I La casa estaba vacía cuando él llegó. Recordó a su madre jugando con él en el jardín que ahora sólo era un lugar seco y gris. El ingeniero estaba cerca de él y le pidió que firmara algunos papeles, que no eran nada importantes. Estaba concentrado en lo que aquella casa había significado para él y para su madre. Ella había sido un gran apoyo para él y ahora había dejado este mundo para irse muy lejos con la promesa de que se volverían a ver. Se quitó el sombrero y aguardó un momento antes de empezar a retirar las cosas que habían quedado de la mudanza. Todas las pertenencias de su madre ahora se encontraban en un pequeño sótano ubicado debajo de su casa. todos sus recuerdos de niñez y los recuerdos de la niñez de su madre ahora estaban siendo guardados como simples objetos ya obsoletos e inservibles para muchos. Recogió lo que quedaba y se marchó para no volver. La casa había sido vendida por orden de su madre en el testamento que había dejado. No quería que su hijo y su nueva familia viviese de recuerdos, sino que empezasen una nueva vida lejos de todo lo que alguna vez fue y viendo ahora desde una nueva perspectiva. Él se había casado hace algunos años y tenía una hija, la cual llevaba el nombre de su madre. Nunca conoció a su padre y ni le importaba en ese momento. sabía que su madre lo educó de la mejor manera posible y no envidiaba a aquellos cuyos padres habían estado juntos. Había aceptado muchas cosas con el tiempo que para muchos serían impensables, pero él no era como todos, era un ser especial, un hombre que aprendió a vivir sin rencor y siempre viendo hacia el futuro sin mirar atrás. Ahora se subió al carro y mientras se alejaba podía ver por el espejo retrovisor la antigua casa de su niñez ahora ya en el pasado. Pero había aprendido algo que su madre no le había enseñado y era que a veces hay que mirar al pasado para saber quiénes somos, porque es nuestro pasado el que nos hizo lo que somos en la actualidad y él lo había aprendido con la muerte de su madre y con vender la casa que alguna vez lo vio crecer y ser feliz. Se alejó lentamente y adelante iba el camión de la mudanza con las últimas cosas que quedaban por recoger. Ya nada quedaba en la casa y los nuevos inquilinos se mudarían en cualquier momento, pero eso a él ya no le importaba. Sólo quería llegar a su casa y ver a su esposa y a su hija que lo esperaban llenas de amor. Sonó el teléfono, era su esposa. Quería saber cómo se había sentido al ver por última vez aquella casa antigua. Él se alegró de aquella preocupación y la tristeza se disipó
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lentamente de él y cuando colgó sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no eran de dolor, sino de alegría porque su madre no se había marchado como él le había dicho, estaba con él en cada paso que daba y nunca lo iba a abandonar.
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