Sixto Paz Y Los Visitantes Estelares 6t1q3n

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Sixto Paz Wells y los visitantes estelares

© 2015, Sixto Paz Wells

© 2015, Editorial Planeta Perú S. A. Av. Santa Cruz 244, San Isidro, Lima, Perú. www.editorialplaneta.com.pe

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Dirección editorial: María Fernanda Castillo Cuidado de edición: Daniel Soria Diseño y diagramación: Fabiola Odiaga Diseño de cubierta: Fabiola Odiaga

Primera edición: xxxxxxxxxxx de 2015 Tiraje: 1000 ejemplares ISBN: 00000000000000 Registro de Proyecto Editorial: 00000000000000 Hecho en el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2015-000000

Impreso en el Perú / Printed in Peru

Impresión: Metrocolor S. A. Av. Los Gorriones 350, Chorrillos, Lima 9 RUC: 20262561781

ÍNDICE

Dedicatoria

Reflexiones

Introducción

Capítulo 1.- El avistamiento

Capítulo 2.- Los cristales

Capítulo 3.- La puerta de luz

Capítulo 4.- La nave desciende

Capítulo 5.- Cita con el periodismo

Capítulo 6.- Dentro de la nave

Capítulo 7.- La base submarina

Capítulo 8.- Viaje fuera de la Tierra

Capítulo 9.- Crónica de un avistamiento anunciado

Capítulo 10.- La experiencia con el Real Tiempo del Universo

Capítulo 11.- La invitación de Mardorx

Capítulo 12.- Encuentros cercanos en las montañas de Constanza

Capítulo 13.- Viaje al ombligo del mundo

Epílogo: ¿Cómo ar?

Glosario

A Marinita, mi amada esposa, compañera de la aventura de mi vida, y a mis dos queridísimas hijas, Yearim y Tanis, quienes estando en la mesa del comedor de nuestro hogar me insistieron para que hiciera esta antología de experiencias.

REFLEXIONES

Vivimos en un universo sin límites. El único límite es nuestra ignorancia. Las profecías no han sido dadas para que se cumplan, sino para que no se cumplan. La idea es advertir para corregir. La meta del o no es tratar de pensar igual, sino pensar juntos y unidos. Si un solo mensaje, si una sola experiencia y salida al campo han contribuido a aclarar quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, se ha justificado entonces ampliamente el o y todo el esfuerzo y dedicación que se le dio. La naturaleza del o es dar luz sobre el sentido de todo lo que se ha vivido en este planeta y sobre todo lo que podría llegar a vivirse. Estos seres que nos visitan tienen tanto que aprender de nosotros como nosotros de ellos. Todo cuanto ocurre en nuestro planeta afecta a todos aquellos que habitamos aquí, e, igualmente, nuestro estado mental afecta al mundo que nos cobija. Somos una unidad y, por tanto, debemos actuar desde esa unidad para cambiar las cosas. La sola existencia es aprendizaje, y todos estamos aprendiendo todo el tiempo.

INTRODUCCIÓN

“La vida puede llegar a ser más increíble que todo lo que uno podría imaginarse y soñar, y reservarle a uno las experiencias más insólitas, de las que se puede extraer las más grandes enseñanzas. La clave está en no ponerse límites, y acceder a ella con los ojos vigilantes, la conciencia despierta y el corazón abierto”.

Estábamos con mi esposa y mis hijas en la cocina, sentados alrededor del comedor de diario, en un apacible barrio de las afueras de la ciudad de Lima. Había hecho un alto entre los innumerables viajes que me tocan realizar por el mundo para pasar unos días de solaz y descanso. Veníamos conversando durante el almuerzo acerca de mi último proyecto, dos nuevos libros que ya estaban en la etapa de corrección, que se sumarían a la larga lista de los ya publicados, cuando de pronto una de mis hijas me preguntó por qué no publicaba una antología de las experiencias más intensas que me habían tocado vivir a lo largo de varias décadas de o extraterrestre. Inmediatamente las demás se hicieron eco de la idea. Ciertamente, no tenía la misma visión de las cosas que en los inicios de mi o, y por supuesto que tampoco a mis dieciocho años, cuando todo empezó. Entonces sentí que, tal como ellas me aconsejaban, ya era el momento de hacerlo, de retomar todo lo vivido y volverlo a escribir, pero llegando sobre todo a aquel nuevo público, a aquellas nuevas generaciones que se van sumando al tema, y que no leyeron mis primeros libros, o que hoy requieren de la comprensión, madurez y claridad que dan las canas y los aciertos, así como los errores asumidos. No pensé que fuera tan fácil hacerlo, ni que me entusiasmara tanto, al punto de dejar todo lo que venía haciendo para ponerme a escribir hora tras hora. Es cierto que, viajando por muchos países cada año, me tocaba una y otra vez contar cómo empezó todo, como evolucionó y cómo llegamos hasta el momento actual, pero de forma resumida, sin mayores detalles. Esto sería diferente, me dedicaría a

hablar solo de las experiencias que marcaron hitos en mi vida, y que me han llevado a ser la persona que soy en la actualidad, y por lo que soy conocido. Este libro es una invitación a conocer en profundidad las experiencias de un o con extraterrestres, así como de un ado, un ser humano más, que sin ser una persona especial ha vivido, sin embargo, una experiencia extraordinaria, la que me llevó más tarde a dar conferencias sobre el mensaje del o extraterrestre en la misma sede de las Naciones Unidas, en la Sociedad de las Américas y en algunas de las más importantes universidades del mundo. Hoy, con mucho orgullo, puedo decir que he formado parte de un hecho histórico y trascendental como es: comprobar y demostrar, junto con muchas personas, algo que por intereses creados se ha venido ocultando sistemáticamente: la existencia de vida inteligente extraterrestre y el o con esa otra realidad. A lo largo de todo el proceso del o, se convocó hasta en diez oportunidades a la prensa internacional, para que sea testigo de la autenticidad, verdad y vigencia de estas experiencias, así como del mensaje recibido y trasmitido, que fundamentalmente procura sembrar esperanza en la humanidad con relación a un futuro positivo para el planeta, por cuanto las profecías son advertencias para ser modificadas siempre que antepongamos el esfuerzo de nuestra propia transformación personal y colectiva. Una de las invitaciones a la prensa, la quinta, ocurrió en marzo de 1989, cuando cuarenta periodistas de ocho países asistieron al desierto con nosotros, junto con ochenta representantes de nuestros grupos de todo el mundo, quienes pudieron ver, filmar y fotografiar la nave extraterrestre. La séptima vez que se convocó a la prensa fue en la playa Paraíso, al norte de Lima, en agosto de 1997, cuando los periodistas no solo tuvieron avistamientos, sino que hasta vivieron experiencias muy directas, que antes solo estaban reservadas a los ados, como fueron la recepción de los cristales de cesio y el paso Xendra. La octava vez vino la doctora Ana María Polo, quien dirige en Miami el exitoso programa de televisión Caso cerrado, y, junto con ella, periodistas de diversos medios, entre ellos los del diario El Comercio, de Lima, y todos fueron testigos en marzo del 2009, en el desierto de Chilca, de la aparición de una nave extraterrestre.

La novena ocasión fue al cumplirse el cuadragésimo aniversario del grupo de o, en el año 2014, cuando periodistas de varios medios internacionales y asesores civiles de la Comisión de Investigación de la Fuerza Aérea del Perú atestiguaron y hasta filmaron brevemente de día y más ampliamente de tarde y noche la presencia de los objetos en el cielo de Chilca. Ese mismo año 2014, se dieron las condiciones para convocar a periodistas en México para que nos acompañaran a las ruinas de la impresionante ciudad prehispánica de Teotihuacán, un lugar con innumerables pirámides, para un avistamiento ovni. Fuimos cincuenta y cinco personas involucradas en el plan de meditar y crear las condiciones para un o junto con los periodistas. Desde las 10:30 a. m. hasta las 5:30 p. m., se sucedieron los avistamientos a plena luz del día y ante la mirada atónita de periodistas y hasta de los turistas presentes en el lugar. Todo ello fue videograbado, y el testimonio se puede apreciar en el video de Youtube “Impresionantes avistamientos ovni en Teotihuacán”. Como sabemos, el tiempo no pasa en vano. Haber afirmado hace más de cuatro décadas que teníamos o con seres que habían implantado la vida de forma artificial en las lunas de Júpiter sobre el hielo de su superficie —quienes aprovecharon las aguas del subsuelo y la actividad geotérmica, y erigieron construcciones en forma de domos para dedicarse a la actividad minera— era propio en aquel entonces de mentes calenturientas y fantasiosas. Sin embargo, la sonda Galileo fotografió en 1996 las lunas de Júpiter, entre ellas el satélite Europa, y detectó grandes masas de agua debajo del hielo de su superficie. En Ganímedes, esta misma sonda y el telescopio espacial Hubble detectaron una magnetósfera, un campo magnético propio de un planeta vivo, y manchas sobre su superficie de lo que parecía ser vegetación y hielo de agua, y hasta una extraña formación de ozono en la atmósfera de Ganímedes, una condición para la vida. Es más, los científicos rusos de la Universidad de Moscú analizaron las fotografías de la sonda norteamericana Galileo, y concluyeron que sobre la superficie de las lunas Europa y Ganímedes asomaban lo que parecían ser construcciones en forma de domos, carreteras y puentes elevados, túneles y excavaciones propias de actividad minera. Todas estas experiencias no hacen más que confirmar que no estamos solos, nunca lo hemos estado; y sí hay esperanza, pero esa esperanza está en nosotros mismos.

CAPÍTULO 1 EL AVISTAMIENTO

“Toda experiencia real de o es comprobable, y la contundencia y trascendencia de este está en relación directa con el número y la objetividad de los testigos”.

Desde muy joven, tuve profundas inquietudes espirituales. Buscaba afanosamente, a pesar de mi corta edad (17 años), las respuestas a aquellas preguntas que nos hacemos todos los seres humanos en algún momento de nuestra vida: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos? y ¿hacia dónde vamos? Estudié en un colegio religioso, y tenía una formación como creyente, pero mis necesidades interiores eran más espirituales; necesidades de fondo, no de forma. Mi padre, don Carlos Paz García, investigaba el tema ovni como hobby, pero de forma tan apasionada que llegó a ser considerado el más importante investigador en el país y en Latinoamérica. Mi madre, norteamericana de nacimiento, diez años más joven que él, lo apoyaba en su cruzada por desentrañar la verdad que podían estar ocultando los gobiernos sobre el tema. Nací, pues, en ese ambiente, pero ese tema no era algo que me atrajera demasiado. Más bien aceptaba la posibilidad de vida extraterrestre como algo lógico y de sentido común; sin embargo, el destino me tenía reservadas muchas sorpresas al respecto. Debido a unas conferencias que mi padre dio a una agrupación yoga, siempre sobre su tema, me vi envuelto en la filosofía oriental, así como en la práctica de técnicas de concentración y meditación, las cuales me fueron aportando muchas respuestas, pero, a la vez, me despertaron más preguntas y la necesidad de confrontarlas. En enero de 1974, salió una noticia en el diario más serio y conservador de

Lima, El Comercio, según la cual había sido descubierto, por medio de los vuelos tripulados y los radiotelescopios, que el espacio no era el lugar de silencio sepulcral que se creía, sino que, por el contrario, estaba ocupado por mucho ruido, demasiada bulla, y que todos esos sonidos u ondas de radio podían ser mensajes enviados de otros planetas por civilizaciones avanzadas interesadas en conectarse con sus similares en el uni-verso. Se hablaba del proyecto Ozma, una versión antigua de lo que hoy se conoce como el proyecto Seti. Todo esto motivó a mi padre, hombre jovial y sociable, a organizar una conferencia para comentar el artículo. La disertación corrió a cargo de un amigo suyo, el doctor Víctor Yáñez Aguirre, médico del Hospital de Policía de Lima, eminente esoterista y apasionado de la parapsicología, quien tocó el tema de la posible comunicación extraterrestre, en el supuesto de que hubiesen civilizaciones más avanzadas que pudieran no solo estar llegando físicamente a la Tierra con sus naves espaciales, sino que quizás también estaban procurando arnos mentalmente, de forma telepática, o hasta astralmente, en sueños. Estos seres de otros planetas, cuyo único mérito hubiese sido haber empezado antes que nosotros y sobrevivido a la intolerancia y el egoísmo, así como a sus más importantes crisis de crecimiento, podrían estarnos visitando no de ahora, sino desde tiempos inmemoriales, y estar interesados por diversas razones en nuestros procesos. La conferencia inspiró en mí el deseo de experimentar la telepatía, pero no tanto por la parafernalia ovni, sino quizás porque, de ser posible el o, estos seres tendrían las respuestas que yo tanto ansiaba. Como hacía un año venía practicando yoga, disciplina que me enseñó diversas técnicas de meditación y concentración, se me ocurrió aprovechar tal preparación previa para intentar, como jugando, junto con mi madre y hermana, recibir un mensaje extraterrestre. Fue durante la noche del 22 de enero de 1974 cuando, sentados con mi madre Rose Marie y mi pequeña hermana Rosi en torno a una mesa, con unas hojas de papel y lápices, intentamos la conexión. Como de costumbre, entramos en una relajación profunda y a continuación empezamos una meditación, en medio de la cual vino a mi mente la imagen de un rostro con unos ojos marcadamente oblicuos que me miraban, y me tomó la necesidad compulsiva de escribir. Abrí los ojos, tomé un lápiz y papel, y, relajando el brazo, comencé a hacer trazos desordenados. A continuación, tratando de controlar la recepción, escribí lo siguiente: “Sala de hogar buena para hacer la comunicación. Me llamo Oxalc, y soy de Morlen. Ustedes le llaman Ganímedes, una de las lunas de Júpiter. Podemos tener o con ustedes. Pronto nos verán”.

Predispuestos como estuvimos, con una actitud positiva y mucho entusiasmo, recibimos un primer mensaje psicográfico de escritura automática sin trance alguno y, por el contrario, tan consciente que me resultó difícil creerlo, por la facilidad con la que llegó. Precisamente, después de recibido el mensaje escrito, lo cotejamos con los de mi madre y mi hermana, y ambas habían captado lo mismo, aunque no lo habían plasmado en el papel. Ante la posibilidad de que fuera un juego de la imaginación, les dije a mi madre y a mi hermana que lo dejáramos allí, que no podía ser cierto. Pero no contaba con el entusiasmo de mi hermana Rosi, quien aquella noche llamó a los amigos por teléfono y les contó lo que había ocurrido, de tal manera que al día siguiente teníamos a veinte personas en la sala de la casa deseosas de que se repitiera el experimento. Al llegar de la calle, me encontré con esta reunión improvisada y la insistencia de todos de intentarlo una vez más. Yo no quería hacerlo porque no quería engañarme yo ni engañar a nadie, y menos aún quedar en ridículo, pero fue tanta la presión de todos que para demostrarles que no era verdad acepté hacerlo una vez más. Al cabo de un rato de iniciada la meditación, nuevamente me vinieron las ganas de escribir, y se repitió la visión en mi mente de aquella mirada enigmática. El segundo mensaje canalizado decía: “Sí, Oxalc. Pueden hacer las preguntas que deseen”. Al leer lo que había escrito, con sarcasmo e ironía, les dije a mis compañeros: —El extraterrestre dice que podemos hacerle preguntas. A la primera consulta que yo no pueda responder o responda mal, quedará demostrado que es imaginación, que es cosa mía. Desde ese momento, comenzaron a llover toda clase de preguntas por parte de los asistentes. No faltaron por allí los que preguntaron: —A ver, Sixto, pregúntale de qué color es mi bicicleta. —¿Hincha de qué equipo de fútbol soy? —¿Qué voy a hacer mañana? Cada pregunta tuvo su respuesta exacta e inmediata, para sorpresa de todos. Para mí, la explicación era que nos conocíamos demasiado. Yo había dado respuestas probables que, por la gran suerte que tuve aquella noche, coincidieron.

Entonces, la mamá de uno de los compañeros allí presentes y amiga de la mía dijo: —A ver, Sixto, pregúntale qué libro tengo metido en mi cartera. Que te diga el nombre del libro y el nombre del autor si es posible. A pesar de mi incredulidad y pesimismo, no sé por qué ni cómo, puse sobre el papel la respuesta. Escribí el nombre del libro, del autor y hasta el número de la página que ella tenía señalada. La señora extrajo el libro de su bolso. Ella no recordaba conscientemente dónde se había quedado en su lectura, pero estaba marcado donde “yo” lo indiqué. No podía creer que fuera verdad, ni que fuera tan sencillo. Me resultaba más fácil aceptar que allí estaba ocurriendo algo paranormal —pero creado por nosotros mismos— que creer que pudiera ser una entidad extraterrestre comunicándose desde su mundo o su nave espacial utilizándome como un canal. En ese momento, uno de los amigos dijo: —Hagamos las preguntas sin decirlas. Las pensamos, no te las decimos, y que el extraterrestre, si es que existe, nos responda. —Me parece muy bien —dije yo sin terminar de creer lo que nos estaba pasando, y, a la vez, interesado por descartar posibilidades. Mi amigo preguntó en su papel: —¿Por qué yo no creo en los seres extraterrestres? Y yo, sin conocer la pregunta, recibí: “Porque nunca nos has visto, no te preocupes, ya nos verás”. Realmente fue alucinante ese juego de preguntas y respuestas, así como la atmósfera tan especial que empezó a respirarse en el ambiente. Entonces, mi hermano mayor, Charlie, intervino: —Sixto, si es un ser extraterrestre, que ya no ande con rodeos y nos diga dónde podemos ir a verlo. Instantáneamente, comenzó a moverse mi mano, sin intervención de mi

pensamiento, y escribí rápidamente: “Vayan ustedes a sesenta kilómetros al sur de Lima, a un lugar en el desierto que se llama Chilca, porque el 7 de febrero, a las 9 p. m., verán aparecer nuestra nave. Y esa será la confirmación de la realidad del o”. Fuimos al desierto, pero desde un día antes, para pasar la noche previa en el lugar, no fuera a ser que viéramos en el cielo un satélite, una estrella, un avión o cualquier fenómeno aéreo, y pensáramos que allí estaba la nave prometida. El primer día anterior al o, no ocurrió nada especial en la zona de Chilca, ni vimos nada en el cielo, pero la fecha del encuentro, cuando ya se acercaba la hora, la emoción, inexplicablemente, creció en todos. El grupo estaba disperso, alejado entre sí, y yo me encontraba comentando con algunos lo extraña que había sido la noche de la recepción psicográfica. De pronto, por unos segundos, el cielo se iluminó como si fuese de día. Se produjo un gran resplandor detrás de las montañas, y todos en ese momento vimos salir un objeto luminoso que se desplazó lentamente por encima de las crestas de los cerros, hasta que se detuvo, suspendido en el cielo, del lado derecho de donde nos encontrábamos. El grupo comenzó a reunirse, y todos se preguntaban unos a otros qué era aquello que estaban todos viendo. Repentinamente, alguien gritó: —¡Miren! ¡Se está moviendo! El objeto luminoso, que giraba sobre sí mismo, cubierto de luces multicolores, comenzó a avanzar y a descender hasta quedarse encima de nosotros, como a una altura de ochenta metros. Era un disco con media docena de ventanas, no producía ningún ruido, y llegó a proyectar un haz de luz que cayó vertical y directamente sobre nosotros. Nunca habíamos tenido tanto miedo como en aquel instante. Algunos de mis compañeros, buscando esconderse ingenuamente detrás de mí, me decían: —¡Sixto, ¡diles que se vayan! ¡Tú te as con ellos! —Pero si yo no sé cómo es que funciona todo esto. Lo último que me habría imaginado es que fuese real —les respondí. Todos en ese momento captamos en nuestra mente, como si nos hablaran al oído,

que nos decían: “No bajamos en este momento porque ustedes no saben controlar sus emociones. Habrá una preparación, un tiempo y un lugar”. Aquel objeto estuvo varios minutos sobre nosotros, hasta que de pronto comenzó a moverse y a elevarse de una forma muy extraña, como si estuviera subiendo una escalera, y luego partió a gran velocidad de forma oblicua. Cuando vimos que se había marchado, saltamos de felicidad y nos abrazamos entre todos. Yo no lo podía creer. ¿Por qué nosotros?, un grupo de muchachos intrascendentes de un país en vías de desarrollo. Llegamos a pensar ingenuamente en ese momento que, como desde el espacio no se ve a los países de diferentes colores, como aparecen en los mapas, ni se observan las líneas punteadas que los dividen, de pronto estos seres creían que habían llegado a Estados Unidos o Alemania, cuando en realidad se habían quedado a mitad de camino, en el Perú. Fue así que tuvimos nuestro primer avistamiento en el desierto de Chilca. Quedó demostrado que no estábamos solos, que hay otros seres más avanzados en el universo y que nos observan, y que la posibilidad de la conexión psíquica es un hecho. De un momento a otro, todo esto me acercaba a satisfacer la necesidad de verificación de respuestas trascendentes. De regreso a casa, nos encontramos con mis padres, y les contamos lo que habíamos vivido. Mi padre, que no conocía de los antecedentes de la cita, al escuchar nuestro relato sonrió pensando que nos estábamos burlando de sus investigaciones, pero cuando le insistimos sobre el tema, se molestó, y acabó bruscamente la conversación. En esos días, intentamos nuevamente recibir comunicación, aprovechando del grupo de amigos que se había improvisado en torno a la experiencia. Recibí un nuevo mensaje. A través de esta conexión, les pedimos si podían darle una comprobación a mi padre, y Oxalc accedió, siempre y cuando solo fuera él con nosotros. Nos dieron la fecha y nos confirmaron el lugar, el mismo donde se dio el avistamiento inicial. No fue nada fácil convencer a papá de que nos acompañara, pero, al final, ya aburrido de que le insistiéramos tanto, prometió ir, pero, por su cuenta, y encontrarnos en el sitio indicado. Él, bastante incrédulo, encontrándose en medio

de una reunión de su asociación e instituto de investigación, les anunció adónde iba, y, como no creía que se fuera a dar nada, los invitó a todos para aprovechar y hacer una sesión de astronomía al aire libre. Como habíamos llegado primero a la zona y desconocíamos los alcances de la convocatoria de mi padre, solo lo esperábamos a él, cuando de pronto apareció detrás de los cerros un objeto cilíndrico gigantesco. Estaba inclinado hacia la izquierda, y se veía que era enorme. En los extremos, tenía unas luces intensas. Nos emocionamos pensando en el recibimiento que le esperaba a mi padre, cuando al darnos la vuelta vimos una multitud de autos acercándose a la zona, viniendo por la carretera de tierra afirmada. De un momento a otro, los autos se detuvieron, alineados, y salieron mi padre y sus amigos investigadores, acompañados de sus esposas y familiares. Sin percatarse de lo que había en el cielo, comenzaron a bajar mesas y sillas plegables, telescopios, cajas de cerveza, etc. Sorprendidos por lo que estaba ocurriendo abajo, bajamos de las faldas de los cerros y nos acercamos al campamento de mi padre, que estaba en plena sesión astronómica con binoculares y telescopios. Al vernos llegar, se alegró y nos dio la bienvenida. Entonces le mostramos lo que había encima del cerro. Él y sus amigos habían estado tan entretenidos en la conversación que ni siquiera se habían fijado en semejante avistamiento. En ese instante, de los extremos del cilindro salieron dos luces que bajaron a toda velocidad por las montañas, en dirección hacia donde estaba toda la gente, de tal manera que crearon pánico y la hicieron huir. Al llegar al campamento, se detuvieron e instantáneamente se elevaron en una vertical ascendente. A continuación, el gran objeto cilíndrico se niveló, se puso de frente y comenzó a movilizarse lentamente, como a velocidad de dirigible, cruzando todo el valle a regular altura. Mi padre quedó fuertemente conmocionado. Él nos confesó luego: —¡No puede ser posible! ¡Tantos años investigando el fenómeno ovni, y al final estos seres se an con mis hijos y no conmigo, qué injusto! Nuestra relación con papá no volvió a ser la misma. Después de aquella noche, en más de una ocasión lo encontré de madrugada en la sala de nuestra casa, experimentando y tratando de recibir una psicografía, pero nunca quiso hacerlo con nosotros.

CAPÍTULO 2 LOS CRISTALES

“Al que venciere le daré una piedrecilla blanca, y en ella un nombre nuevo que solo el que lo recibe lo conoce”. Apocalipsis 2:17

Al cabo de un mes, ya éramos como ocho personas entre chicas y muchachos las que recibíamos las comunicaciones psicográficas. Entre las damas, estaban mi hermana Rosi y mi enamorada Marina. Y ya no era solo Oxalc el que se comunicaba, sino que habían muchos otros seres extraterrestres, de ambos sexos, procedentes de diversos lugares. Nos reuníamos una vez a la semana como grupo para hacer juntos meditación y tratar de canalizar los mensajes. Siempre preparábamos un cuestionario de preguntas, las cuales eran anotadas y formuladas por todos. Una o dos veces al mes salíamos al desierto, generalmente a la misma zona de Chilca, donde avistábamos uno, dos y hasta tres objetos; a veces era uno solo que se dividía en varios, o uno solo que soltaba a manera de racimo pequeñas esferas luminosas que descendían de las montañas y revoloteaban a nuestro alrededor, las cuales eran de unos treinta centímetros de diámetro, y se comportaban como un niño curioso. Dentro de la fenomenología ovni, se habla de estos objetos, a los que se les ha llamado foo-fighters, caneplas o también ojos de gato, una suerte de cámaras robot controladas a la distancia. Estas suelen salir del vientre de las naves extraterrestres para sobrevolar ciudades y campos, a manera de racimo, distribuidas de tal manera que todo lo que observan lo proyectan en pantallas dentro de las naves. De esta manera, sin que descienda la nave, ellos saben lo que está ocurriendo abajo. Existen otros objetos también en formas de esferas, pero son de energía. Suelen ser más pequeños (a veces se les confunde con centellas o rayos en bola), llamados “sincronizadores magnéticos” o también “orbs”. Los sincronizadores magnéticos, del tamaño de un puño o de una bolita

de ping-pong, y a veces tan pequeños como un puntero láser, actúan con inteligencia propia para realizar labores específicas, como curar a personas o ingresar en el cuerpo de alguien para estimular la activación de facultades psíquicas. No toda la gente los llega a ver, pero son algo real. Una tarde nos encontrábamos con mi hermana solos en la sala de la casa, y se nos ocurrió hacer una meditación. Nos habíamos sentados uno frente al otro, dejando un gran espacio, cuando a mitad de la práctica sentí la presencia de alguien más aparte de nosotros en la habitación. Abrí los ojos, pero no vi a nadie. Los volví a cerrar, seguí meditando, y nuevamente la sensación fue muy fuerte, por lo que entreabrí los ojos y observé cómo se fue materializando en medio de nosotros, un ser cubierto con una túnica brillante y larga, como de un metro ochenta, con cabello largo y suelto a los lados. También comenzó a aparecer como una extraña máquina. Inmediatamente mi hermana abrió los ojos, y vio la máquina y al ser. De pronto, este ser hizo gestos con las manos que fácilmente entendimos, además de que venían acompañados de formas mentales y una voz cerca al oído que nos hablaba. Nos paramos con los talones juntos y colocamos los brazos flexionados, con los codos a los lados del cuerpo y las palmas de las manos hacia arriba, y pudimos contemplar cómo una luz atravesaba el techo de la sala. Era como un cañón de teatro, solo que más suave. De ese haz de luz que descendía sobre la máquina y nosotros caían pétalos de flores blancas o algo así. Mientras, nuestras manos se comenzaron a tornar fosforescentes, y pudimos ver que se formaban una suerte de bolas blancas, como de helado, en nuestras palmas. Sentíamos su peso al mismo tiempo que una quemazón en las palmas. A continuación estas bolas se trasparentaron y convirtieron en una escarcha dorada o celeste, que se alzaba formando pirámides de base cuadrada en nuestras manos, una por cada mano. En ese instante, el ser, que ya aparecía como alguien físico y muy real, hacía el gesto de cruzar sus manos a la altura de su pecho, lo cual hicimos. La sensación, a continuación, fue de un intenso calor en el pecho, como si hubiésemos comido una aceituna y nos hubiésemos quedado con la semilla atravesada, pero no en la garganta, sino a la altura del esternón. De pronto hubo un estallido de luz en el ambiente y las imágenes del ser y de la máquina comenzaron a desvanecerse lentamente. Los dos quedamos maravillados por semejante visión, y de allí en adelante, cada vez que estaba con Rosi, sentía fuertemente en mi pecho una opresión, pero no lo percibía como algo malo, sino algo extraño, una sensación incómoda, pero, a la vez, de protección, y como un recordatorio de responsabilidades asumidas en otro tiempo.

A los días, otros compañeros del grupo recibieron los cristales de cesio, pero en una salida de o en el desierto de Chilca, tal como lo señalaban las comunicaciones psicográficas. Se repitieron los eventos que acompañaron nuestra recepción en casa, solo que esta vez sí vimos a la nave colocarse encima de todos nosotros, proyectar el haz de luz y materializar los cristales a vista de todos. En resumen, los cristales de cesio representan una de las iniciaciones más intensas en la experiencia del o, consistente en la recepción de dos estructuras cristalinas, proyectadas desde una nave cercana en las palmas de las manos de la persona receptora. Estos cristales, que llegan en estado plasmático, son visibles tanto para el receptor como para los demás presentes en el lugar, y terminan siendo integrados en el pecho al cruzar nuestras manos y brazos. Su propósito es estimular la sensibilidad y captación de nuevas y poderosas energías en la persona, energías que están llegando en este tiempo, procedentes del Sol Manásico o Sol Central de la Galaxia, conocidas como la energía de la luz violeta, que cada final de ciclo cósmico llegan con mayor intensidad que nunca, e incrementan nuestro potencial psíquico. El cesio es un elemento alcalino que puede darse en forma de cristales, ya sea formando nitratos o sulfuros. Por ser la temperatura de su punto de fusión más baja que la de nuestro cuerpo, el cesio cambia de estado al solo o con él, y, por ser soluble en el agua, su dispersión molecular en el organismo se da con facilidad. Se ha experimentado la utilización del cesio en el funcionamiento de rayos iónicos para cohetes, aparte de que ya se utiliza en los vuelos espaciales de la NASA. El cesio 137 o cesio radioactivo posee treinta y tres años de vida promedio, lo cual lo señala como seguro reemplazo del cobalto en la medicina. También se utiliza este material en los procesos de refrigeración de las centrales termonucleares y, finalmente, en la célula fotoeléctrica. Como vemos, el cesio es un elemento muy versátil, con múltiples y variadas aplicaciones, pero aún es mucho lo que se desconoce de él. Posteriormente sabríamos que ambos cristales que recibimos en nuestro pecho servirían como sintonizadores y traductores del registro akáshico (información que se encuentra retenida en el cinturón magnético terrestre) y de los ideogramas que componen los anales de la humanidad o Libro de los de las vestiduras blancas (archivos guardados en el mundo intraterreno). Estos también sirven como amplificadores de nuestra capacidad de irradiar energía en las sanaciones.

En otra de las salidas a la que fuimos invitados a través de las comunicaciones, nos dirigimos a una mina, donde hicimos un trabajo de proyección mental, práctica que habíamos aprendido de la instrucción directa de los guías mediante sus mensajes. En la mina, un amigo llamado Guillermo y yo, que nos habíamos separado del resto de los muchachos que participaban de la salida, nos vimos proyectados al interior de una nave, en una espaciosa sala redonda, donde el guía que nos recibió nos dijo que en aquella estancia él se encontraba acompañado de Rolem y Tell-Elam, por lo que supusimos de inmediato que serían otros dos guías, pero, como no veíamos por ningún lugar a nadie más, no le dimos importancia. Este ser nos refirió más adelante que esos eran nuestros nombres cósmicos, una suerte de nombre espiritual o clave vibratoria personal. Los hermanos mayores o guías, como de común acuerdo los llamamos, tienen ellos agudizada su visión mental o clarividencia (tercer ojo), lo que les permite no solo visualizar el aura de la persona (cuerpo bioplasmático o cinturón electromagnético), sino también captar la vibración que identifica la esencia del individuo o nombre cósmico. Sin querer restarnos etapas en nuestro proceso evolutivo, estos seres, haciéndole honor al apelativo de guías, nos condujeron en el descubrimiento de una de nuestras claves interiores de desarrollo; pero ellos solo lo hacen con nuestro consentimiento, y si es que ya hemos iniciado por cuenta propia nuestro proceso de autoconocimiento, con el único afán de ayudarnos a acelerar nuestra frecuencia vibratoria, ya sea para facilitar el o físico con nosotros (ellos vibran más rápido que nosotros), sea como ayuda a la persona en la apertura de su conciencia hacia los planos superiores de conciencia. El nombre cósmico es así una clave y una llave de a nuestro archivo interior, un trampolín en el proceso de descubrimiento personal; es una frecuencia vibratoria que nos permite sintonizarnos con el cosmos, además de ayudarnos a definir y aclarar nuestra misión en la vida, la parte que nos toca en el gran plan y recordar el camino de llegada (recuerdo de las vidas anteriores). Los nombres cósmicos, así como pueden darse a través de las comunicaciones telepáticas con los guías, pueden ser recibidos en forma muy personal e íntima a través de un sueño, una visión o en meditación. Este nombre, como dijimos, busca develar el registro reencarnativo de las experiencias pasadas por la

persona; nos arroja luces sobre lo aprendido a través de las innumerables existencias previas y de los tantos errores cometidos. Cada nombre posee, por lo tanto, un significado que será descubierto en su momento. Existen dos tipos de meditación que se realizan en el interior de los grupos de o para recibir el nombre cósmico o, ya una vez recibido, para activarlo. La meditación lunar consiste en meditar por las noches, entre quince y treinta minutos, en silencio, repitiendo mentalmente la pregunta “¿quién soy yo?”, al principio rápido y después cada vez más lentamente. Y, si ya conocemos nuestro nombre cósmico, en lugar de la pregunta, repetimos el nombre. La meditación solar consiste en meditar por las mañanas entre quince y treinta minutos, cantando en voz baja un mantra (palabra clave de poder, como, por ejemplo, el “om”) o, si ya conocemos nuestro nombre cósmico, siempre procurando estar en ayunas, y sentados, relajados, con los ojos cerrados, lo repetiremos, esta vez en forma verbal, cada vez que exhalemos, descomponiendo el nombre por sílabas, buscando darle adecuadamente los tonos musicales correspondientes.

CAPÍTULO 3 LA PUERTA DE LUZ

“Las fronteras entre las dimensiones pueden ser traspuestas, para ello hay portales interdimensionales naturales y otros artificialmente logrados. Estos últimos son los Xendra”.

Los mensajes continuaron aportando cada vez mayor información, así como se repitieron los avistamientos que aseguraban la realidad de la conexión. La experiencia del o se fue generalizando entre los de aquel grupo de amigos hasta que llegó el mes de junio de ese año. El grupo había crecido mucho: éramos como cincuenta o sesenta personas, que solíamos salir todos juntos cada vez que había una convocatoria. De pronto, en los mensajes se nos dijo que para la próxima salida fuéramos en grupos de no más de siete personas, reunidas por afinidad y sintonía, preparándonos para el o físico. Me tocó integrar el primer grupo de siete, y nos fuimos al desierto, dejando el auto en que habíamos llegado en una población cercana al desierto de Chilca, llamada Papa León XIII. De allí nos fuimos caminando hacia la mina, la cantera de grava abandonada donde habíamos participado anteriormente de avistamientos. Partimos todos juntos en bloque. Yo iba conversando con uno de los compañeros cuando de pronto, al hacerle una pregunta y no recibir su respuesta, me di cuenta de que estaba andando solo, y que ya me encontraba en la mina, unos dos kilómetros por delante de los demás. No podía explicarme ese extraño caso de teletransportación. Me di la vuelta, procurando regresar por donde habitualmente íbamos, para buscar a los demás y que me dijeran qué había ocurrido. En un momento vi cerca de mí, del lado derecho, detrás de una colina, un extraño resplandor. Pensé de inmediato que eran los compañeros con sus linternas, lo cual me tranquilizó y me hizo avanzar más rápido y seguro en esa dirección, pero cuando pasé del otro lado me di con la sorpresa de que delante de mí, como a unos cien metros de distancia, se

encontraba una suerte de medialuna dorada sobre el suelo que pulsaba; era como si tuviera vida propia. Pensé que era una nave que había descendido, y yo me encontraba solo. Sin pensarlo dos veces, di la vuelta y corrí para buscar a mis compañeros y que vieran lo que allí había. Mientras me alejaba, comencé a sentir la desagradable sensación de que me miraban, por lo que me detuve, y giré sobre mis talones, volví la mirada y observé que del interior del domo luminoso salía la silueta de una persona con el brazo levantado. En mi mente, con toda claridad, capté que me decían: “Ven”. Me quedé petrificado de miedo, diciéndome a mí mismo que no me podrían obligar a ir. Por segunda vez capté en mi mente que me decían que me acercara, pero esta vez era una orden, a lo cual repliqué que no. Hubo una tercera vez, pero algo cambió. Era como si me brindaran su amistad, y me envolvió una sensación muy agradable, pero volví a contestar que no. Entonces vi cómo ese ser daba la vuelta, se introducía en la luz y desaparecía dentro de ella. Temiendo perder la experiencia, no sé cómo, reaccioné, y me puse a caminar. Cuando estuve muy cerca del domo, algo me hizo levantar la vista al cielo. Pude observar la presencia, a unos quinientos metros de altura, de un objeto ovalado con luces blancas en su vientre. Me pareció entonces que habían allí dos naves, una en el cielo y otra en tierra, por lo que extendí mi mano y mi brazo, avancé hacia la luz e ingresé en ella. Me di cuenta de inmediato de que el domo no era sólido. Sentí inmediatamente náuseas y mareos; era como si todo el cuerpo me quemara. La luz era tan intensa que me obligaba a cerrar los ojos, pero cuando ya pude ver observé delante de mí a un ser de apariencia humana, como de un metro ochenta de altura, rostro ancho, pómulos prominentes, ojos oblicuos y cabello lacio que le llegaba a los hombros. La impresión que daba era la de un mongol u oriental corpulento, cubierto con un traje deportivo de color claro y calzado con botas. En ningún momento movió los labios para hablar, sin embargo, yo lo escuchaba en mi mente con toda claridad como si me estuviese hablando al oído: —Yo soy Oxalc, el mismo ser que se ha comunicado contigo desde el principio, y esto que tú has atravesado es un Xendra, una puerta dimensional, un umbral en el espacio-tiempo. Me dijo que ellos son capaces de concentrar la energía de tal manera que pueden

desmaterializar a una persona y proyectarla hacia otro lugar anulando su cohesión molecular y parte de su peso atómico, de tal manera que a través de ese portal lo acompañaría a Morlen, esto es, a Ganímedes, la luna mayor de Júpiter, y que el tiempo que yo viviría allí no correspondería al tiempo de la Tierra. Le seguí la corriente y avancé a través de la luz. A los pocos pasos salimos a un lugar distinto al desierto de Chilca. Al fondo de un valle, entre montañas, iluminada con una luz que parecía lunar, se podía ver una ciudad de gigantescos domos de un color entre blanco y celeste, donde todo era redondeado, sin ángulos. Según Oxalc, los ángulos concentran más fácilmente la tensión y la agresividad de las personas, y cortan el flujo de las energías, por lo que son poco saludables. En el cielo de Ganímedes, se podía observar la presencia de Júpiter, el planeta más grande del sistema solar, ocupando unas quince o dieciocho veces más el horizonte de lo que lo hace el Sol en nuestro cielo. Oxalc me dijo que ellos no son naturales de allí, sino que vienen de planetas distantes de nuestro sistema solar, a cientos de años luz, y que han llegado hace miles de años de los nuestros a su actual ubicación en las lunas de Júpiter, donde han establecido colonias mineras, en donde han adaptado la vida de forma artificial creando un microclima y una microatmósfera solo sobre sus ciudades, que se extienden mayormente en el subsuelo. Mientras caminábamos, pude ver hombres, mujeres y niños. Oxalc me explicó que ellos pueden vivir miles de años de los nuestros porque dominan la regeneración celular con el poder de la mente, además de seguir una vida metódica. Ellos son vegetarianos. Me explicó también que mantienen relaciones sexuales para procrearse, pero normalmente lo que practican es una forma de tantrismo para sublimar la energía sexual. Como tienen desarrollado el poder psíquico manifestado en la telepatía y la clarividencia, pueden leerse el pensamiento y ver el aura, así que cuando escogen pareja no lo hacen a ciegas, ni deslumbrados por la apariencia, sino buscando su justo complemento. Igualmente, para elegir a sus autoridades, ellos saben, porque lo perciben en el aura o campo magnético del individuo, el mayor nivel de evolución y quién está llamado a dirigir y guiar a los demás, por lo que no hay elecciones democráticas.

Me habló el guía de un consejo local de doce personas, al que ellos llaman el Consejo de Menores de Morlen, al que diferencian del Consejo de la Confederación de Mundos de la Galaxia, conocido como de los Veinticuatro Ancianos, una jerarquía superior que dispone el movimiento de civilizaciones para impedir que alguna intervenga en tal o cual lugar de la galaxia. Pude ver también en su ciudad grandes invernaderos, donde ellos cultivan sus alimentos. Como carecen de tierra vegetal, son cultivos hidropónicos y aeropónicos. También conocí una suerte de estadio donde los vi practicar una suerte de gimnasia rítmica colectiva, algo parecido al taichi. Después de recorrer su ciudad, Oxalc me llevó a una construcción en forma de cono trunco, donde me mostró en una pantalla de gas suspendida en el aire, de color verde con fogonazos naranjas, una serie de imágenes de lo que según ellos podría llegar a ser el futuro de la Tierra, junto con las advertencias respectivas para que nos comprometamos con revertir el futuro. Entre las imágenes que vi y los mensajes que me transmitieron, estos seres hacían énfasis en que nuestro planeta está sujeto a ciclos cósmicos, al igual que el universo que nos rodea, y que a partir de la década de 1990, como parte del final de un ciclo, llegaría con gran intensidad una radiación, una energía procedente del centro de la galaxia, del Sol Central también conocido como el Sol Manásico. Esta energía es llamada la luz violeta o energía piramidal, y es la energía de la transmutación, del cambio, de la mística, la fe y la magia; por tanto, su llegada a nuestro sistema solar traería consigo alteraciones de todo tipo en nuestro Sol y, en consecuencia, en todos los planetas del sistema. Los cambios climáticos, magnéticos y demás que se producirían en nuestro mundo afectarían a todos los seres vivos, poniendo en grave peligro todo lo creado por el ser humano. Todo cuanto ocurre en nuestro planeta, aunque tenga a veces un origen externo, afecta a todos aquellos que habitamos aquí, e igualmente nuestro estado mental afecta al mundo que nos cobija. Los seres humanos tenemos potenciales sin límites por descubrir o simplemente recordar, y debemos aplicarlos todos ellos en la transformación de nuestras vidas y de los procesos que ocurren a nuestro alrededor, elevando para ello nuestra vibración. Pero ¿cómo hacerlo? La clave es saber que existe esa potencialidad, creer que nosotros podemos accionarla y querer poder hacerlo, poniendo lo mejor de nosotros con actitud positiva. La ventaja también es saber que no estamos solos, y que siempre habrá quienes

estén dispuestos a echarnos una mano. Estuve varios días con ellos en esa ciudad de Ganímedes, quizás cuatro o cinco, pero cuando volví a través del Xendra habían pasado escasos quince minutos de nuestro tiempo; aún era de noche, y mis compañeros, que habían llegado hasta el lugar, quedaron impresionados al verme asomar de la luz. Uno de ellos, que venía de lado, pudo ver que de canto el Xendra era de escasos milímetros. Para él, yo aparecí de la nada. Cuando me preguntaron dónde había estado y qué era esa luz, preferí no contarles los detalles porque ni yo mismo creía lo que había visto. Lo que sí les dije fue que dentro de la luz me habían dicho que en dos semanas entraríamos juntos los siete. Pasaron rápidamente las dos semanas desde la experiencia del umbral, y el grupo estaba preparado para la cita. Esta vez el Xendra se manifestó a regular distancia del anterior, en la misma zona de la mina. Fuimos siete personas las que entramos en aquel paso dimensional que, a diferencia del primero, estaba formado por una luz azul violácea brillante, a manera de un iglú compuesto de una energía que a veces parecía una espesa niebla concentrada en un solo lugar. No sabía el porqué de la diferencia, pero con confianza atiné a introducirme con mis amigos dentro de él. La experiencia también tuvo sus variaciones, aunque se repitió el intenso calor y la sensación de ingravidez. Luego nos vimos proyectados por un canal de energía hacia un gran salón circular y abovedado, sobre un piso de metal brillante. La cúpula que se levantaba encima de nosotros estaba llena de símbolos, mientras que a ambos lados del recinto había doce asientos, debajo de los cuales se multiplicaban ideogramas y jeroglíficos. Al frente de nosotros, había seis lámparas, tres a cada uno de los flancos de un gran asiento independiente, a manera de un altar, sobre el cual se había colocado una especie de macetero con flores. El singular promontorio se hallaba coronado por la estrella de seis puntas, símbolo del equilibrio universal, rodeada de un círculo. Los doce asientos estaban ocupados por seres diversos, muy distintos en tamaño, raza y forma, que daban la impresión de ser ancianos, pero quizás más por su vibración que por su apariencia, porque muchos no tenían forma humana, pero en general inspiraban bondad y sabiduría. Uno de los más cercanos al asiento

central, con un físico similar al común de los humanos, pero con una espesa barba muy blanca, se incorporó, señaló la maceta con flores y dijo: —¿Queréis saber nuestra concepción de Dios? Pues les decimos que es una realidad tan compleja y maravillosa que se representa en la sencillez y la simpleza de la naturaleza. Si no pueden comprenderlo, alégrense de poder sentirlo y de ser conscientes de la gran esperanza y del consuelo que esto concede. No bien acabó de hablar, se sentó. Nos miramos unos a otros, porque, a pesar de haberlo escuchado claramente, el anciano no había movido los labios en ningún momento, igualmente que los guías, en cuyos mensajes telepáticos las ideas y conceptos no tienen idioma alguno que limite su expresión. Le siguió al primer orador otro, que se hallaba del lado puesto. Su rostro era totalmente rojo y su mentón triangular, de aproximadamente metro y medio de estatura. Incorporándose, nos explicó que el paso Xendra que nos había transportado hasta allí era el Xendra Gimbra, que se diferenciaba del anterior por ser un arco dimensional que se mueve tanto en proyecciones mentales como astrales conscientes, y moviliza el desarrollo de las facultades extrasensoriales. Nos habló también de que han existido muchas civilizaciones sobre la Tierra que llegaron a un gran desarrollo, y que la soberbia, el egoísmo y la estupidez de las que hoy nuevamente hace gala el hombre terminaron por arrasarlo todo. —Cuántas veces el hombre ha tenido que volver a empezar, cuántas razas y subrazas habrán de tener su oportunidad para que la humanidad llegue a cristalizar su destino. Cada vez está más cerca esto, pero costará mucho esfuerzo y sufrimiento —nos dijo. —¡Ciertamente! —se apresuró a ratificar otro ser que se levantó inmediatamente. Era mucho más pequeño que el anterior, no tenía cabello y tampoco se le apreciaban orejas a los lados de su voluminosa cabeza—. ¡Así es! El hombre ha terminado por crear un dios a imagen y semejanza de sus intereses, defectos y debilidades. Aquel, evidentemente, ni es real, ni existe tal cual más allá de la ignorancia humana. No hay por qué huir del mundo, pues se puede estar en él sin necesidad de pertenecer o caer en el juego del sistema. ¡Muchachos!, ustedes, al igual que cientos de miles de Misioneros de la Luz, son preparados libres de organizaciones y estructuras que restrinjan las posibilidades

de éxito en lo que respecta a la enseñanza del ejemplo por el amor y la comprensión. Sean auténticos y siempre estén prestos a colaborar en la construcción de la Nueva Humanidad, que se está forjando hoy en la pureza de vuestros ideales, ya que han encontrado este día apoyo del Profundo Amor de la Conciencia Cósmica. Ni bien concluyó, una brillante coloración aguamarina invadió la amplia sala que nos albergaba. Entonces otro ser se levantó. Era muy delgado y alto. Habló dirigiendo su mirada hacia el altarcillo de la parte central y, luego de hacer una respetuosa venia, giró su rostro hacia nosotros, mirándonos fijamente. Los pensamientos que emitía aparecían en las mentes de cada uno de los siete que nos hallábamos de pie frente al venerable concsejo. Las ideas se captaban con toda claridad y a una velocidad asombrosa, sin darnos tiempo siquiera para hacer comentario alguno al compañero de al lado: —Llega el momento del despertar del continente elegido. Ustedes son como la Galilea de los gentiles en los tiempos del maestro Jesús. El lugar se mantendrá limpio de la contaminación que amenaza al planeta, preparándose para albergar al nuevo hombre entre sus montañas y verdes valles. Ese sitio es Sudamérica, pero habrá que esperar que el propio egoísmo destruya la maldad para que todo comience a retoñar, pero ya no desde el principio, sino a partir de donde se haya llegado. Cuántas veces antes el hombre tuvo que empezar de cero, olvidando todo lo avanzado, debiendo caer una y otra vez en estados de barbarie que lo hicieran regresar a las cavernas, porque cada humanidad es como una nueva encarnación, es decir, borrón y cuenta nueva. Cuando olvidan sus existencias pasadas es porque existen mecanismos que protegen al hombre de la carga de sus recuerdos, de sus pasados errores, triunfos y tristezas, que lo podrían hacer vivir simultáneamente vidas paralelas y desaprovechar la nueva oportunidad. Sin embargo, la experiencia alcanzada, la madurez conseguida, los acompaña siempre. Qué difícil es para aquel que no ha avanzado en el camino espiritual y en el desarrollo de la conciencia crecer sabiendo que en otra existencia tuvo otras relaciones, amó y odió, tuvo otro sexo, murió de tal o cual manera. Realmente no podría desarrollarse normalmente. Pero, para aquel que ya ha hecho progresos, los recuerdos vienen como respuesta y confirmación, fortaleciendo la conciencia y la voluntad. Estos recuerdos son para el que ha avanzado un estímulo y una pauta para no cometer los mismos errores. Cada hombre no ha sido nunca antes mejor de lo que es ahora, ya que es el producto de un ciclo de encarnaciones. Así como ustedes no envían a sus hijos un año a la escuela, sino año tras año para afianzar lo que han aprendido y para que

aprendan cosas nuevas, así también las múltiples encarnaciones son oportunidades de crecimiento. Se da el caso, en contadas ocasiones, que cuando la persona evoluciona, se le permite quedarse y seguir encarnando en este plano, por propio deseo de seguir ayudando, aun cuando su propio avance le permita ya trascender a planos más elevados y a mundos muchas veces más sutiles. También se ha dado el caso de quien desciende a planos inferiores en planetas muy densos por amor, bajando su vibración y recuperando cuerpos ya superados. Tengan presente, y no sean engañados, que nadie que realmente sea evolucionado lo dirá jamás o hará alarde alguno de ello. Por el contrario, lo reconocerán por su humildad, autenticidad, sinceridad y ejemplo, que hablarán por él. Y no duden de que seres así en la materia no vacilan en inmolarse en sacrificio por los demás sin esperar nada a cambio, resurgiendo de la muerte victoriosos. Y es que la muerte realmente no existe, es solo un cambio de estado. Le tocó luego el turno a un ser del que no se podía saber su forma real, pues no se le veían ni piernas ni brazos; todo él era una masa amorfa metida dentro de unas telas claras. De tal ser se desprendieron pensamientos aún más esclarecedores. —El hombre teme a la muerte porque ha olvidado de dónde viene y a dónde va. La muerte puede llegar a ser la culminación de toda una vida plena de realizaciones y, por tal, un triunfo; pero también puede ser la frustración de metas a largo plazo no alcanzadas o hasta un vacío sin fin por una existencia sin meta alguna. Por ello, la existencia debe ser enfrentada prácticamente, procurando que cumpla con un sentido ¡ahora! Ya sea que la vida dure un tiempo determinado o se reduzca a una mínima fracción, su conclusión la deberá hallar realizada. La muerte lleva al ser a las esferas y planos sutiles donde no hay tiempo; allí es evaluado por el Consejo Kármico o los Guardianes del Destino, donde se es preparado para la siguiente encarnación, a menos que se haya rechazado la oportunidad y el proceso, como es el caso de los suicidas, quienes no vuelven a encarnar sino hasta cuando se cumplan condiciones específicas de toma de conciencia y arrepentimiento. Otros casos son los de aquellos que se resisten a aceptar que han muerto, no pudiendo liberarse de sus apegos y afectos transitorios, aprisionándose por sí solos al plano. El Profundo Amor de la Conciencia Cósmica, que es adorado en todas las Galaxias, así como dimensiones, y por todas las criaturas de este universo que late y vive, y que se dilata, creciendo indefinidamente, ha sido tan misericordioso que, sabiendo que el ser difícilmente se perfecciona en una sola

vida, le concede la cantidad de existencias que necesite para ganar aprendizaje y avanzar al plano inmediato superior, para que así se vaya liberándose de cada uno de los distintos cuerpos de diversos grados de materia que posee. Lo que no existe en la gran escuela de la vida es el retroceso, por lo que solo se puede producir el estancamiento, que significa la negación por el uso del libre albedrío del avance continuo. La muerte no es más que un paso mediante el cual concluye una oportunidad, una de tantas, para volver a los planos astrales y ser evaluados. En estos pasamos más tiempo que en la vida material, porque allí estamos antes de nacer y después de morir, y durante gran parte de nuestras experiencias astrales; por eso, a la larga, son ellos mucho más reales que la vida material. Otro de los seres se incorporó. Este era de apariencia humana y rasgos marcadamente orientales y abundante cabello, que le llegaba a los hombros. —¡Sí, él es el Hijo de Dios! —nos dijo. Resultaba que nos había leído el pensamiento, porque en aquel momento nos hallábamos confundidos por muchas cosas, entre ellas sobre la persona de Jesús. ¿Quién era Jesús para ellos? —Yeshua, Jesús, Emmanuel o Isa, en el principio y en el fin. Él es el Cristo, el Ungido, el Marcado, el Señalado, tal como le conocéis, y que viniera a vuestro planeta procedente de las altas esferas por el acto de amor supremo hacia el hombre, para así darle la oportunidad a que salga de su estado de ignorancia tocando su endurecido corazón. Hoy sabemos, a través de la evolución de la información en el o, que Jesús fue un ser humano que a través de múltiples encarnaciones alcanzó en la Tierra un alto grado de evolución, de tal manera que ya no necesitaba reencarnar. Sin embargo, por amor a la humanidad, aceptó volver y durante treinta años se preparó para que durante los tres años de vida pública se produjera en él una simbiosis cósmica, una trasmigración, por la cual un ser de la categoría de los Padres Creadores o Hijos de Dios se incorporó en Él. Los Hellel o Padres Creadores son jerarquías de un universo paralelo al nuestro llamado el Universo Mental. Uno de ellos, llamado Miguel, se fusionó con Jesús al inicio de su vida pública, de tal manera que, durante esa etapa de la vida de Jesús, en él hubo dos entidades coexistiendo en un mismo cuerpo: el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios.

—Nosotros coordinamos en las esferas materiales lo relativo al nacimiento de Yeshua, lo relativo a su cuerpo, a su familia y a los mensajeros que darían los distintos avisos en el plano material y astral —continuó—. Hasta una de las naves de la Confederación acompañó a los instructores y protectores del Niño, maestros ellos de los diversos retiros interiores de la Gran Hermandad Blanca, que ejerce el Gobierno Interno Positivo del Planeta y mantiene el equilibrio necesario a la espera del tiempo cumplido. Fue al final de los días de su resurrección que una nave lo recogió, llevándolo fuera de la Tierra, y Él, en la actualidad con un nivel de conciencia de séptima dimensión, se mueve a voluntad por las diversas esferas y dimensiones, preparando el día de su segunda venida y de la reorganización final de la humanidad como planeta y plano ascendido. No necesita reencarnarse nuevamente, pues en la actualidad posee un cuerpo glorificado, atomizado y regenerado de cuarta dimensión, con el cual vendrá hasta ustedes. Sepan esperar y sacar provecho de sus sencillas y contundentes enseñanzas, que no son otras que el mensaje de amor y el ejemplo que Él dejó. Recuerden siempre que hasta los más elevados, al encarnarse en el plano material, hacen voto de humildad, aceptando instructores que los recuerden y preparen. No ha habido, pues, maestro o guía de luz que no haya aceptado tal ley: “Nadie puede guiar si antes no ha sido guiado”. Nuestra labor se concentra en preparar con ustedes, los jóvenes de espíritu de la Tierra, la vuelta y el regreso del Cristo, quien es Señor del Tiempo y del Espacio, y que está por encima de pueblos, religiones, razas, civilizaciones y planetas. Por ello, cuidaos, porque si bien todo es mental y producto de la lucha a niveles sutiles de fuerzas poderosísimas, el señor del mundo, que no es otro que “el engañador”, aquel que comanda la oscuridad, siembra las tinieblas de la ignorancia, que se abaten sobre la humanidad buscando hundirla en los abismos insondables del error. Así que por encima de todo manténganse limpios de toda contaminación, esforzándose por mantener la unidad y la integración en el respeto mutuo. La labor que se abre delante vuestro es la de despertar conciencia, sin complicar conceptos, clarificando, pero jamás entorpeciendo la labor de todos aquellos que dentro de su propia forma ya han conseguido algún éxito en su crecimiento. Las limitaciones y errores de los intermediarios, así como la procedencia extraplanetaria de los mensajeros, confundidos muchas veces con ángeles, así como la extracción popular de los profetas que guiaron a los pueblos, de ninguna manera desacreditan o minimizan lo trascendente de las religiones y doctrinas que se han establecido en la Tierra, ni desvirtúan para nada el carácter sagrado del mensaje de esperanza. Claro está que deberéis siempre discernir lo que es adosado por la tradición y lo que es el fundamento original de cada doctrina, la

esencia, que siempre es la misma de una a otra, y que se encuentra por encima de todo intento de manipulación interesada. Por todo ello, el que a lo largo de las diversas épocas de la humanidad hayan intervenido civilizaciones interplanetarias con o sin éxito, tomando algunas veces partido por el lado oprimido, ha obedecido al impulso solidario de todo un universo pendiente del momento al que se acerca galopantemente vuestra humanidad. La intervención ha procurado en todo momento la realización de un plan procedente de las Jerarquías y de este Consejo, respetando el libre albedrío, aunque ha habido casos en los que por un desmedido interés y reiterada cercanía se ha perdido la perspectiva y se han cometido excesos, con clara intromisión en el curso de los acontecimientos. —Pero… ¿y el hombre hecho a imagen y semejanza de Dios? —preguntó uno de los muchachos de nuestro grupo. Se incorporó inmediatamente otro personaje de peculiar semblante y alta estatura, diciendo: —Cuando se dijo y llegó a ser escrito que el hombre había sido creado a imagen y semejanza de Dios, se hacía referencia al aspecto cualitativo del Profundo Amor de la Conciencia Cósmica. Esto queda demostrado por el hecho mismo de que la religión hebrea, heredera y transmisora de la versión bíblica, no pretende en ningún momento describir la apariencia de Dios para así no caer en la idolatría; porque Dios es indefinible, inabarcable e indescriptible. Con esto queda descartada aquella esquemática interpretación del relato creador, que no refleja realmente el conocimiento allí expresado. Pero veamos en qué medida se cumple la versión bíblica en la realidad de la tercera dimensión, en la que el hombre resume cualidades divinas, como es la capacidad de amar, que lo distingue de los demás seres de su planeta, porque él mismo es producto del amor, pues procede de un acto de procreación que en la mayoría de los casos es libremente asumido a conciencia, y del que nace el ser como síntesis de una trinidad perfecta y armoniosa. Además, el hombre puede llegar a amar a otros seres que no sean sus familiares, ni de su propia raza o especie, llegando inclusive a amar la vida misma y la naturaleza que lo rodea. Otra cualidad en el hombre es el aspecto creativo que lo acerca a Dios, como también lo puede alejar. Pero la diferencia está en la proporción, ya que, si bien es cierto que posee esta facultad, no puede llegar a crear nada de la nada. El hombre tiene que a partir de las cosas ya creadas, reorganizarlas de acuerdo con sus necesidades.

Como pueden apreciar, se cumple aquello de que el hombre fue creado a imagen y semejanza, es decir, en proporción a su naturaleza de chispa divina. Recuerden que la imagen es el reflejo de la luz que proyecta el cuerpo en una superficie pulimentada. Son, pues, el reflejo de la luz del Creador. Ves ahora, querido amigo, que semejanza no es lo mismo que igualdad. —El tiempo es dado de que regresen —acotó otro ser, aparentemente anciano, de figura humana, que lucía un pectoral como hecho de roca y cristal; lo llevaba sobre su túnica blanca, que le llegaba hasta los pies. No tenía cabello, pero sí un delgado bigote, que le caía descubriendo su alargada boca, coronada por una achatada nariz a manera de los orientales. Sus ojos oscuros y penetrantes nos abarcaban completamente, siendo inolvidablemente expresivos—. Se hace tarde ya. Deben regresar comprometidos con la misión que llevan entre manos, y que hoy se os encomienda; esta será una labor de irradiación de luz y esperanza. Consistirá en mantener el puente de comunicación ya establecido, haciendo que se extienda y se perfeccione. Volverán al mundo como infiltrados, pues la civilización se halla gobernada por la confusión y el engaño. Por ello, al regresar ustedes como misioneros de la luz, seréis rechazados; deben soportarlo, guardándose de toda contaminación. No los podremos culpar si en algún momento llegan a querer volverse atrás, pero, si siguen, sepan que tendrán siempre nuestro apoyo y respaldo. Estaremos permanentemente pidiendo por ustedes, acercándoles la ayuda necesaria, pero sin crear dependencia alguna que podría estorbarles. Por lo pronto prepárense intensamente y despejen el camino al mensaje crístico que debe manifestarse. En el caso de que la humanidad no lograse revertir los acontecimientos, tenemos previsto un plan de contingencia, mediante el cual una parte de ella sería evacuada en naves. Id en paz, y que el Profundo Amor de la Conciencia Cósmica los ilumine y fortalezca. Más de uno tenía la vista fija en la inmensa estrella de seis puntas que coronaba la cúpula del recinto. Era la misma figura de la Magenda que David usara como emblema, pero resultaba ser que este símbolo y lo que significa era muy anterior al mismo David, y simbolizaba la segunda ley universal: “Así como es arriba así es abajo”, que significa que las mismas leyes que regulan el macrocosmos funcionan en el micro-cosmos, por lo cual, si quieres conocer el universo, conócete a ti mismo. Y, si quieres que el universo cambie, cambia tú.

En los últimos años, los científicos han desarrollado una teoría basada en sus descubrimientos en los grandes laboratorios de aceleración de partículas, según los cuales hay casos en que los electrones que giran en torno al núcleo del átomo no describen la órbita completa, sino que desaparecen y aparecen luego en el extremo opuesto, como si encontraran un atajo. Estos atajos que existen en el microcosmos existirían también en el macrocosmos, y se les ha llamado agujeros de gusano o pliegues interdimensionales. Esto respondería a la pregunta de cómo hacen los supuestos extraterrestres para movilizarse en el universo a través de grandes distancias. Y esto sería aplicable a los Xendras, que son desarrollados con la concentración de energía y poder psíquico.

CAPÍTULO 4 LA NAVE DESCIENDE

“La observación de una nave extraterrestre es un espectáculo emocionante y fantástico. El descenso del objeto a tierra es algo estremecedor, pero el encuentro con los tripulantes es una experiencia mística”.

Desde la primera comunicación psicográfica ya habían transcurrido siete meses, durante los cuales se habían sucedido infinidad de experiencias, exigiendo siempre una preparación constante que nos llevaría al o físico. Hicimos durante el mes de julio una nueva salida, de tal manera que pasaríamos la noche en el desierto. Como en aquella ocasión no se nos había pedido en los mensajes que fuéramos en grupos reducido de siete personas, ni se nos había puesto restricción alguna, aprovechamos y fuimos veinticinco. Ni bien nos instalamos en el lugar, hicimos entre todos una cúpula de protección, que nos ayuda a crear siempre una atmósfera especial en el sitio. Esta práctica viene siempre acompañada de invocaciones y mantralizaciones. Después de los ejercicios en grupo, nos separamos aquella noche, yéndonos de dos en dos, por lo que me encontraba con un amigo llamado Guillermo cerca de una de las quebradas adyacentes a la mina. Allí haríamos nuestra prueba de autocontrol, que, como en oportunidades anteriores, serviría para templar los nervios y fortalecer nuestra convicción de estar protegidos. Así nos separamos en parejas marchando en distintas direcciones en medio de la oscuridad de la noche para meditar. Por espacio de una hora estuvimos solos, cada cual con su conciencia, en medio del ambiente más propicio para encontrarse con uno mismo. Era difícil la primera vez, luego uno aprende a amar la soledad y el silencio, donde claramente uno escucha la voz de su ser interno. Al pasar la hora de prueba, cada uno caminó desde su ubicación hasta la mina,

donde nos reuniríamos con los demás. Nos reencontramos en el camino. Ya juntos íbamos a regresar al campamento, cuando de pronto vimos a unas personas vestidas con trajes deportivos blancos que estaban extrayendo algo del terreno. Pensando que pudieran ser nuestros compañeros, nos acercamos y verificamos que no eran ellos, sino seres luminosos y altos que estaban extrayendo una máquina del suelo. Sorprendidos por este encuentro fortuito, rápidamente nos dimos la vuelta para ir donde los demás y avisarles de esta situación. Cuando llegamos al campamento, vimos asomar un intenso resplandor detrás del cerro, por lo que resolvimos investigar. Con Guillermo, extrañamente nos olvidamos de los seres que habíamos visto anteriormente, y subimos con todos a lo alto de la elevación lo más rápido que nos permitía el cuerpo, entumecido por el frío. Entonces observamos a la distancia un objeto muy iluminado que se hallaba posado en tierra, lo cual nos entusiasmó tanto que no nos preocupamos de ver si los demás nos seguían o no. Simplemente nos dirigimos hacia allá. Ni bien habíamos bajado la ladera acercándonos hacia el objeto, delante de nosotros y a unos sesenta metros de distancia, se interpuso un ser de por lo menos dos metros y medio de altura, que lucía un vestuario que se asemejaba a un traje de esquiador de color plateado, con un pectoral negro. Tenía el cabello lacio gris plata casi hasta los hombros, y permanecía adelante observándonos detenidamente. Se veía que comprendía que nos había asustado al haber aparecido de improviso. Nos hizo señas de inmediato para que nos tranquilizáramos, comunicándose telepáticamente con nosotros. Nos transmitió que venía de un planeta llamado Apu, que gira en torno a la estrella Alfa de Centauro, a solo 4,2 años luz de distancia de nosotros, y que son alrededor de sesenta civilizaciones extraterrestres las que llegan a la Tierra con las más variadas intenciones, y no todas vienen con buenas intenciones. Nos dijo que debíamos viajar a un lugar llamado Marcahuasi, en los Andes centrales, y que recibiríamos mayores detalles a través de las psicografías que fuéramos captando en los días sucesivos. Explicó también que Chilca había sido el primer lugar por hallarse cerca una base submarina en la costa, y porque tal lugar guarda condiciones atmosféricas, magnéticas y energías especiales, pero que no sería el único. El guía nos dijo para terminar que aún no subiríamos a una nave en forma física, pero algunos lo seguirían haciendo en forma mental y astral, hasta que llegase el

tiempo de preparación, no siendo necesariamente nosotros los que viviríamos dicha experiencia, sino muchos otros que podrían ser preparados por nosotros, lo cual lo corroboraría el tiempo. El objeto que estaba detrás de este ser se veía como una lenteja con patas de aterrizaje, tipo módulo de comando de despegue vertical. Lucía metálico, pero sin uniones ni remaches, y hasta parecía como traslúcido, ya que se veían sombras en su interior. Debajo, desde su vientre, proyectaba un haz de luz. Sentimos en ese momento que nos decía mentalmente que debíamos marcharnos, por lo cual nos retiramos, y allí nos percatamos de que solo habíamos llegado cuatro personas, y que el resto se habían quedado en el campamento porque el miedo no les había permitido continuar.

CAPÍTULO 5 CITA CON EL PERIODISMO

“Si estos seres quieren darse a conocer, ¿por qué no dan la única prueba que hasta ahora nadie ha dado?: la presencia de periodistas en un encuentro anunciado previa cita; eso sí sería una prueba contundente”. J. J. Benítez

Durante los días siguientes, se fueron precisando los datos con respecto al viaje a Marcahuasi. Los guías habían referido que dicho lugar era llamado el “altar de los dioses”, por lo que nos encontraríamos en el camino con dos campesinos a los que deberíamos preguntarles por aquel nombre. Tal sería la señal de que llegaríamos al lugar indicado. Según la comunicación, el más anciano de aquellos agricultores tomaría la palabra y nos señalaría el camino correcto. Partimos el día lunes 19 de agosto de aquel año de 1974 a las 10:00 a. m. desde Lima. La aparente cercanía en kilómetros de Lima no era tal, ya que la ruta no se hacía en línea recta, sino que, por el contrario, esta se extendía como un camino de herradura y en ascenso permanente. Nuestro desconocimiento del terreno y las dificultades de la ruta hizo que se nos hiciera muy tarde. Nos quedamos a mitad de camino y pasamos la noche a un lado de la carretera de tierra que serpenteaba la montaña arañando profundos abismos. A pesar de la incomodidad del lugar, nos sentíamos satisfechos, ya que pocas horas antes, por aquel mismo camino, nos habíamos encontrado con dos campesinos justo cuando nos hallábamos frente a un desvío y no sabíamos por dónde seguir. El más anciano respondió por dónde debíamos seguir, diciéndonos que el “altar de los dioses” se encontraba detrás de una de las montañas que teníamos en frente, por lo que debíamos seguir por el camino de ascenso de la izquierda. Al comprobar que se estaban cumpliendo los detalles de la comunicación, supimos que estábamos cerca de concretar una gran experiencia.

Al amanecer reemprendimos la marcha. Nos encontramos algo inquietos porque durante la noche habíamos visto alrededor del carro extrañas formas que inicialmente creímos frutos de nuestra imaginación, pero después llegaríamos a descubrir que eran reales, pues se abalanzaban contra nosotros remeciendo todo el automóvil. Del temor inicial pasamos a la seguridad de ser protegidos por los guías, por lo que se nos ocurrió hacer una concentración cubriéndonos con una cúpula de luz, lo cual terminó por tranquilizar el ambiente. A pesar del cansancio por la inquietud e incomodidad de la noche, nuestra ansiedad por llegar nos impulsó a seguir y llegamos hasta el último poblado antes de la meseta. San Pedro, es un típico pueblo de la sierra, construido sobre los cimientos de un asentamiento anterior que se remontaría a tiempos preincaicos. Después de presentarnos a la comunidad y del regateo de ley, logramos que una señora accediera a alquilarnos unos burros para que llevaran el grueso del equipaje sobre sus lomos. Nos pusimos de acuerdo para que fuese yo quien se adelantara con el niño que nos serviría de guía y sus dos burros cargados con nuestro equipo; el resto terminaría de adquirir los últimos víveres, reservando las cantimploras para llenarlas con la fresquísima agua de la vertiente. Así empezó el ascenso por aquellos senderos de cordillera, que poco a poco se van estrechando, alejándonos de la civilización y acercándonos al cielo limpio y claro de las altas cumbres de Marcahuasi, que en quechua significa “casa de dos pisos” o “casa del pueblo”, a tres kilómetros al este de San Pedro. Es una meseta de cuatro kilómetros de largo por kilómetro y medio de ancho, aproximadamente a 4000 msnm. A pesar de mi juventud, me era imposible mantener el paso del niño que me servía de guía, porque propiamente arreaba los burros corriendo montaña arriba. Le pedí en más de una oportunidad que me esperara, ya que a cada trecho tenía que detenerme a descansar, porque a esa altura se me dificultaba la respiración. Llegamos a la acostumbrada bifurcación en donde los burros toman el camino corto para llegar más rápido, que es un sendero de ascenso de marcada pendiente. A pesar de que no me entusiasmaba la idea, los seguí, y fue allí que, ya avanzado buen trecho y a regular altura, uno de los burros se encabritó, desató las amarras, que al parecer se habían mantenido flojas, y arrojó al abismo parte del equipaje. Mi entusiasmo, que hasta allí se encontraba tambaleante por el excesivo esfuerzo físico, terminó por derrumbarse. No había otra salida, tendría que descender a través del reducido sendero hasta una roca de la cual pendía la

carga. Con cada parada que hacía para recobrar el aliento en aquellas alturas donde escasea el oxígeno, se debilitaban cada vez más mis piernas, que ya no me respondían, y mayor era el esfuerzo que tenía que hacer para no caerme al precipicio cada vez que me tropezaba. Me sobrevenían entonces ligeros mareos que me atraían al abismo, y es que no habíamos probado bocado desde muy temprano en la mañana, sino solo algo muy ligero ante la emoción de llegar finalmente a la meseta, que creíamos más accesible y cercana. Sin comprender el porqué de la prueba de esfuerzo, y sin saber si valdría la pena o no, seguí por la diminuta vereda, que ya había dejado de ser un camino de mulas para convertirse en escalones y gradas talladas en el acantilado, rodeadas de restos de pequeños muros preincaicos de vigilancia. Poco a poco se fue nivelando el terreno al ir entrando por una estrecha quebrada en la ladera de Marcahuasi. Agotado totalmente, me dejé caer pesadamente por entre unas rocas hacia una hondonada. Tropecé y rodé hasta unos espinos, y quedé ten-dido en el suelo casi sin sentido. Pude entonces hacer un último esfuerzo para quitarme la mochila y observar al descuido frente a mí el Monumento a la Humanidad, El Rostro del Inca y La Esfinge, como la llamamos nosotros. Además vi al niño, que había dejado las cosas a poca distancia de donde yo me encontraba y ya se marchaba con sus burros. Quise incorporarme, pero ya no pude. Eran como las dos de la tarde, y estaba solo en aquella meseta. Abrumado por el esfuerzo, me quedé profundamente dormido. Me desperté y miré mi reloj. Había pasado buen tiempo porque ya eran las cuatro de la tarde, y sobre la meseta corría un viento frío e intenso. Recién allí en la meseta me percaté de que tenía la espalda atravesada por gruesas espinas de un arbusto que se hallaba debajo de mí, sobre el cual había dormido. Algo adolorido pero descansado por aquel sueño reparador, recobré ánimos como para dar un pequeño paseo por las inmediaciones. Al primer esfuerzo que hacía, por muy ligero que fuese, me volvía a latir aceleradamente el corazón y a retumbarme en la cabeza, así que procuré tener más paciencia y no exigirme más de la cuenta. Giré sobre mí mismo, observando los alrededores y especialmente el gigantesco rostro de La Esfinge y a su lado izquierdo la forma de un cóndor. Me acerqué,

subiendo por entre las piedras y las matas de espinos, y vi que debajo del rostro de casi veintisiete metros de altura habían unos dibujos rupestres con extraños símbolos. Detrás se hallaba una pintoresca cabaña de rústicas paredes de piedra, barro y techo de calamina, donde nos guareceríamos más tarde de la intemperie. Desde aquel lugar, sobre una elevación del terreno, se podía observar una parte del camino de , por lo que pude divisar a lo lejos a los muchachos, que ya llegaban guiados también por un lugareño. El ánimo en ellos también se veía menguado por el duro esfuerzo de la subida. Estuvimos todos reunidos a eso de las cinco de la tarde, y de inmediato establecimos nuestro campamento dentro de la acogedora cabaña que construyera en la década de 1950 el doctor Ruzo. La temperatura descendió bruscamente de unos 25 °C que habíamos tenido durante el día a unos 10 °C, para seguir bajando luego. No se veían leños ni ramas secas para quemar y prender una fogata, pero felizmente Charlie, siempre precavido, había llevado un primus de ron con el que pudimos defendernos del frío, calentándonos con la más deliciosa y sencilla sopa de sobre que hayamos probado en la vida. Mientras se repartía la sopa preparada por el cocinero en jefe Charlie, vimos en el cielo una nave a gran altura, que inicialmente pareció un satélite, pero a medida que fue descendiendo pudimos apreciar su forma discoidal, con tres niveles o platos unidos, además de una luz plateada muy potente. El objeto se detuvo breves minutos y luego tomó dirección noroeste, encendiendo y apagando sus intensas luces. Consideramos este avistamiento, acompañado de una extraña vibración, la reafirmación de estar en el lugar correcto, haciendo lo que se esperaba de nosotros. De madrugada escuchamos ruidos, como los de un perro que olfateaba los desperdicios que pusimos en una bolsa plástica a un lado de los corrales, al frente de la puerta de la cabaña. Mi hermano se despertó y nos pasó de inmediato la voz, porque los ruidos ya se habían acercado a un lado de la cabaña, donde parecía que estaban excavando. Nos arropamos bien y salimos lentamente llevando en las manos las linternas. Una vez franqueada la puerta de madera, no vimos nada en un principio, pero tratando de dar una última mirada fue que apareció por el lado derecho, detrás de los corrales, una luz amarillenta, como si fuese una llamarada moviéndose de un sitio a otro e invitándonos a seguirla.

Sentimos temor porque era algo que se movía por sí solo, y no era un efecto visual ni un reflejo. Del lado opuesto se materializó una bruma espesa, formando una grotesca figura, pero sin rostro, con la cabeza hundida entre los hombros o tal vez sin cabeza, que se abalanzó a continuación atropelladamente contra nosotros. Cerramos inmediatamente la portezuela, cubriéndola con nuestros cuerpos, que fueron remecidos por el impacto del golpe de este ser. Unas tres veces más se repitió lo mismo, tratando de derribar la entrada, después de lo cual rodeó la barraca golpeando las paredes. Mientras tanto, y a pesar de nuestro temor, pusimos de inmediato en funcionamiento nuestro trabajo mental cubriendo la casita con una cúpula de protección que con seguridad funcionó, pues el mal olor que sentíamos y que acompañaba a esa presencia en el ambiente fue diluyéndose para finalmente desaparecer junto con la entidad. Aquellas manifestaciones nos hicieron pensar y comentar sobre el acecho del que habíamos sido víctimas, pues se veía que tales seres no se contentarían hasta hacernos daño, y lo hubieran logrado si nuestra confianza en la protección permanente no se hubiera impuesto al temor. Lo que ocurrió aquella noche no fue otra cosa que una evaluación de nuestro aplomo y seguridad, porque ¿cuántas personas hay que, sufriendo todo tipo de ataques a través de daños, sugestiones y hechicerías, que son producto de trabajos mentales negativos, no tienen capacidad para superarlos? El estado de superación se dará cuando cada ser trabaje su mente al servicio de lo constructivo y edificante, en otras palabras, al servicio de la materialización de los ideales trascendentes. Recordemos siempre que la luz resplandece en medio de la oscuridad y que todo vibra, nada está quieto o estático, todo se encuentra en un movimiento perpetuo, lo cual impulsa irremediablemente al hombre a evolucionar hacia los planos superiores, aunque su libre albedrío no haga otra cosa que retrasar dicho tránsito, y aun podemos pensar que las entidades negativas saldrán algún día de su estado de estancamiento y llegarán a elevarse. La noche pasó, y con ella el ataque de estos seres que encontraron un momento de debilidad orgánica en nosotros como para tratar de amedrentarnos. En la mañana, revisamos el entorno, y no hallamos huella alguna de persona o animal, pero lo que sí observamos fue lo que semejaban eran los rasguños en la puerta y

en las paredes externas de la barraca, realizados al parecer por un ser de grandes proporciones. Nos dispusimos, antes de desayunar, a hacer las relajaciones y concentraciones necesarias para predisponer el o. Cogí un lápiz y el cuaderno de la mochila, sentándome sobre el pozo de agua sellado con cemento que estaba al lado de la cabaña. Los guías inmediatamente entraron en o con nosotros, y todo el lugar pareció como iluminarse; hasta el ambiente se llenó de un agradable aroma de flores. Los hermanos mayores refirieron nuestro esfuerzo y trabajo, así como las pruebas a las que nos veíamos sometidos: —Sí, Oxalc, grande ha sido su esfuerzo, pero bien ha valido la pena, porque el ascenso a esta montaña representa la conquista de la cima espiritual, en la que lo esencial es llegar a vencerse a uno mismo, perseverando para alcanzar la meta. Aquella cumbre será alcanzada una y otra vez mientras exista el compromiso que es vivir, porque detrás de la más alta cima que puedan ver siempre habrá otra mayor. Han empezado a desarrollar una fuerza de voluntad férrea, que podrá enfrentarse de ahora en adelante a las mayores dificultades. La Hermandad Blanca está pendiente de superaciones como la vuestra, porque ello genera una energía renovadora que, sumada al esfuerzo de muchos, garantizará el futuro de la Tierra. Sepan que en cada prueba que enfrentan representan simbólicamente a la humanidad. Ya sabéis de lo valioso que será que lleguen a desarrollar vuestra sensibilidad, y especialmente los viajes astrales conscientes, porque ellos siempre contarán con la adecuada protección, y por su mediación podrán continuar la preparación en diversos planos. Como sabemos, el ser humano posee siete cuerpos que a lo largo del ciclo de encarnaciones irán desprendiéndose, hasta llegar finalmente a quedarse tan solo con la última vestidura, que es la del Cuerpo Esencial o Divino, para así integrarnos con el Padre-Madre Universal, que no es otro que el Profundo Amor de la Conciencia Cósmica y ser uno con Él. El astral es el cuerpo de las emociones, y se encuentra unido al cuerpo físico mediante el cordón de plata, a manera del cordón umbilical. Su rompimiento señala el momento de la muerte física y la cesación del cuerpo denso.

Todos realizamos viajes astrales durante los sueños. Propiamente, todos soñamos siempre, aunque la gran mayoría no recuerdan las experiencias vividas en aquel plano. El plano astral es donde continuamos experimentando avances y caídas. Allí nos ubicamos antes de nacer, volvemos durante los sueños y retornamos al final de nuestros días en la Tierra, cuando desencarnamos. Pasamos así en el astral la mayor parte de nuestro tiempo, lo que nos hace ver lo relativo de la realidad material. El ser humano, así como suele no recordar sus sueños, tampoco recuerda sus existencias pasadas, porque el recordarlo es un mérito, fruto de la madurez y avance en el camino. Debemos tener en cuenta que somos el producto de las existencias anteriores, es decir, nunca antes hemos sido mejores de lo que somos ahora. La persona avanza o se estanca, pero no involuciona. El mundo astral es la continuación de nuestra experiencia material diaria de superación, por lo que todos los sueños son viajes astrales, pero no todos los viajes astrales son sueños. Es decir, se puede hacer un desdoblamiento astral sin necesidad de estar dormidos, para lo que se requiere estar muy relajado o mucho control de sí mismo, y ejercicios de concentración. La persona que no tiene el avance suficiente no recuerda sus experiencias astrales porque existe un velo que impide que la memoria consciente guarde aquellas imágenes, borrándolas antes de despertar o grabándolas en lo más profundo del inconsciente. Suele ocurrir que la encriptación de la vivencia se produzca inmediatamente después. Lo que llegamos a recordar usualmente es la superposición de diferentes imágenes de cada uno de los sueños que tuvimos durante la noche, y, por ello, adolecen de falta de sentido y hasta consideramos la mayoría de las veces que fue un disparate que no vale la pena retener. Es importante que prestemos más atención a los sueños, y que nos preparemos y dispongamos a tener viajes astrales conscientes, sueños lúcidos y recuerdos exactos. Aprendiendo a relajarnos y haciendo meditaciones previas lograremos tener más conciencia y mantener la conciencia despierta en el sueño, pudiendo diferenciar las verdaderas experiencias que suelen confundirse y mezclarse con los afloramientos del inconsciente en el preciso instante del regreso. La comunicación citó otros temas interesantes, como que deberíamos realizar trabajos sobre la meseta, los cuales serían de dermóptica y regresiones o viajes

mentales a través del tiempo, para así identifi-carnos con la historia del lugar, cosa que hicimos sobre unas rocas cerca de las ruinas que se encontraban sobre los riscos. Pusimos nuestras manos en los muros, concentrándonos en las vibraciones de los tallados de la piedra y en los restos de cerámica y huesos desparramados en las tumbas o kullpis. En las prácticas que se nos recomendó hacer, empezamos a absorber gran cantidad de información que a través de imágenes estaban siendo evocada en nuestra mente. En un tiempo remoto, el “altar de los dioses” componía todo un complejo subterráneo, donde cinco descendientes de las grandes mentes extraterrestres que se habían establecido en el Perú gobernaban y eran protegidos por su conocimiento. Siempre se consideró a Marcahuasi como un lugar sagrado, al que subían a adorar las tribus preíncas, como los huallas y huanchos; posteriormente lo harían los incas. De las últimas ocupaciones del lugar queda en la superficie el recuerdo de las ruinas necrópolis, distintas a las de uso cotidiano. Y es que la superstición mantenida hasta nuestros días nos dice que los apus y guamanes, es decir, los espíritus de las montañas, cuidaban de los muertos, impidiendo que descendiesen a molestar a los pobladores de las zonas bajas, en este caso, de San Pedro de Casta. Las ciudades de muertos de Marcahuasi serían guardadas por las piedras talladas, recuerdo imperecedero de un pasado aún más remoto. La destrucción de las galerías subterráneas de Marcahuasi hace más de dos mil años, después de la muerte de la última mente o “Anciano de Vara”, coincidió con un gran terremoto en la zona de la meseta. Este último anciano cumplió con depositar en una caverna cercana los registros de la civilización o parte de la historia de la humanidad junto con otros elementos u objetos que con el progreso del hombre este podría llegar a encontrar y merecer. En el resto de la comunicación, recibimos informes difíciles de aceptar, como aquella narración en la que nos decían que los norteamericanos no fueron los primeros en descender en la Luna, sino que fueron los soviéticos, y que esto se habría efectuado meses antes del descenso del Apolo XI, en el mismo año de 1969. Ese año, una nave soviética habría ganado la iniciativa una vez más a Houston, enviando tres cosmonautas a la Luna, quienes aterrizaron en su cara oculta, y desde allí habrían informado de la existencia de lo que parecía ser una base extraterrestre. Tiempo antes se había observado extrañas luminosidades que parecían propias de instalaciones o edificios. Al acercarse los astronautas comprobarían que estaban hace mucho abandonadas, pero protegidas por un

fatal resguardo. El asunto fue que uno de los soviéticos habría muerto en un enfrentamiento con los mecanismos de defensa del lugar, mientras que los otros habrían huido, pero regresó solo uno de los tripulantes, con la suficiente cordura como para exponer su insólito percance. La escaramuza habría obligado a los rusos a enviar posteriormente un vehículo autopropulsado depositado en el Mar de las Lluvias por el Lunix XVII, el 17 de noviembre de 1970, llamado el Lunojod. Este pequeño tanquecito robot poseía un sistema de rayos láser, y habría sido enviado como clara respuesta beligerante. Sin embargo, sabernos que los astronautas norteamericanos también conocían de la existencia de antiguas instalaciones de la Confederación, las cuales también menciona Julio Verne en su obra De la Tierra a la Luna. Según los guías, fueron lanzados artefactos nucleares con los módulos de comando (naves de descenso para que se estrellaran contra la superficie lunar al iniciar el regreso de cada misión). Con esto no pretendían otra cosa que bombardear dichas instalaciones, haciendo desaparecer toda evidencia que pudiera afectar los intereses creados, y no, como se pretendía afirmar, para medir los movimientos telúricos y capas geológicas lunares, con los sismógrafos instalados en el Mar de la Tranquilidad por el Apolo. Existen informes oficiales de gran cantidad de cosmonautas norteamericanos y soviéticos que confirman que durante sus vuelos orbitales fueron seguidos por ovnis. El caso más conocido, y volviendo al descenso en la Luna, es el del Apolo XI, que llevó a Neil Armstrong y a Edwin Aldrin a pisar el satélite en un acontecimiento publicitado mundialmente a través de la vía satélite por la televisión. Pero he aquí que hubo minutos interrumpidos de la transmisión que la sala de control de Houston censuró, porque en ellos se escuchaba a los astronautas conversar alteradamente sobre un hecho inesperado, que posteriormente verificarían muchos receptores a nivel mundial que habían captado dicha comunicación. Resulta ser que, mientras los astronautas trabajaban cerca del módulo, se empezaron a acercar unos extraños objetos que habían aparecido en el horizonte. Pocos momentos después, se podían apreciar con toda claridad, pues eran como unas pequeñas esferas que se acercaban hacia los astronautas. Armstrong fue entonces el primero que precisó que se habían desprendido unas luces de unas astronaves en forma de discos, que se hallaban alineadas al fondo de un cráter. Las esferas no eran otra cosa que los comúnmente llamados ojos de gato. Por más preparación que tuvieran frente a los imprevistos, ya podemos imaginar

la fuerte impresión de estos experimentados cosmonautas. Y es sabido que el astronauta Aldrin tuvo que ser sometido a un intenso tratamiento psiquiátrico a su regreso a la Tierra. ¿Podría acaso estar relacionado este hecho con todo lo anterior? Recordemos que fue Armstrong quien no solo no desmintió tales versiones de los ovnis en la Luna, sino que encima las sustentó en muchas de sus exposiciones, sobre todo ante las organizaciones que investigan los ovnis y las logias masónicas a las cuales él pertenecía. Armstrong falleció hace poco tiempo. eEstaba jubilado y se encontraba separado del programa espacial, como la mayoría de quienes participaron en los Apolo. Muchos de ellos han tenido la valentía de decir la verdad, y se han llegado a dedicar de lleno a la investigación de los ovnis por su cuenta, como es el caso de Gordon Cooper o Edgar Mitchell. También se nos dijo que en un futuro cercano se debería concretar la recepción del Libro de los de las Vestiduras Blancas, que no es otro que el Registro Akáshico de la Tierra o Archivo de la Historia Planetaria, del cual tendríamos que extraer enseñanzas y confrontarlas con las que fueron dadas en diversas épocas y a través de los más variados medios. El mensaje recibido aquella mañana terminaba con una aseveración que, después de todo lo anterior, no debió sorprendernos, pero que, sin embargo, al leerla, nos miramos incrédulos. La comunicación decía así: “Y abriremos los medios de información para que el conocimiento y el mensaje de la Misión Rama (grupo de o) llegue a todos aquellos que han sido preparados de antes. No duden ni vacilen, pues aunque no comprendan la magnitud de su labor, este es un compromiso para con la humanidad. Son ustedes pequeñas piezas, a manera de engranajes de una gran maquinaria que ya ha sido puesta en movimiento por vuestra libre aceptación, y con el concurso de todos los guías de misión. El resto es solo saber culminar lo empezado”. Pensábamos todos en cómo podrían ocurrir los sucesos mencionados por los guías. Sabíamos de nuestras limitadas posibilidades de atraer a la prensa y de la falta de evidencias que demostrasen la veracidad comprobada de nuestro o, sumado a que no conocíamos a ningún periodista que nos pudiera tomar en serio o por lo menos que nos concediera la más mínima nota de prensa. Nos parecía entonces que sería harto difícil que se cumpliese lo que los guías señalaban y prometían, a pesar de que procurábamos no desalentarnos ni caer en especulaciones. Debíamos confiar, y eso fue lo que hicimos. Al terminar los trabajos de dermóptica que hicimos bien avanzada la mañana,

nos trasladamos por la meseta hacia el extremo. A nuestro paso por la calcinante meseta, se iban sucediendo gran cantidad de formaciones pétreas en las que la naturaleza caprichosamente ha delineado rostros y figuras, algunas de las cuales pueden apreciarse a simple vista sin ningún esfuerzo de captación. Y hay una buena cantidad de ellas que obviamente han sido retocadas por la mano del hombre. En aquella caminata por los casi cuatro kilómetros de largo de Marcahuasi, sobre un terreno muy accidentado, difícil sobre todo por la altura, quedamos totalmente agotados y escasos de agua. El Sol estaba vertical, y la temperatura superaba los 27 °C sin sombra en ningún lugar, pero, en el momento en que nos encontrábamos más abatidos, nos concentramos y pedimos ayuda. No pasaron ni cinco minutos cuando, descendiendo por entre unas grandes piedras, en medio de aquella aridez, apareció una señora pastoreando su ganado y cargando en su burrito leche fresca y agua, la cual, con inusitada caridad, compartió con nosotros. Captamos que habíamos sido socorridos para que nadie desfalleciera, pues aún se esperaba de nosotros que intensificáramos nuestro trabajo de preparación. Después de múltiples trabajos y avistamientos, iniciamos el regreso procurando seguir el caminito que bordea un abismo de varios centenares de metros, para llegar al campamento que se encontraba detrás de la Cabeza del Inca. El vértigo se hizo notar en más de uno, pero nadie deseaba seguir soportando los implacables rayos solares. Ya en el lugar, preparamos el almuerzo, y lo disfrutamos, previa bendición de los alimentos. Todo alimento presupone una comunión, por lo que vimos la necesidad de redescubrir la acción de gracias que le asigna al momento de comer su justa dimensión de acto sagrado, que nos diferencia de los demás seres de la naturaleza. En los vegetales, la conciencia se encuentra desplazada hacia los elementales o seres sutiles, que mantienen una estrecha interdependencia con ellos, por lo que, al tomar el fruto de un árbol o de una planta, deberíamos pedir algo así como una autorización o permiso a estas entidades y al vegetal, porque les arrancamos parte de su ser. Además, sabemos que los vegetales ostentan una nobleza tal que a través de los elementales son conscientes de que al ser comidos e integrados en nuestro organismo cumplen un rol, un sentido que, a la vez, les permite ascender en la evolución, pues se unen a nuestro torrente sanguíneo, haciéndose uno con nosotros. Pero el hecho de agradecer aún va más allá, pues considera que, al poseer el hombre atributos de la razón y el libre albedrío, es capaz de estar

consciente de que el solo hecho de tener el alimento y poderlo disfrutar de él es una bendición. Por todo ello, la alimentación es más que cumplir con una necesidad fisiológica. Es un proceso de integración y transformación de elementos y energías en nuestro cuerpo, que tienden a darnos la vitalidad necesaria para perpetuar el plazo de la existencia material, para así poder llegar a dar cumplimiento voluntario a la misión que nos ha asignado la vida. Resulta realmente curioso que seres tan avanzados como los guías extraterrestres, cuya civilización debe de haber superado muchísimos esquemas, prejuicios y ritualismos a los que nos somete la costumbre o la ignorancia, den tanta importancia a detalles aparentemente triviales y a cosas tan simples como son para nosotros lo cotidiano y rutinario, pero ello llega a ser comprensible cuando ellos mismos nos insisten en tratar de hacer que cada día en sí mismo alcance su propia realización y valga la pena de ser vivido. Después de haber soportado una fuerte temperatura durante el día, la llegada de la tarde trajo consigo un violento descenso. Nos cubrimos de inmediato con toda la ropa de abrigo que habíamos llevado, pero aun así más de uno tiritaba de frío. Hicimos entonces ejercicios de respiración y relajación, mientras que la tarde daba paso a la noche. En medio de un colorido atardecer, aparecieron dos objetos brillantes en el cielo, cuyo tamaño era como el de una pelota de ping-pong. Uno venía del este y el otro del oeste. Parecía que iban a chocar por la velocidad que llevaban, pero poco antes de encontrarse bajaron ambos la velocidad casi al mismo tiempo, haciéndose uno al lado para que el otro pasase con tranquilidad; entonces, nuevamente aumentaron la velocidad y encendieron su luz al doble de brillantez sobre nosotros. Nos sentíamos muy contentos por aquello que tomamos como una confirmación de nuestro trabajo. Ahora sabíamos que estaban cerca, y el ambiente reflejaba la armonía que había entre nosotros. Entonces nos dispusimos a recibir comunicación. En el nuevo mensaje, los guías nos hablaron de un maestro que nos acompañaría en un viaje astral consciente. Hicimos una relajación profunda, y al poco rato nos encontramos fuera de nuestros cuerpos, mirándonos unos a otros. Pude observar entonces que la única persona mayor del grupo, Eduardo Elías, no se había desdoblado porque sobre él se veía claramente una gigantesca mano que lo

aprisionaba hacia abajo, impidiéndole salir. Después llegaríamos a saber que aquella persona practicaba el espiritismo, lo cual le ocasionaba el permanente acecho de entidades espirituales de bajos niveles. Los que logramos salir viajamos guiados por aquel personaje anciano, quien, como si nos hubiese estado esperando desde siempre, aguardaba nuestra salida para dirigirnos a treinta kilómetros al norte, hacia lo profundo de una caverna en un risco. Vimos que esta se encontraba a regular altura de una montaña, y se hallaba iluminada por una luz verdosa. Dentro de ella se amontonaban los Anales de la Humanidad. El archivo lo conformaban decenas de planchas metálicas de unos cuarenta centímetros de largo por unos veinte centímetros de ancho, todas ellas grabadas por un solo lado, con una especie de jeroglíficos o ideogramas, que, según se nos dijo, son extractos del Registro Akáshico de la Tierra, y solo pueden ser interpretados con el uso de los cristales de cesio. Son así los cristales los traductores de lo que los guías llaman El Libro de los de las Vestiduras Blancas. Sabemos que todo vibra, que todo está en movimiento, produciendo una acción y una reacción, causa y efecto, una impresión de sucesos que quedarán plasmados como vibraciones etéreas con las que una persona clarividente podría sintonizarse y leer si desea escudriñar la verdadera historia. Así, alrededor de nosotros, hay un cinturón magnético (cinturón de Van Hallen) que funciona como una cinta de video y audio, donde queda grabado todo lo realizado, dicho y hasta pensado. Es, pues, la fuente inagotable de la memoria cósmica. Hallamos en esos anales toda la experiencia humana con sus diversas etapas y civilizaciones, pero no solo se encuentra en estos lo pasado y presente, sino que va más allá, registrando algunos momentos muy intensos del futuro, programados por nuestras actitudes y decisiones pasadas y presentes. Un ejemplo de esto lo tenemos en nuestra vida cuando soñamos cosas que después de un tiempo se cumplen al detalle, verdaderas revelaciones del futuro, y que sospechosamente se presentan como queriendo familiarizarnos con nuestras potencialidades dormidas o a manera de precaución y aviso. Podría también llegar a pensarse que los sueños proféticos o premonitorios, al ser recordados, traen consigo la intención de parte de las jerarquías espirituales de estimular a la persona para que encuentre el cauce correcto que lo lleve a realizar el plan que pesa sobre cada ser, cumpliendo las expectativas de su misión personal. El interior de la cueva era tan brillante que podía enceguecer a cualquiera. El ambiente estaba saturado de un olor a violetas, y se escuchaba en el fondo un

zumbido parecido al de maquinaria. Se veían allí objetos muy variados, como de cristal, y otros de un metal muy bruñido, que, según nos refirió el anciano, pertenecieron a humanidades anteriores hoy desaparecidas. Algunas de esas máquinas eran tan peligrosas que solo alguien que fuese muy equilibrado y de pureza de sentimientos podría ponerlas en funcionamiento para el servicio de la humanidad. En aquel depósito, había muchos libros diversos que fueron rescatados de las lamaserías del Tíbet durante la invasión comunista, de los templos de la India y de los monasterios medievales; también se hallaban cortezas grabadas del tiempo de los mayas y de los incas, así como pergaminos y papiros de la desaparecida biblioteca de Alejandría. Todo este conjunto de información, además de las planchas, sería devuelto al hombre una vez que este estuviese preparado para asimilar sus propios errores y superarlos definitivamente en forma personal y colectiva. La entrega de la información del Libro de los de las Vestiduras Blancas asegurará el tránsito de la humanidad hacia la cuarta dimensión, porque este conocimiento liberará a quienes lo reciban y lo sepan istrar del estado actual de ignorancia y dependencia del error. Los grupos de o servirán de puente para recibir parte de aquel libro o registro, en el tiempo que determine la Gran Hermandad Blanca. Y aquel que ha sido llamado a esta misión, por más que se pierda, una y otra vez volverá y llegará al final a cumplir su compromiso que libremente asumió en vidas anteriores, porque la elección fue la correcta con respecto a sus integrantes, pero no todos los que están “son” ni todos los que son “están” todavía. El anciano nos pidió que lo siguiéramos, y lo hizo hablándonos normalmente. Bajamos entonces unas escaleras hacia una mesa al parecer de mármol, donde nos mostró en una lámina, presumiblemente de plata, los símbolos que identificarían nuestro trabajo y sus etapas. Nos comentó muchísimas cosas con relación a la planificación de la misión de o, de los seres que estarían a cargo, de los que serían llamados a realizarla y acerca de cómo funcionaría todo a un nivel vibratorio activando y despertando a muchos. Después de eso, el anciano nos estrechó las manos, se despidió de nosotros y se

introdujo aún más adentro de la caverna, mientras que la luz en todo el lugar variaba de intensidad. Comprendimos entonces que la experiencia había llegado a su fin. Ni bien habíamos pensado en ello, nos cogió un fuerte remolino, como un torbellino que nos mareó, y casi inmediatamente abrimos los ojos. Nos encontrábamos ya en la meseta desde donde habíamos iniciado la experiencia. La noche estaba muy fría. Para atemperarnos, preparamos un poco de té con la ayuda del poco combustible que aún nos quedaba para la pequeña hornilla del primus. El cielo estaba especialmente claro, por lo que, luego de reconfortarnos con un breve refrigerio, nos aventuramos a dar la última caminata por la meseta, ya que al día siguiente, jueves 22 de agosto, emprenderíamos el regreso a Lima. Una hora más tarde nos acostamos. Era relativamente temprano, sobre todo si consideramos la hora para gente de ciudad como nosotros. Felizmente, todos pudimos dormir muy bien, a pesar de las incomodidades del terreno, el frío y la altura. En la mañana, después del desayuno, preparados con los últimos víveres que nos quedaban, y que no eran muchos, levantamos el campamento y dimos un último vistazo a las fi-guras pétreas que se agrupaban a nuestro alrededor. Pensábamos cuánto tiempo tardaríamos en regresar a aquel lugar y, sobre todo, cuántas cosas tendrían que ocurrir para que volviese por lo menos uno de nosotros preparado para cumplir lo dispuesto. Al cabo de varias horas, llegamos a Lima. Ya en casa, nos dimos con una agradable sorpresa, que confirmaba el apoyo que nos dispensaban los guías, y era que nuestro padre, el mismo día que iniciamos nuestra aventura a Marcahuasi, se había encontrado en la calle con el representante de la agencia de noticias EFE en Lima, Enrique Valls, un periodista catalán, quien le preguntó si tenía alguna noticia fresca sobre el tema ovni que quisiera compartir con la agencia. Mi padre aprovechó para confiarle los pormenores de lo que él sabía sobre nuestro o y el viaje a Marcahuasi, despertando esto tanto interés en el periodista que lo llegaría a colocar todo por escrito en una nota de prensa, que fue retransmitida a España. La noticia impactó de tal forma en España, que EFE llamó a Lima y habló con su corresponsal para preguntarle sobre su seriedad. Don Enrique dio fe de la persona de mi padre y, al confirmar los pormenores, se encargaron de difundirla a nivel mundial. El cable decía lo siguiente:

Cinco jóvenes peruanos mantienen o con seres extraterrestres en la meseta de Marcahuasi Como culminación de un proceso de o, cinco jóvenes peruanos partieron hacia Marcahuasi, altiplanicie situada a 70 kilómetros de la ciudad de Lima, capital del Perú. Esta meseta está a una altura de 4000 msnm, donde los jóvenes permanecieron por varios días para establecer comunicación con los tripulantes de un ovni procedente de Ganímedes, el mayor de los satélites de Júpiter, reveló ayer a EFE el presidente del Instituto Peruano de Relaciones Interplanetarias, señor Carlos Paz García.

La agencia EFE encomendó la tarea de la respectiva verificación a Juan José Benítez, experimentado periodista de reconocida objetividad de La Gaceta del Norte, de Bilbao, España. A su llegada a Lima, ni bien dejó las maletas en el hotel, se dirigió inmediatamente a la casa de mi padre, en el distrito limeño de Barranco. Estaba Benítez con mi padre en la sala de casa entrevistándolo cuando llegamos nosotros con nuestros equipos, polvorientos y cansados. Ni bien ingresamos por la puerta, mi padre salió acompañado de Benítez para darnos la bienvenida y presentarnos al hombre de prensa. Tanto mi hermano como yo nos entusiasmamos tanto que sacamos de inmediato la carpeta con los mensajes, pero Benítez no entendió lo que le queríamos decir cuando le confiamos que su presencia cumplía con las indicaciones y previsiones de los extraterrestres, demostrando que todo ello había sido preparado para que obedeciera al plan de desarrollo de la misión del o, y que él venía enviado a realizar parte de ese trabajo asignado. Después de recalcarnos que no negaba la posible existencia de seres de otros mundos y la posible vinculación con algunos seres humanos, rechazó enfáticamente que él hubiera venido desde España por otra razón que no fuera el interés de la agencia de noticias por lo que supuestamente allí estaba ocurriendo con nosotros. Como le insistimos y le tratamos de explicar a través de toda nuestra historia la evolución del o hasta ese momento, él nos dijo:

—Si es cierto que estos seres quieren dar a conocer su experiencia de o, y que esta es verdadera, ¿por qué no les piden que den la única prueba que hasta ahora nadie ha dado? Fotografías son fácilmente trucables, testimonios hay muchos, pero nunca de testigos imparciales, objetivos y considerados serios. Por ello, la presencia de periodistas, en un encuentro programado previa cita, sería realmente contundente. Como nos había pedido que consultáramos la posibilidad de un avistamiento concertado, se hizo la pregunta en una psicografía, y el guía Kulba, del sistema de la estrella Alfa de Centauro, contestó y citó al grupo el día 7 de septiembre a las 7:30 p. m. a un o que se concretaría a las 9:00 p. m. con las siguientes personas: Eduardo, Mito, Sixto, Charlie, Juan José Benítez, Berta, Lilian, Ana María, Paco y aquellos que considerábamos aptos (pero no más de tres personas). La comunicación la recibió mi hermano Charlie; un mensaje trascendental y gravitante en el futuro de la misión de o, que, en caso de confirmarse, nos abriría las puertas de la difusión a nivel mundial, como lo habían dicho los guías, o, en caso contrario, terminaría por cerrarlas para siempre. El periodista se asombró de la facilidad con la que nos comunicábamos, aunque no se impresionó en lo más mínimo por su contenido, porque como él lo confesaría después, era completamente escéptico. Sus dudas eran comprensibles debido a que nuestras comunicaciones eran a simple vista algo demasiado sencillo y simple, lo cual le hacía pensar en lo absurdo e irreal de una posible experiencia física. Le dijimos entonces que lo entendíamos y que no los culpábamos por pensar así, pero que sus dudas quedarían despejadas como lo fueron las nuestras en el terreno mismo, durante la salida. Desde que se inició la experiencia del o, los guías extraterrestres o hermanos mayores nos hicieron saber que esta era una experiencia compartida y repartida; que como grupo se procuraría que fueran muchos las antenas receptoras, porque así cada uno recibiría una parte de todo sin crear dependencias, y la suma de las partes, esto es el compartir, nos permitiría alcanzar la totalidad. Durante las entrevistas que Benítez nos hizo, él tomó la siguiente información: Benítez: ¿Por qué nos visitan los extraterrestres y qué pruebas hay de su presencia?

Charlie: Por los innumerables casos que se han registrado en todo el mundo, vividos por las más diversas personas, podemos argumentar que somos visitados por muchas civilizaciones diferentes y con las más variadas intenciones. Prueba de ello son las evidencias que a través de la arqueología y las religiones comparadas se pueden reunir con un análisis desapasionado, objetivo y con amplitud de criterio, que nos hablan de su presencia a lo largo de las edades. Igualmente, en una visión retrospectiva de la historia de los orígenes de los diversos pueblos y en sus leyendas, encontramos aquella actuación sospechosa e intervención influyente de los comúnmente llamados dioses, ángeles o mensajeros celestes, cuyas descripciones actualizadas encajan y se relacionan fácilmente con las de los viajeros espaciales. No todos los planetas están habitados y no todos ofrecen condiciones de vida, pero, de entre los que sí lo están, no todos necesariamente están habitados por seres superiores al hombre. No hay, pues, razas superiores, sino procesos diferentes y civilizaciones distintas atravesando cada una su propio episodio evolutivo. Nos encontramos en un espacio vastísimo de millones de galaxias, que ni es silencio, oscuridad o soledad, sino, todo lo contrario, un tráfico fantástico de ondas de diversas frecuencias, de naves de las más diversas formas y procedencias (tripuladas y no tripuladas), también de aerolitos, meteoritos, cometas, etc. Las civilizaciones que llegan a alcanzar la Tierra o que se detienen en ella —porque debe haber muchas que seguirán de largo, esquivándonos, quizás por razones de seguridad y precaución— lo hacen algunas con fines de investigación científica, para lo cual hacen experimentos, llevándose toda clase de especímenes. Otras llegan buscando lugares de asentamiento de futuras colonias. Algunos, en una situación más desesperada, se las ingenian para mezclarse con el género humano, asumiendo semejanzas físicas que les permitan pasar desapercibidos para sobrevivir. Hay civilizaciones que utilizan nuestro planeta como una gran cantera o como depósito, llevándose posteriormente grandes masas de minerales qua extraen del interior de la Tierra, socavando las montañas a través de inmensos túneles, de donde extraen aquello a lo que no tendríamos en muchos siglos. No es extraño que estos túneles existan cerca de lagos, donde se aprecia a los ovnis sumergirse continuamente, o también en el mar. A través de los os se nos informó que muchas de estas civilizaciones instauran un trueque, mediante el cual pagan los materiales extraídos con el establecimiento de grandes extensiones de cultivos en el fondo marino, asegurando con ello la supervivencia de la fauna submarina, a la cual el hombre está condenando a la extinción, porque está convirtiendo los mares en grandes basurales de desechos atómicos y en gigantescas

letrinas. Además, limpian gran parte de la atmósfera de la excesiva contaminación y radioactividad, así como de chatarra espacial, e interceptan algunos grandes meteoros con riesgo de colisión. Los visitantes, guías, hermanos mayores o como los queramos llamar, representan una parte de aquellos planetas que nos visitan, pero con intenciones que van más allá de la mera observación, ya que lo hacen por razones de parentesco y de solidaridad con el momento que está atravesando el ser humano. Se interesan por el curso de los acontecimientos aquí en la Tierra y con el conocimiento de causa que les otorga el haber pasado por experiencias similares y haber sobrevivido a sus errores. Ellos extienden su mano con clara actitud de ayuda desinteresada. Yo añadí lo siguiente a lo que había dicho mi hermano: Sixto: Sí, vienen desde siempre, aunque seguro usted pensará entonces por qué no han cambiado las cosas aquí para bien, ¿o es que han fracasado en su labor de orientación? Le diré que respetan nuestro libre albedrío, y de allí sus intenciones pacíficas. Porque si hubiesen querido hacernos daño, no hubieran esperado a que desarrollásemos el armamento atómico que hoy día tenemos, con el cual los podríamos enfrentar. Habrían aprovechado el siglo pasado, cuando aún peleábamos con espadas y mosquetes. Los ejércitos de las grandes potencias temen a los ovnis, y se sienten humillados por el derroche de tecnología que estos ostentan, porque a su lado no son nada. Si nosotros tuviésemos la capacidad que ellos lucen, hace mucho que nos habríamos lanzado en el plan de conquista cósmico, muy lejos de la actitud que los extraterrestres muestran. También a esto podría surgir la pregunta acerca de que, si nos desean ayudar, ¿por qué no lo hacen más abiertamente y con alguna ayuda tangible, entregada a los gobiernos de las grandes potencias? La respuesta es muy simple. Primero, porque los gobernantes son los que han puesto al mundo en la situación en que se encuentra, satisfaciendo los interesas creados que apoyaron su llegada al poder, así que no les interesa realmente que el mundo mejore, porque ello iría contra sus propios planes. Asimismo, un gran porcentaje de los científicos del mundo están dedicados a la fabricación de armamentos cada vez más sofisticados; igualmente, una buena parte de los presupuestos de los países están concentrados en ello. Con todos esos recursos materiales y humanos, no solo se podría erradicar el hambre en el mundo, sino que también podría llegar a avanzar la ciencia, pero en función del hombre, creando las

condiciones para una vida más digna, equitativa, humana, sana y larga. Vemos, pues, que el hombre tiene los medios para salir de donde se encuentra, construyendo él mismo su futuro, pero no reacciona, y entonces los extraterrestres no deben hacer por nosotros lo que es nuestra responsabilidad. Pero hay plazos que se cumplen inexorablemente. Tenemos que entender que la crisis del hombre no es una crisis económica, ni social, menos aún científica, sino que es una crisis ética, de valores. Hemos llegado a una ausencia total de humanismo y amor al prójimo que hace que todo lo que se ha logrado no solo no ayude, sino que además lo estorbe y perjudique. Benítez: ¿Por qué el o se da con gente sencilla y común? Sixto: Como decíamos, porque la gente común es la gran masa humana que no tiene por qué pagar por el egoísmo de unos pocos. Por ello, el mensaje de los os es a toda la humanidad, liberándola del estado actual de opresión en el que los ha sumido la ignorancia, preparándonos para que superemos concientemente la prueba a la que nos acercamos a pasos agigantados, y que será absolutamente definitiva y definitoria. La presencia extraterrestre puede llegar a producir experiencias o encuentros casuales, pero no sería más que un o fortuito, que difícilmente se repetiría. Pero lo que nosotros procuramos es un o inducido y programado, para el que uno se debe preparar, y que no solo nos permitirá conseguirlo, sino que nos enseñará a mantenerlo, porque de él podemos aprender y compartir mucho. Benítez: ¿Y de dónde proceden los visitantes espaciales, si las sondas niegan toda posibilidad de vida en el universo circundante a la Tierra? Sixto: Vienen de Venus, Marte y de las lunas de Júpiter y Saturno entre los más cercanos vecinos, y de estrellas como Alfa de Centauro, Can Mayor, Pléyades, Orión, etc. Aunque en muchos de sus planetas se sabe que no existen condiciones similares a las de la Tierra, es más, hasta se consideran adversas, de aquellos lugares recibimos continuas visitas, ya que su avanzada tecnología les ha permitido instalarse en colonias de vida artificial. Hagamos una comparación para que sea más esclarecedor todo esto: pensemos en la Tierra. Aquí en nuestro planeta hay países y lugares donde la civilización se encuentra al borde del siglo XXI, y hay otros, por contraste, como en África, Australia y la Amazonía, donde hay cientos de miles de seres humanos en plena Edad de Piedra.

Encontramos en este universo interior que es nuestro planeta a seres humanos que viven todo el tiempo a decenas de grados bajo cero en el Polo Norte, en medio de una fauna compuesta por osos, pingüinos, focas, ballenas, etc. También tenemos el caso de los beduinos del desierto que viven a altas temperaturas, acondicionados y acostumbrados en medio del Sahara, donde en condiciones normales no cualquier persona podría sobrevivir. Si en estos lugares que he citado bajase una sonda espacial como aquellas que Estados Unidos o la Unión Soviética envían a otros planetas, arrojaría una imposibilidad total de existencia humana. Por eso, si en nuestro planeta hay tal variedad de razas, tamaños, progresos y demás diferencias, ¿cómo será en el espacio infinito, donde se considera que deben existir unas cien mil millones de galaxias, cada una de las cuales con cientos de miles de millones de estrellas y planetas? Los extraterrestres que se han comunicado con nosotros vienen especialmente de Ganímedes, Venus y Alfa de Centauro; enviados aquí por el Gobierno de la Galaxia que conocemos como Vía Láctea. Este Consejo se conoce como el de la Confederación de Mundos de la Galaxia o de los Veinticuatro Ancianos. Benítez: ¿Qué dicen los extraterrestres con respecto al fin del mundo? ¿Habrá una Tercera Guerra Mundial? ¿Cuándo ocurrirá todo ello? Sixto: El mundo no se va a acabar, sino a transformar, llegando a una metamorfosis que llevará al hombre a un estado de tránsito hacia la cuarta dimensión. Será esta una etapa de definición, en la que se radicalizarán los extremos, y solo aquellos que se mantengan equilibrados, anteponiendo el sentido común y el humanismo, llegarán a superarla. Todas las religiones nos hablan de un juicio, de una autoselección, precipitándose el tiempo en que la humanidad deberá rendir un examen colectivo de grado. Sabemos que parte de ella aprobará la prueba, pero el resto seguirá atado por un ciclo imprecisable de encarnaciones a otros planos como la Tierra antes de su cambio. Estas personas deberán aguardar a que se vuelvan a dar las condiciones y la oportunidad de trascender. Según lo previsto por los extraterrestres, no habrá una Tercera Guerra Mundial, ya que aún no salimos de la segunda, ni de todas las que venimos arrastrando desde hace más de cinco mil años, que han sido indefinidamente azuzadas o provocadas por las grandes potencias en terrenos neutrales. Pero lo que sí puede ocurrir es que, por la gran cantidad de armas que han sido creadas y por todo el negativismo que se ha despertado, fruto del egoísmo del hombre y de su desmesurada soberbia, se llegue a provocar un accidente nefasto. Es decir, hay cada vez mayor probabilidad hoy de que todo se vuelva en contra del

mismo hombre, determinando la destrucción del sistema actual, que se ha olvidado de los valores, que son pisoteados a cada momento. La llegada de un gran cometa o aerolito podría precipitar las cosas, ya que con solo rozar nuestro planeta o chocar con él, como en la antigüedad ya ocurrió, nos afectaría violentamente. También se esperan cambios generados por la radiación del Sol Central de la Galaxia, que cada cierto tiempo llega con más intensidad y afecta a nuestro Sol y al planeta, acelerando convulsiones. Y con el cambio brusco en el eje y en los polos, las armas que se encuentran activadas en sus arsenales atómicos podrían terminar por detonarse solas allí donde se hallan. Esto significaría que les saldría el tiro por la culata a las grandes potencias. Benítez: ¿Entonces no hay esperanza? Charlie: Sí que la hay, pero costará cambiar la mentalidad de tanta gente. En eso consiste nuestra misión, en concienciar a la humanidad para un cambio, despertando sus potenciales dormidos para variar los acontecimientos, e informar sobre el futuro que nos aguarda y el apoyo que nos brindarán los guías suministrando no solo grandes naves que prevengan la destrucción total, sino en caso remoto de necesitarse, aseguren un rescate. Porque si se tratara solo de preservar a parte de los hombres con los mismos defectos que hoy adolecemos, volverían en poco tiempo a cometerse los mismos errores; por ello, deben ser hombres nuevos que aprendieron a serlo hoy en medio de la adversidad y el negativismo, para que cuando se den las mejores condiciones para empezar de nuevo no se espere hasta ese momento, sino que ya antes hallamos intentado hacerlo. Por fin llegó el día de la salida para el o programado. Mi hermano dirigió muy bien la experiencia hasta que, como dijeron los guías, aparecieron dos naves haciendo una serie de piruetas, que asombraron especialmente al racionalista y objetivo periodista que se hallaba en representación del mundo, sediento de pruebas. Para Benítez, eran dos ovnis haciendo evoluciones uno en torno del otro, mientras que, para nosotros, eran “veds” (vehículos extraterrestres dirigidos), acompañando la noche con sus movimientos y contundente presencia. La descripción fidedigna y el testimonio que confirma la autenticidad del o aparecen descritos en el libro que a su regreso publicara Juan José

Benítez en España, y que se llamó: Ovnis, S. O. S. a la humanidad, de editorial Plaza y Janés, de Barcelona. Con aquella salida, nuestro grupo pasó a ser el primer o demostrado y el único hasta ese momento que permitió la participación de de la prensa. Los guías siempre cumplen con hacer su parte, y lo hacen bien; por ello, siempre nos advirtieron que jamás prometiéramos nada ni dejásemos que se forjasen expectativas, ya que las experiencias y momentos del o no están sujetos a nuestra voluntad, sino a la de aquellos que lo planificaron desde mucho tiempo antes, sabiendo mejor que nosotros cuándo, cómo, dónde y qué es lo que necesitamos para mantenernos avanzando firmes en convicción. La responsabilidad había sido abrumadora, pero los muchachos respondieron a la altura de las circunstancias con al apoyo de los guías. Era evidente que hasta el periodista había sido escogido como portador autorizado y honesto de aquella vivencia, por su calidad humana. Durante estos años, Juan José Benítez ha sabido mantener con valor esa sinceridad, honradez e integridad que lo caracterizó, convirtiéndose en uno de los principales investigadores y difusores del fenómeno ovni en España y el mundo entero. El relato de lo vivido en aquella noche del 7 de septiembre de 1974 dio una gran popularidad al grupo, ya que la prensa había sido testigo de un hecho insólito y único, programado con anticipación por seres extraterrestres que habían dispuesto ello como parte de una misión para despertar la conciencia adormecida de la humanidad. Los artículos que aparecieron en ese entonces en los diarios de España provocarían posteriormente que se acercaran a nosotros delegaciones de la televisión de Japón, Argentina, España, etc., para filmar una serie de programas. La difusión mundial crecería a un ritmo tan acelerado e incontrolable, que todo intento por organizar nuestro trabajo para orientar a la gente que nos escribía o visitaba era infructuoso, a pesar de probar muchos sistemas de organización que no llegaron a durar mucho tiempo. En países como España, se llegaron a formar más de seiscientos grupos de o, dispersos por todo el territorio, pero manteniendo una unidad de propósito, que superó desde el primer momento los regionalismos típicos.

Al año siguiente (1975), Benítez regresó al Perú en compañía de otro periodista de la agencia EFE, Manuel Mujica, y ambos asistieron con el grupo a un nuevo encuentro programado, pero esta vez en una playa al norte de Lima, donde se dio un nuevo avistamiento anunciado para la prensa, experiencia de la cual surgió otro libro de Benítez, Cien mil kilómetros tras los ovnis.

CAPÍTULO 6 DENTRO DE LA NAVE

“El eslabón perdido procede de las estrellas. Los seres de otros mundos son nuestro pasado, y nosotros, en cierta medida, somos su futuro”.

Tuvieron que pasar doce años antes de que pudiera subir físicamente al interior de una nave, lo cual ocurrió el 18 de abril de 1986. Días antes, el 9 de abril, mientras mi esposa Marina se encontraba en casa haciendo unas anotaciones en un cuaderno del colegio de Yearim, la mayor de mis hijas, sintió el impulso tan intenso de escribir un mensaje que lo canalizó sobre el propio cuaderno. Ella misma se sorprendió al leer el contenido de la psicografía, que se había dado en un momento en que su mente se encontraba completamente ajena a la idea. El mensaje decía:

Dile a Tell-Elam [Sixto] que lo esperamos el viernes 18 de abril a las 8:30 p. m. en Santo Domingo de los Olleros (el desierto al sur de Lima) para un encuentro con nosotros. Podrán acompañarlo los esposos Santos, pero solo si él lo desea. Con amor, Oxalc.

De inmediato mi esposa cogió el teléfono y me llamó al trabajo. Cuando la escuché, me quedé anonadado, pues hacía unos meses se venía repitiendo en mi interior una invitación a un encuentro que por diversas razones nunca quise traducir en un mensaje escrito, ni había comentado con nadie. Aquello era una confirmación de que lo que sentía era real, pero no podía precipitarme. A pesar de que internamente reconocía la veracidad del contenido de la recepción, preferí esperar y tomar las cosas con cautela.

—¡Marina, me alegro por ti, pues desde 1977 no recibías mensajes! —le dije mostrándole mi apoyo. —¡Gracias! —contestó—, pero bien sabes que dejé de recibir comunicaciones desde hace tiempo por temor a los mentalismos. Considero que es algo muy serio la canalización, y no se puede jugar con estas cosas. —Eso está muy bien, Marinita. Ahora tenemos que aguardar la confirmación. Esta podría darse quizás en la reunión de antenas que se realiza todas las semanas. Allí podría consultar, esperando que, sin advertirles a todos de qué se trata, reciban algo similar. Días después, reunidos en el local de la avenida Brasil, en el distrito de Magdalena, en Lima, mientras meditábamos el medio centenar de personas reunidas, seis de ellas, preparadas previamente, canalizaron las respuestas a las preguntas que se formularon al inicio, mediante la psicografía. Entre las preguntas, se había incluido una alusión al contenido del mensaje de Marina, sin precisar mayores detalles. Así, de la manera más velada posible, no habría posibilidad de respuestas prefabricadas. Y la contestación llegó, repitiéndose en la mayoría de los comunicados que la invitación era real y que estaba vigente. Ahora solo faltaba yo. Los esposos Santos, amigos y hermanos en misión que tan gentilmente se habían prestado para trasladarme hasta Chilca, me habían ido a buscar en su automóvil a mi casa a las 7:00 p. m. del día viernes 18 de abril, a fin de estar llegando a más tardar a las 8:30 p. m. al lugar definitivo. Habíamos coincidido en la puerta del departamento cuando regresaba de mi trabajo. Pude observar entonces en el pocas veces despejado cielo de Lima un gran lucero que se desplazaba lentamente por encima de los árboles del parque que estaba al frente. Pensé de inmediato en un avión, pero algo internamente me decía que allí había algo más. Verifi-cando mi sentir, el objeto se detuvo en el aire en el instante mismo que mencioné el hecho a la pareja allí presente. Interpreté entonces que los guías me estaban haciendo recordar la importancia de aquella ocasión, y el interés tan especial que tenían ellos de que se realizara el encuentro para beneficio y evolución del o. Un beso y unas caricias fueron el más grande apoyo que me prodigó Marinita y las niñas. Quedé impresionado por sus miradas, que parecían decirme en voz

alta: ¡Estamos contigo! La intranquilidad y el temor de meses anteriores inexplicablemente habían desaparecido, y habían cedido el paso a un estado de paz interior, con la convicción creciente de que todo se daría tal como habría sido dispuesto, y sería bien aprovechado. En los años transcurridos, había tenido junto con otras personas la oportunidad de varios os físicos, pero en ninguno de ellos me habían invitado a ingresar al interior de una nave. Me parecía increíble ahora estar tan cerca de subir por primera vez dentro de una nave, y aún no creía encontrarme totalmente listo. Una experiencia de o físico es, como lo definen los propios guías extraterrestres, “el encuentro de viejos amigos que coinciden en un mismo camino, caminando”. Es una invitación para mayores compromisos, pero, en mi caso y en aquella situación, me preguntaba a mí mismo qué más podría ofrecer y arriesgar por el mensaje si ya todo lo había expuesto una y otra vez. Cerca de nuestro destino final, después de haber pasado por los balnearios costeños de Punta Negra y Punta Hermosa, una extraña sensación nos embargó a todos esa noche, un silencio y una luminosidad que solo fue interrumpida por el ruido del motor en marcha, que en algún momento también habíamos dejado de escuchar. Me hallaba abstraído mirando por las ventanillas del auto las sombras de la noche que cubrían las colinas desérticas, cuando de repente me vi proyectado mentalmente al lugar definitivo. En la visión, me encontraba parado al lado de unas rocas, en medio de las quebradas de Chilca, cuando una luz dorada cayó sobre mí y una voz me repetía insistentemente que no tuviera temor. Me sentí elevado hasta que la luz varió, ubicándome delante de un ser cuya mirada me sobrecogió; entonces reaccioné una vez más, volviendo mi conciencia a la carretera y al auto. No me parecía haberme imaginado aquella experiencia. Por el contrario, hubiera jurado que aquello lo había vivido intensamente como si se tratara del fenómeno de bilocación, esto es, estar en dos o más sitios a la vez. A quién no le ha ocurrido directa o indirectamente la experiencia de haber sido visto o sentido en otro lugar, o haber visto nosotros a alguien que no debía estar allí.

Pasando el pueblo Papa León XIII, llegamos a las afueras de Chilca, donde se encuentra el desvío hacia el este montañoso, que conduce hacia la quebrada de Santo Domingo de los Olleros. Seguimos entonces por el polvoriento camino afirmado, que en algunos tramos no pasa de ser una simple huella que se confunde en la inmensidad del accidentado terreno. Al lado corre paralelo el cauce seco del río Chilca, cuyas aguas hoy desaparecidas pasan a decenas de metros de profundidad, en forma subterránea. Habíamos alcanzado a avanzar una regular distancia, cuando tuve la clara sensación de que una gran cantidad de energía bajaba por mis hombros hacia mis manos, a manera de chorros. Mientras esto ocurría, se podía apreciar por encima de los cerros resplandores y fogonazos, concentrados especialmente en el lugar que sabía que era el elegido para el o. Había aquella noche una hermosa Luna, que permitía observar todo el panorama con suma claridad. El cielo despejado de nubes lucía el decorado de brillantes estrellas salpicadas, confabulándose todo el ambiente para crear el marco propicio para una gran experiencia. Ya introducidos en el valle, y dejando atrás las granjas y la civilización, pedí a los esposos Santos que detuvieran el vehículo al lado del camino. Pedro estacionó el auto sobre una colina cerca del lecho del río. Estábamos exactamente frente al lugar escogido y señalado en una anterior salida por algunos avistamientos; además, coincidía ese sitio en todos sus detalles con anteriores visualizaciones. Bajé del automóvil. La temperatura era agradable. Se podía ver a simple vista sin recurrir a una linterna. Juanita y Pedro se quedaron realizando trabajos de concentración como apoyo a lo que estuviese dispuesto que habría de ser vivenciado. Para subir a las faldas de los cerros que estaban frente a mí y luego seguir por la quebrada que se abre entre ellos, tenía que atravesar el ancho cauce, que en aquel lugar era hondo y sembrado de hoyos por los agricultores, que buscan la humedad de las capas de arcilla. Se podían apreciar por doquier las huellas de los aluviones que habían bajado por dicho torrente en otras épocas, dejando

diferencias de nivel en el terreno a manera de desordenadas terrazas. El barro seco que cubría las piedras y grandes extensiones de arbustos resecos, con el juego de las sombras a la luz de la Luna, ofrecía un escenario nocturno alucinante. Me despedí de mis acompañantes, y comencé a avanzar. Cuando bajé por la colina, me hundí hasta la cintura en el polvo y la tierra excavada para eventuales sembrados, y de inmediato consideré más prudente regresar y recoger una linterna. Comprendía que no podía perder tiempo ni arriesgarme a tropezar en la engañosa penumbra. Inicié mi recorrido casi exactamente a la hora señalada para el o. Después de vadear por largo rato los desniveles del suelo, pude llegar al otro lado y ascender entre las rocas. Me sorprendí bastante cuando, alcanzando la primera colina, me hallé frente a un vehículo muy iluminado en movimiento. Se encontraba sobre el suelo, a unos quinientos metros de donde me yo me hallaba. Estaba frente a mí, y se oía que de él provenía el ruido de un motor. Pasada la sorpresa inicial, reconocí en él a un camión que echaba desmonte de las granjas vecinas que han sobrepoblado la zona. Esperé a que se marchara y, luego, tras unos interminables minutos, pude seguir avanzando, subiendo cuesta arriba. A las 9:00 p. m., llegué hasta un descampado, en lo alto de la quebrada, al pie de uno de los cerros. Allí había un círculo de piedras de unos veinte metros de diámetro. Algunas de aquellas rocas eran de gran tamaño, y parecían ser restos de habitaciones y corrales para ganadería de tiempos prehispánicos. Los grandes bloques de piedras aparecían hincados a propósito sobre la tierra, con un ingreso al círculo o puerta adicionado a uno de los lados. Entré en el recinto pétreo y me puse a meditar de inmediato. Al cabo de un rato, sentí que nuevamente recibía energía, lo que me predispuso a recibir un mensaje. Me relajé y la comunicación decía: «Sí, Oxalc, desde la nave que está ya muy cerca de ti. Confía, en breves instantes llegaremos a ti. Relájate, pues estás muy tenso. Deja todas tus preocupaciones. No te intranquilices, la vibración que sientes y escuchas es nuestra nave que se acerca. Ten confianza, pues estás preparado, aunque siempre tendrás que mejorar tus logros internos. Ahora

levántate, porque subirás”. Eran las 9:25 p. m. cuando se interrumpió la comunicación, repitiéndose en mi mente la insistencia de ir más arriba. Me puse inquieto por la cercanía de aquella vibración que había llamado mi atención hacía un rato, pues ahora se hacía más fuerte. Sudaba y sentía un calor muy intenso en mi pecho. Me sobrevino un ligero mareo que me obligó a recostarme sobre el muro rocoso del cerro. Fue entonces cuando en el firmamento, hasta hacía unos instantes limpio y claro, aparecieron unas extrañas nubes de un ligero color amarillo, en forma de grumos, reuniéndose en torno a un centro que las cohesionaba. Esa masa amarillenta se concentró, colocándose exactamente por encima de donde me encontraba, sin que yo despegara mi vista de ella. Observé nuevos resplandores y fogonazos que salían de dentro del cúmulo. En aquel momento, observé un objeto luminoso que hizo su aparición desplazándose de este a oeste, ingresando a las nubes. Entonces todo el cúmulo se movió, y quedé en diagonal a este. Fue quizás la primera vez que la ansiedad no iba acompañada de temor, es más, no sentí miedo alguno hasta ese instante. Trataba de mantener mi mente muy lúcida y atentos mis sentidos para no dejarme embargar por lo traumático de la experiencia. De pronto, un haz de luz, a manera de tubo de energía, cayó sobre mí, y fui alcanzado por una extraña fuerza que procedía, al parecer, de la parte inferior del objeto que había empezado a asomar de entre las pequeñas nubes, como un anillo de pequeñas luces intermitentes. La luz que me envolvía alumbraba metro y medio en torno a mí, con una coloración blanco azulada brillante. No sentía en ese momento ni frío, ni viento, ni nada a mi alrededor. La atmósfera dentro de la luz era diferente a la del ambiente exterior; era como si allí se estuviese creando un vacío y anulando la gravedad. Esto estaba ocurriendo en menos de un minuto. De repente fui elevado de mi ubicación, perdiendo todo o con el suelo. Suspendido en el aire, podía percibir una fuerza que me arrastraba hacia adelante, acompañada de una brisa caliente que me desplazaba a través de la luz. Ante la proximidad del aparato, quedé deslumbrado por la potencia de la luz, que llegó a cegarme un poco antes de alcanzar a divisar su estructura entre

plomiza y plateada, con muchísimas luces pequeñas y redondas ubicadas en pares, que daban la impresión de pertenecer al borde circular de un gran objeto. De pronto, la luz se tornó más clara, pero menos brillante, y escuché un sonido metálico bajo mis pies después de ingresar. Era una escotilla o losa circular de unos tres metros de diámetro, sobre la que se contemplaban tres círculos concéntricos con unos rayos que se repartían del centro hacia el borde. La sensación de ingravidez había sido hasta ese momento en extremo desagradable a tal punto que casi me mareo. Allí comprendí el valor de haber mantenido los tres días previos, por indicación de los mensajes, una dieta de frutas y un día de ayuno. Con la disminución de la intensidad de la luz, fui descendiendo sobre la tapa que había aparecido debajo de mí. Suavemente pisé primero con el pie derecho y caí de inmediato con el izquierdo. Fue entonces cuando pude observar la luz que procedía de un gran cristal en forma romboidal, suspendido en lo alto de un techo above-dado. Sentía ya la gravedad normal, y me encontré de pronto en penumbras al apagarse la luz. Estaba en una sala circular, cuyo piso, brillantes como un espejo, reflejaba unas luces rectangulares rojas de un metro de largo, espaciadas entre sí y adosadas a la pared. A la distancia escuchaba un zumbido como el del motor de una congeladora. Hasta ese instante me encontraba solo, y me percaté entonces de la existencia de una puerta ovalada que estaba abierta a mi izquierda, en un nivel más alto que el suelo, al que se llegaba por una pequeña rampa lateral. Avancé hacia allí, caminando despacio, pues aún me quedaba la sensación de flotar, y estaba entumecido. Seguía sin ver a nadie, por lo que, después de pensarlo bien, tomé valor para asomar tímidamente y con precaución la cabeza por la puerta, tras la que llamó mi atención un amplio e iluminado salón hexagonal. Traspuse la puerta, y, a pesar de que no divisaba a ninguna persona, sentía que me estaban observando. La sala despedía luz de sus paredes, pero sin que fuese evidente su fuente. Arriba se observaba un falso techo transparente, con pirámides invertidas de ancha base cuadrangular de un color naranja; el piso era acolchado, de color mostaza. El lugar de por sí parecía ser la sala de mandos, en el corazón mismo de la nave. A ambos lados de la habitación, salían de las

paredes una suerte de escritorios blancos, que dejaban ver sobre ellos cientos de círculos brillantes como pequeños discos, pero no se veían asientos. En el centro del salón, se apreciaban dos grandes cilindros, de la mitad hacia abajo oscuros, y transparentes en la parte superior, que remataban en una especie de burbuja, en cuyo interior había una colección de recipientes metálicos tubulares, llenos de fragmentos de minerales. Sobre los escritorios, a derecha e izquierda, había en la pared tres niveles de pantallas, ligeramente cóncavas o curvadas, unas cuatro o cinco por cada nivel, pero sin imagen alguna. Al pie de cada pantalla, había unos caracteres como jeroglíficos. Me acerqué por curiosidad hacia los escritorios del lado izquierdo y, en determinado momento, no sé porqué, coloqué mi dedo índice derecho sobre uno de aquellos discos brillantes o botones, sin que se produjera ninguna alteración en las pantallas. La sensación que tuve al tocar la superficie fue fría y quemante como el hielo seco. Cuando quise retirar el dedo de allí, no lo pude hacer, lo tenía pegado. Empecé a sudar frío, angustiado porque alguien pudiera aparecer y encontrarme en esa situación. Quería retirar el dedo, y no podía; sentía como si al intentarlo se me despellejara la piel, y el brazo comenzó a dormirse, como cuando se interrumpe la circulación sanguínea. En determinado momento, cruzaron mi mente otros pensamientos ajenos al hecho de estar atrapado allí, y pude retirar mi mano. Me encaminé hacia el centro del hexágono llamando en voz alta a aquellos que me habían invitado. De pronto todo el salón empezó a brillar, y se descorrió una puerta, tras la cual salió un potentísimo fulgor que me cegó. En breves segundos, mi vista se acostumbró al resplandor, y pude apreciar cómo a través de la luz aparecían unos seres de los que observé solo sus siluetas. Al cabo de unos segundos pude reconocer que eran cuatro seres de forma humana, uno de ellos más alto que el resto; los otros eran pequeños, con cabezas grandes en relación con sus cuerpos delgados. Se hallaban frente a mí, estáticos, mirándome y aguardando quizás alguna reacción de mi parte. Tomé la iniciativa y rompí el desesperante silencio que reinaba en el ambiente, que se inundó de una intensa fragancia a flores.

Levanté entonces mi mano derecha en señal de saludo, sin que se produjera una respuesta por parte de ellos. Fue una tensa espera, hasta que el ser más alto, como de 1,80 m de estatura, se encaminó lentamente hacia mí. De rasgos bien definidos, sus ojos eran oblicuos, la cara cuadrada, los pómulos pronunciados y la tez clara. Todo él vestía una malla blanca brillante, de apariencia metálica, ceñida al cuerpo, que le cubría en una sola pieza la cabeza y el cuerpo. Solo permanecían descubiertas la cara y las manos. Podía apreciarse por su anatomía antropomorfa que era un varón como de unos cincuenta años de edad aproximadamente. Sus ojos claros, que me resultaban en extremo familiares, expresaban una mirada compasiva y sabia. ¿Cuántas veces había observado aquellos ojos en mis meditaciones? Cada recepción de mensajes, cada comunicación había sido siempre precedida por aquella imagen mental que cual patrón de sintonía o señal previa de salida al aire de un canal televisivo anticipaba un o telepático. Al tenerlo ya delante de mí, sus gestos y actitudes se me revelaron como propios de alguien muy conocido. Era Oxalc. Y, ante mi sorpresa, movió los labios y habló, expresándose perfectamente en castellano: —¡Six... to! Pensé de inmediato que, al no tener la costumbre de manifestarse por medio de una conversación hablada, lo hacía muy lento y pausadamente. Me sorprendió que me llamara por mi nombre terrestre y no por el nombre cósmico, clave vibratoria personal, que ellos conocían. La pronunciación de Oxalc producía una resonancia en el ambiente que hacía agradable y solemne el escucharlo. Gran parte de lo que sentí que quería transmitirme lo iba captando más rápidamente en forma mental. Fue así que me dijo: —Vemos con preocupación el devenir de los acontecimientos, pues aún las causas que conscientemente van generando no son lo suficientemente fuertes como para contrarrestar las aún vigentes. La humanidad, con su ignorancia e indiferencia, es cómplice de su manipulación por parte de quienes integran el gobierno interno negativo de este planeta y sus intermediarios. Hace muy poco del tiempo terrestre que la nave estalló, y ello fue un aviso. En este mes, ocurrirán otros accidentes.

—¿Qué nave? ¿Qué tipo de aviso? ¿Qué accidentes.? —pregunté preocupado. —Las grandes potencias están gobernadas por verdaderos actores, pues los directores y productores se encuentran en la sombra. El sembrar tensión en el planeta contribuye a seguir enfermando y destruyendo la resistencia mental de la humanidad. Enero de este año es la primera señal. Abril y mayo seguirán llamando la atención, hasta que reaccionen. —Pero... ¿qué nave? —Era una misión netamente militar —dijo Oxalc poniéndose serio—. Querían colocar en órbita alrededor de la Tierra una estación espacial permanente, que, además de situar un escudo espacial, incluiría el emplazamiento de cañones láser que pudieran desintegrar los misiles nucleares en el momento mismo en que salieran de sus silos, además de un arma que podía perforar la capa de ozono para que los rayos ultravioleta y gamma desintegrasen la vida sobre extensas zonas del planeta. —¿Te refieres al Challenger? —pregunté sobresaltado al repetirse la escena del estallido de la nave en mi mente—. ¿Ustedes lo destruyeron? ¿Acabaron con el trasbordador espacial? ¡Aquellos tripulantes eran gente inocente! —¡No! No fuimos nosotros los que lo destruimos. Pero si se hubiese llegado a la situación en que no quedase más remedio, hubiésemos actuado fríamente. Se destruyó solo debido a la carga de negativismo que llevaba, y también porque iba contaminado con el estado mental alterado de quienes lo planearon y construyeron. La carga de negatividad acumulada en ese proyecto trajo este natural desenlace. Además, no se podía permitir que se consolidara tal amenaza al futuro.¹ —¿Los tripulantes? ¿Por qué murieron ellos? —¡No murieron! Están con nosotros, en bases submarinas en la Tierra. Fueron rescatados en el preciso instante en que se producía la tragedia. —¡Eso es increíble! La nave no duró un minuto y medio en el aire. ¡Pero qué podía ser más increíble que estar en una nave de otro planeta hablando con un extraterrestre!²

Ciertamente, de cara a la opinión pública, ellos eran héroes en representación de falsos valores. Además, como cubierta romántica, una profesora fue incluida en el viaje para dar clases desde el espacio a todos los niños de los Estados Unidos. —¡Qué paradójico! ¿No es cierto?, cuando de por sí todo el proyecto era una lección del desprecio que tienen las grandes corporaciones, empresas, mandos militares y políticos por la vida —dijo Oxalc. —Pero... ¿aviso de qué era todo esto? —Un aviso de que se había permitido llevar las cosas hasta cierto extremo, pero ya no más. Algo va a ocurrir, y muy pronto, que los llevará a acabar con toda la maquinaria que han construido para la destrucción, y dependerá de la masa humana, si es bien o mal orientada, inclinar la balanza de los acontecimientos mediante la canalización de las energías a través de las actitudes. —¿Ustedes podrían impedir que se cumplieran las cosas profetizadas? —Ustedes también —dijo el guía—. Es el propio hombre el llamado a salvarse a sí mismo. —Pero, Oxalc, disculpa que te refute: es que nuestras religiones nos enseñan que no podemos salvarnos a nosotros mismos, que debe ser alguien exterior el que nos salve. En el caso del cristianismo, es el propio Cristo quien nos salvó en la cruz. Lo que tú dices contradice mi fe. —De ninguna manera. No es así. La comodidad de los hombres les hace pensar que debe haber alguien que viva, muera y resucite por ellos, pero quien realmente ama lo libera a uno de toda dependencia material y espiritual, ya que el camino de la iluminación es personal e intransferible. Nadie lo puede recorrer por ti, ni debe intentarlo; la liberación viene a través de la transmisión de una verdad, aquella que te da la luz frente a la ignorancia, pues es muy difícil para quien está en la oscuridad salir sin un estímulo externo o un apoyo inicial; pero el resto lo tienes que hacer tú. Cristo salvó a la humanidad del error y la liberó de la ignorancia abriéndole el camino al conocimiento de su rol planetario y cósmico, en el desarrollo de su potencialidad en el amor; también le hizo conocer a su real enemigo, que acecha desde su propio interior. La carencia del conocimiento correcto hace que sean fácilmente manipulables, y aun el conocimiento ha sido manipulado.

Jesús, como muchos otros grandes seres de luz, dio el primer gran paso para la humanidad; el segundo y los siguientes les corresponden a cada cual en forma individual. —¿Qué es el Cristo para ustedes? —pregunté yo. —Es un estado de conciencia del que te hablaremos pronto, pero también es una entidad. Ya llega el tiempo en que les enseñemos al respecto sin que ello los confunda. —¿Qué pasará si no llegamos a cambiar los posibles acontecimientos.? —No te preocupes de lo que aún no ha ocurrido, pues quizá no ocurra; preocúpate de lo que ya está ocurriendo, pues en ello puedes colocar la siembra de tus futuras cosechas. Deben recuperar la fe en ustedes mismos. El Profundo Amor de la Consciencia Cósmica, Dios, cree en ustedes. Si no, no existirían las expectativas que hoy hay sobre ustedes y su mundo. —¿Qué puedo hacer yo? —Bien sabes que no se puede recorrer el camino espiritual sin sacrificio y sin renuncia. Conocemos tanto de tu vida actual como de las anteriores. Tú, como otros, fueron forjados en el dolor, la desesperación y la angustia de sus pueblos, pero también en la esperanza. Eres inteligente como para percibir que el llamado de esta misión no tendría éxito si no fuese dado a través de personas como tú. Sé firme y justo contigo mismo. Toma el gobierno de los acontecimientos, con voluntad, sabiduría y disciplina, y maneja el futuro de los grupos sin alentar dependencias; pero pide consejo siempre que lo necesites, que si estás abierto de mente y corazón este siempre llegará. Como grupo de o, han de colaborar grandemente en la liberación del hombre para que pueda dejar de lado la ignorancia que sumerge al individuo en la prisión del temor y la superstición; significa esto que la real misión aportará los elementos para la supresión del egoísmo y la necedad, que lleva a negar el sentido común y a traicionar la propia libertad. El Cristo Cósmico, manifestación de la Energía Divina en los planos densos, se

ha hecho presente cinco veces en este planeta, en diversos grados y a lo largo de cinco humanidades. La sexta humanidad sufrirá los dolores de su nacimiento, como la Tierra sus dolores de parto, en el embate final de las fuerzas de la oscuridad, que concluirán con su transformación en su adolescencia precoz de un tiempo acelerado. Y triunfará. Sabemos que será así. Veo en tu mente la inquietud persistente por saber sobre el señor Jesús. Te diré solamente al respecto que su cuerpo fue encargado a los ingenieros médicos estelares de las pléyades por los nueve ancianos del Consejo de la Galaxia Central de Andrómeda, el cual tenía que ser especialmente adaptado y compatible al Programa Genético 2, 2, 2, dualidad-correspondencia-equilibrio previstos en su purísima madre carnal a través de generaciones. Te hemos adelantado todo esto porque ustedes con sus vidas anuncian su próximo retorno y venida en las naves de la Confederación mientras continúan los tristes acontecimientos que el hombre va desencadenando. Cuanto hagan preparándose para todo esto, sepan visualizarlo sin ambiciones personales de ningún tipo que no sean las espirituales de conquista interior. No teman actuar, teman el no hacerlo. Si se unen en el servicio a la humanidad, les decimos en verdad que todo lo positivo que se propongan se dará tal cual, porque no están solos. De pronto, no pude dejar de notar un cambio en el rostro sereno de mi interlocutor. Sus ojos, poco a poco, habían ido traduciendo una cierta contrariedad. Me atreví a preguntarle si todo estaba bien, a lo que me respondió: —No olviden jamás que son liberados “liberadores” que habrán de restaurar un orden que estaba interrumpido y alterado, vertiendo toda su experiencia al cosmos innovador. Oxalc interrumpió sus palabras, que tuvieron una gran resonancia en la extraña cabina, levantó sus manos y puso su mano derecha sobre mí, a lo cual reaccioné hincándome sobre el suelo; fue entonces que colocó también la izquierda sobre mi cabeza y me dijo: —Eres y serás como un hijo para mí, pero un hijo espiritual. Estaremos siempre unidos con la protección del Profundo Amor.

Sentí de inmediato mi cuerpo estremecerse. Un gran calor y mucha energía se desprendían de las manos del guía. Hizo que a continuación me levantara para acercarme hasta una de las pantallas que se hallaban insertadas en la pared sobre lo que parecían tableros de control. La imagen que ofreció parecía la del lugar de donde había sido recogido, en la zona de Santo Domingo de los Olleros, pero visto desde lo alto. —¡Ven aquí y ve este lugar! —dijo Oxalc, como queriendo ganar tiempo—. Este será el lugar de las próximas salidas de los grupos de Lima. Aunque no quería interrumpirlo, le pregunté: —¿A qué se debe el tipo de vestimenta que llevan puesta? —Hemos venido desde la Antártida en esta nave, y volveremos allá después de inmediatamente culminada esta experiencia; pero habrá otra oportunidad posterior en que no solo te quedarás más de una hora con nosotros, sino que nos acompañarás, como bien lo has venido presintiendo, a Morlen. Además, hay un anciano de los Doce de Morlen que desea hablar contigo directamente. Tú sabes quién es él. También conocerás la ciudad Confraternidad, donde viven muchos terrestres. Pronto llegará esa oportunidad. Prepárate para ello, y prepara en cada lugar a algunos de los más comprometidos, que es necesario comunicarles a cada uno cosas importantes, y así, unidos, complementar y compartir la información. Me percaté de que Oxalc hacía buen rato que no apartaba su vista del cuaderno de los símbolos que yo llevaba bajo el brazo, el cual había cargado conmigo precisamente a pedido de los mensajes. Reaccioné tomando el cuaderno y acercándoselo para ver si quería revisarlo, pero inmediatamente el guía se hizo a un lado. Apareció entonces uno de los seres que lo acompañaban, vestido con una malla similar, pero era más pequeño, muy delgado y de cabeza desproporcionada. Su rostro era blanco como la leche; sus ojos, oscuros, ocupaban la tercera parte de su rostro; tenía dos orificios por nariz y el labio superior cubría el inferior, lo que daba la impresión de que carecía de boca. Este ser portaba entre sus manos lo que inicialmente pensé que era una caja dorada metálica, pero después me di cuenta de que más bien eran unas grandes láminas rectangulares, a manera de un gran libro con grandes anillos a un lado. Al acercarme esta especie de libro, pude tocar con mis manos los símbolos que aparecían en las planchas, y, al hacerlo, se produjo una música metálica extraña,

y en mi mente se activó una pantalla en la que empezaron a proyectarse un sinfín de imágenes. A la distancia escuchaba la voz del guía hablándome: —Esta es parte de la historia humana. Ustedes son el resultado de una siembra de vida extraterrestre, pero no son ratas de laboratorio, sino, como dirían ustedes, bebés de probeta. La Tierra no es una granja de experimentación, sino una suerte de casa cuna o jardín de infantes, donde estamos experimentando una nueva forma de educación que nos permita, con el tiempo, aprender o recordar cosas que en nuestro proceso de evolución hemos olvidado o descuidado. Somos civilizaciones que hemos crecido mental y tecnológicamente, pero a costa de sacrificar las emociones, y con el paso del tiempo nos hemos dado cuenta del grave error y falencia que esto supone para seguir avanzando. A lo largo de la historia terrestre, ha habido más de una hibridación y mestizaje entre civilizaciones extraterrestres y seres humanos; también ha habido naufragios estelares, colonizajes y hasta deportación de extraterrestres a la Tierra, de tal manera que, si no se toma en cuenta el eslabón extraterrestre, la historia de la humanidad no se completaría jamás. Hace más de mil doscientos millones de años, la Tierra murió producto de impactos de lluvia meteórica, que no solo destruyeron la vida del planeta, sino hasta el planeta mismo. En ese entonces, la Tierra desapareció completamente. Tú dirás, entonces, ¿cómo es que existes y existen? Para nosotros, el tiempo en el universo es una espiral ascendente. En un momento determinado, la Tierra murió y el universo continuó. Un grupo de civilizaciones extraterrestres recibió la autorización de las jerarquías cósmicas para seleccionar ocho planetas sin futuro, que se habían destruido en su proceso evolutivo, para desarrollar con ellos el Plan Cósmico. Fueron ocho planetas, dos por galaxia de un grupo de galaxias que gira en torno a una galaxia central que ustedes conocen como Andrómeda. Uno de esos planetas seleccionados fue la Tierra. Por ello se viajó por el tiempo y el espacio a través de pliegues interdimensionales, y se vino antes que esos planetas murieran para impedirlo, y se creó entonces un tiempo alternativo paradójico que se ha venido trenzando con el Real Tiempo del Universo. De acuerdo con esto, ustedes se encuentran en una paradoja espacio-temporal, en un tiempo al margen del Real Tiempo.

La idea original era crear las condiciones para que surgiera una civilización en cualesquiera de esos ocho planetas con un potencial superior, capaz de proyectar, sin alcanzarlos necesariamente, niveles de evolución que ni siquiera nosotros hemos logrado, lo que nos permitiría a nosotros aprender de ustedes y retomar a partir de ello la dinámica evolutiva en la que nos hemos estancado. Pero, desde que surgió el Plan Cósmico, ha habido voces en contra del proyecto, algunas de ellas de algunos de los mismos Padres Creadores (seres de la octava dimensión en adelante), promotores de la idea original. Esto ha llevado a que algunos de los interventores extraterrestres de jerarquías inferiores tomen partido a favor o en contra del Plan. De los ocho planetas seleccionados, tres se volvieron a destruir totalmente. Cuatro planetas a los que se cuidó para que no se destruyeran, ni se desviaran, ni fracasaran terminaron convirtiéndose en un triste remedo del proceso de evolución nuestro, y se estancaron. Parecía que el proyecto estaba condenado al fracaso, pero entonces, en la Tierra, donde durante su historia varias veces se canceló y se retomó el proyecto, los experimentadores se dieron cuenta de que, al haber perdido el control sobre el proceso, cualquier cosa podría pasar, incluso que se cumpliera el Plan Cósmico o algo impensado mejor que eso. Originalmente estaba previsto que ambos tiempos corrieran paralelos, aunque el de la Tierra en un principio era más rápido como para ajustarse con el del universo, pero debían ser irreconciliables. Jamás deberían coincidir ambos tiempos, porque eso pondría en peligro el Real Tiempo. Se buscaba extraer información observando y experimentando con restricciones, y, una vez que se consiguiera lo buscado, cortar con esa realidad alterna. Pero en el proceso se dieron niveles de interacción que no estaban previstos. Hubo momentos en que guardianes y vigilantes extraterrestres tomaron posición sobre si continuaba o no el Plan en la Tierra al haber fracasado en los otros siete planetas, lo cual generó grandes tensiones que desembocaron en una guerra de galaxias cuyos ecos aún resuenan en el universo. Un grupo de guardianes de Orión de aspecto de reptiles antropomorfizados, liderados por un ser llamado Satanel, interesados en sabotear el Plan, fueron derrotados y exiliados a la Tierra. Acostumbrados a vivir miles de años, estos seres murieron en este planeta, y han quedado atrapados en el bajo astral como fantasmas o espectros. Desde allí le han declarado una guerra psíquica a la

humanidad, y planean destruirla para así liberarse de su prisión. Posteriormente a esto, los seres de Sirio, en Can Mayor, reemplazaron a los oriones en calidad de guardianes y vigilantes (aunque no todos participaron de la disidencia), y compartieron esta tarea con los Pleyadianos. Pero las pasiones y emociones de este planeta afectaron a los vigilantes pleyadianos, que cometieron la grave transgresión de tener relaciones sexuales con seres humanos de la Tierra, creando con ello híbridos, los cuales fueron reunidos en un grupo de islas en el océano Atlántico. El mal uso que hicieron estos seres del conocimiento recibido de sus padres extraterrestres llevó a la destrucción de esa civilización híbrida. La hibridación también era una alternativa de los deportados para que hubiesen cuerpos de su nivel donde ellos pudiesen encarnar y fugarse del planeta; algo que han venido intentando los colaboradores externos de los disidentes a través de las pocas, pero reales abducciones de personas: hombres y mujeres, sobre todo mujeres inseminadas. Lamentablemente, ha habido naves que han burlado la cuarentena planetaria de este mundo, y son los culpables de esas abducciones. Los temores de los exiliados en la Tierra de que la humanidad fuera imprevisible y pudiera poner en peligro el orden cósmico se están cumpliendo, por cuanto, cada vez que estos seres han conspirado tratando de llevar al mundo a la destrucción, la humanidad no sin dificultad ha sido capaz de superar las crisis. Todo esto ha llevado a que ambos tiempos se acerquen peligrosamente con el riesgo de que pudiesen juntarse en uno solo. Por ello, si se fijan, las profecías no hablan de ningún fin del mundo, sino del final de los tiempos, y para que haya un final de los tiempos debe haber más de un tiempo. Existe, pues, la posibilidad de que, coincidiendo con la llegada de energías procedentes del centro de la galaxia, que cada veintiséis mil años alcanzan al sistema solar desde la cuarta dimensión y generan mutaciones y cambios, se aperture el portal dimensional o pliegue que pudiera llevar al planeta Tierra a la cuarta dimensión, a ocupar el lugar de la Tierra muerta en el Real Tiempo, lo que nos cambiaría la historia y generaría cambios retroactivos. Pero, para que eso sea posible, es necesario que coincida con la existencia ya de una masa crítica que tome conciencia y sea capaz de pensar en positivo para impulsar al planeta a través del portal que se abriría. —¿Cuando sería esto?

—¡Pronto! Oxalc, a mi lado, cambió el tema y me explicó que yo debía cotejar la exactitud de los símbolos confrontando mi cuaderno con las láminas, que lucían repletas de los mismos caracteres. Me sorprendió observar cómo el ser de cabeza voluminosa , delgado y pálido, cargaba sin mayor esfuerzo el extraño y pesado registro de informaciones. Mientras lo observaba, sacó una mano de debajo del bulto que formaban las amontonadas láminas y con su mano, parcialmente palmeada y de dedos largos, pasaba una tras otra las láminas de reluciente metal, que, a pesar de verse delgadas, no se doblaban. Verifiqué que la mayoría de los símbolos que nosotros teníamos eran una fiel reproducción de lo existente. Sin embargo, lo que sí me preocupó fue el hecho de que lo que guardábamos en nuestro cuaderno era nada comparado con el volumen de lo que se nos mostraba. Era como tener unas pocas páginas de una enciclopedia de varios tomos. El guía se apresuró a consolarme mientras el otro ser se retiraba. Oxalc me quiso levantar el ánimo, diciéndome que con fe y trabajo constante recibiríamos el resto. Me explicó Oxalc que en aquellos textos había una parte que trataba específicamente sobre el proceso de nuestro grupo de o, llamado Misión Rama en la historia terrestre. Señaló entonces hacia el cuaderno, que con mayor cuidado que nunca seguía sujetando entre mis manos, e hizo que lo abriera una vez más, y, rebuscando con el dedo, señaló un grupo de símbolos recibidos en comunicaciones del 1 de enero de 1980. Me dijo luego: —Observa bien. Activa tus cristales para que estos símbolos despierten en tu mente el recuerdo y el sentido que tuvieron las experiencias vividas. Mi mente se transportó al recuerdo de unos viajes realizados por encargo de los extraterrestres en agosto de 1981 (que describí en mi libro Los guías extraterrestres). Puse la atención a la explicación que se me estaba suministrando. Era una sucesión de imágenes muy nítidas en mi mente, que procuraban darme el significado real de aquellos viajes que durante tantos años

habían sido un enigma para nosotros. En su momento, intuimos que solo nos pedían disposición mediante humildad y entrega con fe sincera en el Plan para desarrollarlos. Vi cavernas, una en cada lugar en donde estuvimos aquel año, y empecé a escuchar: —Las puertas entre las dimensiones son halladas por quienes se sensibilizaron para ello. El poder para cerrar lo abierto inconvenientemente está en el mismo lugar donde reside el poder para abrir y establecer la conexión adecuada. En el pasado, se abrieron puertas a otras dimensiones, pero a sus planos y niveles más bajos, manifestándose los bajos astrales y toda clase de entidades negativas que se alimentaron de la energía y las potencialidades del hombre. El miedo y la superstición fueron alentados para hacer del hombre una víctima. Hoy la conciencia humana debe permitir hacer la selección correcta. El momento ha llegado para establecer la conexión con la cuarta dimensión superior. Se acerca la liberación de la humanidad del estancamiento en el que se encuentra por acción de las fuerzas oscuras. Todo vuelve a recuperar su movilidad y dinámica, retornando a su justo orden. Era necesario que ustedes llegaran venciéndose a sí mismos con humildad y fe, renunciando a la comprensión inmediata de ciertos trabajos, para así protegerlos de las acechanzas a que estaban expuestos. Debían prepararse para que la intuición los guiara; solo así se produciría la autoselección que va creando las condiciones para que al final se reúnan los receptores y los que harán de puente de difusión de la luz, para tener definitivo al libro que asegurará en parte la transición de la Quinta Humanidad hacia la cuarta dimensión, junto con el planeta plano, y el surgimiento así de la Nueva Humanidad, ¡la Sexta! —¿Qué son esas puertas? —interrumpí aún confuso por lo que me decía. —Diferentes estados vibratorios, diferentes realidades y diferentes planos de conciencia, que pueden ser interconectados entre sí, para bien o para mal — respondió Oxalc, extrayéndome de la visión con la vibración de su voz.

—¿Adónde conducen? ¿Dónde se encuentran? —pregunté atropelladamente. —Concéntrate una vez más en tus cristales y en esos símbolos. Oxalc me volvió a tocar con sus manos. Sentí un gran calor en el pecho que me sofocaba, y las visiones volvieron con mayor fuerza que antes, acompañadas de una fuerte presión en la frente. —Veo la Tierra como si estuviese en el espacio —dije entusiasmado. —¿Y ahora qué más? —Veo un gran triángulo de luz. En sus vértices, hay columnas de luz azul y una energía especial. ¡Es energía piramidal!³ ¡Y está descendiendo sobre Sudamérica! —¡Sí, pero cuidado!, porque traerá toda clase de reacciones, incluso las más violentas y negativas, y las fuerzas oscuras intentarán aprovechar para contrarrestar la importancia de lo que allí va a ocurrir. Esa energía puede provocar toda clase de cambios violentos en la naturaleza y en la gente. —¿Qué va a ocurrir entonces ? —pregunté ingenuamente. —¡Habrá luz! ¡Luz en la tercera dimensión! Si canalizan la energía de la forma adecuada, habrá una elevación vibracional colectiva y un ingreso consciente en la cuarta dimensión. Además, se producirá un directo, pero esporádico y por breve tiempo, a la frontera con el universo mental a través de las entidades de servicio. Se podrá establecer también la conexión con la Entidad Mayor. —¡Lo estoy viendo! Allí viene. Es un ser de luz con forma humana. Todo alrededor de él es de cristal. ¿Quién es él? Todo esto me recuerda una experiencia anterior. —Todo está unido, aguardando respuestas y actitudes. La entidad que ves no se encuentra ni en la tercera, ni en la cuarta dimensión, sino en la séptima, pudiéndosele ar a través de una cuarta dimensión consciente, porque una vez ubicado allí no es tan difícil transitar por las dimensiones del alma y el espíritu. Ubicarse de una manera consciente en el Mental Superior requiere un trabajo

constante, reconociendo y manifestando cada día más al real ser. Los trabajos de meditación y concentración deberán ser enfocados a un alejamiento progresivo de la búsqueda de sensaciones, emociones y espejismos propios del mental inferior, el astral y el físico. La vibración personal habrá de afinarse en el silencio y la soledad, para que así el Maestro Interno haga su aparición, aportándoles unidad en la dualidad (cuerpo-mente) y equilibrio en la trinidad (cuerpo-menteespíritu). El resultado del trabajo permitirá la síntesis por el amor. Jamás olvidéis la preparación integral, cuya base práctica requiere del empleo de la respiración y el ayuno. El ayuno terapéutico purificador de los vehículos sutiles aportará la fortaleza para conseguir y mantener la voluntad firme. —¿Recordaré todo esto que he vivido? —le dije. Había sido tanto en tan poco tiempo. —La energía que recibiste antes de subir a la nave y que produjo el mareo en ti elevó tu vibración. Sentirás mucho calor y canalizarás una gran fuerza que vendrá a través de ti. Aprovéchala, ayudando y concentrándote en aquello que sea en beneficio de todos. Nada olvidarás, porque todo es importante. Un ruido como el del vapor que soltaban las antiguas locomotoras antes de partir y una ligera disminución en la intensidad de luz en la sala hexagonal habían acompañado el descenso de la nave. Pronto todos los botones a manera de discos brillantes del tablero blanco a mi derecha se encendieron con una luminosidad impresionante, que contrastaba con la penumbra reinante. Parecían pequeñas estrellas en un firmamento ordenado. Fue entonces cuando se me acercaron dos de aquellos seres que acompañaban a Oxalc. Observé que en sus extraños rasgos faciales, hasta hacía unos momentos inexpresivos, parecían reproducirse gestos de dulzura, cuando me indicaron con sus manos que los acompañase porque tenía que marcharme. Como eran más pequeños que yo, me resultaban graciosos y sospechosamente artificiales, como dije antes, como si fuesen androides. Esto me fue confirmado cuando los vi transformarse, creciendo en tamaño y en contextura luego de colocarse un cristal en la frente.

Cuando ya habían alcanzado mi tamaño, me tomaron de los brazos y me llevaron a una habitación pequeña y oscura que se abrió al acercarnos a la pared lateral. Quise despedirme de Oxalc, pero, al voltear a verlo por última vez, ya se había desplazado al extremo opuesto. Desde allí se despidió, cruzando sus manos a la altura del pecho e inclinando ligeramente su cabeza hacia adelante. Fui dejado solo en el interior de la pequeña habitación, cuyo ingreso se cerró inmediatamente cuando los androides lo transpusieron. Al nivel del suelo, se encendieron unas pequeñas luces rectangulares rojas y verdes, del tamaño de un tomacorriente. Sentí inmediatamente un hormigueo por todo el cuerpo, además de una gran sed, como si me estuviese deshidratando a gran velocidad. Se abrió luego una puerta trapezoidal con un sonido parecido al que hacía poco había escuchado. Se había extendido delante de mí una rampa brillante que bajaba hasta casi tocar el suelo. Descendí entonces por ella, deslizándome, hasta entrar en o con el pedregoso suelo del desierto de Chilca, en la quebrada que sube a Santo Domingo de los Olleros. Quise entonces voltear a ver la nave que se hallaba a mis espaldas, y divisé unas patas de aterrizaje flexionadas sobre el terreno, que remataban en algo parecido a grandes ventosas circulares metálicas. Algo me decía internamente que me apartara rápidamente, por lo que me alejé, mientras el calor ambiental aumentaba. Llegué hasta la falda rocosa del cerro, y, en segundos, la nave, de forma de una gigantesca lenteja, emitió una luz destellante antes de elevarse a gran altura y a gran velocidad, en forma oblicua, dirigiéndose al banco de nubes de donde originalmente había salido, y que inexplicablemente no se había apartado para nada del lugar donde apareció. El aparato fue primero hacia el norte, e increíblemente, sobre la marcha, giró hacia el este, formando un ángulo impresionante, y se adentró en el cúmulo nubloso, que se encendió en relámpagos y se extendió instantáneamente sobre la zona, dejándola totalmente cubierta. Tendido entre las rocas, aún no lograba coordinar mis reacciones físicas con mis pensamientos. Pensaba en la importancia de aquella cita y lo increíble de la experiencia, así como lo difícil que sería transmitirla con la misma naturalidad

con la que se habían dado los acontecimientos. Me recosté en el suelo, procurando que mi mente también aterrizara. Vi mi reloj, y marcaba las 10:30 p. m. Había permanecido una hora dentro de la nave. Llegué a las 11:00 p. m. al automóvil de los esposos Santos, en cuyo interior los encontré inexplicablemente dormidos. Mi presencia despertó a Juanita, quien avisó a su esposo. Marchamos de inmediato de aquella polvorienta y desolada zona, procurando llegar a Lima antes de la 1:00 a. m., cuando empezaba el toque de queda decretado en la capital por el estado de emergencia a causa del conflicto armado interno. Sobre las doce llegamos a mi casa, donde fui recibido con mucha expectativa por Marinita. A ella le conté en líneas generales los sucesos de aquella noche. Al día siguiente, 19 de abril, el gobierno de los Estados Unidos, vehemente e impulsivo, lanzó otro colosal cohete, el Titán D-34, desde la base aérea militar de Vandenberg, en California, que transportaba partes del proyecto Guerra de las Galaxias. Pero, a los dos minutos del lanzamiento, cuando aparentemente todo iba sobre ruedas, el cohete estalló en el aire, desintegrándose por completo y dejando unos cincuenta y ocho heridos en la base. Esto fue una clara demostración de cuán difícilmente se aprenden las lecciones cuando son la ambición, los intereses creados y el miedo los que gobiernan nuestros actos. El 3 de mayo de 1986 estalló otro cohete, pero esta vez un Delta, en la base de Cabo Cañaveral. ¡El aviso seguía vigente! Otra señal que finalmente reorientaría los acontecimientos fue un desastre nuclear de grandes proporciones, iniciado en la madrugada del 26 de abril, con una explosión en el reactor número 4 de la central termonuclear de Chernobyl, en Ucrania, Unión Soviética. Bajo la apariencia de una productiva e inofensiva central de energía nuclear se ocultaba una fuente de suministro de plutonio para las ojivas múltiples de los misiles nucleares. Y fue precisamente por los túneles secretos de salida del plutonio hacia el puerto de embarque, para ocultarlos de los satélites espías norteamericanos, zona de débil protección en el reactor, donde se produjo la fuga

radioactiva y la explosión que arrojó a la atmósfera quinientos millones de curies de radioactividad. El desastre hizo desértica por años una zona de más de treinta kilómetros alrededor de la central, mató a 31 personas, irradió a varios cientos y contaminó a más de dos millones, muchos de los cuales se encuentran en la actualidad en campos de concentración esperando su turno para morir. La catástrofe de Chernobyl por primera vez hizo tomar conciencia a Europa de los verdaderos peligros de la energía nuclear, que no justifica sus beneficios debido a los peligros que su uso trae consigo, porque, además de los riesgos de un accidente, siempre existe la imposibilidad de deshacerse de los desechos radioactivos. Lamentablemente, en esta actividad también están los intereses creados de aquellos que suministran la tecnología de las centrales y producen los misiles nucleares. En el caso de Chernobyl, también hubo ayuda extraterrestre para que no fuera tan desastroso, pues la nube radioactiva que le dio la vuelta a Europa no llegó a precipitarse a Tierra, y volvió inexplicablemente al lugar de donde partió. Se sabe que los avistamientos de ovnis por entonces, coincidentemente, se multiplicaron en el Viejo Mundo. Este último hecho, sumado a lo del trasbordador espacial Challenger y los os con naves extraterrestres que se produjeron en las estaciones espaciales soviéticas Mir y Salyut, que orbitaban el planeta, precipitaron que los líderes de las grandes potencias se reunieran de emergencia, primero en Helsinki y luego en Ginebra, donde se produjeron las minicumbres de junio de 1986, en las que representantes de los Estados Unidos y la Unión Soviética firmaron un pacto de ayuda mutua en el caso de una agresión extraterrestre. El pronunciamiento en torno a este tratado dejaba como algo evidente la aceptación de que “algo” existe; una realidad que está causando creciente temor en los mandos militares de las grandes naciones. Y es que siempre juzgamos usándonos a nosotros mismos como reflejo en el espejo. Así, pensamos que podrían querer invadirnos algún día porque de estar nosotros en su situación tecnológica privilegiada no hubiéramos esperado nada para imponernos sobre entidades más débiles que nosotros. Ronald Reagan sería interrogado por periodistas tiempo después acerca de este tema: “Yo no puedo decirles si es que existen o no los extraterrestres, pero lo que sí les puedo informar es que si existieran no vendrían con buenas intenciones”,

declaró. Otro dato interesante que no debemos pasar por alto es que, en julio, el líder soviético Mikhail Gorbachov recibió una carta de Ronald Reagan en respuesta formal a las proposiciones sobre el control de armas nucleares formuladas por Moscú. De la noche a la mañana, se iniciaría un gran cambio hasta entonces insospechado: se desmantelarían arsenales atómicos, se retirarían los ejércitos soviéticos de Afganistán, se daría una moratoria de cien años a los países deudores de la URSS, se aceptaría la devolución de partidas de compras de armas, se hablaría de elecciones libres, autonomía, etc. Octubre marca el momento en que se produce el encuentro defi-nitivo a nivel de gobernantes. Gorvachov y Reagan se reúnen los días 11 y 12 en Reikiavik, Islandia, y preparan una agenda que incluiría una próxima reunión en los Estados Unidos. Durante los dos días, se llegaron a ciertos acuerdos sobre el control de armas y los derechos humanos. Sin embargo, debemos decir que los artífices de estos grandes pasos hacia una posible paz mundial no fueron los gobernantes, a quienes incluso se les postuló para el Nobel de la Paz, después de largos años de ser abanderados de la muerte e injusticia. Los autores intelectuales, llamémoslos así, del cambio que hoy nos asombra cada vez más han sido “los vigilantes y guardianes extraterrestres”, quienes mediante mecanismos de presión, como su presencia cada vez más manifiesta, habrían precipitado los acontecimientos.

1Fue el 28 de enero de 1986 cuando la humanidad fue testigo del estallido en cientos de miles de fragmentos del gigantesco aparato, que no duró más de un minuto en el aire, y en el que iban siete tripulantes: dos mujeres y cinco hombres. Se sabía que la misión era secreta y militar, pues Ronald Reagan, presidente norteamericano en ese entonces, había suscrito un documento con el Pentágono por el cual se limitarían los viajes de transbordadores a actividades militares exclusivamente. 2En la revista Somos, del diario El Comercio, de Lima, Perú, salió publicada la fotografía de un ovni que estuvo muy cerca del trasbordador espacial en el justo instante del estallido. Además, no puede dejar de tenerse en cuenta el dominio que estas civilizaciones poseerían de la desmaterialización, la teletransportación

y los pasos dimensionales. Con fundadas sospechas podemos interpretar ahora por qué las autoridades no permitieron la presencia de periodistas en los trabajos de rescate de los restos. 3Esta energía piramidal brota del seno de las estrellas centrales, y constituye el fuego purificador, que representa a la fuerza creadora. Esta energía es emanada a manera de un latido cósmico, que llega con mayor intensidad que nunca poco antes del final de un ciclo cósmico. Esta energía conecta el centro de cada galaxia con sus brazos espirales, donde se encuentran los sistemas y los planetas.

CAPÍTULO 7 LA BASE SUBMARINA

“Las grandes naves nodriza o naves madre suelen descender a las profundidades oceánicas, ubicándose en las zonas abisales, donde terminan siendo indetectables”.

Sin mayor indicación por parte de los guías, pues no hubo comunicación de por medio, aun que sí muchas intuiciones, hicimos una salida a terreno el día 31 de enero de 1987. Se incorporaron a ella dieciocho personas, todos ellas del grupo de o, pero quedaron muchos otros sin poder participar en la improvisada salida de campo, a la que la mayoría asistió en ayunas, aunque sin antes haberse puesto de acuerdo para ello. El propósito del ayuno en las salidas pretende hipersensibilizarnos, asistiendo así en un estado especial, con el que es más fácil concentrarse y meditar. Atravesamos en cuatro automóviles el polvoriento camino rumbo a nuestro destino final: la quebrada de los os, un lugar difícil de ubicar y poco accesible para quienes no conozcan bien la zona y no sepan reconocer la cambiante y escurridiza huella de tierra en la inmensidad de un milenario lecho de río. Pasadas las cinco de la tarde, dejamos los autos estacionados a escasos metros del reciente aluvión que había bajado por el hasta hace poco cauce seco del río Chilca. Debido a las lluvias en la cordillera, las lagunas al pie de los glaciales tienden a rebalsarse, al igual que se derriten los hielos o se desprenden en forma abrupta paredes de hielo que caen sobre estas lagunas, formando olas que bajan en forma de aluviones de barro por los valles interandinos, arrasando todo a su paso; un fenómeno que llamamos huaico.

Con la puesta del Sol, nuestro ánimo iba creciendo, y desbor daba en todos una gran alegría y paz interior. Un agradable perfume nos envolvía y acompañaba nuestro paso. No nos era desconocido, pues lo asociábamos con la presencia cercana de entidades de un alto nivel vibratorio. Se podía percibir en el ambiente una tranquilidad única y exquisita, que nos motivó a trabajar desde el primer momento una vez que se hubieron instalado los participantes cerca de las huellas que dejara la nave posada en tierra el 18 de abril de 1986. El trabajo consistió en la rutina típica: protección, respiración, rela jación, concentración, vocalizaciones y meditación. La práctica duró una media hora, al cabo de la cual abrimos los ojos. Aún era de día, y el ambiente estaba teñido de una fuerte tonalidad naranja y violeta. Fue entonces cuando todos obser vamos en el cielo un objeto blancuzco y alargado, inclinado de forma oblicua. Era al parecer cilíndrico, y se ubicaba ligeramente por encima de los cerros, hacia el oeste de la quebraba. Lucía estático, por lo que supusimos que probablemente estuvo allí durante toda nuestra meditación, como observándonos. Estábamos todos atentos a la nave suspendida en el cielo, cuando, obedeciendo a una llamada interna que actuaba como un impulso, me levanté y miré a todos. Les informé que sentía alejarme del grupo, pero percibía que me llamaban, así que inicié mi ascenso por el cañón. El espacio diáfano y claro de aquella tarde dejaba asomar tímidamente las primeras estrellas. Mis pasos eran lo único que se escuchaba en la inmensidad de aquel campo sembrado de piedras. Por entre los cerros, vi asomarse a gran velocidad un manto de nubes azuladas que rápidamente cubrieron el lugar. Quedó el cielo tapado por un colchón nuboso impenetrable que sumió el lugar en una profunda oscuridad. De pronto, como un lucero que salió de entre los cúmulos, un impresionante fogonazo alumbró toda la quebrada. Todo parecía indicar que debía llegar hasta un recodo de las colinas, donde se veía una intensa luminosidad que se distinguía a la distancia. Entonces volvieron a aparecer las esferas luminosas o caneplas de salidas anteriores, como asegurando que esta era importante. A mi lado derecho, y a unos veinte metros de donde yo me encontraba, se había formado un Xendra de regular tamaño, en cuyo interior se apreciaba una especie de remolino destellante. Parecía que la energía se condensaba e irradiaba hacia

adelante. Mientras, a mi izquierda, percibí las proyecciones de dos seres, que mentalmente indicaban que me introdujera en el umbral para que aquella energía me purificase y ayudase a mantener la concien cia durante toda la experiencia. Caminé decidido a todo, hasta estar en el medio mismo de la concentración, y, como si hubiese sido una esponja, absorbí la mayor parte de ella, y de inmediato me despojé del abrigo que llevaba puesto para contra rrestar el frío del desierto. No estuve más de un minuto en el interior de aquel Xendra, cuando ya me encontraba nuevamente en camino hacia la zona más alejada. Al rodear una colina, pude ver a cierta distancia un grupo de luces que descendían dentro de una gran luminosidad azul eléctrica; estas luces eran verdes y naranjas, alineadas todas hasta llegar al suelo. Del interior de aquella luz salió un potente haz luminoso que me deslumbró, para luego envolverme, y se abrió delante de mí un pasadizo metálico, al final del cual una voz varonil y amable me atraía. Aparecieron las siluetas de tres personas. Todos ellos, de similar tamaño (calculé que de 1,85 metros aproximadamente), me hacían gestos con las manos para que me acercara. De pronto, me encontré en el interior del objeto. Era una nave de formas idénticas a las de la experiencia de abril de 1986, solo que el salón circular abovedado estaba totalmente iluminado en esta ocasión. Enfrente de mí había un ser de apariencia humana manipulando una máquina rectangular, y otros dos se encontraban revisando unos compartimentos en las paredes. Uno de ellos se me acercó y, aprovechando que me encontraba inmóvil debido a la impresión, me tocó el hombro y me dijo: —El tiempo se está cumpliendo, y ya no se puede esperar más. Comprende que no es nuestra intención hacerte daño, ni perjudicarte a ti ni a tu familia; tienes que confiar en nosotros, no te defraudaremos. Todo está previsto para que un viaje a Morlen signifique un verdadero y contundente mensaje a la obra emprendida en la Tierra a través del ismo, cuya versión actualizada son los grupos Rama. La comunicación había sido mental, pero era difícil reconocer cuándo me hablaban y cuándo me transmitían ideas. Me pidieron allí mismo que me cambiase de ropa, para lo cual me facilitaron un traje como el de ellos. El traje era delgado y de una sola pieza; no tenía cierres ni botones, y parecía un ceñido traje de buceo de color dorado. Por dentro era como de algodón o tejido

vegetal, mientras que por fuera parecía metálico. Ante una indicación de los seres, cuyos rostros parecían orienta les, los seguí por una rampa lateral que ascendía a una puerta ovalada, y entré así al salón hexagonal que conocía de la experiencia anterior. Una vez allí me sorprendió ver cómo extraían de las paredes y debajo de los escritorios unos asientos plegables en uno de los cuales me sentaron, en un extremo de la habitación, lejos de los es de mando. En el ambiente, se respiraba orden y organización. Se veía que cada quien sabía lo que tenía que hacer y cuándo hacerlo. Aunque hubiese querido levantarme en aquel instante, no hubiera podido, debido a que sentía cómo crecía la fuerza que me sujetaba al asiento, el cual había adquirido forma anatómica. Había observado que pusieron mis ropas dentro de una máquina que luego fue colocada en la habitación hexagonal, e introdujeron el artefacto en un espacio disimulado en la pared. Me rodeaban las pantallas, que ofrecían imágenes de un acoplamiento en el cielo oscuro, entre una nave pequeña, que yo suponía era en la que me encon traba, y una más grande, de forma cilíndrica. Se escuchó luego una vibración en todo el aparato que me inquietó, y me sudaron de inmediato las manos por el sobresalto. Procuré serenarme haciendo ejercicios de respiración, pero a cada momento me distraían los juegos de luces, ruidos y movimientos de los ocupantes. Vi abrirse una puerta en uno de los lados del hexágono. Del interior, tras una potente luz, fue asomando la silueta de un ser muy alto, de algo más de dos metros, de porte impresionante. Superada la primera impresión, este ser me ubicó con la mirada y se dirigió hacia mí. Pensé que podría haber abordado recién la nave, procedente de aquella otra cilíndrica que mostra ban los monitores. Me cogió del brazo, hizo que me levan tara y me llevó a una habitación contigua, donde aparecían más controles y todo un grueso ventanal, donde se traslucía el exterior, que daba la impresión de ser un gran hangar brillante. Mientras observaba hacia afuera, el ser me hizo un comentario, hablándome en español: —Durante siglos, las naves de la Confederación han visitado continuamente vuestro sistema solar, donde por condiciones muy especiales, que están en

relación directa con la influencia del Sol, los seres se ven orientados hacia el egoísmo y la violencia. La agresividad es entonces un condicionamiento del plano, la cual tienen que superar con el desarrollo de energías y la conciencia, mediante el fortalecimiento de la voluntad, asumiendo libremente y de forma responsable una disciplina inte rior. La inteligencia y el raciocinio deben acompañarlos con el amor, pues son necesarios como mecanismos que regulen el actuar para evitar la autodestrucción. Deben controlar en ustedes la violencia, tanto en el hablar como en las ideas, orientando vuestros actos hacia realizaciones constructi vas y positivas en beneficio del grupo. No se dejen llevar por los impulsos, pues estos los conducirán a situaciones que después lamentarán por el resto de vuestra existencia. La preparación es la parte más importante del trabajo interno en los grupos de o, pues el autocontrol, que se consigue con la constancia y la perseverancia, les permitirá enfrentar todas las pruebas que sobrevengan cuando las fuerzas oscuras los enfrenten. Y tengan cuidado, porque las mismas energías que en este camino de búsqueda se van despertando pueden resultar tremendamente contraproducentes si no hay constancia en la preparación y el autocontrol. Encuentren fortaleza en la disciplina, el ayuno y la meditación, que es la forma más eficiente de incursionar en lo espiritual. Si no asumen los riesgos, las fuerzas que están despertando los pueden superar y destruir. Recuerden que el cambio puede originar que canalicen energías que, por no estar debidamente purificados ni preparados, les traerán consigo destrucción, tensión y aversión entre vosotros y contra los demás. Aprendan la importancia de la mansedumbre, la caridad, la sencillez para con todo y con todos los que los rodean. Amor y paz, Tell-Elam. Le contesté automáticamente, pues me encontraba absor to: —¡Amor y paz, Antarel! —dije, y me sorprendí de saber su nombre. Sus facciones eran agradables: nariz aguileña y ojos grises y almendrados, que resaltaban en un rostro blanco como el marfil. El traje que llevaba, de color plateado, le dejaba al descubierto solo su faz y manos. Lucía en su pecho un adorno que a la distancia parecía un medallón, pero de cerca era como un distintivo sujeto al traje, en cuyo centro destacaba algo que parecía un tridente. Según él me explicó después, simbolizaba que el fin último es la evolución.

Me impresionó la amistad espontánea que me tribu taba, a pesar de que se veía como un gigante acompa ñado de un enano. Incluso se evidenciaba que se preocupaba mucho de que llegase a comprender lo que me había transmitido. Finalmente, Antarel me sonrió, se dio media vuelta y se dirigió hacia el salón hexagonal por el estrecho pasillo, viniendo hacia mí en su reemplazo otro de los seres que allí se encontraban, quien desplegó uno de los asientos ubicados debajo del escritorio frente al ventanal, donde me invitó a sentarme y a seguir mirando hacia afuera. Estaba distraído en ello, cuando se me aproximaron otros dos seres algo más bajos que Antarel, pero ligeramente más altos que los de Ganímedes. Se los veía delgados, de tez cobriza, y sus ojos claros y hendidos destacaban en un rostro ovalado, con la cabeza cubierta por sus trajes. Los pude observar de lado cuando se sentaron uno a cada costado, en asientos que se procuraron con la facilidad habitual de estos magos cósmicos. Al encontrarme de un momento a otro rodeado de estas personas, abrumado, me hundí en el asiento mientras se aceleraban mis palpitaciones. Había visto durante parte del proceso de acoplamiento cómo descendíamos en una especie de estructuras similares a los colmenares de las abejas, donde aparecían varios otros discos en plataformas a manera de taludes, que bajaban hasta un gran espacio abierto, en donde se veía a un pequeño grupo de seres que se arremolinaban en torno al lugar, marcado por luces rojas y azules, para efectuar descensos en un perfecto círculo de regular tamaño. Sentí una ligera opresión en el pecho, luego en la cabeza y debajo del ombligo, como si algo girase dentro de mí, y un sonido o vibración que generaba dichas sensaciones. En el instante mismo en que la nave tocó suelo, los acompañantes que tenían a ambos lados pusieron sus manos sobre mis hombros. Un fuerte calor que recorrió mi espalda me hizo voltear y ver en dirección a la puerta, donde se hallaba parado nuevamente Antarel, que con sus manos juntas a la altura del pecho formaba un triángulo con sus dedos con el vértice superior hacia arriba. Estaba concentrado enviando energía hacia mí. Me miró a los ojos, y sentí que me indicaba que me levantara. En ese momento, el ser que estaba a mi izquierda se presentó como Mardorx, de Xilox, guía técnico y de apoyo, quien estaba encargado de informarme del propósito final de la experiencia y de sus alcances, así como de los detalles para la preparación de una nueva y trascendental cita en marzo próximo.

Mardorx recurría mucho a los gestos para expresarse, mo viendo sus largos y delgados dedos. Su boca, más bien pequeña, se movía muy rápido cuando me hablaba. Fui llevado de nuevo al salón de mandos, y me indicaron que me ubicara en el lugar donde originalmente fui colocado al ingresar a la nave, y a mi lado se ubicó el ser de Xilox. Las hileras de pantallas comenzaron a mostrar imá genes de cuanto estaba ocurriendo fuera de la nave hangar. En alguna se apreciaba la oscuridad de la noche, y, de pronto, acercándose a gran velocidad, vi el mar. Oí tenuemente el sonido exterior propio de una inmersión, y luego percibí el contraste con otra oscuridad, la de las profundidades oceánicas, interrumpida solo por poderosos reflectores y una infinidad de pequeñas esferas de color blanco, amarillo y naranja que se cruzaban por delante, como jugando entre ellas. El panorama submarino había adquirido una coloración azul eléctrico, mientras extraños sonidos aumentaban en el interior de la nave; parecían ser emisiones de delfines y ballenas. Me avisaron que ya me podía levantar. Fuimos con Mardorx al extremo del salón e ingresamos por una puerta a la antesala del exterior. Esperamos unos segundos durante los cuales fuimos bañados por una luz que venía de abajo, y luego salimos al exterior, a la nave hangar. Bajamos luego por una rampa hasta el suelo, que parecía de vidrio color naranja, pero quizás solo fuera luz concentrada. Habremos caminado unos cien metros mirando hacia los lados y hacia arriba, deslum brado yo por el sinfín de luces de todos los tamaños y colores. Llegamos al final de una pista, frente a una puerta transparente de ingreso a un lugar parecido a un invernadero o gran jardín, al final del cual se abría una cúpula cuadriculada por divisiones metálicas desde donde se podía observar el fondo del mar. Al final de un profundo abismo submarino y en medio de grandes montañas sumergidas, aparecía ante mis ojos lo que aparentaba ser una pequeña ciudad, toda ella iluminada, desta cándose construcciones en forma de cúpulas y prismas de diversos colores intensos, entre ellos el verde y el amarillo dorado. Me sorprendió ver a la derecha de esta base una colosal nave nodriza en forma alargada como un torpedo, muy iluminada, asentada en las profundidades como si fuera un submarino, varias veces más grande que la nave cilíndrica que nos había transportado primero.

Estábamos aún observando por el mirador cuando vinieron por nosotros dos seres de gran tamaño que aparentaban ser de Alfa de Centauro, vestidos con trajes azules. Me pidieron que volviera a la pequeña nave exploratoria, porque una vez en ella seríamos trasladados a la nave principal. Por las pantallas verifiqué que se repetía la escena de la maniobra de encaje, pero esta vez saliendo de una para entrar a la otra. En determinado momento, un ser que estaba frente a los es, de apariencia morleana, se me acercó y me dio una palmada en la espalda con su mano izquierda, señal de que me podía levantar. Me di cuenta de que todo ese continuo hacerme levantar y sentarme, llevándome de aquí para allá, tenía un objetivo. Me tenían a propósito en continuo movimiento para que con ello pudiera sobrellevar muchas cosas relativas al nerviosismo, el nivel vibratorio de ellos y las energías del ambiente. Fue entonces cuando, de una manera muy suave y casi imperceptible, nos desplazamos y entramos en la nave nodriza. Mardorx se me acercó una vez más y me dijo: —Así como observas que una estructura es absorbida por otra mayor, así llegará el momento en que haya que reno varse y dejar lo temporáneo, para asumir formas más elevadas y sutiles. El trabajo menor será involucrado dentro del gran Plan, y para ello deben prepararse. No es bueno mantenerse estático en un universo dinámico de cambio y renovación continúa. No descuiden el volcar el trabajo del grupo de o hacia adentro, hacia la interiorización. Llegará el tiempo en que la única luz que les podrá alumbrar será su propio ser, que es el maestro interno, el mental superior, por lo que deben redescubrirlo; conocerlo significará acceder a la misión individual y a la porción de partici pación en la misión colectiva. Al franquear la puerta de salida, me encontré en un ambiente bañado de luz verde y celeste brillante. Había frente a mí una pequeña comitiva de bienvenida, integrada en parte por la tripu lación del disco que me llevó y de la gente de la nave principal. Algunos de los que allí se encontraban me dijeron sus nombres: Olea, Oletano y Oesceve, todos ellos de Morlen. Al salir a su encuentro, me saludaron tocándome los hombros y los brazos, algo que hace percibir la importancia que ellos le otorgan al o directo para sentir a la persona y recabar información de ella . Oesceve me dijo entonces:

—¡Bienvenido a la nave Arton III, Tell-Elam! Te estábamos esperando. Te demoraste mucho tiempo en crear las condiciones para aceptar esta invitación y adquirir la confianza necesaria. Como sabrás, esta nave no podía permanecer por más tiempo en la Tierra, pues a la tripulación le corresponde regresar a Morlen, y de allí a sus planetas de origen. El estar acantonados en tu mundo representa para todos nosotros un sacrificio, por la aceleración del proceso de envejecimiento celular y por la influencia inarmónica de la vibración del plano Tierra. Olea intervino: —Te habíamos pedido que vinieras con tiempo porque lo dispuesto por los mayores es que pases varios días en la ciudad Confraternidad, donde se encuentra la colonia terrestre. Se procura con ello que te identifiques de una vez por todas a plenitud con el programa del o y el plan de la Misión Rama, y así lo puedas transmitir a todos. Recuerda que el amor a la humanidad debe manifestarse en el ofrecer alternativas de trabajo responsable y vivencia práctica. Se requiere valor para asumir la disciplina interior y exterior. No es bueno omitir detalles, pues aunque no conozcan el significado de una recomendación, no piensen que esta carece de importancia o sentido. Si a través de los mensajes les pedimos algo, mediten sobre la importancia de la confianza que han depositado en nosotros y acerca de la humildad necesaria para traducir los consejos y pautas en una forma de vida acorde con su propio sentir. No podemos explicarles todo en el momento, pero usemos el bagaje de formas mentales que mantienes en tu memoria. Son ustedes como los obreros que han sido contratados para construir un puente; en una primera etapa, solo les debe interesar saber que es un proyecto necesa rio, porque los puentes unen dos extremos separados. Más adelante, en la medida que las diversas cuadrillas de traba jadores van cumpliendo con las respectivas tareas proporcionadas y el proyecto va adelantándose, los responsables, ingenieros y arquitectos, habrán de reunirse con el personal, dándoles cada vez mayores alcances sobre la dimensión de la obra emprendida y arengándo los a culminar de una forma eficiente lo iniciado. Quizás cuando ya sea muy poco lo que falte se produzca la revelación del porqué en ese lugar, en ese momento y de esa forma. Hasta aquel instante, los obreros han ido creciendo con la obra, se han ido forjando con el esfuerzo y sacrificio que ha demandado. Ahora sí están capacitados para entender, porque

aman su trabajo, su creación, y han alcanzado la mística necesaria. El colectivo de personas que están representadas en ti requiere que tú des el primer paso y luego motives al resto con tu madurez y sabiduría para que se preparen a vivir sus propias experiencias y os. A toda la gente que está detrás de ti no les afectará el que hayas subido o no a una o más naves, ni que vayas a viajar con nosotros fuera de la Tierra. Muchos no saben ni entienden del significado y la importancia que tiene la responsabilidad que personas como tú han asumido. Realmente no lo saben. Tú sigue ofreciendo el ejemplo de tu ecuanimidad, de la sencillez, la fe y la confianza en el Plan, así como la fidelidad a la bandera del amor. No intentes convencer a nadie de nada, ni siquiera confiarles los detalles de las mismas experiencias. No se te permitirá procurarte una prueba material aún, por cuanto esta podría significar tu propia destrucción. Debes mantener la discreción, y nosotros no podemos alentar depen dencias. Sabemos lo que te decimos, debes aprender a dejarte guiar. Un comentario, una infidencia, la ingenuidad de un relato transmitido en un momento inapropiado, te generarán grandes problemas. Aprende a callar ciertas cosas y a transmitir con discreción las verdades a las que has tenido , para que otros se vean estimulados a hallar su propia porción de estas. Debes hablar lo justo, lo necesario, y así serás oportuno, exacto y no confundirás a nadie. ¡Sé prudente! Oletano, el que lucía más serio, dijo: —El amor no es lo que ustedes piensan que es en la Tierra. Confunden amor con cariño y afecto, como también con complacencia, alcahuetería, hipocresía y mentira. Hay muy poco de divino en el amor que ustedes manifiestan. Allí no pude aguantarme, y le dije al guía: —Pero si Cristo mismo nos enseñó que hay que darle a todo el que pide. Si alguien te requiere la túnica, dale hasta el manto; si alguien te solicita caminar un kilómetro con él, camina dos. Y así, entonces, digo yo, ¿cómo ahora se nos puede acusar de equivocar el concepto de “amor”? —Cuando das lo mejor de ti, procurando lo mejor para el otro sin pensar en

beneficio propio, amas; pero no puedes ni debes actuar por un impulso vehemente que esconde vanidad y sober bia, sino con espontánea naturalidad y sentido común, brindando con discernimiento lo más útil, lo realmente necesario. Y, aunque te parezca paradójico, hay veces que con un “no” rotundo estás dando más, porque de pronto dicha negativa a satisfacer el deseo de alguien que busca complacerse lo librará de perjudicarse y perjudicar a otros. El amor verdadero obliga a discernir entre lo que quieres, puedes o debes dar a alguien. Siempre entregarás lo justo, solo así aprenderás a amar. Sí, porque hasta para amar hay que aprender. Y si de amor a la humanidad hablamos —y al decir esto rieron—, hay entre nosotros alguien que la ama como pocos. Dicho esto los guías se hicieron de lado y colocaron al frente a uno de entre ellos, tomándolo todos del brazo. Era un ser de cabello amarillo oro que le caía largo sobre los hombros, de ojos verdes y rostro triangular, agradable y risueño, color naranja, más bajo que los demás, de contextura algo robusta, vestido con un traje verde brillante. —¡Aquí tienes a Sampiac! —dijo Oletano entre risas nuevamente. Me pareció increíble que los guías actuaran con tanta natura lidad y buen humor, pasando tan rápidamente de la seriedad de una amonestación a la alegría. No había sombra alguna de sarcasmo ni mala intención en la broma que hacían los guías a su compañero, que, al parecer, se destacaba por ser quien más abogaba e intercedía por la humanidad. Sampiac me saludó tomándome con una mano parte de la muñeca y el antebrazo con fuerza; luego, con la otra, me tocó el hombro. Sonriente, me dijo: —No tomes muy en serio lo que dicen, ya que son dema siado generosos en su apreciación, aunque siempre he pensado que deberíamos procurar las condiciones como para que pudié semos hacer algo más efectivo y concreto por ustedes, y no solo darles advertencias sobre las posibilidades futuras; pero, luego, cuando reflexiono acerca de la gran responsabilidad que tienen y la necesidad de que alcancen sus metas con la menor ayuda posible, mi inquietud se reduce. También siento compartir la expectativa de muchos que aguardamos el que ustedes se comprometan más con su propio cambio y se acerquen al con tacto más conscientes mediante la preparación, para que esto nos permita actuar

en beneficio de todos aquellos que se hayan involucrado en esta parte del Plan. —¿Qué debemos hacer en este momento? —le pregunté. —Sigan adelante, no se detengan más de lo necesario a evaluar errores; afróntenlos sobre la marcha, ya que el camino aún es largo, y cada vez se hace más difícil avanzar manteniendo y superando los niveles alcanzados. Si empiezan por tratar de conocerse, descubrirán la importan cia de la tolerancia y comprensión para con ustedes mismos y los demás, así como el significado del respeto; pero, si pierden la continuidad en su proceso de autoconocimiento, se tornarán conflictivos y agresivos. Les aconsejamos que no miren hacia atrás en sus logros; solo miren hacia adelante en sus metas, que cuando menos lo imagi nen habrán alcanzado la cumbre de sus realizaciones. Aquí hay quienes esperan saludarte. Ellas te recuerdan de cuando en el norte del planeta, en el país de los Estados Unidos, se les presentaron en una salida que congregó a ti y otras trece personas, hace ya varios años de los vuestros. Son nuestras hermanas Anitac y Titinac. Tras los guías se fueron acercando dos jóvenes mujeres de buen ver y apariencia juvenil. Sus rostros, que me resultaron familiares, lucían una singular belleza exenta de todo maquillaje. Sus caras, tal como las recordaba, eran triangulares, con ojos rasgados e impresionantemente claros; su tez era entre rosada y rojiza. Como en la ocasión en que las vimos antes, llamó particularmente mi atención los lóbulos de sus orejas, que se escondían tímidamente en su grueso y abundante cabello lacio. Eran más largos de lo normal, hasta rozarles los hombros. Esta particularidad de sus orejas me hace pensar en la costumbre de algunas culturas antiguas de lucir las orejas alargadas grotescamente, como fue el caso de los incas, cuya nobleza fue bautizada por los conquistadores europeos como orejones. Las orejas largas y grandes fueron consideradas en muchos pueblos de la antigüedad como señal de nobleza, a imitación de los dioses del cielo; incluso, muchas de las deformaciones y alargamientos craneales eran una expresión de remedo de los cráneos de los visitantes extraterrestres. Las dos mujeres extraterrestres me saludaron. Pude apre ciarlas esta vez con más

detalle y verificar que Titinac era más delgada que Anitac, así como que la diferenciaba el que su cabello fuera más grueso y algo cano; también los ojos de la primera eran más alargados que los de la segunda. Me vi entonces rodeado de más seres que me observaban haciéndome sentir extraño e incómodo, pues se veía en sus rostros la avidez por hacerme preguntas y escuchar de mí lo que sentía, aun cuando sabía que ellos podían leer mi mente. Pude descubrir entre todos ellos a los guías Oscim, Omuni y Oxlam; todos ellos de Morlen, quienes me consultaron por los distintos grupos y antenas con quienes ellos han venido contac tándose, como si de pronto los papeles se hubieran invertido y yo hubiera pasado a la condición de guía. En ningún momento, me hicieron sentir inferior a ellos, sino que, por el contrario, me dieron un trato cordial, amistoso y siempre fraterno. Un guía de Alfa de Centauro me tomó del brazo, como cuando un adulto coge a un niño pequeño, y disculpándose del resto me apartó de la comitiva de bienvenida y me dijo que ya era tiempo de que fuera a cumplir con el objetivo de aquella ocasión. Fuimos caminando hasta una puerta circular y transparente, la cual se descorrió, y seguimos por unos largos pasadizos y corre dores cilíndricos, hasta que llegamos a una imponente entrada, que revelaba un área importante de aquella nave. En aquel instante, salió a nuestro encuentro otro guía de similares características que el anterior. Intercambiaron miradas, gestos y luego algunas palabras incomprensibles para mí. Pude solo saber que uno de ellos era Anrar. Veía a estos altísimos seres envueltos en una especial aura de tranquilidad y paz, imperturbables cuando les consultaba acerca de lo que iba a ocurrir. Al pedirles que me adelantaran algo, su reacción fue una sonrisa, y uno de ellos contestó: —A quienes te esperan tú los aguardaste. Ellos están aquí para que alguien viniera voluntariamente y llegase con su propio esfuerzo para escuchar lo que ellos mismos tienen que transmitir a la humanidad. —Pero ¿por qué a mí? ¿Qué puedo hacer yo? Mi voz no es importante en el mundo. Soy inadecuado para una labor o misión como esta. Exige mucha capacidad y mayor notoriedad y prestigio, así como de una personalidad más firme, porque todo lo anterior fácilmente marea y le hace a uno perder la dimensión y la perspectiva de las cosas. Hasta ahora he transmitido lo mejor

posible el mensaje, aunque reconozco que he cometido muchos errores y hasta quizás no me esforcé lo suficiente; pero en esta oportunidad sí creo que se equivocaron de persona, y esperan demasiado de un terrestre limitado, común y corriente. —Bien sabes que no es así —replicó uno de aquellos gigantes cos instructores —. El entendimiento se produce cuando se conju gan la madurez de vidas anteriores, la oportunidad que uno mismo se da y la voluntad de prestarse a un compromiso mayor. Si te sigues dejando guiar, con el tiempo comprenderás cómo a partir de algo pequeño se pueden construir grandes cosas. Todo en el principio es pequeño, imperceptible y humilde, hasta que, producto de la constancia y dedicación, va alcanzando fuerza y logra manifestar su grandeza. Has tenido el valor de llegar a los más importantes fórums mundiales. Eso no es poco, y para ello no tuviste reparo en sacrificar muchas cosas. El momento ha llegado en que podrás entender los propósitos superiores que están detrás de todo esto. Anda y ve lo que los Mayores te mostrarán, y que no decaiga tu ánimo. Se fueron y me dejaron solo frente a aquella entrada, la cual, al cabo de unos segundos, abrió sus puertas lentamente. Una vez dentro de la habitación, la puerta se fue cerrando detrás de mí, sin hacer el menor ruido, y quedé en una oscuridad y silencio totales. De pronto una suave y agradable melodía musical fue llenando el ambiente acompañada de un sutil colorido. Me parecía increíble poder sentir y apreciar los colores de la música. También percibí un agrada ble aroma de flores que inundaba la habitación. Adelante observé un gran círculo oscuro que se iba precisando en la pared, el cual se fue iluminando poco a poco. A mi derecha pude apreciar una figura humana sentada en medio de la penumbra. Al irme acostumbrando al ambiente, distinguí a un anciano de túnica blanca larga. Del techo se desprendió una luz oblicua que alcanzó el rostro del extraño anfitrión. En la parte opuesta de la sala, similar a la anterior, apareció otro anciano ubicado frente al primero, y yo quedé en el medio. Ambos permanecían sentados en unos sillones que parecían gigantescas y artísticas hojas de una planta. Daba la impresión de que no se percataban de mi presen cia, hasta que escuché una voz que decía: —Están en una etapa en la que deben confiar plenamente en aquel que ha

dispuesto el plan de ayuda a la humanidad. No se confundan y no busquen apoyo en más intermediarios de los que se les ha podido brindar hasta ahora, pues existen restricciones en beneficio de la propia humanidad. El Profundo Amor de la Conciencia Cósmica ha dispuesto que ya llega el momento en que el hombre madure de su adolescencia y avance a una responsable juventud, en la que deje de una vez de ser un peligro para sí mismo y para los demás. Las condiciones del planeta pronto serán muy distintas; por ello, deben preparar sus conciencias y vehículos físicos. El propósito del hombre es llegar a su propia cristificación. Él es la llave del universo, el cristal que canaliza la energía motriz del cosmos. Su misión es ser puente para que otros lleguen y pasen; es ser luz en la tercera dimensión y entre las demás dimensiones. Por ello, no dejaremos de insistir sobre la necesidad de que se esfuercen en prepararse y en vencerse. Al terminar la intervención, aquellos ancianos habían girado sobre sus asientos y ya no se miraban entre sí, sino que me estaban mirando de frente. En sus pechos, aparecían unos medallones bastante grandes sobre aquellas túnicas blanco azuladas, que hacían destacar sus largas cabelleras y barbas, que profusamente sobresalían de sus rostros serios, que enmarcaban sus miradas de ojos oscuros y penetrantes. Mientras reflexionaba en lo que me decían sus voces, la pared del fondo se encendió con luz clara, dejando visible un complicado vitral multicolor, en el que sobresalía una cruz simétrica, compuesta por cuadrados de diferentes tamaños, donde los más grandes eran los cercanos al centro. En el medio de la figura, podía percibirse la estrella de seis puntas con una cruz lineal en su interior. Mi observación fue interrumpida por un nuevo comentario de una voz que sabía procedente de alguno de aquellos dos maestros, a quienes identifiqué intuitivamente como del Consejo de los Doce Menores de Morlen. Después me enteraría de que aquellos ancianos eran Asint y Anur. Escuché entonces que me decían: —En esta oportunidad, no llegarás a las colonias, ya que no se puede condicionar el regreso de la nave a tu disposición de tiempo, y todo el viaje deman daría mínimo de tres a cuatro días de los tuyos.

Nadie quedará desprotegido cuando todo se dé. Valoren las fuerzas que los protegen y apoyan frente a las pruebas. Te decíamos que la próxima nave de transporte no volverá de Morlen a la Tierra antes de dos meses. Ahora harás un trasbordo y volverás al lugar de donde viniste. —Señor, con mucho respeto, no sé qué decirle. No quiero perjudicar los planes y metas del programa de o, pero realmente aún no empiezo a entender el propósito de un viaje a Morlen, e incluso quisiera entender el plan mayor que está detrás de todo el esfuerzo que ustedes despliegan al venir aquí. ¿Por qué no han escogido a gente importante, buscando a políticos, gobernantes, líderes religiosos, militares, etc.? —No te menosprecies. Está muy bien que exijas saber, pues el momento ha llegado en que comprendas lo mejor posible. Muchos son procurados para un o, pero pocos los capaces de sobrellevarlo, y menos los dispuestos a asumir sus consecuencias y enfrentarlas en la forma madura que se requiere. El sentido de un viaje en este momento a Morlen cumple con el objetivo de que, en representación de todos, constates el proceso por ti mismo. Nos referimos a la preparación de aquellas doce mil personas llevadas en diferentes momentos de la historia humana para ser preparadas por nosotros, y que están establecidas en las colonias, para volver en el tiempo en el que su presencia pudiese significar un apoyo trascendental para el cambio y el despertar de conciencia de la humanidad. Es bueno que sientas y veas las mejores intenciones de parte de la Confederación de Mundos para con la humanidad. Estas intenciones son necesarias de ser verificadas por alguien que se ha destacado en su percepción y sensibilidad porque hay fuerzas de oposición que procuran engañar cada día más, de tal manera que no puedan reconocer quién es su real apoyo. Sobre los terrestres en Morlen, te diremos que es cierto que hay quienes fueron llevados contra su voluntad, pero no ocurrió ello por culpa nuestra, ya que fueron rescatados de las manos siniestras de quienes son cómplices de la jerarquía negativa oculta en la Tierra. Regimientos militares completos en los siglos XVIII y XX fueron sustraídos por naves gigantescas de la Osa Mayor, como parte de empresas audaces y terribles para constituir ejércitos de esclavos

guerreros que pudieran ser reinsertados en una ofensiva final material y psíquica para destruir toda la luz y el conocimiento en tu planeta. La influencia nefasta de las fuerzas demoniacas alentó la constitución de proyectos inmorales de ejércitos de clones y de androides en la Alemania nazi y posteriormente en los Estados Unidos. —Perdón por lo ingenuo de la pregunta, pero ¿tengo que verificar que ustedes son buenos? Siento no solo que no son malos, sino que hasta confío en su amor protector y en la intención desinteresada de su ayuda. —¡No es suficiente! —replicó uno de aquellos dos ancianos—. Existe una campaña infame iniciada hace muchos años por quienes sirven en el mundo a lo satánico, los que tergiversan las intenciones de los diversos visitantes, generalizando los pocos casos que han escapado a nuestro control de quienes no llegan con buenos propósitos, en procura de crear una psicosis colectiva y aversión a todo lo que significa foráneo. También hay quienes usando los mismos mecanismos de transmisión de mensajes y ayuda hacen todo lo contrario, confundiendo y desequilibrando a las personas, y empujándolas al suicidio colectivo. Es importante que sepan reconocer a quien procura lo mejor para ustedes, así como en quién pueden confiar, debido a que la intuición humana aún es intermitente, por falta de estímulo y trabajo. —¿Por qué de todo esto? ¿Por qué permiten que vengan aquellos que nos perjudican? —pregunté contrariado. —Ya están aquí, lo estaban desde hace mucho. ¿Recuerdas el relato de Job en la Biblia? Allí se dice cómo el Señor autoriza que el hombre sea puesto a prueba como parte de su purificación y superación. El plan mayor es la cristificación del hombre y la restaura ción de un orden interrumpido. La humanidad de este planeta ha sido elegida como el terreno de evolución propicio, como la llave del Santuario Cósmico; son ustedes la garantía de que los tres universos queden nuevamente interconectados y seamos empujados todos los que nos hallamos en un relativo estancamiento peligroso hacia la dinámica del cambio, la perfección y el ascenso. No te escogimos a ti; tú te vas autoseleccionando día a día, al igual que muchos

otros. Nosotros escogemos los momentos, las zonas y los grupos de personas que mantienen uniones kármicas como colonias de espíritus afines, seres con los que ya tuvimos relación en el pasado, en vidas anteriores, para que a través de ellos se lleve a cabo el Plan. Sabíamos que por tu acción más de uno seguiría los pasos participando de las circunstancias mismas del o. Saber quién llegará y continuará era en cierta medida impredecible, pues empezar es fácil, pero lo difícil es continuar y culminar. La constancia crea la disciplina, la voluntad garantiza el triunfo. Nunca lo olvides. Uno de ustedes era suficiente para generar la reacción en cadena, y fue más de uno. ¿Quieres saber por qué ustedes fueron seleccionados? Porque todo compromiso trae renuncias y entrega, y pocos hay que están dispuestos a asumir un rol que exige vocación de servicio y desapego. ¿Quién mejor que jóvenes sencillos y humildes de un país considerado por las grandes naciones como tercermundista, sin nada trascen dental que ofrecer a los demás? Hoy los ojos del mundo lentamente están dirigiéndose a ustedes. Estén seguros de que así como se da un programa de apertura y de cambio, por ley de opuestos, va creciendo la negatividad que busca neutralizar todo accionar. Tengan confianza. No están solos. Valoren la acechanza como la garantía de la trascendencia de su accionar.. Hay también importantes razones kármicas entre Europa y América que habrán de influir en las relaciones y situacio nes futuras, por lo que deberán estar atentos a los acontecimien tos que se producirán y a su evolución. —Voy entendiendo que el viaje previsto para visitar Morlen plantea el tener a los resultados parciales del trabajo para el cambio terrestre. ¿Podré sentir si todo esta bien encaminado y si nosotros mismos estamos respondiendo o no? —dije decidido a incrementar mi preparación y volver muy pronto. —¡Así es! También verás el libro, el Registro de la Historia Planetaria. —¿Por qué ahora debo verlo yo? ¿Qué sentido puede tener el que solo yo tenga a él? —¿No te has preguntado alguna vez dónde están todos los que empezaron

contigo? Tendrás a parte de aquella información, y ello ocurrirá para que sea apurada la marcha, por cuanto, si siguen al ritmo actual, los acontecimientos tomarán a la mayoría desprevenidos e inconscientes. Después de esto, todos se sentirán conmovidos y fortalecidos. El programa original no ha sido alterado. Aún se aguarda que la difusión que puedan realizar permita que sean conectadas las personas preparadas hace miles de años para que se reúnan en este tiempo y de entre ellas surjan las que vayan recibiendo el conocimiento y otros lo difundan a toda la humanidad. No es importante que quienes conforman aquel grupo de misioneros sepan conscientemente que constituyen un grupo especial, pues es vital en el camino espiritual evitar tropezar con los egos y los protagonismos, que, como has observado, ya han venido haciendo estragos en los grupos a lo largo de todos estos años. Cuando sea el momento en el que operativamente se los necesite, todos ellos sentirán y escucharán el llamado, empezando a recibir cada cual la parte a la que tendrá ; además, poco a poco irá creciendo la capacidad de convocatoria, que permitirá que quienes deban ser reunidos lo estén en el momento y lugar oportunos. Ahora ya se va haciendo tarde. Sentimos mucho que estés demorando tu decisión. Recuerda, amado hijo, que eres uno de los hombres del tiempo, un eslabón abierto que llama a los demás a reunirse, a abrir sus mentes y corazones y cerrar la cadena para el encuentro con los guardianes del templo. —Comprendo que ahora más que nunca debo prepararme para ir, pero ahora debo quedarme. Aún no estoy listo —fue lo que respondí hundiendo el rostro entre los hombros. Uno de los ancianos, sonriéndome con ternura y comprensión, a pesar de su visible preocupación, me contestó: —Haz como piensas. Es tu responsabilidad, y respetamos las decisiones que tomes; pero prepárate y prepara a los de tu casa, y vuelve a fines de marzo, cuando una nave de la base de Sudamérica lleve otro grupo de recambio y el margen de regreso sea también corto. No olvides que el maestro Joaquín, miembro de los Doce de Morlen y guardián de los archivos, te espera, y la misión te requiere. Es importante que constates lo cerca que están de recibir y vivir los símbolos conscientemente. Recuerden que

ya tienen en vuestro pecho los cristales para trabajar con ellos en la interpretación. El día que lleguen a sellar esta etapa, los acontecimientos deberán encontrarlos liberados de esquemas, estructuras y apegos. Solo así se producirá en ustedes el renacimiento espiritual. Hijo, ve en paz y déjate guiar por quien conoce el momento de la apertura de los sellos. —Venerable maestro, permítame saber solamente: ¿de qué se llos habla? —Aún no es el tiempo de hacer precisiones; estas vienen con los riesgos asumidos. El conocimiento tiene el precio del ries go. Solo te diremos que siete son los sellos que como etapas y niveles habrán de ser alcanzados y superados mediante méritos y virtudes que acercan a una vida perfecta. —¿Por dónde empieza todo? —Por la pureza de intención y amor incondicional en el servicio, seguidos de la humildad para dejarse guiar y la fe y confianza en el Plan. —¿Y por dónde concluye? —Por la esperanza de que al final todo se cumplirá en sus plazos y tal cual estaba previsto de lo alto. Se levantaron ambos ancianos de sus asientos, sonriendo, y, al parecer por sus miradas y actitud, haciendo comentarios entre sí telepáticamente. Alzaron sus brazos en señal de despedida, mirándome a los ojos. Sentí que mi rostro era bañado por la comprensión de aquellas miradas sabias. También me despedí y retiré inmediatamente, tomado por un sentimiento de gratitud y paz. La puerta se abrió y me dirigí hacia fuera, donde me aguardaban pacientemente los dos gigantes de Alfa de Centauro, quienes me invitaron a que los siguiera con cierto apuro hacia el mirador, donde se podía apreciar la inmensidad de un océano en penumbras, solo interrumpida por las luces de las construcciones, las naves y por los desplazamientos ocasionales de algunos objetos. Me distraje mirando, cuando aprecié que el mar empezaba a revolverse, con grandes burbujas y hervía como si estuviésemos dentro de una válvula de presión. Al parecer, íbamos ascendiendo.

Miré inquieto a mis acompañantes, que permanecían imper turbables, observando igualmente la lejanía, como dándo me la oportunidad de dar un último vistazo a aquel espectáculo indescriptible. En pocos segundos, el mar removido quedaba debajo de nosotros, y nos encontrábamos flotando sobre él mientras los reflectores alumbraban las olas dándoles un color verdoso. Vi que el mar, cada vez menos agitado, se iba alejando, pues estábamos ascendiendo. Extasiado por las imágenes, me demoré en reaccionar ante la invitación a marchar hacia el salón cercano, donde, según los guías, me estaban esperando otros compañeros suyos presentes en la nave. Por un pasadizo iluminado por placas rectangulares ubicadas en el suelo, nos dirigimos hacia una cámara que abrió sus puertas automáticamente, e ingresamos a una amplia estancia, rodeada de varios niveles en semicírculo a manera de un anfiteatro en el que permanecían sentados detrás de sus escritorios alrededor de una veintena de seres, que mostraban entre sí diferencias de apariencia y vestimenta. Se veía que habían estado aguardan do allí hacía buen rato. Al entrar en el lugar se hizo un inmediato silencio. Tímida mente me había quedado atrás, sin avanzar más de lo necesario, pero las sonrisas y miradas afectuosas me dieron la confianza para acercarme hasta el centro del salón. Tomó de inmediato la palabra el guía Oscim, quien se hallaba en primera fila, más cerca de mí y por debajo de los otros. —Estuvimos con ustedes físicamente en recientes reuniones en el norte de vuestro país. Vinimos precisa mente de esta cercana base sub-marina, pero su cansancio no les permitió aquilatar la importancia de cuanto allí estaba ocurriendo. Hubo hasta Xendras colectivos. Si hubiesen estado mejor preparados, lo hubieran percibido. En ese momento, recordé que en el norte del Perú hacía poco que habíamos tenido un encuentro de grupos de o. Reunidos al pie de una zona arqueológica, fuimos testigos de la aparición de varios seres que se presentaron luminosos a cierta distancia, de quienes recibimos mensajes mentales. —¿A qué se debe tal despliegue de parte de ustedes y la Confederación sobre la Tierra? ¿Cuándo nos van a explicar con claridad el sentido de todo esto? ¿Qué saben ustedes, que no nos han querido decir hasta ahora? —pregunté, pero sin

ser irrespetuoso. —En gran medida lo descubrirán ustedes mismos —dijo otro extraterrestre desde el extremo izquierdo del segundo nivel—. En su interior están todas las respuestas y todo el conoci miento; ustedes mismos poseen la llave de su despertar y la llave es... —e inexplicablemente guardó silencio aquel robusto ser de aparien cia morleana, a quien en ese momento no identifiqué. —¿Cúal es la llave de nuestro despertar colectivo? ¿Por qué todo lo dicen a medias? ¿Por qué tenemos que encontrarlo en nuestro interior y no nos facilitan las cosas? ¿Por qué tanto misterio? —insistí, dejando de lado toda timidez. Se levantó de su asiento una mujer de grácil belleza y cuerpo esbelto, que descendió por unos escalones laterales hasta llegar frente a mí. Todos guardaban silencio, como si esperaran de ella una respuesta reveladora. —La llave es una sucesión numérica: 33, 44 y... —y también guardó silencio aquella joven de casi dos metros de altura que identifiqué como la guía extraterrestre de Apu, llamada Meth. Me daba cuenta de que podía reconocer a muchos de estos seres porque a nivel astral, en sueños, había tenido muchos encuentros como preparación a las experiencias físicas. Sabía que los conocía, aunque muchas veces no recordaba exactamente cuándo ni cómo. —Treinta y tres, cuarenta y cuatro y ¿qué mas? Parece la combinación de la cerradura de una caja fuerte. ¿Qué significa? —Significa, amigo nuestro, que dentro de un año tendrán la respuesta a través de la clave completa, pero el sentido real de todo esto es que el o tiene fases y etapas. Son cuatro fases muy importantes: el llamado, las experiencias, la recepción de la información y la realización del Plan; fases que habrán de ser vividas por muchos antes de que culmine la etapa de preparación, para que crezca vuestro discernimiento y comprensión, así como su compromiso. Las cuatro fases constituyen la adaptación a un proceso superior, son el cimiento y base para el estadio siguiente. Estas fases no pueden esperar a nadie. Ellas mismas son operativas y activas, lo cual significa que una vez que empiecen a ser cumplidas a nivel de misión darán lugar a la fase siguiente, pero aún muchos podrán seguir pasando por ellas; por eso son activas. Son puertas que se abren para que muchos las sigan usando.

Meth me había aportado informaciones que trataba de digerir y retener, por lo que pregunté: —¿Por qué no pueden ser más claros y directos? ¿Por qué todo tiene que ser tan complicado y dar tantas vueltas para manifestarse y decir abiertamente lo que tienen que decirnos? A ver, ¿cúal es el nivel superior o quinta fase? —dije, interesado en eslabonar las respuestas y obtener conceptos más claros. —Ustedes tienen que alcanzar la vibración adecuada, que les permita abrir los velos que todo lo ocultan. No te podemos explicar con claridad cosas que aún para nosotros no terminan de estar claras. Al ser ustedes una versión corregida y mejorada de quienes han visitado la Tierra, poseen recursos sin límites que aún desconocen. El medio para llegar al nivel óptimo es la preparación, con lo cual ayudarán a la Quinta Humanidad en la antesala del cambio —habló otro guía apuniano, de pie en un extremo. —¿Hay posibilidad de cambiar las cosas en este mundo? ¿No estaba ya todo dicho y profetizado? ¿Y qué de las profecías? —interrogué. —Las profecías no han sido dadas para que se cumplan, sino para que no se cumplan. La idea es advertir para corregir. Ustedes están demostrando que no solo es posible el cambio, sino que este ya está operando. Dentro de muy poco tiempo, verán resultados palpables en los acontecimientos mundiales. La humanidad posee en sí misma la llave, y es ella a la vez una llave cósmica. Vuestra existencia material está identificada con un código de apertura, que comunica con el Santuario Interno, donde habrá de ser colocada el Arca de la Alianza Nueva y morará el conocimiento adquirido en mérito a las virtudes alcanzadas que los inscriben en el Libro de la Vida. La humani dad, representada en algunos de ustedes, ha sido seleccionada para la apertura de los sellos del Gran Archivo. La apertura solo se logrará viviendo el mensaje, siendo de por sí vuestra vida un mensaje para todos. La clave de su despertar a la misión profunda se identifica también en la clave sagrada de ser soles en la Tierra; esa es la misión colectiva que los agrupa y que tienen entre manos. Cuando vibren en dicha clave y hagan de sus objetivos lo más impor tante para ustedes, como el que despierta de un largo sueño, recordarán y reconocerán lo que falta. Cuando las claves numéricas sean completadas, sus nombres cósmicos vibrarán en sintonía, identificando en

ustedes, según sus terminaciones, la labor a realizar y el lugar donde efectuarlo —acotó una guía mujer que se hallaba sentada en la primera fila. —¿Será por esto que muchas personas ven repetirse de manera obsesiva delante de sus ojos, en las matrículas de los coches, en los documentos, en sus cuentas y pagos, etc., esos códigos numéricos, 33, 44 y muchos más? —pregunté entusiasmado. —¡Ciertamente! —coincidieron en coro varios de los guías ubicados en el salón auditorio. —Pero nunca permitan que la falta de comprensión los lleve a la obsesión. Para todo hay tiempo, incluso para comprender; pero ello requiere disposición, humildad y compromiso —aseguró Sampiac, que se encontraba allí. La conversación fue interrumpida por una señal luminosa y una fuerte vibración que inundó el ambiente. Todos los guías se empezaron a marchar del lugar en orden. En ese momento, se me acercaron Antarel y Sum para conducirme a un túnel, para efectuar el trasbordo hacia la nave en que retorna ría al lugar de la salida en Chilca. La experiencia duró tres horas y treinta minutos, al cabo de las cuales aparecí en el desierto, muy cerca de los hermanos que ya se regresaban. En la oscuridad de la noche, habían perdido la huella y andaban extraviados. Llamé la atención de todo el grupo hacia el lugar donde me encontraba, pues por allí quedaba el camino de retorno hacia los autos. El grupo me observó a distancia, envuelto en una intensa luz azul eléctrico, que los guió en la oscuridad. Ni bien llegaron a mi ubicación, nos estrechamos todos en un fuerte abrazo.

CAPÍTULO 8 VIAJE FUERA DE LA TIERRA

“La guerra del hombre no es contra seres de carne y hueso, sino contra altas jerarquías celestiales infernales que tienen mando y autoridad, sobre este mundo oscuro y confuso”. Carta a los efesios, capítulo 6:12

Habían transcurrido dos meses desde la experiencia de enero, y la invitación seguía en pie, además de ser reiterada una y otra vez por los guías a través de las comunicaciones. Ellos insistieron sobre la debida preparación para una aventura de semejante magnitud. Viviría una nueva y extraña experiencia al lado de los guías, visitando una colonia que alberga a seres humanos de todas las razas y diferentes momentos de la historia. En aquella ciudad, sabía que se hallaba el Consejo de los Doce Menores de Morlen, por lo que debía esperar consecuencias trascendentales de dicho periplo. Durante el camino rumbo a Chilca, presentía y visualizaba todo cuanto se daría, como si estuviese viviéndolo por anticipado. Era una situación interesante, que me permitía vivir el aconteci miento sin que me superara el nerviosismo. Quizás debido a la prepara ción integral que mantenía, pude tomar todo como algo natural. Llevaba una semana a dieta de frutas, y el día anterior estuve en ayuno de limpieza interior. También había descansado perfectamente y desde temprano durante las noches previas. Los guías me habían pedido que fuese solo a la cita. La reunión exigía mucha reserva y discreción, pero tanta era la preocupación de Marina por que no fuese solo al lugar, que ella se permitió comentarlo con mi buen amigo Tito Boceta, quien se ofreció a llevarme. Me negué, pero fue tanta la insistencia de mi esposa que al final accedí, siempre y cuando me dejara y se marchara.

Llegados al lugar el día 30 de marzo de 1987, avanzamos en el automóvil por las riberas del cauce seco del río Chilca y nos adentramos en la inmensidad del montañoso paisaje. La tarde había caído ya, y era necesario llevar los faros encendidos para atravesar el polvoriento camino. Detenido el coche, me quise despedir de mi eventual compa ñero de viaje, pero él insistió en querer acompañar me parte del recorrido a pie. Al final lo dejé caminar a mi lado un buen rato, sin poder conseguir que se retirara. Subimos por una colina hacia la quebrada lateral que se abre al lado izquierdo del cauce seco, y al querer recordarle la necesidad de que debía avanzar solo, él me dijo: —Un poquito más y luego te dejo. Teníamos buen camino recorrido cuando, entre las sombras de la noche, se empezaron a multiplicar los fogonazos y resplando res en un cielo nuboso y cerrado. Seguimos subiendo, cuando de pronto nuestros cuerpos se empezaron a iluminar con la conocida tonalidad azul brillante; pero, curiosamente, así como despedía mos luz, hacíamos sombra. Era difícil entender lo que ocurría mientras nuestro calor corporal ascendía a extremos insoportables. Mi compañero fue el primero en percatarse de que delante de nosotros se estaban materializando las siluetas de alrededor de cinco seres altos y espigados, de un color plomizo brillante, como cortándonos el paso para que no siguiéramos avanzando. El temor hizo presa en Tito, quien me dijo: —¿Estás viendo lo que yo? — Sí, y ya es hora de que te regreses. Tú no debes estar aquí —dije categórico. —Creo que tienes razón. Tito, nervioso, se alejó entonces, volviendo por donde habíamos venido, y, hasta que no encendió las luces de su coche y partió, yo no seguí. Una vez solo en el lugar, volví al camino, pero ya las proyec ciones habían desaparecido. Mi cuerpo nuevamente se iba transformando en una especie de lámpara de la que se desprendía una intensa brillantez. Por momentos dejaba de percibir el suelo bajo mis pies; mi paso mantenía el ritmo, concentrado en evitar las piedras y los desniveles del terreno. Al llegar a un recodo del cañón, los

resplandores en el cielo se multiplicaron en gran número, y entonces hizo su aparición entre las nubes un potente haz de luz amarillo que se proyectaba oblicuo sobre la Tierra. Las nubes se fueron abriendo, formando un círculo que dejaba entrever las estrellas, y por allí asomó una nave, de donde procedía el haz. El objeto comenzó a descender sobre la quebrada hasta que se ubicó a unos quinientos metros de donde yo me hallaba, y del haz de luz que caía en tierra salió alguien. Este ser fue en línea recta hacia mí, como flotando, sin tocar el suelo. Confieso que en aquel momento me puse nervioso y temero so, a pesar de toda la preparación. Aquella forma humana era imprecisa. Al acercarse a mí, pude apreciar que no tenía rostro evidente. Me observó por unos instantes, y luego se me aproximó extendiendo sus brazos y tocó mis hombros. En ese momento, escuché que me decía: —¡Acompáñanos! Se dio la vuelta y regresó inme diatamente por donde vino. Fui detrás hacia aquella columna de luz. El ambiente se hallaba inundado de una fuerte vibración; era un extraño sonido, sin que se pudiese distinguir ningún otro ruido. Cuando estuve frente a la luz, decidí ingresar en ella. A gran altura veía un objeto discoidal que parecía girar sobre sí mismo, aunque bien podía ser el efecto de decenas de pequeñas luces que se prendían y apagaban intermitentes en todos los bordes de la base. Calculo que el objeto tendría entre quince y veinte metros de diámetro. Dentro de la luz, sentía que mi cuerpo se expandía, y percibía también una fuerte presión y calor. Al cabo de unos segundos, me vi sometido a la ingravidez, y fui succionado hacia arriba por la fuerza que acompañaba la luz. Como en una experiencia anterior, al cabo de unos segundos, debajo de mí se fue cerrando una escotilla, y, al bajar la intensidad de la luz que me contenía, fui depositado sobre ella. En esta oportunidad, la habitación circular abovedada se hallaba iluminada, y pude distinguir con toda claridad el cristal suspendido en el techo, desde donde manaba la fuerza elevadora o haz tractor. También apreciaba el piso, que reflejaba como un espejo. Al frente de mí se encontraban cinco seres, todos ellos en apariencia varones, de similar estatura y raza. Mi impresión

inmediata fue que eran seres de Ganímedes, por sus rasgos orientales. Aquellos individuos estaban todos parados formando un semicírculo alrededor de una consola blanca y rectangular, que les llegaba casi hasta la barbilla, de un ancho algo mayor que el cuerpo de un hombre. Era totalmente lisa, y no se veía que debajo de ella hubiesen ruedas o algún mecanismo de transporte. Uno de los guías levantó el brazo y me pidió que me acercara, a lo cual respondí caminando hacia ellos. Me detuve a poca distancia, y los miré detenidamente. Capté en mi mente que uno de ellos me dijo que era Oxmalc, un ser parecido en aspecto y en nombre a Oxalc: —Has venido para ser testigo de cómo la esperanza activa da frutos. Está llegando el tiempo en que las palabras deben dejar paso a los hechos. No hay tiempo que perder. Todo momento de ahora en adelante es y debe ser aprovechable para lograr lo que se propongan. Ponte este traje, por cuanto la nave partirá inmediatamente. En ese momento, me extendió un traje similar al de ellos, como aquel que había usado dos meses antes en la experiencia de la base sub-marina, de un material elástico que no se deformaba. Estaba distraído arreglándome el traje cuando los seres se empezaron a retirar del recinto. Uno de ellos mantenía la palma de la mano delante de la consola, con el dedo pulgar ligeramente separado del resto de los dedos, los cuales permanecían juntos. Con ello el guía lograba que el aparato se deslizase ligeramente sobre el suelo y avanzara flotando. Seguí a la comitiva por la rampa lateral que unía la planta baja, en donde nos hallábamos, con una puerta ovalada en la parte superior, que conducía hacia la habitación hexagonal que ya conocía. Oxmalc estaba a cargo del objeto como un escritorio, que trasladó al extremo izquierdo del salón de mandos y lo introdujo en un lugar de la pared al final de los escritorios blancos llenos de discos brillantes. El aparato o mueble atravesó la pared y desapareció. De inmediato el guía se dirigió al centro de la habitación, donde se hallaban dos cilindros romos, puso sus manos a cierta altura sobre ellos y empezaron a reflejar una intensa luz. Los demás se habían colocado frente a los escritorios del lado derecho y se

sentaron sobre sillas plegables que extrajeron de debajo de ellos. Al final de los escritorios del lado izquierdo, había un asiento en la misma ubicación de la experiencia anterior. Oxmalc me indicó con su mano que fuese allí y me sentara. Me encontraba de espaldas a la pared y mirando hacia el centro de la habitación, donde Oxmalc seguía como en una especie de trance. De sus manos salía un ligero resplandor que a veces se confundía con la luz que desprendían los cilindros. Su acción terminó y se encaminó a sus compañeros, y colocó la palma de la mano derecha frente a las pantallas, con el brazo flexionado. Yo solo veía cuanto acontecía en las tres filas de pantallas que tenía delante de mí sobre los escritorios. Las panta llas, cinco por fila, medían, según mis cálculos, unos ochenta centímetros de largo por unos sesenta de ancho, separadas entre sí por unos veinte centímetros. Los que estaban sentados extrajeron de debajo de los escritorios unos tubitos largos que parecían de vidrio, y los fueron colocando por encima de los discos brillantes sobre los es. Vi cómo se iban achicando. La intensidad de la luz de la habitación decreció, y Oxmalc vino a mi lado y retiró un asiento parecido al mío, pero con un símbolo en el espaldar que mi silla no tenía: un triángulo grueso con un círculo pequeño en su interior, de color blanco. Las pantallas arrojaron imágenes de un punto blanco que se iba acercando, en contraste con un fondo totalmente oscuro. Un sonido muy intenso, que parecía provenir de fuera, me puso nervioso, por lo que el guía me colocó la mano sobre el hombro buscando serenarme. No sentí sensación alguna de movimiento en la nave, pero, por lo que veía en los monitores, aparentemente nos estábamos desplazando. Mientras el punto crecía y se acercaba, el techo, hasta hacía poco compuesto por pirámides invertidas de ancha base cuadrangular de color naranja, se tornaba completamen te liso, como si se licuara. Luego se transformó en una cúpula por dentro y, finalmente, se hizo totalmente transpa rente, creando la sensación de que flotábamos en el espacio. A esto se sumó que todas las pantallas se habían unido, formando tres imágenes largas y diferentes según el nivel en que se encontraban, para finalmente agruparse todas y consolidar una vista única, como una sola gran pantalla. La habitación se había oscurecido, de tal manera que en medio de la penumbra la

sensación visual de vacío fue impactante. De pronto la luz blanca comenzó a perfilarse de tal manera que podía distinguir que era un objeto cilíndrico de increíbles proporcio nes, atiborrado de luces multicolores, como crestas sobresaliendo del fuselaje. Debajo se destacaban venta nales múltiples y una gran compuerta rodeada de potentes reflectores. La nave en que iba parecía estar ingresando, según la imagen que se me proporcionaba, dentro de una nave base. En el interior era como un hangar, pero mayor al que había observado anterior mente en enero de ese año, antes de ir hacia la estación submarina. Sobre los lados había inmensas terrazas, en donde se observaban objetos más pequeños: eran naves de corto alcance y de diferentes formas, todas allí estacio nadas. Me sorprendió irar al fondo del hangar dos objetos que debían ser inmensos, en forma de esferas lisas y metálicas, como suspendidas en el gran espacio central, y en medio de ellas otro objeto, que era una nave, la más extraña que hubiese visto jamás, pues tenía forma piramidal, y aunque se veía que era metálica, en algunos momentos parecía traslúcida por los reflejos de luz. El disco en que me hallaba comenzó a maniobrar para aterrizar en uno de los grandes estantes o terrazas existentes del lado izquierdo. Las terrazas no eran todas iguales, y describían semicírculos de tal manera que las que se hallaban en la zona media quedaban más retiradas que las que aparecían en las zonas altas y bajas. En la parte baja, se observaba gente trabajando a manera de un gran taller o fábrica. En el momento mismo en que la pequeña nave aterrizó, el falso techo volvió a aparecer en su forma original. Según me explicó Oxmalc, la habitación poseía, además de las pirámides visibles, otras no visibles en un entretecho, que complementaban estructuras rom boidales como octaedros. Al irse normalizando todo internamente en el salón hexagonal, este se iluminó. Pensé entonces que todo el viaje que habría de hacerse dentro de la nodriza no demandaría mayores sensacio nes. Pero estaba equivocado. Al cabo de unos minutos, cuando me aprestaba a iniciar un diálogo con mi guía, me sobrevino una sensa ción terrible: era como si algo me subiera a gran velocidad desde los pies hasta la cabeza. Sentí un gran calor en el rostro y las manos, acompañado de un fuerte golpe solo en las partes que permanecían

descubiertas de mi cuerpo; fue algo tan instantáneo y violento que me hizo perder el sentido. Después de un buen rato, reaccioné. Mientras, a mi lado, el guía me tocaba el hombro. Al ir recobrando el sentido, mi vista fue aclarándose y lo pude ver. Sorprendido por lo acontecido, le pregunté: —¿Dónde estoy? ¿Qué me ha ocurrido? —Estás con nosotros, en la nave... Hemos salido del planeta, y todos tus átomos y moléculas han sido alineados y ajustados con energías cósmicas y líneas de fuerza que cruzan tu sistema solar. Ha habido una transferencia mediante grandes cristales y fuerzas electromagnéticas, encontrándonos ahora en los conduc tos de líneas de fuerza que atraviesan y entrelazan este sistema solar. Nos estamos deslizando sobre la energía. La conmoción que has experimentado nunca más la volverás a sentir, y a lo largo del viaje te irás adaptando a las ondas vibratorias de influencia de cada uno de los planetas por donde fluimos. —¿Cómo pueden recorrer las increíbles distancias que nos separan? —No es difícil si existe la sintonía y el conocimiento necesario. Depende mucho con cuál de tus vehículos quieres viajar y de qué tipo de percepciones y vivencias buscas o esperas tener. Si pretendes viajar con todos tus cuerpos, incluyendo el material, es importante que sepas que el universo es como un cuerpo humano, que posee su sistema nervioso, en el que todo se mueve por impulso, y a través de dichos impulsos llega la información. Depende del ser consciente la forma y la velocidad con la que quieras llegar a tal o cual lugar en esta u otra dimensión. Como ya sabes, el universo completo está atravesado por líneas de fuerza, que son como autopistas cósmicas que permiten enlazar puntos distantes y alcanzar distancias enormes con un mínimo esfuerzo de energía. En el espacio, y entre las galaxias, existen pliegues a manera de túneles que funcio nan como atajos, y son las naves madres aquellas capaces de efectuar los viajes interplanetarios, ya que cuentan con fuentes de poder alimentadas por las energías de las estrellas y reali mentadas en planetas como el tuyo, donde absorbemos la energía telúrica de los volcanes y las zonas de fallas geológicas. Nuestra naves poseen la tecnología para actuar como condensadores de la

energía cósmica que abunda, irradiada por cientos de miles de billones de calderas termonucleares, a la espera de ser recibida y catalizada. Una nave madre crea una atmósfera artificial y un cinturón energético capaz de captar y aprovechar todo cuanto existe allí en el espacio, aguardando su utilización. Por ello, estas suelen evitar descender sobre las ciudades, porque absorberían toda la energía. Al llegar a Morlen, pude verificar que aquel increíble viaje desde la Tierra a la luna de Júpiter se había realizado en tan solo ¡tres horas terrestres! —¿Llegan ustedes a la velocidad de la luz? —pregunté. —Sí, pero en esta oportunidad no la utilizamos. Habitualmente, la sobrepasamos, reimpulsándonos en el mismo momento del ingreso. Ello nos permite traspasar puertas dimensionales e ingresar en otro tiempo y espacio, que es controlable desde dentro. Cuando un cuerpo alcanza velocidades superiores a las de la luz, se transforma en una materia diferente a la densa de la tercera dimensión, participan do de otro estado vibratorio o cuarta dimensión. —¿Se requiere una preparación especial para quien viva tal experiencia? —Ciertamente que sí. Es más fácil poder volver a cohesionarse molecularmente para alguien que tenga conciencia de su continuidad existencial y de su atemporalidad. Para sobrevivir a experiencias como estas, debe enfrentarse a la ruptura de sus concepciones espacio-temporales y sujetarse a drásticos cambios físicos. —Díganme, cuando ustedes se comunican con nosotros telepáticamente, ¿están en ese instante en el otro lado de la línea? O sea, ¿ustedes están siempre atentos? —Mientras estamos cerca o en la Tierra, participamos de su temporalidad, pero, en otros momentos, los mensajes están en el ambiente como grabados, y, al estar en esa condición, quien recibe los comunicados se hallará en una situación que imposibilitará el intercambio de preguntas. En la comunicación, hay un doble juego, en el que deben conciliarse vuestra elevación vibracional y sintonía fina, mediante las prácticas de respiración, relajación y concentración, con el envío de nuestras emisiones. La fluidez del mensaje depende del estable cimiento de un puente que podemos llamar comunidad mental. Y así como puede y debe funcionar entre ustedes y nosotros, también deben procurarlo entre ustedes,

mismos, lo que les permitirá una comunicación integral. —No sé qué preguntarles. ¡Quisiera saber tanto! Es que necesitamos saber, hay tantas cosas tan importantes. A pesar de que en anteriores encuentros ustedes me ilustraron al respecto, quisiera confirmar y complementar la historia. ¿Desde cuándo se han venido manifestando en la Tierra? —pregunté. —Desde antes de que el hombre existiese sobre la faz del planeta. Y no solo nosotros hemos actuado aquí, sino que muchas civilizaciones lo han hecho bajo el patrocinio del Consejo de la Confederación de Mundos de la Galaxia o Consejo de los Veinticuatro Ancianos. —¿Quiénes fueron los primeros en venir? —Los de la Constelación del Cisne. A ellos los pueden llamar “los padres antiguos”, aunque el concepto de padres antiguos se confunde mucho en las escuelas y organizaciones esotéricas de tu mundo, porque ha involucrado a la mayoría de las civilizaciones que han intervenido y a otros seres pertenecientes a un universo paralelo, que llamamos mental. Los de la Constelación del Cisne descendieron en el planeta cuando este aún se hallaba cubierto por mares ácidos. Se instalaron aquí en colonias submarinas, en lo que hoy correspondería a la Antártida, pero cuando esta se ubicaba en el ecuador terrestre. Esta primera civilización en la Tierra fue llamada humanidad antártica, y con sus experimentos contribuyó con la naturaleza en la aceleración de sus procesos, sembrando vida y esporas en los océanos, ayudando así a su transformación en mares alcalinos mediante reacciones químicas provocadas. —¿Siguen aún con nosotros en la Tierra? —¡No! Llegó el tiempo en que se marcharon, pues el programa del planeta exigía aguardar a que la mano de la naturaleza hiciera lo suyo. Además, la Tierra era muy inestable para acomodar aún una civilización en sus fangosos continentes y delgada corteza quebradiza. Al viajar a través del tiempo y del espacio, el tiempo no pasa para nosotros igual que para ustedes. —¿Ustedes intervinieron en las historias que narra la Biblia?

—Sí, y no solo nosotros. La Tierra es el resultado de muchas y muy variadas intervenciones. Pero dime, ¿qué es lo que entienden ustedes por Biblia? — preguntó el guía. —Bueno, la Biblia son libros escritos en diferentes épocas por diferentes personas, pero, en esencia, es la recopilación de muchas canalizaciones con un mensaje moralista y espiritual atemporal. —Para nosotros, la verdad inspirada de aquello que quieren ustedes definir como Dios está en todos los libros sagrados de todas las religiones y culturas, y en ningún lugar en particular. Y sobre tu pregunta acerca de que si tenemos algo similar, te diré que sí, y está en el interior de cada quien —y diciendo esto el guía dirigió su mano izquierda hacia el centro de su pecho, como a la altura del esternón. —En la Biblia, se mencionan manifestaciones de Yahvé o Jehová muy violentas y contradictorias. ¿Son ustedes o los otros visitantes culpables de estas demostraciones de fuerza? ¿Han tenido ustedes participación directa o indirecta en lo que ha desencadenado ahora la humanidad? —Ustedes los terrestres están teniendo una magnífica oportunidad para que, a la luz de la experiencia del o, puedan llegar a entender cómo se comporta la naturaleza humana y cómo surgen los mentalismos, o sea los afloramientos del inconsciente, las manifestaciones disfrazadas de la personalidad y el ego inferior, así como las influencias negativas del ambiente y hasta la acechanza de los bajos astrales. Todo esto significa que hay una gran distancia entre lo que realmente ocurre, lo que el hombre cree e interpreta que ocurre y cómo lo acomoda cuando quiere transmitírselo a los demás. Ustedes en su mundo son muy hábiles para com plicar las cosas, aunque en ello, lamentablemente, tenemos parte nosotros. Lo que te quiero decir es que la historia es desfigurada por intereses y errores de percepción, resultándole difícil a la gente percibir la realidad, y esto por falta de trabajo interno. No todas las cosas ocurrieron exactamente como han sido escritas y narradas en los libros sagrados, ni en sus libros de historia. Y las interpretaciones no siempre han sido acertadas.

Ciertamente, la Biblia fue escrita por hombres, y mucho tiempo después de que ocurrieron los acontecimientos, lo que trajo consigo la distorsión del relato de los sucesos; por ello, está cargada de mentalismos, sin negar desde ya su riqueza espiritual, que ha iluminado la vida de tantas personas, así como todos los libros sagrados. Estos mentalismos han permanecido en los textos revelados sin que, con el paso de los siglos, nadie se atreviese a cuestionarlosa. La historia nos enseña que, por la falta de espíritu crítico o por exceso de celo, se ha caído en desproporcionadas tensiones, discrepancias, divisiones y dis torsiones con respecto a las enseñanzas originales. También se ha dado el caso de que, por querer justificar lo injustificable, entender lo incoherente, y explicar lo absurdo, se ha llegado a interpretaciones ingeniosas, forzadas y a veces disparatadas. Todo mentalismo adolece de defectos que lo podrían hacer fácilmente reconocible si existiese la ecuanimidad, objetividad y criterio necesarios para cuestionar lo humano, que contamina las cosas espirituales y sagradas. Todo lo que atenta contra el amor y la justicia no puede provenir de las mismas entidades generadoras de enseñanzas de comprensión, respeto y tolerancia máximas. —¿Todo lo negativo es producto del juego de nuestra mente egoísta? —pregunté a continuación. —¡No!, no todo lo es. Ustedes están sometidos a acechanzas de fuerzas igualmente superiores, polarizadas hacia lo negativo y destructivo. Estas fuerzas son las que muchas veces les ponen las trampas para destruirlos y desviarlos del camino correcto de la evolución y la conciencia, porque ellos y los que están detrás les temen. —¿Nos temen a nosotros? ¿Cómo es eso posible? —La fuerza de oposición que conspira contra ustedes y el Plan Cósmico también conforma una suerte de hermandad, y esta ataca de múltiples maneras, a veces físicamente, mentalmente y también a través de los bajos astrales, donde hay entidades que han sido reclutadas entre aquellos seres humanos que se han dejado arrastrar por sus bajas pasiones e instintos, y que se han quedado atrapados en el mundo astral por su condición extrema damente densa. También se incluye en este contingente a seres humanos encarnados que se han vendido a estas fuerzas tenebrosas y están a su servicio, y conspirando contra la

humanidad, y a otros seres también creados por esta fuerza tenebrosa. Este poder siniestro que gobierna en la Tierra sabe bien que el hombre tiene la llave de una conexión superior, aunque este no recuerde que la posee ni de qué llave se trata; por ello, hace lo imposible por mantener la ignorancia y la inconsciencia, aunque ya hay quienes se están acercando peligrosamente para ellos al despertar consciente, y por eso se va acentuando el caos instituido en el mundo a las puertas del umbral. La llave, como ya se te explicó antes, es un conocimiento y una singularidad que se puede expresar en símbolos, y uno de ellos es el círculo y la cruz de cuatro lados iguales. Simboliza a la Tierra. El círculo es la unidad, el autoconocimiento y el desarrollo de la potencialidad. Unidos, nada les resultará imposible. Mientras que la cruz aparece no como símbolo de muerte, sino de vida y como una actitud. Realmente lo que representa es la actitud positiva que suma esfuerzos, el centro de todos los caminos que se cruzan y el ascenso voluntariamente asumido hacia una condición superior, a través del sacrificio en el amor, muriendo a uno mismo para renacer inmediatamente a un estado de conciencia superior. —Perdone que vuelva a la pregunta que hice hace un rato, pero ¿me podría decir quién o qué era Yahvé o Jehová? —¡Quiénes eran, preguntas! Las dos palabras representan a la misma acción realizada por un grupo de entidades provenientes de la Constelación de Tauro, pertenecientes a la quinta dimen sión de conciencia. Eran una tripulación de seres de las Pléyades. —¿Cómo se explica entonces tanta agresividad e intolerancia? —Muchas de las actitudes que se le atribuyen a la divinidad o, como te hemos dicho, a aquella tripulación, por hablar con propiedad, fueron más bien propias en gran medida de los errores de quienes actuaban y hablaban en nombre de Yahvé, queriendo justificar así acciones determinadas. No es esto ni cinismo ni una disculpa, es simplemente aclarar cómo fueron las cosas. Dicha agresividad e intolerancia es propia del plano donde el hombre actúa. El hombre y todo aquel que actúa en tu mundo está sujeto a la influencia de las fuerzas y energías que allí se movilizan. Esto quiere decir que reconocemos que los interventores también se vieron afectados y actuaron equivocadamente. Mientras no trabajen

su propio autocontrol, no podrán influir sobre el planeta, controlándolo y redirigiéndolo. Este mundo es su responsabilidad, pero, en el momento actual, una responsabilidad compartida. El hombre, ya te lo dijimos antes, distorsiona la imagen de la divinidad, haciéndola un reflejo de sus propias debilidades, y, al final, él mismo termina destruido por la traición y descuido progresivo de los valores que enarboló como bandera de lucha. Por falta de búsqueda interior, no llegan a percibir al verdadero Dios, no lo logran apreciar ni sentir; pareciera que evitan más bien el sentirlo y enfrentarlo, pues temen verse envueltos en su amor, que los obligaría a cambiar. Las enseñanzas fueron dadas por los interventores extraterrestres, venidos desde tiempos inmemoriales y retransmitidas por los que las recibieron, y continuadas por aquellos que se consideraron herederos de aquella verdad reveladas. Con el tiempo, el conocimiento se fue diluyendo, sustrayén dose sistemáticamente la luz de las fuentes mismas, en beneficio de constituir y luego mantener una casta o élite de privilegiados sacerdotes, quienes, en vez de continuar su nexo con las esferas superiores y la divinidad, acercando a los hombres a la conciencia de su trascendencia, se constituyeron en estorbo y bloqueo de toda relación con lo superior, los visitantes y la propia gente. —Pero no se puede generalizar. Hay religiones muy positivas y muchos religiosos ejemplares y irables —dije yo. —¡Así es! Toda generalización es injusta, y hay buenos hombres y mujeres trabajando por la luz y el amor en todas las religiones, y fuera de ellas también, y existe una interrelación entre ellos a nivel de la llamada Gran Hermandad Blanca. Gracias a ellos, el mundo aún existe, pues sus oraciones, pensamientos y acciones han creado condiciones de positiva esperanza. Las estructuras formales de las religiones vienen cayendo una tras otra en el juego de quienes realmente dominan el mundo; estas deberán cambiar hasta romper las barreras y estructuras rígidas que han venido limitando la espontánea espiritualidad, hasta constituir una única gran religión, la de la unidad en el amor y la paz. —¿Se puede hablar realmente de una historia sagrada?

—La vida de los seres es de por sí sagrada, y, en consecuencia, su historia, que refleja la búsqueda para llegar a reconectarse conscientemente con uno mismo y la creación, es una historia y aventura sagradas. La historia de la interrelación cósmica operada en la Tierra viene desde mucho antes de que hubiese vida sobra la faz del mundo, y esa relación ha continuado incrementándose a medida que las condiciones han sido propicias, hasta llegar a una conexión directa a lo largo del desarrollo de la civilización, pero procurando evitar crear dependencias. Así tenemos el ejemplo del proyecto sumerio, el egipcio, el hebreo, el olmeca, el maya, el tiahuanaco, el chimú, azteca e inca, entre otros. —Si han existido tantos proyectos o experimentos, ¿dónde queda aquello del pueblo escogido? —La Tierra y la humanidad han sido seleccionadas, pero no así solo un pueblo. Diferentes pueblos, en diferentes épocas, recibieron responsabilidades y misiones trascendentes. El caso de Israel es el de una selección individual y relación directa con la persona de Abraham, programando su descendencia para que actuara más adelante como guías espirituales de una parte de la humanidad. Es el típico caso de alguien programado y escogido con base en sus aptitudes para canalizar parte del Plan Cósmico en su versión terrestre, y programar, a su vez, a su descendencia, perpetuando sus cualidades de inteligencia y guía, para que con voluntad de servicio guiara a los demás, pero no para vanagloriarse por la responsabilidad encomendada y dejar de hacerlo o descuidarlo, considerándose mejor que el resto. —Voy comprendiendo, pero ¿qué tan especial podía ser la persona de Abraham? —Alguien especial preparado en anteriores reencarnaciones sin perder la humildad de quien es necesario para las grandes tareas; era un antena, que supo canalizar conceptos y hacerlos suyos a pesar de ser demasiado avanzados para su época, algunos de los cuales se cuentan hoy en tu mundo entre las concepciones de vanguardia en materia de teología. Por ejemplo, el concepto recibido y transmitido por Abraham a su parentela sobre la existencia de un Dios superior a cualquier otra imagen o idea que se pudiera haberse elaborado anteriormente, de naturaleza espiritual, invisible, sin apariencia alguna, incomprensible e inabarcable, con el que se podía establecer una relación directa y sin intermediarios de amistad y amor, frente a tantos otros dioses conocidos de aquel

tiempo, que eran adorados en colosales templos a través de ejércitos de sacerdotes. Fue un plan de actualización del despertar de la conciencia humana —intervino el guía. —Ahora entiendo. Abraham se instaló en Canaán, entre pueblos pequeños, adquirió tierras y fue acogido con sincero aprecio por la gente del lugar, pero rápidamente estable ció distancias en cuanto al comportamiento de las tribus locales, por cuanto las costumbres de los cananeos incluían sacrificios humanos en lo alto de los montes. —Esa sangre derramada alimentaba energéticamente a los “egregores” de miedo con los que se alimenta la Jerarquía Oculta Negativa, y aumentaba el karma colectivo de la zona, a la que condenaba a acontecimientos futuros nefastos. Pero permíteme terminar tu historia. Con el tiempo, los mensajeros extraterrestres le anuncian que va a tener un hijo y que Sodoma y Gomorra, ciudades donde habitaba su sobrino Lot, serían destruidas. —¡Sí! ¿Por qué destruyeron Sodoma y Gomorra? ¿Cómo pueden hablar de amor y de karma colectivo cuando se prestan a exterminar pueblos ente ros? ¿No temían que las leyes se volvieran contra los que así actuaron? —Ustedes tienen un equivocado y convenido concepto del amor y del respeto a la vida. Ponen grandes reparos en sancionar la maldad en alguien por prejuicios religiosos, pero no ponen reparo en aplastar un insecto por puro gusto. Matan un ave o un ciervo por placer y “deporte”, coleccionando cabezas de animales en una sala, acabando especies por establecer una nueva moda de ropa o por quedarse con su hábitat. Sus leyes muy humanas, están permitiendo que se extienda la semilla del mal en la Tierra, siendo benévolos y cómplices con él, pero, por contraste, poderosos e inflexibles con el débil. Cuando se toma una decisión procurando el bien común, sus implicancias tienen diferentes efectos kármicos. Entre nosotros existe una visión más equitativa y práctica de la justicia, basada en las leyes y principios universales. De acuerdo con esto, una vida o muchas pueden ser canceladas solo si es estrictamente necesario para proteger el bien común y en estricta defensa del orden y la libertad de la mayoría. —¡Me sorprende tanta frialdad! Con esta filosofía, se pueden cometer toda clase de excesos, actuando arbitrariamente. Realmente somos diferentes a ustedes. En

nosotros lo que suele llegar a manifestarse es la compasión —dije bastante sorprendido. —A nosotros nos sorprende tanta hipocresía en la Tierra, que solo se explica en la existencia de inmadurez e intereses creados. Nadie podría amputarse un dedo de la mano sin los dolores que esto supone y la tristeza que de ello deriva; primero por el dolor en sí, y, segundo, por quedarse sin un dedo; pero si en ello está involu crado el que pueda perder la mano, el brazo o la misma vida... Es cuestión de sentido común. Cuando se conocen las leyes universales, se puede actuar con justicia, sin remordimiento alguno, en cuanto hay que aplicar una limpieza en función de un plan mayor. —¿Y cuál fue ese plan mayor en el caso de la Biblia? —Canaán había sido seleccionada para colocar allí a la persona de Abraham para que en ese entorno se multiplicaran sus cualidades de guía espiritual a través de su descendencia, debido a que Canaán es, como bien lo sabes, un puente natural entre Asia y África, una zona sobre una falla geológica que mueve energías telúricas poderosas, un lugar de paso a través del cual muchos pueblos se movilizarían y debían ser influidos energética e ideológicamente durante su tránsito. Y, en cuanto a lo de Sodoma y Gomorra, no se podía permitir que aquellos lugares contaminaran al resto vibratoriamente con la degeneración. —¿Somos realmente un experimento? —Más bien, como se te dijo hace un año, son un proyecto, el cual ha estado sujeto a múltiples interrupciones, eventualidades diversas, modificacio nes sobre la marcha y adaptaciones de último minuto. —¿Un proyecto de quién y para qué? ¿Acaso de ustedes? Hace un año se me dijeron cosas que me resultan aún ahora difíciles de entender. —¡No!, no somos nosotros tan conscientes como para concebir tal clase de iniciativas, pero sí tenemos la capacidad para ejecutarlas y llevar a cabo proyectos de tal naturaleza. Existen autoridades de otras dimensiones y universos que disponen el lugar, el momento y las condiciones para actuar. Ellos

son los que saben el porqué profundo. Pronto sabrán al detalle de quién realmente procede el programa y el porqué y para qué de todo el drama humano. Lo que te podemos contar en este momento es que los Veinticuatro Ancianos designaron a siete seres como responsables de la aparición material de la primera humanidad nativa del planeta Tierra. Ya hemos hablado antes de una primera humanidad de origen foráneo, como fue la Antártida; a esta se le sumarían otras más que vendrían a dar su aporte. Cuando fue dispuesto el gran proyecto del Plan Cósmico que incluía a la Tierra, con la modificación de vida y sistemas operativos de enseñanza, tu planeta ya había desaparecido producto de catástrofes cósmicas. Por ello, se escogió este lugar para experimentar, ya que no tenía futuro, y se le creó un futuro alternativo. Se vino aquí a través de pliegues cósmicos llegando al pasado remoto, cuando era aún una masa informe de fuego con resquebrajadas costras de lava fundida enfriándose, flotando sobre un mar ígneo. No había aún ningún ser viviente. Desde la que conocen como la Constelación del Cisne, llegó el primer grupo de exploradores, investigadores y analistas científicos, los cuales se instalaron mucho tiempo después en una Tierra que dejaba vislumbrar tímidamente las primeras masas de líquido. Recuerden que el tiempo no pasa igual para nosotros, por cuanto vamos y venimos, y días, semanas y meses de nosotros son millones de años en la Tierra. Habitaron ellos, los “sembradores de vida”, océanos primigenios, posándose con sus naves o simplemente sobrevolándolos. Ellos se marcharon luego de que su intervención aceleró los proce sos naturales para la aparición de la vida. A estos les siguieron los primeros colonos extraterrestres, los cuales se instalaron en la zona superior norte del planeta, por lo cual se les llamó hi perbóreos (hiper, “superior”; y boreal, “norte”). Esto ocurrió en lo que ustedes conocen como Era Secundaria. Siendo la Tierra un planeta muy inestable y temiéndose un nuevo accidente cósmico por impacto de un cuerpo celeste, de los muchos que se produjeron en su historia, aquellos seres instalados en estas colonias, cuyo centro o capital fue llamado Tule o Tollán, empezaron a emigrar, y quedaron muy pocos cuando se produjo aquel desastre que precipitó el cambio de era y la muerte de la mayoría de los grandes saurios hace unos sesenta y cinco millones de años, lo que

modificó violentamente la geografía de aquella isla del océano cósmico que es la Tierra. Será durante el Terciario que llega otro grupo de sembradores de vida o ingenieros genéticos, llamados los Elohim. Venían a verificar si aún era posible llevar adelante el proyecto, pues en los otros planetas igualmente escogidos para el Plan hubo muchos problemas. La idea ahora era apurar la aparición de elementos humanos propios del planeta, que pudieran evolucionar y alcanzar un nivel de conciencia que con el tiempo pudiese influir y modificar poco a poco las condiciones operativas vigentes en el universo circundante, con la intención de beneficiar a la colec tividad de civilizaciones con nuevas opciones y perspectivas. —¿El mundo se hace más estable cuando más estables son sus habitantes? –Sí, pero hasta que los seres llegan a un nivel de conciencia y desarrollo la dinámica del planeta es la que impera y dirige el comportamiento de los habitantes de un mundo como este. Todo absolutamente está sujeto a modificación continua, pero controlable y previsible para los potenciales del ser humano. Los siete Elohim se encargaron de llevar a cabo modificacio nes genéticas en los protohomínidos, antepasados del hombre, en un lugar seleccionado para ello, al sur de África, y en un continente hoy fragmentado y en gran parte desaparecido, llamado Lemuria. Allí una gran nave espacial descendió con el fin de crear las condiciones artificiales de un gran ambiente apropiado para experimentar y propiciar la aparición del hombre. Era una nave invernadero que contenía plantas, insectos y animales de diver sos lugares para introducirlos aquí, y así incrementar la flora y fauna, con miras a hibridar y multiplicar las especies nativas. Fueron varios los seres prehumanos incorporados al experi mento, que fueron sometidos en una primera etapa a modificaciones que procuraban una mayor adaptación a las exigencias del proyecto. —¿No eran un Adán y una Eva? —¡No! Eran varias parejas seleccionadas, y fueron varios intentos a lo largo de mucho tiempo de ustedes, pero periodos cortos para los experimentadores. Los Elohim tenían pensado adaptar una variedad de seres andróginos al medio

externo, por lo cual se experimentó con un primer grupo. Esto conseguiría la ventaja de que toda la energía sexual no estaría sujeta en un futuro a un desperdicio. Los seres sujetos al experimento podían controlar más sus pasiones, y más fácilmente podrían desarrollarse en lo espiritual y trascendente. —Es cierto que la mayoría de las veces el sexo actúa como un freno o estorbo para un desarrollo superior. No por nada los santos de la cristiandad y los yoguis de la India preferían el celibato. —El sexo es parte de los procesos naturales por los que la vida y la especie aseguran su continuidad, pero, a la vez, es la más maravillosa experiencia de intercambio energético y la mejor oportu nidad para potenciar tus capacidades internas, y establecer conexiones muy profundas con el otro. El ambiente de sensualidad propio de un planeta inestable fomentado por las fuerzas oscuras en la civilización terrestre procura contaminar lo sagrado, corromper lo natural y perder al hombre en el vórtice de sus pasiones desenfrenadas. Todo lo que se lleve a cabo con control, con el uso de la voluntad bien canalizada y de forma constructiva, pero con real amor, es sagrado. Nadie podrá alcanzar la realización espiritual solo por el sexo, pues este es solo uno de los aspectos de la vida, como lo son el dormir, el comer, el respirar, etc. Son las actitudes que cada cual mantenga de acuerdo con el nivel de conciencia adquirido frente a todo lo que constituye la vida misma lo que le permitirá avanzar y realizarse. La verdadera transmutación de la energía sexual en energía psíquica y espiritual se consigue impidiendo que sea el deseo egoísta el que gobierne el coito en la pareja. En el caso de quienes son célibes voluntarios, se logra asumiendo con alegría su re nuncia y canalizando sus potenciales mediante ejercicios, y orientándose al servicio de la colecti vidad en el nombre del amor. Volviendo a los primeros seres del experimento, estos andró ginos podían hacer las veces de macho o hembra, pero esta fase del proyecto no prosperó, pues, como te dije antes, eran demasiado delicados y débiles para lo agresivo del plano. Se decidió entonces dar marcha atrás mediante intervenciones directas. La clave fue una hembra de la especie. —¡La famosa costilla de Adán!

— A través del ADN de una hembra, todo se modificó, restituyéndose el orden inicial y generándose nuevos machos y hembras, definitivos y definidos. Dentro de la nave laboratorio, los antepasados fueron reunidos y aleccionados sobre cuál habría de ser su comportamiento. Se les dijo en aquella ocasión, como bien lo recogen sus Sagradas Escrituras: “De toda planta, de todo fruto o semilla podréis comer sin que ello os contamine, pero por ningún motivo probaréis de las plantas que se encuentran en el área reservada”. Esto fue así porque aquellas especies de vegetales eran alucinógenas, las cuales podrían provocar en el ser humano visiones y percepciones para las que no estaban preparados aún, e impedirían que en un futuro cercano desarrollaran las mismas percepciones y facultades que les corresponden para dominar y controlar aquello que va más allá de vuestros sentidos físicos. Además, consumir estas plantas traería consigo el deterioro de las neuronas e iniciaría un proceso irreversible de muerte y destrucción celu lar que ni aún nosotros podríamos detener. Sus auras serían igualmente afectadas, al quedar rasgadas y a merced de entidades que siempre están al acecho. Los Adanes y Evas aceptaron humildemente las restricciones, acatando las ordenanzas de los ingenieros genéticos. Pero uno de los Elohim, llamado Gadreel, no estaba de acuerdo con las limitaciones del proyecto. Él fue influido por una entidad llamada Lucifer, ser de origen ultraterrestre, procedente de un universo paralelo al nuestro, llamado el Universo Mental, que está por encima de la séptima dimensión. Gadreel buscó entonces reunir aparte a los terrestres y los motivó a probar de aquellas plantas, de las que se les había recomendado guardar distancia. Les insistió de que no hicieran caso a sus compañeros, que eran temerosos de que rápidamente pudieran conseguir poder y conoci miento. Quienes primero experimentaron fueron las hembras, más curiosas y con mayor espíritu científico que los varones. —¿Es esa la serpiente antigua? —El conocimiento no es malo, lo que es malo es ser inescru puloso, irresponsable e irrespetuoso frente a la naturaleza y los procesos dispuestos por jerarquías superiores. Así este ingeniero genético transgredió el orden; se extralimitó y actuó egoístamente, con virtiéndose en una traba y primer tropiezo del género humano terrestre. —¿Cómo un ser supe rior pudo caer en semejante tentación y a la vez seducir a quienes eran su responsabilidad? ¿Cómo es posible que seres de un nivel tan alto puedan cometer semejantes errores?

—Lamentablemente, se vio influido por el medio en que actuaba y la presión de seres del Universo Mental. Tus antepasados consumieron de aquellas plantas, seducidos por la curiosidad, y allí se llevó a cabo la primera experiencia por consumo de drogas que registra tu historia. La trasgresión de vuestros antepasados podría encumbrarlos hasta donde fueran prácticamente incontrolables, por lo que, temiendo lo impredecible, los Elohim decidieron expulsarlos del invernadero y colocaron controles para que cuidaran la zona reservada. —¿Y qué pasó con Gadreel? —Cuando los seis Elohim se enteraron de la acción de su compañero, decidieron llevar a cabo una sanción, que consistió en dejarlo aquí en el planeta, convirtiéndose en el primer caso de deportación que ustedes conozcan. —¿Y cuánto tiempo permaneció aquí? —Algún tiempo, hasta que los Elohim regresaron para reco gerlo y evaluar cómo había seguido el proceso humano terrestre. Hacía rato que los experimentadores habían perdido el control sobre el experimento, por lo que este seguía su dinámica propia. De pronto, ante una señal de los que estaban en los es, Oxmalc me tocó el hombro y me pidió en voz baja que lo siguiera. Al ver que no reaccionaba, insistió para que me levantara, por lo que le contesté: —¡No puedo, estoy atrapado por el asiento! Me volvió a repetir que me levantara, que hiciera el intento de imaginarme que estaba parado. Lo hice, y podríamos decir que el asiento mismo me expulsó. Las pier nas me funcionaban bien, y no sentía adormecimiento alguno, pero sí un peso caliente que bajó súbitamente de la cintura a los pies, para luego sentirme perfectamente normal. Fuimos caminando hacia la pared lisa al frente de la puerta de ingreso a la habitación hexagonal. De pronto, se abrió la pared y dejó apreciar un pequeño corredor de unos tres metros de largo, que se iba estrechando y terminaba en un semicírculo de ventanillas amplias con un escritorio al pie.

Se acercó primero el guía y extrajo de debajo del escritorio dos asientos de los ya conocidos. Se sentó y me dijo que yo lo hiciera a su lado. A continuación escuchamos un ruido, como el del motor de un funicular, y luego otro sonido, pero muy agudo, que me sorprendió. Sentí algo de temor y miré hacia afuera, donde vi las paredes del hangar conformadas por gigantescos hexágonos metálicos, al parecer de aluminio. De pronto las paredes empezaron a abrirse y la nave se fue desplazando hacia afuera, y nos hallamos rápidamente en espacio abierto. Me impresionó darme con un abismo insondable de profunda oscuridad. Me encontraba absorto en las impresiones y sensaciones, cuando observé por el rabillo del ojo derecho las escenas más increíbles y emocionantes de mi vida. Allí, delante de mí, se iba asomando la visión espectacular de dos lunas. Oxmalc me confirmó que eran de Júpiter. Una era de un color ocre rojizo, con manchas, como si fueran cráteres de un tono arcilloso, e intensas capas de color blanco azulino brillante. Era Ganímedes, o Morlen, el satélite más grande del planeta gigante. La otra, más pequeña y a la distancia, se apreciaba de un color rojizo anaranjado. Estaba atento a la observación cuando sentí una ligera presión sobre el rostro y las manos, algo de calor, como producto de la cercanía a los campos gravitacionales. Se produjo allí un brusco movimiento hacia la izquierda, y la imagen de Ganímedes quedó sobre la parte superior derecha de las ventanillas, pero me daba cuenta de que la mayor parte de la impresión era visual, pues dentro de la nave no se percibían los movi mientos. Mientras descendíamos, vi cómo la curvatura de Morlen se perfi-laba, destacándose debajo de nosotros montañas bajas agrupadas en pequeñas cadenas, y, a lo lejos, divisé masas de hielo y cráteres, con un cañón profundo, de donde se veía que provenían reflejos de luces y destellos. Miré a mi compañero, quien había estado al parecer evaluando todas mis reacciones. Entonces me dijo: —Sí, allí se encuentra una de nuestras ciudades. Las ciudades están alejadas unas de otras, pero permanecen unidas en un solo espíritu y mente. Cada una guarda autonomía propia, y están tan bien organi zadas que cada una, sin competir con las otras, aporta lo mejor de sí. El aterrizaje se produjo sobre un lugar marcado en una extensa llanura de color marrón, donde destacaba una gran punta de flecha o triángulo en el suelo, que

me hizo recordar de inmediato las figuras existentes en Nasca, al sur del Perú. Ya en el suelo me sobrevinieron una serie de sensaciones propias del nerviosismo, como fueron sentir un nudo en la garganta y mariposas en el estómago. Me imaginaba las cosas que allí me esperaban. Saqué mi reloj de debajo de la manga y vi que marcaba solo tres horas desde nuestra salida de Chilca. Oxmalc me pidió que me levantara y lo acompañara, de retorno por el pasadizo, al salón hexagonal. Allí observé cómo los otros compañeros del extraterrestre guardaban los tubitos de vidrio debajo de los es y escritorios. Luego todos se reunieron sobre el costado derecho de la habitación y atravesaron una puerta descorrida, a un lado de la que comunicaba con el punto de ingreso a la nave por el haz de luz. Ingresamos juntos en un pequeño cuarto rectangular y se cerró la puerta detrás de nosotros. Quedamos unos segundos allí, mientras éramos irradiados por luces rojas y azules que salían del zócalo; luego se abrió una compuerta y apareció una rampa extendida hacia adelante que llegaba hasta el suelo. Bajando por ella, percibí la atmósfera exterior un poco pesada, como si me faltara oxígeno. En Morlen no había una atmósfera respirable. Los guías habían acondicionado atmósferas artificiales sobre sus ciudades, muchas de las cuales se extienden de forma subterrá nea. Me habían explicado que ellos no necesitan de grandes cúpulas de cristal o plástico para impedir que los gases se escapen, ni para cuidarse de meteoritos; basta, según ellos, con su control de la energía y un gran poder mental colectivo positivo. Hasta el clima puede ser alterado por los estados mentales, me dijeron. A mis espaldas, y ocupando unas quince a dieciocho veces el firmamento con relación al Sol como suele verse desde la Tierra, aparecía Júpiter. Lo veía como un espejismo de colores y manchas no definidas. Frente a mí vi muy pocas estrellas, y me puse a buscar entre ellas el punto luminoso de la Tierra, cuando en ese momento Oxmalc se me acercó y me mostró con su mano estirada una luminaria pequeña de un brillo azulino, diciéndome: —Si buscas tu mundo, ¡esa es la Tierra! La sensación que se produjo en mi interior fue indescriptible. Me sobrecogió una extraña y profunda melancolía. Casi inmediatamente me fijé en que, hacia la

izquierda, al borde de una cadena montañosa, se veía una estructura trapezoidal a manera de pirámide trunca. Oxmalc me explicó que eso era la sede de los Doce Menores de Morlen, el Consejo y Gobierno de las Colonias, quienes se encontraban allí pendientes de la colonia terrestre, ya que la ciudad que estábamos visitando era Confraternidad, donde se hallan cerca de doce mil personas extraídas de la Tierra en los últimos trescientos años, evacuadas algunas por su voluntad, otros rescatados de pasos dimensionales naturales que los atraparon, como es el caso del Triángulo de las Bermudas, y algunos hasta rescatados de las manos de civilizaciones extrate rrestres que tomaron gente con fines de investigación o manipu lación. —¿Cómo son y qué buscan aquellas civilizaciones no positi vas? —Hay de todo en el universo, como lo hay en tu planeta, y así existen planetas tecnológicamente avanzados, pero que no guardan relación con su pobre crecimiento espiritual, y no han podido superar sus ambi ciones expansionistas. Y hay otros que, con un exclusivo interés científico, a veces inescrupuloso, han extraído no solo muestras de planetas como la Tierra, sino también animales y seres humanos para sus propios fines. En la actualidad, como ya te hemos informado, tu mundo está protegido por una cuarentena de aislamiento establecida por la Confederación de Mundos de la Galaxia, por lo que no cualquier civilización puede actuar ni intervenir. —¿Y qué me puede decir de aquellos que se perdieron en el Triángulo de las Bermudas, y ahora están con ustedes? —pregunté mientras íbamos caminando por una amplia llanura, que nos acercaba al borde del cañón. —Como bien sabes, en la Tierra, como en el universo, se abren puertas dimensionales de manera natural, umbrales en el espacio-tiempo similares a los Xendras. En la actualidad, esos vórtices se han multiplicado en el planeta. Los más conocidos son los que se encuentran entre las Bermudas, Puerto Rico y la Florida, así como el de Las Marianas, en el Pacífico, zona donde el índice de desapariciones es mayor debido a su tráfico marítimo y aéreo. —¡Entonces es como una coladera! —¡Exactamente! Pero el ser humano, por la misma potencialidad psíquica que posee, puede abrir y cerrar estas y otras puertas dimensionales. Los niños muy pequeños de tu mundo, así como adolescentes en plena pubertad, liberan y

canalizan tal cantidad de energía psíquica que logran abrir pasos entre las dimensiones, pero corren el riesgo de perderse en ellos. —¿Quiere decir que aquellas personas que han desaparecido no necesariamente habrían sido secuestradas, asesi nadas o fugados de sus hogares, sino que podrían simplemente haber cruzado un umbral? —¡Estarían atrapados en puertas que se abrieron solas o que fueron generadas por ellos mismos! O por sus compañeritos de juego... —¡Esto es increíble! ¿Y los gobiernos saben algo de todo esto? ¿Han hecho algo al respecto? —Los Estados Unidos, como nación poderosa, han seguido experimentando con puertas dimensionales con un proyecto llamado Filadelfia.¹ —Pero ¿por qué no devuelven a las personas que se pierden en el Triángulo de las Bermudas y en lugares similares? —Mucha de la gente atrapada sufre alteraciones en su constitución bioenergética, de tal manera que si se los devolviera inmediatamente después del rescate podrían morir prematuramente a causa de un envejecimiento celular acelerado. Además, las centrales de inteligencia de las grandes naciones los eliminarían en cen tros militares de alta seguridad, porque serían el testimonio definitivo de nuestra presencia en la Tierra y la existencia de las puertas dimensionales. —Y si ustedes no los llegaran a rescatar, ¿adónde se irían estas personas con sus barcos y aviones? —Podrían aparecer en cualquier punto del espacio y del tiempo, perdiéndose indefectiblemente. Acercándonos más hacia el borde del cañón, pude observar en el interior de este accidente geográfico una ciudad. Había terrazas que iban descendiendo hacia la parte más baja y profun da, ocupadas por construcciones esféricas, domos y conos truncos, que se repetían a ambos lados de las laderas. Se podía apreciar a simple vista que la ciudad no era muy grande externamente, extendida más bien, probablemente, en forma subterránea sobre los lados adonde iban a parar unos puentes en forma de túneles transparentes sujetos a recias columnas, que

atravesaban el cañón de lado a lado y terminaban en los taludes laterales. Vi, además, rampas que des cendían de los andenes hacia la zona más profunda, en la que se apreciaba una profusa vegetación. Cuando me encontraba mirando la extensión de la ciudad, Oxmalc me llamó en voz alta para que me reintegrara con él. Fui directo hacia allí y, al observar sobre el lado izquierdo, disimulada en el suelo, había una entrada. La puerta comunicaba con un ascensor cilíndrico, el cual se cerró y descendió con movimientos atípicos, verticales y horizontales combinados, que podía apreciar por una mínima inercia. Al abrirse el ascensor, nos encontramos en un entramado de túneles de gran tamaño, revestidos de unas lozas claras y brillantes, que iluminaban el lugar. El suelo era de un material diferente, ligeramente más blando y de color verdoso. Los cuatro seres que nos acompañaban a Oxmalc y a mí se separaron, despidiéndose mientras mi compañero me indicó que siguiéramos solos. Saliendo al exterior, aparecimos en el fondo del cañón, rodeado de alguna vegetación, y sobre nosotros veíamos cúpulas construidas sobre las terrazas artificialmente aplanadas. El escaso verdor a nuestro alrededor parecía haber sido extraído en su mayor parte de la Tierra, aunque, naturalmente, yo mismo no conozco todas las variedades y especies de plantas que existen en nuestro mundo. Había también unas grandes cúpulas con vegetación en su interior, a manera de invernaderos. Íbamos caminando sobre un empedrado muy sencillo y artís tico, desde donde vi decorativos cursos de agua, que se combinaban con bosquecillos, flores y plantas diversas, que me hacían recordar los jardines japoneses. Desde aquel lugar, Oxmalc me señalaba los diferentes lugares y los distintos ambientes y locales, así como su distribución y utilidad. Al estar mirando hacia arriba, vi pasar distintos tipos de naves. También observé a la gente que pasaba por los puentes; algunos se detuvieron a mirarnos, como si fueran conscientes de la presencia de alguien nuevo. Mi reacción fue entonces levantar el brazo y saludar, algo que fue correspondido de inmediato por un grupo que se había reunido, y al que se le seguían sumando otros. Se nos acercaron entonces unos seres altos, delgados y sin cabello, de tez marrón rojiza, que me hicieron recordar a Mardorx, natural de Xilox. Sus cabezas eran ovaladas, sin orejas visibles, con brazos bastante largos; algunos vestían trajes pegados al cuerpo, escamados algunos y otros lisos de color azul; había también quienes vestían largas túnicas blancas.

Al tenerlos al frente, pude apreciar que la delegación estaba conformada como por unos quince individuos que rodeaban a un menudo anciano de venerable apariencia, quien vestía también una túnica blanca, junto con una mantilla y un sombrero muy singular, parecido al que usan las holandesas, del mismo color que la ropa. Aquel hombre mayor, que aparentaba unos ochenta años terrestres, caminaba con las manos muy juntas. Oxmalc me dijo que se trataba de Joaquín, uno de los Doce Menores de Morlen, y que los otros seres eran los instructores de la comunidad terrestre. Me explicó que el propósito de su presencia allí era preparar a la gente que iba a ser devuelta en los próximos meses a la Tierra para ayudar a la humanidad en su proceso de cambio y transformación. El nombre tan terrestre en seres fuera de nuestro mundo se debe a que muchos están inspirados en seres del cielo, de otros mundos y dimensiones, como, por ejemplo, Miguel, Uriel, Gabriel, etc. Les extendí la mano a todos los seres que se habían acercado para saludarlos, pero no reaccionaron; más bien me observa ron fijamente, sin hacer gestos que delinearan la menor sonrisa o señal de aprobación, lo cual me obligó a bajar mi mano. Todos se veían muy serios, a excepción de Joaquín, que mos traba una expresión afable. De pronto Oxmalc se disculpó y se despidió. También los de Xilox cruzaron sus brazos sobre el pecho y se retiraron. Quedé solo con el maestro Joaquín, quien aprovechó entonces para indicarme que era necesario que mantuviera suma discreción sobre lo que recibiría allí y lo que me dirían debido a que la falta de preparación de la gran mayoría de quienes me podrían escuchar podría distorsionar las informaciones y hacerlos reaccionar negativamente por no entender el significado profundo de lo aportado. Mientras conversaba con Joaquín, se nos acercaron alrededor de una veintena de personas acompañadas de un hombre alto de raza negra, con cabello algo encanecido y rasgos bastante finos. Aquel hombre de apariencia terrestre era Xendor, uno de los cuarenta y nueve guías de la misión, hijo de terrestres nacido en Morlen, y que por su alto nivel de desarrollo, tanto psíquico como espiritual, fue integrado a último minuto en el equipo de guías. La compañía que rodeaba a Xendor estaba conformada por gente de diversas

razas, quienes, al acercarse a mí, me hablaron en varios idiomas, pero, al contestarles en español, todos accedie ron a expresarse así. La gente que se encuentra en la ciudad Confraternidad regis tra diferencias en cuanto a su progreso y evolución, como ocurre en la Tierra, ya que han sido incorporados en distintos momentos históricos, pero la ventaja que encuentran es que hay un proceso acelerado de adaptación y reeducación que los conduce a integrarse y uniformar la preparación. Me vi entonces rodeado de un grupo de seres que se mostraban espontáneos y comunicativos. No pude evitar conmoverme cuando algunas personas me decían: —¡Ánimo, ya falta poco! —¿Poco para qué? —pregunté sin poder ubicar a los autores de aquella frase. —Para la evaluación colectiva antes de la gran transformación —dijo un hombre de unos cincuenta años de apariencia europea, que se adelantó, me cogió con su mano izquierda el cuello y me miró con una paz que me penetró en lo más hondo. —El mundo está convulsionado, ciego y sordo frente a los mensajes —dije yo, algo entristecido. —¡Está tal como había sido anunciado!, pero cada vez hay más bien que mal en el mundo —expresó entusiasmada una joven mujer. —¿Me pueden decir cómo se sienten al estar aquí? Debe ser muy duro, ¿no? —No lo es tanto sabiendo todo lo que conocemos ahora —contestaron en coro dos personas del grupo. —¿Y qué es lo que saben? —Conocemos lo que viene, por qué viene y para qué servirá — refirió con seguridad una señora bastante canosa. —¿Qué es lo que viene? —pregunté, simulando que no sabía a qué se refería.

—Eso lo vas a tener claro por ti mismo y ahora —contestó Xendor. En ese momento, un joven de apariencia y acento sudameri cano me preguntó entusiasmado e ingenuo: —¿Cómo van las cosas por mi Tierra? —Supongo que ustedes sabrán bien cómo van las cosas por nuestros países. Además, me dijeron que hay extraterrestres que viven entre nosotros con una gran cuota de sacrificios, evaluando permanen temente el proceso de la humanidad e informando sobre los cambios positivos y negativos que se producen. —Sí, así es. Interceptamos también todas las transmisiones de las telecomunicaciones y las comunicaciones vía satélite de la Tierra —habló con una gran seguridad un hombre que parecía militar. —Estamos preparándonos para volver —proclamó en coro una pareja de jóvenes. Ante una señal de Xendor, el grupo se despidió deseándome la paz, y nos quedamos solos con Joaquín. —No hay que perder tiempo. No se debe descuidar la preparación y el propósito para el cual has llegado a este lugar. Esa gente que has conocido se está preparando para volver, y empezará a hacerlo a partir de agosto de este año terrestre —dijo Joaquín como hablando para sí mismo, con la cabeza gacha y moviendo rápidamente las manos. —Pero ¿qué mundo encontrarán? —Un mundo en cambio constante mediante el trabajo de muchas personas como ustedes. Cuando ellos lleguen, deberán apoyarse mutuamente. Los que retornan se infiltrarán en el mundo con un estado mental superior, que contribuya a sostener los cambios promovidos y acceder en poco tiempo a medios de comunicación y puestos de poder para ayudar a la liberación de información. —¿Será suficiente nuestro trabajo?

—No, no será suficiente, pero habrá que insistir con el concierto de muchas personas que se van comprometiendo. —¿Y cuántas personas serán necesarias para revertir el orden de las cosas? —La masa crítica necesaria para generar los cambios de conciencia ya había sido anticipada por los pueblos indígenas. Llegado el momento, y dependiendo de la densidad poblacional del tiempo previsto para los cambios, la clave numérica que conocen es la necesaria para crear una alternativa diferente y variar definitivamente el futuro. Serían necesarias no menos de 144.000 personas comprometidas y conscientes, que crean en el cambio y sean ellas mismas generadoras de cambio y transformación. Verás que, si sumas esa cifra, el número 9 está allí contenido, con su significado como cifra de nacimiento y creación. —Pareciera que no fuera mucho hallar 144.000 personas, siendo miles de millones en la Tierra. —No son muchos en relación con la cantidad de seres humanos que hay en la Tierra, pero no creas que es fácil completar ese número con gente constante y consciente, que tenga la convicción de que puede crear lo que se cree. —¡Esa es la primera ley o principio universal del mentalismo! —Ciertamente que lo es, y, para tu consuelo, el futuro ha empezado a variar, y ciertos acontecimientos no se van a cumplir o van a ocurrir de otra manera, aminorados, y serán reorientados en una forma positiva o acelerados, debido a que cada vez hay más gente que va dándose cuenta poco a poco de la necesidad de crear un estado mental colectivo armónico que altere el destino al que la inconsciencia y el egoísmo los han venido conduciendo. —¿Se ha empezado a alterar el futuro? —Sí, en una millonésima de grado, pero lo suficiente como para que ya no necesariamente las cosas ocurran tal cual han sido profetizadas. —He aprendido a través de ustedes que las profecías no han sido dadas para que se cumplan, sino para que no se cumplan. Esto es una gran noticia, y más escucharla de ustedes.

—Tú ya lo habías venido escuchando, y te lo confirmamos: el hombre puede y debe modificar el futuro, sembrando causas nuevas que generen nuevos efectos en la historia y reorienten los acontecimientos. —Ahora voy entendiendo para qué querían que viniera. —Sí, ahora empiezas a saberlo. Y en verdad te digo: no volverás como viniste. Regresarás identificado con el optimismo de quienes desde aquí se están preparando, porque habrás visto cómo han empezado a operarse cambios que no tardarán en evidenciarse, y representarán luces de esperanza. Creemos y confiamos. Ahora son ustedes los que deben confiar en ustedes mismos. Hasta ahora la Confederación ha venido manteniendo o con los Gobiernos de las grandes naciones de la Tierra a través de sus cosmonautas para permeabilizarlas frente al mensaje, haciéndoles la advertencia de un desenlace terrible que puede abatirse de un momento a otro sobre tu mundo. Sé que ya te han hablado de todo esto, pero bien sabes que no es nada fácil combatir al gobierno interno negativo en su terreno y fuera de él, pues hay control psíquico sobre cierto sector de la humanidad que manipu la a quienes ejercen el poder en la política, la economía, la cultura y la religión. —¿Qué va a pasar finalmente? —¡El cambio! ¿No te has dado cuenta todavía? Ya llegó el tiempo para la humanidad y para ustedes como grupo para que den el siguiente paso hacia la juventud responsable. —Pero ¿el cambio del planeta, de la humanidad, de la misión? ¿No me podría explicar más claramente? —El cambio de todo y de todos. Pero ya no hay tiempo. Velo por ti mismo. Síguenos. Joaquín se dio la vuelta y apuró el paso mientras Xendor, que había permanecido silencioso, después de mirarme fijamente, siguió al anciano; yo fui detrás de ellos. El ambiente de la ciudad era de una indescriptible paz, bajo una música muy suave, que inundaba todo con color y luz. Mientras caminábamos pregunté si el retorno a la Tierra era lo que provocaba la ansiedad y excitación que veía en las personas del lugar.

—El retorno más importante y trascendental es el del Cristo Cósmico. Sí, Jesús, aquel que resucitó hace dos mil años, vuelve, y estará en Ganímedes al lado de los Veinticuatro Ancianos, entre los meses de agosto y diciembre de tu tiempo — refirió Joaquín con entusiasmo, pero sin perder la seriedad que había mostrado. —¿Y de dónde vuelve? ¿Dónde estuvo todo este tiempo? —En el centro de la galaxia principal de este grupo local, en Andrómeda. Esta galaxia espiral actúa como punto de gravedad de varias de las galaxias satélite, como la Vía Láctea. Él vuelve de la séptima dimensión del Universo Material — respondió Xendor tras una indicación de Joaquín. —¿Y por qué de allí? —Porque en el centro de las galaxias se abren puertas dimensionales entre los planos físico, mental y espiritual. Son puertas abiertas de arriba hacia abajo, no de abajo hacia arriba; recién con Jesús se produjo la doble conexión. ¡Él en representación de toda la humanidad! —siguió comentando aquel moreno alto de contextura robusta, mientras el anciano maestro asentía con una sonrisa de satisfac ción, que parecía celebrar el conocimiento del discípulo. —¿Y cuál es la razón de su retorno? —Vuelve para evaluar el cambio y la transformación de la humanidad. Su sola presencia sellará una etapa. —Pero, ¿su cuerpo es el mismo con el que resucitó? —Es un cuerpo regenerado y glorificado, que naturalmente no podía ser exactamente como el que tuvo antes; debido a ello hubo problemas posteriores de identificación entre sus discípulos y seguidores. Cuando María Magdalena y los apóstoles vieron al Maestro resucitado, lo vieron en un cuerpo revitalizado, con una aparien cia juvenil. Ellos lo recordaban avejentado por el sufrimiento y el conocimiento que tenía de su futuro martirio. Además, al haber muerto, como bien sabes, el cuerpo astral y el mental inferior también mueren, donde se encuentran la personalidad y el carácter; cuando él resucitó, lo hizo desde su mismo cuerpo, el cual había sido elevado vibratoriamente a la cuarta dimensión, pero vuelve sin astral ni mental inferior, directamente con su mental superior: ¡su real ser!

Llegamos por senderos adoquinados de piedra hasta el extre mo opuesto del cañón, y empezamos a subir por unas pronunciadas rampas hasta uno de los andenes superiores. —¡Hermano! —interrumpió el silencio breve y reflexivo el guía Xendor—, es importante que no desaprovechemos ni un instante en que podamos compartir las enseñanzas que te llevarán a estar en mayor capacidad de resolver situaciones, pero deja que nosotros seamos los que respondamos a las necesidades de información, porque estas son relativas. Hay mucho por saber para los que aún no están preparados, y deben alistarse. Cuánto quisié ramos decirles y darles a conocer, pero, como aún no superan actitudes de impermeabilidad y superficialidad frente a los conocimientos, sería peligroso para ustedes e irresponsable para nosotros comprometerlos si no están listos. Tienen que prepararse a superar y enfrentar sus prejuicios y programaciones previas. Deben evitar distraerse con aquello sin importancia y valorar lo que sí la tiene. También deben desarrollar la capacidad de amar lo que hacen y donde viven mediante el servicio con desprendimiento; solo así sabréis recibir para dar. Deberán entender que a mayor disposición frente al amor mayor comprensión, y como consecuencia aflorará el conoci miento en ustedes, proveniente de su real ser, y entonces recibirán de nosotros y otros mayor información. Es importante que a través de las antenas en la Tierra formulen sus preguntas y descarten aquellas malas recepciones, incompletas y mentalizadas. El vínculo de la comunicación exige mantener una armonía y vibración especiales, que requie ren, a su vez, tener al grupo trabajando, analizando y cuestionando con crítica constructiva. La comunicación los mantendrá unidos y activos; ello también les permitirá verificar nuestra cercanía. Experimentando y arriesgándose al fracaso con objetividad, podréis distinguir cuando la pregunta preparada de antemano no recibe la respuesta idónea y coherente. Nada ganan acumulando mensajes y teniendo antenas recep toras si no hay conciencia real de la responsabilidad de lo que reciben, pues todo aquello que se reciba en perfectas con diciones de preparación está sujeto a ser aplicado. Por ello, les insistimos sobre la necesidad de prepararse para amar, para dar, y no den

sin antes haberse preparado para hacerlo. De otra manera nadie aprovecharía lo recibido y compartido; sería mal interpretado y se desparramaría el conocimiento sin provecho alguno. —¿Cómo podré recordar todo cuanto me dicen? ¿Cómo podré transmitir todo lo que estoy captando y sintiendo cuando regrese a la Tierra? —Queda grabado en tu inconsciente. Cuando regreses habrás de ejercitarte en el retroceso consciente que has apren dido. Además, en tu cabeza, existe un pequeño cristal que fue introducido con tu consentimiento para que seas ubicable, en que se graba mucha información; cuando lo activas, la inspiración que recibes no es más que la conexión directa. —Según la invitación que nos hacen, ¿podrán responder a todas nuestras preguntas? —¿Entenderán todas nuestras respuestas? ¿Estarán preparados para romper todos sus esquemas mentales y cuestionar todo lo que creen y saben? —Podemos intentarlo, pues todo es mejor que la oscuridad; además, cada vez hay más personas dispuestas a una mayor entrega; lo único necesario es saber por dónde caminar, qué ruta seguir, cómo hacerlo y cuándo hacerlo. —El problema de ustedes es que buscan en un orden equivocado. Primero deberían buscar dentro de ustedes mismos a través del o interno, donde encontrarán la esencia de todas las respuestas, y luego fuera de ustedes; allí obtendrán, observando, la forma de todas las respuestas. Así tendrán también elementos de constatación. Y la forma es lo de menos, porque fundamen talmente depende de la intención y actitud en lo que hagan. Hay muchas formas con las que puedes probar hasta encontrar la síntesis que te convenga y acomode, pero no olvides que es más importante la fe y la convicción en el trabajo. —Disculpen mi necesidad, pero ¿cómo puede lograrse el conta cto con nuestro yo superior o el real ser de cada uno? —¿Acaso no lo sabes? —intervino Joaquín sonriendo. Me di cuenta de que estaba insistiendo en vano en algo que yo mismo sabía con el fin de asegurarme de lo evidente. Así que murmu rando dije:

—Quizás siempre lo hemos sabido, pero nos cuesta enfrentarlo porque exige el esfuerzo de la autoobservación diaria y continua. —Exige valor para verse tal cual uno es; significa conocerse, aceptarse, perdonarse, respetarse y querer cambiar; y, para ello, no se necesita mayor ayuda que procurar estar consciente, ser responsable de cada acto, pensamiento e intención, dándonos cuenta de qué estamos viviendo y de que la dinámica del universo es cambio y evolución. —¡Buscamos que nos recuerden a cada rato algo que ya sabemos! —Y se lo recordaremos una y otra vez, pues para ello existen misiones como esta. Para que fuera aprovechando más la caminata, Xendor me narró sintéticamente el proceso de colonización del lugar y las dificultades que tuvieron al principio, así como el objetivo de reunir precisamente allí aquella gente para ser preparada, fuera de la influencia vibracional de nuestro planeta. Mientras ascendíamos veía el rostro de Joaquín, quien permanecía en silencio, y observaba su serenidad aun cuando me dejaba sentir cierta preocupación. Llegamos a un edificio de forma cónica rematado en su parte superior y exterior con una pirámide de cristal. Al cruzar la puerta de ingreso, fuimos recibidos por tres personas de apariencia terrestre, una de las cuales era un hombre, al parecer japonés, de unos cuarenta y ocho años, quien, al hacer una venia, me recordó los modales ancestrales de esas raza y nación orientales. Las otras dos personas eran un matrimonio de apariencia europea, el cual me refirió que llevaban solo doce años en Morlen, y que habían desaparecido en la zona de las Bermudas cuando viajaban en un pequeño yate antes de una tormenta. Ellos me dijeron que estaban al tanto de las vicisitudes que en la Tierra habíamos pasado los del grupo y otras fraterni dades. El señor japonés —por su relato supe que realmente lo era— me contó en un perfecto español, con mucho orgullo y con el ánimo de confraternizar, que él había desaparecido en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Él había sido un oficial que tripulaba un avión Zero. Durante una batalla aérea que diezmó a su escuadrilla, algo pasó con los controles, y seguidamente vio que todo el paisaje aparecía al revés, como si el avión hubiera estado de cabeza. De pronto una nube de color verdoso se le aproximó a gran velocidad y lo arrastró

dentro de ella. Luego se produjo una fuerte sacudida, y no recordó nada más, hasta que se halló en el interior de una nave espacial, donde otras personas de origen terrestre lo tranquili zaron y le explicaron la situación. Luego de haber avanzado, me pidieron que ingresara al local en cuyo interior una luz verdosa cubría la habitación cónica. Una vez dentro, éramos seis personas que nos tomamos de las manos, aunque casi inmediatamente me hicieron ponerme en el centro del círculo formado por ellos, exactamente debajo de la pirámide del techo, que proyectaba sobre mí un haz de luz que inicialmente vi blanco, luego cambió a dorado, siguió con rosado, verde, celeste, y terminó con un violeta brillante. Mientras esto sucedía, Joaquín, con el rostro iluminado y los ojos cerrados en actitud de concentración, sin su habitual gorro, dijo en voz alta: —El que ama la luz ha de vibrar en el quinto de Rahma. El que se entrega al plan del Altísimo conocerá sus designios, interpretará sus mandatos y realizará su existencia. El quinto de Rahma es el tiempo de una humanidad predestinada al cambio y a la redención cósmica mediante la magia, la muerte mística y el nacimiento a un estado de conciencia superior. Su protección será el nivel de conciencia que obtenga y el amor que irradie. Su misión será trabajar responsablemente por la restauración del orden cósmico y la dinámica de la evolución. El que vibre en el quinto de Rahma sabrá que tiene el poder de cambiar el destino de su propia humanidad personal y, a través de ella, influir en el resto de la humanidad. Terminó de hablar el anciano maestro, y la habitación quedó envuelta en un impenetrable silencio, hasta que tomó la palabra Xendor: —El quinto de Rahma es la vibración de ser sol en la Tierra, donde la humanidad es el centro que todo lo potencia; si mantienen la conexión con el universo y se unen poco a poco como una gran familia humana, todo ello actuará como el despertador que irá sonando para que reaccionen quienes aún seguían dormidos para realizar su misión. Son cinco letras, y el cinco es el número de la magia, que representa la capacidad de transformarse y transformar; es el símbolo de la protección con la que se cuenta. La protección está en la definición y el alineamiento en torno a la luz.

Dicho esto nuevamente se hizo silencio. —¡Esta es la quinta humanidad, poderosa e ingenua, joven y bien intencionada! —habló el piloto japonés mientras mantenía los ojos cerrados y esbozaba una sonrisa de genuina alegría. —¡Han nacido los nuevos esenios! —dijo la mujer con visible entusiasmo. —¡Los profetas del nuevo tiempo!, los que se prepararán para ser los depositarios del conocimiento antiguo —afirmó el esposo de aquella mujer. Nuevamente sobrevino el silencio, así como una penumbra de misterio que me estremeció profundamente. De pronto, una nueva luz apareció sobre mí, tímida y gradual, diferente a la anterior, y junto con ella una hermosísima y lejana música que parecía encerrar en su melodía un coro de voces. Me puse a buscar con la mirada el origen de dicha música, y entonces me percaté de que me hallaba comple tamente solo. Al parecer, mis acompañantes se habían marchado aprovechando que me hallaba absorto. Poco a poco, la penumbra fue dejando ver en un extremo de donde me encontraba una especie de soporte de cristal, en el cual se hallaba el mismo libro que observara en el interior de la nave a la que subí el 18 de abril de 1986. Fue en ese momento que escuché la voz de Joaquín decirme: —Acércate, hijo mío, que a través de ti y de todos los que por amor empezaron a morir hoy empieza a cumplirse la misión Humanidad. Acércate al libro y aliméntate de él. Este libro es parte de lo que hay en tu planeta, y especialmente en Sudamérica, en el lugar en que las fuerzas positivas libran una gran batalla contra la oscuridad. Tócalo, que a partir de este momento la misión y los que en ella trabajan quedan consagrados al Profundo y a la Hermandad Blanca. El puente empieza a ser restablecido. Me vi impulsado a tocar cada una de aquellas láminas de metal con una gran reverencia como lo había hecho el año anterior en la nave, mientras en mi pecho sentía un fuego abrasador. Estaba maravillado, y no podía creer que estuviera allí, en aquel momento, viviendo tal experiencia. A través de mis manos, percibí música, impulsos eléctricos y extrañas sensaciones, así como imágenes que se multiplicaban en mi cuerpo y mente a gran velocidad; también sentía un gran calor, presión en la cabeza y muchas

cosas más que se iban produciendo en mi interior. Capté en mi mente que me hablaban, e imágenes acompañaban lo que escuchaba: —Lo que viene es un parto planetario, algo que no estaba previsto en el Plan Cósmico: la posibilidad cada vez más certera de que el tiempo real se integre con el tiempo alternativo, en el que ustedes se encuentran, y se generará un nuevo tiempo, una nueva realidad que afectará a todos, modificándolo todo, pero será para bien. Dentro de poco se iniciará una cuenta regresiva, el periodo definitivo de gestación de la nueva realidad, y ustedes son los artífices de esta magnífica posibilidad. Y, mientras esto sucedía, nuevamente toda la habitación se encendió en luz verde brillante, y, delante de mí, en una pared de cristales, se abrió un pasadizo. Dejé el libro, saturado de información que demoraría mucho en asimilar, y me fui adentrando tímidamente por aquel túnel. Habría avanzado unos diez metros cuando me encontré en una habitación octogonal de cristal, que tenía en el centro dos catafalcos o sarcófagos también de cristal traslúcido, separados unos tres metros uno del otro. En el interior de ellos, se veían los cuerpos perfectamente conservados de dos ancianos de apariencia similar, vestidos con túnicas y mantos blancos. Sus rostros lucían espesas barbas, y estaban enmarcados por largos cabellos blancos, que, sin embargo, no ocultaban una avanzada calvicie. En los pedestales que sostenían las cajas mortuorias (se veía claramente que estaban muertos), había símbolos perfectamente reconocibles, idénticos a aquellos que los guías permanente mente manejan. Escuché nuevamente la voz de Joaquín: —Estos son los dos testigos, Henoc y Elías, aquellos que han venido cumpliendo su labor en otros cuerpos y momentos. —¿Por qué están aquí? —Esos son solo lo que fueron sus vehículos físicos, temporales, envases de cuando fueron extraídos de la Tierra. Son parte de la historia de tu mundo y de la

verdad de un proceso que no ha sido entendido. En aquel instante, en el lado derecho de la habitación, se descorrió una pared de espejos, que dejó al descubierto un salón circular que contenía centenares de esferas del tamaño de un puño adulto, suspendidas en el aire, a una altura de metro y medio, por un haz de luz que salía del suelo debajo de cada esfera. El techo parecía como el de un planetario, pues mostraba la distribución de estrellas, sistemas y galaxias. En las paredes de la habitación, que se fue iluminando poco a poco, apareció una pantalla que daba la vuelta completa al salón, mostrando imágenes de lugares diversos que no eran la Tierra. Después la imagen desapareció, el lugar se oscureció y volvió a aparecer el techo estrellado. Empecé a caminar por en medio de las esferas y pregunté: —¿Cuál es el significado de todo esto? Escuché de pronto una voz que no pude relacionar con la de Joaquín ni con la de Xendor: —¿Qué ves? —El cosmos y muchas esferas suspendidas por columnas de luz. —¡Tú lo has dicho! Todo mantiene el orden cuando se halla suspendido por la luz. El orden fue roto, y la luz habrá de ser restituida. Busquen dentro de ustedes mismos la fuente de la luz, el valor y la fuerza; podréis restituir dicho orden con el amor que os caracteriza. ¡Esa es vuestra misión y destino! —dijo la voz, sin que pueda hallar su procedencia, ni identificarla. —Pero ¿por qué nosotros? ¿Acaso todos los extraterrestres que nos visitan no poseen el mismo o mayor amor que el que la humanidad de la Tierra posee? La pantalla circular que rodeaba la habitación volvió a encenderse, mostrando las imágenes de lo que parecía ser la estratósfera terrestre, e inmediatamente la escena de lo que parecía ser una persecución de un objeto o nave espacial pequeña por parte de otra un poco más grande. —Hay gran violencia en los cielos. Reiteramos que no todos los seres que llegan a tu mundo van con buenas intenciones. Algunos que jamás han negado su simpatía a la disidencia y rebelión de los oriones han tratado de ingresar en el

planeta para ayudar a fugarse a aquellos que permanecen prisioneros en una cuarta dimensión. Una de las formas que procuran para ayudarlos es la fertilización de seres humanos terrícolas. Creando cuerpos híbridos y mestizos, ellos podrían conseguir que reencarnaran aquellos que ejercen el poder siniestro. La Confederación, como bien sabes, ha dispuesto una cuarentena sobre este mundo para evitar la evasión. Los deportados no podían encarnar fácilmente en la Tierra porque el nivel vibratorio era bajo. —Pero..., un momento. En las biografías de aquellos consi derados santos de la Antigüedad por parte de la Iglesia, se habla de que eran acechados por los demonios que querían posesio narse de sus cuerpos. ¿Esto es posible? —Tú lo has dicho. Así es. Han sido pocos los casos y aislados en el tiempo en los que se han producido los intentos de ingreso no autorizado, y en los que no se ha podido controlar que lleguen y traspasen el bloqueo. —O sea que aquellas naves que se han estrellado en nuestro mundo, como la de Nuevo México, y otras habrían sido derriba das por ustedes. —La cuarentena nos exige ser estrictos. Y, cuando no hacen caso de las advertencias, tenemos que actuar. Pronto recibirán más información, que complementará lo que has sentido a través de tu o con el libro. Habrán de vivir experiencias que les harán recordar conocimientos que reposan en vuestro interior, y, finalmente, después, de que los recuerdos y las revelaciones los predispongan, recibirán el libro de la verdadera historia planetaria en esta tercera dimensión, también conocido como El Libro de los de las Vestiduras Blancas. Es un conocimiento más que un objeto, aunque, como ya has visto, existe físicamente. La pantalla que había mostrado hasta hacía poco el estallido del pequeño objeto se apagó. Salí de la habitación como impulsado por una fuerza interna, y me encontré con mis cinco acompañantes. —Entiendo todavía muy poco de todo cuanto se me ha venido transmitiendo, y además veo demasiadas piezas sueltas —declaré con cierto tono de reproche frente a la situación. —Exijan el conocimiento cuando merezcan esa responsabili dad. Prepárense, trabajen con ustedes mismos. Si les dijéramos todo ahora, no solo no lo podrían digerir, sino que sería muy fuerte —habló Joaquín, serio y tajante.

Las personas que allí estaban se fueron despidiendo y arengán dome para que no desfalleciéramos en el esfuerzo. Joaquín tam bién se despidió agitando la mano derecha y moviendo la cabeza hacia los lados y diciendo: —¡Has visto, y ya no eres ciego! Actúa como un guía, guiándote. Amor y paz. Xendor me cogió el brazo y me invitó a seguirlo, bajando por las rampas que descendían hacia la parte más baja del cañón. Seguimos por los pasadizos de la ciudad rumbo al ascensor, el cual nos condujo a la zona de aterrizaje y despegue de las naves, en la parte lateral superior del valle. Durante el camino, Xendor me explicó que lo que faltaba recibirse como historia de la humanidad iba a ser dado muy pronto, para asegurar que no se repetieran los errores del pasado por desconocimiento, pero que esto ocurriría cuando se produjera el o físico con la Hermandad Blanca de la Tierra y cuando hubiesen sido eslabo nados y conectados aquellos 144 y 24, que trabajarían en el conocimiento por recibirse. Me dijo también que no debíamos preocuparnos del cumplimiento de los detalles que no fueran de nuestra responsabilidad, sino solo de aquello de lo que de nosotros dependía, haciendo eco de consejos anteriores. Llegamos a la zona inicial, en la llanura desértica, a través del mismo ascensor. A la distancia, se veían entre resplandores tres naves en forma de campana, con luces intermitentes en sus bases y poderosos faros naranjas y verdes en la parte superior de unas cápsulas que lucían ventanillas azuladas. Fuimos caminando hacia allí, cuando del interior de una de estas naves se abrió una escotilla a la altura de las ventanillas. De la compuerta asomó un ser de apariencia venusiana, de rostro triangular, con el brazo en alto. Xendor se detuvo, giró sobre sí, me tomó por los hombros, trató de agacharse para acortar la diferencia de altura y, mirándome fijamente a los ojos, me dijo: —¡Tell-Elam!, diles a todos que los amamos y confia mos en ellos y en la esencia divina que yace en cada uno. Que tengan valor frente al cambio. Estas naves vuel ven a la colonia de Venus, son de Romelta. Harán escala para dejarte en la Tierra; si no, tendrías que quedarte varios meses aquí con nosotros hasta que coincidiera con otro viaje de cambio de tripulaciones. Recuerda a la gente con la que trabajas y a las personas a quienes llegas con tus palabras y sentimientos que todos pedimos estar en esta época tan trascendental y en este trabajo.

Hemos sido bendecidos con la conciencia; debemos actuar en concordancia con lo que sentimos y con lo que sabemos. Cada día se sabrá más de acuerdo con la responsabilidad asumida. ¡Amor y paz! —¡Amor y paz! —le contesté a este gigante, que me dio un sentido abrazo a desigual altura. Luego se alejó. En el cielo, asomó una espectacular nave en forma de un enorme cilindro, todo él iluminado por centenares de luces azules. Me acerqué a los aparatos que se hallaban sobre la explanada. Me salieron al encuentro tres seres de apariencia venusiana, dos de los cuales parecían mujeres, de alrededor de 1,70 m, con cabello brillante y rubio, y ojos extremadamente claros. El varón tenía el cabello color cano platinado e igualmente largo. Él me pidió que los acompañara por una rampa que se extendía hasta la pequeña puerta de la nave. Luego entré en una estrecha habitación circular rodeada de pantallas. Había asientos dis puestos al lado de mostradores o escritorios. En el centro, había un desnivel o piso hundido, también circular, que comunicaba con otra habitación más abajo. Una compuerta se abrió frente a nosotros, dejando al descubierto un espacio más reducido aún. Fuimos hasta allí, caminando alrededor de lo que parecía el salón de mandos. Por la puerta descorrida, pude ver que había apoyados en la pared y paralelos al piso unos tres cilindros transparentes un poco más grandes que el largo y ancho de un hombre normal. El guía varón abrió una de estas cápsulas, que había estado cerrada por un sello de bronce de unos quince centímetros de ancho. Fue en aquel momento que este ser se identificó con el nombre de Oniac. Me pidió que le diera el traje que llevaba puesto y que me acostara en el interior del cilindro. Ya sin mayor pena, me desnudé y me acosté dentro de la cápsula, la cual cerró presuroso después de mirarme y decirme mentalmente que estuviese tranquilo y me relajara. Me encontré en breves segundos flotando ingrávido en aquel recipiente. Me sentí bastante extraño mientras pensaba y hacía un recuento de todo lo que habían significado aquellas intensas horas vividas. Al cabo de un rato, la presencia de una pequeña esferita amarilla anaranjada que salió de la pared y empezó a recorrer por fuera del cilindro toda la longitud de mi cuerpo me produjo un incontenible sueño. No sentí más nada hasta que despedí la nave a la distancia y a pleno sol, en medio del desierto de Chilca, al sur de Lima, en el Perú.

Los días siguientes serían muy duros para mí, tratando de asimilar aquella experiencia. Quería profundizar en su contenido y retener conscientemente cuanto había vivido, pero no era fácil. Marinita me ayu dó a superar el choque que significaba conciliar realidades tan brutalmente distintas como la cotidiana y doméstica con semejante experiencia. Ella, como siempre, fue la fuerza que me permitió, mediante el diálogo y el interés respetuoso y compro metido con la verdad, descubrir el significado profundo del despliegue realizado, pudiendo al final de aquel análisis llegar a identificarme más con el rol que me correspondía en el proceso de la misión que teníamos entre manos.

1En 1988, se cumplieron cuarenta y cinco años del proyecto Filadelfia, y, con motivo de una rueda de prensa, los periodistas más inquisitivos consiguieron que el presidente Ronald Reagan confesara que este experimento había sido real. Como se recordará, por las múltiples informaciones filtradas, este proyecto consistió en la creación de campos magnéticos envolventes en un barco de la armada norteamericana recién salido de los astilleros, llamado el destructor U. S. Elrich. En el año de 1943, se instalaron dos potentes generadores, uno en la proa y otra en la popa de la embarcación, que fueron activados para crear un camuflaje perfecto que hiciera desaparecer el barco no solo a la vista y paciencia de los demás navíos de la Marina, sino también hacerlo esfumarse de las pantallas de radar. El proyecto tuvo un éxito inicial que superó las expectativas, pero, cuando el barco volvió a aparecer, los cuerpos de algunos tripulantes habían sido quemados por radiación, mientras que otros seguían apareciendo y desapareciendo intermitentemente, hasta volverse locos. A ningún tripulante se le permitió retornar a sus hogares, y, a pesar de lo terrible de los acontecimientos, el Gobierno norteamericano continuó investigando y experimentando con los pasos dimensionales.

CAPÍTULO 9 CRÓNICA DE UN AVISTAMIENTO ANUNCIADO

“Se dice que algo es científico cuando se puede reproducir, esto es, cuando puede repetirse las veces que sea necesario para verificarse”.

La noche había llegado sobre la tibia ciudad de Santiago de los Caballeros, segunda en importancia después de Santo Domingo, en la exótica y paradisiaca isla caribeña de Quisqueya, o La Española; una isla de doradas playas, así como de verdes bosques tropicales, dividida en dos naciones estrechamente unidas por la geografía, y, sin embargo, tan diferentes en sus raíces ancestrales, culturales, lingüísticas y perspectivas futuras. En el extremo occidental, está Haití, país de habla sa, sumido en un caos perenne, en un círculo vicioso de esclavitud, dictaduras, pobreza, miseria, violencia y vudú; opuesto por completo a la progresista sociedad del lado oriental, de habla hispana, ejemplo de cultura e intelectualidad en la región. La República Dominicana carga con el costo social de la masiva inmigración de haitianos a su territorio en busca de mejores condiciones de vida. Es lamentable la condición y apariencia de aquellos vecinos de color “prieto”, como dicen los dominicanos, cuyos ojos desorbitados saltan de pronunciadas cuencas en rostros cadavéricos y cuerpos famélicos. Diariamente burlan la frontera cientos de ellos, escondidos y apiñados en camiones de carga, enfrentando el riesgo que supone ser maltratados y retornados a su país, o trabajar por salarios de miseria en los ingenios azucareros, donde la agresión es el mal menor que deben enfrentar. La injusticia es, en este sentido, combatida por muchos verdaderos paladines del periodismo dominicano, pero la ambición y los intereses creados, como en todas las sociedades, son las trabas más difíciles de superar. En el ambiente, se puede percibir la carga de vibración negativa que arrastra el intercambio cultural debido a que el aporte en cuanto a santos, hechicería y magia negra es fuerte, y poco a poco va intoxicando la cultura espiritual de la cuna del descubri miento del Nuevo Mundo.

Iban llegando los del grupo de o de la localidad a la casa de la familia Acevedo, matrimonio ejemplar que durante largos años venía llevando sobre sus espaldas el peso de la responsabilidad en la orientación de aquellos interesados en el mensaje de los hermanos mayores, contando con la colaboración amorosa y desinteresada de varias personas constantes y maduras en el camino espiritual. Hombres y mujeres iban congregándose, y de inmediato eran recibidos con mucho cariño por los anfitriones, quienes, aprove chando la confianza existente, los hacían pasar al patio trasero, donde debajo de una pérgola se amontonaban las sillas de mimbre, que serían ordenadas en círculo para cuando se iniciaran los trabajos. El patio era el lugar más fresco y cómodo, rodeado de limoneros y plantas diversas; allí se dirigían todos los asistentes, repitiendo la escena de las reuniones semanales en los cerros de Gurabo, colina que domina un amplio sector de la ciudad. Pero aquella era una cita especial, en la que me reencontraría después de algún tiempo con todo el grupo, que había estado aguardando ansioso las informaciones actualizadas del proceso del o a nivel mundial. Esa noche todos los presentes, unas treinta personas, aguardábamos intuitivamente la recepción de un importante mensaje por parte de los guías. Aquel año de 1988 había sido el de mayor difusión a nivel mun-dial, durante el cual visité más de veinte países y sesenta ciudades, y di más de un centenar de conferen cias, además de entrevistas y reportajes diversos. Entre lo mucho que me sucedió, ocurrió que, en el mes de noviembre, la actriz norteamericana Shirley Maclaine me invitó a almorzar a su departamento en Manhattan para compartir nuestras experiencias de o. Nuestra conversación se prolongó por más de seis horas, durante las que pude apreciar la calidad de persona de esta actriz, quien realmente es una sincera buscadora de la verdad y lo espiritual, destacada no solo por su calidad profesional, sino también por su sencillez y sensibilidad. Tanta actividad de difusión y el conocer esta clase de celebridades nos llevó a permanentes diálogos con los hermanos de diferentes grupos sobre la necesidad de canalizar la inquietud cada vez más creciente por parte de los periodistas que habitualmente nos entrevistan de que se pudiese organizar una nueva salida programada, en la que los periodistas asistieran como testigos objetivos de cara al mundo de la vigencia del o, así como ocurriera en septiembre de 1974

y en 1975 con Juan José Benítez. Había, pues, una gran expectativa entre los grupos para que algo se diese, y así llegó, como luz en la oscuridad, la oportunidad de consultar si podíamos organizar la quinta demostración y prueba frente al periodismo internacional. Yo mismo no estaba seguro de si era eso lo que necesitábamos, pero lo cierto es que habíamos avanzado demasiado en poco tiempo, y se habían dicho muchas cosas muy serias, que requerían de un apoyo contundente. En cuatro oportunidades, la prensa había verificado la auten ticidad y coherencia del mensaje y del o. Después del avistamiento que presenció Juan José Benítez en 1974, regresó nuevamente al año siguiente con Fernando Mújica, fotógrafo de la agencia EFE, y ambos periodistas participaron de otra salida programada, pero esta vez a una playa al norte de Lima llamada Ventanilla. Allí los hombres de prensa observaron las evoluciones de varios objetos, que llevarían a Benítez a escribir su libro Cien mil kilómetros tras los ovnis. En 1977, invitamos a periodistas peruanos, pero al final solo la señora Carmen Sarria, del diario local Última Hora, nos acompañó a Cieneguilla, lugar al pie de la cordillera, y fue protagonista de otro avistamiento. En 1985, quisimos actualizar el mensaje y darlo a conocer con fuerza nuevamente en el medio peruano, aprovechando que algunos canales de televisión se interesaron en hacernos reporta jes. Fuimos entrevistados entonces en los programas Panorama, del Canal 5, y La Semana, del Canal 9. El Canal 5 no aceptó la invitación que le hicimos posteriormente para un encuentro programado según un mensaje recibido, pues pensaban que queríamos un nuevo reportaje para publicitarnos; mientras que Canal 9 sí se entusiasmó desde el primer momento, pero el día que los esperábamos nos llamó por teléfono Patsy Adolph, reportera del programa La Semana, para disculparse porque, según ella, el camarógrafo se había enfermado y la gerencia tampoco había dado autorización para que se efectuara el reportaje, así que ella esperaba que más bien se pudiera concretar en otra ocasión. Aquella cuarta oportunidad se frustró, confirmándose aquel pasaje bíblico que dice que nadie es profeta en su propia tierra. Luego de la presentación de todos los asistentes, en un ambiente de sana alegría y entusiasmo, asumimos todos la actitud de interiorización y sensibilidad mediante respiraciones profundas, envolviéndonos en la consabida cúpula

mental de luz. Luego nos relajamos y nos concentramos. La luz del ambiente había sido apagada, mientras seguíamos el proceso que nos llevaría al nivel de receptividad necesario para propiciar el o. Enton ces el silencio envolvió al grupo, que ya se encontraba vibrando al unísono, conscientes todos de la responsabilidad que una recepción implica. Se vivía intensamente el trabajo que se estaba realizando aquella noche cuando de pronto siete personas nos vimos impulsadas a poner por escrito aquello que fluía en nuestras mentes. Los mensajes captados se complementaban y decían:

Comunicación 21.02.89 Sí, Oxalc, con amor entre vosotros y con vosotros. El o y su mensaje os reúne a integrarse en conciencia y en fuerza espiritual. Las capacidades del ser humano, inexploradas mayormente, podrían permitirles unir universos y cerrar puertas dimensionales naturales que actúan como trampas energéticas. Vuestra voluntad es tan importante para el nuevo tiempo que será ella la que permitirá la supervivencia de la humanidad y de vuestro mundo. Una voluntad es como la estalactita (concreción pendiente del techo de una caverna, formada por infiltraciones que contienen sales calcáreas y silíceas) de la caverna que se va formando en mucho tiempo con base en la constancia, y llega hasta actuar como columna de grandes bóve das. La voluntad es la piedra angular del triunfo espiritual. Además, es la fuerza creadora del universo. La voluntad en el hombre se va amplificando enormemente por el amor, el cual contiene el poder transformador de toda estructura, aun la más dura. El grupo de o está alcanzando poco a poco su madurez, por lo cual se requiere que, manteniendo su preparación, escuchen el consejo que les damos y salgan de tanto en tanto en pequeños grupos para trabajar en el campo, y faciliten así el encuentro con nosotros a diferentes niveles de experiencia. La difusión del mensaje debe continuar de una forma parti cipativa y activa por parte de todos, pero de tal manera que se haga controlando sus proyecciones.

Hay decisiones que deben asumir sin esperar mayor pronunciamiento por parte nuestra, pues estas os traerán mayor avance. Este año bien saben que se tiene dispuesto que se establezca a diversos niveles, incluso el físico, el o con la Hermandad Blanca de la Tierra, para lo cual se realizarán viajes orientados hacia ello. Todo viaje por misión tendrá una clara connotación simbólica, que procurará activar aún más vuestra capacidad interpretadora y el uso de los cristales. Estén atentos a los activadores numéricos y a otros vinculados a las circunstancias que rodean ciertos acontecimientos, los cuales van sirviendo a las jerarquías espirituales para haceros despertar más y más. Se viajará a Egipto y al Paititi (selva amazónica, donde hay retiros de la Hermandad Blanca). Se realizará un segundo viaje antes de que el año termine fuera de la Tierra, con la finalidad de conocer nuestros mundos; pero cuidado con el acecho de las fuerzas oscuras y negativas en este plano, que tratarán de impedir que asumáis las condiciones de equilibrio para mantener la preparación. Agosto será tan importante como lo será marzo este año, pero no menor importancia tendrán mayo y junio, así como octubre, noviembre y diciembre en el mundo. En marzo asistirán invitados los periodistas para que el día 24 los compenetréis con el mensaje, y el 25 por la noche, muy tarde, y luego al día siguiente, el 26, verifiquen por ellos mismos nuestro respaldo y presencia. Esto busca alentar en el mundo una voz de verdad y alerta. El avistamiento será lo suficientemente contundente como para que sepan que el o estaba previsto y es parte de un plan mayor. Confíen con humildad y sencillez, que el Plan se manifiesta tal cual debe concretarse. Con amor. Los amamos siempre, Oxalc

Al leerse los comunicados, la sorpresa fue unánime. Nuestro pedido había sido aceptado y, a la vez, nos aclaraban que lo estaban esperando, porque tendría un significado más profundo de lo que nosotros suponíamos. Los guías indicaban

que 1989 sería el año en que podría cumplirse con un objetivo que aún no había sido crista lizado en el interior de los grupos de o: el encuentro con la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores (guardianes del conocimiento antiguo) a un nivel físico. Este o con el gobierno interno positivo del planeta debió de haberse producido en agosto de 1975. Al no haberse efectuado los viajes recomendados en su momento, se intentaron en 1976, pero sin mayores resultados, y recién se pudieron concretar en 1981, pero con éxito relativo. Durante mi corta estadía en la República Dominicana, nos comprometimos a guardar con suma discreción el contenido del mensaje, el cual no se reprodujo ni repartió a nadie, y se conservó de una forma reservada hasta que tuviéramos elementos de corroboración de que su contenido era cierto, pues encerraba afirmaciones que podrían, en el caso de actuar con vehemencia, exponernos a un fracaso, echando a perder quince años de grandes esfuerzos y creando el desconcierto gene ral en el caso de que nada ocurriese. No era de ninguna manera falta de fe, sino más bien prudencia. Por muy seguro que pudiese estar de las recepciones de aquella noche, la responsabilidad me obligaba a actuar con cautela hasta que estuviésemos comple tamente seguros. De República Dominicana continué el viaje a Nueva York, donde dicté conferencias sobre el mensaje extra terrestre. A una de ellas asistieron muchos de nuestros grupos de o, y, mientras iba saludando a las personas que se arremolinaban en la puerta que separaba el frío de la calle de la acogedora calefacción del local, un miembro de los grupos de Manhattan me llamó aparte para confesarme algo que lo tenía nervioso e intranquilo. Era Diego Betancourt, quien me dijo en aquella ocasión: —¡Sixto!, sabrás que he seguido recibiendo mensajes, y en uno de los últimos los guías me dijeron que debía colaborar contigo, pues tienes que realizar un importante viaje para la misión. Me han precisado que el viaje es a Egipto. He ido a la agencia de viajes y te he adquirido un tique. Quizás te parezca una locura, pero lo hice porque lo percibí muy claro en mi interior, con una seguridad pocas veces sentida. Te aseguro que esto no perjudica mi economía. Si piensas que es una locura y que no tiene sentido, lo podemos cancelar. —No es una locura —le dije—. Es una confirmación extraordinaria. ¡Tu mensaje es verdadero! Tengo una comunicación que acabamos de recibir en República Dominicana que confirma lo que tú estas diciendo. Es más, esta es la

señal que esperaba para saber que la cita en el desierto para el mes de marzo es cierta, y será todo un éxito. Durante los días que pasé en Nueva York y New Jersey, recibí una llamada telefónica de España, que interrumpió el vertiginoso ritmo de los últimos días, dedicados a la difusión y a concretar las invitaciones de diversos periodistas. La llamada procedía de Barcelona, y me la hacía Joaquín Goyenechea, abogado él y gran amigo, que deseaba informarse de mi situación personal. Al contarle de la próxima salida con los periodistas, me contestó, con su reconocida profundidad y agudeza, que invita a reflexionar, si había sopesado qué ocurriría si nada pasaba y al final todo resultaba ser un gran mentalismo. Le respondí que lo había meditado, y que era consciente de la responsabilidad que esto suponía, ya que se exponía el trabajo de muchos años, pero que estaba seguro de que venía dado por los guías. Le aseguré que tenía la confirmación necesaria y que debíamos confiar, por lo cual él me tributó nueva mente su voto de apoyo y confianza, y nos ayudó a invitar a periodistas españoles a lo que sería una nueva salida con la prensa a un o programado para avistamientos. De Nueva York continué hacia Miami, donde siguieron las conferencias en importantes locales. Brindé también entrevistas en canales de televisión e importantes programas de radio. Con semejante difusión, anuncié una y otra vez el o que se tendría con la prensa de testigo. De Miami partí a San Francisco, donde dimos una confe rencia con el apoyo del grupo de la localidad en la importante Universidad John F. Kennedy, de Oakland, donde fuimos acogidos con gran interés por bastantes personas conocedoras del tema. Regresé a Lima luego de pasar unos breves días en Tijuana, donde dimos una serie de conferencias muy concurridas. En la capital del Perú, nos preparamos para aguardar la llegada de los periodistas invitados para la realización de la experiencia, que debería llevarnos al desierto de Chilca los días 25 y 26 de marzo, en Semana Santa, para la confirmación definitiva de que el o estaba más vigente que nunca y que el mensaje del cambio es real y una seria alternativa para la humanidad. A mi retorno, Marinita no pudo ocultar su preocupación por el significado de los acontecimientos y las consecuencias, positivas como negativas, que podrían

traer, por lo que me insistió que fuera estricto y selectivo con los participantes, para garantizar así el buen resultado del o. Ella, según me confió, se hallaba sorprendida de que los guías hubieran accedido a semejante invitación, pues consideraba que no estábamos prepa rados como para enfrentar las consecuencias de una avalancha de fama y popularidad de semejante magnitud, que atraería a demasiada gente; también se angustiaba al pensar que no fuera a ocurrir nada y todo el trabajo de años se perdiera. Internamente, comprendía su preocupación, pero también sabía que la invitación era cierta y que todo se daría. Además, sabía que los guías habían sopesado las consecuencias, por lo que todo ocurriría según un orden superior, siempre y cuando nosotros no estorbáramos el correcto desenvolvimiento y disciplina que un acontecimiento de esta naturaleza requería. De todas maneras, no he de negar que en algún momento me sobrevino la duda y el temor a fallar y equivocarme, pero tenía que confiar en mi esfuerzo y en el propósito fundamental, así como en los hermanos mayores. Fue gratificante a la vez que un gran aliciente ver llegar a los periodistas de diversos países y medios de difusión en nutridos grupos, y también con ellos a muchas delegaciones de de nuestros grupos de o deseosos de compartir y participar de las verificaciones que harían los hombres de prensa del o convocado. Nos sorprendió constatar la aceptación y acogida que entre los medios de difusión tuvo nuestro llamado, lo cual significaba un reconocimiento tácito a la seriedad y trayectoria con la que habíamos venido llevando la misión durante quince años de difusión del mensaje. El día 24 de marzo nos reunimos con todos los periodistas y visitantes, para compenetrar a los asistentes con el mensaje, darles una copia de él y explicarles las motivaciones que nos llevaron a hacer la invitación, todo según lo que pedía la comunicación de los guías. Se explicó en aquella oportunidad y de forma breve cómo se habían iniciado los os y lo que los extraterrestres busca ban en nuestro mundo, complementándose esto con la lectura de los mensajes recibidos en febrero. Después se realizó la sesión de preguntas. A continuación hicimos varias recomendacio nes con respecto a la alimentación aconsejable durante los dos

días en el desierto y sugerimos también que se evitara el consumo de cualquier sustancia nociva para el organismo, como tabaco y alcohol. La reunión fue dinámica, en un principio confe rencia motivadora y luego mesa redonda con preguntas y respuestas. Se percibía en el ambiente un gran nerviosismo e inquietud. Se comunicó a todos que al día siguiente, 25 de marzo, se saldría del hostal Óscar, en Miraflores, que estaba abarrotado de gente de los grupos, mientras que el Sheraton se había convertido en una especie de cuartel general para los medios de comunicación. Dos autobuses contratados se encargarían de llevar a todos los participantes hasta el mismo lugar de los acontecimientos. La hora de la partida sería a las 10 a. m. Se informó también sobre la necesidad de hacer una bolsa común para cubrir los gastos de movilidad y de alimentos, lo cual fue aceptado por la mayoría, aunque no faltaron quienes no mantuvieron el mismo nivel de comprensión y buena voluntad. Hasta aquí todo parecía andar sobre ruedas, pero el supuesto orden reinante era solo aparente. Debo confesar que por exceso de confianza tuvimos problemas en el control de la asistencia para participar en la salida, fallas que posteriormente resultarían perjudiciales para el buen desarrollo de la experiencia. Otro error que pudo haberse evitado fue no contar con un mayor volumen de mensajes complementa rios que sirvieran para un mayor esclarecimiento de los detalles relativos al trabajo por efectuarse en el lugar, el número de los asistentes, las condiciones de los participantes y el desarrollo de los acontecimientos. Los guías, mediante continuos mensajes telepáticos y hasta en sueños, le habían indicado a Marinita que me insistiera acerca del cuidado que se debía tener sobre la idoneidad de los que irían a la salida. Sin embargo, mi vehemencia no me hizo atender las advertencias. Se me había indicado que solo deberían asistir aquellos reporteros que nos hubiesen entrevistado alguna vez, ya que los extraterrestres, a través de nuestra memoria, perciben la imagen y características de las personas, y pueden así evaluar las. Otra recomendación desatendida fue que la asistencia fuera la mínima e indispensable, ya que así la participación de pocos de los grupos podría aportar a la armonía y unidad requeridas. Al final, quedamos asustados por la avalancha de participantes del extranjero llegados a último minuto, sin habernos avisado previamente su deseo de asistir. Igual ocurrió con algunos periodistas invitados de manera improvisada por terceras perso nas. La expectativa de grandes vivencias ocasionó que muchos viniesen acompañados de familiares y amigos. Se trastocaron las cosas y se

perdió la seriedad del acontecimiento, acercándo nos peligrosamente a un show. Una vez más, por la falta de disciplina o por un amor malentendido, manifestado en la incapacidad de decir no o poner límites, se cometieron arbitrarie dades que causaron perjuicios a la actividad, aunque felizmente no impidie ron que esta se cumpliese. Los inconvenientes de último minuto nos desarmonizaron, pues había personas que insistían para que la gente no invitada asistiera, llegando a meterse estos últimos en los autobuses, a pesar de que se les había negado una y otra vez su participación. El forcejeo fue tan deprimente y vergonzoso que al final no insistí para no desarmonizarnos más. Reconozco que, presionado por personas amigas, me faltó carácter para imponerme en ese momento con la fuerza y la disciplina necesarias. Fueron en total cuarenta periodistas los que salieron hacia el desierto el día 25 de marzo. Llegamos al cabo de dos horas al lugar donde se instalaría el campamento, en lo alto de una quebrada lateral a las faldas de unas colinas. La ubicación del sitio se había mantenido en estricta reserva para evitar la presencia de curiosos en la zona. Llegados al lugar de la cita, descendieron de los buses todos sus ocupantes. Los periodistas y camarógrafos se instalaron inmediatamente para inspeccionar el terreno, y subieron a las cimas de las lomas que rodeaban la cañada en busca de la mejor perspectiva para sus tomas, mientras que el resto de la expe dición se dedicaba a montar sus tiendas de campaña. Nos habíamos hecho presentes en el lugar ciento veinte personas, largamente por encima de la expectativa inicial de asistencia, calculada en unas cuarenta. Se veía desde el principio que sería muy difícil mantener la armonía y equilibrio con la presencia de dos grupos diferentes entre sí: uno mirando hacia afuera y otro hacia adentro. Mucha gente se sintió incómoda desde el primer momento de la realización de los trabajos, porque los periodistas no dejaban de mantener un estrecho seguimiento con sus cámaras sobre cuanto realizábamos, para luego comentarlo entre ellos, algunos con descarada burla.

Las cámaras y micrófonos eran colocados delante de nuestras narices, grabando y filmando hasta nuestra respiración. Llamó especialmente la atención de los periodistas las man tralizaciones, que consistían en la repetición continuada de ciertas palabras que procuran la armonía y tranquilidad frente a las expectativas y al nerviosismo reinante. Esto, naturalmente, confundió a más de uno, que creyó ver en ello una suerte de práctica ritual o religiosa, opinión fruto de la ignorancia y del prejuicio. Durante la tarde y luego en buena parte de la noche, el trabajo continuó, combinándolo con meditaciones y concentraciones, ejercicios habituales en nuestras salidas. Personalmente, sentí durante los ejercicios un gran calor y energía desbordante que me envolvía; sentí como si cientos de personas estuviesen conectadas conmigo, protegiéndome y apoyándome a todo ni vel. Entre ellas, muy especialmente percibía a Marinita. Cierta mente, fue algo extraño y muy nítido, como nunca antes. Era algo que no me permitía bajar la guardia, y gracias a lo cual en el momento de la verdad no llegué a sentirme derrotado ni falto de valor para enfrentar la situación. Alrededor de las 7:00 p. m., Jorge Rey, de los grupos de Nueva York, invitó a dar una caminata a Elisa Archer y Francisco Quesada, de El Salvador; Julián Sánchez, de Nueva York; Roser Castellvi, de España; y a Julio Anaya, del Perú. Estaba completamente oscuro y nublado cuando el pequeño grupo de los caminantes encendió sus lámparas de mano, mientras avanza ba por el desierto y se alejaba del campamento. Todos venían sintiendo una sensación extraña, algo que los impulsaba a aventurarse más y más entre las colinas; percibían como un llamado que se explicaría por sí solo y en su momento. Empezaron a divisar sobre los cerros una peculiar luminosi dad, que transformaba el paisaje penumbroso. Entonces, de entre las nubes salieron enormes relámpagos o fogonazos color plata que iluminaron por escasos segundos el suelo, a los que siguieron unos resplandores más pequeños producidos a intervalos regulares, queriendo indicar una dirección. Así lo interpretó el grupo, que se vio motivado de inmediato a seguir el rumbo de la luminosidad dentro de las pequeñas quebradas laterales. A medida que seguían avanzando, sentían que sus cuerpos se iban tornando livianos y perdían de repente la conciencia del espacio-tiempo. Sin que mediase acuerdo previo, todos se vieron impulsados a apagar sus linternas al encontrarse frente a una especie de pista fosforescente. No se veía la posible fuente de iluminación, pero algo los invitó a recorrer el camino que se abría a la vista. Mientras los seis exploradores

se encontraban allí, observaron la formación a un lado de una cúpula de extraordi naria belleza y grandes dimensiones, color blanco brillante, a la vez que sentían una fuerte presión sobre la cabeza y el pecho. La sensación colectiva era que caminar por aquella pista se había hecho extremadamente fácil, especialmente si tenemos en cuenta que hasta antes de entrar en ella el terreno de dicha zona era bastante accidentado y pedregoso. Algunos confesarían después que sentían que flotaban en vez de caminar. Cuando la experiencia terminó, todos descubrieron que se hallaban en la cima de un cerro de regular altura, y ninguno de los participantes pudo explicar cómo habían llegado hasta allí, ya que nadie percibió que se estuviese subiendo una cuesta, sino que, aparentemente, la caminata se desarrolló permanente mente en un terreno plano. Otro detalle interesante fue que todos estimaron que la caminata había durado pocos minutos, y, sin embargo, el retorno al punto de partida les llevó más de media hora. La mencionada experiencia quedó profundamente grabada en el interior de todos los participantes, y, a la hora de confrontar las vivencias, no faltó quien revelara haber visto dentro del apa rente Xendra la proyección de un ser muy alto con una luz más intensa, pero no deslumbrante, que desprendía de su cuerpo. Sus ojos eran rasgados, de mirada fija, y de su pecho emanaba una luz rosada. De regreso al campamento, el grupo se puso en o conmigo, y quedamos de mutuo acuerdo comprometidos para no contar lo vivido hasta que se corroborara el avistamiento anunciado. Hasta muy altas horas de la noche, los grupos se mantenían firmes en el trabajo continuado, combinándose las prácticas de concentración y visualizaciones. También se aprovechó para realizar conversaciones que nos permitieron improvisar una interesante mesa redonda internacional sobre temas variados e importantes. La tensión crecía a pesar de los esfuerzos denodados y las prácticas diversas. Yo mismo recordaba lo difícil de los últimos días previos a la salida y las horas anteriores, durante las que había sido presa de la inseguridad y la duda. A veces prefería no pensar, pero entonces venían los periodistas a cuestionarme una y otra vez sobre qué ocurriría si nada pasaba. Se producían entonces en mi mente los cuestionamientos responsables y sabios de Marinita y Joaquín, de España, cuando me habían consultado acerca del porqué de dicho encuentro, de por qué arries garlo todo en una salida y sus posibles consecuencias negativas. La responsabilidad me angustiaba, aunque una fuerza inte rior me decía que

confiara; además, el contenido de los mensajes era ese: ¡confianza! Llegamos a la medianoche sin que ocurriese nada contundente, y sobrevino el desaliento en todos. En mí, la desesperación e impaciencia me hacían revelarme. Me sentía de pronto solo y abandonado, lanzado al matadero inútilmente. Veía que había complicado innecesariamente mi existencia y expuesto en una noche todo el trabajo realizado en quince años. ¿Y para qué? ¿Quizás solo para satisfacer mi propio ego? Todo esto hervía en mi mente, que bullía confundida. Aquella madrugada del día 26 imploré a Dios mismo que no permitiera que se defraudara a tanta gente, aun cuando mis errores y los del grupo hubiesen perjudicado la seriedad de la salida. Sobre las tres de la mañana, justo a la entrada del valle donde nos encontrábamos, se empezó a formar un extraño resplandor, que fue subiendo su intensidad en forma de abanico, y que vibraba, es decir, cambiaba de intensidad, como si palpitara. Primero lo vimos brotar del suelo, pero inmediatamente se dio su contrapartida en el cielo, sobre ese mismo lugar. Al iniciarse el fenómeno, se produjo una verdadera desbandada. Los gritos eran: “Ya están aquí!”, “Traigan las cámaras”, “Pásame las luces”, y las carreras de los periodistas de un lado a otro rompieron la paz y el sosiego del desierto. Inicialmente pensé que se trataba de un coche de algún extraviado nocturno o curioso inoportuno, y así se lo manifesté a quienes estaban a mi lado en aquel momento, pero después verificamos que no fueron faros de automóvil. De inme diato, junto con unos periodistas que aún se mantenían despiertos y ya estaban al tanto de las manifestaciones, formamos una improvi sada comisión para acercarnos al lugar. Algunas personas se encontraron en ese momento con la sorpresa muy extraña de que sus cámaras no funcionaban. Algo había descargado sus baterías, y no pudieron registrar el fenómeno, que había pasado de ser una extraña luminosidad a una luz consolidada del doble del tamaño de un coche, como a unos mil metros del campamento. La luz fue cambiando de formas, siempre en abanico, hasta que se fundió nuevamente en un gran fulgor, que luego fue desapare ciendo gradualmente durante unos cinco minutos. La luz se apagó y llegamos al sitio preciso escasos minutos después debido a lo acciden tado del terreno, donde no encontramos rastro alguno.

La naturaleza de la luz observada quedó en un completo misterio, y se confundieron sus últimos rezagos con la oscuridad de la noche. Pero la nave no apareció aún. A las 6:00 a. m. se realizó la que se creía sería “la última entrevista a Sixto Paz” para el programa Panorama, de Panamericana Tele visión, de Lima, a cargo del reconocido periodista Alejandro Guerrero. —Sixto, ¿qué ha pasado? —me preguntó. —A pesar de que no ha ocurrido el anunciado avistamiento hasta este momento, algunas personas tuvieron durante la noche experiencias singulares y grupa les, pero ello no cambiaba las cosas. Y, si hubo alguna falla, la atribuyo a errores míos, tanto de disciplina como en los mensajes recibidos, aunque sigo pensando y creyendo internamente que son reales, que no hubo mentalismos. El grupo de o es independiente de las fallas individuales, por lo que la responsabilidad y el fracaso de esta salida se limitan a mi gestión personal. Nuestro o ya había sido comprobado en anteriores salidas, también ante periodistas, y lo desafortunado de la experiencia será una lección para nosotros. Una tras otra se multiplicaron las entrevistas de cada uno de los canales de televisión, radio, revistas y periódicos allí reunidos. La respuesta no podía ser otra: reconocía y asumía mi responsabilidad. Lo más probable era que los mensajes por mí recibidos fueron mentalismos, de tal manera que no era el grupo, sino yo el único responsable. Había sido una noche muy larga, y, a pesar de la relativa manifestación nocturna, se respiraba desaliento, incredulidad y, en algunos periodistas, desprecio. El grupo de o, para muchos hom bres de prensa, había muerto aquella noche, y junto con él Sixto Paz, quienes difícilmente podrían resucitar o recuperarse de semejante fracaso y ridículo. Se hizo un silencio aterrador en el campamento, solo interrum pido por los eventuales improperios y soeces palabras que algún descontrolado asistente propalaba, maldiciendo las piedras sobre las que se había acostado para pasar una pésima noche de incomo didad. Cada grupo de reporteros se preparaba para marchar recogiendo sus equipos, sin disimular el cansancio y el disgusto en sus contraídos rostros al ver sus costosos materiales cubiertos de tanta tierra y polvo, así como sus ropas. Pero no solo se fue retirando la gente de prensa, sino que también muchos de los diferentes grupos de Lima y del extranjero emprendieron el retorno a la capital, algunos víctimas del desaliento, otros por

razones de trabajo o por la incomodidad del lugar al que habían asistido, supeditando su participación futura en el grupo de o a los posibles resultados de aquella malograda noche. El campamento fue abandonado por la casi totalidad de periodistas, que se fueron a Lima a buscar alguna noticia política, económica o social que paliara su fracaso y decepción, y compensara en parte el inútil esfuerzo y pérdida de tiempo y dinero, para devolver el tema de los ovnis al terreno de la ciencia ficción y la fantasía, donde según ellos debió quedarse. Solo la periodista puertorriqueña se quedó entre nosotros, por mantener vínculos con el grupo de o. En ese momento, les pedí a los periodistas de Estados Unidos, España y República Dominicana que no se fueran, pero su escepticismo era muy grande, así como su malestar, por lo que no me hicieron caso cuando les dije que la salida aún no había terminado, y que el mensaje hablaba también del día 26, por lo que aquella noche podía ser una sorpresa para todos. Pero, como no poseía mayores argumentos para retenerlos, pues había perdido toda credibilidad, de la que alguna vez pude gozar, el éxodo continuó rápidamente. Una comunicación solitaria recibida por Yolanda Ugarte, de los grupos de Lima, llamó la atención de algún periodista abierto a escuchar cualquier posible razón por la que no se hubiesen presentado los extraterrestres de forma contundente. El mensaje decía que los guías lamentaban que las condiciones no fueran las más propicias para que se hubiera llevado a cabo el avistamiento; también decía que lo sucedido traería como consecuencia algo armonioso, aunque los periodistas no lo vieran así, y que los fracasos refuerzan aún más las grandes obras. El mensaje decía: “La firmeza de sus sentimientos será su principal aliada para superar este revés”. Mientras Yolanda psicografiaba, alguien preguntó reiteradamente si aquella noche se daría el esperando avistamiento. La respuesta fue: “Siempre estamos con ustedes, tengan confianza”. Alguien había preguntado también: ¿qué pasaría ahora con los periodistas? La nueva respuesta fue: “Ellos solos hallarán la respuesta. Sus caminos serán iluminados”. El comentario y análisis del mensaje, por lo sensibilizados que estábamos todos, no fue nada objetivo, y solo alimentó más la tensión y el malestar reinante. Yo mismo descarté de buenas a primeras su contenido, juzgándolo apresuradamente como disculpa fácil y mentalismo consolador.

Inexplicablemente, ocurrió un hecho natural que, de haberse interpretado como una posible señal, hubiera cambiado en algo las cosas, pero fue más bien recibido como una desgracia adicional a las anteriores. La quebrada principal de Santo Domingo de los Olleros amaneció aquel día domingo recorrida por un río torrentoso que bajaba por los hasta ese entonces secos y agrietados cauces milenarios. Después de muchísimos años, volvía a bajar agua por el río seco de Chilca, lo que impidió el desplazamiento de vehículos y que se pudiera abandonar la quebrada lateral donde nos encontrábamos. Al parecer, un alu vión —o huaico, como se le conoce en el Perú— había descendido por las montañas aquella noche. Los huaicos son propios de esa época del año, pero difícilmente llegan hasta la costa, como en aquella ocasión. Con el esfuerzo de conjunto, los que se marchaban lograron alcanzar con gran trabajo la otra orilla, venciendo el fango y las turbulentas aguas, que bajaban con fuerza. El nivel de las aguas, a la altura de la cintura, los obligó a tener que establecer una cadena humana para trasladar los equipos y acabar con lo que algunos ya calificaban una pesadilla de sudor y polvo. Para colmo de males, el autobús que recogería a los que necesitaban volver el domingo se demoró en llegar, por lo que los hombres y mujeres de prensa debieron caminar varios kilómetros con sus pesados equipos en las espaldas, bajo el implacable sol, que ya se tornaba abrasador. Cuando se hubieron marchado, quedamos pocos, menos de la mitad de los que nos habíamos congregado para aquella ocasión. Pero, a pesar de ello, sin entender por qué, me sentí aliviado y pude respirar tranquilo; era como si me hubieran quitado un gran peso de encima. Al mediodía, reuní a todos los que se quedaron en el campa mento. El número reducido me hacía pensar en lo inconveniente del sobredimensionamiento en la asistencia a una salida de este tipo. Hicimos un trabajo en el que se discutieron los aconteci mientos, y se desencadenó una fuerte polémica, que incluyó duras re criminaciones, que sirvieron para desfogar la tensión acumulada y la impotencia, lo que ocasionó que algunos más se marchasen. En la tarde del día domingo, me puse a conversar con algunos hermanos que me transmitieron algo más que un presentimiento, una certeza, y es que, habiendo visto durante la noche la concentración de grandes masas de energía azul brillante en las zonas de los cerros, acompañadas de fogonazos lumínicos y extraños resplandores, que coincidían con la experiencia que me había contado

Jorge Rey, todo parecía indicar que aquella noche algo muy grande iba a ocurrir entre quienes se habían mantenido allí constantes. Mi sentir concordaba con las manifestaciones, experiencias e intuiciones previas, por lo que, a pesar del can dente y sofocante sol, trabajamos. Sobre las cinco de la tarde, fuimos sorprendidos por la llegada del periodista Edilberto Alvarado, del diario Expreso, quien llegó al lugar en un auto escarabajo Volskwagen, trayendo consigo la edición del día sábado de su periódico, en la que relataba la cita e invitación a los medios de prensa al desierto. Alvarado nos relató que pidió permiso a su diario para retornar simplemente por un presentimiento, y que ni él mismo sabía cómo había dado con el lugar, pero el asunto es que tenía que volver. Al llegar al cauce del aluvión, este había bajado el volumen de su caudal, lo cual le permitió aventurarse a cruzarlo, pero con riesgo de quedar varado. A la hora, apareció en la quebraba otro automóvil, con barro hasta la mitad, trayendo a los reporteros Jose Gray y a su camarógrafo de Univisión de Miami, y a Rolando Vera, periodista del Canal 2 de Argentina. Ellos nos dijeron que no se conformaban con pensar que todo había sido un fracaso o un error; algo debía haber, sobre todo para que tanta gente se hubiese quedado, así que ellos regresaban esperando confirmar su inquietud. Se meditó aquella tarde, y luego nos dirigimos todos cami nando hacia la zona donde en la madrugada se concentró aquella extraña fosforescencia azulina, para lo cual cruzamos la quebrada lateral, colocándonos al frente del campamento. Desde allí veíamos claramente el lugar donde había aparecido la esfera lumínica, que había desaparecido al ir a su encuentro, y que yo había confundido en la madrugada con un auto. Ya en el lugar escogido para trabajar durante la noche, empezamos por mantralizar las palabras claves conocidas, y encon tramos una resonancia muy especial en los cerros cercanos. Nos hallábamos en un talud de tierra y polvo, cuando me levanté del suelo, mientras los demás seguían con el ejercicio, y me alejé caminando en la penumbra. Pude verificar entonces, con la ayuda de mi intuición, la existencia de una concentración de energía muy nítida para que aparecieran allí Xendras. Pasé la voz a la gente para que se formaran grupos de siete personas de acuerdo con su afinidad, para predisponerse a vivir la experiencia.

Mientras, hicimos lo propio con los que nunca antes habían recibido los cristales de cesio, haciéndolos formar un círculo. La recepción de aquella noche fue bastante clara, al igual que las experiencias del Xendra Gimbra, aunque algunos no recordaron conscientemente lo vivido por ellos en los pasos dimensionales. Los periodistas, que ya sumaban siete, pudieron contemplar por vez primera y ser testigos de excepción de tan trascendentales iniciaciones. Mien tras todo esto ocurría en un impresionante clima de paz y armonía, luego de una autoselección natural a la que habían sobrevivido la mitad de los asistentes, aconteció lo prometido por los hermanos mayores. Detrás de un cerro bastante alto y a una distancia de poco más de un kilómetro, hizo su aparición un objeto similar a una bola de ping-pong amarillenta. Eran las 9:00 p. m. cuando asomó de entre las montañas una nave que acudía a la cita. El objeto se elevó y descendió, volviéndose a ocultar para salir luego, como dando unos rebotes o saltitos sobre las crestas de los cerros, y nuevamente se escondió. No pasaron ni veinte segundos cuando volvió a hacerse presente, pero con una forma diferente; esta vez con una estructura curvada en sus extremos, como un banano, de color rojo anaranjado. En ese momento, el repor tero Edilberto Alvarado, con sus dos cámaras fotográficas, una con teleobjetivo y la otra con un rollo de gran sensibilidad, y con mucha sangre fría también, tomó fotografías de la nave hasta agotar ambos rollos, sin detenerse a respirar en medio del concierto de flashes de las cámaras domésticas de los demás asistentes, condenadas estas, por sus evidentes limitaciones, a no captar mayor detalle. Mientras esto ocurría, José Gray le hizo indicaciones a Diego, su camarógrafo, para que no deje de filmar al invitado de la noche. Rolando Vera se hallaba rígido y mudo ante el espectáculo, estremecido por el o cósmico, que conmovió su carrera de periodista político. La nave se elevó por encima de la cima del cerro más alto, haciendo ángulos rectos, como si subiera escaleras, y a continuación describió un increíble giro en el aire, torciendo hacia el centro de la quebrada, que sobrevoló a baja altura. Llegó a ubicarse en el centro de la quebrada, entre el campamento y nosotros, a una altura de unos ochenta metros, donde se encendió una potentísima luz, que amplió su tamaño y resplandor, y se elevó luego lentamente en forma vertical, haciendo aparecer su proyección en el suelo. Esta proyección adquirió la forma de la esfera de luz y del resplandor en abanico observado y discutido en la noche anterior. La nave se perdió entre las nubes a las que había ascendido, y la luminosidad en el suelo comenzó a desaparecer gradualmente.

Había una felicidad desbordante en el lugar, mientras que los fogonazos se seguían multiplicando sobre nosotros y el ambiente quedaba envuelto en un inexplicable y penetrante olor a flores. Habíamos constatado que no estábamos equivocados en cuanto al mensaje y al trabajo que realizamos para cumplirlo, pero también nos quedaba una gran lección frente a la disciplina y el orden, sin los cuales no podemos avanzar. Al cabo de unos diez minutos, nuevas luces irrumpieron en la zona, pero esta vez a ras del suelo, que llamaron la inmediata atención de todos. La necesaria e imprescindible objetivi dad nos llevó a conformar una comisión mixta, compuesta por periodistas y algunos coordinadores de grupos, para verificar su naturaleza. Las luces se habían detenido frente al campamento. Mientras nos íbamos acercando, iba pensando que difícilmen te aquello podría ser una nave que hubiese descendido, por cuanto las luces corrían horizontales y en parejas, semejando más bien automóviles. Además, los mensajes no habían dado a enten der que se pudiese producir otro acontecimiento aparte del avistamiento. Pero, quién sabía, aquella noche podía ocurrir cualquier cosa. Cuando llegamos al campamento, verificamos que las luces provenían de tres coches alquilados por los perio distas de la República Dominicana, que habían regresado también al lugar conducidos por su intuición, pero lamentablemente llegaron tarde, y solo pudieron ver a la distancia los resplandores y fogonazos. Los periodistas dominicanos, alrededor de unas quince perso nas, se habían perdido durante la noche en la quebrada principal y tuvieron serias dificultades para vadear el torrente, por lo que vieron retrasado su esfuerzo por llegar hasta donde nos encontrábamos. Aquella noche se hizo una charla informal alrededor de la lumbre de la cocina. Los periodistas coincidieron en que había cierto misterio en que tantas personas, simultáneamente y sin ponerse de acuerdo, hubiesen coincidido en sentir la imperiosa necesidad de volver. ¿Cómo pudieron volver y llegar al lugar? ¿Por qué volvieron? Tantas preguntas se acumulaban aquella noche; sin embargo, una sola cosa estaba clara: los guías habían invitado directamente, de una manera telepática, a los periodistas, y estos se habían dejado conducir hasta allí. No había otra explicación. A la mañana siguiente, fuimos despertando con la luminosidad del sol del

desierto, que coloreaba uno a uno los cerros a los que tocaba con su resplandor. Decidimos apurarnos en levantar el campamento, pues aque lla mañana llegaría muy temprano el autobús alquilado para recogernos. Algunos periodistas, como Edilberto Alvarado, ya habían partido a Lima para dar la primicia al Perú y al mundo. Y así salió publicado en Expreso, el diario de mayor circulación a nivel nacional y de reconocida seriedad, que se encargó de dar la noticia en la primera plana: “Nave extraterrestre apareció en Chil ca. Expreso estuvo presente”. Los titulares acompañaban la foto de Edilberto Alvarado, quien relató en un artículo no solo lo que vio en la noche del domingo, sino también lo que le ocurrió al revelar los dos rollos fotográficos. Resultó que solo la primera fotografía de cada rollo aparecía impresa, y el resto quedó completamente velado. Él aseguró que en todo el tiempo que tenía como reportero gráfico fue la primera vez que le ocurría algo así. Ya en Lima, de regreso en el que fue nuestro punto de encuentro, fuimos recibidos por una impresionante multitud de de los grupos y por todos aquellos que, habiéndose retirado en la mañana del domingo, ya se habían enterado de la noticia por el periódico de ese día. Ingresé al hostal entre ovaciones, aplausos, besos y abrazos, aten diendo un sinfín de felicitaciones personales y llamadas telefó nicas nacionales y extranjeras. ¡Los mismos empleados del hostal me pedían autógrafos! Entonces nos enteramos de que los periodistas de Telemundo, del Miami Herald y de Colorvisión, de Santo Domingo, también habían vuelto por su cuenta aquella noche al desierto; se perdieron, al igual que los otros dominicanos, y quedaron con el auto varado por el barro del río. Justo cuando ya pensaban retornar a la ciudad, desmoralizados por el inútil esfuerzo, vieron la nave encima de los cerros. Pudieron filmarla, persiguiéndola por el desierto después de que sacaron el auto del barro, hasta el balneario de San Bartolo, donde vieron al detalle sus evoluciones y cómo finalmente ingresaba en el mar. Los encontramos frenéticos de entusiasmo y felicidad. Con los días, tuvimos que enfrentar los riesgos derivados de un acontecimiento de tanta magnitud, como fueron la ira ción, el halago, la fama, la envidia y los celos, la burla y la ignorancia, y, ciertamente, no fue nada fácil. En el extranjero, también comenzaron a expresarse los sínto mas de la

intolerancia y las manifestaciones de la mano oscura del gobierno interno negativo del planeta. Al respecto, no podía mos ser tan cándidos de pensar que fácilmente nos iban a dejar cumplir la labor de abrir conciencias. Fue lo que ocurrió cuando programas televisivos que abordaron la experiencia del o, por órdenes gubernamentales, fueron suprimidos o limitados al míni mo, esto es, reducidos a una difusión local y extremadamente breve. La censura se había iniciado. A finales del mes de abril, los periodistas de los canales norteamericanos que estuvieron en Chilca me contaron por vía telefónica que, de regreso a su país, se encontraron con la censura oficial que ellos ingenuamente habían provocado, cuando desde Lima telefonearon a sus respectivos canales para anunciar su éxito, cantando victoria antes de tiempo. Las gerencias de ambos canales habían recibido la visita de del Gobierno, los llamados “hombres de negro”, quienes recomendaron que se tratara la noticia de la forma más discreta posible y exigieron que les fueran entregadas las filmaciones para revisarlas previamente, las cuales les fueron devueltas recortadas. Al periodista de Colorvisión, que había hecho una de las mejores filmaciones, le avisaron desde la cabina del piloto del avión en el que regresaba que, a su llegada al aeropuerto de San Juan de Puerto Rico, para hacer el cambio de avión, debía entregar su material a una persona que lo estaría esperando porque ya estaba vendido. En el Perú, una importante agencia de noticias internacional compró las pocas fotografías que habían salido en las cámaras de Edilberto Alvarado. A pesar de la campaña de silenciamiento y desinformación, la verdad se pudo imponer, y se fue dando a conocer poco a poco a nivel mundial gracias, como dije, a la acción valiente y decidida de muchas personas.

CAPÍTULO 10 LA EXPERIENCIA CON EL REAL TIEMPO DEL UNIVERSO

“El dios Make Make, el creador, creó el universo, pero a la Tierra la encerró dentro de un huevo, y experimentó en ella el poder del sentimiento y la emoción; para ver si era bueno abriría el huevo para inundar el universo con esa luz”. Don Benito, sabio rapa nui

En el año 1997, se cumplieron cincuenta años de la Era Moderna de los Ovnis. Habían pasado 23 años desde que se inició nuestro o telepático y psicográfico con los guías extraterrestres, y ocho años desde que los hermanos mayores me invitaron a acompañarlos a vivir el o con el Real Tiempo del Universo, que no se había concretado hasta ese momento. Se sentía que aquel sería un año muy auspicioso, y había grandes posibilidades de que se definieran las experiencias pendientes. Durante el mes de enero, se sucedieron las reuniones con los grupos de o en Lima, aprovechando unas vacaciones que me di en casa, al lado de mi familia. En estas agradables veladas, combinadas con meditaciones y tertulia, recibimos los siguientes mensajes:

Comunicación: 22-01-97 Surco, Lima Sí, somos sus hermanos guías de la misión. Salgan el 31 de este mes a Chilca. Será un buen día para establecer una conexión en el lugar conocido. Desde las 7:00 p.m., los aguardamos trabajando. Prepárense bien, porque el tiempo es llegado para aligerar las transformaciones planetarias.

Estamos con ustedes. Con amor, Sampiac Sí, Oxalc La invitación está dada, la preparación es responsabilidad de ustedes. Es útil y necesario que este encuentro sea vivido como el salto aguardado, como el siguiente paso. Y estamos seguros de que así será. El o permanece más allá del desaliento y el tedio. Renuévense cada día, y no teman, que estamos con ustedes apoyando. Las cosas están cambiando para bien, acelerándose procesos, pero es difícil para ustedes percatarse de ello. Abran los ojos, la mente y el corazón, y verán la luz en el camino. Con amor, Oxalc

Al final de la recepción del mensaje, el comentario del grupo fue que debíamos prepararnos y volver a crear las condiciones para captar nuevas pautas en los días siguientes, cuando alguna otra indicación nos clarificara acerca de los requisitos de la salida. Y así fue. El 28 de enero nos reunimos en casa con mi familia, y, con el apoyo de Marinita y mis hijas, recibí un nuevo mensaje. De forma simultánea, en otro lugar de Lima, la gente del grupo del distrito de Maranga también se hallaba reunida, y ellos captaron otra comunicación, que coincidía y se complementaba con la recibida por mí. El mensaje decía:

Comunicación: 28-01-97 Surco, Lima Sí, somos sus hermanos guías en misión.

Aquel lugar en el desierto al pie de las montañas (La Estrella, en la quebrada de Santo Domingo de los Olleros) es el lugar donde los esperamos (el día 31). Lleguen a las 6:00 p. m. (empiecen a trabajar a las 7:00 p. m.) y no vayan más de diez personas, con una actitud y preparación acordes con el tiempo y la madurez que deben manifestar los misioneros de la luz. Con amor, Sampiac

El viernes 31 amaneció soleado y luminoso, sin una sola nube. Después de un poco de gimnasia y una ducha fría, me encontraba listo para irme a la oficina que tengo en el extremo opuesto de mi casa. Realmente era un hermoso y cálido día de verano que invitaba a ir a retozar en la playa, pero no podíamos distraer nuestra atención en nada más que prepararnos para la salida de la tarde. Sobre las 3:00 p. m., estaríamos partiendo hacia el sur, en pos de una aventura extraordinaria más con seres de otros mundos y dimensiones. A la hora convenida, abordamos con Marina nuestro auto y nos dirigimos por la carretera Panamericana Sur hacia los peajes, para aguardar allí al resto del grupo: siete personas del grupo de Maranga y una del grupo de San Borja. Nuestros compañeros llegaron algo atrasados, pero inmediatamente partimos en dirección a Chilca. Apenas llegados dejamos nuestros autos en una explanada al pie de los cerros y nos fuimos distanciando del único sendero que llega hasta allí, una simple huella algo afirmada, para aislarnos aún más del mundo. Recorrimos unos dos kilómetros por el desierto, caminando hasta un sitio muy especial: una pequeña planicie rodeada de piedras, pequeñas hondonadas y cauces secos de torrentes, donde en anteriores oportunidades habíamos vivido intensas experiencias de avistamientos y descensos de naves. Recién ubicados en el extremo derecho de la quebrada, pedimos permiso a las fuerzas de la naturaleza para trabajar allí, y agradecimos a Dios por la oportunidad que nos concedía de estar todos juntos y unidos en mente y espíritu. Después de hacer una armonización y cadena de protección, nos sentamos en círculo, aprovechando los desniveles del suelo. Entonces tomé la palabra para

comentarles a todos que presentía que la experiencia se iba a dar al pie de una pequeña colina distante del lugar donde nos encontrábamos, más o menos a kilómetro y medio. Hasta me permití señalarla. Cada vez que en los mensajes se había mencionado el tema del o con el Real Tiempo del Universo, siempre me había venido a la mente ese sitio, por lo cual fui categórico y reiterativo al señalarlo como ¡el sitio! Pero era el lugar al que seríamos invitados más tarde; por ahora, había que trabajar en elevar nuestra propia vibración allí donde nos habíamos acomodado. A continuación, hicimos nuestra primera meditación de tipo solar, con vocalizaciones de palabras mantras, que duró cerca de treinta minutos, al cabo de los cuales abrimos los ojos, y, a pesar de que cuando llegamos no había ni una sola nube en el cielo, ahora, exactamente sobre nosotros, se había formado una, única y solitaria, a unos quinientos metros de altura. Era ovalada, compacta y de un color marrón oscuro; pero, sin que su presencia nos distrajera, continuamos los trabajos. Al terminar, abrimos los ojos. La nube se había transformado en dos líneas convergentes gruesas y largas que señalaban un punto, exactamente el lugar que yo había mencionado, como si la naturaleza estuviese jugando a confirmarnos las cosas. Nos sentamos e hicimos una nueva meditación, por otra media hora. Durante ella, algunos de nosotros sentimos predisposición al desdoblamiento, y también percibimos claramente que había gente caminando a nuestro alrededor. Al abrir los ojos, todo estaba iluminado, como si hubiese Luna. Luego aparecieron varias caneplas de color rojo y anaranjado, moviéndose a la distancia por entre los cerros cercanos, así como fuertes resplandores y fogonazos. El cielo estaba estrellado, y quedamos maravillamos al contemplar que se había formado en el espacio un gran círculo, entre gris y blanco, que ocupaba todo el cielo por encima de la quebrada, en cuyo centro había inscrito un triángulo. Fue algo fantástico e increíble. En ese momento, Silvia hizo que nos fijáramos en lo alto de un cerro a nuestro lado izquierdo, en dirección a la zona de las granjas distantes. Allí había aparecido un lucero inmenso, que fue avanzando lentamente, hasta que se detuvo delante de nosotros y proyectó un haz de luz que descendió de forma oblicua sobre la colina que yo había señalado a poco de nuestra llegada.

Fue para mí la confirmación definitiva. Sentí internamente que me estaban llamando; les dije a todos que debía ir hacia allá. Me incorporé y despedí de Marina y del resto del grupo y me puse caminar ligero. Iba sin linterna; sin embargo, todo se veía muy claro. Inexplicablemente, mientras avanzaba, veía en el suelo formarse unas manchas luminosas a manera de células gigantescas de luz que se movían como si estuviesen vivas, que se marchaban y juntaban formando un extraordinario camino luminoso. Generalmente, caminar por el desierto a campo traviesa es dificultoso, incluso de día, por cuanto el terreno es muy irregular, polvoriento y cubierto de piedras; no obstante, iba avanzando sin sentir ni piedras ni desniveles. De pronto me sobrecogió el temor a lo desconocido. Sentía una presencia que me cerraba el paso. Dudé de seguir adelante, pero, al final, me sobrepuse y seguí avanzando. A la distancia, el grupo estaba siendo testigo igualmente de las manchas inteligentes de luz. Nimer —ingeniero mecánico, hombre valiente, fuerte y robusto— también se sintió llamado a dirigirse hacia el haz. Se lo comunicó a todos y se levantó del suelo. Estuvo caminando largo rato, maravillado por los resplandores y las luces que revoloteaban a su alrededor. Sin embargo, de un momento a otro, igualmente lo tomó el mismo temor, y se amilanó, dio la vuelta y volvió hacia donde estaban los demás reunidos. Fui avanzando hasta que estuve a unos treinta metros de la colina donde se posaba el haz proyectado por el objeto, que se perfilaba ya como una evidente nave lenticular. Me detuve donde aparentemente el camino terminaba, en un círculo amarillento en el suelo. Intempestivamente, cayó sobre mí un fogonazo o resplandor espectacular, acompañado de una estructura gaseosa, circular y, a la vez, cilíndrica (de unos tres metros de diámetro), de un color marrón grisáceo, que me aisló del desierto y me dejó anonadado. De pronto, estaba y no estaba en el lugar, aunque podía ver el paisaje, pero ligeramente difuminado. Miré entonces hacia el suelo, y este empezó a moverse desde el polvo hasta las piedras, grandes y pequeñas, y se formó una espiral que giraba a gran velocidad, mientras la misma fuerza me elevaba y me mantenía suspendido en el aire. De repente, todo comenzó a serenarse; se compactó la tierra debajo de mí y formó un promontorio, a manera de pequeña colina artificial, sobre la cual fui depositado. Me encontraba con el corazón en el cuello, cuando vi a la derecha una canepla de color naranja y de unos treinta centímetros de diámetro, que se acercó a la estructura que me envolvía, penetró en ella y se colocó delante de mí a un metro de distancia y a la altura de mi rostro. Quise tocarla, y se replegó,

transformándose al instante en una estructura oscura, rectangular y plana, como de un metro de ancho por 1,80 m de altura. Parecía una puerta o una ventana. Luego comenzaron a aparecer muchas otras puertas paralelas. En cada una de esas ventanas, aparecían las imágenes de cada una de las veces en que los grupos de o habían trabajado en el lugar en la apertura de puertas dimensionales. Vi allí cada salida, pero como si recién estuviesen ocurriendo. Era una sensación extraña. La ventana más cercana mostraba el encuentro que se había llevado a cabo el día 25 de diciembre de 1993, muy cerca de allí, al que no pude asistir. Era tan impresionante ver a la gente y esas escenas tan vívidas de hacía unos años, que acerqué mi rostro y el torso de mi cuerpo, y penetré parcialmente en el umbral. Al verme, la gente reaccionó; yo me asusté y me eché hacia atrás, y desapareció el portal. Había podido interactuar con una realidad ocurrida ya cuatro años antes. ¡Era una locura! Luego se desvanecieron las ventanas o puertas, como si se compactaran en el aire delante de mí. En eso, vi fuera del cilindro gaseoso la silueta oscura de dos personas altas; pensé que eran algunos de los muchachos del grupo que habían llegado hasta allí, por lo que descendí del promontorio y me acerqué al límite de la estructura, que pude atravesar sin dificultad, al mismo tiempo que percibí un ligero viento cálido sobre mí. Una vez fuera, no había nadie, de modo que recorrí la poca distancia que me separaba de la colina y del haz de luz, que ya había formado un domo brillante, un hermoso y contundente Xendra. Me detuve delante del domo luminoso, y, en ese momento, se colocaron detrás de mí y a un lado dos seres de apariencia humana vestidos con trajes brillantes. Uno era muy alto y el otro de mi estatura. Me dio tal impresión que de la sorpresa no me atrevía sino a mirarlos de reojo, sin atreverme a girar para encararlos. Entonces escuché que me dijeron: —Sigue adelante. Di unos pasos dentro de aquella energía radiante y, a la vez, concentrada. Esperaba que se produjeran en mí los síntomas propios de un traspaso interdimensional, como son las náuseas, mareos, sensación de pérdida de peso y excesivo calor, pero no se dieron. Solo sentí una suave brisa cálida. A continuación, vi y sentí que me alcanzaba una explosión, que, al atravesarme, me hacía ingresar a otra realidad, pero esa otra realidad venía acompañada por la impresión de haber sido conducido a gran velocidad por un profundo túnel.

Entonces aparecieron delante de mí un cielo verde y un océano rojo. Estaba allí y no me sentía extraño. Sabía que lo que tenía delante era un mar, aunque no había oleaje alguno, sino una impresionante calma. Me hallaba en la orilla, pero con mis pies sobre esa agua poco profunda. Se distinguía hacia el lado izquierdo y a la distancia una isla, y sobre ella una ciudad de gigantescas cúpulas de un color blanco azulino. Luego la imagen cambió, y, a pesar de que estaba parado nuevamente sobre un mar de aguas tranquilas, el color de estas era plateado como el mercurio y el cielo, azul índigo, en el que destacaba cercano un planeta de increíbles colores pasteles. Del mar brotaron gigantescas estructuras semejantes a cactus, y en cada brazo había edificios iluminados. Y así siguieron apareciendo y desapareciendo infinidad de paisajes de todos los colores y formas, con un común denominador: la presencia de océanos con sus aguas en reposo. En uno de estos paisajes, siempre con mis pies apenas bajo el agua, giré y vi que los seres que me invitaron a ingresar en el umbral permanecían detrás de mí, inmóviles. Entonces capté o escuché que me decían: —¿Ya percibiste la diferencia? —¿Con respecto al océano? —contesté devolviendo la pregunta, porque era esa la imagen que me venía a la mente. —Sí, en relación con las aguas —me confirmaron mis acompañantes, sin que yo supiera si era telepática o verbalmente que me comunicaban las cosas. —Lo que veo es que todo está en calma. No hay movimiento. Se siente como estancado —dije reflexionando en voz alta y volviendo mi vista al frente, donde salían del mar gigantescas torres coronadas por esferas. —Ahora, fíjate en tu mundo. Ni bien dijeron eso, vi hacia atrás sin tener siquiera que girar la cabeza. Podía ver las imágenes de la Tierra, con sus costas y sus grandes olas golpeando contra los acantilados y formando diferentes playas. Probablemente lo veía en mi mente, pero era muy claro. Eran escenas de grandes olas y mucho contraste en un solo lugar. —Hay movimiento, mucho movimiento. Pero ¿cuál es el significado de todo esto? —pregunté extrañado, sin saber a qué punto querían llegar. —Siéntelo. Los climas y los cambios planetarios no solo obedecen a los

desplazamientos en el espacio, inclinación o presencia de astros cercanos, así como a los procesos de la propia dinámica interna de cada mundo, sino que también influyen sobre estos los estados mentales y vibratorios de quienes viven en ellos. El colectivo y la comunidad mental son capaces de regular, controlar y afectar el medio. —¿Ustedes han elegido la uniformidad sin contrastes? ¿No se aburren? — pregunté extrañado. —Saber ser constantes en el proceso de avance y, a la vez, no temer a los cambios para lograrlo es la clave. Cuando llegas a un nivel de madurez en las civilizaciones, como es nuestro caso, aceptas la continuidad, hasta estar preparado para el siguiente paso. A veces, el meditarlo demasiado hace que los logros futuros se vean afectados por la ausencia de una dinámica de cambio. —¿Tienen miedo de cambiar? Se han hecho viejos en edad y mente. ¿Por qué no se arriesgan a variar? O sea que ustedes también tienen miedos. Pero ¿es que acaso no tienen la capacidad de ver hacia delante, en el futuro? —pregunté. —Es que a la clase de futuro al que nos debíamos haber dirigido no se llega con la mente, sino con el corazón, como llaman ustedes al espíritu. Por eso no podemos ver nada y resulta un lugar incierto. Nos la pasamos creando mentalmente todo el tiempo, sin dejar espacio para que ocurran cosas imprevistas. Mucho es lo que sabemos y entendemos, pero el terreno se nos presenta inestable cuando se trata de sentirlo. Recuerden que muchas cosas hemos olvidado por mirar solo hacia delante. Necesitamos que ustedes nos ayuden a recordar lo que es sentir, a entender lo que sentimos y a perder el temor de arriesgarlo todo renovándonos cada día. ¿Podrán hacerlo? Los Mentores creen en ustedes; ahora ustedes tienen que creerlo también. —Pero ¿cómo puede ser posible? Son mentalmente espirituales. Ustedes mismos, en infinidad de mensajes, nos insisten en que sintamos las cosas, que intuyamos. ¿Cómo nos piden algo que ustedes no hacen? —interrogué confundido. —Lo que te decimos no tiene que ver con la intuición de cuarta dimensión, un nivel superior y espiritual, sin dejar luego de ser capaces de mantener la conexión con los niveles inferiores materiales sin perder la perspectiva. En ese momento, la imagen cambió, y me encontré de noche, bajo un cielo

estrellado, en el que se destacaban dos lunas cercanas de color amarillo azulado. Estaba parado sobre unas rocas cerca de la playa, y había un puente de cristal, lleno de arcos, muy largo, celeste, que comunicaba con una ciudad edificada sobre el mar, que también lucía como el cristal y del mismo color. La urbe estaba llena de gigantescos domos, así como de altos y delgados edificios tubulares. Se veía el desplazamiento de algunas naves saliendo y entrando de aquel lugar. Además, en todas partes, había poca variedad en la vegetación. Me dirigí entonces hacia el puente y avancé sobre él, observando que las aguas del océano eran de un color violeta oscuro, tan quietas que reflejaban el cielo, dando la impresión de estar en el vacío. Solo la presencia de gigantescas aguavivas multicolores (medusas) que flotaban sobre las aguas cerca del puente me hizo verificar la existencia de agua. Al acercarme a la ciudad, salieron del interior multitud de esferas, pequeñas y grandes, de diferentes colores, y dos masas amorfas que inicialmente me parecieron gruesas cintas de colores. Una era roja y otra azul, que se transformaron delante de mí en bellísimos seres humanoides, uno totalmente rojo y el otro azul. Ambos me hablaban de tantas cosas y tan rápido que me resultaba difícil seguirlos y retener conscientemente su enseñanza o mensaje. —La Tierra murió hace más de mil doscientos millones de años producto de lluvia meteórica, y se extinguió la vida. Imagina que el tiempo del universo es como una espiral ascendente; en una de las curvas de la espiral, la Tierra murió, pero el universo continuó, y fue así que un grupo de civilizaciones recibió el encargo de las jerarquías cósmicas de viajar a través de pliegues cósmicos o puertas interdimensionales a través del tiempo y el espacio para llegar a tu planeta e impedir que muriera. Crearon así un tiempo alternativo paradójico, diferente al tiempo real. Según esto, ustedes estarían en una realidad paralela, que en algún momento se reconectará con el real tiempo del universo —dijo uno de los seres. —Originalmente, al ser vuestro tiempo paradójico, sería irreconciliable con el tiempo real, pero desde el momento que tantas civilizaciones han interactuado con ustedes y llegaron a hibridarse con el ser humano, ahora existe más que una posibilidad de que se produzca la reconexión de los tiempos y vuestro planeta ocupe el lugar de la Tierra muerta en el otro tiempo —intervino el otro ser. —Ahora comprendo. Ya veo por qué las profecías no hablan del fin del mundo, sino del final de los tiempos. Para que haya un final de los tiempos, debe haber

más de un tiempo. —¡Ciertamente! —acotó uno de aquellos seres—. La intención fue en su momento crear las condiciones para que surgiera una civilización con un potencial psíquico y espiritual capaz de abrir puertas y sellos entre las dimensiones, y que pudiera servir de punto de referencia para las demás civilizaciones estancadas en su evolución, que han avanzado mucho mentalmente, pero a costa de sacrificar, como ya sabes, aspectos importantes como el sentimiento y la emoción. De pronto, estos seres se apartaron ante la presencia de alguien que iba saliendo del interior de un edificio principal cercano, alguien muy pequeño, como de un metro de estatura, de apariencia humana. Parecía una niña o una muñequita, que venía caminando rápido. Hasta me hizo recordar algunas estatuas de la Virgen en las iglesias de Latinoamérica. Era un ser femenino de rostro claro y gracioso, como con un sombrero o casco redondo en la cabeza y una capa dorada que le daba una graciosa forma cónica a su cuerpo. Se acercó hacia mí. Tras ella vi a muchas más, pero sin la capa o con ropas más sencillas. Incliné la cabeza en señal de saludo, y ella hizo lo mismo. A continuación, pronunció unas palabras en un idioma desconocido para mí, con vibraciones que produjeron ciertas sensaciones extrañas en mi cuerpo, como si algo se abriera en mi espalda. Al instante, ya estaba entendiendo lo que me decía, pero, para ese momento, ya había sido demasiado. Muchas cosas no las tengo conscientes, aunque sí las siento. Lo que he podido recordar a lo largo de este tiempo, esforzándome en prácticas de regresión, me permitió transcribir lo siguiente: —Soy la regente de esta ciudad, de esta civilización y de este mundo. Me han pedido que te reciba y muestre nuestra forma de vida, porque, como ya te habrás dado cuenta, hay muchas y muy variadas, pero nada comparado con tu mundo. Lo más importante en este momento es que, para la misión que tienes entre manos, debes abrirte a sentir de la forma más intensa posible la necesidad que tenemos todos en esta parte del universo de que la humanidad sea capaz de salir adelante y crecer en conciencia. He estado en tu mundo en varias ocasiones, y he aprendido muchas cosas de su naturaleza. Algunos que han llegado a verme me han confundido con la Madre de Jesús, María, honor inmerecido. Ha sido una confusión positiva en algunos casos, que nos ha permitido transmitir un mensaje que pretendía llegar a los corazones y a las mentes de quienes pudieran ser afectados positivamente por él.

—¿Y cuál es realmente el mensaje, señora? —le pregunté fascinado a mi anfitriona. —El mensaje es que, como en la vida de la planta que da sus frutos, estos deben ser recogidos a tiempo para ser aprovechados; si no, habremos de volver a esperar una nueva siembra y cosecha. Así como en la vida del joven que está en vías de ser adulto, que con sus actitudes proyecta y arriesga su futuro, así, en el proceso de la humanidad sobre la Tierra, ha llegado la edad de la definición. No deben perder de vista el horizonte, y sin dejar de ser lo que son, deben llegar a descubrir, que en el caso de ustedes es lo mismo que recordar, la gran esperanza y expectativa que se cierne sobre ustedes como civilización. Nosotros sabemos lo que ustedes aún desconocen sobre sí mismos. Deben darse cuenta ahora de que si uno de ustedes abrió los sellos del recuerdo (Jesús) y encarnó su misión, el que muchos lo intenten y lo logren haría realidad el cambio general. En ese momento, la pequeña dama se acercó y me mostró con sigilo algo que guardaba con sumo cuidado entre sus manos. Era una esfera de cristal de un color azul aguamarina con destellos brillantes, que dentro reproducía multitud de símbolos, entre los que recuerdo una cruz de cuatro lados iguales rodeada de un círculo, un tridente, un número 7, la clave 33 y la estrella de seis puntas, un corazón dentro de un rombo, un rostro humano dentro de la forma de un corazón, una estrella de cinco puntas con un Ank egipcio al pie, una mano humana y una estrella de seis puntas dentro de un círculo. Al contemplar mi extrañeza, sonrió con benevolencia, haciéndome sentir que eran como señales activadoras en las etapas del camino de nuestra misión. Mis pensamientos se vieron interrumpidos por la imagen de mis acompañantes, quienes me llamaron para que volviesen con ellos por el umbral que, contra todo lo que me hubiese imaginado, estuvo continuamente detrás de mí. Al cruzarlo de nuevo, entré en la vorágine de extensísimos túneles, hasta que salí por la luz y aparecí otra vez en la quebrada. Al percatarme del lugar y el momento, me pareció muy raro nuestro cielo, tan falto de color, pero, a la vez, tan especial. Comencé a caminar, tropezando con las piedras a cada paso. Ya no encontré aquel camino de luz del principio, pero no importaba: ahora solo quería llegar a donde estaba el grupo.

Mientras me hallaba en el interior del Xendra, el grupo se había mantenido laborando fuerte, especialmente Nimer, quien había dirigido un hermoso trabajo creando entre todos unas “esferas de luz” para ayudar al planeta, que habían llegado a ser sentidas por todos con una fuerza extraordinaria. Después de mucho andar, logré distinguir a la distancia a mis compañeros. Ellos se sorprendieron al verme llegar con el cuerpo iluminado y hasta fosforescente, como envuelto por una extraña radiación. Ni bien me vio Marinita, se incorporó de un brinco y me envolvió entre sus brazos, me llenó de besos y preguntó atropelladamente cómo me había ido y si se había cumplido la experiencia. Mirándola a ella y a todos los presentes, dije muy contento: —Sí, todo se cumplió. En ese momento, súbitamente, el desierto se oscureció, como si alguien hubiese apagado de pronto la luz lunar que lo aclaraba todo. Alguien nos hizo ver a los presentes que el objeto que estaba sobre la colina había empezado a variar sus luces. La nave retrajo lentamente su haz de luz, empezó a moverse, avanzó un tramo y luego se dividió ante nuestros ojos en dos objetos lenticulares idénticos; uno se dirigió a nuestra derecha, al Oeste, en dirección al mar, hasta desaparecer entre los cerros más altos. En ese momento, decidimos regresar a los autos. Ni bien llegamos a los vehículos, miramos el reloj: eran las 10:00 p. m. Como era temprano, aprovechamos y rompimos el ayuno con un poco de manzanilla caliente y unas galletas. Fue en ese momento, cuando nos preparábamos para marcharnos, que por encima de los cerros aparecieron los dos objetos que habíamos visto alejarse, pero ahora se dirigían hacia nosotros. Al acercarse a baja altura por encima de nuestras cabezas, los vimos dividirse a cada uno y formar una escuadrilla de cuatro, lo que produjo un simultáneo gran destello de luz a su paso sobre el grupo. Por unos segundos, quedamos inmóviles, sin poder reaccionar, extasiados ante el espectáculo que habíamos contemplado. Cuando reaccionamos, solo atinamos a mirarnos a las caras, sonreír con una profunda satisfacción por el apoyo que esto significaba y subir a los autos. A

continuación nos fijamos en nuestros relojes: eran las doce de la noche; impensable, porque todos nos habíamos fijado bien, y conocemos los tiempos y las distancias. De un momento a otro, teníamos por lo menos una hora y cuarenta y cinco minutos de tiempo perdido. Nos pusimos pálidos de la impresión, pero continuamos el regreso a casa, que normalmente toma a lo mucho una hora y media; pero, cuando llegamos a Lima, habían transcurrido dos horas y media.

CAPÍTULO 11 LA INVITACIÓN DE MARDORX

“Lo más extraordinario de las revelaciones es que las más trascendentales e importantes aún no han sido escritas ni develadas, porque las escribirá el corazón humano, y, en ese sentido, nosotros somos la última palabra”.

Los grupos de o de Chile habían venido recibiendo una serie de comunicaciones que coincidían con las que nosotros estábamos canalizando. Tuvimos así las confirmaciones requeridas para poner en funcionamiento la maquinaria necesaria para materializar lo que estos mensajes pedían: organizar un Encuentro Mundial de o en Chile, por realizarse en marzo de 1998. Llegado el mes de marzo, se reunieron en Viña del Mar más de cien personas entusiasmadas por asistir a aquel importante campamento que habría de realizarse en un lugar mágico al pie de montañas, rodeado de árboles y al borde de un pequeño lago de aguas tranquilas. Desde la hermosa ciudad de Viña, partieron los vehículos que condujeron a los participantes al lugar del encuentro. Nos encontrábamos muy cerca del mar, pero, a la vez, al pie de altos cerros, por lo que durante el día arreciaba un intenso sol de verano, mientras que por la noche soplaba un viento muy frío del mar, que se sumaba al clima helado de la cordillera. El lugar había sido escogido por el grupo de Santiago siguiendo las pautas aportadas por las comunicaciones psicográficas captadas meses antes, las cuales hablaban de la necesidad del encuentro en esa zona de “Quintero”, pertenecientes a la Quinta Región (zona central de la costa chilena). Ciertamente que aquel sitio era algo muy especial, un cruce de poderosísimas líneas de energía, debido a que se hallaba sobre una falla geológica. En el suelo, se podía ver claramente una grieta que se extendía delante de las tiendas del campamento. Al caminar cerca de la fisura, se sentía claramente cómo las corrientes de energía

telúrica lo afectaban a uno, por cuanto llegaban a producir un fuerte dolor de cabeza, que solo se aliviaba descalzándose y abrazando un árbol. Después de que todos nos instalamos, fuimos llamados a la reunión de presentación general. Fue una fiesta de camaradería y hermandad, luego de la cual hubo una hermosa bienvenida a cargo de los grupos del país anfitrión. En el segundo día, empezamos a trabajar con las meditaciones y las cadenas de irradiación. Era ya martes cuando se hicieron actividades cada vez más fuertes, que empezaban con sesiones de tai chi, gimnasia psicofísica, meditación solar y después nos dirigíamos a sesionar bajo un toldo donde se hacían coloquios, charlas y más meditaciones, protegidos de los intensos rayos del sol. Por la noche, se hacían cadenas de irradiación al planeta y más meditaciones, y en ellas se procuraba lograr la recepción de mensajes. Era maravilloso ver a tanta gente de diferentes naciones y ciudades conviviendo en armonía con el mismo objetivo de sembrar paz y esperanza en nuestro planeta. Al final de cada día, los atardeceres eran de una belleza y un colorido indescriptibles, y daban paso de inmediato a los avistamientos de las naves, que aparecían lanzando fogonazos de luz, como si fuesen flashes de cámaras fotográficas. Los resplandores se concentraban sobre una colina cercana de forma ligeramente cónica que teníamos hacia el lado derecho, y del otro lado quedaba el lago. El jueves fue cuando más gente llegó. A pesar de ello, aquel día hicimos el máximo esfuerzo por lograr niveles óptimos de sensibilidad mediante intensas y largas meditaciones, que permitieron recibir mensajes que hablaban de experiencias de cristales de cesio y de Xendra para el viernes y el sábado. Muchos fueron los que visualizaron durante la meditación a un ser de luz o, como lo definieron algunos, un maestro de túnica blanca. Así llegamos al viernes, tomado el ambiente por una comprensible ansiedad. Desde muy temprano, había gente fuera de sus tiendas de campaña dando vueltas, sin poder ocultar su nerviosismo y alegría. Muchos se me acercaban para consultarme los detalles de lo que podía vivirse aquella noche, como para no desaprovechar la oportunidad o no cometer errores. Procuraba tranquilizarlos a todos, pero sin poder ocultar mi propio entusiasmo.

Después de los ejercicios psicofísicos mañaneros, se recordó la necesidad de asumir un ayuno general, que nos diera la fortaleza interior y sensibilidad para prepararnos para las experiencias. Además, a la hora de las charlas, se formaron grupos que dieron explicaciones de lo que significaba la recepción de los cristales, su conservación y uso, así como el compromiso que suponía una iniciación de esa importancia, la cual consistía en experimentar una activación interior para dar más y mejor. Aquella noche del día 20, el cielo estaba oscuro y estrellado. La temperatura ambiental felizmente no era tan fría, por lo que no era tan difícil concentrarse. Mientras la gente se preparaba en el campamento para iniciar la caminata hacia la colina, al otro lado del lago, todos avistamos un objeto luminoso con la forma de una lenteja que pasó a la altura por donde pasan los aviones, pero describiendo arcos, prendiéndose, apagándose y dirigiéndose exactamente hacia donde nos congregaríamos. Un reducido grupo se quedó en el campamento cuidando a los niños presentes, mientras que el resto partimos bien abrigados y llevando linternas en la mano por el polvoriento camino. Fue una hermosa caminata en silencio, en fila india, hacia el borde del lago, pasando a un lado de la grieta. Luego remontamos un pequeño arroyo hasta encontrar el lugar de cruce; subimos una escarpada colina, la bordeamos y quedamos enfrente del campamento, pero del otro lado del pequeño lago. No había Luna, por lo que les pedimos a todos que se mantuvieran cerca unos de otros. Cuando llegamos a lo alto de la colina, solicitamos a todos su atención para formar dos círculos. En el círculo interior, se ubicarían los que no habían recibido los cristales y, en el círculo exterior, los que ya los tenían, e iban apoyar y ser testigos de la recepción. En ese momento, empezaron a darse manifestaciones de energía muy contundentes, a manera de flashes lumínicos de distintos colores que caían en la colina y sobre todos los reunidos. Eran fogonazos de color naranja, rojos, azulados y blancos. La vibración que se percibía en el ambiente llegó a crear un clima extraño; daba la sensación de que el tiempo se había detenido. Todos teníamos la mirada puesta en el centro de la reunión, donde llegamos a ver claramente la proyección de dos seres altos y luminosos. —Bueno, ya están aquí —me atreví a decir. Se pidió a todos que mantralizaran de manera ininterrumpida el “om”, y que los que se encontraban en el círculo interior giraran y se ubicaran mirando a los que

se encontraban en el exterior. Cada uno se colocó con los brazos flexionados y las palmas de las manos hacia delante y arriba. A estas alturas, los fogonazos se multiplicaron con gran intensidad, y aparecieron sobre el lago y en dirección norte-sur dos esferas brillantes a gran altura, que lanzaban sobre el lugar un cono de luz azul. Se inició así la recepción de cristales. La gente del campamento después nos comentaría que en ese momento vieron como si descendiera nieve sobre el grupo concentrado en la colina. La captación de los cristales fue muy intensa, al igual que la cercana proyección de los guías. En las manos de quienes los estaban recibiendo, se veían claramente pequeños resplandores y una intensa fosforescencia emanada de las palmas, que luego iban dando paso a la formación como de una esfera blanca que se transformó a continuación en una pirámide cristalina entre blanca y dorada, a veces azul. Esto ocurría en ambas palmas, pero de una forma tan clara en algunas personas, que los que estábamos fuera del círculo lo podíamos apreciar a simple vista. Hubo muchos que recibieron los cristales, y otros no, pero todos quedaron muy motivados por la cantidad de fenómenos a los que asistieron. Era importante ser honestos y reconocer que no todos se habían preparado lo suficiente ni estaban en la actitud adecuada para participar de semejante iniciación. El sábado, sexto día del encuentro mundial, el campamento estaba alegre por las vivencias de la noche anterior, pero no nos quedamos quietos, sino que continuamos con nuestra dinámica de preparación, sin aflojar en ningún momento. Luego de los trabajos de meditación, cadenas e irradiaciones al planeta, hicimos en la tarde un ejercicio de proyección mental hacia la cuarta dimensión. Por la noche, salimos nuevamente en dirección hacia la colina. Lo que correspondía ahora era la experiencia del Xendra, pero, como algunos no habían podido recibir los cristales el día anterior, los llevamos al otro lado del lago y aguardamos. La ventaja era que ya no había la expectativa desmedida del día anterior, así que, con mucha tranquilidad y menos gente, se formó un nuevo círculo. A la colina habrían de volver en la madrugada unas pocas personas para vivir la experiencia del Xendra. Los hermanos mayores, según las comunicaciones, la tenían reservada para un reducido grupo de solo cuatro personas. La selección de

un número tan reducido se hacía difícil, ya que, como dije, pasábamos del centenar. Además, existía siempre el peligro de que nuestros egos fueran afectados por el afán de protagonismo o de que la elección se viera influida por simpatías personales. Esto me llevó a escoger a los posibles candidatos de entre las personas más comprometidas que dirigían los grupos, catorce personas a las cuales acompañaría hasta el lugar dispuesto para las experiencias, y dejaría que los guías terminaran de seleccionar a aquellos cuatro que consideraran definitivamente preparados. Con Jaime Villamandos, abogado brillante y honesto, así como gran amigo de muchos años en Chile, recorrimos previamente toda la zona, procurando detectar la presencia contundente del domo luminoso. Extrañamente, no logramos ubicarlo, aunque percibimos mucha energía saturando el lugar, con una suave niebla a media altura, iluminada por la luz de la Luna. De regreso al campamento, esperamos la hora del o, el cual debía darse en la madrugada del sábado para el domingo. Me pareció extraño que no fuera evidente en el lugar la presencia del Xendra, pero, en honor a la verdad, sabía que desde un inicio había faltado al encuentro la suficiente disciplina en la gente que se mantuvo entrando y saliendo del lugar a pesar de las restricciones de la organización. Ello se estaba reflejando aquella noche en la dispersión de las energías, por lo que tendríamos que hacer un mayor esfuerzo para crear las condiciones que permitieran materializar lo que estaba dispuesto. Llegado el momento, pasamos la voz a los participantes, y, una vez más, en fila india, avanzamos por el terroso sendero lleno de cardos, siguiendo la grieta hacia el arroyo. Lo cruzamos nuevamente, y luego ascendimos hacia la colina. Yo me consideraba al margen de la posible experiencia, por cuanto ya muchas veces antes la había vivido, solo y acompañado. Por tanto, pensé que era buen momento para darle oportunidad a otros. Me encontraba hacía buen rato de cara al lago, en plena meditación, cuando sentí una inexplicable necesidad de levantarme del suelo y dirigirme a unos árboles cercanos. Al llegar percibí mucho calor y estática, así como una extraña brillantez. No queriéndome confundir, cerré mis ojos y traté de avanzar con los brazos y las manos extendidos hacia delante, procurando definir lo que sentía. A pesar de tener los ojos cerrados, era como si tuviese un foco delante de mí. De un momento a otro, fui envuelto en una extraordinaria luz y energía, como en remolino, y en medio de ella vi asomarse el rostro ovalado y oscuro de un ser sin

cabello. Era delgado y muy alto, probablemente de 1,90 m de altura. Sus ojos estaban hendidos en su piel cobriza oscura, su boca y nariz eran pequeñas, y su traje, pegado al cuerpo, era de un color blanco metálico, y estaba calzado con botas. De inmediato lo reconocí como Mardorx, de Xilox, a quien había conocido muchos años atrás. Me hizo señas con su mano de alargados dedos para que lo acompañara. Lo seguí a través de la profunda luz, que quemaba mi cuerpo, y aparecí a continuación en medio de construcciones en forma de domos sobre un paisaje irreal, bajo un cielo diferente al de Quintero. ¡Estaba nuevamente en Morlen! Nos encaminamos directamente a una de las cúpulas e ingresamos inmediatamente en su interior. Las paredes, curvadas y redondeadas, eran color blanco humo, similar al cristal ahumado, y daban al interior una relajante tonalidad azulina. Eran como dos habitaciones, pero una alrededor de la otra, por cuanto en el centro del domo había otra más pequeña, semejante a un huevo. Solo la parte superior del domo era traslúcida. Mientras satisfacía mi curiosidad observando lo que allí había, fui invitado a acomodarme en un largo sofá, en tanto Mardorx permanecía parado delante de mí, dispuesto a explicarme el motivo de mi presencia en ese lugar. Rompiendo su silencio, me comunicó mentalmente: —Hace dos milenios, un Gran Maestro se marchó de tu planeta tras haber abierto un portal que aseguraría a la humanidad una oportunidad única de cumplir con su parte en el Plan Cósmico. —¿Y por qué se fue? —Fue para asegurar ese portal mediante la conexión con el Tiempo Real del Universo. Al irse a una cuarta dimensión con el nivel de conciencia de séptima dimensión que había alcanzado en su perfección en el amor, estableció un puente desde lo material con el universo espiritual. Aunque no esté físicamente con ustedes en la Tierra, lo está mental y espiritualmente, como una compañía permanente y sin tiempo. Al irse él, ha enlazado los universos y las dimensiones de tal manera que el Espíritu Crístico (la conciencia despierta de la misión personal y colectiva) viene siendo derramado sobre todos aquellos que se abren a recibirlo. Lo pueden llamar, si desean, “Iluminación” o “Espíritu Santo”, que les permitirá

encontrarse actuando. Pero ahora es la gran oportunidad como para que no solamente ustedes, sino la humanidad entera actúe y cambie, ayudando a otros mundos y civilizaciones también a cambiar. En los últimos años de su tiempo, han venido cumpliendo no muy conscientemente los objetivos del o. Por tanto, llegado es el momento de que se den cuenta del porqué y el para qué de este o: ¡ser soles en la Tierra! Ustedes están llamados a ser puntos de referencia para los demás. Mardorx giró el cuerpo hacia los estantes de mi lado derecho, donde se veía una pequeña caja de madera redondeada en la parte superior, con un reloj típicamente terrestre en su interior y un pequeño péndulo. Parecía un reloj del siglo XIX, y, debajo, al lado de la pierna izquierda del extraterrestre, había sobre el suelo un cono invertido, tal vez de 1,50 m de altura, lleno a su vez de muchos otros conos pequeños en forma de espiral, soldados a la estructura principal y abriéndose hacia arriba. Concentré entonces mi mirada en los dedos de las manos del guía, que tenían una falange más que la nuestra, cuando de pronto retomó la conversación y dijo: —Estamos aguardando la autorización para ir a la Cúpula Central de la Ciudad Cristal; allí será nuestra reunión. —Es fascinante. Ustedes están viviendo en un tiempo sin tiempo —afirmó Mardorx mientras abría la esfera del reloj y hacía girar suavemente con sus largos dedos las manecillas hacia delante y hacia atrás—. Qué diferencia con el nuestro, rígido y sin variaciones significativas, atrapados en nuestro propio proyecto. Dejó entonces el reloj de madera y señaló el cono que tenía a los pies, que era en realidad un reloj cósmico. —Perdone, pero no le he entendido. ¿Qué quiere decir esto? ¿Será acaso que ya se nos acabó el tiempo o que el tiempo no existe para nosotros? ¿Podría explicármelo mejor? —Al estar ustedes en un tiempo alternativo, muchas cosas pueden variar, y, desde donde se encuentran, pueden afectar otras realidades, como la nuestra, por ejemplo. Eso ha despertado grandes temores y hecho que entidades elevadas y hasta civilizaciones enteras se opusieran a que siguiese adelante este proyecto que involucra a la Tierra y a la humanidad. Pero ya empezó a variar, ya estamos

sintiendo cosas significativamente útiles y novedosas para nosotros. Ustedes nos están haciendo sentir cosas que solo conocíamos como conceptos. De pronto ingresó en la habitación una pequeña esfera metálica blanca, de unos treinta centímetros de diámetro; se colocó delante del Mardorx, que mantuvo la mirada fija en ella. Luego giró su inexpresivo rostro hacía mí y me dijo que ya habíamos recibido autorización para ir adonde debíamos. A continuación, me incorporé y lo acompañé hasta la salida del domo. Fuimos por un camino ancho y empedrado que cruzaba la ciudad de un extremo a otro, que nos acercó al pie de unos cerros no muy altos y nos alejó del grueso de los edificios. Al bajar la mirada para ver por dónde iba, pude observar cómo destacaba allí cerca, delante de nosotros, una impresionante cúpula de color blanco azulino, con destellos brillantes, en cuya parte superior aparecía el símbolo de una estrella de seis puntas. El edificio era la sede transitoria de los Veinticuatro Ancianos, o Consejo de la Confederación de Mundos de la Galaxia, lugar al que había llegado en alguna otra ocasión en una experiencia colectiva a través de los pasos interdimensionales. La vereda terminaba en una rampa que ascendía hacia una inmensa y espectacular puerta que se abrió a nuestro paso. Dentro, el colorido era alucinante. Había cantidad de salas y corredores que se multiplicaban y se abrían en todas direcciones, pero el común denominador era la poca presencia de muebles. Seguimos nuestro camino hacia la derecha, y, luego, más adelante, tomamos el lado izquierdo, donde encontramos una rampa que ascendía formando una curva, con unos pequeños escalones intercalados cada tanto. Subimos hasta un salón donde había esculturas de metal, muchas de las cuales representaban mundos, sistemas y toda clase de estructuras estelares. En el fondo de la estancia, apareció un hombre de cabello largo y oscuro, vestido de blanco. Se detuvo a comunicarse con el guía, quien también avanzó ligero hasta ubicarse delante de él. Yo quedé rezagado y a la distancia, a la espera de la autorización para acercarme. De pronto, aquella persona alzó su mano y me llamó con voz fuerte y melodiosa: —Acércate, querido amigo.

Me fui aproximando hasta quedar delante de esta persona de mediana edad, delgada, pero, a la vez, fuerte, un poco más alta que yo. La rodeaba un aura de sabiduría antigua, e iba vestida con una túnica larga y suelta. Su cabello, como lo había percibido a la distancia, era largo, oscuro y ligeramente ondulado, con una raya en el medio, poderosas entradas, y tenía frente amplia. Su tez lucía tostada, como la de los árabes actuales, con bigotes y barba tupida, partida en el medio, así como redondeada a los lados y en las puntas. Su rostro me resultaba familiar mientras mi cuerpo se estremecía en su presencia. —Discúlpame, maestro —me apresuré a decir sin poder ocultar mi emoción—, pero ¿eres quien creo que eres? —¿Qué dice tu corazón? —Pues mi corazón está a punto de estallar —repliqué tartamudeando. —No estás equivocado, y, como ves, aún conservo las huellas de mi última estancia en la Tierra. Me mostró sus manos. Al extenderlas, se retrajeron las mangas de su túnica y dejaron ver unas terribles cicatrices de color rosado anaranjado, como si fuesen ampollas de quemaduras más que huecos de clavos, ubicadas a la altura de las muñecas. En ese instante, lo único que se me ocurrió hacer fue acercar temblorosamente mi mano derecha a la suya y tocar con mis dedos su palma, dura y áspera, pero muy cálida. De inmediato la retiré, porque Él empezó a hablar. —Valió la pena —dijo, esbozando una sonrisa. —Perdón, no entendí. ¿Qué fue lo que valió la pena? —pregunté sin recuperarme aún de la impresión. —El darlo todo por amor en una existencia, porque con tal esfuerzo hoy el camino es más claro, abierto y accesible a todos. —Pero ¿fue en una o en varias? —inquirí.

—La última fue la mejor, aunque resultó la más dura. Su respuesta fue un bálsamo para mí, porque la había dado con un especial sentido del humor. Había en Él una cordialidad tan especial y maravillosa que sinceramente no me sentía digno de estar allí. Hasta me avergoncé de haberlo tratado tan familiarmente. Él se dio cuenta de mi conflicto de emociones y pensamientos. Como dándome una mano espiritual, me hizo una pregunta: —¿Qué te aflige, mi amigo? —A tu lado me siento bien, y pareciera que nada importa, Señor, pero, en el mundo, las cosas están tan difíciles —respondí sin poder evitar mi desaliento. Sentía que en ese momento podía desahogarme con Él. —Es una etapa difícil, es cierto, pero en la medida que haya más gente entregada al servicio a los demás habrá más esperanza y amor en el mundo. ¡Eso es lo que cuenta! —Pero ¿hasta cuándo? —Hasta el final del ciclo. Ya falta poco. —¿Y para qué, Maestro? ¿En qué consistió realmente tu misión? Durante todos estos años, hemos escuchado muchas cosas de ti, pero resultan incompletas. —Hubo un momento en que había que crear esa esperanza de la que te hablé. Se había llegado a una situación crítica, en la que parecía inviable construir un puente de luz y de unión entre los tiempos y los universos. Había muchos seres que trataban de asegurar la supervivencia de la humanidad y el cumplimiento de su labor, ayudando al ser humano a descubrir las expectativas cósmicas que pesan sobre él, pero la labor del acechador había sido muy grande y neutralizó este proceso de despertar y darse cuenta. No faltaron quienes hasta llegaron a dudar de que la humanidad lo lograría. Entonces yo me ofrecí para intentarlo. Vine a unir las orillas y a acercar lo que estaba alejado. Pedí la oportunidad para tratar de vivir el amor hasta las últimas

consecuencias y dar esperanza poniendo lo mejor de mí al servicio del Plan; pero, sin el apoyo del Padre, no hubiese podido... En verdad te digo: vine a recordar qué es lo que se espera de nosotros, y a aprender y enseñar el cómo, para que se haga o, por lo menos, se intente. —¿Y cómo podemos acercar lo que estaba distante? —volví a preguntar, retomando sus palabras. —¿Recuerdan cómo durante mi vida puse énfasis en las curaciones? Pues, de eso se trata. Hay que sanar el alma de la humanidad a través del amor en el perdón. Mi misión fue enseñar que el amor es la fuerza más poderosa del universo, capaz de abrir impenetrables muros y enlazar abismos insondables, y que sí es posible vivir para amar y morir por amor para alcanzar la vida eterna. —¿Resucitar en el amor? ¿Eso propones, Maestro? — contribuí casi sin darme cuenta por seguir cada palabra de su hermosa enseñanza. —En verdad, así es, y la humanidad va a ser requerida en un gran esfuerzo de amor cuando sepa su naturaleza y origen. Allí tendrá que ser capaz de perdonar mucho, tanto a aquellos que permitieron que vinieran de afuera otros con actitudes equivocadas como a los acechadores y a quienes estuvieron a su servicio y sabotearon el proceso. Pero, si antes no se ha ejercitado ese perdón en lo diario y cotidiano, en lo prioritario y más cercano, fracasará la misión colectiva. Cuán necesaria es en esta época la reconciliación del ser humano consigo mismo y con los demás, pensaba para mis adentros. —Discúlpame, Señor, que cambie de tema, pero ¿por qué en los Evangelios dicen que Tú eres “El Señor del Tiempo”? —¿No has aprendido bien la lección que te han enseñado los hermanos del espacio o es que me estás tomando la lección a mí? —dijo sonriendo, como cuando uno festeja una inocente travesura de un niño—. Con mi vida, lo que se logró fue acercar el tiempo que vive la humanidad con el tiempo en que se desenvuelve el universo, de donde llegaron aquellos que fueron llamados “ángeles”. Mi vida supuso un portal que se abrió, un puente que se tendió desde aquí hacia allá, y que ahora espera ser reencontrado y transitado. También había que elevar al ser humano por encima de su condición de proyecto,

dignificándolo delante de los demás mundos y civilizaciones, logrando niveles nunca vistos que permitieron acercar nuestra existencia material y mental con el universo espiritual. —Es complicado todo eso que los extraterrestres nos han venido diciendo, de que estamos viviendo en un tiempo alternativo, que realmente no existe, y que hay un tiempo real del universo, que es el que sí existe. Pero ¿es que acaso el tiempo no es solo una creación mental, una forma referencial? ¿Qué vendría a ser el tiempo entonces? —Ciertamente es complicado —contestó el Maestro—. Y te lo voy a explicar como aquí lo enseñan a los niños, para que lo puedas unir con todo lo que te han dicho antes: el tiempo es la creación misma. Después de la última creación, hubo una creación alternativa o segunda creación —llámala recreación si deseas— que afectó los procesos originales, un círculo tocando otro círculo. Como sabes, en mí se produjo a lo largo de mi vida pública una trasmigración, mediante la cual uno de los padres creadores del universo mental, un Hellel o Resplandeciente, llamado Michael o Miguel, se fusionó conmigo, y se separó luego en el momento de la crucifixión, con el fin de que muriera solo y culminara mi misión. Después de que alcancé a traspasar el umbral de la séptima dimensión, fue como un sello simbólico que se abrió, así como una realidad que se concretó, descorriéndose los velos del conocimiento que iluminaría las vidas de aquellos buscadores de la verdad, para que cada cual también lo intente. Estaba en la séptima dimensión, conectando con el universo espiritual, pero, a la vez, podía desplazarme a voluntad hacia una octava dimensión, por cuanto fui considerado Hijo de Dios por mérito propio. Una vez resucitado, no podía permanecer aquí materialmente, pues ya pertenecía a otra realidad dimensional, aunque conservaba el cuerpo físico glorificado y regenerado. Por ello tenía que ubicarme fuera de aquí, para dar la opción de que cada uno hiciese su parte, y así cimentar el proceso de construcción del puente. Habrá entonces un nuevo tiempo y una nueva Tierra, así como un nuevo ser humano. Esto significa una renovación total. —¿Y dónde has estado realmente todo este tiempo?

—¡Bien lo sabes!, porque ellos, los guías, ya te lo habían comentado hace unos años. Pero veo que quieres una descripción más detallada del asunto. Cuando una nave enviada por la Gran Hermandad Blanca del Uni-verso me recogió de la Tierra, poco tiempo después de mi resurrección, fui llevado al espacio exterior. Primero llegué al Consejo de los Veinticuatro Ancianos de la Galaxia; después seguí mi camino hacia el Centro del Universo Local y llegué al Consejo de los Nueve de Andrómeda, parte de la Gran Hermandad Blanca del Universo, que me acogió hasta que el tiempo fuese cumplido para la humanidad de la Tierra. Luego, hace poco, volví a la Vía Láctea y al interior del sistema solar. Como ves, actualmente estoy en este lugar, cerca de regresar al mundo. Ahora te pregunto yo a ti y a la humanidad a través de ti: ¿dónde han estado todo este tiempo? —Supongo que buscando, Señor, buscando en todas partes. —No busquen fuera de ustedes. Con los demás y aquí está su misión. —¿Y por qué estás aquí, Maestro? —aunque ya tenía una idea, quería escuchar su versión. —La puerta de conexión del sistema solar con el universo en el tiempo real está en esta zona, entre las lunas de Júpiter, y no falta mucho para que la humanidad se percate de su existencia. —¿Cuándo será el día en que se sepan y se cumplan estas cosas? —Ya se está acercando y cumpliendo el plazo; los acontecimientos así lo manifiestan. Por ello, estoy cada vez más próximo. De pronto irrumpió Mardorx, aprovechando que el Maestro hizo un largo silencio: —Mas son ustedes los que lo están acercando, desde el momento en que se va produciendo un proceso de definición colectivo del ser humano. Si crecen en conciencia, descubrirán que tienen una labor para con ustedes mismos y otra para con los demás. —Ciertamente —dijo el Maestro—. El momento actual los está invitando a

asumir su lugar en la fiesta del cambio. No se resistan a participar concientemente, ser felices y celebrar. —Perdón por la consulta, pero ¿qué ha sido de tus apóstoles? En la actualidad, como parte de los delirios y desequilibrios de los egos, hay cantidad de gente en la Tierra que se cree la encarnación o reencarnación de tus primeros seguidores. —Muchos de mis apóstoles que se identificaron con el proceso sellaron su propia cristificación, según su grado de conciencia y compromiso, y murieron por amor. Debido a ello, no volvieron a encarnar en la Tierra, sino que lo han hecho en planetas superiores, y ahora son parte de las jerarquías extraterrestres que vienen solidariamente a colaborar. —Pero, Señor, ¿por qué tiene que ser a través de un camino de sufrimiento? —¿Por qué se templa el metal en la fragua con golpes de martillo? ¿Por qué los cristales en las rocas se forman a partir de grandes presiones? ¿Por qué el sufrimiento y el dolor de una madre que está pariendo? ¿Por qué se ama tanto lo que más nos cuesta lograr? Dios no desea el sufrimiento de nadie, pero tampoco puede impedir el aprendizaje. El dolor y el sufrimiento son parte de una dinámica universal de crecimiento en conciencia. Constituyen ambos parte de un mecanismo mediante el cual interactúan las leyes que dirigen la evolución en el universo material. Siendo sus opuestos el gozo y la plenitud, el dolor y el sufrimiento son llaves para el conocimiento y el reconocimiento de muchas cosas. El sufrimiento inspira compasión, y esa es la prueba en la que se crece. Cuanto más conscientes sean, menos sufrimientos vivirán en ustedes mismos, pero no dejarán de sentir el dolor ajeno, porque la solidaridad les permitirá seguir amando. —Pero ¿no podría ser de otra manera? ¿Por qué tener que luchar y enfrentar, sufrir y llorar, crecer y sentir dolor? —dije embargado por una sensación de tristeza. Por una parte, las respuestas me resultaban claras, pero, por otro lado, había una suerte de rebeldía en mí. —El universo fue creado perfecto, pero como una semilla. La semilla es perfecta en sí misma, pero no puede quedar igual para siempre, tiene que cambiar, aunque esto signifique su muerte como semilla para transformarse en planta, dar frutos y

generar otra plantas. El universo, aun siendo perfecto, evoluciona, cambia, innova, mejora y, sobre la marcha, se adapta y corrige. Los seres humanos tenemos que ser agentes de nuevas y profundas transformaciones. Podemos y debemos perfeccionar lo perfecto, sugiriendo e implementando nuevas formas y alternativas que le devuelvan la capacidad de transformación y cambio al universo, pero esto ha de hacerse desde la esencia misma y en o con ella. La vida es una experiencia de aprendizaje en el cambio, y las transformaciones siempre arrastran consigo algún tipo de violencia. —¿Y por qué todo esto?. Han sido dos mil años, y la humanidad no ha progresado en esencia. Su espiritualidad es superficial, inclinada siempre a ser sectaria, fanática e inconsecuente. ¡Quizás hasta hemos involucionado! —Muchos han reaccionado, y todos ellos son motivo de esperanza e inspiración para los demás —dijo el Maestro mirándome con ternura y transmitiéndome paz con su mirada. —Pero son pocos en relación con el colectivo. ¿Qué va a pasar con la mayoría? —pregunté con cierta angustia. —Bueno, ya llegó entonces el tiempo en que quedará claro el porqué y el para qué de todo este largo peregrinaje. Ahora ha de cumplirse lo que tiene que ocurrir, para lo que ustedes han colaborado. También es el momento para que no se dé aquello que algunos trataron de evitar. El tiempo que ha transcurrido ha tenido su razón de ser, y, al haber sido difícil, ello nos garantiza la calidad e importancia de la misión del ser humano en este mundo. Aquellos que como tú están ados con otras realidades actúan hoy como una suerte de profetas del nuevo tiempo; por ello, no deben dejarse arrastrar por el desaliento, la apatía o el pesimismo; por el contrario, miren a su alrededor y verán un terreno fértil donde arar. Verán que nunca antes como ahora hay más sed de vida y hambre de amor, y son muchos los corazones, mentes y almas dispuestas a dar lo mejor de sí para lograrlo. Requieren todos ellos una guía, una orientación. Falta tan poco que en esta etapa se requiere que haya quienes desde el mismo colectivo humano alienten y estimulen a unirse a la distancia, en una

misma intención, a todos aquellos capaces de actuar de una forma práctica. Ciertamente ha sido un largo peregrinaje de miles de años para el ser humano, de millones de años para el universo, pero de pocos segundos a escala cósmica para que se llegue a terminar de aprender y hoy se pueda enseñar. Yo lo hice, y muchos lo están haciendo también. —A fin de cuentas, ¿es lo que debemos evitar que ocurra? —El fin violento y cruel, la destrucción indiscriminada de todo el planeta. —Pero ¿no han sido suficientemente crueles todas las guerras, pestes y enfermedades? Señor, sé que en tus tiempos no era mejor, pero hasta la semilla que dejaste se contaminó —y, en ese momento, cruzaron por mi mente las imágenes más terribles que el egoísmo inhumano ha producido, y experimenté un profundo dolor en mi corazón, que me hizo sentir más triste todavía. —La semilla cayó en distinto terrenos, y si bien es cierto que una parte significativa se contaminó por libre opción o falta de fuerza, hay otra parte que sí ha dado buen resultado, y es más de lo que pueden imaginarse; pero aún la mala semilla transformada en planta, al ser consumida por el fuego purificador de los cambios, se recicla, vuelve a la tierra y la fortalece. Como bien saben, yo no he sido el único mensajero ni el único sembrador: ha habido muchas buenas cosechas a lo largo de la vida humana, consecuencia de la buena siembra de muchos eficientes obreros. Hoy hay semilla seleccionada aguardando que el campo termine de ser preparado. Cuando me tocó sembrar, les enseñé que había dentro de cada uno un poder y una sabiduría a la que debían despertar, y que Dios mismo la ha colocado dentro de nuestras mentes y corazones como un don, para que seamos un reflejo consciente de Él. Ahora deben despertarlo, aplicándola con fe para asegurar la transición definitiva del mundo y de la humanidad hacia un nuevo estado, para que pasen rápidamente de la siembra a la cosecha. Pude apreciar que en sus últimos comentarios el Maestro había recuperado la alegría, y logró contagiármela. En ese momento, Mardorx, sin querer interrumpir bruscamente la conversación, dijo: —Para esto se los preparó a lo largo de muchas encarnaciones, y nunca antes

como ahora tienen en sus manos la posibilidad de sellar con éxito lo empezado. —Cuando lleguen a dominar las leyes que todo lo regulan, no serán nunca más arrastrados por la indiferencia ni la negatividad, sino que más bien se sentirán conminados a una entrega mayor, en un servicio más comprometido. Los demás serán el motivo de la existencia de ustedes, como lo han sido para mí, y la recompensa será la paz y la verdadera felicidad, que se alcanza al saber darle sentido a la vida. —¿Cuándo veremos las señales definitivas del cambio positivo? —Ya se han venido dando. Ustedes mismos son parte de esa señal, solo que están demasiado ansiosos, a la vez que demasiado atentos a aquellas otras señales que a propósito son difundidas, manipuladas y exageradas para confundirlos y desanimarlos. —Aunque la pregunta sea algo tardía, quisiera saber por qué estoy aquí. Si no merezco nada de esto, ¿por qué se me ha concedido esta oportunidad y privilegio? —Porque te ubicaste al margen de las estructuras de las instituciones religiosas, políticas, filosóficas, manteniendo una férrea voluntad de universalismo, representando a todos y a nadie en especial, estando con todos por igual. —¿Qué debo hacer ahora? —dije, sintiendo mi pecho inflamado. —Ve y haz lo que debes hacer. Comparte con todos el mensaje de amor en el perdón y en el cambio, dando siempre el énfasis y la importancia a la esencia y no a la forma. —Es tiempo de que regreses al Xendra —se apresuró a decir Mardorx. —Maestro, no te demores en volver —le dije mirándolo a los ojos, con palabras atrapadas en la garganta. —Ahora no depende de mí, ni del Padre-Madre: depende única y exclusivamente de ustedes, porque no voy a volver para juzgar a nadie, sino a participar de una evaluación final, que quedará a cargo de la propia humanidad. Yo mismo les enseñé a que no juzgaran. Más bien, no se demoren en darse

cuenta ustedes y culminen lo que deben hacer. ¡Ve en paz! Los largos dedos de la mano de Mardorx se posaron en mi hombro, me hicieron girar y me condujeron hacia la rampa. Al salir, la atmósfera cambiaba, y aparecía deslumbrante la Ciudad Cristal de Morlen bajo aquel extraño firmamento. Cruzamos andando de extremo a extremo la población hasta las afueras de la ciudad, donde se encontraba la Luna, radiante de energía, el portal que me trajo y que ahora me regresaría. Entonces, Mardorx se despidió de mí tocándome una vez más los hombros, y me dijo: —Vuelve ahora porque ya es tiempo de que te reúnas con el resto. No olvides cuán importante es que no descuiden la responsabilidad que tienen entre manos y el momento extraordinario que están viviendo, que les permitirá que todo lo que hagan, piensen y deseen se materialice para bien de todos. Las puertas de la Hermandad Blanca de la Tierra han sido abiertas para que desde sus predios puedan hacer su labor y cumplir sus objetivos. Esa es la razón de sus viajes a los retiros. Además, es un privilegio que les concede la vida ser capaces de aprovechar la oportunidad para crecer y crear un futuro distinto. ¡Amor y paz, Tell-Elam! —Amor y paz! —respondí yo, mientras entraba en el vórtice de energía que me llevaría de regreso a Quintero, en Chile. La noche estaba fría al pie de la laguna, cuando me hallé a mí mismo caminando. La experiencia había producido en mí una paz indescriptible, por lo cual me fui hacia la orilla de la laguna, me senté a meditar, y agradecí todo lo vivido. Estaba ensimismado cuando llegaron al lugar Carmen, de Lima, y Elvis, de Puerto Rico, que interrumpieron mi silencio y me preguntaron si había podido ubicar el Xendra. Les dije que sí, y les señalé los árboles, y rápidamente se encaminaron ambos hacia allá. Al rato regresaron muy emocionados, porque Elvis había visto la energía, y, al ingresar en ella, se había sentido absorbido por un remolino de luz, y pudo observar a la distancia un planeta color violeta. La sensación de temor frente a lo desconocido fue tan fuerte que se arrepintió y bruscamente salió del umbral. Carmen vio lo que le pasó a Elvis, y no se atrevió a intentarlo. Aproveché entonces para contarles algo de lo que me había tocado vivir.

Poco después fueron llegando uno a uno los convocados, repartidos en una extensa zona. Una vez reunidos, nos marchamos al campamento con la intención de hacer los comentarios junto con los demás. Sin embargo, por ser tan tarde y faltar pocas horas para que amaneciera, muchos se fueron directamente a dormir. Aquella madrugada del 22 de marzo de 1998 quedaría como un recuerdo imborrable en mi vida.

CAPÍTULO 12 ENCUENTROS CERCANOS EN LAS MONTAÑAS DE CONSTANZA

“Toda experiencia real de o cuenta con tanta riqueza de información, con tal profundidad en ella misma y complementación con todo lo anteriormente recibido, que evidencia su origen superior”.

Un viento suave envolvía el campamento en las montañas de Constanza, en el centro de la República Dominicana. Hacía pocos minutos que habíamos terminado una práctica de meditación, y el grupo había dejado sus sillas para dirigirse a las tiendas de campaña y aprovisionarse así de mayor abrigo antes de que oscureciera. Eran las 4:30 p. m. A diferencia del día anterior, el clima frío se había ido tornando cada vez más templado y agradable. Nos encontrábamos reunidas treinta y siete personas en el campamento establecido al pie de unas colinas amarillentas, cubiertas de verdes bosques de pinos y altos pajonales. Estábamos a más de 2.200 msnm, con una temperatura oscilante de entre los 5 y 10 °C. Hacía un día y medio que habíamos iniciado el Encuentro Mundial de o, el primero de ese tipo en la hermosa y cálida isla caribeña. Habíamos venido trabajando todas las prácticas conocidas de respiración, relajación, concentración y meditación, cadenas de sanación, de irradiación, etc., en un ayuno de purificación y sensibilización desde el día anterior. Se había terminado una dinámica, y nos estábamos organizando cuando desde el campamento divisamos a unos trescientos metros una espesa niebla que avanzaba con extraña velocidad, pero a ras del suelo, procedente de la zona más estrecha del valle. Al llegar a la parte más amplia, la niebla se elevó ligeramente y concentró, para adquirir la forma exacta de una medialuna que cambiaba instantáneamente su coloración, de ligeramente gris azulina a levemente plateada. En ese momento, interrumpí mi diálogo con uno de los compañeros, y

todos quedamos estáticos al ver ese extraño fenómeno. Nadie atinó a decir o hacer nada. Entonces reaccioné y les dije a todos que habría que acercarse. Como nadie me siguió, me dirigí rápidamente hacia esa formación con la intención de verificar la realidad y contundencia de la posible experiencia que se estaba preparando allí. Fui caminando ligero a pesar del barro del camino. Cuando me fui acercando, el domo luminoso se recogió y dirigió hacia mí, y me envolvió en un torbellino. Entonces, pude apreciar a un hombre muy alto, vestido con un traje oscuro, que se encaminó hacia mí. Aunque todo fue muy rápido, pude contemplar delante de mí y entre los árboles, suspendida, una canepla entre dorada y naranja como de un metro de diámetro, y, sobre el bosque, del lado derecho, estaba suspendida una nave en forma de disco plateado y luminoso. Fui alzado ligeramente por encima del suelo por una fuerza invisible y llevado violentamente, de forma oblicua, a la nave, a cuyo interior ingresé vertiginosamente. Una vez dentro, me encontré en una habitación circular abovedada, ligeramente oscura, pero no muy grande; por una parte, experimentaba la sensación de estrechez y, por otra, de profundidad. El lugar lucía como un cielo estrellado por constelaciones. De pronto, ubiqué a cuatro personas de aspecto muy humano delante de mí. Tres de ellas eran muy similares entre sí, tanto en apariencia como en vestimenta. El cuarto era diferente, un gigante (2,50 m) de aspecto nórdico, de pie en el extremo derecho, encorvado e incómodo. Vestido de oscuro, con una especie de pectoral plateado, lucía el cabello entre cano y platinado, no muy largo. Los otros tres, cercanos a mi altura (1,76 m), tenían las ropas azules pegadas al cuerpo; sus rostros eran triangulares, de un tono suavemente anaranjado, de ojos muy claros y ligeramente felinos. Sus orejas no eran muy grandes, pero sí bastante largas, hasta tocar sus hombros. Su cabello era abundante y muy grueso. Reconocí en ellos a Sampiac, Anitac y Titinac, de Venus. El cuarto, a quien no sé por qué razón demoré en reconocer, era Antarel, del planeta Apu, en Centauro. Sampiac, siempre mediante comunicación telepática, me dijo: —Esto que estás viviendo es consecuencia del Encuentro del Monte Shasta (se refería a la salidas organizadas por los grupos de o de los Estados Unidos)

y del trabajo que se ha venido llevando a cabo en la República Dominicana a lo largo de los años. Esto puede ocurrir aquí, en California o en Chilca, porque ahora son lo mismo. —Ciertamente —dijo Anitac con voz suave y segura, pero que percibía en mi cerebro—, está llegando el tiempo en que la humanidad ha de descubrir la clave que significó en su momento aquel continente olvidado que ustedes conocen como Lemuria. Hace ochenta mil años de los vuestros comenzó la aventura lemuriana. Hubo un momento muy especial, cuando la raza negra originaria del planeta, especialmente adaptada a los requerimientos de este mundo, evolucionó rápidamente y estuvo en las mejores condiciones para restaurar y lograr la sincronización de los tiempos, pero no faltaron entre las civilizaciones extraterrestres las involucradas como sembradores, quienes consideraron que, como la humanidad había llegado a esa condición sin una supervisión expresa de la Confederación, es decir, por su cuenta, mediante la utilización, como elemento adicional de su despertar, de plantas alucinógenas, no podían permitir que se lograra la reconexión porque las consecuencias serían imprevisibles e incluso nefastas. —Realmente hubo temor e inseguridad, un síntoma maravilloso del grado de afectación al que se estaba llegando, y que demuestra que se está cumpliendo el Plan Cósmico —dijo Titinac. —Nuestras civilizaciones se basan en el control casi absoluto de las situaciones. Cuando estas escapan de ese dominio mental, basado en nuestra capacidad de tomar previsiones, nos sentimos perdidos —comentó Sampiac. —El último periodo de Lemuria, conocido como MU, hace alrededor de doce mil años, marcó el momento en que la destrucción final de la Atlántida (civilización de híbridos y mestizos con extraterrestres) terminó de perjudicar el proceso evolutivo de esa otra parte del planeta y arrasó con lo que quedaba. Por tanto, llega el momento en que se les revelen informaciones a las que han accedido producto del esfuerzo de vuestro peregrinaje en esta encarnación. Es el tiempo de saber y de entender. Así, estamos en condiciones de confiarles que una de las encarnaciones primeras del Maestro Jesús se dio en la época de Lemuria.

Como bien saben, una vez que se produce la síntesis de las energías de la naturaleza, a partir del alma colectiva del planeta, hay una explosión de luz y sonido, de la cual surge un espíritu individualizado acompañado de una vibración, que es la primera parte de su nombre cósmico, que representa su esencia condensada. A partir de ese momento, empieza un proceso de múltiples encarnaciones hasta que, en alguna de ellas, se toma conciencia del camino espiritual; ese momento es como un segundo nacimiento, el cual viene acompañado de otra vibración, que es la segunda parte del nombre, conocida como la terminación cósmica. La encarnación en la que el real ser del Maestro Jesús tomó conciencia del camino espiritual y empezó su exitoso avance hacia la maestría fue durante la época de Lemuria, como integrante de la raza negra —dijo, al parecer, Anitac, ya que esbozó una delicada sonrisa y sentí su energía. —Los de los grupos de o tendrán cada vez más relevancia y destacarán en su sociedad, de tal manera que la gente estará pendiente de sus planteamientos; esto se apurará con el develamiento de información cada vez más comprometedora. En el tiempo que viene, habrá una sensación de zozobra y confusión en la humanidad, por lo que la gente irá donde aquellos que tengan la claridad para orientarlos y la paz como para consolarlos —dijo Titinac. —Este encuentro marca un hito. Deben contar a la prensa lo que está ocurriendo en este encuentro para que actúe y funcione como una campaña que despierte conciencias. La gente tiene que saber que estas cosas pasan en su tierra, en su isla, no en un lugar alejado, y que precisamente acontecen cuando hay movimientos sísmicos y sociales muy fuertes. Son los cambios de los que tanto se ha hablado, que señalan el final de un ciclo. Al acercarse los tiempos del cambio, la vibración ascendente traerá toda clase de movimientos físicos y psíquicos; a ello se debe el incremento de la actividad sísmica en las placas de todo el planeta; pero ya estamos viendo eso para minimizar sus efectos y evitar así terribles catástrofes. Ustedes tienen que hacer su parte conservando su paz y armonía a pesar de todo. La sincronización estará precedida de cambios climáticos, fenómenos insólitos y mucho caos, anarquía y violencia, sembrados, como bien saben, a propósito para

justificar la eliminación en masa de pueblos y razas mediante la siembra coordinada de virus —sentenció Sampiac. —Nunca antes como ahora sus cadenas y trabajos serán más que útiles para crear un balance —aportó Titinac. —Recuerden que ocurrirá lo que ustedes permitan que ocurra. Nosotros sabemos lo que puede pasar por deducción estadística, cálculo de probabilidades, estudio y observación sistemática, y como consecuencia de todo lo anterior. Además, hemos estudiado en profundidad las profecías captadas y elaboradas por los propios seres humanos — aportó Anitac. —Pero ¿esas profecías no fueron reveladas por ustedes? —pregunté bastante intrigado. —No. Realmente vienen del Profundo Amor de Dios, con el que más fácilmente pueden conectar ustedes que nosotros —refirió Sampiac. —En los próximos meses y años, antes del gran cambio, habrán tenido a todo lo más importante del Registro Askásico, así que abran sus mentes y dispongan sus corazones para la gran misión. No será nada fácil para ustedes tener la madurez para aceptar lo que habrán de saber, por cuanto hubo periodos del proceso planetario durante los que, habiendo sido la Tierra descartada del Plan, fue usada, y los grupos humanos quedaron sumidos en la servidumbre y la esclavitud, aprovechándose en ese tiempo de los recursos naturales como lugar de paso, así como que fue explotada la energía emocional humana. Van a tener que ser fuertes y no olvidar lo que se espera de ustedes, porque lo que conocerán los podrá conmover y hasta, en algunos casos, asquear — intervino Anitac. Ahora vuelve, Tell-Elam, y diles a todos que son ustedes los que deben lograr y mantener una vibración superior para que todo se dé. No será fácil si no mantienen la actitud adecuada y si no fortalecen su unidad y combaten el desaliento con el que las fuerzas oscuras tratan de debilitarlos cada día —finalizó Sampiac. En ese momento, un haz de luz azul brotó de un cristal piramidal invertido que colgaba del techo, me bañó de una suave energía, y se descorrió bajo mis pies una compuerta que me dejó ver a la distancia y desde gran altura el bosque.

Envuelto en una extraña fuerza, me hicieron descender rápidamente, acompañado de Antarel, que quedó sobre el suelo del lugar, a una distancia de aproximadamente veinte metros de donde yo fui depositado. Me despedí y di media vuelta, retornando al campamento con una fuerte taquicardia y sin poder recuperarme de una poderosa emoción que me ocupaba entero. Sabía que estábamos cerca de grandes realizaciones, pero los siguientes pasos dependerían de nuestras iniciativas y preparación, de nuestra convicción y actitud, así como del control de nuestros estados anímicos y emociones tan fácilmente explotados por las fuerzas tenebrosas.

CAPÍTULO 13 VIAJE AL OMBLIGO DEL MUNDO

“Según las tradiciones orales rapa nui, Make Make creó el universo, y él, como Creador, estaba fuera. La Tierra estaba dentro de un huevo donde el Creador quería experimentar las emociones y los sentimientos, y si él veía que eran buenos, abriría el huevo para que afectara a todo el universo”. Don Benito, sabio rapa nui

Hacía como dos años que los guías extraterrestres habían sugerido la importancia de realizar un viaje de conexión con la historia planetaria a la enigmática Isla de Pascua, pero no se habían dado las condiciones por uno u otro motivo. A pesar de que los mensajes psicográficos hacían énfasis en la conveniencia de que realizáramos pronto un viaje hacia esos rumbos para conectar con la historia oculta y con las piezas del rompecabezas faltantes del Plan Cósmico, los grupos estaban esperando una señal que lo confirmara. Anteriormente, había estado dos veces en Hanga Roa, capital de la isla y único centro poblado. Habían sido tránsitos de varias horas, pasando antes por Australia y Tahití. En esas ocasiones, había podido acercarme a uno de los centros ceremoniales costeros llamados Ahu (Ahu Tahai), que han sido reconstruidos y que presentan uno de los pocos moais completos, estatuas gigantescas con sus ojos de coral y pukau o gorro redondo de escoria roja, que no es otra cosa que un peinado tipo hongo que se hacían los pascuenses. Las comunicaciones psicográficas no habían hecho ninguna recomendación específica, salvo que estuviésemos atentos y sensibles, por lo que, ni bien surgió la intención de organizar este viaje a manera de seminario itinerante conmigo, pensamos que podría ser la gran oportunidad que estábamos esperando para dar cumplimiento al pedido de los guías. Ni bien se informó de la organización del viaje, varias personas mostraron su

interés de participar buscando comunicarse conmigo, entre ellos el doctor Mario Dussuel, psiquiatra asesor de la Comisión de Investigación de la Fuerza Aérea de Chile en el tema ovni. Él me pidió participar en calidad de escéptico, a lo que le respondí que sería un gran gusto tenerlo con nosotros en el viaje, por cuanto mucha gente que ha escuchado de mis experiencias consideraba que yo necesitaba un psiquiatra urgentemente. Así que qué mejor que un psiquiatra se ofreciera voluntariamente a acompañarme. Fuimos veintitrés personas de cinco países las que participamos del periplo, siete hombres y dieciséis mujeres; la mayoría no se conocía entre sí. Pocos habían participado de los grupos de o, pero la mayor parte tenía experiencia de meditación. Había de todo en este grupo: desde una cirujano plástico hasta un psiquiatra asesor de la Fuerza Aérea, desde una ama de casa profesora de yoga hasta ingenieros y docentes. La Isla de Pascua, también llamada Rapa Nui, “isla grande” en el idioma rapa nui, posee otros nombres, como Mata Ki Te Rangui, que significa “ojos que miran al cielo”, o Te Pito No Te Henúa, que se traduce como “el ombligo del mundo”. Se encuentra como a unos 4.000 km de las costas de Tahití y a 3.789 km de Chile. Podríamos decir que está en medio de la nada y a mitad de camino de todo. Es uno de los lugares habitados más aislados del mundo, un museo al aire libre con cientos de lugares arqueológicos y monumentos extraordinarios, como los famosos moais, unos 887 en toda la isla. Al llegar al aeropuerto Mataveri, estábamos siendo esperados por la gente de la agencia de viajes Aku Aku, términos que significan tanto “espíritus protectores” como “espíritus que no tienen descanso”. Nuestro guía local, llamado Terangi, nombre que significa “cielo”, nos dio la bienvenida como comúnmente suelen hacerlo en la Polinesia, con collares de flores (pipis) que nos colgaron del cuello unas agraciadas jóvenes. Después de acomodarnos en nuestro hotel, aprovechamos para ir caminando a la playa, distante unos cinco minutos de allí, donde nos encontramos con el Ahu Tahai, centro ceremonial compuesto por tres altares, viviendas, fogones, gallineros y un impresionante embarcadero, todo él restaurado en 1968. Allí, después de recorrerlo y fotografiarlo, aprovechamos para hacer nuestra primera meditación. Seguimos luego por las calles del pueblo. Por la tarde organizamos unos conversatorios para compartir lo que sabíamos de la isla.

Comentamos cómo hasta ahora solo eran conjeturas las explicaciones acerca del para qué y el porqué de los moais, así como que seguía siendo un misterio cómo hicieron para desplazarlos y repartirlos por toda la isla. Luego en la noche, durante la cena, seguimos conversando e intercambiando experiencias, y acordamos iniciar juntos nuestras meditaciones a las siete de la mañana todos los días, para lo cual el grupo entero se reuniría en una de las habitaciones. Con constancia y dedicación, logramos así con los días el apoyo mediante comunicaciones canalizadas con los hermanos mayores. El segundo día de nuestra llegada, domingo, fuimos todos a la misa que se celebra en la iglesia de Hanga Roa. Fue una experiencia muy espiritual y de profundo recogimiento, además de exótica, porque se realizó enteramente en el idioma nativo. A la hora del almuerzo, nos dirigimos a las faldas del Rano Raraku, volcán que guarda en su interior una laguna de agua dulce llena de plantas acuáticas de totora, y que fuera la cantera principal para hacer los moais. Después de un copioso refrigerio, partimos hacia el volcán. Observamos en el camino algunos moais acostados, dejados a uno y otro lado del camino por sus escultores. Fue impresionante observar la variedad de estilos y tamaños entre los moais que se encuentran erguidos en las paredes exteriores del talud volcánico. En este volcán, han quedado cerca de 396 esculturas distribuidas en su interior y exterior. Incluso, en la canteras, llegamos a observar el moai más grande, que mide 21,60 m de largo y pesa casi 182 toneladas. En el lugar, nuestro guía nos explicó lo que normalmente suele decirse de los moais: representan a los ancestros ya muertos que destacaron o a los jefes fundadores de las tribus y los clanes, y que estos eran deificados. Para esto, las tribus les pagaban a los talladores con alimentos, y mantenían a los escultores en las canteras hasta que terminaban el trabajo. Se dice que la mayoría de moais no fueron terminados debido a la falta de pago. Un detalle interesante es que las estatuas poseen la cabeza aplanada y los lóbulos de las orejas deformados y alargados, dos detalles propios de las culturas sudamericanas. Otra información que conviene tomar en cuenta es que los pobladores en la antigüedad estaban divididos en dos grupos étnicos: los “orejas largas” y los “orejas cortas”, llamados hanau eepe unos y hanau momoko los otros, respectivamente. Recordemos que entre los incas estaban los hanan y los urin, los de abajo y los de arriba, y que la deformación craneana era práctica

común; además, los nobles solían modificarse las orejas para lucirlas muy largas, de allí el término “orejones”. ¿Habrá alguna relación entre la palabra hanau del rapa nui con el término hanan de los incas? Del Rano Raraku volvimos al bus y nos dirigimos al Ahu Tongariki, al pie del volcán Poike, el más viejo de la isla, con tres millones de años de existencia. En el lugar, nos encontramos con una espectacular plataforma ceremonial con quince moais gigantescos de entre sesenta y setenta toneladas. Este monumento fue reconstruido porque en el pasado fue barrido y destruido por el mar durante el tsunami de 1960. Desde este lugar, teníamos una vista impresionante del Rano Raraku. Hoy se considera que los Rapa Nui eran unos artistas no solo para trabajar y fabricar las estatuas, sino para bajarlas desde la cantera hasta el camino gracias a unas quillas en la espalda de la estatua y al uso de trincheras donde caía la estatua y se la hacía rotar sobre el camino haciendo uso de cuerdas, como si la misma estatua caminara. Los troncos de palmeras jamás habrían soportado el peso de semejantes estatuas. El lunes, luego de nuestra meditación mañanera, hicimos una visualización en la que nos proyectamos al Rano Raraku, y nos vimos allí con seres vestidos de blanco que nos explicaban la naturaleza del lugar y de todo cuanto allí había ocurrido. En los comentarios posteriores, surgió la idea de que allí había sido depositado algo muy importante y luego sumergido en la laguna del volcán. Una imagen que se repetía era la de seres extraterrestres con aspecto de reptiles deportados a nuestro mundo, ubicados precisamente en esa isla y en ese volcán. Se sabe que quienes poblaron la isla —los maoríes de Hiva— actuaron como guardianes, y reemplazaron a los guardianes extraterrestres, pero esa misma energía oscura enquistada en el lugar los habría tratado de destruir. Después del desayuno, nos dirigimos bajo un hermoso cielo azul y con un creciente calor hacia Vinapu, en el extremo del volcán Rano Kao, de unos dos millones y medio de años de antigüedad, muy cerca del aeropuerto de Mataveri. Vueltos al bus, llegamos al final de la pista del aeropuerto, descendimos la ladera de la montaña y llegamos al Ahu Vinapu, donde nos encontramos con una plataforma donde los moais están caídos sobre el ahu. Pero la plataforma misma estaba compuesta de inmensas piedras talladas primorosamente al mismísimo estilo de los monumentos incas del Cusco. Era tan evidente la similitud que hasta

destacaban en la pared pequeñas piedras encajadas como parches que completaban perfectamente la dinámica del muro. Nos pusimos entonces todos en la muralla para hacer una práctica de dermóptica o percepción extrasensorial, para captar a través del tacto y de la frente la historia grabada en el lugar. Al cabo de unos minutos, luego de mantener la respiración lenta y profunda, en nuestra pantalla mental apareció la imagen de una nave extraterrestre en forma de perla brillante que descendía en el interior de un volcán que contenía un lago de agua dulce, y que dentro de esa nave había unos seres con forma de reptiles antropomorfizados y cabezas alargadas, que venían en condición de deportados y exiliados a la isla por su mal comportamiento. De un momento a otro, la práctica de dermóptica en el lugar estaba confirmándonos lo que habíamos empezado a recibir en nuestras meditaciones y proyecciones en la isla. Percibimos que aquel ahu originalmente era un templo del Sol de manufactura inca, y que la isla fue visitada por los incas, tal como lo refieren cronistas, cuando hacen mención a viajes mar adentro en la época del inca Túpac Yupanqui. Los incas fueron algunos de los distintos grupos humanos que habitaron la isla, solo que finalmente sus gentes fueron exterminadas allí y sus vestigios sumergidos en el mar de donde vinieron. Sin embargo, su influencia quedó marcada en el lugar. Es curioso también que, según los cronistas, cuando Atahualpa se hizo del poder, uno de sus orejones le aconsejó que quemara unas tablillas de madera de la época de su abuelo Túpac Yupanqui, donde estaba grabada la historia, pero no se especifica de qué historia se está hablando. Después de la práctica, que fue acompañada de algunas mantralizaciones de la palabra “Zin-Uru” (palabra que se usa como llave para abrir portales entre las dimensiones), comparamos aquel muro con el del otro ahu cercano, y notamos la diferencia abismal de calidad y diseño. Lo que también confirmaba la posible conexión inca era que uno de los moais caídos sobre el ahu había roto la plataforma, y dejó al descubierto una habitación subterránea de lo que habría sido el templo, algo que no existía en los demás ahus. En el otro ahu cercano, más rústico, se hallaba una extraña estatua doble a manera de un falo, con brazos laterales, que suele relacionarse con una estatua doble o más bien femenina. De Vinapu nos dirigimos hacia el Rano Kau, el volcán que domina la población de Hanga Roa y el aeropuerto. El cráter del volcán tiene un kilómetro de diámetro y un lago de agua dulce en su interior, del que se extrae el agua para la

población de Hanga Roa. Sobre el borde del acantilado y el cráter, se encuentra la aldea ceremonial de Orongo, donde hay cincuenta y tres casas de piedra y cerca de mil petroglifos del hombre pájaro y el dios Make Make. Fuimos luego caminando hacia un punto magnético aconsejados por Terangi, que es el vértice del triángulo que forma el Rano Kau con los otros volcanes y la forma misma de la isla. Allí hicimos un trabajo con pirámides de luz violeta y el Real Tiempo del Universo, el cual fue intensamente vivido por todos los participantes. A la salida, en la caseta de los guardabosques, uno de ellos me reconoció por haberme visto en la televisión, y me contó delante de otros compañeros que ellos habían encontrado en una cueva poco accesible unos restos óseos humanos el doble de grandes de los de una persona normal. Es más, los cráneos eran como peras invertidas y de rostros anchos. Esta confesión fue una revelación extraordinaria que iba confirmando las percepciones que veníamos teniendo. El origen de los hombres pájaro podría estar relacionado con el mismo elemento inspirador en Egipto de los dioses y semidioses, de procedencia extraterrestre. Curiosamente, en Rapa Nui, se le llama Ra´a al Sol y en Egipto, Ra. Por la tarde, recorrimos la población de Hanga Roa, y en cada lugar donde entraba, ya fuese este una bodega, negocio de artesanías o tienda de comestibles, terminaba conversando con los pobladores, quienes me contaban sus experiencias de avistamientos. El día martes hicimos la meditación y continuamos con una visualización en donde nos veíamos a nosotros mismos bajando los acantilados del Rano Kao. Varios de los presentes tuvimos una serie de percepciones o imágenes mentales muy claras e intensas, con cantidad de símbolos. Debido a la vibración alcanzada por el grupo, se pudo recibir comunicación, y luego de leerla la comentamos.

Comunicación: 23-05-06 Hotel Poike, Hanga Roa Antena: Tell-Elam

Sí, somos vuestros hermanos guías en misión. Sabemos dónde se encuentran, y que la vida los reúne para sembrar paz y reconciliación en ese lugar, y desde allí al mundo. Cuanto más trabajen entre ustedes y con ustedes la apertura de conciencia, la sensibilidad, la sintonía y la visión interna, tanto mejor será el grado de actuación que podrán desplegar y tanto más intensa la irradiación que conseguirán hacia este mundo, laboratorio de la humanidad. Todo está en ustedes; solo tienen que activar el recuerdo para poder actuar a conciencia y en la plenitud de su potencialidad. Aquí vinimos en el pasado remoto con una carga pesada para todos, y desde aquí visitamos muchos otros lugares del planeta, y advertimos del peligro de que se desviaran de su propósito. Fue este un lugar de paso de varios pueblos, atraídos por la energía poderosa aquí depositada. Aquí, en un lugar tan pequeño y en medio de la nada, estaba todo dicho y expresado en símbolos interpretables por todas las civilizaciones, y desde aquí también salieron muchos misioneros para recorrer los distintos rincones del mundo llevando un mensaje, un conocimiento y una labor. Este es un centro muy poderoso, donde las energías pueden armonizar o desequilibrarlo todo. Por ello, manténganse en armonía, porque lo que se logra aquí afecta al planeta. Estamos atentos y pendientes de ustedes. Si se sensibilizan nos verán, porque estamos más cerca de lo que piensan. Hagan una salida para ello. Con amor, Sampiac

El miércoles, después de la meditación y el desayuno, nos fuimos a conocer la cueva de los plátanos, también llamada Ana Te Pau, un sistema de cavernas donde, aprovechando la humedad, se han creado microclimas para el cultivo de diversas especies para garantizar la alimentación de la población. Estas cuevas son tubos de lava que han servido para acumular agua de lluvia. Se extienden por centenares de metros por debajo de la isla. El recorrerlas fue una experiencia por demás interesante, y hasta meditamos en la total oscuridad de las profundidades de uno de los túneles. Nos proyectamos en el tiempo y en el espacio y llegamos a escuchar cantos ancestrales grabados en el lugar. De este sitio seguimos para el Ahu Akivi, también llamado de los siete moais, que

representan a los siete exploradores de Hatu Matu’a; son los únicos que están de frente, mirando hacia la costa. Aquí Víctor González, de Uruguay, miembro de nuestro grupo, tomó una fotografía al paisaje, que después permitió ubicar la presencia de una nave en el cielo. Por la noche, fuimos a la fiesta polinesia, un espectáculo cultural de danzas y cantos en el hotel principal de la población, donde conocimos al grupo de ballet Kari Kari, que realizó toda suerte de bailes y destrezas que asombraron y maravillaron a todos. El jueves meditamos en la mañana y experimentamos, como siempre, alguna visualización. Recibimos además el siguiente mensaje:

Comunicación: 25-05-06 Hotel Poike, Hanga Roa Antena: Tell-Elam Sí, somos vuestros hermanos guías en misión. Vayan tal y como han pensado hacer a esa salida al campo mañana al pie del volcán Poike. Déjense guiar y trabajen intensamente en elevar la vibración; ello os permitirá ver y sentir que no están aquí por casualidad, sino para atar cabos y recibir confirmaciones. Estén atentos porque todo les está hablando, desde el clima hasta las piedras. La gente les dará respuestas, por lo que abran bien los ojos y afinen el oído. Todo lo que se os va develando estaba previsto. Este es el tiempo del tiempo, cuando todo se va aclarando y los velos se van descorriendo para todo corazón que con pureza de intención llega a ubicarse en el lugar y en el momento correctos. Ustedes debían estar en este lugar y en este tiempo para actuar y relacionar el conocimiento trasmitido. Aún se les tienen reservadas sorpresas. Verificarán nuestro apoyo. Con amor, Sampiac

Después de desayunar, nos dirigimos de nuevo al Rano Raraku para ingresar en su interior, debido a que la vez anterior, por la lluvia, nos habíamos quedado solo en las paredes exteriores. Así que subimos la rampa por donde en el pasado bajaban los moais extraídos del interior del volcán. Una vez dentro, vimos la magnífica laguna de agua dulce llena de totora que cubre el cráter. Del Rano Raraku seguimos camino hacia el Ahu de Te Pito Te He Nua, lugar de la piedra redonda ceremonial del ombligo del mundo, donde hicimos ejercicios de dermóptica para sentir los latidos del corazón cristal del planeta. Lo que percibimos muchos fue una forma similar a una piedra cayendo del cielo, pero no precisamente un meteorito. De allí nos fuimos a la playa de Ovahe, que se encuentra dentro de un cono volcánico, un hermoso lugar de aguas cristalinas y arenas blancas, donde nos bañamos y disfrutamos de una hermosa tarde. Al regresar al hotel, habían llegado de improviso para hablar conmigo dos de la Fuerza Aérea estacionados en el aeropuerto Mataveri. Querían que les contáramos en profundidad el motivo de nuestra presencia en la isla, lo cual me permitió informarles que al día siguiente por la noche tendríamos un avistamiento anunciado al pie del Poike y al lado del Ahu Tongariki. Ellos dijeron con entusiasmo que estarían atentos a las pantallas del radar. En la noche, nos reunimos en el pueblo con don Benito Alarcón, hombre sabio, viudo de la última de las chamanas de la isla, doña Esperanza, descendiente ella, según Benito, también de los seres de Orión, del hermano Rojo y Negro. Él nos recibió generosamente en su casa, donde pudo extenderse en sus comentarios sobre los misterios de la isla y cómo estos se relacionan con el o extraterrestre, y nos relató él mismo sus experiencias de o con un hermano mayor. Hubo un momento en que me pidió que le comentara lo que yo sabía y había captado en la isla. Aprovechando de esa invitación, así lo hice, y no solo no me corrigió, sino que apoyó mis afirmaciones y completó él la información. Nos dijo que, según las tradiciones orales rapa nui, Make Make creó el universo, y que él, como Creador, estaba fuera; y que la Tierra estaba dentro de un huevo donde el Creador quería experimentar las emociones y los sentimientos, y que, si él veía que eran buenos, abriría el huevo para que afectara a todo el universo, lo que me hizo relacionarlo con la información del Real Tiempo del Universo y el tiempo alternativo, así como con los distintos universos y dimensiones.

Según don Benito, Make Make le ordenó a Pao’a o He Pao’a , que era un mazo, que rompa el huevo y liberara la emoción y el sentimiento al universo. Pero este no vino ante el llamado divino. El universo había sido oscuridad durante mucho tiempo (¿estancamiento evolutivo?). El único planeta azul era la Tierra (¿el único con esperanza de crecimiento espiritual sostenido?), y aquí se imprimió la emotividad de Dios. Los océanos eran sus lágrimas de alegría. El Creador hizo que cayeran o llegaran catorce huevos a Hiva. Eran siete masculinos y siete femeninos, pero no germinaban. Entonces, Make Make se vio a sí mismo reflejado en el agua de una calabaza, y, sorprendido con su imagen, creó al hombre. Nos habló que antes de la llegada del rey Hatu Matua estaba Uoke en la isla, un gran espíritu que se rebeló y había sido exiliado aquí. De inmediato lo relacionamos con Satanel. También nos comentó de una terrible guerra en el cielo y otra en la isla, que determinó que un grupo de los moko, los llamados “hombres lagarto”, fueran exiliados en la isla, adonde fueron traídos por una nave en forma de perla brillante y depositados en el interior del volcán Rano Raraku, que posee un lago interior. Este relato impresionó al doctor Mario Dussuel, que había escuchado las percepciones que el grupo había obtenido en el muro, coincidentes completamente con lo que ahora nos estaba refiriendo don Benito. También nos contó aquel hombre sabio que la isla guarda conexión con Lemuria, pues contiene archivos de su memoria. Dijo él, entre otras cosas, que, si la isla se portaba bien (se polarizaba totalmente hacia la luz), esto afectaría positivamente al planeta porque era un gran portal dimensional, y que podían darse las condiciones para que la isla pase a otra dimensión mediante la apertura de un portal y, en el mejor de los casos, arrastre a toda la humanidad y al planeta, pero para bien. También nos dijo que Rapa Nui era el ombligo del mundo, por las energías que se irradiaban de allí al planeta. El día viernes hicimos nuestra acostumbrada meditación de las siete de la mañana y aprovechamos para recibir comunicación, donde se decía lo siguiente:

Comunicación: 26-05-06

Lugar: Hotel Poike, Hanga Roa Antena: Tell-Elam Sí, somos vuestros hermanos guías en misión. Reúnanse, como ya os dijimos, en dirección al volcán Poike por la noche; allí completarán la información del porqué han venido y para qué están aquí. Los vigilantes y guardianes pascuenses entregarán simbólicamente la posta de su vigilancia al resto de la humanidad despierta a través de ustedes. Vayan asumiendo que esto significa responsabilidades mayores, por cuanto de ahora en adelante no podrán descuidar su preparación. En el lugar, al pie del volcán Poike, no solo miren al cielo, también miren hacia adentro. Con amor, Sampiac

Después de desayunar, abordamos el bus y recorrimos la cueva de Ana Kai Tangata, un lugar volcánico donde las olas del mar revientan con gran violencia y producen una espuma de estremecedora belleza. El sonido del mar ingresando con violencia en la cueva terminaba siendo como un promotor de un estado de trance inducido. Fue muy fuerte la sensación y estado que conseguimos allí. De la caverna seguimos hacia el vivero de Mataveri, donde se encuentran las especies nativas de flora típica pascuense, algunas de las cuales han sido rescatadas del continente o de Tahití y devueltas. Luego seguimos por el pueblo de Hanga Roa con el guía y terminamos en el Museo Antropológico Padre Sebastián Englert, donde existen unas 1.500 piezas arqueológicas, que representan el legado cultural de la isla. Por la tarde, volvimos en dirección a la playa de Anakena, y nos detuvimos en el camino para contemplar un fenómeno al parecer magnético: dejamos en una cuesta el bus en neutro y con el motor apagado, y, a pesar de que estábamos en una aparente cuesta, el bus empezó a acelerarse y a subir solo. Realmente era muy extraño, y sabemos que no es el único lugar en el planeta en donde pasa algo así. Posteriormente, ya de regreso en Santiago, tuve la oportunidad de recibir un hermoso regalo de Rosita Calaf, virtuosa pintora y una de nuestras compañeras de viaje: un extraordinario libro del escritor español Antonio Ribera,

acerca de una expedición que realizó en los años setenta a la isla, en el que describe precisamente que pudieron medir la zona norte de la isla de Rapa Nui, y determinaron que es una de las de mayor perturbación magnética en el mundo. En Anakena, hicimos un repaso del lugar y disfrutamos de unas horas de playa, aunque nos cayó una lluvia violenta, pero pasajera, cuando ya nos retirábamos. Hicimos tiempo para que dieran las 9 p. m. y salir en el bus en dirección al Poike. Terminamos por ubicarnos a los pies del Ahu Tongariki, a un lado de las faldas del Poike. Terangi nos había contado anteriormente que los hanau eepe u “orejas largas” habían sido quemados vivos por los hanau momoko u “orejas cortas” durante las guerras tribales, y la última gran batalla se había librado en una trinchera que estaba a un lado del Poike. Esto finalmente me persuadió, por una cuestión de vibración, de ir al lado opuesto donde están los moais, siempre a los pies del volcán, como pedían los mensajes. Allí aprovechamos para hacer toda clase de trabajos espirituales y mentales, así como para mirar un cielo como pocas veces se contempla en la vida. Se veía claramente el brazo espiral de la galaxia, de la Vía Láctea, en toda su plenitud sobre los gigantescos moais. Al cabo de un rato, parecía que las estrellas salían de detrás de los moais. Personalmente, me pasó que hubo un momento en que sentí claramente que algo gigantesco y redondo, aunque no visible, se había ubicado encima de nosotros, pero a muy baja altura, y así se lo manifesté a los demás. Continuamos con las prácticas de meditación, a pesar de lo ligeramente frío del ambiente, y hasta hicimos una irradiación con siembra de una esfera de luz, en la que envolvimos a los ángeles caídos, y depositamos la esfera dentro del cráter del Rano Raraku. El chofer y el guía de la agencia, que se encontraban en el bus, como a unos quinientos metros de nosotros, en la total oscuridad de la noche, sin saber ellos lo que nosotros estábamos haciendo, vieron un resplandor dentro del cráter del Rano Raraku y una esfera de luz que descendió allí mientras nosotros estábamos trabajando. Como a eso de las once de la noche apareció un objeto brillante sobre el Poike lanzando flashes luminosos y subiendo y bajando, pero solo verticalmente. En ese momento, otro objeto apareció en dirección opuesta y se inició una lluvia de estrellas con objetos luminosos como meteoritos que cruzaban de un lado a otro por montones. Al cabo de un rato, los objetos que se mantuvieron mucho tiempo estáticos se movieron y se marcharon rápidamente.

Quedamos muy contentos porque sentimos y contemplamos el apoyo, así como la confirmación de las comunicaciones. Al día siguiente, cuando ya íbamos al aeropuerto, don Mario Villalobos, del aeropuerto de Mataveri, y el oficial de la Fuerza Aérea a cargo nos fueron a despedir personalmente al pie del avión trayendo collares de conchas marinas. Fuimos y volvimos de la isla, pero algo muy profundo e intenso nos trajimos con nosotros, y algo muy fuerte se quedó allá, algo que nos haría volver muchas veces más. Y volvimos. El día 19 de mayo de 2007 me encontraba por segundo año consecutivo viajando a la Isla de Pascua, en medio del océano Pacífico. Iba en compañía de otras veinte personas, la mayoría de ellas lectores de mis libros y seguidores de mis conferencias por el mundo. Todos habíamos coincidido en este tour esotérico hacia la enigmática isla de Rapa Nui, sintiendo que habían asuntos pendientes por ser recibidos en relación con la información allí guardada. Luego de aterrizado el avión, empezaron a bajar los turistas procedentes de diversos países y también la gente del grupo que iba conmigo. Yo salí último. En la pista, Ciro Echeverry, de Uruguay, estaba filmando al avión y al resto de pasajeros. Él es un buen amigo, hombre de televisión y empresario vinculado al espectáculo en Montevideo. Al verme descender, me pidió un comentario y saludo a mi llegada. Cedí a su pedido y, además, respondí las preguntas de algunas de las señoras amigas que se colocaron a mi lado. De pronto, observé a la distancia, sobre el cráter del volcán Rano Kao, un extraño objeto luminoso, ubicado a poca altura y de forma oblicua, y le pedí a Ciro que lo captara en su máquina de video y le hiciera un acercamiento. Todos los que aún se encontraban a mi lado y que no se habían dirigido a recoger sus maletas se quedaron observando junto conmigo aquel extraño objeto que hacía una serie de movimientos contra el viento, subiendo y bajando, y moviéndose a derecha e izquierda. Del grupo de los veintiuno, nos hallábamos allí ocho, y, aprovechando que se encontraban en la pista de aterrizaje dos de aeronáutica del aeropuerto, les consultamos sobre el objeto. Ellos no se habían percatado de aquella presencia, y, al hacérselas ver, de inmediato descartaron la posibilidad de que fuera un globo sonda meteorológico y menos aún un globo turístico o un parapente, por cuanto los vientos en lo alto del volcán son traicioneros y fuertes, además de que no está permitido sobrevolar la zona sin permiso. Usaron sus

radios y llamaron a la torre, que confirmó la presencia del objeto, pero también su naturaleza no identificada. Como a los cinco minutos, el objeto que subía y bajaba se escondió detrás del volcán, y ya no lo vimos más. Fuimos al día siguiente al volcán y visitamos el cono donde se encuentra la aldea ceremonial de Orongo, una importante zona arqueológica. Pudimos apreciar en el cráter de más de un kilómetro de diámetro, su naturaleza escarpada y los fuertes vientos allí reinantes. Esto nos sirvió para descartar la naturaleza humana del objeto que vimos desde el aeropuerto. Pudimos entonces consultar con los guardaparques del Parque Nacional Rapa Nui que se encontraban de guardia el día sábado 19 en la montaña, quienes negaron la presencia de algún objeto conocido y con autorización en la zona ese día, y nos dijieron que no es frecuente que algo vuele allí. Con apego a la objetividad y sentido común, descartamos así toda posibilidad de interpretación simplista con respecto a la observación de aquel día. Fue un impactante encuentro ovni, al parecer fortuito, pero curiosamente coincidente con el que hacía un año exactamente habíamos tenido en la isla. En 2006, el avistamiento fue anunciado y por la noche, y a pocas horas de marcharnos; un año después, fue sin anuncio previo, cuando llegamos y a plena luz del día, como para que lo vieran en directo y a nuestro lado los militares. Simplemente fue algo insólito y contundente que demuestra que siempre están allí, apoyando.

EPÍLOGO ¿CÓMO AR?

“El propósito de la comunicación es establecer un puente de conexión con otros seres, realidades y dimensiones. Es abrir una puerta hacia otra realidad, es aperturar los ojos, los oídos y el corazón al universo interior y exterior”.

Hemos hablado a lo largo de todo este libro de increíbles experiencias de o, las cuales se han venido dando y repitiendo en diversas partes del mundo, muchas veces entre personas que no se conocían entre sí, ni tenían antecedentes de las vivencias de las otras. Son experiencias que, aunque han sido corroboradas y comprobadas por testigos imparciales y objetivos, como periodistas, científicos y militares, no dejan de asombrarnos. Pero ¿qué tan posible es que cualquier persona llegue a tener una experiencia de este tipo? Ya hemos visto que son estos seres que llegan a la Tierra los que seleccionan a aquellos con los que desean arse, gente sencilla y sensible, pero eso no niega la posibilidad de que uno mismo, por su propio esfuerzo de sensibilización, pueda predisponerse y crear las condiciones.

Comunicación psicográfica y telepatía Sabemos por experiencia propia que el o se llegó a concretar a través de una comunicación telepática, mediante la modalidad de la psicografía o escritura automática, en un estado consciente durante una meditación. Esta comunicación fue establecida con extraterrestres, fue inducida por ellos, ocurrida en el marco de una ambientación especial que nosotros podemos crear. La comunicación es el medio por el cual se establece este puente de conexión con el universo, para abrirnos al conocimiento de todo un plan de ayuda a la humanidad por parte de Jerarquías Superiores de la Galaxia, que nos ven como

sus hermanos menores, y que han dispuesto la supervisión y apoyo al proceso de transición y madurez que enfrenta la humanidad. Estamos en la llamada Era de Acuario, caracterizada por la excesiva luz, o sea que, si antes había oscurantismo e ignorancia, hoy, por el contrario, hay demasiada información, mucha de ella de dudosa procedencia (desinformación). Fácilmente se confunden hoy en día las verdades con las semiverdades y hasta con las mentiras. El o extraterrestre, comprobable y que aporta un conocimiento actualizado, viene a cubrir ese vacío que deja la inseguridad frente a los conocimientos que se vierten, y que la mayoría de las veces no pueden ser cuestionados porque se nos alega que proceden de la más pura tradición iniciática o de la más profunda investigación científica, por lo que la negación del análisis y la subordinación a los esquemas nos sitúa en una situación de clara manipulación. Debemos estar abiertos a todas las fuentes de verdad, sin desechar ninguna, pero con objetividad y espíritu crítico, así como con intuición. Solo así podremos tomarlas como algo seguro. Recordemos que en nuestro propio interior está el acopio de toda la información a la que la humanidad ha tenido , no solo en nuestros genes, sino también en nuestra alma, enriquecida por las múltiples vivencias de encarnaciones pasadas. Por ello, la verdad profunda no está tan lejos como se podría pensar. En el o, las canalizaciones se pueden dar de múltiples maneras. Así, la comunicación telepática puede manifestarse mediante psicografía, también llamada escritura automática, que ocurre luego de sentir la necesidad de transcribir los mensajes al mismo tiempo que son recibidos. Es mental cuando el mensaje llega de modo directo a la mente, sin que la persona receptora sienta necesariamente deseos de escribir; y astral cuando los mensajes llegan en sueños. Son pues los visitantes del cosmos los que se comunican con nosotros y no nosotros con ellos, es decir, son ellos los que seleccionan e inducen el o en uno, y luego hacen el mayor esfuerzo para bajar a una frecuencia en que los podamos captar. Nosotros tan solo necesitamos sensibilizarnos a través de la preparación integral,

que es sugerida desde el primer instante. Para sintonizar con los guías, no hay entonces mayor secreto, y, si bien cualquier persona podría establecer el o (si es que no lo ha tenido ya como inspiración o en sueños), no cualquiera podría mantener dicho o, porque ello sí requiere un trabajo interior y una preparación continua y constante. Ahora, todo verdadero mensaje requiere cumplir con ciertas características y requisitos. El primero de ellos es que un buen mensaje llega a través de un buen antena receptor.

Características de todo buen ado Si tuviéramos que describir los requisitos que se tienen que tomar en cuenta en todo aquel que intente una recepción, diríamos que estos son: Primero: Que la persona que intente la recepción de mensajes sea alguien equilibrado, sano física, mental y espiritualmente. Una persona en mal estado físico tiene la atención dispersa en su cuerpo que está enfermo, debido a lo cual no puede concentrarse y menos canalizar. Una persona que no está sana mentalmente no puede distinguir ni el origen ni la procedencia de las ideas. Alguien depresivo o que atraviesa una crisis espiritual está vibrando bajo, lo que la inclina a conectar con entidades bajas. Si esta fuese la situación de la persona, la idea es esperar a estar bien y lograr el equilibrio interno y externo, y no arriesgarse a equivocarse y extraviar a los demás con su desequilibrio. Segundo: Todo buen antena receptor tiene que ser alguien disciplinado, porque la disciplina fortalece la voluntad, y la voluntad reduce los márgenes de manipulación y error. La disciplina requiere una preparación integral, que es física, mental y espiritual. La preparación física consiste en aprender a respirar, relajarse y alimentarse de la forma más natural posible, incluir ayunos terapéuticos de limpieza orgánica que hipersensibilizan y fortalecen la voluntad, y también dejar de lado toda clase de estimulantes que afectan al sistema nervioso y crean dependencias. Es importante, además, hacer deporte, acostarse temprano y buscar el o con la naturaleza.

La preparación mental consiste en aprender a respirar, relajarse, nutrir la mente con buenas lecturas y seleccionar imágenes y contenidos audiovisuales adecuados, que alimenten el inconsciente; así como hacer ayunos mentales que eviten la contaminación psíquica, hacer gimnasia mental con visualizaciones, concentraciones y meditaciones, acostarse temprano y procurar el o con la naturaleza. La preparación espiritual consiste también en respirar, relajarse, realizar trabajo social, con meditaciones y oraciones, procurar superar los fanatismos y dogmas religiosos, y conectar a través de la naturaleza y de la interiorización con los planos superiores. La meditación continua y constante, en cualquiera de sus formas, contribuye a prepararnos en tres aspectos: respiración, relajación y concentración. Tercero: El futuro antena deberá ser alguien objetivo y analítico, sincero y veraz, y desarrollar la autocrítica más sincera en relación con sus aptitudes, estado interior, momento actual y la calidad de sus posibles mensajes. Además, deberá estar abierto a aceptar la crítica de los demás. Cuarto: Quien desee canalizar debe tener espíritu de servicio y de sacrificio. Recordará permanentemente dicha persona que la recepción de mensajes no constituye ningún rango jerárquico en el interior de la sociedad, ni dentro de los grupos de o, pero sí un medio de ayuda y un servicio al plan mayor por la humanidad. Quinto: Quien se prepara para antena deberá trabajar exigentemente con su ego a través de la autobservación, a fin de evitar que los llamados mentalismos (afloramientos del inconsciente) plaguen sus recepciones. Sexto: El futuro receptor deberá procurar desarrollar el discernimiento para saber escoger él mismo el mejor lugar y momento para la captación de una comunicación, aun cuando sienta la urgencia de realizarla. Séptimo: La persona que procure recibir los mensajes deberá asumir con humildad el mensaje haciéndolo suyo, viviéndolo y siendo su ejemplo. El antena deberá incluir cualidades como honestidad, justicia, integridad, responsabilidad y espiritualidad, además de ser positivo.

Para tener en cuenta a la hora de analizar los mensajes Lo que tenemos que tener en cuenta a la hora de analizar los mensajes —sean estos extraterrestres, intraterrestres, de maestros ascendidos, ultraterrestres, de ángeles, mensajes marianos, etc.— es que todos ellos mantienen y poseen características comunes, debido a que proceden de entidades elevadas. Las siguientes son las características de su veracidad y real procedencia: Primero: El mensaje siempre es coherente y lógico. Siendo los guías extraterrestres o los seres de luz entidades evolucionadas, podrán explicar siempre cosas muy complicadas de forma sencilla, mediante conceptos claros y precisos, de forma sucinta y resumida, develando siempre grandes verdades, por lo que las comunicaciones no tienen por qué ser muy largas ni muy seguidas. Segundo: El mensaje no es catastrófico, sino siempre positivo, y ofrece alternativas. Precisamente, estas entidades conocen mejor que nadie las leyes y principios universales, y saben muy bien que uno puede “crear lo que cree” y que “uno concreta lo que decreta”; por ello, siempre hablan de posibilidades, y nunca son determinantes. Tercero: Todo verdadero mensaje es universalista, de carácter grupal y no personalista, de tal manera que, léalo quien lo lea, cada quien podrá extraer de él una enseñanza de acuerdo siempre a su nivel de comprensión. No hay la posibilidad de mensajes personalistas y secretos, porque, por su misma naturaleza espiritual y trascendente, no alientan distinciones. Los mensajes reales no necesitan de nadie que los interprete; siempre son entendibles en sí mismos. Cuarto: Las comunicaciones verdaderas son atemporales. Esto quiere decir que una parte de ellas o toda en general no se agota en una sola lectura, sino que cada vez que sea leída nos dará mayores conocimientos, gracias también a una más amplia conciencia de nuestra parte. Quinto: Todos los mensajes se complementan entre sí, y nunca se contradicen, además de que no son la mera repetición de cosas que ya se saben. Siempre traen aportes nuevos.

Sexto: Los mensajes son siempre constructivos y no destructivos; mantienen permanentemente un contenido edificante y son aplicables al desenvolvimiento diario, lo cual hace de la comunicación una fuente inagotable de consejos prácticos, a la vez que de pautas trascendentes que engloban la vida espiritual del ser. Por ello, es inisible encontrar en el contenido de los mensajes adulaciones, menosprecios o ataques a nadie, ni a agrupaciones u otras líneas de pensamiento, pues el mensaje mantiene siempre un total respeto y amor. Séptimo: Independientemente de su procedencia, toda comunicación es corroborable. Esto es, que puede ser confirmada mediante manifestaciones tangibles y concretas de la cercanía de las entidades que se an, ya sean estas guías extraterrestres, intraterrestres, maestros ascendidos o ángeles. A veces las corroboraciones se dan a través de revelaciones que se cumplen al poco tiempo. Lo que se procura a través de las confirmaciones es verificar que el o existe, que más allá de nosotros hay una fuente real y ajena que emite los mensajes, y que estos no son un juego de nuestra mente o de entidades bajas que podrían estar divirtiéndose con nosotros o conduciéndonos al error. La comprobación de los mensajes demuestra que hubo o, pero no que la comunicación fue bien recibida. Para verificar que el mensaje es del todo verdadero, tendrá que cumplir con todos los requisitos mencionados anteriormente. Por ello es tan importante el análisis de los mensajes. Somos conscientes de que los guías y toda clase de seres de luz, aun con la mejor buena intención, no podrían ni estarían dispuestos a fomentar dependencias ni falta de seguridad de nosotros, y, por ello, siempre están inclinados a mostrarse y dar evidencias de su presencia y del origen de los mensajes.

Para concluir Como ya dijimos, la comunicación real siempre trae aportes nuevos. No es esta solo un resumen de mensajes anteriores, pero tampoco es ajena al contexto del mensaje, por lo que no podría contradecir todo lo que ha sido dado y verificado antes. Lo que sí pueden y deben contener las comunicaciones nuevas es

informaciones que proporcionen una mayor comprensión o hagan mejorar o profundizar aún más nuestra forma de entender lo que antes nos vinieron dando, y que por la inexistencia de otros conceptos o por la presencia de esquemas en nosotros no podíamos abarcar como debía ser. La comunicación, una vez recibida, ya sea en grupo o a solas (si llega a darse la circunstancia de que el mensaje fuere recibido cuando no había nadie cerca que pudiere apoyar su recepción), deberá ser analizada por quien la recibió y ser corregida si esta lo necesitase, o debe volverse a escribir en limpio, de tal manera que su redacción final exprese exactamente lo que los guías quisieron transmitir y su lectura sea fácil y entendible. Las comunicaciones deberán, por tanto, ser siempre comprensibles y de fácil lectura, de manera que no haga necesaria la presencia o mano del receptor para que las explique, lo cual facilitará su distribución y difusión. Si para que la comunicación exprese el sentido original de la idea transmitida hubiese que desarrollar alguna de las ideas expuestas, añadiendo frases por parte del receptor, esto será permitido. Todo ello contribuye a su mejor comprensión. Y, si hubiere alguna idea o frase que no la entendiera o no la pudiese interpretar quien la recibió, podrá omitirla en la redacción final, pues, si tal concepto es importante de ser conocido, los guías lo brindarán nuevamente a través de otra recepción y mediante otro antena. En toda comunicación, está presente siempre el mentalismo, aunque, debido a la experiencia y al cuidado que se tenga, se reducen sus márgenes, pero no lo anulan ni descartan completamente. Hay mentalismos inocentes e intrascendentes, como son mensajes con saludos salameros y floridos o con despedidas con la firma de tal o cual entidad más importante, cuando se busca con ello, de forma no consciente, elevar la categoría del mensaje. Pero hay otros mentalismos nada inocentes, y más bien muy peligrosos, en virtud de los cuales los supuestos mensajes canalizados piden actuaciones que van contra la decencia y los valores morales, o exigen al antena o al grupo actuaciones que ponen en riesgo la vida de las personas. Por ello, no confundamos la humildad con la ausencia del sentido común, la lógica y el amor propio. Nadie está obligado a hacer nada que vaya contra sus principios o que atente contra su libre albedrío y el sentido común. Además, las entidades de luz siempre sugieren, jamás ordenan nada.

Recordemos también que la comunicación es algo importante y serio, con lo que no debemos jugar, ya que la línea divisoria entre la iluminación y la locura, entre la realidad y la ilusión, es tan sutil que es como caminar sobre el filo de la navaja. Tenemos, por tanto, un compromiso, primero con nosotros mismos, de ser veraces y no engañarnos, y luego la responsabilidad espiritual de no confundir a nadie. Por ello, las comunicaciones no deben circular libremente sin un análisis previo. Finalmente, quisiéramos recordar que, en lo relativo a la comunicación, de nada sirve que uno esté seguro de sí mismo si no inspira la misma confianza en los demás; y, al revés, tampoco serviría que los demás creyesen en los mensajes que uno recibe si uno mismo no los cree. La confianza en uno o de los otros hacia uno se sustenta en el ejemplo de vida y la preparación constante que uno mantenga, que quedará garantizada con el respaldo de los hermanos mayores. La experiencia de los años nos permitirá conocer los elementos propios de toda buena comunicación, experiencia que dependerá siempre de preparación y madurez, conseguidas a través de los errores, la humildad y la voluntad de continuar. Como el catador de un buen vino, la experiencia irá incrementando nuestra capacidad para percibir la infiltración de mentalismos, preconceptos y hasta prejuicios que pueden aparecer en la comunicación, porque no siempre son evidentes, y así reducir al mínimo los márgenes de error que toda recepción contiene. Pero, aun así, nada nos libra de seguir equivocándonos. No temamos fallar o equivocarnos, temamos más bien no hacer o permanecer mucho tiempo equivocados.

GLOSARIO

Agujero de gusano: Término de la física cuántica llevado a la astrofísica, utilizado para denominar a una suerte de pliegues o atajos cósmicos que existirían en el microcosmos y el macrocosmos para acortar distancias en el tiempo y el espacio. Aura: Campo magnético que envuelve al cuerpo de los seres vivos, y que fuera corroborado por Semyur Kirliam en 1935. Avistamiento: Dícese de la observación de un ovni. En el caso de que hubiese una psicografía de por medio, la captación del objeto sería la confirmación de que se ha producido una percepción de un o prefijado. Canepla: Ojo de gato o caza-fantasma, suele denominársele así a aquel objeto esférico que sueltan las naves a manera de una cámara controlada a distancia, que puede llegar a medir desde 30 cm hasta metro y medio de diámetro, y puede tener un color metálico, blanco, naranja o rojo intenso. ado: Es toda aquella persona que ha llegado a establecer una experiencia real y verificable de o con entidades superiores, ya sean extraterrestres, maestros ascendidos, etc. Cristales de cesio: Son dos estructuras cristalinas proyectadas desde una nave cercana a las palmas de las manos de la persona receptora. Estos cristales son visibles tanto para el receptor como para los demás presentes en el lugar, y terminan siendo integrados en el pecho al cruzar nuestras manos y brazos sobre el cuerpo. Su propósito se relaciona con la necesidad de estimular la sensibilidad y captación de nuevas y poderosas energías en la persona. Recibirlos es una de las iniciaciones más intensas en la experiencia de o. Cristificación: Denominación del proceso de toma de conciencia y de recuerdo de la misión personal y colectiva de cada ser humano para aprender y enseñar a amar.

Cuarta dimensión: Es aquella que correspondería al terreno de las facultades psíquicas y la percepción extrasensorial, donde el tiempo y el espacio pueden ser trascendidos. Fuerzas satánicas: Con este nombre se alude a un grupo de extraterrestres procedentes de Orión, liderados por el ser llamado Satanel, que fueron deportados hacia la Tierra hace miles de años por su mal comportamiento, y que, en la actualidad, actúan como una fuerza invisible que gobierna a través de mentes esclavas vinculadas al poder material. Guardianes y vigilantes: Son aquella categoría de seres enviados por la Confederación de Planetas de nuestra galaxia a la Tierra para cuidar nuestro mundo (cuarentena) de la presencia de civilizaciones malintencionadas. Guía: Cada uno de los seres extraterrestres de mayor nivel evolutivo que participan de una labor de dirección y orientación de los ados y de los grupos de o. Hermandad Blanca: Es el gobierno interno positivo planetario. Originalmente conformada por 32 seres extraterrestres que fueron enviados a la Tierra, quienes descendieron en el desierto del Gobi (Mongolia) en calidad de guardianes del conocimiento planetario. Después de fundar Shamballa, la capital del mundo intraterreno de Agartha, se encargaron de preparar a personas de diferentes filosofías, religiones y pueblos, muchos de ellos remanentes de civilizaciones desaparecidas, para que los reemplazaran asumiendo la responsabilidad de ser los depositarios de un conocimiento que debe ser puesto a disposición del ser humano cuando dé señales de madurez. Illuminati: Gobierno secreto mundial al servicio de las fuerzas satánicas que manipula a la humanidad, llevándola hacia su autodestrucción. Es un gobierno en la sombra, esto es, detrás de los grandes gobernantes, que mueve los hilos invisibles que puedan mantener el caos planetario. Jardineros cósmicos: Denominación para un cierto grado jerárquico de seres de nuestra galaxia que actúan como sembradores de vida en los planetas objeto de experimentación. Misión Rama: Es la experiencia de o que trae como mensaje la

necesidad de que el ser humano descubra la importancia de la comunicación consigo mismo, con los demás, la vida y el universo. Rama es o para establecer un puente de comunicación con civilizaciones más avanzadas de las que podemos aprender mucho. Aporta una enseñanza y una filosofía de vida que nos recuerda que somos creadores, de esperanza y futuro. La misión empezó oficialmente en 1974 a raíz de un mensaje psicográfico, que se corroboró a los pocos días con un avistamiento de una nave extraterrestre, anunciado previa cita. Nombre cósmico: Es la clave vibratoria personal de cada individuo. Funciona como una llave de al archivo interior de cada uno. Este nombre es el mismo a lo largo de todas las encarnaciones. Puede ser recibido a través de sueños, meditando o como revelación por parte de los maestros a través de las meditaciones. Paititi: Es la legendaria ciudad perdida de los incas en la selva de Madre de Dios (Perú). Se la vincula con la leyenda del retorno de Inkarri (‘Inca Rey’). En el interior de esta ciudad, habría un templo que guarda un gran disco solar, que funcionaría como una conexión con puertas dimensionales en diversos puntos del planeta relacionadas con archivos de la historia planetaria. Este lugar estaría funcionando en la actualidad como un retiro de la Hermandad Blanca, por lo que no cualquier persona puede ingresar en ella. Muy cerca de estas ruinas, en las nacientes del río Siskibenia, se encontraría también una importantísima base extraterrestre, llamada la Base Azul. Plan Cósmico: Proyecto ultraterrestre y extraterrestre que consideró la necesidad de experimentar en ocho planetas de categoría UR y crear las condiciones para que surja una civilización con un potencial psíquico y espiritual capaz de transformarse en poco tiempo en “Maestro” de sus propios maestros. Psicografía: Es la técnica de escritura automática o canalización simultánea de un mensaje telepático transcribiéndolo. Para que la recepción del mensaje sea válida, esta debe cumplir una serie de requisitos, entre ellos el que se haga concientemente, dentro de un grupo y con una preparación previa. Real Tiempo: Existiría más de un tiempo en el universo material. El nuestro

es uno alternativo, creado artificialmente para desarrollar un Plan Cósmico. Nuestro planeta sufrió hace millones de años un desastre meteórico que extinguió la vida en él, lo cual habría permitido que civilizaciones extraterrestres viajen a través de portales dimensionales a nuestro pasado para impedir que nuestro mundo muriera. Retiros interiores: Cada uno de los lugares secretos en el mundo donde la Gran Hermandad Blanca ha depositado archivos de un conocimiento oculto, que debe ser liberado y entregado a la humanidad en esta época. Sincronizador magnético: Objeto esférico e inteligente, similar a las caneplas, pero más pequeño, que llega a medir el tamaño de un puño o una pelota de ping-pong. Se le observa muchas veces como una luz verde, amarilla o azul; puede llegar a atravesar una pared para ingresar en una habitación. Esta esfera activa los potenciales psíquicos de la persona que entra en o con ella. Ultraterrestres: Seres que habitan en el universo mental más allá de la séptima dimensión. A esta categoría corresponden los verdaderos ángeles, arcángeles, tronos, principados, querubines, potestades y dominaciones. Precisamente, un grupo de estos seres, llamados los hellel o Resplandecientes, o también llamados “hijos de Dios”, fueron los padres creadores del universo material. Ur: Categoría de planetas que existen en sistemas solares de una sola estrella, y que podrían ser seleccionados para diversos proyectos de desarrollo y experimentación por su gran potencial y dinámica. Si es que entran en convulsión, pasan a ser sujetos de una experimentación especial, por ser considerados laboratorios naturales. VED: Siglas correspondientes a Vehículo Extraterrestre Dirigido. Xendra: Umbral o portal dimensional creado artificialmente por la tecnología y el poder psíquico extraterrestre, que permite a las personas convocadas a vivir la experiencia de una teletransportación a otro planeta, a una base o al interior de una nave. Suele tener la forma de una medialuna dorada brillante o de un domo gaseoso. Dependiendo del grado de intensidad, se reconoce la existencia de tres tipos de Xendra, el tercero de los cuales es el más sutil, llamado Gimbra, que produce experiencias

conscientes de bilocación, desdoblamiento astral o proyección mental. Zin-Uru: Mantra o palabra clave o llave capaz de abrir puertas entre las dimensiones, que fuera enseñada por Hermes Trimegisto o Thot, el Atlante.