Nuestra ciudadanía es celestial Filipenses 3:20 En nuestro programa anterior, amigo oyente, estábamos llegando ya al final de este capítulo 3, de la epístola a los Filipenses. Finalizamos nuestro programa anterior al considerar el versículo 19 de este capítulo 3 de Filipenses, en el cual el apóstol Pablo advertía a los creyentes de Filipos sobre aquellos que solo pensaban en lo mundano, en lo terrenal. En el versículo 18, Pablo los había calificado como "enemigos de la cruz de Cristo". Algunos piensan que el escritor se refería a personas disolutas que practicaban un gnosticismo incipiente, que confiaban en sus propios logros y no en la suficiencia total y única de Cristo. Por lo tanto, no podían ser considerados como hijos de Dios. A este respecto diremos que no está mal que los cristianos se preocupen por asuntos de este mundo, asuntos que preocupan a sus conciudadanos, siempre y cuando lo hagan mirando a lo terrenal desde el punto de vista de Dios, es decir, viéndolo como Dios lo ve y considerando su misión como portadores del mensaje de la salvación, y con la mirada puesta en la meta de la carrera a la cual el apóstol comparó la vida cristiana. Concretamente, llegamos ahora a la última división de este capítulo 3. Leamos el versículo 20, que comienza a hablarnos sobre
Pablo cambió su esperanza para el futuro "Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo." En este versículo la ciudadanía se refiere a la forma total de vivir; significa un nuevo estilo de vida. Esto ha sido traducido como que "nuestro hogar está en el Cielo". También podemos decir que "somos vecinos del Cielo". Y hablando honradamente, debemos decir que probablemente estos significados se acercan mucho más a lo que Pablo está diciendo. La palabra ciudadanía proviene del verbo griego "politeuo", que significa actuar como un ciudadano, el cual intervenía en la vida, en los asuntos públicos de la ciudad con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo. La ciudad de Filipos era una colonia romana, y como tal, allí tenían vigencia las leyes romanas. La
gente se vestía según la moda y los estilos de Roma y hablaba en latín. En el día de hoy los creyentes, colectivamente llamados la Iglesia, deberían ser una colonia del Cielo, y eso quiere decir que tendrían que actuar en la misma forma en la que la gente actuaría en el Cielo, usando un lenguaje, incluso, apropiado para el cielo. Desgraciadamente, éste no es siempre el caso. Pero, de todas formas, debería ser nuestra meta. Pablo estaba diciendo que somos embajadores de Cristo aquí en la tierra; y de acuerdo con esa posición, tenemos que representar al Cielo y al mensaje celestial a los ciudadanos de este mundo. Esa es la conducta y actitud que se espera de quienes han sido llamados "ciudadanos del Cielo". El apóstol continuó diciendo en este versículo 20, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. Aquí Pablo estaba expresando la esperanza del creyente desde el elevado plano de la alabanza a Dios. Estaba expresando la alegre anticipación del retorno de Cristo a la tierra. La esperanza del creyente en el Nuevo Testamento no consiste en pasar por un gran período de tribulación. Después de escribir que nuestra ciudadanía está en los Cielos, el apóstol dice que desde aquel lugar celestial esperamos a nuestro Salvador, al Señor Jesucristo. No dijo nada de que los creyentes tuvieran que atravesar antes por el citado período de tribulación que, en realidad, será un período de juicio. Y la Iglesia ha sido ya librada del juicio de Dios. Así como el patriarca del Antiguo Testamento llamado Enoc, cuya trayectoria vemos en Génesis 6, no pasó por el juicio del Diluvio, los creyentes no pasarán por la Gran Tribulación. Con respecto a este tema, hay otras opiniones. Muchos creen que el Señor puede preservar a la Iglesia a través del período de la Gran Tribulación. Por supuesto que puede hacerlo; Dios protegió a Noé en una embarcación a través del Diluvio, pero también se llevó a Enoc fuera de este mundo. Podemos decir que habrá dos grupos de personas pertenecientes a Dios durante el mencionado período de tribulación. Un grupo será removido. Recordemos lo que se le dijo a la iglesia de Filadelfia, en Apocalipsis 3:10: 10Por cuanto has guardado la palabra de mi perseverancia, (otra versión traduce "mi mandato de ser constante") yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero para probar a los que
habitan sobre la tierra. El otro grupo estará pasando por la Gran Tribulación. Habrá una gran multitud de pueblos no judíos, y (como especifica el Apocalipsis) un grupo de 144.000 israelitas que pasarán por la Gran Tribulación porque serán sellados por Dios. Hay muchas cosas sobre las cuales las Escrituras permanecen en silencio. Pero las Escrituras nos aclaran que la Iglesia tiene una esperanza gloriosa, maravillosa para el futuro. Pablo también tenía esa esperanza. Aparentemente él pensaba que aún durante su vida el Señor vendría, y no podemos encontrar en ningún lugar en la Escritura en el que Pablo esperara pasar por el período de la Gran Tribulación. Él pasó por momentos de mucha dificultad en su vida, sin embargo, él nunca los interpretó como formando parte del período de la Gran Tribulación. (La gran tribulación será algo terrible, más allá de lo que nosotros podemos describir. Es tan terrible, que en el libro de Apocalipsis se describe en términos muy claros y nadie puede diluir, ni atenuar, en ninguna manera, lo que allí se describe.) En este versículo 20 del capítulo 3, de la epístola a los Filipenses, con una nota de alegre expectativa, Pablo dijo Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. Aquí no parece encajar un período previo de juicio y sufrimiento. Creemos que la alegría y esperanza de Pablo deja en claro que él estaba esperando, para sí mismo y para la iglesia, el retorno de Cristo y no una gran tribulación. Y de esta manera, hemos expuesto el punto de vista respetando, por supuesto, otras interpretaciones sobre el texto Bíblico de la relación entre la Iglesia y el período de la Gran Tribulación.
Filipenses 3:20 Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo,
Hebreos 13:14 Porque no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos {la} que está por venir.
Lucas 22:29-30 y así como mi Padre me ha otorgado un reino, yo os otorgo que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino; y os sentaréis en tronos juzgando a las doce tribus de Israel. Juan 14:2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no {fuera así,} os lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para vosotros. 1 Pedro 1:4 para {obtener} una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para vosotros, Apocalipsis 21:1-3 (RVR1960) Cielo nuevo y tierra nueva 1 Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más.
2 Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. 3 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios Apocalipsis 21:27 y jamás entrará en ella nada inmundo, ni el que practica abominación y mentira, sino sólo aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero. Apocalipsis 22:3-5 Y ya no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará allí, y sus siervos le servirán. Ellos verán su rostro, y su nombre {estará} en sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará, y reinarán por los siglos de los siglos. Efesios 2:19 Así pues, ya no sois extraños ni extranjeros, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios,