Reporte lectura: “Sobre el desarrollo del funcionamiento mental” (1958) Obras Completas Melanie Klein. Envidia y Gratitud y otros trabajo Vol. 3
Freud considera la acción de los instintos de vida y muerte como un proceso biológico, también que esta fusión y separación de los instintos son subyacentes al conflicto psicológico de impulso libidinales y agresivos; afirmó que en el inconsciente no existe el temor a la muerte. Sobre la segunda tópica, Freud consideró que éstas instancias no se hallan estrictamente separadas unas de otras y que el ello es la base de todo funcionamiento mental. El yo se forma a partir del ello y se activa con el instinto de vida pero no en un tiempo cronológicamente específico. Existen dos tipos de pulsiones, la pulsión de vida y la pulsión de muerte. La primera está encargada de la autoconservación del sujeto. A diferencias de las pulsiones, los instintos tienen un origen biológico, manifestándose como necesidades que satisfacer a diferencias de los deseos. Provenientes del ello vienen las ansiedades. Sin embargo, según el punto de vista de Klein: La ansiedad primordial con la que lucha el yo es la amenaza proveniente del instinto de muerte, concluyendo que el peligro de ser destruido por el instinto de muerte es el que origina la angustia en el yo, que en el comienzo del desarrollo se ve enfrentado con la tarea de mover la libido contra el instinto de muerte. Es el proceso de proyección el que constituye el medio que desvía el instinto de muerte hacia afuera y a la vez reviste de libido al primer objeto; el proceso primario es la introyección es extensamente el servicio del instinto de vida, puesto que combate al instinto de muerte porque conduce a que el Yo reciba algo que da vida. En “El desarrollo temprano de la conciencia del niño” (1933), me referí a la teoría de los dos instintos de Freud (de acuerdo con la cual en el comienzo de la vida el instinto libidinal se opone y liga al instinto de muerte, o agresión), diciendo: El peligro de ser destruido por este instinto de agresión establece, una excesiva tensión en el yo, la cual es sentida por él como ansiedad; así es como en el comienzo de su desarrollo se halla enfrentado con la tarea de inmovilizar libido contra el instinto de muerte” (Klein, M., 1958. Obras completas Vol. 3 p. 242) Según Klein, el funcionamiento mental del niño va a comenzar con las ansiedades que éste manifiesta y con los instintos que se van a manifestar en edades muy tempranas (durante el primer año de vida). Con la iniciación de la fantasía, desde el nacimiento, en el transcurrir de las posiciones / esquizo-paranoide y depresiva / y con la introyección de objetos buenos y
malos lo que conlleva a organizar sus relaciones entre el mundo interno y externo. La integración del yo se va a concretar en la posición depresiva en función de como se han introyectado los objetos buenos y malos y como se han manejado las ansiedades. La catexia libidinal del pecho junto con las experiencias gratificantes, estructuran el objeto bueno primario en la mente del bebe y la proyección de impulsos destructivos en el pecho forma al objeto malo primario. Ambos son aspectos introyectados operando dentro del yo.
El bebé se va a defender de los instintos de vida y sobre todo del instinto de muerte con energía libidinal para evitar la aniquilación. Como existe un estado de tensión en el bebé surge la angustia y los mecanismos de proyección e introyección. La fuerza del yo está determinada por su constitución, si en esta fusión predomina el instinto de vida, el yo es relativamente más fuerte y capaz de soportar y contrarrestar la angustia que proviene del instinto de muerte. Esta fuerza del yo puede ser mantenida y aumentada por factores externos y por la actitud de la madre hacia el niño, sin embargo aun cuando predominen estos, los impulsos destructivos son desviados hacia afuera y contribuyen a la creación de objetos persecutorios y peligrosos que son introyectados.
“La catexia libidinal del pecho junto con las experiencias gratificantes, estructuran el objeto bueno primario en la mente del bebé; la proyección de impulsos destructivos en el pecho forma al objeto malo primario. Ambos aspectos son introyectados,y así los instintos de vida y muerte, que habían sido proyectados, operan otra vez dentro del yo.” (Klein, M., 1958. Obras completas Vol. 3 p. 243)
Los procesos primarios de introyección y proyección determinan cambios en la relación del yo con sus objetos, con fluctuaciones entre internos y externos, malos y buenos, establecidos por fantasías y emociones. El objeto internalizado bueno forma parte del núcleo del yo, alrededor del cual este se expande y se desarrolla, el yo asistido por el objeto bueno va a estar capacitado para dominar la ansiedad, preservar la vida y va a estar ligado con la libido. Respecto al complejo de Edipo, se sitúa en la posición depresiva, dentro de los seis meses del primer año de vida, de este modo. La posición depresiva se inaugura con la culpa. La introyección del pecho bueno y el malo es el fundamento del Superyó e influye en el desarrollo de Edipo, según Klein, la disociación del yo es por la cual se formó el superyó, producido como consecuencia del conflicto dentro del yo y engendrado por la polaridad de los dos instintos. El yo sostenido por el objeto bueno internalizado y fortalecido y por la identificación con este,
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proyecta una parte del instinto de muerte dentro de aquella porción de sí mismo que ya se había disociado. “El superyó precede en algunos meses al comienzo del complejo de Edipo, comienzo que yo sitúo, junto con el de la posición depresiva, en el segundo cuarto del primer año de vida. De este modo, la temprana introyección del pecho bueno y el malo es el fundamento del superyó e influye en el desarrollo del complejo de Edipo” (Klein, M., 1958. Obras completas Vol. 3 p. 244) En la formación del superyó interviene las relaciones con los objetos introyectados, por un lado el pecho nutricio-protector es considerado como objeto bueno, por el otro lado el pecho punitivo, retaliador, voraz y frustrador, serán considerados como los objetos malos introyectados. Estas introyecciones equivaldrán a la relación del bebé entre el mundo interno y externo (movilización del aparato psíquico). “El superyó –encontrándose ligado con el objeto bueno y aún esforzándose por su perseveración– se asemeja a la madre buena real que alimenta y cuida al niño, pero puesto que el superyó está también bajo la influencia del instinto de muerte, se convierte en parte en el representante de la madre que frustra al niño, despertando ansiedad con sus prohibiciones y acusaciones. Cuando el desarrollo es adecuado el superyó es hasta cierto punto percibido como ampliamente favorable y no opera como una conciencia demasido severa”. (Klein, M., 1958. Obras completas Vol. 3 p. 245)
Bibliografía: Klein, Melanie (1988). Envidia y gratitud. Tomo 3. Barcelona, México: Ediciones Paidós
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