Jorge Molist
Prométeme que serás libre
Bartomeu vestía de verde oscuro sobre calzas granates y se ceñía con un cinto de cuero con broche de plata. El jubón se abría en el cuello para mostrar una camisa blanca y una cadena de oro de la que pendía una ramita de coral rojo de buen tamaño. Del cinto colgaban daga y espada y una bolsa, que a juzgar por su aspecto andaba bien provista. Unos zapatos de cuero, un gorro verde a juego con el jubón y guantes granates completaban su atuendo. Fuera de Gualbes, los hermanos no habían visto nunca a nadie tan bien vestido y Joan lo relacionó de inmediato con la entrevista con el prior. Sin duda Bartomeu sabía cómo tratar al eclesiástico. El mercader revolvió el pelo a Gabriel y le dio unas palmaditas a Joan a modo de saludo, interesándose por su vida en su nueva casa. Después le dijo al mayor: —Aséate y ponte tus ropas de domingo, que te he encontrado trabajo. Joan corrió alborozado a vestirse, deseaba salir del encierro que representaba el convento. Poca ropa tenía para elegir. Cambió las albarcas de cuero que le prestaron para el huerto por sus alpargatas de cáñamo, con las que aún le disgustaba andar, pues prefería ir descalzo. Después se puso su camisa limpia y encima la saya oscura, que se ciñó con un cordón.
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