http://www.revistapersona.com.ar/Persona34/34DHowlin.htm VÓMITO NEGRO(Historia de la fiebre amarilla, en Buenos Aires de 1871)por Diego Howlin - Howlin, Diego (octubre de 2004). «Vómito Negro, Historia de la fiebre amarilla, en Buenos Aires de 1871». Revista Persona n° 34. No era la primera vez que el flagelo se hacia sentir, pues en 1852, 1858 y 1870 había incursionado sobre la ciudad Rioplatense, aunque con menor agresividad, a modo de alertante vaticinio. La ciudad pugnaba por la conclusión de las aguas corrientes y la adecuada eliminación de los deshechos urbanos. Estaba sembrada de pozos negros que contaminaban las primeras napas de agua, los aljibes eran receptáculos usuales de impurezas. Si bien las estadísticas no lo recuerdan, se da como fecha de iniciación de la epidemia el 27 de enero de 1871 con tres casos identificados por el Consejo de Higiene Publica de San Telmo. Precisamente, el brote se propago desde este sector del Bajo, barrio poblado por conventillos de inmigrantes, y se difundió hasta la zona norte. El día 2 de marzo de 1871 fueron suprimidos los bailes de disfraz[2], el 3 se clausuraron las escuelas y la Universidad. Se construyeron lazaretos tales como el de San Roque, ubicado entre las calles 24 de Noviembre, México, Caridad y Venezuela, colocado bajo la dependencia del Hospital General de Hombres, y otros locales de emergencias para dar cabida a los enfermos, inaugurándose por entonces también el Cementerio del Sud (actual Parque Ameghino). Hasta el 16 de abril se mantuvo estacionaria la crisis, comenzando posteriormente a declinar, siendo el periodo mas intenso el comprendido entre el 27 de marzo y el 13 de abril. El 14 de marzo de 1871 quedó constituida la Comisión Popular, que actuaría en forma paralela con las autoridades municipales, integrada por José Roque Pérez (Presidente); Héctor F. Varela (vicepresidente); Mariano Billlinghurst, Emilio Onrubia y Matías Behety (secretarios) sí como aumentaban las victimas, algunos de la Comisión Popular recorrían los barrios como ángeles vengadores, como un segundo azote, echando a la calle a todos los habitantes de los inmuebles donde aparecía el terrible mal. Especialmente encargados de la misión fueron Juan Carlos Gómez, Domingo Cesar, Manuel Argerich y León Walls. QUÉ ES LA FIEBRE AMARILLA? La fiebre amarilla es una enfermedad infecciosa aguda de breve duración y de gravedad sumamente variable, se debe a un flavivirus y va seguida de una inmunidad para toda la vida. La clásica triada de síntomas: ictericia (color amarillento en la piel y conjuntivas por insuficiencia hepática), hemorragias, albuminuria intensa (presencia de proteínas en la orina) se observa únicamente en infecciones graves, las cuales pueden ser solo un pequeño porcentaje del total. El nombre de la enfermedad proviene de la ictericia, producida por el daño hepático que demuestra un tropismo selectivo de este flavivirus por el hígado. Antiguamente se la denomino “Vomito Negro[4]” debido a las hemorragias producidas a nivel gastrointestinal. La enfermedad parece haber sido introducida en América por esclavos y mosquitos provenientes de África hace ya varios siglos .El vector de la fiebre amarilla urbana es el Aedes aegypti y el reservorio es el hombre, mientras que en las aéreas selváticas los reservorios son los primates del nuevo mundo, y son vectores diversas especies del genero haemagogus Buenos aires me mata (Aspectos de Buenos Aires a Principios de 1871) Al comienzo de 1871, las condiciones sanitarias de la ciudad de Buenos Aires, favorecieron la incubación del mosquito Aedes aegypti. Nuestra ciudad carecía de las mínimas condiciones de salubridad y se había convertido en un excelente campo de cultivo para el desarrollo de gérmenes infecciosos. Todo conspiraba contra la salud pública: focos de infección ubicados en distintos lugares, temperaturas excesivamente elevadas durante los meses de verano, hacinamiento de los inmigrantes en los inquilinatos en todos los barrios, especialmente en la zona sur. Los saladeros, el Riachuelo que ya empezaba a oler mal y los mercados constituyeron poderosas fuentes de infección, que prepararon el campo propicio para la incubación del mosquito transmisor de la peste amarrilla. El servicio de recolección de inmundicias y residuos servía para nivelar las calles y terrenos bajos de la ciudad. Estas condiciones de higiene no ofrecían mayores inconvenientes, en tanto el número de habitantes no fuera elevado; pero el aumento rápido de la población produjo un cambio radical. Entre las causas determinantes que influyeron en la propagación, debe mencionarse en primer termino la falta de higiene de la ciudad, la carencia de cloacas, la provisión insuficiente de agua y en malas condiciones, la obra de los saladeros, el relleno de las calles de la ciudad con residuos, la construcción deficiente de los retretes, cuyos líquidos contaminaban por sus infiltraciones el agua que luego era utilizada para el consumo. Se debe agregar quizás el hacinamiento de los pobladores en algunas casas. Algunos de la comisión de higiene lograrían convencer a la población que los inmigrantes que vivían hacinados en los conventillos, eran los más propensos a enfermarse y a propagar tal terrible enfermedad. Los saladeros fueron importantísimos focos de infección. Estaban sobre la margen derecha del Riachuelo y amenazaban permanentemente a la salud pública y en especial a la población de los barrios del sur. En enero de 1871, el Sr. Raggiero propuso la desinfección de los saladeros al Gobierno Provincial, mas su intento se estrelló contra la pasividad oficial. Por otra parte los saladeros arrojaban los desechos al Riachuelo y las materias orgánicas se descomponían y contaminaban las aguas.
El lecho del Riachuelo, era un poderoso foco de infección, pues estaba constituido por gran cantidad de materias en estado de putrefacción; es decir era un basural líquido, que atentaba contra la salud de los porteños. Por esa causa, principalmente los barrios del sur fueron castigados por la peste. La desaprensión de muchos de los gobernadores, que incluso tenían puestos sus intereses en estos emprendimientos, permitió el desarrollo industrial incontrolado, sin limitaciones higiénicas. La precariedad de las instalaciones carentes de maquinarias para facilitar la faena, con rudimentarios procedimientos en la matanza, contribuía al deterioro sanitario. Buenos aires…tu pasado te condena (Antecedentes del brote epidémico) La terrible epidemia de fiebre amarilla de 1871, ya contaba con antecedentes oficiales en nuestro país desde el año 1852, y aun antes: ya había ingresado a nuestras fronteras causando numerosas víctimas y una preocupación transitoria de las autoridades. Lo expresado con respecto a la aparición de la enfermedad en nuestros país mucho antes de 1870, se prueba de inmediato con la copia de la nota dirigida al señor Practicante Mayor Don Francisco Soler, en el año 1858, nota que viene a demostrar que además de la entrada de la epidemia en el año 1852, hubo brotes que también causaron sus víctimas y no fueron, sin embargo suficientes motivos para la adopción de serias medidas que reclamaba la ciudad en su aspecto sanitario y en relación al crecimiento registrado de su población. La epidemia de fiebre amarilla acontecida en Buenos Aires hacia el verano de 1870, fue la antesala de la de 1871. Ese brote se caracterizó por su pequeña mortalidad, pues el número de infectados no sobrepaso el centenar. Se inicio en el Hotel Roma e irradió a distintos lugares de la zona norte y sur de la ciudad. La higiene publica se había descuidado y muchos factores conspiraban contra ella: calles angostas que constituían focos de infección a causa del empedrado realizado sobre desechos orgánicos, escasas plazas sin grandes arboledas en los barrios céntricos, mataderos insalubres donde se faenaban los animales en deplorables condiciones de higiene y mercados ubicados en locales antihigiénicos, sin el lavado diario obligatorio y donde se expendía la carne después de 24 horas de exposición, en pleno estío. El mes de enero de 1870 se caracterizo por ser caluroso y seco. Las enfermedades características del mes fueron la indigestión, cólicos, fiebres gástricas, enterocolitis, disenterías e inflamaciones en general. El Consejo de Higiene Publica, la Municipalidad, la Facultad de Medicina, la Junta de Sanidad y aun la policía eran las instituciones responsables a salvaguardar la higiene pública, pero la acción se encontraba trabada por la falta de recursos derivada de la despreocupación de las autoridades legislativas. La prensa porteña denunció el brote epidémico en la ciudad de Río de Janeiro. Prontamente la noticia se hizo pública, pero no cundió la alarma entre la población, ni tampoco las autoridades dispusieron medidas de precaución. Recién en el mes de febrero la gravedad del asunto se tomó en cuenta, cuando el cónsul general de la Republica Argentina en el Imperio de Brasil atestiguó la existencia de fiebre amarilla especialmente en las inmediaciones del puerto y la ciudad de Río. Por estas razones el gobierno nacional impuso una cuarentena de diez días a todos los barcos procedentes de esa ciudad. Cumplidas las visitas médicas de rigor y el periodo de cuarentena en el puerto de la ciudad, se concedía la “libre práctica” y los pasajeros podían descender a tierra. La epidemia de fiebre amarilla de 1871 Esta peste histórica, que señaló el capitulo más trágico de la historia de nuestra ciudad, no fue casual, sino debida a una serie de circunstancias, tales como la procedencia de Asunción del Paraguay, su itinerario por la vía fluvial paranaense, la negligencia grave de la Junta de Sanidad del Puerto de Buenos Aires, el afincamiento en el barrio de San Telmo, la pérdida de tiempo y recursos en la innecesaria persecución de los inmigrantes y finalmente su propagación a través de los barrios parroquiales de Buenos Aires por el mosquito Aedes aegypti. El excesivo calor, la gran sequía que asolaba a la ciudad y las deficientes condiciones sanitarias, favorecieron el desarrollo del mosquito Aedes aegypti por los barrios de la ciudad. Las autoridades sanitarias, comisiones de higiene y los facultativos comprometidos con la salud pública, ignoraban al enemigo oculto, del cual poco se sabía y nada se sospechaba. La Comisión de Higiene de San Telmo solicitó a los vecinos del barrio, el cumplimiento de las siguientes medidas higiénicas: 1) Hacer fogatas con maderas, alquitrán y otros combustibles, cuyo humo no sea nocivo, para desinfectar la atmósfera. 2) Blanquear las viviendas interiores y exteriores. 3) Desinfectar y asear las letrinas con cal. En la sesión del 7 de febrero, la Municipalidad acordó que los cadáveres de los amarílicos fuesen inhumados en el Cementerio del Sud, seis horas después de ocurrido el deceso. Se prohibieron las inhumaciones de los apestados, en el Cementerio del Norte. El 9 de febrero la peste salió de su foco primitivo y prosiguió su marcha por toda la ciudad.
Mientras aumentaban las víctimas de la epidemia de fiebre amarilla, los de la Comisión Popular recorrían los barrios más afectados, echando a la calle a todos los habitantes de los inmuebles donde aparecía el terrible mal. Especialmente encargados de la misión fueron Juan Carlos Gómez, Domingos Cesar, Manuel Argerich y León Walls. A veces eran acompañados por de la Comisión de Higiene, y siempre por un piquete policial con orden de actuar cuando surgían dificultades. La mayoría de las veces la resistencia era mucha. No solo se desalojaban los inquilinatos, también se incineraban todos los mubles, ropas y demás cosas que hubieran estado en o con los enfermos. Fueron los conventillos los que padecieron este tipo peculiar de requisa. Los pobres inmigrantes allí hacinados, recién llegados al país y medio muertos de miedo por el espanto que los rodeaba, recibían la visita de la nutrida comisión, con la que apenas podían entenderse las más de las veces por desconocer el idioma. El conventillo era encalado, desinfectado y luego cerrado. Los comisionados y la policía se iban y quedaban los inmigrantes en la calle librados a su suerte. Como la mayoría de los inmigrantes eran italianos, hubo verdadera saña contra ellos. Al tiempo que el gobierno nacional y el provincial decretaban feriado hasta fin de mes (marzo), la Comisión de Higiene decidía finalmente adoptar la grave medida de aconsejar al abandono de la ciudad. Era una cumplida demostración de impotencia ante la calamidad reinante, y si bien ya Buenos Aires estaba semivacía, la actitud de las autoridades, aumentó el pánico. Ya el 9 de abril el diario La Nación aconsejaba desde su editorial el éxodo de la ciudad. El consejo de evacuar llegó tarde, cuando la ciudad ya estaba evacuada a medias y desordenadamente pero, si bien agravó la fuga, las autoridades tomaron medidas para alojar a los fugitivos. El gobierno provincial ya tenia listos, aquel 11 de abril, cien vagones del Ferrocarril Oeste en Moreno, dispuestos para alojar a familias pobres y preparaba otros cien en Merlo, además de setenta carpas en San Martín (hoy Ramos Mejía). A su vez, la Comisión Popular dispuso la preparación de casillas de emergencia. El progreso de la epidemia, el abandono de la ciudad de unos 62.000 habitantes, que habían huido presas del terror, la feria declarada a las actividades istrativas, con excepción de los indispensables organismos del estado, la clausura de las escuelas y de las iglesias, el cierre del puerto, transformaron a Buenos Aires en una gran aldea silenciosa. A mediados del mes de abril, la epidemia comenzó a declinar, y en mayo la población regresó a Buenos Aires, a sus casas, con la esperanza de volver a su vida cotidiana. En el mes de junio, la fiebre amarilla se alejó para siempre. El gobierno proclamo su mea culpa, y se impulsaron las medidas de salubridad y saneamiento que, de haberse adoptado antes, sin duda hubieran impedido en mucho la propagación de la enfermedad. http://www.lanacion.com.ar/989197-en-1871-asolo-buenos-aires seis meses de duración de la enfermedad murieron en Buenos Aires 14.000 personas de una población estimada en 200.000 habitantes, aproximadamente. Según los historiadores, la fecha de iniciación de la epidemia fue el 27 de enero de 1871 con tres casos identificados por el Consejo de Higiene Pública de San Telmo. "Debido a esto, las personas de clase adinerada que antes vivían en ese barrio se mudaron hacia el norte de la ciudad, por lo que San Telmo fue tomado por los inmigrantes italianos y españoles." http://www.ensantelmo.com.ar/vernota.php?id=517 en el gobierno de Sarmiento, mató al 8% de los porteños, paralizó la ciudad, hundió algunos barrios pero surgieron otros, clausuró el Cementerio del Sur, pero se inauguró Chacarita. La peste que diezmó la población de Buenos Aires durante los 6 primeros meses de 1871, no fue casual sino debida a una serie de circunstancias. La guerra del Paraguay finaliza, a través de la vía fluvial del Paraná el flagelo penetra en la nuestra ciudad por el puerto, radicándose en San Telmo y los barrios Barracas, Catedral al Sur, San Miguel, Balvanera, Montserrat, San Nicolás, La Bocaentre otros. La población de Buenos Aires, bebía el agua de los pozos de la primera napa, con aguas pluviales en los aljibes, en su mayor parte contaminada por materia fecal de los “watter closset”, recién instalados. El servicio de aguas corrientes era casi nulo, lo istraba la empresa de Ferrocarril del Oeste. Los pantanos en las calles y los bajos de la ciudad se rellenaban con basura. Los aguateros vendían el agua del río, sin importarles en qué condiciones se encontraba. El flujo inmigratorio se acrecentaba, hacinándose en los barrios del Sur, en conventillos, sin que se dispusiera desde el punto de vista sanitario, las medidas necesarias para contenerla. Todo era foco de epidemia, los conventillos, los mercados, los corrales, los saladeros, las aguas del riachuelo. El excesivo calor, la gran sequía que asola la ciudad y las deficientes condiciones sanitarias, favorecieron el desarrollo del mosquito Aedes aegypti por los barrios de la ciudad, la comisión de higiene y los médicos ignoraban al enemigo oculto del cual poco se sabía y nada se sospechaba. En estas condiciones encontró la epidemia a esta ciudad, las autoridades se encontraron sin saber que hacer, superando su incremento a todo cálculo y causando un pánico difícil de describir.
En medio de este caos las autoridades nacionales y provinciales huyeron al campo abandonando la ciudad a su suerte. Algunos vecinos se reúnen y nombran una Comisión Popular para combatir la epidemia, encabezada por José Roque Pérez, Héctor Florencio Varela, Manuel Argerich, Manuel Bilbao, Carlos Guido y Spano, Aristóbulo de Valle, Lucio V. Mansilla, Francisco López Torres, Bartolomé Mitre, José C. Paz , Cosme Mariño, Manuel Quintana, entre otros. Los cementerios se llenaron entre ellos el del Sur. Hubo que habilitar la Chacarita el 25 de Abril, que juntamente con el del norte dieron sepultura a centenares de cadáveres. En el mes de Junio la peste se alejó para siempre, dejando 13.614 victimas. El gobierno proclamó su culpa y se impulsaron las medidas de salubridad y saneamiento que de haberse adoptado antes, sin duda hubieran impedido en mucho la propagación de la enfermedad. Imagen A mediados de Marzo se produjo el éxodo de las dos terceras partes de la población de San Telmo. Las familias y los comerciantes huyeron hacia los pueblos de la campaña, olvidándose algunos de cerrar las puertas de sus casas. Manuel Domínguez, sereno de la manzana 72, notó que la puerta de una casa en la calle Balcarce 384 estaba abierta; en cumplimento de su deber entró en el inquilinato y halló en una pieza del último patio, el cadáver de una mujer con una criatura de pecho mamando y condolido llamó a sus superiores. La madre se llamaba Ana Cristina residía con su marido enfermo en La Boca, desde donde había sido conducida en carro, a la casa antedicha, que estaba abandonada. Esta trágica escena fue lo que motivó al pintor uruguayo Juan Manuel Blanes a pintar un famoso cuadro sobre la epidemia amarilla. El pintor uruguayo Juan Manual Blanes ejecuto un cuadro muy celebre en su momento, homenaje a Roque Pérez y Manual Argerich, fallecidos gloriosamente luego de socorrer a tantos enfermos.
http://www.clarin.com/sociedad/epidemia-feroz-fiebre-amarilla-peligro_0_586741424.html El foco de la epidemia de fiebre amarilla se desató en diciembre de 1870 del año anterior en Paraguay. Los primeros casos en Argentina se detectaron en Corrientes. “Los soldados que regresaban de la Guerra del Paraguay fueron los probables introductores del virus”, cuenta Tomás Orduna, presidente de la Sociedad Latinoamericana de Medicina del Viajero. Los primeros casos en Buenos Aires se detectaron el 27 de enero de 1871. http://www.buenosaires.gob.ar/areas/ciudad/historico/calendario/destacado.php?menu_id=23203&ide=264 Los de la clase alta se trasladaron al norte, transformando en residenciales zonas como Belgrano, y en menor medida a Flores, que hasta ese momento estaban dedicadas a quintas de fin de semana o lugares de paseo de los sectores más acomodados. Por otro lado, el sur comenzó su declinación y fue ocupado por las clases medias y bajas que se instalaron en algunas de las viejas casonas “patricias” y las convirtieron en conventillos. La cantidad de muertes registradas colmaron la capacidad del Cementerio del Sur (ubicado donde hoy se encuentra la plaza “Ameghino”) y en gran medida también ocurrió lo mismo con el Cementerio de la Recoleta, lo que obligó a habilitar un nuevo espacio: el cementerio de la Chacarita. Pero la epidemia de fiebre amarilla, además de las consecuencias fatales y el desarrollo del norte y el deterioro del sur, sumo otro tipo de cambios relacionados con las mejoras sanitarias y las obras de infraestructura. En el mismo 1871, en la plaza “Lorea” se construyó el primer gran tanque de agua, con capacidad de 1000 m3. Al poco tiempo se creó un organismo estatal que sería el precedente de Obras Sanitarias de la Nación y, en 1874, el ingeniero Bateman inició la construcción de la red de distribución de agua que, en 1880, proveía a la cuarta parte de la ciudad. http://edant.clarin.com/suplementos/zona/2008/03/02/z-03301.htm La ciudadanía, convocada por el poeta Evaristo Carriego, se movilizó a la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo) y allí unas 8.000 personas decidieron conformar una Comisión Popular presidida por el doctor Roque Pérez, que con acciones de notable heroísmo -en medio de las cuales falleció- y el doctor Francisco Javier Muñiz, entre otros, trató de llenar el vacío dejado por el gobierno ausente y ocuparse de la situación de emergencia. La cifra oficial de muertos fue de 13.614. La mitad eran niños. Sólo después de la tragedia comenzaron a ser debatidos los proyectos para emprender las tareas tendientes para que los habitantes de Buenos Aires tuvieran agua potable y cloacas. Pero en cuanto comenzaron a quedar atrás los ecos de la fiebre amarilla, los proyectos se fueron cajoneando y sólo se encararon los que correspondían al Barrio Norte y Recoleta, donde moraban ahora los poderosos que habían abandonado tras la epidemia sus casonas de San Telmo y Montserrat para convertirlas en rentables e insalubres conventillos. La peste había pasado, las condiciones que la habían hecho posible seguían prácticamente inalteradas. Habrá que esperar hasta 1930 para que las cloacas y el agua potable llegaran a la mayoría de los barrios de Buenos Aires. http://es.wikipedia.org/wiki/Fiebre_amarilla_en_Buenos_Aires#Cifras_finales Mejoras sanitarias en Buenos Aires A partir de la epidemia, las autoridades y la población de la ciudad tomaron conciencia de la urgencia de establecer una solución integral al problema de la obtención y distribución de agua potable. En 1873 se inició la construcción de obras cloacales. En 1875 se centralizó la recolección de residuos al crear vaciaderos específicos para depositarlos, ya que hasta entonces usualmente la gente los arrojaba en las zanjas y riachos. Todas estas medidas ayudaron a revertir el estado insalubre de la ciudad, que había sido uno de los motivos de la expansión de la enfermedad, principalmente en los inquilinatos. Al respecto, la mencionada "Memoria presentada a la Municipalidad" por la "Comisión de Salubridad", realizó un enojoso pedido a las autoridades para que los recursos fuesen destinados a mejorar la salud de la población: (...) Desde el principio de este terrible azote, esta Comisión se colocó a la altura que las circunstancias requerían...pero desgraciadamente en nuestro país se echa mano a recursos á última hora, pésimamente organizados: en la actual epidemia, nada hay preparado, los sucesivos
avisos de cólera, tifus, fiebre amarilla, etc., de poco o nada nos ha servido, el estado insalubre de la ciudad es el mismo o peor que antes, por la aglomeración de habitantes en un municipio completamente descuidado; pero si las inmundicias, las aguas corrompidas, las basuras, las letrinas, los sumideros, las fábricas inmundas en el corazón de la ciudad, el hacinamiento en las habitaciones, el asqueroso Riachuelo, los inmundos conventillos, son excelentes causas para que todos los habitantes no gocemos de perfecta salud, inútil es tanta dedicación, para nada sirven las comisiones; pero si por el contrario los hombres científicos creen encontrar las causas del espantoso desarrollo del mal que nos aqueja, ¿Por qué no son removidos con tiempo? Se contestará que no hay recursos, razón que no es isible en pueblos que empiezan a encorbarse bajo el peso de enormes contribuciones pretendiéndose hacer pesar aun empréstitos extranjeros, á mas de otras numerosas cargas, para no tener en recompensa en los momentos supremos porque pasamos, ni dinero para saciar el hambre, ni camas, ni ropas para los apestados indigentes, pero que pagan sus respectivas contribuciones (...) A partir de la segunda mitad del año 1871 se iniciaron masivamente obras de saneamiento en toda la ciudad. En cuanto a los saladeros de carne, localizados todos sobre la margen derecha del Riachuelo, una ley sancionada el 6 de septiembre de 1871 prohibió sus actividades en la ciudad, prohibición que se extendió a las graserías. Al año siguiente el médico Eduardo Wilde fue comisionado a Montevideo para firmar un convenio sanitario con el Uruguay, Brasil y Paraguay destinado a prevenir la difusión de enfermedades por vía marítima o fluvial.
otros links que pueden llegar a tener info: http://www.redaepa.org.ar/jornadas/viii/AEPA/B20/Fernandez%20Silvia.pdf http://www.moronhistorico.org.ar/articulo-20.htm