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El caso Collini POR ARNALDO PLATAS MARTÍNEZ

Siempre en los cursos de Filosofía del Derecho surge la pregunta, que procede del arcaico Derecho Natural, si se debe defender al culpable confeso de un delito. Los profesores inventan una serie de respuestas de acuerdo a la postura que adopten, no tanto ideológica, como personal. Es parte de rendir un tributo exasperado a la norma. Una de las respuestas que podrían ensayarse es remitir al alumno a la lectura de las casi 150 páginas del libro de Ferdinand von Schirach, que lleva el nombre del presente artículo: el Caso Collini. Schirach no es desconocido para los lectores de habla castellana. Hay dos libros anteriores a la novela que ahora reseñamos. Son libros de cuentos. El primero de ellos Crímenes y el segundo Culpa. Ambos con una excelente traducción por parte de la editorial Salamandra. Y también los dos reflejan el mundo jurídico en un país que tiene algunos problemas no tan serios en cuanto a la impartición de justicia. Pero la novela que aparece hace más de dos años en su lengua original trata el tema siempre importante de la istración de justicia, desde las ópticas diversas de los sujetos que se encuentran en la movilidad permanente de los tribunales. No es el caso hacer la síntesis de la novela, sino provocar la lectura para encontrar los caminos que puedan permitir una reflexión sobre los principios básicos de nuestra forma de entender a la justicia en los tiempos actuales. Fabrizio Collini es el asesino confeso de un poderoso empresario berlinés: Hans Meyer. Y el caso enfrenta a un novel abogado de apellido Leinen frente a un experimentado abogado coadyuvante de la Fiscalía de apellido Mattinger. El sumario en sí mismo poco tiene que aportar para alguien que ve solamente el aspecto normativo. Una distinción entre homicidio doloso o culposo, con todas las consecuencias que pueda acarrear en años de presidio. Pero la trama se teje fino si lo conectamos con los Crímenes de Guerra con hechos acaecidos en la aldea de Collini, y el daño que genera el comandante en Jefe a la familia de los Collini, y la intervención de una serie de normas, que se fabrican desde el poder legislativo para hacer que esos crímenes sean considerados prescritos después de algunos años. Y si a lo anterior le sumamos un escenario de acuerdos internos entre muchas de las autoridades. Se encuentra el lector frente a una trama perfecta donde Schirach resulta un novelista excelente.

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Para Ferdinand von Schirach el tema no resulta extraño. Hay que recordar que varios de sus familiares directos fueron dirigentes importantes en el Tercer Reich. Por tanto, aparte de abogado resulta un conocedor de las condiciones y circunstancias de los hombres que participaron en varios de los juicios después de la Segunda Guerra Mundial, donde el principal fue el de Núremberg. Sobre el libro se pueden decir muchas cosas, pero ninguna de ellas permite guardar el silencio de la indiferencia. La primera de ellas es que enfrenta a dos tipos de mentalidades de abogados contemporáneos. La de Leinen y la Mattinger. El primero con la juventud y la lógica de la novedad. Donde lo importante es ver la realidad en la que se mueven las normas jurídicas y la argumentación. Por su parte, Mattinger el abogado de las miles de experiencias donde la norma es el único baluarte de la justicia, y que en consecuencia, el mundo debe obedecer a las leyes de esa quietud. Cumpliendo con la norma es posible construir al mundo. Otra de las cosas que llaman la atención es el planteamiento de los escenarios como referencia al pasado. Los hilos de la historia se tejen de forma muy extraña en el mundo donde las coincidencias no existen, pero donde los hombres nos encargamos de hacerlas armonizar. El regreso de los temas de la justicia derivada de los crímenes de la Segunda Guerra Mundial llama la atención. En algunas ocasiones he escuchado abogados decir que es un tema que debe dejarse fuera de la agenda de la historia de nuestro diario convivir. Pero olvidan algo muy importante. El actual Derecho Occidental tiene sus raíces en toda la revisión de lo jurídico que se hizo a partir de ese punto la historia universal. Los Derechos Humanos son el pináculo de ese enorme movimiento, pero han en lo subterráneo raíces muy profundas de una constante atención al tema de conservar por encima de todo al ser humano en toda su dignidad. Quizá un rasgo que no se puede dejar de lado es la voz narrativa que emerge desde la visión de los expedientes, que si bien no es nueva, el autor berlinés la sabe llevar de buena manera. El final de la novela es dramático y lleno de preguntas y posibles respuestas. No es el final feliz que esperan los lectores de notas rosas, sino el final donde Fabrizio Collini coloca las piezas en su lugar para dejar una profunda huella en el lector.

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