Capitulo IX A media noche Don Quijote y Sancho dejan la encina en la que se habían quedado y entran al Toboso, el lugar se encontraba silencioso ya que todos los vecinos dormían, solo se oían los ruidos de los animales, los que turbaban el corazón de Sancho y eran señal de mal agüero para Don Quijote, pese a esto le dice a Sancho: -Sancho hijo, guía al palacio de Dulcinea: quizá podrá ser que la hallemos despierta -¿A que palacio tengo que guiar- respondió Sancho-, que en el que yo vi a su grandeza no era sino casa muy pequeña? -Debía estar retirada entonces-respondió don Quijote- en algún pequeño apartamiento de su alcázar, solazándose a solas con sus doncellas, como es uso y costumbre de las altas señoras y princesas Sancho cree que es imprudente ir a golpear a la puerta del palacio a esas horas, pero Don quijote le dice, que primero den con el palacio y que luego verán ese detalle. Sancho le pregunta a Don Quijote, por qué él no sabe, dónde se encuentra el palacio de Dulcinea si él lo debe haber visto millares de veces, a lo que don Quijote responde: -Tú me harás desesperar Sancho- dijo don Quijote- Ven acá, hereje ¿no te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par dulcinea, ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que solo estoy enamorado a oídas de la gran fama que tiene de hermosa y discreta? -Ahora lo oigo- respondió Sancho-; y digo que pues vuestra merced no la ha visto, ni yo tampoco. En eso, se encuentran con un labrador a quien Don Quijote le pregunta la ubicación del palacio de la princesa doña Dulcinea del Toboso pero el labrador ha llegado hace poco al lugar, pero dice tampoco ha oído hablar de tal princesa. El sol ya está por salir, por lo que Sancho decide convencer a Don Quijote para que este se quede esperando en un encinar hasta que Sancho encuentre a Dulcinea y le diga que su amado caballero le está esperando en un encinar cercano. La verdadera razón de Sancho para sacar a su amo del pueblo, era para que este no averiguase la mentira de la respuesta que de parte de Dulcinea le había llevado a Sierra Morena, siendo que en realidad nunca la había visto. Capitulo X El autor duda en contar esta historia por miedo a no ser creído, ya que aquí las locuras de Don Quijote llegan a su punto culmine, aun así la escribió de la misma manera en que la hizo. Antes de marchar Sancho en la busca de Dulcinea, Don Quijote le dice que no se turbe con su hermosura y que se fije en las reacciones físicas que muestre Dulcinea al enterarse de que estaba allí su caballero, ya que así el podrá enterarse de los sentimientos que tiene ella por él. Partió Sancho a su búsqueda pero al poco andar, cuando dejo de ver a Don Quijote, se sentó al pie de un árbol para reflexionar acerca de su búsqueda y de lo loco que esta su amo, aunque él se siente más falto de juicio por seguirlo y servirlo en sus locuras, como cuando tomaba unas cosas por otra, confundiendo los molinos con gigantes y la manada de carneros con ejércitos de enemigos, pero a pesar de la locura de su amo ve difícil la posibilidad de hacerle creer que la primera labradora que pase es Dulcinea, pero él decide
jurar y porfiar hasta convencerlo de que algún mal encantamiento cambio todo para hacerle daño. Así se detuvo ahí hasta la tarde para que su amo creyera que había ido al Toboso, en eso que se va a levantar ve aparecer a tres labradoras sobre sus asnos por lo que se va corriendo junto a su amo para decirle: -Buenas nuevas, no tiene más que hacer vuestra merced sino picar a Rocinante y salir a lo raso a ver a la señora Dulcinea del Toboso, que con otras dos doncellas suyas vienen a ver a vuestra merced -¡Santo Dios! ¿Qué es lo que dice, Sancho amigo?-dijo don Quijote- mira no me engañes, ni quieras con falsas alegrías alegrar mis verdaderas tristezas -¿Qué sacaría yo de engañar a vuestra merced- respondió Sancho-. Y más estando tan cerca de descubrir mi verdad? Pique, señor, y venga y vera venir a la princesa nuestra ama vestida y adornada, en fin, como quien es ella. Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes todas rubíes, todas telas de brocado de más de diez altos, los cabellos, sueltos por las espaldas que son otros tantos rayos del sol que andan jugando con el viento, y sobre todo, vienen a caballo sobre tres cananeas remendadas que no hay más que ver Don Quijote contento dice que lo premiara con lo mejor que gane en la primera aventura que tengan o con las tres crías que tuvo una de sus yeguas. Cuando se estaban acercando las tres labradoras Sancho puso en marcha su plan, ya que cuando su amo vio a las mujeres solo vio tres labradoras, pero él debía convencerlo de que estaban encantadas y por eso las veía así. Sancho se hinca ante una de las labradoras y le dice: -Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recibir en su gracia y buen talante al cautivo caballero vuestro, que allí está hecho piedra mármol, todo turbado y sin pulsos, de verse ante vuestra magnífica presencia. Yo soy Sancho Panza, se escudero, y él es el asendereado caballero don Quijote de la Mancha, llamado por otro nombre Caballero de la Triste Figura La labradora al oír las alabanzas de Sancho y a Don Quijote también hincado ante ella mirándola con los ojos desencajados y la vista turbada al ver a su amada con el aspecto de una moza aldeana de no muy buen rostro, escapo seguida de sus acompañantes, pensando que se burlaban de ella. La labradora al apurar tanto a su montura cae al suelo, acudiendo Don quijote y Sancho a ayudarla. Después de ver como las tres labradoras se marchaban Don Quijote dice: -Sancho ¿Qué te parece cuan mal quisto soy de encantadores? Y mira hasta donde se extiende su malicia y ojeriza que me tienen, pues me han querido privar del contento que pudiera darme ver en su ser a mi señora. En efecto yo nací para ejemplo de desdichados y para ser blanco y terreno donde tomen la mira y asisten las flechas de la mala fortuna. Y has también de advertir, Sancho, que no se contentaron estos traidores de haber vuelto y transformado a mi Dulcinea, sino que la transformaron en una figura tan baja y tan fea como la de aquella aldeana, y juntamente le quitaron lo que es tan suyo de las principales señoras, que es el buen olor, por andar siempre entre ámbares y flores. Porque te hago saber, Sancho, que cuando llegue a subir a Dulcinea sobre su hacanea, según tú dices, que a mí me pareció borrica, me dio un olor de ajos crudos, que me encalabrino y atosigo el alma
Así siguieron lamentándose de lo que les había hecho el encantador. Sancho intentaba contener la risa por las sandeces de su amo .Finalmente Don Quijote y Sancho prosiguieron su camino hacia Zaragoza donde se celebraban todos los años unas fiestas muy importantes.