconocen como una minoría. En particular, es innegable que a lo l11rgo del siglo xx (Adam 1998: 227) el o la homosexual - que, como cualquier categoría identitaria, no implica que todos los que se adscriben a ella sean idénticos, sino que abarca una gran diversidad de pe-rsonajes que se reconocen parcialmente en ella- pasó de ser una figura marginal y exótica a convertirse en un actor social que ha conseguido grandes conquistas. El establecimiento de redes sociales desafió un contexto de opresión, demandando In libertad para vivir la sexualidad conforme a los deseos de cada sujeto social (D'Emllio 1990: 457) lejos de- los ideales tradicionales en los qm· el amoi:, el erotismo o la familia solo eran pensables en el contexto dti las uniones entre personas dt> sexos opuestos; esto es, entre un hombre y unu mujer - en ese orden, dada la muy frecuentt' relación de subordinación de l11 Sl'gu nd11 frt•nte ul primero (tema abordado con mayor profundidad 1•11 vurios dl· los conceptos trnt11dos en esta obra, corno diferencia sexual, equldlld, feminismo, género, he terosexualidad o violencia de s é nt-ro).
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Lll aradcmlll L11 co11q11isl11 dl• cspados por porte de las y l0s homos~uales ha sido un.i ludm (flll' 1a111biiln ha tenido lugar en (¡¡ ac:11de1nla, partkularmente en la dl'I mundo lil• hublu lngl1•st1, desde lu d1kada de 11,180, y posteriormente l'll multlples httt,m•s, lo q1tl' induye. por supuesto. nuestra ~gión cuhural. En rl 1111111tlo dt• h11bln h1spt1m1 , los trabajos al resp~cto, rt'alí:wdos desde las drndus s1H:rnl1•s. l11v11•ron llllC espl'rar a lu d~cad11 de 1990 para etHn t niar 11 H'r ur1•ptt1d11s po r 1111estros medios 1cademiL'O s. Y son todavía t•snuos 1·11 ,·0111pural'l1\11 ron los dt• lu uc11dl'111h1 dt'I mundo de habla inglt>sa. qutestud111 los ho111use>.11ulidadl'S no solo en sus s"nec.faJes. sano t•n todo d pla1w10. Esto l'l'Spo11d1•, tk n11rnl'rn ttrntr.il. n las rcsistt'ncias Jr ciertos Jt'c.'lorc·s 11cu\lém11..-os ¡rnrn utl1111t1r h.·111as dlsllntos a los que se han lratad0 lrndldu1ml1111•111c d1•sd1' hu cienl'ills s,>clalt•s. Sm embargo. es notablt l.1 11m1wr,1 c' I\ 1¡Ul' llllc.'V11s estudiosos se han or111)lld,1 de las honwst•).ualJd¡,1des Ut• n11uwra 1Tt•de111t• }' t't11n11' 1111111 a h.tt"t'rh, l'tlfnu r st11d1antl'S dt' posgradú.
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pe~e..a que sus trabajos son comúnmente tachados de faltos de seriedad po gran parte de sus colegas. Particularmente, las posibilidades de realiz
estas indagaciones se han dado en México, España o Argentina, los paíse,s de ,habla hispana que tienen un mayor número de instituciones dedicadas a la investigación. Una figura central, en este sentido, es la de John Boswell (1992), quien' comenzó a utilizar el concepto homosexual dentro del mundo de la inves~• tigación. En su libro Cristianismo, tolerancia sexual y homosexualidad -publicado originalmente en 1980-, que se ha convertido en un clásicot utilizó dicho término para mostrar distintos momentos de mayor aceptació~ o rechazo hacia quienes se involucraban en prácticas homosexuales durante la era cristiana, desde sus orígenes hasta el siglo x1v. Este trabajo mostnó el valor heurístico (esto es, como herramienta dentro de la investigación social) que el concepto podía tener. Para Boswell, la homosexualidad alud~ a un fenómeno general del erotismo entre personas del mismo sexo que puede encontrarse, en términos generales, en todos los espacios y tiemposi Al usarlo, pretende ser lo más cuidadoso posible para evitar proyecciones del presente en el pasado y respetar las diferencias que nos separan de murudos distintos al que nos ha tocado vivi r; es decir, muestra un gran respeto por los que ya no pueden hablar. A la vez, expresa su preocupación por no exagerar las diferencias entre otras sociedades y las nuestras. Este asunto implicaría, para quienes nos prE'ocupamos por ello, el peligro de poner e duda la noción de humanidad y convertir al otro en un ser incomprensible con el que no es posible establecer el más mínimo diálogo. John Boswell fue una figura que sin duda inspiró la proliferación de estudios sobre la homosexualidad y uno de los intE'rlocutores más importantes para los investigadores que habrían de ocuparse de temas afines. Sin embargo, no estuvo exento de interesantes críticas. Una figura que representa muy bien las críticas realizadas a John Boswell y a quienes se inspiraron en gran medida en él para construir un campo específico de indagación es Míchel Foucault, quien también ha tenido gran número de seguidores, si bien no todos asumen las afirmaciones sostenidas en sus textos hasta sus últimas consecuencias, sino que a menudo las utilizan para problematizar y complejizar sus propios trabajos de investigación. De manera notable, en una de sus multicitadas obras, Historia de la sexuali dad. 1. La voluntad de saber [1976], muestra que, como se ha descrito al 1
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principio de estas páginas, el término homosexualidad es una construcción decimonónica que, desde su perspectiva, no puede emplearse para estudiar realidades de sociedades ajenas a la occidental. De aquí se desprenden críticas al uso del término para describir otros tiempos y lugares ajenos a esta noción. El punto central de la crítica se basa en el concepto de anacronismo; esto es, la utilización de términos de una época para aproximarse a otra. Sin embargo, es pertinente considerar que, con las debidas precauciones y aclaraciones, todos los científicos sociales utilizan conceptos del presente y de su entorno para estudiar realidades relativamente distintas a la suya. Los críticos del término homosexualidad también emplearr nociones desconocidas por las sociedades o grupos específicos que estudian. De esta forma, no hay manera de escapar a los conceptos provisionales que se acuñan y resignifican en nuestros medios académicos con el propósito de dar cuenta de los otros, en medio de una tensión entre los saberes que le dan sentido a nuestra disciplina y el intento de no violentar las formas de dotar de sentido al mundo que atesoran, muchas veces sin saberlo, los sujetos de estudio.
Una herramienta En el esfuerzo por entender las prácticas sexuales entre personas del mismo sexo, cualquier investigador enfrenta dificultades. En el mundo moderno, es evidente que estas prácticas ocurren en ciertos espacios sin que ello implique que quienes las practican puedan ser definidos o definidas como homosexuales; por ejemplo, en lugares donde no existe la presencia de personas del sexo opuesto, como cárceles, internados, monasterios o barcos. También, durante periodos específicos de la vida, como la pubertad, en los que suelen ocurrir juegos sexuales entre sujetos del mismo sexo ante la dificultad de encontrar mayor cercanía con personas del otro, como la generalidad de los partícipes desearía. Hay otro tipo de situaciones excepcionales marcadas por la curiosidad, el abuso sexual, el uso de drogas, la necesidad de afecto, que no nos permiten hablar de sujetos homosexuales, sino de prácticas sexuales entre hombres o mujeres. Una vía para pensar lo que hoy denominamos prácticas homosexuales en tiempos anteriores a la existencia de este término ("antes del siglo x1x 'la 'homosexualidad' existía pero el 'homosexual' no'; sugiere )effrey Weeks
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RODRI GO LAGUARD
[1998: 208]) consiste en evadir el uso de este concepto por tratarse de una invención moderna que, como se ha dicho, comenzó a proliferar en el mundo durante la segunda mitad del siglo x1x e inicios del xx. Sin embarJl go, como ocurre con las grandes cuestiones del mundo -y ciertamente de la investigación- no hay respuestas definitivas o fáciles, ya que otro~ términos como homoerotismo u homosociabilidad, que son utilizados pov muchos académicos, tienen su origen en la categoría homosexual. Es ciertq que dicho concepto es, claramente, una construcción lingüística. Sin em bargo, esto ocurre con todas las palabras de cualquier lengua del mundo lo que no necesariamente significa que su uso sea arbitrario, pues podemos pensar en un referente externo: hombres y mujeres que se han involucra" do primordialmente (pese a vivir en sociedades en las que se enfrentaron a mayores o menores restricciones y, por tanto, a riesgos derivados de su conducta) en relaciones eróticas o afectivas con personas de su mismo sexo y que han sido comúnmente percibidos como sujetos que transgreden las normas sociales. Aun si ciertas prácticas homosexuales fueron institucionalizadas en determinadas sociedades, como la Grecia clásica, la antigua Roma o Japón antes de la apertura forzada al mundo moderno en el siglo x1x -por mencionar algunos de los ejemplos más famosos-, también hubo sujetos que, siguiendo sus deseos, se atrevieron a desafiar los espacios de permisión o las reglas sociales establecidas para mantener dichas prácticas, y continuaron sosteniéndolas. Se enfrentaron, entonces, al riesgo de sufnr algún tipo de sanción social, de acuerdo con cada época y lugar del devenir humano; desde la burla o el escarnio hasta la muerte en condiciones q ue hoy consideraríamos brutales. La organización contemporánea de la homosexualidad, en específico d~ las identidades construidas a partir de dicho término y en torno a las comu, nidades gay (en el caso de los sujetos de sexo masculino) y lésbicas (en el del sexo femenino) a partir de la segunda mitad del siglo xx, ha posibilitado el establecimiento de relaciones exclusivamente homosexuales para los acá tares sociales involucrados, la construcción de redes entre personas afines y la creación de un sentimiento de pertenencia a una comunidad más amplia y con la suficiente fuerza y conciencia de su propia existencia como para em• prender la lucha por sus derechos y buscar la creación de una sociedad má~ equitativa para todos. En este sentido, si bien se han logrado reivindicaciones cruciales a partir de la década de los setenta, existen regiones del globo donde
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las prácticas homosexuales son castigadas con la cárcel (como sucede en la India) o la muerte (como ocurre en Irán o Arabia Saudita).
u
li)esde la academia del mundo de habla inglesa -en especial a partir de la década de 1990, si bien en el mundo de habla hispana dichas reflexiones se han adoptado con mayor fuerza solo en años recientes- algunos teóricos postulan la necesidad de suprimir la utilización del término homosexual y, por consiguiente, gay o lesbiana, considerando, a grandes rasgos, que no abarcan todas las posibilidades que los sujetos sociales han vivido o imponen una categoría, de antemano, a ciertas situaciones sobre las que se pretende indagar. Me refiero, principalmente, a las implicaciones de la reflexión en torno al término queer, o de ciertas interpretaciones de este (término abordado en el apartado correspondiente dentro de este mismo libro). No está de más señalar que en los medios académicos, llenos de creatividad, traslapes conceptuales y diversas apropiaciones por parte de los investigadores que plantean sus indagaciones construyendo su propia arquitectura teórica conforme a su visión del mundo, muchos utilizan el 'término queer, como ocurre en las referencias bibliográficas que proporciono para un mayor conocimiento del término homosexual, asimilando, como una vertiente más de esta categoría, las identidades posibilitadas por ella a partir de la segunda mitad del siglo xx, en especial, la gay o lésbica. t • Los defensores del uso de la categoría homosexual (gay o lésbica) han sostenido, en general, que todas las sociedades categorizan el mundo y que 'es imposible imaginar una sociedad donde tal cosa no ocurra. Incluso las nociones que pretenden desmontar tales conceptos terminan convirtiéndose en nuevas categorías que, inevitablemente, dan forma a la vez que explican ese consenso construido por el lenguaje que llamamos realidad. Recapitulando, el término homosexualidad aparece, entonces, como la categoría que en la sociedad moderna, en principio a escala occidental. después global, se eligió para nombrar y reconocer cierto tipo de relaciones específicas, y que se refiere a individuos cuya actividad sexual, deseos ,eróticos o inclinaciones afectivas se han dirigido de manera predominante hacia personas de su mismo sexo en cualquier tiempo o lugar.
,s, Está claro que en el mundo contemporáneo, a pesar de que cierto sectores de la academia se oponen al uso de este término, el uso de ¡ categoría homosexual está bastante extendido y crece cada día, irradiadq por las grandes metrópolis que lo han adoptado como propio. En este sentido, es destacable que tal concepto aporta a los sujetos que se adscriben a él la posibilidad de aludir a una red de apoyo social que la mayoría no quiere que se disuelva; un sentido de comunidad que posibilita la luch por objetivos comunes, sobre todo, la reivindicación de ciertos derechos.; Así, resulta evidente que desde la década de 1970 ha ocurrido un proces' en el que gays y lesbianas, cuyas identidades están incluidas en el términq homosexualidad, se han concebido como un grupo minoritario legítimQ que lucha contra la discriminación ejercida por otros grupos o instituciones sociales y se atribuye ciertos derechos conquistados de manera paulatina. Para estos sujetos sociales, tal identidad es tan real como los espacios sociales que ha creado y como cualquier otra adscripción 1dentilaria (laboral, nacional. religiosa) cuya existencia permite la acción política de un conjunto de personas que, si carecieran de una categoría compartida que las dotara de sentido de pertenencia, no podrían organizarse para emprender cambios sociales como los que se han logrado (Epstein 1998. 135; Fraser 2008: 262; Murray 2000· 382-383). Estos cambios abarcan desde la despatologización del término homosexual a escala global hasta el matrimonio entre personas del mismo sexo, concebido por sus impulsores como un elemento importante en la búsqueda de igualdad de derechos para todos. A deetr ,·erdad, desde esta perspectiva parece haber una esrn,,on entre un sector de la vida académica~ la vida cotidia na de ciertos ~u¡etos se,uales; entre quienes viven y defienden su condición sexual como una de sus más preciadas pertenencias, quienes pretenden luc.har contra d térmmo homosexual negando sus cimientos, aunque lo compartan en d plano del sentido practico
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conservadores, convencionalismos o ciertos sentidos sociales considerados opresores. Estas comunidades se desarrollaron en principio en el mundo de habla inglesa, seguidas por el resto de la humanidad. Las comunidades homosexuales, conformadas por redes de lesbianas o gays, han proliferado hoy en lugares tan diversos como Nueva York o San Francisco, en un principio, y después Toronto, Sídney o Londres, que siguieron los pasos de las dos ciudades del mundo de habla inglesa pioneras en la lucha por los derechos homosexuales en la segunda mitad del siglo xx. Posteriormente se construyeron comunidades identificadas con las ya mencionadas en otras urbes con distintas lenguas, por ejemplo Ámsterdam, Berlín, Madrid o Tokio. Hoy, las comunidades inspiradas en el término homosexual han construido un sentimiento de pertenencia compartido, elementos culturales comunes más allá de las fronteras nacionales y símbolos reconocibles a escala global. Se trata, entonces, de una red social dinámica que se impone a discusiones terminológicas, al menos ante la evidencia del mundo actual o de la historia del presente; de una construcción colectiva anclada en el término homosexual que no se refiere al sexo casual o excepcional entre dos hombres o mujeres, sino a quienes identifican esa orientación como predominante en sus deseos y definitoria en sus vidas (Villamil 2004: 67-68). Ya que el trabajo desde las ciencias sociales o las humanidades no obedece a un dogma, sino a distintas formas de plantear una indagación y al diálogo que pueda surgir alrededor de esta, considerando que distintos enfoq ues pueden iluminar asuntos diferentes, queda en la honestidad y coherencia personal de cada investigador el reto de elegir las categorías que considere adecuadas para mostrar de la forma más pertinente la evidencia que rastrea o construye conforme a su postura personal, siempre y cuando el texto que resulte sea coherente. El uso del término homosexua/uiad es una opción, ya que con las debidas aclaraciones segun el conte.>.to que se aborde, su valor heurístico permite construir universos en estudio o dar cuenta de una porción del mundo sobre la que St' dest'a indagar. A la vez, no amenaza los logros de décadas de traba,o durantt' las cu.ti es se han realizado grandes esfuerzos por cambiar l.as relaciones as1métnus; esfuerzos inspirados en el feminismo y contrarios a las dt>s.1gualdades de género que siguen imperando en nut'slras soc1edade
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RODRIGO LAGUARDA
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A diferencia de muchos otros conceptos retomados y adaptados por el feminismo para estudiar a las mujeres, intersecciona/idad es una herramienta heurística que introdujo Kimberlé Crenshaw, una académica afroestadounidense especializada en estudios críticos del derecho, con el claro propósito de incorporar a las "mujeres de color"' a la reflexión teórica y el quehacer político del feminismo y del activismo antidiscriminatorio afroestadounidense. Desde 1989, el concepto ha adquirido gran popularidad, tanto así que Leslie McCall se anima a decir que es "la contribución teórica más importante que hasta el momento han hecho los estudios de la mujer, junto con otros campos de estudio afines" (2005: n71}; Jasbir Puar afirma, por su parte, que es la "aproximación que más prevalece en la teoría queer" (2012: 49): Algunas feministas consideran que la interseccionalidad es una metodología (MacKinnon 2013), para otras es un nuevo paradigma de investigación (Hancock 2007), pero dado que se ha utilizado como concepto en una amplia gama de disciplinas con metodologías de investigación propias, es más bien una herramienta útil para detectar las múltiples discriminaciones que se entrecruzan de tal forma que cotidiaWomtn o/color es un término adoptado en J 9n con motivos políticos para s ust1tu1r la palabra minarla y demostrar la solidaridad entre mujeres de d iversos orlgenes. no se trata de cr..ar un4 identidad colectiva a partir de la raza o et111a sino de crear una presencia pollt1ca para las mujeres mmonzadas. 2
Todas las citas que rn el te~to original est~n en inglés han sido traducidas por mi
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Alba Pons Rabasa Eleonora Garos1
Introducción Este t<·xto propone una lectura crítica y feminista de lo trans y de las categorías sexo, género y sexualidad que lo sustentan, basada en un desplazamiento epistemológico fundamental. No nos interesa analizar lo trans en cuanto fenómeno social ahistórico, ni mucho menos reducirlo a categorías identitarias estables como transexual, transgénero y travestí entre otras geopolíticamente situadas. Nuestro propósito es investigar su genealogía, los dispositivos y tecnologías que lo han ido produciendo y reconfigurando en cuanto categoría diagnóstica e identitaria. La versión de lo trans como condición identitaria patológica, frecuentemente denominada transexualidad o transexualismo, se configura como dominante en la mayoría de los contextos occidentales, pero es importante destacar su polisemia y su multiplicidad localizada. Una vez planteado lo anterior, pretendemos ofrecer herramientas para la aprehensión de estas experiencias sexo-genéricas de una forma comprometida, crítica, rigurosa y, sobre todo, situada. Este propósilo nos obliga a historizar los términos mediante los cuales se representa la experiencia, tomando las categorías de análisis como contextuales, disputadas y contingentes (Scott 1992). Entendemos la experiencia como un "proceso continuo por el cual se construye semiótica e históricamente la subjetividad'; efecto de la interacción con el mundo. Se trata de un "engranaje continuo del yo
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sujeto con la realídad social'; de la subjetividad y la práctica, del mundo interior y el exterior, cuyos efectos son entonces recíprocamente constitua tivos (de Lauretis 1992: 251-294). Partiendo de estas premisas, en un primer momento presentaremo una genealogía crítica de lo trans, que hoy en día se sigue patologizando En esta genealogía no se abordan las experiencias trans, sino las con ceptualízaciones de las mismas que ha producido la medicina en cuant tecnología fundamental de producción de subjetividad, así como los cos tos sociales, políticos, subjetivos y corporales que supone esta forma d objetivación de la experiencia. En un segundo momento abordaremos 1 que hemos denominado "otros discursos de lo trans~ otros campos desd los cuales se han definido estas experiencias, como el discurso activista en Estados Unidos y la campaña internacional por la despatologización, de las identidades trans. Hemos privilegiado estos campos tomando en cuenta el impactó global que han tenido en términos sociales y políticos. Estarnos conven cidas de que hoy la mayor parte d e las experiencias trans que se dan el las ciudades están atravesadas de alguna forma por todos los discurso aquí analizados que, además, circulan globalmente por internet. Por es es importante conocerlos y tratar de analizar cómo se articulan con otro! discursos locales de lo trans. A continuación de los puntos mencionados presentaremos los dl•bate feministas en to rno a lo trans . Sin lugar a dudas, tales debates, que fina mente tienen una relación directa con la manera en que se ha definido el género desde las ciencias sociales, pueden arrojar luz sobre la forma en que se puede abordar lo trans desde la investigación y con qué ob¡eti\ OS' Ahora bien, otras referencias teóricas imprescindibles dentro dt!l abo rdaje analítico de lo trans son las que provienen de los estudios trnns género (trangender studies). Por ello hemos dedicado el siguiente apartado a describirlos e historizarlos, así como a plantear algunas de las grande~ aportaciones de esta rama de estudios. Estamos convencidas de que serán du gran utilidad, pero invitamos a que se lean críticamente, teniendo en cuenta la dimensión geográfica, histórica y políticamente situada del género. D hecho, parte de la vigilancia epistemológica que consideramos nccesc1ria cuando trabajamos esta c uestión tiene que ver con el riesgo de abordad;\ solamente con referencias teóricas anglosajonas.
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Por este motivo añadimos a continuación una mirada a lo trans desde América Latina, comentando algunas referencias teóricas relevantes y situándolas en su contexto político. A pesar de no ser numerosos los trabajos en habla hispana, hay que destacar el papel de Latinoamérica en relación con la lucha por el reconocimiento de la identidad de género desde una perspectiva no patologizante. Finalmente, pondremos punto final a este texto con una propuesta concreta que comprende ciertas premisas fundamentales para entender y abordar lo trans sin objetivar, universalizar u homogeneizar estas experiencias, sino asumiendo su heterogeneidad, complejidad y multidimensionalidad.
Genealogía crítica de lo trans
Es posible encontrar los orígenes de la transexualidad en el proceso histórico de construcción de la normalidad sexual y sus desviaciones en Occidente, el cual data de finales del siglo xvu. De acuerdo con Foucault (1998), se produce, en diversos ámbitos (medicina, biología, política, moral, etc.), una multiplicación de discursos sobre el sexo. Esto origina la creación de una "verdad sobre el sexo" que, por un lado, establece lo que se considera normal y lo que se considera patológico, y, por el otro, instituye el "dispositivo de sexualidad~ que pretende producir sujetos conformes a los cánones hegemónicos de la sexualidad. En este contexto surge la categoría médica "homosexual~ Asimismo, a finales del siglo x1x se empieza a definir en el ámbito psiquiátrico una específica "desviación sexual" que se caracteriza por la identificación de los pacientes con el "sexo opuesto''. Las primeras representaciones de lo trans como patología se pueden rastrear en los trabajos del psiquiatra KrafftEbing, quien, en 1877, en sus estudios sobre la homosexualidad, identifica una categoría especial de homosexuales que sufren de "metamorfosis sexual paranoide": se identifican fuertemente con el sexo opuesto y quieren alterar sus caracterlsticas sexuales. El sexólogo Magnus Hirschfeld, otro de los expertos que contribuyen a crear un campo de estudios sobre la transexualidad al investigar las experiencias de los travestidos, utiliza por primera vez, en la década de 19:20, el término "transexualismo del alma'' (seelischer transexualismus), que h ace
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referencia a las personas que sienten íntimamente "pertenecer al otro sexo~ El término transexual aparece por primera vez en un artículo publicado por David Caldwell en 1949, "Psychopathia Transexualis~ Pero será a partir de la década de 1960 cuando se asista a la invención del "fenómeno transexuali con un cambio de paradigma en las prácticas de disciplinamiento de lo trans debido a la introducción de tecnologías de modificación corporal, como las terapias hormonales y las operaciones de reasignación sexual (Preciado 200 8). Harry Benjamín es reconocido como el padre de las modernas teorías médicas sobre la transexualidad. En 1966 publica su famoso texto The Transsexual Phenomenon, donde define a la persona transexual como el sujeto que quiere vivir física, sexual y mentalmente como si perteneciera al sexo opuesto. En él critica la ineficacia de las terapias psicológicas y psiquiátricas para tratar a las personas transexuales, propone el uso de hormonas del "sexo opuesto" para obtener la masculinización de las hembras y la feminización de los varones. El psicólogo y psicoanalista Robert Stoller es otra de las figuras clave en la construcción de la t ransexualidad, En 1975 publica Sex and Gender, Volume 2 : The Transsexual Fxperiment:¡ donde introduce la distinción entre sexo (dimensió n biológica), génerQ (dimensión social) e identidad de género (dimensión psicológica). En su trabajo sostiene que la id entidad de género con~t1tuye un núcleo inmuta ble del ser humano y que, en el caso de la~ personas transexuales, dada la imposibilidad de modificar su identidad de género , es necesario aplic tratamientos quir úrgicos y/u hormo nales que modi fiq uen el cuerpo par restablecer la "natural'' correspondencia entre c:uerpo sexuado e identida4 d e género . Finalm ente, a partir de la década de 1980 , la tram exualidad e c.od1ficada como un trastorno mental por una de las instituciones médica más poderosas a ruvel mundial: la Asociación Amen cana de Psiquiatría, qu publica periódicamente el Manual Diagnóstico y Estadístteo de Trastorno, Mentales (o sM, por sus siglas en mglés). En 1980 se introd uce por pnme vet. ~n el o sM-111 el diagnóstico de utransexualismo·: definido como un trasto rno en la esfera sexual que se caracteriza por un persistente male tar con el sexo asignado y una co nstante preocupación por modificar 1 características sexuales primarias y secundarias, adq uiriendo las del otro sexo, a través de t ratam ientos ho rmon ales y quirúrgicos. En la década d 1990, los sistemas internacionales de clasificac16n de patologías mentales, especifico el osM -I V-R y la Clasificació n Internacional de Enfermedades .1
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(CIE-10), (elaborada por la Organización Mundial de la Salud), sustituyen el término "transexualismo" por el de "trastorno de identidad de género~ La última versión del OSM -el v, publicado en mayo de 2013- modifica nominalmente la definición psiquiátrica "trastorno de identidad de género" por "disforia de género'; sin cambios sustanciales. Es más, se incluyen nuevos criterios diagnósticos, diferenciados en función de la edad - niños, niñas y adolescentes, adultos/as- en los que también se puede llegar a incluir a personas diagnosticadas con un trastorno del desarrollo sexual (disorder of sexual development, oso), llamadas en ocasiones intersex. El discurso dominante en el campo médico construye como natural y normal la correspondencia entre cuerpo sexuado e identidad de género; todas las experiencias que no encajan en este esquema son definidas, de alguna forma, como patológicas, y se vuelven objeto de procesos de normalización con la finalidad de restablecer el "orden natural" entre sexo y género. Debido a la legitimidad social de la medicina se produce una verdad hegemónica sobre lo trans: por un lado, se presentan estas experiencias como un estado patológico que puede ser diagnosticado (y curado) y, por el otro, se construye lo trans como una condición identitaria esencial e inmutable (transexual, transgénero y travestí).' Desde nuestro posicionamiento crítico y feminista, cuestionamos este discurso que no solo patologiza las experiencias trans, sino que tiende a borrar la multiplicidad y la fluidez de las experiencias de género. La adscripción subjetiva y corporal de estos discursos científicos ofrece a las subjetividades interpeladas una suerte de Mpromesa de normalización" que obviamente contiene ciertas ventajas en términos sociales, pero a su vez oculta sus costos subjetivos, corporales y políticos, entre los cuales está la subordinación identitaria a través de lógicas como la patologización, la estigmatización, la invisibilización y la infantilización. Por ello proponemos ut ilizar el término trans como una estrategia inclusiva de la variabilidad humana en el campo del género, ya que: 1) permite preservar la multiplicidad de las experiencias subjetivas y corporales
También la ca.tegorla trav~t, es codificada como tru tor no m,ntal Cn ~1 DSM v ~e le drhne como una pa11hl1a, un trastorno suual, rtferenn a a aqut>llas p,r, o nu qut util1.u11 plfnd•~ del gi'nero opuesto pau obt,ner placer t t~uJ.1 La med1cma u• ha apropiado del l,rm1no tr4m zt11tro, surgido en el marco de IOl movin1ltntos ,001lts, y el DSM v lo utiliza 1>111 1dt11ut a rodas aqutllas personas qut no st 1dtnt1tican con t i glnt 10 que ks fue Ui&nado al nace,
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de género, haciendo referencia más a un movimiento, un proceso, o un '.ir más allá de~ que a una condición o identidad preexistente, pues "el tránsito no es esencia" (Preciado 2002: 68); 2) no resalta las definiciones médicai patologizantes; 3) no tiene por qué asumir corno referencia el sistema binari sexo-género; 4) se configura como un posicionamiento crítico desde donde analizar los procesos de producción de ficciones identitarias, y s) constitu~ una lente a través de la cual se puede analizar la realidad social. Cabe resajtar la propuesta de utilizar el término trans con un asterisco (trans•), un_~ aportación del activimos trans, en concreto, de Mauro Cabral (2009), cuyo objetivo es destacar la variabilidad y pluralidad de experiencias situadas' cultural y políticamente que se pueden enmarcar dentro de lo trans.
Otros discursos sobre lo trans Además del ámbito médico, en otros espacios también se han abordado las experiencias trans. Es importante destacar que difícilmente podemos realiza¡ cortes radicales entre discursos producidos dentro de unos campos y otro porque son narrativas que de alguna forma se tocan, se contagian, se articulan, y son utilizados estratégicamente en términos individuales y colectivos pOL las mismas subjetividades a las que interpelan. La emergencia del concepto transgénero (trangender) en los btad Unidos data de la década de 1970. Varios autores estadounidenses rec.onocen,. a Virginia Prince la autoría del térmjno transgenderist que se c1d¡ud1c;aba sí misma y que definía como una "terct:ra vía" entre la transexualidad }' d travestismo. Para ella, ser transgendenst era vivir plenamente en el géner contrario aJ asignado a la hora del nacimiento -el sexo registra)- sin necesidad de recurrir a lo que la medicina llama "cirugías de n-.:1s1gru ción genital o sexual~ De hecho usó este concepto para autonombrJr\ en 1979, cuando ya se había sometido a trata miento hormonal y realizad~, electrólisis para eliminar su vello facial. Antes de ese año, Prince habfu. utilizado diferentes categorías como femmiphíle, true transvestite o Jemm personator. Es importante destacar todo el trabajo de investigación, difu sión y organización comunitaria que llevó a cabo entre la comunidad n (abreviatura de transvestite) y en relación con médicos clave, como J lar Ben¡amin. Su definición de transgenderist se refería solamente a aquello
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sujetos varones heterosexuales que experimentaban un fuerte amor a lo femenino y deseaban vivir como mujeres. En todos los proyectos que Virginia Prince llevó a cabo, como revistas (Transvestía, Femme Mirror) o incluso organizaciones sociales como la Foundation for Full Personality Expression, excluyó tanto a personas homosexuales como a transexuales. Sería en la década de 1990, en el contexto académico y activista de los Estados Unidos, cuando el término transgénero sería reformulado por varias activistas y teóricas fundamentales de los estudios transgénero. En esta redefinición se destacaría su potencial crítico hacia posturas esencialistas y binarias en relación con el género, como las que habían definido históricamente la transexualidad. De hecho, a través de trabajos como los de Holly Boswell (1991), Sandy Stone (1991) y Leslie Feinberg (1996), el concepto transgénero se convirtió en una especie de paraguas que acogió la pluralidad de experiencias que cuestionaban la coherencia, la estabilidad y la correspondencia entre género, cuerpo y deseo en las que se sustenta el binarismo de género significado culturalmente por la matriz heterosexual. Sin duda esta redefinición se pensó como crítica a la mirada biomédica, pero la extensión de su uso y mediatización provocó que fuera asimilada de nueva cuenta por el dispositivo médico y reformulada en sus propios términos. De hecho, hoy en día, el protocolo médico más utilizado a nivel internacional para atender los procesos de reasignación de género es el de los Standards of Care de la World Professional Association ofTransgender Health (WPATH), anteriormente Harry Benjamin International Gender Dysphoria Association (HBIGDA). En la segunda década del siglo xx1, en el contexto europeo, emerge la Campaña Internacional por la Despatologización de las Identidades Trans, Stop Trans Pathologization 2012, influida por los discursos activistas que en su momento entendieron que las experiencias trans eran plurales, heterogéneas y tan difícilmente objetivables como las experiencias de hombres, mujeres y otros géneros. Tanto la construcción de este "otro" discurso sobre lo trans como la internacionalización de esa campaña han sido posibles gracias a la emergencia del internet, que ha sido la principal herramienta de difusión y coordinación utilizada por la campaña, pero que a su vez ha permitido conocer pluralidad de maneras de vivir las experiencias trans en otros contextos. En 2006, en Barcelona, el colectivo Guerrilla Travolaka - influido por las luchas del movimiento de la antipsiquiatr!a y arliculado con colectivos
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feministas y transfeministas autónomos- denunciaría públicamente el tra' tamiento psiquiátrico para el trastorno de identidad de género o disforia d género, apostándole así a la despatologización de la transexualidad median la visibilización de cuerpos trans no normativos y experiencias trans que n"Q; se definen a través del diagnóstico. En 2007 se realizó la primera marcha lucha transexual, transgénero e intersex, que marcaría el inicio de la Re Estatal por la Despatologización Trans, a la cual se unieron colectivos diferentes ciudades de la geografía española. En 2009, cuando GuerriU: Travolaka ya había cambiado su nombre a Transblock-Piratas del Género, Red lanzó una convocatoria a nivel internacional que tuvo un éxito rotundo; pues cuarenta ciudades se unieron a sus objetivos de reivindicación. Así se creó Stop Trans Pathologization 2012. El año hace referencia a la previsió"n de la Asociación Americana de Psiquiatría respecto al lanzamiento de su nueva versión del DSM, que sería la quinta. Lo que esta campaña solicitaba era el retiro de la categoría diagnó tica de "trastorno de identidad de género" -que en la actualidad ha si~ sustituida por "disforia de género"-, así como el respeto al derecho a la, atención a la salud transicional sin necesidad de un diagnóstico psiquiátric~. El impacto internacional de la campaña ha supuesto un cue_stionamiento d11 la hegemonía de la definición médica y psiquiátrica de la transexualidad, u1,1 recurso de reivindicación en ámbitos locales y la difusión de otras formas no patologizantes de entender lo trans. Una de las críticas que ha recibido es que, si bien ha sido y es un recursó que se puede utilizar para la reivindicación del derecho al propio cuerpo. a la autonomía y a una identidad de género no definida ni biológica ni médicamente, esta utilización conlleva riesgos, entre los cuales se encue tran: 1) la homogeneización de la experiencia y la invisibilización de l múltiples formas que tiene de ser vivida, encarnada, sentida y presentad 2) la universalización de una representación específica -europea, blan y occidental- de lo trans, y 3) el desplazamiento de una experiencia p ticular enmarcada en contextos geográficos y culturales específicos a u categoría identitaria fija y globalizada (como la gay). De hecho, si entendemos lo trans como experiencia que va más ali de las categorías identitarias de hombre y mujer en relación con el género encontramos que en diferentes culturas ha habido conceptos que intenta representar vivencias subjetivas y corporales diferentes al binarismo d
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género. Desde la antropología se han estudiado contextos en los que los sistemas de género incluyen otras categorías además de las de hombre y mujer, como muxe en la población zapoteca de Juchitán, ciudad del istmo de Tehuantepec (Oaxaca, México), omeggid en el pueblo kuna de Panamá, hijra en la India, o two spirits en pueblos amerindios de los Estados Unidos y Canadá, entre otras. Consideramos que sería importante rastrear cómo estas categorías y las vivencias que intentan representar se articulan con el flujo de información globalizada existente sobre diversidad sexual y género, obviamente asumiendo siempre la tensión existente entre representación social y experiencia, y la pluralidad y heterogeneidad de esta última. Tanto la genealogía crítica planteada, como los otros discursos que hemos presentado - los cuales definen de determinadas formas lo transmucstran la polisemia de los conceptos/representaciones y la pluralidad y complejidad de las experiencias particulares. Esto nos obliga a ser extremadamente l uidadosas con los términos que utilizamos -que deben estar geográfica y políticamente contextualizados- y con los conceptos teóricos que usamos en la investigación, los cuales deben mostrar esa pluralidad y complejidad corporal y subjetiva que conllevan las experiencias trans -como todas las experiencias de género.
Debates feministas en torno a lo trans Lo trans no ha sido históricamente un tema clave del feminismo. No lo abordó hasta tiempos recientes y no deja de ser una cuestión controvertida en el marco de los debates contemporáneos sobre sexo, género y sexualidad. Está en juego la legitimidad de lo trans como sujeto político del feminismo. A muy grandes rasgos, en este contexto se distinguen tres posiciones diferentes sobre lo trans, vinculadas con las distintas formas de definir el género y el sexo: 1) las feministas radicales, que consideran la biología como destino y niegan la legitimidad de la experiencia trans (Raymond 1979; Jeffreys 2003); 2) las estudiosas que consideran la biología como soporte material para el desarrollo del género, entendido este como un conjunto de elementos culturales, simbólicos y/o socialmente construidos a partir de la diferencia sexual, para quienes lo trans evidencia los procesos soc iales de producción del género (Kessler y MacKenna 1978), y finalmente 3) las
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teóricas queer, quienes consideran que tanto el sexo como el género son productos de la ideología binaria de género y de la matriz heterosexu~ y promueven el cuestionamiento y apertura a lo trans como sujeto polí; tico del feminismo (de Lauretis 1987; Butler 2002, 2007; Haraway 19951 Halberstam 1998; Preciado 2002, 2008). En el marco del feminismo radical, Janice Raymond, en su controve tido The Transsexual Empire. The Making of the She-Male (1979), sostieneque la biología determina el género, y que las mujeres trans (que denom· male-to-constructedfemale), aunque se hayan sometido a modificaciones quirúrgicas y hormonales, siguen siendo hombres que quieren infiltrarse en los espacios de mujeres y feministas con el objetivo de ejercer poder sobre ellas, controlarlas y cuestionar el movimiento feminista. De la misma manera, las lesbofeministas radicales, como Sheila Jeffreys, critican a 1 hombres trans por traicionar su naturaleza femenina y su pertenencia a)\\ comunidad lesbiana. ~ En la línea que comprende el género como construcción social, dentrc, del ámbito de las ciencias sociales, destaca el trabajo publicado en 1978 por Kessler y MacKenna, Gender: An Ethnomethodological Approac,. en el cual analizan los procesos de atribución y reproducción del género en el marco de la vida cotidiana, tomando como referente el trabajo etnometodológico de Harold Garfinkel.' Las autoras, que no cuestionan aquí el binarismo de género sino el determinismo biológico, se enfocan las personas trans porque su transición de género visibiliza las práctic~ cotidianas a través de las cuales los individuos construimos, a diario género, como una realidad que tiene sentido para todos El género n se considera una propiedad natural de los sujetos , sino un proceso d actuación constante y de reproducción de normas sociales natural11a Las tesis más innovadoras para reflexionar sobre lo trans vienen, quirá, de la teoría queer. Se trata de un conjunto de aportaciones que no nece.~a 2
Harold Garfinkel, en su famoso articulo "1ng and the Managed Ach1evement oí ~ex ~ in an 'lntersexed' Person· (1967), explicita el proceso a través del cual Agnes (que nació VJ fu e paciente de Robert Stoller) desarrolla su pertenencia al género femenino El estudio rriu los esfuerzos de Agnes pan ap~nder a ser mujer, reproduciendo las normas sociales domin (en su uempo) sobre la feminidad. Garfinkel trata el género como un performauvo, que , continuamente a través de la repetición de narrativas y prkt1cas compartidas (por t¡em hecho de que por ser mu¡er una tiene que tener una vagina es una narrativa comparuda en Agnes y los médicos que la operaron). "~
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riamente abordan de manera directa lo trans, pero ofrecen herramientas útiles para analizarlo. Esta propuesta teórica aporta una interpretación profundamente antiesencialista no solo del género, sino también del sexo y de la sexualidad. Por un lado, la correspondencia entre sexo, género y deseo no es considerada como algo natural, sino como el producto de un discurso hegemónico que Monique Wittig (1992) define como "pensamiento heterosexual" y Judith Butler (2007) como "matriz heterosexual''. Por otro lado, sexo, género y deseo no son prediscursivos y actúan, más bien, como tecnologías de producción de subjetividades que se definen a través de ficciones reguladoras (Butler 2007) o biopolíticas (Preciado 2002). De Lauretis es reconocida como la primera feminista en utilizar el término queer en el ámbito académico, concretamente en un taller denominado "Queer Theory: Lesbian and Gay Sexualities~ que se llevó a cabo en 1990 en la Universidad de California en Santa Cruz. Retomando los análisis de Foucault sobre los procesos de subjetivación, esta autora considera el género como una tecnología con la función (que lo define) de construir ind1nduos concretos como varones o como mujeres (de Lauretis 1987). Judith Butler publicó algunos textos considerados fundacionales de la teoría queer: Gender Trouble (1990) y Bodies that Matter (1993), donde cnttende lo trans/drag como una oportunidad para pensar el género en cuanto performativo, poniendo de manifiesto su estructura imitativa/ oltac1onal. Su tesis es que no existe algo que se pueda considerar "natural': ,ya que todo sujeto entra en el mundo social a través del lenguaje, interpretándolo y siendo interpretado. Por lo tanto, sostiene Butler, no solo el género es la simbolización social de la diferencia sexual, sino que: 1) la misma diferencia sexual es el efecto de prácticas discursivas que construyen un orden "natural" de dos sexos; 2) el género es una "cita" -de la cual no hay original- de normas y actos que culturalmente simbolizan la diferencia sexual; 3) la identidad de género no es un espacio psíquico interior, sino el efecto de esa repetición de actos -se trata de una ficción reguladora que produce sujetos conformes a los mandatos de la matriz heterosexual. ,La teoría queer se configura como una postura critica hacia los proce.lios,históricos y políticos de construcción de las identidades sexo-genéricas binarias (hombre/mujer, varón/hembra, masculino/femenino, homosexual/
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heterosexual, transgénero/biológico), así como de los procesos de norma)¡ zación de las mismas. Esta perspectiva, en la que se detectan las influenci de cierto feminismo lésbico radical (Monique Wittig, Adrienne Rich), negr y chicano (Gloria Anzaldúa, Audre Lorde), critica la universalidad del sujet "mujer", abriendo espacios de legitimidad para otros sujetos políticos de feminismo, como lo trans, las mujeres negras o las lesbianas, y para for ma~ de acción política no identitarias.
Estudios transgénero
Los estudios transgénero (transgender studies) desarrollados por académic•s y activistas transa partir de la década de 1990, evidencian la urgencia para las personas trans de "hacer" su propia historia, de visibilizarse, contrarrestando los efectos negativos de ciertos discursos feministas y médicos (Stone 1991; Bornstein 1994; Feinberg 1996; Prosser 1998; Stryker y Whittle 2006) Susan Stryker los define como un campo académico multidisciplinario que se enfoca al análisis de la transexualidad y el travestismo, en las expresiones culturales de la "atipicidad" del género; en general, se interesa por la diversidad genérica humana. Como recuerda la misma autora, es oportuno tener en cuenta que se trata de un campo de estudios desarrollado en un contexto anglófono (los Estados Unidos y Europa) y que la misma categoría transgénero difícilmente puede utilizarse para explicar otros sistemas de género en contextos no eurocéntricos. Entre las pioneras de los estudios transgénero cabe recordar a Sandy Stone, quien publicó en 1991 el Post-transsexual Manifesto, en respuesta al texto de Janice Raymond. En particular, elabora una crítica de la práctica del ing (vivir y ser reconocid• como un miembro del "otro" sexo), promovida tanto por las personas transexuales como por el aparato médico y psicológico. El ing borraría las múltiples expresiones de género potencialmente expresables por las personas. Critica, entre otras cosas, el uso de expresiones como "nacer en el cuerpo equivocado'; ya que presupone solamente la legitimidad de los cuerpos conformes a las normas de género hegemónicas. Stone invita a ser "post-transexual'; es decir, a rechazar las praxis que definen el proceso de transición de género como conformidad con los modelos dominantes de feminidad (y masculinidad).
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OtC-s autor•s que es necesario mencionar son Leslie Feinberg, autor• de Stone Butch Blues, Transgender Warriors y Trans Liberation, que impulsa un nuevo uso del término transgender para significar el conjunto heterogéneo de sujetos que presentan alguna variación en relación con el modelo dominante de género y sexualidad; y Kate Bornstein, autor• de Gender Outlaw: on Men, Women and the Rest of Us (1994), que defiende las experiencias de fluidez del género, rechazando ser categorizad• como mujer u hombre. Una de las aportaciones académicas más elaboradas es la de Jay Prosser, que publica en 1998 Second Skins: the Body Narratives of Transsexuality, donde analiza los procesos de incorporación del género y construcción de identidad a través de las narrativas de personas trans. En particular, contrasta la idea de la transexualidad como invención de la medicina, afirmando que antes de las prácticas tecnológicas y discursivas· de construcción de l•s transexuales existían subjetividades activas que producían narrativas de "cambio de sexo''. En el texto presenta una articulada crítica a la teoría queer (en particular de Eve Sedgwick y Judith Butler) por su utilización de la figura del drag y del transgender para demostrar la performa tividad del género y desestabilizar los confines de las categorías de sexo, género y sexualidad. Según la interpretación de Prosser, la teoría queer presenta la experiencia transgénero como práctica subversiva que pone en evidencia la no necesidad de la matriz heterosexual. etiquetando implícitamente la figura del transexual como esencialista y conservadora, ya que reproduce las normas de género dominantes. Prosser argumenta. en cambio, que también los sujetos transexuales ponen de manifiesto los procesos performativos de producción de género. Critica, además, el concepto de performatividad de género porque parece implicar un acto voluntarista de elección del género; y el de matriz heterosexual porque atribuir al lenguaje la producción de sexo, género y sexualidad borrarí.l la materialidad de los cuerpos. Las reflexiones más recientes en el marco de los estudios transgénero ofrecen algunas novedades relevantes y muestran cierta influencia d e b teoría queer, en primis el giro antidentitario que, en resumidas cuentas, entiende las identidades trans como producto de ficciones reguladoras )' abre la posibilidad de agencia desde posicionamientos no identitarios . Las experiencias trans ya no son tematizadas como idt•ntidades cohercnt...-s , sino entendidas como una lcntt• a través de la nial se analiza la rt>alidad
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social, como una posición epistemológica desde la cual se produce conoi¡ miento crítico. Otro tema central es la transnormatividad -que constru categorías de sujetos trans legítimos y abyectos- y lo& efectos que tiene·en temas de reconocimiento de derechos y ciudadanía. Finalmente, se analizan1 los efectos disciplinarios -sobre las vidas de las personas trans- de otra~ tecnologías, como los sistemas legales y estatales (Stryker y Aizura 2013)
Una mirada a lo trans desde América Latina y el Caribe
Si en el discurso académico lo trans ha llegado a funcionar como parad1g ma antidentitario, en la arena política ha sido declinado a menudo como identidad estratégica para promover el reconocimiento de derechos para las personas trans, fenómeno que se ha dado de forma pionera en el con texto latinoamericano, donde destacan el enfoque despatologizante de la identidad trans y el paradigma de los derechos humanos. En Argentina, en 2012, se abrió un nuevo imaginario posible, al pro moverse una ley nacional de reconocimiento de la identidad de género totalmente despatologizada, es decir, que desvincula el diagnóstico y tratamiento médico de lo trans, de los derechos de ciudadanía. A su vez, esta ley contempla la atención a la salud transicional así como la pos1bilidaq de que dicho reconocimiento sea otorgado a personas menores de edad. 1 En el contexto de la capital mexicana, en febrero de 2015 se aprobó una reforma legislativa al Código Civil y de Procedimientos Civiles que modifica la norma aprobada en 2008 que posibilitaba, a través de un juicio especial, el cambio de nombre y género en el acta de nacimiento. La modificación actual despatologiza y desj udicializa el cambio del género registral y del nombre, así como la terminología utilizada, ya que desplaza "la reasignación por concordancia sexo-genérica" - paradigma biomédico- por el reconocimiento de la identidad de género - paradigma de los derechos humanos-; además, elimina el requisito de juicio y de peritajes médicos. No es una reforma de alcance federal -solo es aplicable en la Ciudad de México- ni reconoce la identidad de género a menores de 18 años; tampoco hay una legislación sanitaria que garantice la atención a la salud transicional, a pesar de que la transfobia sí está tipificada como delito desde 2014.
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En Colombia, el Ejecutivo emitió un decreto en junio de 2015 para desjudiciaJizar y despatologizar el procedimiento para el cambio de nombre y género en los documentos oficiales. Dicho decreto es de alcance nacional. El hecho de que Latinoamérica (y no los Estados Unidos o Europa) sea la primera región en reformular la cuestión de la "ciudadanía trans" -desde el paradigma de los derechos humanos y la despatologizaciónrompe con el imaginario imperialista que vincula el respeto de los derechos humanos con el desarrollo, así como la democracia con la emancipación sexo-genérica. En el terreno de la producción de conocimiento sobre lo trans en América Latina, cabe recordar los trabajos en Argentina del activista trans e intersex Mauro Cabral (2009), de las activistas travestís Lohana Berl..tns ( 2007) y Diana Sacayán 3 (2010) y de la académica feminista Josefina Fcrnández (2004). En México no son numerosas las investigaciones sobre lo trans, pero destacan los trabajos pioneros de Erica Sandoval (2008) y María Fernanda Carrillo (2008), seguidos de las aportaciones de la antropóloga feminista Marta Lamas (2009). Cabe señalar que en este contexto la mayoría de las investigadoras/es no son activistas trans: no se trata de una crítica a su producción teórica, sino de una observación acerca de las dificultades de a la formación superior y al ámbito laboral de este colectivo. En Colombia se encuentran los trabajos del latinoamericanista Manuel Roberto Escobar (2013) 1 que ha trabajado la cuestión del "cuerpo trans" centrado en el análisis de ciertas lideresas transgénero de Ciudad de México y de Bogotá. Finalmente, en la región hay otras investigadoras especializadas en el tema, entre las que sobresale la brasileña Berenice Bento (2006), quien ha realizado un análisis profundo de la patologización de la transexualidad y de la experiencia transexual con la intención de cuestionarse sobre cómo nos convertimos en hombres y en mujeres.
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Diana Sacayán tue torturada y asesinad~ t n ~u don11c1l10 dd bnrio dt Caball110 .... Burno• A11 ~, el 13 de oc1 ubrr de 201~ La rnm un1dAd trans. travtsll y írm1ni>ta de A1 gr ntina dfnuno• .-,1f hecho. que .iun se está 1nvrst1gando, como un uunt n d, od io.
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Apuntes feministas para el estudio de lo trans: de género(s) y experiencia(s) 1
Para estudiar lo transes necesario un desplazamiento epistemológico radi relativo a una de las dicotomías clásicas que subyacen a la investigaUb\'1erten, inevitablemente la reformulan. Adoptar la categoría y definición de lo transgénero proveniente de 1 medicina, o incluso la que se propone desde el movimiento transgénero de los Estados Unidos, por ejemplo, sería imponer una representación campo que investigamos, a no ser que este campo sea justamente la defin ción médica de lo transgénero o el movimiento transgénero estadounidens Hablar de lo trans como algo coherente, homogéneo, estático, al margen de la norma, o incluso, que la transgrede, es simplificarlo, re-alterizarlo > objetivarlo. Pensemos en la categoría identitaria a la cual nos adscribimo y hagámonos las mismas preguntas: ¿corresponde mi experiencia com
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mujer a la categoría identitaria mujer y su definición social?; ¿responde mi manera de pensar, sentir y actuar en el mundo a las características sociales adjudicadas a esta representación?; ¿todas las mujeres somos iguales?; ¿cómo atraviesan estas definiciones sociales de las categorías identitarias la sexualidad, la clase, la racialidad, las capacidades corporales y la edad? A partir de estas preguntas podemos afirmar que es necesario recuperar el potencial cuestionador de la teoría queer. Consideramos fundamental la crítica que realiza a los procesos de normalización y de asimilación de lo trans que se presentan en los contextos occidentales y occidentalizados, así como las herramientas que nos ofrece para entender que las experiencias sexo-genéricas están atravesadas por la clase, la racialidad, la edad y las capacidades corporales y, por tanto, moldeadas de formas particulares. De hecho, este marco feminista posestructuralista es el que nos ofrece una mirada teórica crítica con la identidad de género en cuanto concepto analítico y político, mirada que deviene cardinal para abordar lo trans desde la investigación, pero que también ha dejado abiertas ciertas preguntas importantes en torno al carácter político de la representación. ¿De qué manera podemos articular una lucha por el reconocimiento si no construimos una representación colectiva de lo trans? ¿Qué otras herramientas de lucha podemos activar? Quizá apelar a una identidad como estrategia de lucha - pero desde un lugar crítico de la misma y conscientes de los costes que implica- puede ser una opción, aunque obviamente encierra una paradoja difícilmente resoluble y que ha sido largamente debatida dentro de los feminismos en la reflexión sobre el sujeto político de dichos movimientos. Consideramos que los estudios transgénero son referentes imprescindibles para trabajar lo trans; sin embargo, estamos convencidas de que es necesario aunar esfuerzos para impulsar la producción teórica desde América Latina. A la vez, creemos que no hace falta ser trans, en el sentido más extendido del término, para investigar lo trans, pero sí es necesario pensarnos desde lo trans para estudiar lo trans. Por ello proponemos enfáticamente la perspectiva parcial y el conocimiento situado (Haraway 1995) como forma de abordar las experiencias trans desde la investigación, asumiéndonos como sujetos encarnados, para así desafiar las fronteras disciplinarias y, a la vez, desestabilizar las fronteras del género.
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Heterosexualidad
Zenia Yébenes Escardó
Nue:,tra experiencia de la sexualidad tiene una génesis histórica distintiva , c~pecífica; podríamos decir que es un producto de los sistemas de cono~1miento y de las relaciones que estructuran el campo social. Desde esta lectura, el concepto de heterosexualidad no es un fenómeno de la naturaleza, sino que emerge dentro de un horizonte histórico. Surge al mismo tiempo que la sexualidad se erige como dispositivo y como campo de investigación específico. Es necesario recordar que el término sexualidad tiene aquí una ~1pción muy precisa. Cuando Michel Foucault (2007) escribe su historia de la.~exualidad no se propone llevar a cabo una cronología de los comportamientos eróticos ni de la evolución de las ideas sobre el sexo; lo que se propone ¡¡nalizar es un marco conceptual particular e históricamente determinado al que corresponde una experiencia singular, la de la sexualidad, contem,plada como problema y como objeto de discurso de las ciencias humanas y médicas a partir del siglo XIX. El concepto de heterosexualidad emerge con esta concepción inédita de la sexualidad. Si bien la heterosexualidad tiene la pretensión de ser una realidad absoluta, universal, transcultural y transhistórica es, por el contrario, un concepto relativo al contexto, a unos saberes ,Y.A unas prácticas que han de ser cuidadosamente dilucidados. 1 La heterosexualidad denota la forma natural de la expresión sexual ÍJ!l!nte a su opuesto, la homosexualidad, que sería lo antinatural. la desvia:15ión. Ambos términos aparecen a finales del siglo x1x. Por supuesto, antes
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había relaciones de hombres con hombres y de mujeres con mujeres, y hab asimismo hombres y mujeres que procreaban y tenían familias, pero no s identificaban a sí mismos como homosexuales o heterosexuales. La helero sexualidad se vincula con la idea de que existe una identidad determinad por una orientación sexual fija, algo que constituye una forma relativarnent inédita de problematizar la sexualidad. No es en absoluto evidente qu las prácticas sexuales se relacionen con o determinen la identidad de u1 individuo, y solo recientemente se ha problematizado si una práctica sexu puede variar o permanece fija a lo largo del tiempo. Mi tarea aquí se circunscribe a explorar de manera general un concepto el de heterosexualidad, del que intentaré apuntar las condiciones sociohistóricas de emergencia y sus implicaciones prácticas y teóricas. El concept de heterosexualidad forma parte medular del dispositivo de la sexualidad moderna. Un dispositivo es más bien un sistema de dispersión, porque define: un campo en el que puede desplegarse una variedad de elementos diferente~ e incluso conflictivos. ¿Qué es entonces lo que garantiza hasta cierto punte:. su unidad? Únicamente sus reglas de uso: Ciertamente, si uno se sitúa [.. ] en el interior de un discurso, la sepa rac1ó entre lo verdadero y lo falso no es ni arbitraria, ni modificable, ni inst1tuciq nal. ni violenta. Pero si uno se sitúa en otra escala, si se plantea la cuestión d saber cuál ha sido y cuál es constantemente, a través de nuestros discursos esa voluntad de verdad que ha atravesado tantos siglos de nuestra historia, cuál es en su forma general el tipo de separación que rige nuestra voluntad d saber, es entonces, quizás, cuando se ve dibu¡arse algo así como un :.1st<'m de exclusión (sistema histórico, modificable, institucionalmente coacltvó (Foucault 1992: 15-16). El dispositivo de sexualidad que aparece a finales del siglo x 1x es precisa mente una de esas formas de voluntad de verdad, un sistema de exclusión que contiene prácticas inéd itas, nuevas instituciones, nuevos objetos d conocimiento, nuevos conceptos, nuevas modalidades enunc1at1vas y nue vos temas. El concepto de heterosexualidad no puede ser confundido corl a lgún objeto autosubsistente c uyo contenido pudiera ser descubierto fued de su uso. Los enunc iados y las experiencias no pueden divorcia rse de las prácticas de su empleo. Comprenderlos es comprender el dispositivo de que forman parte. La emergencia de la heterosexualidad, inseparable dé
de una identidad basada en una orientación sexua l fija, descansa ert'la construcción social de dos sexos biológicos que son contemplados 0 0 sólo como dist intos, sino como opuestos. El concepto presupone así 1a1atracción nat ural permanente entre estos dos sexos. Podemos defi nir a:Ia heterosexualidad como la institucionalización, a finales del siglo x I x, de. un conjunto de patrones de comportamiento, prácticas y creencias, que c,omúnrnente descansa en el presupuesto de la atracción natural permanente que un sexo siente por el sexo opuesto. Heterosexualidad se transforma en heteronormatividad cuando se enlaza a la categoría de identidad. La noción de heteronormatividad nos permite situar un sistema valorativo que está organizado jerárquicamente y que se vincula con la aceptabilidad y la legitimidad social. El hecho de que la heterosexualidad se valide como lo normal y, simultáneamente, como la norma a que se debe aspirar, produce en primer lugar un efecto de invisibili.:,1nón que efectúa su circulación como lo que se toma por evidente, por garantizado, por lo que ocurre naturalmente y por lo que, por lo tanto, no <'& cuestionado. La invisibilización de los procesos a través de los cuales la h('terosexualidad se produce, se organiza, se asegura y se ritualiza, supone asimismo la invisibilización de las formas en las que la heterosexua lidad se erige como estándar de la conducta socio-sexualmente prescrita, como una ¡nvariante universal fija en el tiempo y en el espacio. Veámoslo más despacio.
Bíologización y naturalización ~
¿Cuál es el papel que juega el auge del modelo biologicista en la actualidad? En la sociedad moderna, lo biológico se emparienta con la demanda de lo ~·erdadero; representa una aparente reacción contra el dominio de lo mediatizado y lo fi ngido. Ahora bien, todo orden social o natural supone una organización simbólica: la oposición entre orden social y orden natural no es sino una oposición entre dos órdenes simbólicos. La organización simbólica del orden natural que rige la investigación científica se dirige al descubrimiento ~ la explicación del orden de las cosas y conduce a favorecer el criterio d e utilidad y de praxis. La organización simbólica del orden social. que regula los aspectos de la praxis social. considera la importancia determinante del orden simbólico en la construcción de nuestras relaciones. La decadencia y falta de
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~o~exuALIDAD
credibilidad de los sistemas de creencias vuelve cada vez más problemá•CM: · hecho de legitimar y fundamentar un orden social. e implica un acercamié: al orden natural que se percibe ligado a la consistencia y a la efectividad. Pi,·, un lado, las biotecnologías domestican a la naturaleza, es decir, la cultu zan. Por otro lado, el prestigio que ha adquirido la organización simbóhé del orden natural en nuestras sociedades promueve la naturalización de cultura. La subjetividad, las preferencias y las conductas sexuales, el géne y otras muchas realidades están conformando un campo de interés crecien ' para las nuevas formas de determinismo biológico. El determinismo biológico presupone una reducción del principio e plicativo a una naturaleza que es percibida como inmutable, a pesar de 1 evidencias de mutabilidad introducidas por una teoría que suele resultar in picadora en estos ámbitos: el darwinismo. La heterosexualidad se cons1der desde aquí, un hecho invariable de la naturaleza, cuya justificación estaría " la necesidad de la especie de reproducirse y perpetuarse. Y sm embargo, esw lectu ra no hace sino plantear más preguntas de las que pretende resolver En primer lugar, como he señalado con anterioridad, la heterosexu lidad descansa en la construcción social de dos sexos biológicos que so contemplados no solo como distintos, sino como opuestos. El sexo b1ológ1 se identifica a partir de cinco criterios que incluyen a los cromosomas, 1: a natomía interna, la anatom ía externa, las hormonas y las gónadas de u índrv1duo. Ahora bien, es posible que en un solo md1v1duo todos estos cnt, nos no indiquen necesariamente lo mismo. Anomalías en los cromosoma genitales ªambiguos·, niveles hormonales que están le1os de ser ejemplos manual r gónadas que no se define n nt e.orno ovarios nt como testículos s presentan con relaüva frecuencia H...,, cont roH!rs1a sobre el modo en qu :stas btOlogta.s at,p1us deben ser Identificadas La org,m1¿ac1ón s1mbolt\. del modelo b10logic1Sta presupone un modelo bmano de !>exos com1derad oput>Stos en el que trad1c1or.dlmente las corporalidades atfp¡cas no partc>ce lener cabida. La b1ok,g1a adPmas camb,a a lo la rgo del ue:mpo por lo que 1 cinco illd1cadores que ~nale con antenondaJ put:den transformarse A gunos camo1os en i.a b1olog1a sexual pueden St-r esptJntaneos e 1mpltcar po e}effi?•º ,,anactón en los ni,·e1es hormonales. Otros pu ,.den ser mduudo Los carnb!os en J05 indicadores b1olog.cos pueden o no atect.1r la for ma e la que pens.imos \ des,gnamos el sexo de un.t persona NI) deomos que un m·J;er d~ de ser m,J!er por haber tenido u na h1sterec.rom1ci, o que un hom
..
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al[ciente
de cáncer testicular y que haya de someterse a una operación !ll'emoció n de testículos, ya no sea un hombre. Si las mismas operaciones ¡uirúrg1 cas se llevan a cabo como parte de un proceso de reasignación de .! ¡ex:o, estos cambios biológicos se transforman sin embargo en fundamentales •hora de proporcionar una base a dicha reasignación . La biología por sí la.no garantiza las características que socialmente se le asignan a cada uno le-Jos sexos. Es el dispositivo de la heterosexualidad, el que determina que ser humano corresponde siempre a un género, y que dicha pertenencia 1 . en virtud de su sexo. En un proceso histórico cuya genealogía hay , ¡.ict>ntece túe explorar, se produce una vinculación entre sexo, género, deseo y práctica selCUal, que otorga inteligibilidad a los cuerpos en su identidad personal y ,que. torna un imperativo la complementariedad entre sexos d iferentes. En otras palabras, la biología no es independiente de un modo simbólico y social
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de organización. " En segundo lugar, la heterosexualidad se define como la inst itucionalizacrón de un conjunto de patrones de comportamiento, prácticas y creencias. D tJI'~·común mente descansa en el presupuesto de la atracción natural perma1ente que un sexo siente por el sexo opuesto. Pues bien, el sexo reproductivo íust1fica la existencia de los regímenes de heterosexualidad. Los animales 1enen os sexuales esporádicos que aseguran la reproducción, pero no permanecen juntos después de ellos ni parece haber una atracción permanente un sexo hacia el otro. La emergencia de la heterosexualidad está lejos d e O(] er considerarse un hecho natural. Tampoco puede considerarse un hecho lil .iversal A este respecto, las investigaciones sobre la Grecia clásica se han 'tlelto paradigmáticas. Aunque los hombres griegos buscaban a las mujeres para asegurar la perpetuación de su linaje, ello no significaba descartar la 'uracc1ón por el mismo sexo, y en el modelo de estructuración de las relaciones suci.ales, la heterosexualidad - es decir la primada del modelo de atracción permanente mujer-hombre- no era releva nte. Aunque hay distintas formas de abordar el proceso complejo a parti r del c ual la heterosexualidad devino 1nct.'pto central del dispositivo de la sexualidad moderna, me interesa abordar la emergencia de la heterosexualidad como un concepto que se identiltca con lo · sexualmente normal• y que alude a la heteronormal1v1dad como la norma que se debe aspirar a seguir.
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La heterosexualidad: encrucijada del discurso científico y los po públicos En el siglo x1x, el deseo y la actividad sexual emergen como un conjunt distintivo que ayuda a caracterizar tipos sexuales espedficos, como homi sexuales y heterosexuales. El proceso es complejo, como ya he señaladA y hay indicios de que se puede empezar a rastrear con anterioridad, per" lo cierto es que no se consolida sino hasta ese momento. Previamente n, existía la idea de que los seres humanos se ruvidían en dos campos sexuale Se pensaba que los individuos, de manera abierta o encubierta, ocasiona habitual, llevaban a cabo una variedad de prácticas, algunas de las cuale se conside raban m ás pecaminosas que ot ras. Nuestro hábito de interpr tar el deseo sexual como una manifestac ió n de nuestras identidades e reciente. Esta transformación implica que ciertas prácticas sexuales deja de ser consideradas pecados más o m enos h abituales que un sujeto put.>d o no cometer, y se convierten en los indicadores de aquello que ese suiet es. Identificar a los s ujetos como representantes de c iertos tipos genénc con base en su inclinac ión a ciertas prácticas sexuales tuvo un wnudo utilidad específica. Con la creciente urba n1zac1ón, acontecida a raíz de 1 Revolución industnal, se alentó la percepw', n de que la prostitución y s correlato de enferrnedade!> · venéreas" se extend1an por la nación, lo que lle~ a situar estos problemas dentro de la cuestión social y a proponer mt'
t'XUa La creació n de tipos sexuales carac terizados tomo peligrosos fue centr en este proceso. Los dos pilares en los que se sostuvo e\le control fueron la ll' Yy la lll' llCÍ Efectivamente, los nuevos Estados seculares requerían justificación para 5 leyes, ya no en los términos religiosos de pecado (o vicio) y virtud, -,ino los términos c ientíficos de lo nor mal y lo patológico. La biología y la uenc del siglo x1x emergen corno el modo simbólico y
tlÍll·ar a partir del discurso religioso. Lo normal y lo patológico no ,;on valora< 1011 objetivas, sino dec1s1ones sociales que en muchas ocasiones se arroga el pod utilizando con me¡or o peor fortuna ciertas teorías uentíf1cas La h1<,tona las ciencias forma parte de la historia de los poderes públicos, puesto que 1
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disciplinas científicas se incorporan a los programas de defensa social que surgen en el marco del Estado moderno. ; En las exposiciones científicas del siglo XIX aparecen recurrentemente dos conceptos que se unen al de herencia: el de raza (que contribuirá a la solidificación de los racismos de Estado) y el de degeneración. La raza se transforma, en el siglo x1x, en la manera científica de ligar la pertenencia a la familia, ti grupo o la nación con un sustrato material, transmitido de generación en generación, que se refleja en los rasgos físicos y morales de las personas y las colectividades. La herencia aparece calificada por adjetivos diversos que apuntan a establecer dicotomías y oposiciones. Las más comunes son la herencia física y la herencia moral (o psicológica). La herencia además puede ser directa (de padres a hijos) o indirecta (a través de saltos generacionales). La teoría de la degeneración, conocida a través de Bénéd1ct Agustín More!, es definida en ese periodo como un deterioro hereditario constante en el transcurso de cuatro generaciones que incluye síntomas como depravación moral, mania, retardo mental o esterilidad. Los médicos atribuyen una variedad de causas a la degeneración, entre las que figuran la inmoralidad y las perwrs1ones sexuales. A partir de la preocupación por la herencia, el estado 1ust1fica su control e intervención sobre la vida de una población (higiene pública y privada, controles sanitarios, etc.). La teoría de la degeneración justifica asila intervención terapéutica para prevenir los riesgos que se perciben i,:n ciudades con alta concentración de habitantes, en las que el hacmam1ento ,y la imposibilidad de una vigilancia rigurosa favorecen la promiscuidad. L.1 bJolog1:.>aoón del poder político busca hacer del sujeto un objeto natural que M! puede teorizar, intervenir y mejorar (Foucault 2 006: 49 -59; 2007). A mediados del siglo x1x, el término heterosexualidad se usa por prime1 J vez en una carta del escritor Karl Maria Kertbeny. No obstante, la primera scepnón médica del término la tenemos en la obra dd médico vienés R1d1ard von Krafft-Ebing, Psychopathia Sexualis (1886). La obra de Krafft Ebing, que conoció en menos de una década ocho ediciones y fue profusamente traducida. permite localíi.ar las estructuras conceptuales qut> hicieron viable la invención Ctf'ntífila de la hctcrose,-ualidad. Podríamos sintetizar estas estruc turas a partir de seis aspectos . 1) csencialización del sexo como a lgo e te rname nte IJlmutable, asocial y a histórico, 2) idea de que el S<'Xo es intrlnsecamente pt'r•erso, enfermo e 1lfcito a menos que ex tl>ta una razón esl)('dfica que lo salw. ,umo el matrimonio; 3) el sexo se percibe siempre como una amenaza· puedt'
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destruir el tejido social. destrozar la unidad de la familia y poner en jaque Estado mismo; 4) valoración jerárquica de los actos sexuales; en la cúspide d la pirámide se encuentra la sexualidad reproductiva entre un hombre y u mujer al interior de un matrimonio monógamo; s) dada su jerarquizació existe una división entre el sexo bueno y el malo; discutir los límites -o 1 razones detrás de ciertos límites- incita al pánico; se contempla que es orden social mismo lo que está en riesgo cuando se discute el alcance de 1 sexualidad; 6) creencia de que existe una única sexualidad legítima; la vari dad es tratada como anomalía - desviación- y no como una expresión válid de la diferencia: el pluralismo, gran valor en el ámbito político, es percibid como amenaza en la arena sexual {Rubin 1989).
Psychopatia Sexualis o el paradigma del dispositivo de heterosexualidad Según Krafft-Ebing, el hombre y la mujer solo tienen un cometido en la vid consistente en tener h i¡os. Para ello no basta la naturaleza, pese al caráctc básico e incontestable que la ciencia decimonónica adjudica a los insuntos a la búsqueda de la reproducción de la especie. No basta con la perpctuació natural de la especie, porque para salir del estado de naturaleza y llegar a estado civilizado, la reproducción requiere un determinado marco \ocia legal, éuco: la familia, que ha de proporcionar las garantías para la prospen dad física, moral e intelectual de los hi¡os. La procreación como objetivo d(' modelo heterosexual supone la introducuón de la familia c;omo fundament del orden social. Se trata de la instancia cnc.a1gada de velar por la tondiu61 y la conduc,ta de sus , futUi os ciudadanos del [stado nación. Este 1mperat1vo define el sentíJu y crea las identidades de aquello qu entendemos bajo los té1minos pola1es "hombre·· y "mujerff, al tiempo que con
t•x ualiclaJ si rve para contraponer los momentos de degeneración a los momentos dt forta leza estatal y virtud política
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Para Krafft-Ebing, cuando las masas se entregan a los vicios, los excesos Jl'el libertinaje, la sociedad sufre un proceso de degeneración . Un Estado está constituido por un gran conjunto de familias, y la grandeza moral y ;conómica de las mismas coincide con la del Estado, cuya legislación - en ;emas de protección tanto de la propiedad como de la moral- ha de velar gor aquellas (Krafft-Ebing 1895: 1-8). Sin embargo, esta concepción de la familia -eminentemente política y social antes que individual- descansa ; 11 premisas que buscan su justificación científica, precisamente en tanto no ;'on universales ni transhístórícas. Dichas premisas parten de binomios que tienen por finalidad la definición y la puesta en relieve de los términos privilegiados en tales relaciones a partir de la identificación de los sujetos como (epresentantes de ciertos tipos sexualmente genéricos que son considerados ",normales" o "patológicos". La normalidad constituye la norma que se debe aspirar a seguir, puesto que asegura el progreso de la raza. La patología cons~ituye el desvío de la norma y la amenaza, que el Estado ha de evitar, de la degeneración de la población. Los términos privilegiados en esta ecuación son el varón normal como paterfamilias heterosexual y el contrato matrimonial (entre los dos sexos, monógamo, fiel). 1 La familia, garantia de una transmisión positiva de la herencia, requiere de la organización a partir de la heterosexualidad con base en la cual se identifican dos sexos cuyos roles determinan la identidad normal o patológica de los individuos. Desde esta lectura, todo individuo normal es heterosexual. Es decir, se siente naturalmente atraído por un individuo del sexo considerado opuesto. Sin embargo. eso solo basta para cumplir las exigencias generativas <,le la especie y no para garantizar su prosperidad física, moral e intelectual. l?or ello que la atracción general se ha de decantar en la atracción pactada -,..entendida como el amor a través de la búsqueda de una seguridad contractual y comunitaria- entre un determinado varón y una determinada mujer, que deciden formar una familia. En la mujer heterosexual se presupone una lcndcm ia natural a la monogamia y a la contención, dado que su desarrollo afectivo ··normal" la orientaría hacia la maternidad. Esto supone en <:'lla las ",virtudesu de castidad y fidelidad propias del pacto cony ugal contractual. La mujer heterosexua l/normal hallaría plena sat isfacción en el cspano domé~ tico. Es ante todo madre, educador~, de la prole y fiel compaí\cra del <:'Sp~)S'-'· U varón normal es heteroi,cxunl y tiende a la poligamia, ta mbi~n por un.i tendencia entendida como natural, dado que su papel en la vida &<'xual t'~ SPt
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act ivo. provocador, lo que le lleva a transgredir las fronteras trazadas por 1 cultura y la sociedad. Sin embargo, ha de permanecer en esas fronteras qu marca la civilización como introducción del orden y supresión de la amenaz d e la degeneración. He señalado ya que se considera invertido a aquel que desorganiza la familia, sería quien no se siente naturalmente atraído por un individu considerado del sexo opuesto. Invertida sería asimismo la mujer sexualmen activa por el mero hecho de serlo, ya que pone naturalmente en peligro 1 ley que está en el vértice de la pirámide heteronormativa: la pate rnida Como lo natural en la mujer sería la monogamia y la contención, la muj anormal -es dec ir, la adúltera- se vuelve criminal en un grado mayo r qu el varón adúltero. La mu1er naturalmente heterosexual, pasiva y casi carente de dese sexual (puesto que se encuentra plenamente volcada en una matern1da desexualizada), sería también la mujer normal, la mujer femenina. La muje anormal es la que busca el placer del c uerpo por encima de la matcrmda y d e la familia . Kraftt Ebing advirtió así que "las zonas erógenas en la mujeres son cua ndo son vírgenes el clítoris y después
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tecturas críticas: tres momentos
Hemos observado cómo la genealogía del concepto de heterosexualidad cuestiona radicalmente la visión tradicional de la sexualidad como impulso natural de la libido por liberarse de las limitaciones sociales. Los deseos no son entidades biológicas preexistentes, sino que, más bien, se constituyen én el curso de prácticas sociales históricamente determinadas. A partir de la década de 1970, ciertas autoras comenzaron a prestar atención a cómo los modos de organizar la sexualidad se jerarquizan y la heterosexualidad en matrimonio, monógama y reproductora, se constituye en centro normativo otorgando al resto de las sexualidades un carácter periférico. Al intentar develar los mecanismos que actúan en la definición de una sexualidad normal y legítima, estas autoras advirtieron los efectos políticos de las prácticas sexuales y pusieron de manifiesto que, en tanto institución social, la heterosexualidad es susceptible de ser cuestionada (Rubin 1986). n Así, acuñaron expresiones como la de heterosexualidad obligatoria, con las que se buscó establecer las conexiones existentes que he intentado señalar, entre la condición de las mujeres, la estructura de la familia, la maternidad como institución y la aplicación de un modelo de conducta sexual: la heterosexualidad reproductora (Rich 1996). Estas elucidaciones trastocaron las categorías de feminidad y masculinidad pensadas en té rminos naturales o psicológicos, para comprenderlas en contextos históricos y culturales ligados a formas de producción social. , La propuesta de dar un paso más y efectuar un repudio radical a todas las identidades creadas en el sistema patriarcal, introdujo en un segundo mo mento una sospecha sobre la categoría misma de J\.1.uje,; contemplada como constructo artificial, ideológico, de un sistema de género dominado por va rones. l.a polémica tesis "la Lesbiana no es una Mujer• adquiere su potencial subversivo si pensamos que el término 111ujer asunw un carác ter poliuco t'll un contexto discursivo y rultural que hace de la heterosexualidad su centro (pensa miento heterocentrado). La palabra Mujer siempre designa la n' l.ición de dependencia de la mujer con re!,pec to al hombre. t.1ujer solo hall a su . significado en sistemas econó micos y d e pensamiento heteroscx u.1lc!>. l.a!> mujeres no son un grupo natural sino un grupo artificial. Redamar la ~u perioridad biológica y la naturalidad de la matt>rnidad es ast'ntar la d1vis10n sexual; es dotar del va lo r de lo natural a la opresión dt• lJs mult'rt'!>. Dt>!-d,·
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est:i. perspectiva, Mujer es una marca acuñada a lo largo de una historia que es una historia de opresión. Tanto la maternidad como la familia comúnment se toman como naturales e inmodificables, y no se comprenden como social mente inducidas y por lo mismo producto de una cultura determinada. L propuesta es desechar el concepto mistificador de Mujer para remplazar(, por otra categoría mucho más polémica y subversiva: la Lesbiana. Lesbian nombra una liberación, la liberación de la servidumbre que padecen las m jeres en su relación de dependencia con los hombres, la liberación de la das (artificial) de las mujeres donde los hombres son propietarios de las mujere La l esbiana es así una forma de vida en libertad que se cumple mediante l destrucción de la heterosexualidad, no entendida como práctica opciona sino como sistema social y como dispositivo de poder, con cuya destrucció se produciría una destrucción de la diferencia entre los sexos (Wittig 19921 Desde estas lecturas c ríticas, la het erosexua lidad no constitu}! simplemente una o pc ió n sexual sino un regimen de poder di scursiv hegemó nico, cuyas categorías fundadoras -varón y mujer- ta mbién so normativas y excluyentes. A finales de los af1os ochenta, e n un tercer m mento, la teoría queer critica las relaciones que el feminismo ha mantenict con ciertos dispositivos de poder a l no cuest ion.ir la heterosexu:i.lidad, c sus categorías subsidia nas de varón y mujer manipuladas como c11n1 t'pl( ontológicJmente cerrado!-. LJ teoría quee r St' p1opone t rab,1jar dt>!-dl' ~r. cuest1onamiento de los SC'Xl.l:., loe; géneros v IJ,; !texuali
r 2001). Ac;1m1-.mo, M' demtfü u n las LOnt1 adi\. noncs t.' int oht'rt>nL del sistema que organtl3 a lo~ su1et o!. bas.i ndoc;t' ,•n cnte rtos c<.>rr,1do, onentac16 n sexual. hornosexual/hcll·rosexual. Lo nue\l1 de las postrimertas del siglo pa:i;¡J o fue la dclim11.won de u11 ,•,,1m mund1ai por el c ual, del m1sniu m,1do qul' a '"' persona, )t' I,·~ h,1b1J ,¡,1~11, forzoSJmente un genero m.is'-ulino o íementn,,. t.:irnb1en sc, uns1drrab.1 ne san0 asignar un.1 S\').U.i.lidad horno (1 h<'lt'W<,'-:1. u.il. un.i 1dent1d,1d b111J11,,1 llena de tmpltcanones, por confus.is que tue1.111. 1ndu~o para los .1spe,
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ostensiblemente menos sexuales de la existencia personal. Esta novedad no d e¡o ningún espacio de la cultura a salvo de las fuertes incoherencias definiciona les de la homo/heterosexuahdad (Sedgwick 1998: 12).
En la actualidad la teoría queer sigue produciendo fructíferos debates con otras disciplinas y ha abierto nuevos campos de reflexión cruciales para la genealogía del concepto de heterosexualidad. Su propósito sigue siendo combatir el heterocentrismo dominante. Su reto: introducir nuevas líneas de resistencia y de pensamiento sobre los procesos de normalización social y sobre el dispositivo sexo/género.
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