Economía de Guatemala durante la Época Colonial Economía de Guatemala durante la Época Colonial es un término que se refiere a la situación y evolución de la economía en el actual territorio guatemalteco durante la Época Colonial, desde la Conquista de Guatemala en 1524 hasta la Independencia de Guatemala en 1821 (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). En la colonia, la agricultura fue la actividad económica más importante. En sus tierras comunales, los indígenas cultivaban maíz, frijol y hortalizas. Entre los productos nuevos traídos por los españoles estaba el trigo, introducido alrededor de 1529. Además, ciertas frutas que no existían en América, como los cítricos y otras -durazno, manzana o pera, por ejemplo- (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). Los españoles también trajeron animales domésticos, que se convirtieron en especies comunes: gallinas, caballos, asnos, vacas, cabras, ovejas, cerdos, etcétera. Las mulas fueron ampliamente utilizadas para el transporte de mercancías. Recuas de estas bestias se utilizaban en el comercio interno y en el que se hacía con las provincias vecinas. También comenzó a usarse la carreta de bueyes y, desde luego, otros vehículos tirados por caballos y mulas (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). Los primeros ejemplares de ganado vacuno fueron importados de Cuba, por el español Héctor de la Barreda, en la década de 1520. Tiempo después, en el valle que luego ocupó la Nueva Guatemala de la Asunción, que también se llamó Valle de la Virgen y Valle de Las Vacas, hubo haciendas ganaderas. Anualmente, se celebraban ferias en distintos lugares, en las cuales se compraba y se vendía ganado (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). Los frailes enseñaron a los indios a cortar, hilar y tejer la lana de las ovejas, y así surgió la industria de los tejidos de ese material, en los telares de los nativos (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). Algunos productos agrícolas originarios de la región se destinaban al comercio interno o a la exportación. Por ejemplo, el cacao, el jiquilite o añil, la grana, el algodón, la zarzaparrilla, el achiote, el bálsamo y las maderas finas. También se cultivó la caña de azúcar, planta nueva en Guatemala, y se formaron ingenios para procesar el azúcar y la a. El cacao fue originalmente el producto de exportación más importante y se mantuvo un cultivo principal durante toda la época colonial, pero cedió el primer lugar al añil o jiquilite, que conservó un mayor valor como producto de exportación, hasta principios de la época republicana (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). En la elaboración de los panes de añil se empleaban más negros esclavos que trabajadores indígenas, porque a veces se prohibió que éstos se utilizaran en esos obrajes. Cuando la industria textil aumentó la demanda de añil, creció el área de tierras destinadas a dicho cultivo y a los obrajes (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). El algodón también se cultivó ampliamente y se utilizaba en los telares de indígenas y por artesanos ladinos, en la fabricación de mantas y diversas telas (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). Durante los siglos XVI y XVII, el comercio exterior del Reino de Guatemala fue muy irregular, pero se canalizó hacia España, México, Perú y Filipinas, país este último que también era una colonia española. En esta época los corsarios y piratas ingleses, holandeses y ses, asaltaban las naves de bandera española, por lo que se dispuso que los barcos que navegaran entre los puertos de las Indias y la metrópoli lo hicieran protegidos por naves de guerra (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). Se hacían dos viajes comerciales al año, en verano y en primavera. La flota española llegaba a La Habana y allí se dividía en flotillas menores que viajaban a los diferentes puertos del Mar Caribe. El Reino de Guatemala tenía, en el Océano Atlántico, los puertos Bodegas del Golfo -Lago de Izabal, Puerto Caballos y Trujillo -en Honduras-, San Juan -en Nicaragua- y Matina, en Costa Rica. En el Océano Pacífico estaban Acajutla -en el Salvador y El Realejo -en Nicaragua- (Diccionario Histórico Biográfico, 2004).
Los viajes comerciales a filipinas se realizaban desde puertos mexicanos. De regreso a España, las flotillas se volvían a reunir en La Habana, donde las embarcaciones mercantes navegaban de nuevo hacia Sevilla, bajo la protección de barcos armados (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). Al principio, las colonias sólo podían comerciar entre ellas y con España, pero las cosas cambiaron en el siglo XVIII, durante la dinastía de los Borbones, cuando se dio libertad para el comercio con otros países Los sastres, albañiles, zapateros, calceteros, herreros, coheteros y quienes ejercían otros oficios artesanales eran, en su mayoría, de la clase ordinaria, o castas, e inclusive negros esclavos. En el siglo XVI, todos ellos comenzaron a organizarse en agrupaciones del mismo oficio, denominadas gremios, los que funcionaban con estatutos u ordenanzas aprobados por el Ayuntamiento En cada gremio había maestros, oficiales y aprendices y no se ascendía de una a otra categoría sin cumplir requisitos establecidos en los estatutos. Cada gremio tenía su Santo Patrono y sus celebraciones particulares El trabajo artesanal imprimió un sello peculiar al modo de vida de la ciudad de Santiago, pues la jornada de trabajo se regía por toques de campana del Ayuntamiento, en un horario que incidió en las costumbres cotidianas Entre los gremios más importantes figuraron los de los plateros, batihojas, pintores, escultores, carpinteros, sastres y albañiles. Los gremios comenzaron a extinguirse a fines de la época colonial y fueron abolidos, por las Cortes de Cádiz, en 1813
AGRICULTURA Durante los largos milenios que se iniciaron el descubrimiento del maíz, hace unos 5,000 años, y a lo largo de los periodos clásico y postclásico de la era prehispánica y de los casi cinco siglos de las eras colonial y republicana, hasta el presente, la economía de lo que es el actual territorio de Guatemala ha descansado básicamente en la agricultura. Los productos agrícolas, por lo tanto, en sus distintas fases de cultivo, distribución y consumo, han mantenido una estrecha interrelación con otros fenómenos económicos y con los macroprocesos sociales en general. Es importante reitera que el maíz, el frijol y las calabazas integran la traída agrícola en el descanso, por siglo, la dieta básica de los antiguos pobladores prehispánicos, de sus descendientes de la actualidad y, en buena medida de los estratos de la sociedad colonial y republicana. El primero de dichos productos ha cobrado tal relevancia en los campos gastronómicos, religioso, de las creencias y de las ideas en general que, en Guatemala, se ha configurado, inclusive, una particular subcultura del maíz. Inicialmente fue incorporado a la dieta de los conquistadores, hasta servir en algunas ocasiones para evitar que murieran de inanición; después de 1524, sin embargo, los indígenas trataron de controlar su distribución, como una medida estratégica de resistencia. A partir de 1539, los españoles, a su vez, intentaron desbaratar dicha estrategia, para lo cual instituyeron el cargo del juez de milpas, que era un funcionario encargado de controlar y exigir que los indígenas cultivaran el maíz y el frijol, indispensables ya para los colonos hispanos. La recolección de estos productos se canalizo por medio del cobro del tributo en especie, o por el procedimiento de las subastas públicas, controladas por el ayuntamiento, y de las cuales se beneficiaban las propias autoridades civiles y eclesiásticas, así como los colonos más importantes. La producción del maíz sufrió una baja sensible a partir de 1570, como consecuencia de las epidemias y el consiguiente descenso de la población aborigen.
Tal situación empeoró a mediados del siglo siguiente
(1660), cuando un gran número de indígenas estaba obligado a cumplir el repartimiento y laboraba en
plantaciones de trigo, caña de azúcar y otros productor que entesaban mas a los españoles; y también se dedicaron en sus parcelas a la siembra de trigo y de caña de azúcar. La dieta de los colonizadores y en una medida relativa también la de los indígenas, se amplió con otro alimentos diversos (frutas, legumbres, tubérculos); unos de origen americano, como el jocote, la anona, el zapote, el mamey, el chile, el chipilín, el beledo, l ayote, etc.; otros, de reciente introducción hecha por los europeos, como trigo, naranja, manzana, pera, durazno, lechuga, remolacha, zanahoria, rábano, y mucho más. Según la tradición el trigo, un producto de mucha importancia en razón de los hábitos dietéticos de los españoles, fue introducido en Guatemala en 1519, por un colono de nombre Francisco Castellanos. Este hecho fue aprovechado por el mismo Pedro de Alvarado, e un molino que un ayuntamiento de permitió instalar en el rio que bordeaba la ciudad. Después de propagó a muchos poblados del centro y occidente del actual territorio de Guatemala (San Juan Sacatepéquez, San Martin Jilotepeque, Santa María Joyabaj, Comalapa y los mismos pueblos periféricos de la capital). Los indios fueron obligados a dedicar tierras y trabajo al laboreo del trigo con animales, herramientas y tecnología de procedencia Europea. De acuerdo con las nuevas tasaciones del tributo que hizo el presidente López de Cerrato en 1549, las cuales resultaron, ciertamente, un tanto más favorables para los indios, estos estaban obligados a cultivar, por aquella época, 1749 Fanegas de trigo para los españoles. El despojo de tierras, el aprovechamiento masivo de obra de repartimiento, el abandono de sus propios cultivos de subsistencia, el pago puntual del tributo, fueron algunas consecuencias negativas que se derivaron del cultivo del trigo por los indígenas, el tanto que los hispanos recogían las mieses para su ración de ingenios y el consiguiente procedimiento de la caña fue de las más complejas e innovadoras, puesto que requería de mayores inversiones, mano de obra calificada (albañiles, herreros, carpinteros, punteros, etc.), tracción animal y en general, una tecnología más desarrollada. Sin embargo la mano de obra no solo comprendía trabajadores libres sino también indios de partimiento y esclavos negros. En la provincia de Guatemala, los indios de repartimiento constituían un 30.31% de la fuerza laboral unos ingenios de azúcar, y un 61.48% en los trapiches, no obstante que esa fuente de mano de obra, en ese tipo de trabajo, estaba prohibida por la corona. El trato de aquellos recibían, además, principalmente a manos de “mandones” y caporales negros, excesivamente despiadado.
Por esta razón, en 1680, y por presiones de la
corona, la audiencia ordenó una inspección en ingenios y trapiches de importantes empresarios, tal como Francisco Antonio Fuentes y Guzmán, Juan Arrivillada, la compañía de Jesús. Joseph del castillo. Los frailes Agustines y el presbítero tomas de Aguilar y otros más. La producción azucarera alcanzó niveles importantes a principios del siglo XVII, más que todo para el consumo interno, porque, aunque se inició cierto flujo de exportación hacia Europa, este nunca alcanzó los altos volúmenes registrados en las antias. A fines de dicho siglo se producían en el reino cerca de 18,000 arrobas anuales, pero, a falta de otras regulaciones, los beneficios obtenidos por la corona se reducían al cobro de la alcabala, es decir, el impuesto relacionado con la operaciones de compra venta del azúcar.
Cultivos de Exportación En la primera parte de la época colonial, dos productos agrícolas, el cacao y el añil, ambos de origen prehispánico, cobraron una extraordinaria importancia den la economía de la exportación. Esto se orientó, primero, a los mercados de nueva España y Perú; y después, a los países europeos, done también tuvieron una abierta aceptación.
El cacao, que se comía en Mesoamérica como alimento y como venida ceremonial desde unos 1500 años a.C., se utilizó, adicionalmente en ciudad de moneda, y también para el pago del tributo. En especial, estas dos últimas modalidades fueron aprovechadas por los españoles, en el marco inicial de la economía de la colonia.
Las principales zonas cacaoteras del reino de Guatemala se localizaban en Socotusco,
Suchitepéquez, Guazacapán, Isalco y otras áreas del pacífico, hasta el golfo de Nicoya, en Costa Rica. El cacao se cultivó, asimismo, en Chiquimula y en las costas de Honduras y Nicaragua, sobre el atlántico. Aunque en la época prehispánica en el cacao estuvo ligado a un comercio extendido por las largas rutas que comunicaban centros tan importantes como Kaminaljuyu, Copan. Quirigua, Tikal y Uaxactún, después de la conquista se transportaba, por las vía marítima y terrestre, desde donde era cultivado por los indios, hasta lugares tan lejanos como México, Veracruz y Panamá. Puesto que en primero estuvo ligado a la encomienda y después al repartimiento del comercio libre, el cacao contribuyó al enriquecimiento de muchos de los primeros colonizadores, entre los que figuraban, inclusive, funcionarios, así como integrantes de las órdenes religiosas. Precisamente, algunos de los enfrentamientos entre dichos sectores de la sociedad colonial estuvieron relacionados con la ocupación de las área cacaoteras, con la disponibilidad de la mano de obra indígena y, finalmente, con el cobro de los impuestos de compra venta y de exportación, de los cuales se beneficiaba directamente la corona. Otra de las posibles implicaciones socioeconómicas del cultivo de cacao fue descenso cuantitativo de la población indígena y, por consiguiente, de la mano de obra disponible en este sector. Tal reducción demográfica fue consecuencia de clima que afectaban a los indígenas cuando trasladaban del antillano a las tierras bajas, en las que cultivaba el cacao. A este hecho particular, en el siglo XVII se unió, como un factor más que redujo el precio del grano producido en Guatemala, la competencia del cacao procedente de Guayaquil (Ecuador), y el contrabando que de desarrolló entorno a la comercialización interna y eterna del producto. Muy semejante a la situación que presentaba el cultivo y comercialización del cacao, fue la correspondiente al añil o xiquilite. Este y la cochinilla eran dos colorantes que utilizaron los indígena, desde épocas muy remotas, en la escritura el teñido de telas y la pintura de edificios y monumentos. A mediados del siglo XVI, los españoles comenzaron a percatarse del valor comercial del añil, y no demoraron mucho en incorporarlo en los mecanismos del cobro del tributo. La corona, a su vez, tuvo noticias de dicho producto y, en 1558, solicito la correspondiente información a las autoridades coloniales. En 1571, la exportación del añil guatemalteco a España había alcanzado ya proporciones importantes. El cultivo, promovido por los colonizadores, se extendió, entonces, desde las costas de Guatemala y las de Nicaragua, sobre Océano Pacifico. La creciente demanda que el colorante aludido alcanzó en Europa obedeció, a que la industria textilera usaba un producto semejante, denominado “pastel”, con el cual se obtenía el color azul en el teñido de las telas. Dicho producto, conocido precisamente con el nombre añil (termino derivado del árabe añil, que sig. Azul), procedía del Lejano Oriente, y su comercio estuvo, inicialmente, monopolizado por los portugueses y, después, controlado por Francia e Inglaterra. De ahí la importancia que el colorante de Guatemala adquirió en España. La expansión de la actividad añilera tuvo los consiguientes efectos en el sistema de adquisición y tenencia de la tierra, así como en las relaciones laborales entre colonos y colonizados. En efecto, la apropiación de tierras en las costas del pacifico, por cual es quiera procedimientos posibles, los cuales incluían la “composición” y la “confirmación”, se intensificó de manera notoria. De todo ello por supuesto, también se beneficiaba
directamente la Real Hacienda. Las técnicas utilizadas en los obrajes de añil, el clima que demandaba el cultivo y, sobre todo, la concentración de mano de obra en la épocas de cosecha y de laboreo, incidieron, de manera negativa, en la población indígena que, no solo abandonaba obligadamente sus propios cultivos de subsistencia, sino que, además, debía someterse al régimen de trabajo institucionalizado en la Colonia. Las condiciones propias del procesamiento del añil eran, por cierto, extremadamente dañinas, en especial, por los trabajadores indios, según se consignó en documento de la época: “… que en este beneficio enferma y muere mucha gente por ser tan fuerte esta hierba que de solo entrar las manos a los pies en el agua donde está la hoja cuando se a de sacar los palos o piedras con que está debajo del agua y la misma hierba se les comen y canceran las carnes; y después estando golpeando el agua se levanta un humo tan malo que penetra los sesos y causan otros daños con que se han consumido muchos indios en las partes donde se beneficia el añil”. Los efectos perjudiciales que tuvo añilera entre los indios, los cuales culminaron en la desaparición de pueblos enteros de origen prehispánico, obligaron a esa Corona a prohibir la utilización de trabajadores nativos en los obrajes en los que se procesaba dicho producto. Se emitieron, en tal sentido, varias cédulas reales entre 1545 y 1643, en inclusive se nombraron jueces visitadores, para controlar el cumplimiento de tales disposiciones. Estas, sin embargo, nunca se cumplieron a cabalidad. Junto con el añil o xiquilite, en el reino de Guatemala también se explotaron otros productos, tales como la grana o cochinilla, que era otro tipo de colorante extraído de una especie peculiar de insectos que se reproducían en las napoleras; y también plantas y raíces medicinales como la zarzaparrilla, la caña fistula, bálsamo, etc. Algunas de éstas se exportaron a Europa en cantidades menores y la última de las mencionadas, el bálsamo, además de utilizarse como medicamento, se incorporó mediante autorización contenida en una bula papal, en el ritual de la Iglesia Católica asociado a la istración de los sacramentos en la extremaunción y la confirmación. La cochinilla proporcionaba un tinte de color púrpura, también usado por los indígenas, desde la época prehispánica, en el teñido de sus telas. El interés de los españoles en este producto data de 1573, cuando el Presidente Pedro de Villalobos recomendó
a la Coona que se incrementara la producción respectiva, con el
objeto de aumentar y facilitar, asimismo, el cobro del tributo de los indios. Villalobos recibió la autorización correspondiente y, en 1575, la exportación de grana a la metrópoli mostraba ya un ascenso notorio que, sin embargo, nunca alcanzo, una considerable importancia económica. El añil y la ganadería predominaron en la economía colonial durante el siglo XVIII, aunque no se desatendieron por completo, los otros cultivos citados antes, y algunos más, como el tabaco, el achiote, el algodón, etc., que se incorporaron en los procesos de producción, para el consumo interno y externo. Con el transcurso del tiempo la tecnología y los volúmenes de producción relacionados con la agricultura mejoraron ostensiblemente, pero, por otro lado, al crecer la población se agudizaron, los problemas sobre la aprobación y las disputas de tierras. Finalmente, tal como ocurrió en el caso específico del añil (que fue sustituido por las anilinas o tintes sintéticos), el contrabando, la industria masiva, así como la competencia de otros centros fabriles, fueron algunos de los factores que incidieron negativamente en la economía colonial. En la exportación y comercialización de los principales cultivos era notaria la relación de dependencia de las provincias respecto de la ciudad de Guatemala.